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Cuadernos de Desarrollo Rural

Print version ISSN 0122-1450

Cuad. Desarro. Rural vol.7 no.65 Bogotá July/Dec. 2010

 

La dinámica de los saberes locales y el proceso de localización del saber científico. Aportes desde un estudio de caso*

Local Knowledge Dynamics and the Search for Scientific Knowledge Process - Contribution of a Case Study

La dynamique des savoirs locaux et le processus de localisation du savoir scientifique. Contributions à partir d'une étude de cas

Fernando Landini**


* Este artículo hace parte del proyecto de investigación "Psicología comunitaria en el ámbito rural: factores psicosociales y desarrollo rural en población campesina". Aprobado por el Programa de Fomento a la Investigación en Psicología (PROINPSI). Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
** Becario Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y docente de la cátedra Estrategias de intervención Comunitaria, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA)-Argentina. Dirección: Galicia 1240. CP 1416. Ciudad de Buenos Aires. Correo electrónico: fernandolandini@yahoo.com.ar
Cómo citar este artículo: Landini, F. (2010). La dinámica de los saberes locales y el proceso de localización del saber científico. Algunos aportes desde un estudio de caso. Cuadernos de Desarrollo Rural 7, (65): 21-43

Recibido: 2009-10-10 Evaluado: 2010-06-28 Aceptado: 2010-08-10 Publicado: 2010-12-30


Resumen

Numerosos autores han destacado la importancia de recuperar y valorar los saberes de campesinos y aborígenes, cuando se generan iniciativas de desarrollo rural. Sin embargo, el campo de problemas asociado a la noción de saber local sigue presentando aún algunas zonas oscuras. Así, buscando contribuir al desarrollo de esta temática, en el presente trabajo se analiza la dinámica del saber local, particularmente su enriquecimiento y reconfiguración a partir de la incorporación de avances técnicos y conocimientos científicos. Con este objetivo, en el artículo se exponen los resultados de una investigación realizada en una comunidad campesina del noreste argentino, en la cual se estudiaron las áreas de saber y no saber de los pequeños productores, así como los procesos de invención, circulación y consolidación de saberes locales desde una perspectiva histórica. De esta forma, con el apoyo de marcos conceptuales provenientes de la psicología social, se conceptualizan las dinámicas implicadas y se propone un modelo comprensivo destinado a describir y explicar los procesos comunitarios de invención de saberes y la relación entre saberes locales y conocimientos científicos.

Palabras clave autor: saber local, campesinos, desarrollo rural, psicología.

Palabras clave descriptor: Conocimiento tradicional, investigaciones, desarrollo rural, investigaciones, campesinos, aspectos psicológicos.


Abstract

Numerous authors have pointed out the importance of recuperating and giving its due worth to peasant and aboriginal knowledge when rural development initiatives emerge. Nevertheless, the problem area related to the local knowledge concept continues presenting some dark points. Therefore, with the purpose of contributing to the topic, this paper analyzes local knowledge dynamics, particularly its value increase and reconfiguration based on the involvement of technical advancement and scientific knowledge. Keeping in mind the said purpose, this article presents the results of a research carried out in a peasant community of the Northeastern part of Argentina, where small producers' knowledge and lack of it were studied, as well as local knowledge invention, circulation, and consolidation processes from a historical perspective. Thus the dynamics involved are conceptualized with the support of frames of reference originated in social psychology, and a comprehensive model destined to describe and explain communal processes for inventing knowledge and the relationship between local knowledge and scientific knowledge has been proposed.

Key words author: local knowledge, peasants, rural development, psychology.

Key words plus: traditional knowledge, rural development, research peasants, psychological aspects.


Résumé

De nombreux auteurs ont souligné l'importance de récupérer et de valoriser les savoirs des paysans et des aborigènes quand sont lancées des initiatives de développement rural. Cependant, le domaine des problèmes associés à la notion de savoir local présente encore des zones d'ombre. Ainsi, cherchant à contribuer au développement de ce thème, nous analysons dans ce travail la dynamique du savoir local et en particulier son enrichissement et sa reconfiguration à partir de l'incorporation des progrès techniques et des connaissances scientifiques. Avec cet objectif, nous présentons dans cet article les résultats d'une investigation réalisée auprès d'une communauté paysanne du nord-est argentin où nous avons étudié les domaines de savoir et de non savoir des petits producteurs ainsi que les processus d'invention, circulation et consolidation des savoirs locaux sous une perspective historique. De cette manière, nous appuyant sur des cadres conceptuels issus de la psychologie sociale, nous conceptualisons les dynamiques impliquées et nous proposons un modèle explicatif destiné à décrire les processus communautaires d'invention de savoirs et la relation entre les savoirs locaux et les connaissances scientifiques.

Mots clé savoirs: local, paysans, développement rural, psychologie.


Introducción

Con el objetivo de luchar contra la pobreza rural, en buena parte de los países denominados "en vías de desarrollo" existen numerosos proyectos yprogramas destinados a potenciar la capacidad productiva y mejorar las condiciones de vida del campesinado. Dentro de estas iniciativas, que suelen caracterizarse por brindar apoyo técnico y ofrecer créditos o subsidios orientados a capitalizar las unidades productivas, la extensión rural ocupa un lugar de particular importancia. Si bien, en sus inicios el modelo que guiaba las prácticas de extensión se caracterizaba por un énfasis modernizador y de transferencista, que desconocía los saberes tradicionales de los productores, hoy existe una creciente conciencia de la importancia que juega el saber local en los procesos de desarrollo rural.

Ahora bien, no obstante su relevancia, el campo de problemas asociado a la noción de saber local no parece haber sido abordado de manera completa, quedando abiertas múltiples preguntas; por lo que muchas de sus potencialidades para perfeccionar las prácticas de extensión rural permanecen aún difusas y poco exploradas. Por ejemplo, numerosos autores, enfatizando excesivamente el carácter ancestral o transmitido de generación en generación de estos conocimientos, parecen haber adoptado una visión algo estática y tradicionalista de ellos. De esta forma, a veces se pierde de vista tanto el carácter dinámico y bullente que adoptan estos saberes en el contexto del mundo contemporáneo, como la naturaleza del complejo proceso por el cual se construyen e inventan nuevos saberes locales. Igualmente, en otras oportunidades, los desarrollos conceptuales tienden a adoptar un enfoque que privilegia el nivel de análisis individual, invisibilizando, de esta forma, la dinámica comunitaria que permite la invención compartida, la circulación y la legitimación de ciertos saberes sobre otros, en un proceso complejo.

