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Cuadernos de Desarrollo Rural

Print version ISSN 0122-1450

Cuad. Desarro. Rural vol.7 no.65 Bogotá July/Dec. 2010

 

Agricultura urbana: elementos valorativos sobre su sostenibilidad*

Urban Agriculture: Value Elements Related to its Sustainability

Agriculture urbaine: éléments d'évaluation sur leur soutenabilité

Kelly-M Cantor**


* Este artículo hace parte del proyecto de investigación: "Agricultura Urbana: Sostenibilidad y Medios de Vida. Experiencias en Ciudad Bolívar, Altos de Cazucá y Ciudadela Sucre" desarrollado por la autora como requisito para optar al título de Magíster en Desarrollo Rural de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. Realizado entre noviembre de 2007 a mayo de 2009.
** Magister en Desarrollo Rural. Experta en Estudios de Impacto Ambiental. Actualmente vinculada a la empresa INGETEC S.A de Bogotá. Dirección: Calle 14 s N° 5 B-48 Este Torre 1 Apto 602. Correo electrónico: kellycantor@ingetec.com.co
*** En Bogotá localidad se refiere a una división política y administrativa de la ciudad, a partir de las localidades se constituyen gobiernos locales con autonomía en la destinación de recursos y en la toma de decisiones. En el caso de Soacha, comuna es una subdivisión territorial que agrupa barrios, pero en Soacha la comuna no cuenta con autonomía en el manejo y en la destinación de recursos.
Cómo citar este artículo: Cantor, K. (2010). Agricultura urbana: elementos valorativos sobre su sostenibilidad. Cuadernos de Desarrollo Rural 7, (65): 61-87

Recibido: 2009-10-30 Evaluado: 2010-07-04 Aceptado: 2010-08-10 Publicado: 2010-12-30


Resumen

En un contexto de precariedad de recursos y marginalidad social, marcado por la reducida cobertura de servicios básicos, por la vulneración a los derechos y por la falta de oportunidades para los pobladores, se realiza una investigación en el sur de la ciudad de Bogotá y en la Localidad de Soacha *** acerca de la agricultura urbana que realiza la población que vivió el desplazamiento forzado, también se analiza esta actividad en la población vulnerable que vive bajo condiciones de pobreza. Teniendo en cuenta que la agricultura en la ciudad tiene connotaciones diferentes a la agricultura en el ámbito rural, se realiza el análisis desde el enfoque de medios de vida, tomando como fuente de información 20 actores locales e instituciones públicas y privadas que ejecutaron programas en agricultura urbana. Se encuentra que la agricultura urbana, como alternativa de sustento y de ocupación, tiene un valor simbólico y se enmarca en una idea de bienestar colectivo que trasciende lo monetario. La agricultura urbana refleja una lucha de la identidad campesina por sobrevivir a la vida de la ciudad pero no es una actividad integralmente sostenible. El presente artículo refleja algunos de los resultados de una investigación, cuya motivación personal se basó en un acompañamiento institucional a procesos de agricultura urbana en la zona de estudio durante 4 años.

Palabras clave: agricultura urbana, identidad, sostenibilidad, población vulnerable, población desplazada.

Palabras clave descriptor: Agricultura urbana, investigaciones, poblaciones vulnerables, desplazados por la violencia, Soacha (Cundinamarca, Colombia).


Abstract

Urban Agriculture : In the South of Bogotá and in Soacha, research has been developed on urban agriculture carried out by populations that have experienced forced displacement, in a context of scarce resources and social exclusion characterized by the limited coverage of basic utilities, by the violation of rights, and by the lack of opportunities for the residents. Such activity is also analyzed in relation to vulnerable populations living under the poverty line. The analysis has been performed from their livelihood perspective using 20 local actors and public and private institutions that carried out urban agriculture programs as information sources and taking into account that city agriculture has connotations different from agriculture's connotation in rural environments. It has been found out that urban agriculture, as livelihood and occupation alternative, has a symbolic value and has been framed in a concept of collective wellbeing that transcends money concerns. Urban agriculture reflects a peasant identity struggle for overcoming city life, but it is not an entirely sustainable activity. This article discusses some of the results from a research whose personal motivation was based on an institutional presence in urban agriculture processes in the study area for 4 years.

Key words: urban agriculture, identity, sustainability, vulnerable population, displaced population.

Key words plus: Urban Agricultura, Research, Vulnerable Populations, Displaced by the violence, Research - Soacha (Cundinamarca, Colombia).


Résumé

Dans un contexte de précarité des revenus et de marginalité sociale, marqué par la faible couverture des services de base, la vulnération des droits et l'absence d'opportunités pour les habitants, cette enquˆte a été menée dans le sud de Bogota et à Soacha à propos de l'agriculture urbaine pratiquée par la population qui a vécu le déplacement forcé ; cette activité est également étudiée chez la population vulnérable qui vit dans des conditions de pauvreté. Tenant compte du fait que l'agriculture possède en ville des connotations différentes à celle pratiquée en milieu rural, l'analyse est effectuée par une approche des milieux de vie, en prenant pour source d'information 20 acteurs locaux ainsi que des institutions publiques ou privées qui ont réalisé des programmes d'agriculture urbaine. Il est possible de constater que l'agriculture urbaine comme alternative de subsistance et d'occupation possède une valeur symbolique et s'inscrit dans une idée de bien-ˆtre collectif qui transcende l'aspect monétaire. L'agriculture urbaine reflète une lutte de l'identité paysanne pour survivre à la vie de la ville mais n'est pas une activité intégralement soutenable. Cet article présente quelques-uns des résultats d'une enquˆte dont la motivation personnelle se base sur un accompagnement institutionnel à des processus d'agriculture urbaine dans la zone d'étude pendant 4 ans.

Mots clé: agriculture urbaine, identité, soutenabilité, population vulnérable, population déplacée.


Introducción

En algunos barrios del sur de Bogotá se observa otra ciudad, es la ciudad de las calles destapadas, de las casas mal construidas, donde no hay cobertura total de servicios básicos como agua y saneamiento, y donde el trabajo informal es la principal fuente de ingresos familiares. El presente estudio se hace en el sur de Bogotá, puntualmente en la localidad 19 correspondiente a Ciudad Bolívar, allí se trabajó en los barrios: Edén, Verbenal, San José de los Sauces, Vista Hermosa, Potosí y Domingo Laín; también se trabajó en el municipio de Soacha, en la comuna 4 llamada Altos de Cazucá en los barrios: Lomalinda, Robles y Altos del Pino; y en la comuna 5 llamada Ciudadela Sucre, en el sector Las Cañadas.