Por lo anterior, en el presente artículo se desarrolla una propuesta conceptual destinada a describir y explicar cómo los saberes locales surgen, circulan y se consolidan a nivel comunitario, enfatizando en la transformación de estos procesos en el mundo contemporáneo, caracterizado por un acelerado cambio tecnológico y por el aumento de la disponibilidad de conocimientos científicos. Para hacer esto, se parte de un estudio de caso realizado en el municipio de Misión Tacaaglé —provincia de Formosa, Argentina— en el cual se indagaron los saberes de los productores campesinos, así como los procesos vinculados con el aprendizaje y la circulación de conocimientos a nivel comunitario. De esta forma, partiendo de los resultados de la investigación realizada, se analizan las dinámicas implicadas con el apoyo del construccionismo social y la teoría de las representaciones sociales, dos marcos conceptuales utilizados por la psicología para estudiar la construcción de conocimientos del sentido común.

Para esto, el trabajo se divide en diferentes títulos. A continuación se presenta el marco teórico, destinado a precisar los conceptos que serán utilizados durante el artículo. Posteriormente, se desarrolla la metodología de investigación utilizada en el estudio de caso. A continuación, se presentan los resultados de dicha indagación, los cuales son conceptualizados a partir del marco teórico propuesto con anterioridad y finalmente, a modo de conclusión, se sintetizan los aportes más significativos de este trabajo.

2. Marco teórico

Para el abordaje de las temáticas propuestas, resulta necesario precisar los conceptos que conforman el fundamento teórico de este trabajo. Concretamente, la noción de saber local y los desarrollos de la psicología en torno al construccionismo social y a la teoría de las representaciones sociales.

El conocimiento que campesinos y pueblos originarios tienen, en torno a las prácticas productivas que realizan y al medio natural en el que viven, ha sido conceptualizado de múltiples maneras, siendo la denominación saber local la más utilizada. Se trata de conocimientos sobre suelos, clima, gestión de cultivos y otros aspectos de la actividad productiva, desarrollados por la comunidad a lo largo del tiempo por medio de la experimentación y la observación minuciosa y atenta de la naturaleza (Nuñez, 2004). Estos conocimientos, surgidos de la experiencia, con el tiempo van convirtiéndose en saber local en tanto cúmulo social de cogniciones apropiadas y relativamente compartidas, que permiten a los integrantes de una cultura enfrentar los desafíos que les propone su ambiente. Estos saberes son transmitidos de generación en generación, por medio de la tradición oral (Gómez y Gómez, 2006), en contextos informales directamente vinculados con situaciones prácticas. Es cierto que cuando se habla de saber local, usualmente se hace referencia a conocimientos vinculados con las actividades productivas, como se ha hecho anteriormente. Sin embargo, es necesario reconocer que esta noción, en sentido estricto,incluye un conjunto mucho más amplio de saberes cotidianos. Por ejemplo, conocimientos vinculados con el área de la salud humana, incluyendo prácticas de cuidado y formas de prevención y curación de las enfermedades.

Por otra parte, no debe pensarse que los saberes locales constituyen un conjunto de conocimientos perfectamente articulados. Por el contrario, se trata de saberes parciales, difusos y, aún, contradictorios (Uzeda, 2005), profundamente asociados a formas expresivas metafóricas y simbólicas (Medina, 1996). Por esto, si bien constituyen conocimientos empíricos orientados al dominio práctico del mundo, al no parcelar la realidad en compartimentos estancos como lo hace la ciencia moderna, pueden articularse facilmente con niveles de comprensión éticos y religiosos, sin que haya contraposiciones o divisiones estrictas (Nuñez, 2004). Igualmente, también se observa que los saberes locales tienen un alto grado de apertura, flexibilidad y dinamismo, lo que los hace proclives a recibir influencias de otros sistemas de creencias, ya sean locales o globalizados (Mora, D., 2008), adquiriendo así un alto grado de hibridación en el mundo contemporáneo (Nuñez, 2004). Finalmente, debe señalarse que los saberes locales no se reducen a una mera enumeración de conocimientos sobre la realidad. Más bien, constituyen una parte esencial de la cosmovisión o epistemología con la que los productores campesinos ordenan sus experiencias, comprenden el mundo y actúan en él para satisfacer sus necesidades. Así, conforman un conjunto de categorías, parámetros, preferencias y contenidos, que estructuran las experiencias y las conductas.

En este contexto, es donde resulta de utilidad recurrir a los desarrollos del construccionismo social en tanto teoría que busca comprender de qué manera los seres humanos construimos lo que percibimos como "verdad" o "realidad". Desde esta perspectiva, las personas no aprehendemos la realidad, ni de manera pasiva ni como ella es en sí misma. No es que "el mundo" o "la realidad" impacten en nuestros sentidos generando en nuestra mente conocimientos "verdaderos" (Von Glaserfeld, 1992). Por el contrario, la perspectiva construccionista sostiene que el ser humano construye de manera activa su realidad, imponiendo formas o categorías al flujo desordenado de las experiencias, para hacerlo inteligible. Para la posición constructivista, derivada de los desarrollos de Piaget, la realidad es construida en la interacción entre sujeto y ambiente. Sin embargo, para el construccionismo, esta es el resultado de los intercambios sociales e interpersonales. En este sentido, algo llega a ser "realidad" luego del proceso de invención y de negociación de significados que acontece en los intercambios discursivos (Burr, 1999; Gergen, 1993, 1996; Ibáñez, 2001; Potter, 1998; Segal, 1994 y Wainstein, 2002) y no como producto del "diálogo" solitario de una persona con su medio natural, aunque la diferencia entre ambas posiciones muchas veces sea solo una cuestión de énfasis. De esta forma, para los construccionistas, el proceso de negociación y validación interactiva de pareceres constituye el núcleo mismo de la dinámica por la cual se construyen realidades y significados compartidos, los cuales siempre se encuentran abiertos a futuras renegociaciones.

En cuanto a las razones por las cuales unas versiones de la realidad son legitimadas socialmente y perduran en el tiempo y otras no (Gergen, 1993) sostiene que esto no se debe a la validez empírica de sus proposiciones sino a las vicisitudes de los procesos comunicativos. Concretamente, a la forma de circulación de las perspectivas en cuestión en la comunidad. De esta manera, puede explicarse la persistencia de ciertas concepciones que, si bien tienen sentido para el actor que las sostiene, carecen de fundamento científico y de utilidad práctica para los fines que se proponen, como cuando algunos campesinos formoseños entrevistados proponen combatir una plaga por medio de la oración.

La teoría de las representaciones sociales puede ser ubicada dentro de la línea teórica del construccionismo (Jodelet, 1986). Sin embargo, tiene la particularidad de focalizar, en el proceso por el cual los grupos humanos construyen conocimientos del sentido común en torno a objetos sociales específicos, lo que le permite integrar un conjunto de conceptos tradicionalmente utilizados por la psicología social como actitudes, opiniones, creencias y estereotipos, entre otros. Se observa aquí una interesante similitud entre representaciones sociales y saberes locales, ya que ambas conceptualizaciones ponen su foco de interés en los conocimientos del sentido común de los sujetos, es decir, en aquellos que les permiten dar sentido a su experiencia y orientar sus comportamientos en la vida cotidiana.

Originalmente, la noción de representación social fue utilizada por (Moscovici, 1979) para estudiar el proceso por el cual los conocimientos científicos son incorporados al sentido común. Para comprender esta dinámica se ha argumentado la existencia de dos procesos complementarios, la objetivación y el anclaje (Banchs, 1986; Jodelet, 1986 y Krause, 1999). La objetivación se refiere al proceso por el cual el conocimiento científico, sobre un sector de la realidad determinado, es incorporado al sentido común de un grupo social. En efecto, durante este proceso, el conocimiento científico referido al objeto en cuestión es descontextualizado y reorganizado a partir de la formación de un núcleo significante, que condensa algunos de sus contenidos a la vez que invisibiliza otros. De esta forma, se genera una estructura nueva en la que pueden encontrarse tanto elementos preexistentes como saberes novedosos, incorporados por los sujetos en esta dinámica constructiva. Al mismo tiempo, durante este proceso, la representación se "ancla" en lo social. Es decir, se articula con el saber social previo, modificándolo por su presencia y siendo la representación modificada por los conocimientos preexistentes, particularmente haciendo que se destaquen, reestructuren u oculten aspectos que se encuentran en afinidad o contradicción, con los contenidos previamente consolidados en el sentido común.

A un nivel más concreto, las representaciones sociales no constituyen el producto de la mente individual de los sujetos, sino que ellas se crean y modifican en el curso de las interacciones sociales, los intercambios grupales y las conversaciones cara a cara (Banchs, 1986). Por otra parte y al igual que el saber local, dado que las representaciones sociales son conocimientos dinámicos no reificados, siempre están sujetas a reconsideración y reconstrucción en interacciones sucesivas. Ciertamente, se trata de un proceso vivo y cambiante de negociación de significados, que tiende a ser entendido como a-problemático y no-conflictivo por diferentes autores, aunque, en realidad, muchas veces sea el lugar donde se juega el conflicto entre grupos sociales con intereses diferenciados y aún contrapuestos (Howarth, 2006).

3. Metodología

En el contexto de una investigación cualitativa de carácter exploratoriodescriptivo realizada en el municipio de Misión Tacaaglé —provincia de Formosa, Argentina— se indagaron (A) las áreas de saber de los productores campesinos y (B) las modalidades existentes de aprendizaje y de circulación de conocimientos a nivel comunitario. Las técnicas utilizadas para el relevamiento de información fueron tres: (1) realización de observación participante, conviviendo con una familia campesina durante cinco meses; (2) realización de entrevistas abiertas y semiestructuradas, 71 a campesinos y 12 a otros actores, incluyendo extensionistas y (3) análisis de fuentes secundarias sobre aspectos económicos, sociopolíticos y territoriales, tanto del municipio como de la provincia. La muestra utilizada fue intencional, estableciéndose cuotas por ubicación geográfica dentro del municipio.

Para procesar la información recopilada se realizó un análisis de contenido de los textos de las entrevistas y de los registros de observación participante con el apoyo del programa Atlas Ti. Concretamente, se procedió a la categorización de fragmentos por tema, construyéndose subcategorías que fueron integradas posteriormente para generar una interpretación articulada del área de interés a indagar.

4. Desarrollo

4.1. Saberes y no-saberes campesinos

Los pequeños productores entrevistados tienen conciencia de poseer un conjunto de saberes vinculados con su actividad y su ambiente, particularmente en relación con los cultivos más tradicionales, como el algodón y las hortalizas. Como dicen: "sé carpir1, sé cosechar, sé sembrar algodón", "sé manejar buey [...] la cultivadora de asiento, la sembradora". Sin embargo, también perciben que hay ciertos temas sobre los que tienen dudas y en relación con los que desearían ser capacitados. Particularmente, en todo lo relacionado con las nuevas variedades de semillas y agroquímicos —fertilizantes, abonos e insecticidas—, los cuales son de reciente aparición en la zona y no forman parte de las prácticas tradicionales.

Lo primero que necesita un campesino para producir es contar con tierra de buena calidad. Sin un suelo suficientemente fértil la agricultura es imposible. En este sentido, los entrevistados poseen un sistema de clasificación para diferenciar los suelos. Hablan de tierras "nuevas" o "rosadas" para referirse a las más productivas, y de "viejas" para señalar aquellas con menores rindes. Si bien, con el paso de los años las tierras han "envejecido", los campesinos señalan que hoy, a diferencia de las décadas pasadas, es necesario utilizar abonos de distintos tipos. Por esta razón, los productores se vieron en la necesidad de incorporar y desarrollar nuevos conocimientos para responder a estos problemas. Así, a las estrategias tradicionales de rotar cultivos y dejar descansar la tierra, se ha agregado el uso de fertilizantes sintéticos y de abonos verdes. De esta forma, hoy se escucha a los campesinos hablar y discutir sobre cómo deben utilizarse distintos tipos de fertilizantes y cuáles son los beneficios para el suelo de abonos verdes como la mucuna. No obstante, en relación a estos temas novedosos, los entrevistados siguen percibiendo que sus conocimientos son insuficientes, por lo que reconocen la necesidad de ser capacitados.