Tanto Ciudad Bolívar como Altos de Cazucá y Ciudadela Sucre se construyeron sobre terrenos que originalmente se explotaban para la obtención de materiales de construcción, a partir de los años sesenta y setenta esta zona comenzó a poblarse resultado de las migraciones de población rural en busca de oportunidades laborales en la ciudad (Garzón, 2005, p. 30) o huyendo de las oleadas de violencia en el campo, algunas familias llegaron como resultado del incremento de la pobreza en la ciudad y por limitaciones económicas para acceder a una vivienda.1 Si bien, no era un espacio contemplado dentro de los planes para expansión urbana, la población invadió o compró lotes ilegales para obtener un espacio de vivienda, esta situación llevó a que la pavimentación de algunas calles y el acceso a servicios básicos, como agua y energía eléctrica, se lograra por autogestión de la población.2 Actualmente, Ciudad Bolívar esla localidad de Bogotá con menor asistencia educativa y con la mayor tasa de desempleo en relación a las demás localidades de Bogotá.3 A pesar de lo anterior, por formar parte de Bogotá, esta localidad, en comparación con Altos de Cazucá y Ciudadela Sucre, cuenta con mayor cobertura institucional, por tanto la población tiene mayor acceso a servicios y a equipamiento básico, de manera que si bien los barrios resultaron de procesos de invasión, han tenido la posibilidad de mejorar progresivamente.

Por su parte, Altos de Cazucá es uno de los mayores cinturones de pobreza en la ciudad y aunque administrativamente no forma parte de Bogotá, limita con la ciudad y geográficamente está al interior de esta. Hacia el año 1975 Altos de Cazucá inició su poblamiento como resultado de invasiones de familias, en los años 90 se incrementó la llegada de población desplazada, en este sentido el 43,4% de la población desplazada del municipio de Soacha habita en Altos de Cazucá (MSF, 2005, p.3) y entre los municipios de Cundinamarca,4 es el lugar con mayor recepción de desplazados. En la Comuna 4 y 5 de Soacha, especialmente en la Comuna 4, el tiempo pasa pero la situación prácticamente no cambia; probablemente porque Soacha recibe los problemas derivados de la expansión urbana de Bogotá (Chaguendo, et al. 2008, p. 220), como municipio no tiene la capacidad institucional para ejecutar programas sociales que respondan a la problemática, adicionalmente Altos de Cazucá está sobre zonas de alto riesgo (Garzón, 2005, p. 61) y es así como en más de 20 años las calles no han sido pavimentadas y el servicio de agua es irregular o ausente.5 Estas áreas actualmente son de expansión urbana pero en buena parte son barrios o asentamientos ilegales.

Los jóvenes difícilmente tienen un ambiente propicio para construir un futuro, entre otras cosas, debido a la presión de actores violentos y a la falta de oportunidades que permitan una proyección educativa y laboral.6 La mayoría de la población trabaja para alcanzar mínimamente la comida y el vestuario, pues habitar estas zonas marginales genera una estigmatización que le impide a las familias acceder a fuentes formales de trabajo (Garzón, 2005, p. 52), en este lugar las principales fuentes de trabajo son la construcción, las labores domésticas y las ventas informales en la gran ciudad, buena parte de las familias devienen menos de 9 dólares diarios.7 Las personas viven en medio de la marginalidad y la escasez, ya que habitan barrios con pocas posibilidades de mejorar espacialmente, viviendo una segmentación social y espacial con respecto al resto de la ciudad porque acceden solo a cierta formación educativa, a ciertos tipos de trabajo, de salud y de vivienda (Garzón, 2005). A este ambiente se acoplan quienes llegan extraños, o como resultado de la violencia en el campo, como desplazados por el conflicto armado, con terror por los episodios de violencia vividos que los obligó a abandonarlo todo en su lugar de origen

Los desplazados por la violencia son personas que generalmente habitan en zonas rurales, viven la confrontación entre grupos armados, o afrontan la presión económica y política de algún actor con poder; al ver comprometida su vida, su integridad mental o física, abandonan su tierra y pertenencias para proteger sus vidas,8 este drama vivido por un gran número de pobladores colombianos es una "violación masiva y sistemática de sus derechos fundamentales que los convierte en víctimas de un delito de lesa humanidad y un crimen de guerra" (Procuraduría General de la Nación, 2006, p. 7), es un problema que se acrecentó a finales de los años 90 y comienzos del segundo milenio, esta población ha llegado a los centros poblados y a las grandes ciudades para protegerse y rehacer su vida, la migración masiva ha desbordado la respuesta institucional y estatal,9 de manera que han crecido los cinturones de miseria en lasciudades y las zonas rurales se abandonan progresivamente. A los desplazados, además de llegar a un lugar extraño, se les quebranta la identidad colectiva e individual en función del lugar habitado y de las relaciones construidas antes de vivir el desplazamiento, estas personas pierden su dignidad y lo que deben afrontar genera una confrontación interna que lleva al replanteamiento de su identidad individual, así pues, el desplazamiento forzado pone a prueba las capacidades de los individuos para mantener su estabilidad (Bello, 2004). "En muchos casos, el grupo familiar se ha desorganizado y desintegrado" (Osorio, 1993, p. 195); siendo usual que se fragmente la estructura familiar, ya sea por la muerte o la salida de sus miembros. El desplazamiento implica una "desestructuración de las diferentes redes de intercambio que configuran al grupo" (Bello, 2004), rompiendo un tejido que dibuja conductas colectivas, modificando referentes sociales como los roles, creencias, costumbres y perdiendo a vecinos o amigos. Una pérdida fundamental para los desplazados es el espacio geográfico que significa formas de hábitat, afectos; este proceso se denomina desterritorialización y se caracteriza porque replantea la identidad social construida históricamente, no conocen los vecinos ni el nuevo espacio, las personas desplazadas son las extrañas y deben volver a elaborar el relato del nosotros, mientras que los nuevos vecinos muchas veces los ven como el problema. Los desplazados pierden sus referencias colectivas puesto que la ciudad nubla el sentido de pertenencia con el pueblo o vereda, la identidad social se modifica porque cambia su cotidianidad, ya no son las mismas actividades, ni las mismas formas de relacionarse las que encuentran en la ciudad.

Al haber un mayor deterioro de la calidad de vida de los desplazados, los derechos humanos se corroen y la marginalidad urbana aumenta; trayendo dificultades como lograr la seguridad alimentaria y el acceso a varios servicios, puesto que difícilmente estas personas consiguen trabajo. De otro lado, se genera una pérdida de autoestima porque en el lugar que habitaban eran personas que tenían un valor y un reconocimiento por su comunidad, contrario a la ciudad, en donde son ignorados. Hay nostalgia por la música, por los amigos y vecinos con los que ya no cuentan, y en general las personas extrañan el paisaje. El impacto colectivo tiene dos caras: el desarraigo y la articulación entre culturas (Osorio, 1993, p. 197).