Los campesinos también recalcan la importancia decisiva que tiene la preparación de suelo para el éxito de sus cultivos. La práctica tradicional contempla el uso de arado de mancera con tracción a sangre. Esta modalidad involucra conocimientos empíricos relacionados con el manejo de las herramientas necesarias y los animales de tiro. No obstante, desde mediados de los años 80, y con el apoyo de tractores municipales, progresivamente se ha incorporado el uso de herramientas pesadas, que no pueden manejarse con bueyes. Así, hoy la estrategia más común parece ser el uso combinado de implementos pesados y livianos, lo cual muestra que, prácticas modernizadoras como la mecanización pueden articularse con los saberes tradicionales cuando se adecuan a sus fines y se apoyan en conocimientos y estrategias previas.

La mayor parte de los cultivos realizados en la zona se multiplican a partir de semillas —con la excepción de la mandioca y la batata—. Tradicionalmente, para la siembra, se recurría a semillas que se sacaban de los frutos que eran cosechados. Sin embargo, los requerimientos del mercado presionan hoy para que se utilicen variedades híbridas o incluso transgénicas, como en el caso del algodón. Por esto, los saberes relacionados con la recuperación y cuidado de las semillas locales, tristemente hoy están perdiéndose de manera acelerada. No obstante, también se observa un proceso complementario: el desarrollo de nuevos conocimientos y valoraciones en relación a las semillas híbridas y transgénicas. Un ámbito interesante para indagar el desarrollo de nuevos saberes locales es el de las semillas transgénicas de algodón. Es que, en los últimos años, estas han comenzado a ser utilizadas por los pequeños productores de la zona. Respecto de ellas, algunos destacan que son mejores que la variedad Guazuncho provista por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Sin embargo, hay quienes se muestran más escépticos. Y esto no solo en cuanto a su supuesto mayor rinde, sino también en relación a la resistencia del algodón BT frente a la oruga, ya que hay quienes afirman que los cultivos de su propiedad, igualmente, fueron atacados por el insecto. Ahora bien, lo que sí es valorado en todos los casos es el algodón RR, ante la posibilidad de usar herbicidas en lugar de tener que carpir para erradicar malezas, particularmente por la dificultad para contratar carpidores en la zona.

Llamativamente, no aparecen aquí discusiones en torno a la pérdida de autonomía que puede generar la dependencia de un insumo que solo puede ser provisto por empresas privadas que están localizadas fuera del territorio y que poseen intereses propios que no se condicen con los de los pequeños agricultores. Posiblemente, la falta de percepción o de toma de conciencia de los efectos o consecuencias indeseadas de la incorporación de insumos como las semillas transgénicas de algodón y del paquete tecnológico que las acompaña, se deba a que la evaluación que el campesino suele hacer de ellos tiende a centrarse en el impacto directo, inmediato y visible de su incorporación y no en sus implicaciones indirectas o a largo plazo en términos económicos, políticos, ambientales o de salud. En efecto, los impactos o efectos indirectos suelen quedar ocultos o invisibilizados, a no ser que sean tematizados por actores externos o por campesinos organizados con mayor grado de conciencia de la problemática.

Ahora bien, más allá de la reflexión en torno a los impactos indirectos de la incorporación de semillas transgénicas de algodón, lo que sí queda claro es que, en el área de insumos de reciente aparición, no resulta posible encontrar un saber consolidado en la comunidad. Por el contrario, lo que se observa es la existencia de múltiples versiones, aún contradictorias, sobre las mismas cuestiones. Por ejemplo, algunos sostienen que el rinde de los transgénicos es mayor, mientras que otros argumentan lo contrario. Igualmente, hay quienes señalan que es más barato el uso de herbicida, que el pago de carpidores, aunque no todos opinan de esta manera. Finalmente, la discusión más importante gira en torno a si se trata de una variedad superior a las cultivadas tradicionalmente o si es negativa por degradar la tierra, aunque esta discusión no sea llevada al plano de los modelos de producción y desarrollo implícitos en el uso de variedades transgénicas. Así, en este contexto confuso, conocimientos previos referidos a múltiples cuestiones se articulan con otros nuevos, con informaciones e interpretaciones provenientes de las redes de comunicación de cada productor y con las experiencias de cada uno, apareciendo una gran variabilidad de miradas. Lo que incluye también la posibilidad de aparición de teorías inesperadas e idiosincrásicas, como el caso de un productor que sostiene que el herbicida funciona como abono, según él mismo ha podido comprobar:

    Ahora yo me di cuenta que la herbicida es una cosa muy especial para nosotros los [productores] chicos, [...] me di cuenta que es un abono muy especial porque le eché [...] y la humedad mantiene porque la raíz se va y por ahí entra la lluvia, sea humedad creo que hasta rocío, porque ahora movés la tierra y hay humedad, hay mucha lombriz que también produce aire para la tierra que tiene mucha humedad y facilita demasiado bien (Nelson, 20 de julio de 2007).

Ante esta situación, caracterizada por la existencia de una multiplicidad de saberes no consolidados y miradas divergentes en torno al algodón transgénico y al uso de herbicidas, los mismos productores sienten que necesitan capacitarse, porque quieren usar estos nuevos insumos pero no siempre saben cómo hacerlo de manera adecuada. Efectivamente, se trata de un ámbito novedoso en torno al cual ni había un saber local apropiado ni aún se ha podido desarrollar uno nuevo.

Siguiendo con la descripción de los saberes de los campesinos entrevistados, para llevar adelante la actividad productiva, se observa que los pequeños productores, pese a depender en gran medida de condiciones climáticas que están fuera de su control, poseen un conjunto de conocimientos que les permiten llevar adelante una serie de acciones para posibilitar, mejorar y maximizar el desarrollo de sus cultivos. Ellas son: protección contra heladas, limpieza de malezas, prevención y cura de plagas y riego, entre otras. Las estrategias de lucha contra las heladas son varias, incluyendo la protección del cultivo con pasto o tierra y el uso de fuego y humo en la cabecera de la chacra. No obstante, estas prácticas hoy parecen estarse perdiendo dado que, actualmente, suelen realizarse siembras más tardías —cuando el clima es más propicio— para evitar estos inconvenientes. Respecto de la limpieza de malezas, la modalidad tradicional que se practica es el control mecánico por medio de la azada. Sin embargo, con la aparición del algodón RR surge una nueva alternativa: el uso de herbicidas.