En este contexto de pobreza, exclusión y desplazamiento en estos barrios que podemos denominar marginales, se observa que los habitantes utilizan las capacidades individuales para el sostenimiento y usan cada recurso del medio. En este sentido algunas personas han acudido a la producción agropecuaria al interior de la ciudad, a través de un saber que traen del campo, buscando lugares que les ofrezcan recursos aprovechables para producir alimentos, así entonces, esta actividad es una estrategia de sobrevivencia para las familias. Hacer agricultura urbana10 —en adelante agricultura urbana se denominará AU— tiene connotaciones particulares, al tratarse de una actividad que depende del medio habitado, de las posibilidades de acceso al agua o a la tierra, además depende de los motores individuales, colectivos, familiares y de las necesidades físicas y humanas de la población que proviene del campo. Hay una situación contradictoria que se evidencia en la agricultura urbana:11 el hecho de que las familias acudan a la producción agropecuaria en un medio que no es rural y que construyan relaciones sociales propias de la vida del campo, muestra que se resisten a asumir el cambio cultural propio de la gran urbe, pero las nuevas actividades ocupacionales y las relaciones propias de la ciudad llaman a un acoplamiento a la nueva vida.

El estudio se aborda con el enfoque de medios de vida, este enfoque arroja herramientas metodológicas que permiten identificar activos, estrategias y procesos que suceden al interior de grupos de pobladores en su lucha diaria por la vida. Dado que la agricultura urbana es una actividad condicionada por la capacidad de agencia de los actores sociales y puesto que depende de factores como el acceso a servicios, los ingresos familiares, el conocimiento de la actividad, la disponibilidad de tierra, entre otros aspectos; es pertinente analizar la agricultura urbana en función de las estrategias de vida de los pobladores y del contexto de la zona. Este artículo resulta de una investigación más extensa en el marco de una tesis de maestría realizada por un investigador que trabajó con procesos de agricultura urbana en la zona de estudio. En dicha investigación se analizó la incidencia de la AU en la vida de personas que vivieron el desplazamiento forzado por parte de actores armados y la incidencia en la vida de personas que viven en condiciones de vulnerabilidad debido a pocas posibilidades de acceso a recursos, quienes afrontan niveles de pobreza que los hace susceptibles al medio, en este estudio se analiza la sostenibilidad medioambiental, económica, social e institucional de la AU en la zona analizada. También, en la investigación original se analizó el papel y las acciones institucionales de entidades públicas y privadas que han apoyado la agricultura urbana.12 Sin embargo, en este documento se desarrollan dos ideas: (1) en la agricultura urbana se manifiesta una tensión entre la identidad campesina y la vida de ciudad y (2) la agricultura urbana no es una actividad integralmente sostenible,13 en este sentido el trabajo busca evidenciar las justas dimensiones de esta labor, su contexto, las vulnerabilidades y sus posibles alcances.

1. Metodología

En el estudio se considera que la AU está condicionada por los actores sociales, es decir, por su capacidad de agencia (Sautu, et al. 2005). Los resultados se construyen a través de la formulación de categorías de análisis que dependen de los casos analizados, calificando el estudio como microsocial. Los actores centrales en la investigación son originarios de una zona rural, actualmente habitan en barrios marginales ubicados en la periferia de la ciudad en la localidad 19, Ciudad Bolívar y en el municipio de Soacha, en las comunas 4 y 5, Altos de Cazucá y Ciudadela Sucre, algunas personas trabajaron o trabajan actualmente con AU, en algunos casos comenzaron por iniciativa propia o fueron motivados por algún proyecto institucional, algunos de estos agricultores produjeron alimentos para complementar su canasta familiar, otros buscaron tener una ocupación. Esta producción se caracteriza por la siembra directa en el suelo.

El grupo está compuesto por 20 agricultores urbanos, 9 de estas personas son víctimas de la violencia en el campo y 11 habitaron en algún momento una zona rural, pero llegaron a la ciudad por motivos distintos al desplazamiento forzado, tienen más de 4 años de haber llegado a la ciudad, 16 son mujeres y 4 son hombres, todos siembran o manejan las unidades pecuarias en condiciones físicas similares. El abordaje de estos actores tuvo dos momentos: a finales del 2007 y a comienzos del 2009,14 con lo que se pudo determinar la continuidad o permanencia de los agricultores haciendo AU en la ciudad y los cambios en la vida de las familias. Paralelamente, se aplicaron entrevistas a funcionarios de las entidades Planeta Paz, Diakonie, FAO y Jardín Botánico, que a través de la ejecución de proyectos apoyaron la AU en la zona de estudio con el objeto de aportar a la seguridad alimentaria de las familias o en la construcción de redes u organizaciones locales.

Las herramientas de recolección de información fueron: a) entrevistas semi-estructuradas, b) un formato descriptivo sobre el manejo ambiental de los recursos y para el análisis económico de la producción agropecuaria, c) observación a los espacios individuales destinados a producción agropecuaria y d) la información fue complementada con el conocimiento de la investigadora tanto acerca de la zona de estudio, como sobre las familias.

La información obtenida se manejó separadamente, según los objetivos específicos del estudio, pero el análisis fue transversal para integrar resultados. El punto de partida fue el análisis de medios de vida de cada familia, pues esta definición y enfoque permite analizar individual e integralmente las dimensiones que confluyen en la vida cotidiana de las familias,15 a partir de este enfoque se formularon categorías de análisis, tomando como referencia el planteamiento del DFID (1999) y las experiencias vivenciales de la investigadora en el recorrido e interacción con los pobladores de la zona. En este sentido, se analizaron las estructuras y los activos humanos, sociales, naturales, físicos y financieros. Al integrar estas categorías con las entrevistas, respecto a los cambios que vivieron las personas al pasar del campo a la ciudad y lo que las personas consideran que les aportó la agricultura urbana, se definieron las implicaciones de la AU en la vida de las personas.

En el Cuadro 1 se describen las categorías utilizadas para el análisis, así pues: 1) las estructuras se refieren a "las instituciones, organizaciones, políticas y legislación" (DFID, 1999) que opera en la zona de estudio manifiesta en la presencia del sector privado, las organizaciones de la población civil y el sector público; 2) los activos humanos son "las aptitudes, conocimientos, capacidades laborales y buena salud que en conjunción permiten a las poblaciones entablar distintas estrategias" (DFID, 1999) para vivir; 3) los activos sociales son "los recursos sociales en que los pueblos se apoyan en la búsqueda de sus objetivos en materia de medios de vida" (DFID, 1999); 4) los activos naturales en este caso son los recursos físicos y bióticos necesarios para hacer agricultura urbana; 5) los activos físicos son "las infraestructuras básicas y los bienes de producción necesarios para respaldar a los medios de vida" (DFID,1999) y 6) los activos financieros son "recursos financieros que las poblaciones utilizan para lograr sus objetivos en materia de medios de vida (...) incluye tanto flujos como partidas y puede contribuir tanto al consumo como a la producción" (DFID, 1999).

Únicamente en el análisis de la incidencia de la agricultura urbana en la vida de las personas se diferenció la población desplazada y víctima de la violencia, de la población que llegó a la ciudad por razones distintas al desplazamiento; pues el objetivo es analizar el papel de la AU en la reconstrucción de la vida de las víctimas del desplazamiento.16

Teniendo en cuenta que las unidades productivas difieren entre sí por el tamaño, el nivel de dependencia de la familia a cargo y por el tipo de producción, para analizar la sostenibilidad económica17 se clasificó los agricultores urbanos de acuerdo a los espacios utilizados, los tipos de producción y según los niveles de dependencia. Estos se clasificaron en:

  • Agricultores urbanos con opciones de sustento: se trata de personas cuyo sustento mayoritariamente proviene de actividades distintas a la AU.
  • Agricultores dependientes de la agricultura urbana: son personas que por condiciones ocupacionales, de interés o de conocimiento, destinan la mayoría del tiempo y de los recursos a la producción agropecuaria, lo que no significa que logren elevados beneficios a través de esta actividad para su sustento. En este sentido, este grupo se subdivide en dos categorías: a) agricultores urbanos pudientes especializados, que trabajan en espacios entre 2500 y 5000 m2, algunos son productores pecuarios especializados, que en general tienen importantes inversiones de recursos y b) agricultores urbanos con poco espacio y sin posibilidad de inversión, son productores que dependen de la AU para el sustento, pero enfrentan limitaciones económicas y sobre todo problemas de acceso a tierra, de manera que, frecuentemente, algunos ofrecen su mano de obra a dueños de otras unidades agropecuarias, para obtener remuneraciones en alimento o en dinero.

Luego de categorizar los agricultores, se tomó como referencia las cifras de rendimiento por producto reportadas a nivel nacional, posteriormente se cuantificaron costos, ingresos y excedentes de producción, acogiendo el cálculo de costos domésticos, costos monetarios y cantidades vendidas, autoconsumidas o intercambiadas, considerando que los productos vendidos se valoran con el precio al productor y los autoconsumidos como precios al consumidor (Forero, et, al. 2002). Se dedujeron los ingresos de los agricultores urbanos utilizando fórmulas derivadas del Ingreso Agropecuario Bruto planteado por Forero, et al., en el año 2002.

En el análisis de sostenibilidad ambiental, se definieron categorías que ya han sido construidas por entidades e investigadores, en la formulación de indicadores de uso del suelo y de los recursos naturales, algunos de ellos son: Blixen, C.; Dumanski, J., et al.; Sombroek, W.; Benites, R., et al. Se tomaron 14 categorías, estas son: a) incorpora materia orgánica, b) usa cobertura vegetal para el suelo, c) realiza surcos contra la pendiente o terrazas en zonas pendientes, d) maneja diversidad de plantas, e) produce semillas y pies de cría, f) presenta plagas o enfermedades del suelo, g) en el espacio productivo hay vegetación espontánea, h) la fertilidad del suelo se mantiene, i) manejo natural sin insumos químicos, j) integra la producción animal y vegetal, k) fuente de agua utilizada, l) disponibilidad de agua, m) el sistema de producción posiblemente genera vectores de enfermedades para la salud humana, n) riesgos climáticos que afectan las plantas.

Las categorías ambientales se calificaron utilizando la evaluación multicriterio —metodología usada en evaluaciones ambientales—, de manera que se combinó "la información a partir de criterios, para formar un índice particular de evaluación" (Alzate, 2005, p.3, cita a Voogd, 1983 y Carver, 1991); primero se agruparon variables en cuatro grupos de índices —de conservación del suelo, de uso de insumos, de biodiversidad y sanidad y de vulnerabilidad climática—, que posteriormente conformaron un índice de sostenibilidad ambiental de la agricultura urbana.

En el análisis de sostenibilidad institucional18 se tomó como insumo la continuidad en el tiempo de las personas que hacían AU y el análisis de las estructuras imperantes, particularmente las tendencias y choques, definidas en el marco de medios de vida (DFID, 1999). Todo confluía a definir si los procesos de agricultura urbana son continuos.

Finalmente, se describió y analizó la sostenibilidad social, a partir de aspectos como: los activos físicos en el marco de medios de vida —que visualizan el contexto de vulnerabilidad—, los hallazgos sobre la incidencia de la agricultura urbana en la vida individual y colectiva de las personas, los niveles de autonomía que los actores alcanzan a través de sus acciones y recursos, así como la construcción de redes sociales impulsadas por esta actividad agropecuaria en la ciudad.

2. Resultados

2.1 Identidad campesina vs Vida en la ciudad.

Cuando los campesinos abandonan el campo y llegan a la ciudad, pierden las relaciones de solidaridad, pues "en el campo uno es muy servicial, (...) dicen que más saludables que un agua e malva"19 (entrevistado 14, 2008), también pierden múltiples ocupaciones y actividades, al igual que dejan de disponer de recursos básicos como el agua y buena parte de la alimentación, sin que medie un pago por ello. En la ciudad, el nivel de confianza disminuye, porque es difícil lograr el apoyo de los vecinos, también disminuye el nivel de ocupación —sobre todo para las mujeres—. Pero uno de los aspectos más trascendentes, es el elevado costo de vida en la ciudad, dado que allí no se cuenta con la diversidad de recursos de los que un campesino dispone en zonas rurales, porque no es fácil obtener el dinero necesario; en términos de una habitante de la zona: "lo teníamos todo, no lujos ni nada sino lo necesario lo teníamos todo, pero llegar acá y pues, llegamos a pagar arriendo, los espacios eran tan pequeñitos que yo en la cocina no cabía" (entrevistado 4, 2009).