El saber local referido a las plagas y a las formas en las cuales estas pueden controlarse, representa un área de particular importancia para el campesino, ya que se trata de un claro factor condicionante de su producción. Así, pueden encontrarse conocimientos en relación a los insectos o plagas que atacan a los cultivos más conocidos. Por su parte, la aparición del picudo algodonero en la campaña 2006-2007 fue una sorpresa inesperada para los agricultores de la zona. Esta novedad hizo que, incluso, muchas personas negaran haber sido atacadas por este insecto pese a la evidencia de la pérdida de producción, elaborándose interpretaciones alternativas en torno, principalmente, a problemas en la calidad de la semilla provista por el gobierno. Así, se observa que los sujetos, ante situaciones o hechos que no llegan a comprender a partir de los conocimientos disponibles, generan interpretaciones o incluso teorías explicativas basadas en sus saberes previos, con el fin dar una explicación a lo que les pasa. En este caso, la interpretación más extendida fue que, dado que el clima había sido propicio pero el rinde malo, la causa debía estar en la semilla, ya que es parte de los supuestos compartidos, que el gobierno suele entregar insumos de baja calidad.

El saber local y las representaciones sociales vinculadas con los insecticidas, su uso y sus efectos, son particularmente profusos, incluyéndose la mención de sus riesgos para la salud. En cuanto a su modo de aplicación y a su efectividad, pueden encontrarse múltiples recomendaciones. Particularmente, la necesidad de utilizar venenos fuertes que maten inmediatamente al insecto, ya que se intuye que, de no ser así, este podría desarrollar "anticuerpos", es decir, resistencia frente al insecticida. No obstante, pese a que estas referencias muestran la existencia de un "saber hacer" que permite a los productores manejarse cotidianamente, muchos de ellos reconocen que su conocimiento en esta área es limitado. Por eso es que recalcan la necesidad de ser capacitados en estas cuestiones, a la vez que solicitan recibir orientación para ver qué productos usar para solucionar sus problemas, cuándo y en qué dosis.

Recapitulando, en este apartado se describieron, de manera sucinta, algunas de las áreas de saber de los campesinos de Misión Tacaaglé, vinculadas con la actividad agrícola. Dentro de ellas, se observan saberes que se han mantenido y transmitido a lo largo de décadas de padres a hijos. En este sentido, pueden mencionarse los conocimientos sobre los suelos y su preparación y los saberes vinculados con los productos tradicionales —algodón, mandioca y maíz— y con su gestión y cuidado —carpida, cosecha, conocimiento de insectos típicos y curas mecánicas o por la oración—. Junto a estos saberes, también se ubican otros de carácter tradicional que parecen estar perdiéndose, como por ejemplo, el uso de semillas locales o incluso ciertas prácticas vinculadas con el control de heladas.

Asimismo, también pueden identificarse otros saberes que, si bien han sido incorporados desde la década de los años ochenta, hoy puede decirse que se han "aclimatado" y han pasado a formar parte, en cierto sentido, del saber local. Se trata, concretamente, de conocimientos sobre el cultivo de hortalizas como la calabacita, el zapallo, la sandía, el melón y el zapallito, que si bien no son productos tan conocidos como el algodón, corresponden a una tradición consolidada. Esto no significa, de ninguna manera, la incorporación de saberes ajenos al conocimiento del productor como algo extraño dentro de lo propio. Por el contrario, habla más bien de un proceso de elaboración y reconstrucción de lo externo a partir de experiencias y parámetros propios que se potencian a partir del desarrollo de nuevos conocimientos surgidos de la experiencia personal y social —rindes de los diferentes tipos de hortalizas, insectos, entre otros—. El criterio utilizado aquí para considerarlo "saber externo consolidado" y no "saber tradicional" es que, en el caso de las hortalizas, los sujetos siguen haciéndose preguntas y percibiéndolas como algo, si bien conocido, aún caracterizado por la presencia de dudas y ambigüedades.

Junto a estos conocimientos, que lenta y progresivamente se van sumando al saber local con la ayuda de la práctica y la experimentación, se encuentra otro grupo de introducción más reciente que, tanto por su mayor complejidad como por el escaso tiempo transcurrido, aún no se encuentra consolidado. Dentro de esta categoría pueden ser ubicados los saberes vinculados con las semillas transgénicas de algodón, los abonos sintéticos, los herbicidas e insecticidas, la mucuna como abono verde y el picudo como plaga nueva y desconocida. En esta área pueden observarse dos cuestiones: la primera, que las personas perciben con claridad la fragilidad de sus conocimientos; la segunda, que aparecen frecuentemente interpretaciones disímiles y contrapuestas en torno a las mismas cuestiones. No hay aquí un saber compartido por los sujetos, hay conocimientos, saberes, ideas e interpretaciones que coexisten socialmente: se comentan dudas sobre los efectos secundarios de los herbicidas, sobre los insecticidas más adecuados para ciertas plagas, el mayor rendimiento o no de los transgénicos y la existencia misma del picudo, entre otros. Se trata de saberes y creencias personales no extendidos comunitariamente, por lo que, a nivel local, tienen un alto grado de variabilidad. En conclusión, se observa que los saberes de los productores campesinos pueden dividirse en locales, consolidados de incorporación reciente y no consolidados, clasificación que resultará de particular utilidad para los desarrollos posteriores.

4.2. Aprendizaje y circulación de saberes en la comunidad

Dada la importancia que tienen los procesos de adquisición de conocimientos y saberes locales, por parte de los campesinos, se preguntó a los entrevistados cómo habían aprendido a producir. En una amplia mayoría de los casos, las respuestas se focalizaron en los aprendizajes producidos en la niñez, participando de las actividades de la chacra con la familia. Como señala la bibliografía referida a saber local, se trata de la transmisión de conocimientos de generación en generación, que acontece en el seno de las familias, proceso en el cual los pequeños van tomando parte progresivamente en las actividades adultas, lo que les permite ir asimilando con el tiempo los saberes necesarios para hacerse cargo de ellas, de manera independiente, en el futuro.

En términos generales, las formas de aprendizaje posteriores a la que acontece en la infancia hacen referencia a conocimientos sobre cuestiones o temáticas específicas y no a "aprender a producir" como hecho general. Entre ellas, los entrevistados comentaron la posibilidad de adquirir conocimientos en: (1) espacios de capacitación técnica; (2) por medio de la experiencia o experimentación personal; (3) trabajando con otros productores que saben más, al ver cómo trabajan ellos; y, finalmente, (4) conversando con otros campesinos sobre cómo llevar adelante ciertos trabajos o resolver determinados problemas.

Como se indicó, los entrevistados mencionan la posibilidad de incorporar nuevos conocimientos mediante la participación en capacitaciones con técnicos o haciéndoles consultas frente a problemas específicos. Asimismo, los campesinos también señalan el aprendizaje de las personas por medio de la experiencia y la experimentación, el cual tiene dos facetas: la primera, apunta a la adquisición de conocimientos que se produce a través de la práctica continuada y de los errores cometidos, hecho que permite encontrar las mejores alternativas para realizar las labores y superar los problemas; la segunda faceta, focaliza en el proceso de prueba voluntario y activo de alternativas productivas novedosas, para las que no se cuenta con conocimientos consolidados, como semillas transgénicas, abonos verdes o uso de distintos agroquímicos. En este caso, si bien el productor puede pensar que se trata de buenas opciones, usualmente ni está totalmente convencido ni sabe a ciencia cierta cómo debe hacer. Y por ello, prueba, experimenta y aprende, generando así, con el paso del tiempo, nuevos conocimientos. Otra fuente de aprendizaje que se menciona, es el trabajo en la chacra de otros productores como jornalero, ya que esto permite ejercitarse en nuevas técnicas, así como replicar en el propio predio prácticas que hayan sido reconocidas como potencialmente beneficiosas. Finalmente, la última forma de adquirir conocimientos que ha sido comentada por los campesinos es el intercambio con los pares, particularmente si se los considera más versados en ciertos rubros.

4.3. El construccionismo social y la dinámica de los saberes locales

Como se señaló en la introducción, el presente trabajo tiene como objetivo describir y explicar de qué manera los saberes locales surgen, circulan y se consolidan a nivel comunitario, haciendo énfasis en la transformación de estos procesos en el mundo contemporáneo, caracterizado por un acelerado cambio tecnológico y por una mayor disponibilidad de conocimientos científicos, vía extensión rural y medios de comunicación masivos. Con este fin, a continuación se resumen los resultados relevantes de los apartados previos, presentándose posteriormente un esquema explicativo, apoyado en los desarrollos del construccionismo social y de la teoría de las representaciones sociales.

Previamente se ha señalado que no todos los saberes con que cuentan los campesinos poseen el mismo grado de consolidación. De hecho, se han identificado saberes locales de larga trayectoria, como se observa en relación al cultivo del algodón; nuevos conocimientos consolidados a lo largo de las últimas décadas, en torno a la siembra de hortalizas como la calabacita, por ejemplo; y nuevas áreas de conocimientos aún no consolidados, como puede verse en relación a las semillas transgénicas de algodón. Así, esquemáticamente puede decirse que los campesinos se sienten profundamente confiados cuando se refieren a los primeros, se muestran sólidos, pero reconocen dudas cuando hablan de los segundos y están dispuestos a aceptar sus escasas certezas en torno a los terceros. En este último caso, incluso resulta hasta discutible hablar de conocimientos o saberes, ya que generalmente se trata de interpretaciones o creencias de carácter personal que coexisten con una alta variabilidad de miradas y perspectivas en el contexto de la comunidad.

Como se ha señalado, el origen de estos saberes/creencias puede ser múltiple, destacándose la experiencia personal, la de otros productores y la información provista por diversas fuentes, como las capacitaciones realizadas por extensionistas. En términos generales, se observa que el conjunto de saberes con que cuentan los productores campesinos no es estático, sino que pueden verse procesos de desaparición, creación e incorporación de conocimientos de diverso tipo al cúmulo social de saberes relativamente compartidos. Finalmente, a nivel individual, se observó que los entrevistados han adquirido los conocimientos que poseen de la transmisión familiar, de la experiencia y experimentación personal, del intercambio de conocimientos con otros productores y de los espacios de capacitación técnica.

Desde el punto de vista histórico, puede observarse que, en la zona en cuestión, el saber local vinculado con las prácticas y los productos tradicionales se ha transmitido de generación en generación y se ha enriquecido por el proceso de prueba, experimentación y desarrollo de pericia de los mismos campesinos, en un devenir lento donde la propia experiencia terminaba por consolidarse en un nuevo conocimiento. Así, los saberes que los productores aprendían de sus padres les permitían enfrentar de manera efectiva la mayoría de los problemas y situaciones con los que se encontraban a diario. No obstante, hacia los años sesenta y setenta, se incorpora el tractor para la preparación de suelo y en los años ochenta se generaliza el cultivo extensivo de hortalizas, con el fin de colocarlas en el mercado. En este contexto, los campesinos se ven confrontados con la necesidad de nuevos conocimientos prácticos de los que no disponen, por lo que se inicia un proceso de experimentación activa en torno a estas novedades. De hecho, se trata de una profusa y dinámica actividad de valoración y reflexión sobre estos cambios productivos e innovaciones técnicas, que pasan a formar parte de la realidad cotidiana. Así, en este proceso, se generan múltiples significados para comprender los elementos novedosos, desarrollándose diferentes conocimientos en torno a ellos, a partir de la experiencia, los cuales en un primer momento se caracterizan por una amplia variabilidad interpersonal. No obstante, con el correr del tiempo, estas experiencias, percepciones y creencias son intercambiadas en espacios interpersonales y grupales, reconstruyéndose y homogeneizándose la multiplicidad de miradas, descartándose unas versiones y legitimándose otras, con lo que se van generando formas compartidas de comprender los hechos del mundo. Así, estos conocimientos terminan por consolidarse, pasando progresivamente a formar parte del saber local de la comunidad.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que, como señala el construccionismo social, no es la verdad objetiva de las heterogéneas afirmaciones que están en juego lo que hace que unas permanezcan y otras no, sino las vicisitudes de los procesos comunicativos (Gergen, 1993). Por esto, es posible que se consoliden saberes que carecen de fundamento científico, siempre que resulten coherentes con la cosmovisión y los saberes previos de la comunidad, como la teoría identificada en Misión Tacaaglé de que los peces pueden "caer con la lluvia". Es que un nuevo conocimiento no necesita resultar verdadero para que se consolide, solo es necesario que una vez incorporado permita interpretar las experiencias, de tal manera, que los observables generados por el uso de este saber corroboren el marco de interpretación que les da origen.