A través de los testimonios de la población desplazada por la violencia se infieren tres elementos característicos en la descripción de sus lugares de origen, que pueden ser el motivo por el cual, cuando se les pregunta acerca de los recuerdos en el campo, nace un suspiro de su interior, una emoción y un anhelo por lo vivido. Estos elementos son: tranquilidad, seguridad alimentaria y autonomía, aspectos que se pierden al llegar a la ciudad. Así pues, el entrevistado 14(enero del 2008) afirmaba que "en el campo uno vive es tranquilo, muy tranquilo", "la gente es muy sana". En el campo se "consigue las cosas fresquitas, las frutas... tiene allá el plátano, la yuca, el cachita y el chime, bueno una cosa y otra, la panela porque ahí, hay trapiche donde se muele (...) no toca comprar ni el café porque uno le tuesta" (entrevistado 16, 2007). De manera transversal se denota un marco de autonomía, que se hace evidente en el discurso de apropiación: "usted tiene sus gallinas, sus huevos, su leche, no le falta nada" (entrevistado 14, 2008), "uno se acuerda de todo, de mis flores, de mis matas, mis matas de plátano, bañarse uno al pie de la quebrada con un balde" (entrevistado 15, 007).

Leyendo el anhelo y la tristeza con que se refiere la población desplazada a lo que tenía en el campo, en la mayoría de casos, se observa cierta idealización de las cosas que perdieron cuando habitaban esa zona rural, puesto que la vida de escasez y precariedad en la ciudad hace que "su vida en el campo se vuelva la situación ideal, inclusive para dar cuenta de lo que podría ser 'el paraíso' y lo que podría ser una posibilidad de reparación" (Osorio, 2007, p. 9). El cuadro 2 es una síntesis de las comparaciones que establecen los entrevistados entre la vida al interior de la ciudad y la vida en una zona rural.

Ahora bien, ¿qué papel jugó la agricultura en las personas que vinieron a la ciudad? Cuando las personas hacen AU, en esencia desarrollan una práctica que les aporta a su alimentación familiar, pero más allá de esto, se trata de una actividad que representa salud, terapia y ejercicio, lo que se hace manifiesto en el siguiente testimonio: "la tierra es salud, (...) para mí era una terapia, yo me iba pa la huerta y se me olvidaba que habían los problemas que tenía en la casa" (entrevistado 10, 2009). Se confirman afirmaciones de autores como Marulanda (2007) y Canidad, et al. (1998), porque la AU reactiva ocupaciones que validan socialmente a personas con discapacidad, hombres con edades avanzadas y principalmente a mujeres. La huerta tiene un valor simbólico para las personas, ya que la actividad agropecuaria en la ciudad incorpora cierto valor al paisaje y representa valoraciones importantes en la vida cotidiana de los agricultores, en este sentido, un testigo del proceso (2009), afirma que "los viejos se volvieron los analfabetas urbanos, son los que cuidan los niños, son los que hacen los mandados pero de ahí para adelante su conocimiento no es efectivo, una de las cosas que hace la agricultura urbana es volver a esos analfabetas urbanos gente otra vez socialmente activa, gente que ocupa una posición dentro de la estructura social de sus comunidades".

Independiente de las razones por las que las personas abandonaron el campo, la AU facilita que la mayoría hagan intercambio de semillas, que compartan con los vecinos los productos, o entablen relaciones de apoyo esporádico para situaciones cotidianas diferentes a la misma producción, evidenciando relaciones de reciprocidad y confianza, pero también dando continuidad a costumbres y relaciones propias de los campesinos. Prácticas como el intercambio de semillas y el compartir la producción, recuerdan lo que se hace y se es en el campo: "a personas les he regalado cositas, ahí de verdura...y en el campo se hace la misma cosa, si, se comparte" (entrevistado 23, 2008). Es así como la AU permite que la identidad campesina se extienda.

La AU le recuerda a la población desplazada, la vida antes de abandonar el campo "uno se siente como en el campo, uno está otra vez viviendo lo que vivió en un tiempo por allá y que por la violencia uno le tocó salir" (entrevistado 14, 2008). Estas personas recuerdan el campo porque la huerta y los animales representan un espacio digno y autónomo que se vuelve parte de la identidad de quienes vivieron el evento del desplazamiento; a tal punto que una entrevistada manifestó lo siguiente: "yo recuperé mucho, hasta volver otra vez a mis madrugadas, (...) yo recuperé mucha vida mía... (...)...yo quisiera que me dieran una tierra pa´ trabajarla" (entrevistado 17, 2008). Se puede afirmar que, particularmente en la población desplazada, la agricultura urbana tiene un valor simbólico como espacio tranquilo, autónomo y de resistencia al medio hostil; permite recordar a través de la memoria y la acción de cultivar, su identidad campesina, puesto que "un campesino se siente como tal por un ser, un saber hacer y un entorno que lo hacen igual a otros con la misma apreciación y práctica" (Osorio, 2007, p. 5, cita a Salgado, 2000, p. 53), pues el acceso a la tierra como espacio, ayuda a construir la identidad, permite recordar el proyecto de vida a partir de la memoria y hasta anhelar volver a la zona rural.

Precisamente la AU les hace recordar a los desplazados que, en sus tierras, tenían alimento y cubrían necesidades básicas como el agua y la vivienda, pero el desplazamiento los obligó a "abandonar su territorio construido y con él, a dejar buena parte de su patrimonio social, es decir, de sus recursos materiales y simbólicos" (Osorio, 2007, p. 7). La agricultura urbana hace que su memoria evoque "tiempos pasados de abundancia, libertad y buena vida, su vida en el campo, de donde fueron desplazados" (Osorio, 2007, p. 8) y los hace cuestionarse acerca de la realización de su proyecto de vida como campesinos que hoy habitan la ciudad. Es en esta particularidad de las víctimas de la violencia, que la AU abre espacios para que la familia comparta y practique su costumbre de sembrar la tierra y cuidar los animales, contando con la participación de sus miembros, porque recuperan parte de la referencia del sitio de donde vienen. La interacción de la familia a través de la huerta es una posibilidad de fortalecer las redes sociales familiares, de memorar y practicar el acervo de conocimientos del campo, aspecto importante en la educación y la memoria de los niños.

El cuestionamiento, las reflexiones de la población desplazada acerca de lo que era su vida como campesinos y las posibilidades humanas que abre la AU, es un espacio que puede permitir acciones oportunas con miras al retorno y al restablecimiento de las condiciones de vida en una zona rural, pues las personas desplazadas anhelan su antiguo proyecto de vida.

A pesar de lo anterior, y si bien la identidad campesina se recupera parcialmente a través de la agricultura urbana, hay una serie de tensiones externas y de cambios en la vida de las personas que coartan esta situación y que obligan a los nuevos habitantes urbanos a un progresivo acoplamiento a la vida de ciudad.

En primer lugar, el aporte alimentario está totalmente sujeto a los espacios disponibles, es decir a la tierra y a los recursos naturales base para la producción. Quienes obtienen un beneficio total a nivel alimentario son únicamente los agricultores urbanos pudientes especializados —solo cuatro personas— que trabajan en espacios grandes, puesto que con su producción alcanzan a cubrir casi toda la canasta familiar, mientras que el resto de agricultores urbanos no logran esto. Por lo tanto, la finalidad o motivación inicial de muchos agricultores urbanos respecto a la producción de alimentos, no arroja los resultados esperados, de manera que buscan otra actividad que supla sus requerimientos.

A través del seguimiento temporal aplicado a cinco entrevistados, que consistió en contrastar las expectativas y percepciones respecto a la ciudad y el campo, en un término de dos años, así como la continuidad de la familia haciendo agricultura urbana; se encontró que las personas van cambiando las perspectivas respecto a la agricultura urbana, paralelo al cambio de perspectivas en la nueva vida de ciudad, puesto que sus expectativas y medios de vida se van modificando, por ejemplo, —una de las víctimas del desplazamiento— ha dejado relegada la huerta y se ha concentrado en la producción de cerdos porque su esposo prefiere esta última actividad, además, ella trabaja en un restaurante durante largas jornadas, de forma que progresivamente ha abandonado la huerta. Una persona que vivió el episodio del desplazamiento, en un primer encuentro (entrevistado 16, 2007) afirmaba querer volver a su finca, pero en la última entrevista (2009) trabajaba en un local de venta de muebles en el centro de la ciudad, había abandonado la huerta y su aspiración había cambiado, se trataba ahora de conseguir mayores bienes en la ciudad. En otro caso, —una persona víctima de la violencia—, luego de perder el lote de siembra por un negocio dejó de sembrar y actualmente trabaja en una iniciativa productiva diferente. En un cuarto caso, el entrevistado 15 afirmó en el 2007 "uno no hay que olvidar su tierra", pero en el segundo momento, en el 2009, dijo que: "ya por mis hijos me toca estarme aquí mientras ellos salen de estudiar, (...) hasta que compre uno un pedazo acá hay sí"; evidenciando que su proyecto inicial de volver al campo es secundario frente a la posibilidad de desarrollar su vida completamente en Bogotá.

Los casos anteriores evidencian que, si bien hay una identidad campesina, los proyectos de vida se transforman porque las formas de sobrevivencia en la ciudad cambian. Aunque la ciudad exige dinero para adquirir los bienes y servicios, en ella se accede fácilmente a recursos que en las zonas rurales son más escasos o más difíciles de acceder como son la educación, la salud y el vestuario, pero ante todo la ciudad ofrece acceso a educación y protección frente a los actores armados. Así pues, cambian las expectativas de las personas. La oferta de actividades propias de la ciudad para obtener el sustento diario, unido a los cambios en la ocupación y en los medios de vida de los pobladores, presionan para que la agricultura urbana tenga fecha de vencimiento. Estas situaciones evidencian las adaptaciones y las etapas que viven las personas cuando llegan y se adaptan progresivamente a la vida de ciudad, perdiendo el anhelo por la vida rural.

2.2 ¿Agricultura urbana sostenible?

Basados en un análisis de sostenibilidad que contempla la dimensión ambiental, económica, institucional y social, se encuentra lo siguiente:

A nivel económico, los agricultores urbanos que en la mayoría de casos trabajan en lotes de 30 a 70 m2, alcanzan rendimientos en los productos agrícolas por encima de los promedios a nivel nacional, a excepción de productos como el tomate (Lycopersicum esculetum, Mill.), o el yacón (Smallanthus sonchifolius, (Poepp. et Endl.) H. Robinson) que requieren menor altura y probablemente, debido a esto, no alcanzan rendimientos óptimos (Cuadro 3). Estos productores alcanzan mayores rendimientos por m2 porque al tratarse de espacios muy pequeños se intensifica el uso del suelo.

En el Cuadro 3 se compara el rendimiento promedio de la producción agrícola en la zona de estudio con respecto al rendimiento estándar nacional por especie cultivada.

Pero, a pesar de obtener buenos rendimientos, en la mayoría de casos el excedente de producción es negativo. Es decir, con la AU desenvuelta en pequeños espacios no se obtienen ingresos monetarios ni domésticos representativos (Cuadro 4). A pesar de lo anterior, en cuatro casos, los excedentes anuales son positivos, oscilando entre 1793 y 6590 dólares anuales —con referencia al año 2009—, tratándose de agricultores urbanos pudientes especializados que trabajan en áreas superiores a 2500 m2, y uno de ellos tiene 32 cerdos en un pequeño espacio, evidenciando una importante inversión del capital familiar. En estos casos, los excedentes positivos significan que los agricultores, gracias a las producciones obtenidas, acceden a la mayoría de los alimentos, principalmente por vía autoconsumo e intercambio y a veces vendiendo los productos para complementar la canasta familiar.

En el Cuadro 4 se comparan los ingresos monetarios, ingresos netos, costos domésticos, costos monetarios, ingresos brutos y el excedente de producción anual para cada caso analizado.

A pesar de tener un balance numérico negativo, algunas personas se mantienen haciendo AU por las siguientes razones: a) la AU sirve para tener un mínimo de ingresos para las mujeres en la casa, b) los animales generan un apego emocional y, según afirma Wood, et al. (2005), inciden en la salud de las personas, c) la comida es de buena calidad porque se cultivó en casa y d) la finalidad de la huerta es educativa. Es decir, la idea de bienestar para estas personas no se limita a forjar dinero, en tanto que la AU, en la mayoría de casos, forma parte de la economía de sustento cuyo objeto es complementar la alimentación. En este sentido, la AU en espacios pequeños es sostenible económicamente porque llena expectativas de bienestar, es decir que cubre las aspiraciones de los pobladores que se apegan a las labores del campo, estos obtienen ingresos no monetarios representados en alimentos y en calidad de los alimentos —desde el punto de vista del tipo de especies cultivadas y la producción autónoma sin agroquímicos, más no desde el punto de vista sanitario—.