Ahora bien, desde la década de los años noventa se observa que, en la zona investigada, se articulan una serie de factores que imponen nuevas y cada vez más veloces transformaciones en las prácticas económico-productivas de los campesinos. Por un lado, los mercados se tornan más restrictivos, requiriendo productos de calidades específicas exclusivamente en ciertas épocas del año, haciéndose necesario responder a dichas demandas con nuevas estrategias de comercialización y de inserción en el mercado para poder subsistir. A la vez, comienzan a introducirse nuevas variedades de semillas —híbridas y transgénicas— y se amplía la gama de agroquímicos disponibles —insecticidas, herbicidas y abonos—. Igualmente, la presencia de asistencia técnica se incrementa exponencialmente, aumentando así la disponibilidad de nuevos conocimientos. En este proceso, se amplía notablemente la cantidad y cambian las características de los conocimientos requeridos para gestionar la producción, por lo que la propia dinámica del saber local, caracterizada por procesos de cambio lentos, no da abasto para generar los conocimientos necesarios que respondan al nuevo contexto, por la velocidad que adquieren las transformaciones. Reconocido lo precedente, ya no puede decirse que el pequeño productor se niegue, por principio, a tecnificar o a modernizar sus prácticas. Lo que sucede es que la dinámica propia del saber local para incorporar novedades se ve claramente sobrepasada. De hecho, el campesino pide y desea ser capacitado en aquellas áreas en las cuales percibe que sus conocimientos no son suficientemente sólidos. Pero sucede que, para esto, tiene mecanismos y metodologías propias que no incluyen la adopción acrítica de las mejoras técnicas, ya que su experiencia le ha mostrado que los cambios deben hacerse progresivamente y sometiéndolos primero a la prueba de la eficacia (Cáceres, Silvetti, Soto y Rebolledo, 1997).

Por su parte, la dinámica de incorporación de nuevos conocimientos y prácticas productivas, en el contexto de procesos de capacitación o extensión rural, también puede ser analizada recurriendo al modelo descripto previamente, el cual fue utilizado para explicar la creación y el desarrollo de nuevos saberes, a partir de la introducción de productos, insumos o maquinarias novedosas. Sin embargo, debe notarse aquí una importante diferencia, ya que lo que se propone introducir en este caso no son solo herramientas e insumos —como sucedía en los años sesenta, setenta y ochenta en la zona— sino también, y muy especialmente, prácticas productivas novedosas asociadas a conocimientos técnicos modernos. De todas formas, dado que se señaló que la incorporación de novedades no se da de manera directa o acrítica, no puede pensarse que los conocimientos provistos por el profesional serán apropiados de forma irreflexiva. Así, es posible concebir a los conocimientos y prácticas propuestos por el extensionista como nuevos instrumentos que deberán pasar por un proceso de evaluación previa. Por consiguiente, lo primero que puede observarse ante la introducción de una propuesta técnica, asociada a conocimientos novedosos, al menos cuando esta es percibida como algo potencialmente útil, es un proceso progresivo de evaluación en pequeña escala, que permite generar una multiplicidad de ideas, valoraciones y conocimientos en relación a estas alternativas. En paralelo, estas percepciones son intercambiadas al interior de las redes de comunicación con que cuentan los productores (Cittadini, 1995), legitimándose unas interpretaciones y dejándose de lado otras, como propone el construccionismo social, llegándose a acuerdos sobre la utilidad y pertinencia de los conocimientos y prácticas propuestos por el extensionista.

Este análisis puede ser complejizado si se incluyen los aportes de la teoría de las representaciones sociales. Para esto, resulta necesario tomar conciencia de las diferencias estructurales que existen entre saberes locales y conocimientos tecno-científicos. Por su parte, los saberes locales se caracterizan por tener un énfasis práctico —son un "saber hacer"—, siendo la demostración la forma propia en la que se manifiestan. Asimismo, se vinculan con el trabajo manual, físico, surgen de la experiencia, se transmiten dentro de la tradición oral y su medio de prueba es la verosimilitud en el discurso y la experiencia y no la experimentación controlada. En contrapartida, el conocimiento tecno-científico tiene un énfasis teórico y mental, se caracteriza por la forma lógica, propia de los discursos de la ciencia, rigiendo principios de prueba, certeza y no contradicción y se orienta al control de la naturaleza (Gómez y Gómez, 2006).

La teoría de las representaciones sociales ha propuesto un modelo para comprender la dinámica de incorporación de conocimientos científicos al sentido común, el cual puede ser extrapolado y aplicado al presente caso. En primer lugar, durante el proceso de objetivación, los contenidos provenientes de la teoría científica —en este caso transmitida por los extensionistas— son sacados del contexto original en el que fueron producidos, seleccionándose unos elementos e invisibilizándose otros, de acuerdo a los conocimientos previos, la cosmovisión de los sujetos y el proceso de prueba y evaluación en pequeña escala llevado a cabo por los productores.

Todo esto, como parte del proceso dinámico en el cual los sujetos generan apreciaciones, valoraciones y saberes en torno a los elementos novedosos. Con el paso del tiempo, estos saberes construidos a partir de: (1) los conocimientos científicos originales, (2) las experiencias individuales y colectivas y (3) el proceso de tamizado que operan los saberes locales previos, terminan consolidándose como nuevo saber compartido. En este sentido, se observa que el conocimiento científico, así como las prácticas asociadas a él, terminan anclándose en el conjunto de saberes del sentido común de los sujetos, luego del proceso de reconstrucción y reorganización descripto más arriba. Adicionalmente, la nueva descripción —estructurada en términos del sentido común— de las prácticas y conocimientos propuestos, queda asociada a una red de significados sociales que le asignan un uso, una valoración y una utilidad, lo que potencia la capacidad de estos saberes para ser compartidos y transmitidos a otros campesinos, por estar estructurados en términos de una lógica distinta, consonante con su propio modo de pensamiento. Se trata, efectivamente, de un saber que no es propiamente local ni externo, sino que es, más bien, conocimiento científico localizado. Es decir, saber técnico reconstruido según las particularidades del territorio y de quienes lo habitan, para servir a sus propios fines, intereses y necesidades.