A nivel ambiental, aunque los agricultores urbanos usualmente cortan la dependencia a recursos externos, tienen limitaciones sobre las que no pueden inducir un cambio, como son el agua y el riesgo climático, elementos que muchas veces interrumpen la producción —sobre todo hacia el sector de Ciudadela Sucre y Altos de Cazucá—. Estos aspectos comprometen la producción agropecuaria, principalmente hay un problema de acceso al agua; en los barrios donde se trabajó, el agua potable solo llega un día por semana, en tanto que la prioridad para los habitantes es el consumo humano y el uso doméstico del líquido. En este sentido, varios agricultores riegan las plantas con agua reutilizada —aguas grises— y cuando eventualmente llueve algunos almacenan en tanques. Particularmente en Ciudadela Sucre, las personas siembran especies rusticas que no demanden riegos periódicos, aprovechando el agua residual de las cañadas que se infiltra; a pesar de los esfuerzos, en muchos casos las plantas se mueren. En otros casos, cuando se hace riego a los cultivos con agua potable, resulta más costoso sostener la huerta.

En relación al recurso suelo, que es indispensable para obtener producciones abundantes y sobre el que los productores pueden influir, es el recurso más descuidado por los agricultores urbanos, adicionalmente es escaso, de manera que, con el tiempo, es un factor agravante que motiva el abandono de la huerta.

A nivel institucional, el principal choque para la AU es el acceso a tierra, situación que va de la mano con la presión sobre el suelo para construcción de viviendas. En la ciudad, a diferencia del campo, los espacios de hábitat son muy pequeños, el acceso a la tierra es limitado, en estos barrios la tendencia es hacia la densificación; de manera que la huerta compite con la vivienda en el mediano y largo plazo. Muestra de esto es que, varias personas con las que se trabajó, no tienen propiedad sobre el terreno, algunos tienen lotes pequeños pensados a futuro para la ampliación de la vivienda y otros ya ocuparon dichos lotes con su vivienda. Así pues, se encontraron varios casos en que los agricultores hacen acuerdos con propietarios de lotes para que les presten el espacio, algunos siembran en compañía y otros en un acuerdo similar a la aparcería, donde el agricultor pone el trabajo, el dueño del lote coloca algunos insumos y se reparten la producción. Cuando los meses transcurren, la mayoría de estos casos concluyen en el abandono de la AU, porque no hay espacio para trabajar, lo que se traduce en una disminución de la AU en el sur de Bogotá.

Si a esto se adiciona la incidencia de las instituciones, la AU no depende de los agentes externos, de hecho, se mantiene cuando representa la realización de satisfactores de bienestar para los actores locales. Esto permite afirmar que la continuidad de la agricultura urbana depende de la conducción y proyección que le impriman los actores locales y lasorganizaciones comprometidas con el tema, puesto que se trata de una actividad muy vulnerable al contexto.

A nivel social, la agricultura urbana incide principalmente en la construcción de activos humanos y sociales como: el liderazgo, la ocupación de tiempos, el conocimiento, las redes sociales de intercambio, la participación, la identidad y la territorialización de la población desplazada. Los agricultores urbanos son hábiles para romper la dependencia con insumos externos, pues producen su semilla, solucionan los problemas fitosanitarios y demuestran una ruptura con la dependencia alimentaria y de recursos, propia de la ciudad. Esto es construir equidad e igualdad, porque acceden a recursos a los que no podrían acceder sino es pagando por ellos, por ejemplo, algunos productores de Ciudadela Sucre, tienen pequeños bancos de semilla constituidos por materiales genéticos adaptados a la zona.

No obstante, a nivel individual se debe tener en cuenta que la actividad laboral de las personas y la dependencia ocupacional relacionada con la edad y con las posibilidades físicas y sociales, hacen que la agricultura urbana se convierta, frecuentemente, en una actividad accesoria que no es fundamental para el sustento de las familias que la practican; mostrando que las personas de la tercera edad, con limitaciones físicas como las enfermedades, o algunas mujeres, son grupos de población donde usualmente se le encuentra más sentido a la actividad.

Finalmente, integrando los aspectos económicos, ambientales, institucionales y sociales, se encuentra que, en la mayoría de casos analizados, no se cumple con todos los componentes que configuran la sostenibilidad —social, ambiental, económica e institucional—. Ahora bien, considerando el concepto de sostenibilidad de Elcy Corrales, que "se refiere a la durabilidad de los sistemas de producción, a su capacidad para mantenerse en el tiempo, (...) al mantenimiento de la productividad de los recursos empleados, frente a situaciones de choque o tensión" (Corrales, 2002, p. 5, cita a Conway y Barbier, 1990), solo uno de cinco casos revisados en un periodo de tiempo, cumple con esta condición de durabilidad. Así pues, en la mayoría hay una elevada vulnerabilidad de los sistemas de producción en la ciudad, particularmente desde el punto de vista ambiental, institucional y hasta cierto punto, desde el punto de vista económico. No obstante, la agricultura urbana es un espacio para trabajar en la resistencia cotidiana planteada por Flor Edilma Osorio (2006, p. 381), pues no se trata de expresiones organizadas, se trata de resistencias diarias por parte de una población que, luego de salir del campo, llegó a la ciudad a vivir la violencia de la exclusión.

La agricultura urbana no es integralmente sostenible, por el contrario, es vulnerable debido al entorno en que se da. Pero, teniendo en cuenta que esta actividad tiene varias significaciones a nivel individual y colectivo, cuando se desarrolle, debe acompañarse con acciones y propósitos a largo plazo, como el restablecimiento de las condiciones de vida de la población desplazada.

Conclusiones

Hay un drama de violencia, pobreza y desplazamiento que ha llevado a varias familias a habitar lugares marginales que representan un espacio de exclusión en la ciudad. Sin embargo, los campesinos desempeñan acciones y configuran estrategias para sobrevivir, demostrando que, a pesar de los fuertes cambios que afrontan, son seres humanos con capacidad, dignidad y una identidad campesina que no olvidan de un momento a otro.

La agricultura urbana, como alternativa de sustento y de ocupación, tiene un valor simbólico, puesto que se realiza en un medio donde escasean recursos fundamentales como son: el agua y la tierra. Esta actividad muchas veces se realiza por familias desplazadas o por familias que, por diferentes razones, abandonaron el campo. La AU se hace tejiendo redes cotidianas entre vecinos, revalorando las capacidades y conocimientos del campo, creando un espacio con valor paisajístico, generando alimentos sin tener que dar dinero por ellos, enmarcándose en una idea de bienestar colectivo que trasciende lo monetario. Para varios, el valor de la huerta es que representa un espacio tranquilo, autónomo y de resistencia al medio hostil que significa la ciudad.

Sin embargo, la identidad campesina reduce sus expresiones porque, con el paso del tiempo, los medios de vida en la ciudad cambian, al igual que la agricultura urbana pierde relevancia para varias familias. La población se vale de otras estrategias y actividades para vivir en la ciudad, e igualmente la ciudad ofrece elementos y espacios que hacen que la población olvide progresivamente el proyecto de volver a la vida rural, por ello la AU refleja una lucha de la identidad campesina por sobrevivir en la ciudad. En este sentido se propone que la AU, abordada con población desplazada, sea una estrategia realizada a tiempo, en el marco de programas de retorno y de restablecimiento de las condiciones de vida.

Analizando la sostenibilidad ambiental, social, económica e institucional de la agricultura urbana (AU), a través de los casos referidos, se encontró que no se alcanza una sostenibilidad integral. La AU carece de recursos fundamentales a nivel ambiental, económicamente es usual que no genere márgenes positivosy, aunque juega un papel en la alimentación de las familias, pierde relevancia ante ocupaciones que generan mayor beneficio en ingresos; pero socialmente tiene valoraciones y papeles relevantes en la vida colectiva e individual de los agricultores urbanos. A pesar de esto, los sistemas de producción son muy vulnerables en la ciudad y tienen un lapso de tiempo para su realización, de forma que no podemos considerar la agricultura urbana como una actividad sostenible.


Pie de página

1La reseña histórica oficial de la Alcaldía de Bogotá describe cómo en la localidad de Ciudad Bolívar los primeros barrios, hacia 1950, se construyeron sobre ladrilleras, algunos barrios se fundaron por personas que huían de la violencia en Tolima, Cundinamarca y Boyacá.
2Personas que fueron entrevistadas en esta investigación comentan que los barrios de Ciudad Bolívar se hicieron ilegalmente, posteriormente la población acudió a acciones de presión para que llegaran servicios básicos como agua y la pavimentación de algunas vías.
3La tasa de cobertura neta de asistencia educativa entre los 5 y 6 años, 7 y 11 años, 12 y 17 años y entre los 18 y 24 años en Ciudad Bolívar es la más baja entre las localidades de Bogotá, por otra parte, el desempleo en esta localidad para el año 2007 es del 11,94%, mientras que el promedio de Bogotá en el mismo año era del 7,78%.
4La Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) reporta que entre los años de 1999 y 2005, en el país se han desplazado aproximadamente 2.165.873 personas, y el municipio de Soacha recibió, en ese período de tiempo, a 15.596 desplazados por la violencia, cifra que supera al resto de municipios de Cundinamarca.
5Debe considerarse que, a nivel regional, se tiene previsto disponer en el municipio de Soacha, en límites con el río Bogotá, gran cantidad de la oferta de vivienda de interés social para los estratos 1 y 2 de Bogotá. Son suelos más económicos que los suelos de la ciudad y otros municipios, pero muy vulnerables a inundaciones y en varias zonas hay inestabilidad de los terrenos como resultado de la misma explotación minera.
6En el primer semestre del año 2008 fue noticia a nivel nacional 11 casos por falsos positivos en la comuna 4 y 5. Posteriormente, hacia el primer trimestre del 2009 se reparten volantes en el sector avisando jornadas de limpieza social.
7Este valor representa en Colombia 1 salario mínimo legal vigente, que corresponde a la mínima cantidad de dinero que una empresa debe pagar a los trabajadores en el marco de un contrato laboral, este se calcula con una tasa de cambio promedio de $1900.
8Algunos analistas de la problemática del desplazamiento afirman que el desplazamiento no es consecuencia del conflicto armado sino un arma de guerra y una estrategia para la acumulación económica de algunos grupos que ostentan el poder, en razón de ello el desplazamiento se da principalmente en zonas ricas en recursos naturales o está asociado con la pérdida de la tierra por parte de los campesinos.
9En el año 2006, la Procuraduría General de la Nación identifica un estado de cosas inconstitucionales respecto a la atención que recibe la población víctima del desplazamiento forzado, pues las instituciones a cargo de su atención estaban incumpliendo en el deber de garantizar la restitución de derechos de esta población.
10La definición de agricultura urbana que se toma por referencia es la de la Red Águila, citada por Linares en el 2007, que la define como "la práctica agrícola y pecuaria en áreas intra y peri urbanas de las ciudades, que por iniciativa de los productores/as, afincados muchas veces en los barrios marginales, (villorios, favelas, rancherías, barriadas y/o pueblos jóvenes y periurbanos) utilizan los mismos recursos locales, como mano de obra, espacios, agua y desechos sólidos orgánicos, con el fin de generar productos de autoconsumo y también destinados a la venta en el mercado".
11Agricultura Urbana en adelante se denominará: AU.
12El papel de las entidades públicas y privadas que apoyaron la agricultura urbana se analizó a partir de información arrojada por 4 funcionarios de diferentes entidades, este tema no se profundiza en el presente artículo.
13La sostenibilidad a la que nos referimos en esta investigación además de la dimensión ambiental, le da un importante peso a las dimensiones sociales, institucionales y económicas, que se vuelven condicionantes para la estabilidad de los sistemas de producción. Se toma como definición guía la propuesta por el marco de medios de vida (DFID) en 1999 y la definición de Elcy Corrales en el 2002, quien considera que la sostenibilidad "se refiere a la durabilidad de los sistemas de producción, a su capacidad para mantenerse en el tiempo, (...) al mantenimiento de la productividad de los recursos empleados, frente a situaciones de choque o tensión".
14La razón para haber trabajado en dos momentos fue que en el transcurso de la investigación se definieron mayores alcances para la misma.
15El DFID cita a Chambers, R. y G. Conway (1992) en la definición de medios de vida: "Un medio de vida comprende las posibilidades, activos (que incluyen recursos tanto materiales como sociales) y actividades necesarias para ganarse la vida. Un medio de vida es sostenible cuando puede soportar tensiones y choques y recuperarse de los mismos, y a la vez mantener y mejorar sus posibilidades activos, tanto en el presente como de cara al futuro, sin dañar la base de recursos naturales existente".
16Para el análisis de sostenibilidad no se diferencian estos grupos de población, puesto que los componentes para este análisis no demandan este tipo de diferenciación entre población desplazada y población que llegó a la ciudad por otros motivos.
17Según el DFID (1999), la sostenibilidad económica "Se consigue cuando se puede mantener con el tiempo un cierto nivel de gastos, esto en relación a la idea de bienestar".
18El concepto de sostenibilidad institucional se toma del DFID (1999), quienes plantean que esta "se consigue cuando las estructuras y procesos imperantes tienen la capacidad de continuar ejerciendo sus funciones a largo plazo".
19Más saludable que un agua de malva en la terminología local significa que la persona es muy colaboradora, sus acciones las realiza sin distinción respecto al tipo de personas a quienes sirve.


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