De todas formas, lo antedicho no significa que este sea el único desenlace posible de todo proceso en el cual se proponen nuevas prácticas y conocimientos a los pequeños productores, como sabe todo extensionista. En primer lugar, en muchas oportunidades, los campesinos no llegan siquiera a tomar en cuenta las propuestas, por considerarlas a priori inútiles o carentes de atractivo. Es verdad que este interés puede inducirse, por medio de proyectos que proveen los insumos o herramientas a ser utilizados, pero es sabido que, en numerosas ocasiones, si bien los productores se interesan por recibir estos beneficios, una vez que los obtienen no necesariamente se comprometen con su uso. En segundo lugar, también hay oportunidades en las cuales la propuesta de extensión procura imponer el conocimiento científico sobre el local, consiguiendo, en ciertas oportunidades, la adopción de las innovaciones propuestas. Sin embargo, al no haberse entrado en diálogo con el saber local, los cambios tendrán mayor probabilidad de ser superficiales y no necesariamente duraderos. Finalmente, también puede suceder que, luego de un proceso dialógico y reflexivo, el productor llegue, por diversas razones, a la conclusión de que la propuesta del extensionista es inviable. Sin embargo, en cualquier caso, el esquema propuesto en este trabajo sigue siendo pertinente, tanto para comprender procesos de adopción efectiva como para aportar al diseño de prácticas de extensión rural de mayor impacto.

Conclusiones y reflexiones finales

En este artículo, fueron presentados los resultados de una investigación cualitativa realizada en la provincia de Formosa, Argentina. Concretamente, se describieron las áreas de saber y no saber de los campesinos del municipio de Misión Tacaaglé, así como las distintas modalidades a través de las cuales estos pequeños productores han adquirido los conocimientos que poseen.

Utilizando estos resultados, se propuso un modelo para comprender la dinámica de construcción del saber local en el contexto del mundo contemporáneo, esquema que, al ampliarse, también permitió explicar conceptualmente la incorporación de conocimientos tecno-científicos al saber de los campesinos. Así, se partió de un momento cero caracterizado por la existencia de un saber local estable y consolidado. A continuación, se reflexionó cómo, bajo la presión de las veloces transformaciones del entorno, acontecen procesos progresivos de incorporación a los usos cotidianos de nuevas herramientas, insumos o prácticas. Dada la ausencia de conocimientos previos para gestionar estas nuevas alternativas, se describió el proceso por el cual los campesinos generan creencias e interpretaciones a partir de la experiencia, la experimentación y la invención colectiva, algunas de las cuales terminan deviniendo en saber compartido, al legitimarse socialmente en los espacios y circuitos comunitarios de comunicación. Esta dinámica también fue utilizada para comprender el proceso de localización de los conocimientos técnicos, provistos por el extensionista, incorporándose en este caso los aportes de la teoría de las representaciones sociales. De esta forma, se describió el proceso de reorganización que sufren los conocimientos tecno-científicos al ser incorporados al conocimiento del sentido común de los productores campesinos, lo que permite reconfigurarlos según las particularidades territoriales y culturales locales. De esta forma, se habló de saber científico localizado, en tanto reconstruido según la cosmovisión de quienes pueden utilizarlo.

Son varias las derivaciones de interés que se siguen del análisis realizado. A nivel conceptual, se destacan dos contribuciones: la primera, y más importante, es el esquema explicativo propuesto para ordenar y comprender (1) la dinámica del saber local en el mundo contemporáneo, caracterizado por cambios cada vez más veloces y (2) el proceso de incorporación de saberes tecnocientíficos al saber campesino. En segundo lugar, al reconocer la importancia constitutiva que tienen los espacios grupales y comunitarios de intercambio de conocimientos y saberes entre los productores, este trabajo ha mostrado la necesidad de enfocar los procesos de adopción de tecnologías desde una mirada comunitaria y no desde una individual.

A nivel práctico, también se siguen una serie de reflexiones en torno al trabajo de extensión rural, reafirmándose, en términos generales, el sinsentido de procurar sobreponer los conocimientos tecno-científicos a los locales. En este sentido, reconociendo la capacidad de los productores para generar nuevos saberes, se destaca la importancia de apoyar y fomentar los procesos de autoaprendizaje y circulación de conocimientos al interior de la comunidad, con el fin de potenciar las intervenciones y favorecer el desarrollo de saberes apropiados al ambiente y a la cosmovisión de los grupos receptores. Asimismo, el trabajo realizado ha aportado un modelo para conceptualizar la relación entre conocimientos científicos y saberes locales, lo que puede servir como guía para diseñar estrategias de extensión rural de mayor impacto en las prácticas de los productores.

No obstante, debe tenerse presente que el esquema propuesto para comprender la dinámica del saber local, si bien se apoya en resultados de investigación, posee un componente de especulación, por lo que no debe ser considerado más que como una hipótesis plausible que debe ser analizada con mayor profundidad. Es así, que resultaría de interés poder realizar un estudio diacrónico que permitiera corroborar las propuestas aquí desarrolladas.

Adicionalmente, también se ha mencionado, de manera general, la tendencia de los campesinos a visibilizar, preferentemente, los efectos directos e inmediatos de la incorporación de nuevos insumos, herramientas y prácticas productivas, en detrimento de sus impactos indirectos o a largo plazo. Este hecho posee importantes implicaciones que deben ser mencionadas, ya que la incorporación de nuevos insumos y tecnologías no es un hecho valorativamente neutro, sino que se encuentra articulado de manera constitutiva con modelos de sociedad y de desarrollo implícitos en ellos, que no siempre son percibidos. Tómese el caso, por ejemplo, de la incorporación de transgénicos de algodón que, en su afán productivista, también conllevan efectos potenciales a nivel ambiental y riesgos para la salud de las comunidades, que usualmente quedan invisibilizados. Así entonces, se observa, en los campesinos y campesinas que se ven confrontados con estos nuevos modos de producir, cierta dificultad para evaluarlos en cuanto a sus implicaciones más profundas, lo que, en cierto sentido, disminuye su capacidad para reflexionar sobre los modelos implícitos de sociedad, de producción y de desarrollo que se asocian a ellos y que no necesariamente pretenden incluirlos.


Pie de página

1"Carpir" significa quitar las hierbas perjudiciales de los cultivos, especialmente con la azada.


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