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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.10 no.2 Manizales July/Dec. 2012

 

Identidad nacional y sentidos de los jóvenes sobre su nación*

Identidade nacional e os sentidos dos jovens sobre sua nação

The national identity and meaning-making of young people about their country

Irma Leticia Pérez-Rodríguez**
Docente de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Educación Primaria "Rodolfo Menéndez de la Peña". Yucatán, México.


*Este artículo de investigación científica y tecnológica, área de conocimiento Educación, sub área, currículum, presenta resultados del estudio, "La construcción de la identidad nacional de los estudiantes de las normales de Yucatán", que se realizó entre el 11 de enero de 2011 y 30 de abril de 2012 con el financiamiento de la Secretaría de Educación Pública del gobierno del Estado de Yucatán, México, oficio número 004219 de fecha 11 de enero de 2011.
**Psicóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestra en Psicología y Orientación Vocacional de la Escuela Normal Superior de Yucatán, Maestra en Educación Superior de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán, Doctora en Desarrollo Regional del Colegio de Tlaxcala. Correo electrónico: perezirma61@hotmail.com

Artículo recibido en noviembre 28 de 2011; artículo aceptado en mayo 8 de 2012 (Eds.)


Resumen: Síntesis descriptiva de la intervención de la escuela en la construcción de la identidad nacional de los jóvenes en México. La identificación con la nación genera sentimientos de pertenencia y filiación al grupo que orientan las acciones de las personas y sus juicios sobre el pasado, el presente y el futuro de su país. Se afirma que los jóvenes han conformado el sentido de pertenencia a la nación pero no la toma de conciencia sobre aspectos económicos, políticos y sociales del país ni el sentido de participación hacia las instituciones del Estado. La escuela requiere modificar los medios que utiliza en la construcción identitaria para formar ciudadanos con pertenencia y compromiso nacional en un mundo globalizado.

Palabras clave: identidad, identidad nacional, identidad cultural.


Resumo: Síntese descritiva da intervenção da escola na construção da identidade nacional dos jovens no México. A identificação com a nação gera sentimentos de pertencimento e afiliação ao grupo que orienta as ações das pessoas e seus juízos sobre o passado, o presente e o futuro do seu país. Alegase que os jovens tem ajustado o sentido de pertencimento à nação mais não a tomada de consciência sobre os aspetos econômicos, políticos e sociais do país nem o sentido de participação nas instituições do estado. A escola requer modificar os meios utilizados na construção da identidade para formar cidadãos com pertencimento e compromisso nacional num mundo globalizado.

Palavras-chave: identidade, a identidade nacional, identidade cultural.


Abstract: This study describes the influence of the school in the construction of the national identity of young people in Mexico. A sense of national identity generates feelings of belonging and group affiliation that orientate the actions of the people and their judgements about the past, the present and the future of their country. This research affirms that young people have formed a sense of belonging to their country but contends that they do not have strong awareness of economic, political and social aspects of Mexico, nor a sense of participation in the institutions of the state. The school is required to modify the means used in the construction of identity to form citizens who have a sense of belonging as well as national engagement in a globalised world.

Key words: identity, national identity, cultural identity.


1. Introducción

En el marco de la globalización las sociedades han vivido un proceso de transformación en los ámbitos económico, político, social y cultural que han modificado los principios y valores de los jóvenes, y las concepciones que se les inculcaron acerca de su país, por lo que las ideologías que sustentaban la construcción de proyectos de sociedad se han visto fuertemente erosionadas. En ese contexto, han surgido nuevos sujetos sociales y se ha generado un renovado interés por el estudio de los procesos de construcción de identidades conformados en distintos contextos de interacción social, entre ellos la escuela.

Las identidades son categorías de carácter relacional que suponen simultáneamente un proceso de identificación y otro de diferenciación. Se van construyendo como producto de las relaciones sociales en las que participa el individuo en interacción con los otros y por tanto es un proceso permanente que da cuenta de múltiples elementos del orden social que se van incorporando como puntos de referencia para el sujeto y se constituye en un medio para la acción. Las identidades tienen carácter heterogéneo y complejo que depende de las posiciones y roles que cumpla el individuo en la sociedad, de sus pertenencias y compromisos.

Así, uno de los atributos de todo ser social, en donde se articulan lo individual y lo social de los sujetos, es la identidad nacional. La construcción de la identidad nacional en la población la induce deliberadamente el Estado principalmente, a través de la escuela básica.

El interés del Estado por construir esa formación identitaria en la escuela, se basa en el supuesto de que lo que los alumnos aprendan sobre su país influirá decisivamente en su comportamiento futuro como ciudadanos de la nación, y que para que esto se cumpla, el sujeto debe sentirse parte de un pasado gloriosos y encontrar en éste los puentes que lo lleven a un presente lleno de significado y un futuro prometedor. Esta particular trama entre pasado y futuro se entreteje en cada presente afirman Kriger y Carretero (2010), con su identidad subjetiva y forma parte de su biografía, de su desarrollo genético y cultural.

La identidad nacional además cumple funciones psicológicas y sociales en los individuos. Genera sentimientos de protección, seguridad, reconocimiento, respeto, sentido de trascendencia y pertenencia al saberse integrante de una unidad superior. Esos sentimientos se construyen mediante los aspectos valorativos, simbólicos y culturales que conforman el nacionalismo tales como desfiles, ceremonias conmemorativas, monumentos a los caídos y juramentos a los símbolos patrios que afianzan el sentido de pertenencia reafirmando la identidad y la unidad nacional.

Sentirse parte de una nación es un proceso consciente, es algo de lo que la persona tiene que darse cuenta y se le considera con Cappello, Cabrera, Fernández, Fernández, Ordoñez y Rosas (2005) el sentido de pertenencia. Este hecho subjetivo conforma una representación social de los componentes fácticos institucionales y de los significados, orientaciones y valores de que están revestidas y puede inducir a la acción por parte de los ciudadanos, así las instituciones son productoras de sentido. Cuando los ciudadanos desarrollan el sentido de participar en las instituciones, la reiteración con la misma puede generar motivación para la acción sistemática y predecible.

El predominio del aspecto afectivo de la identidad nacional se propone en la educación básica para configurar una identidad colectiva estable, que contribuya, dice Álvarez (2007), a crear un sentido de pertenencia sólido en el que los futuros ciudadanos se sientan acogidos y reconfortados y está destinada a suscitar adhesión emocional a la nación y al Estado. A partir del desarrollo de habilidades cognitivas y de un pensamiento más crítico los jóvenes pueden manifiestan una notable des-afectivización nacional resultado de contrastar las versiones oficiales con información diferente de fuerza suficiente para refutarlas y generar un posible conflicto identitario.

Estudios anteriores han mostrado que se está desintegrando en los jóvenes el sentido de pertenencia a la nación y el compromiso de participación en proyectos conjuntos de beneficio común, lo que lleva, afirma Cappello y cols. (2005), a un cambio significativo en las relaciones entre los ciudadanos y las instituciones del Estado.

Esa desintegración identitaria afecta la percepción que los jóvenes tienen del Estado, la confianza en lo que representan sus instituciones y lo que debe ser la actuación de éstas y modifica su compromiso como ciudadanos con los proyectos de su país. Mediante la acción ciudadana con las instituciones del Estado, los sujetos contribuyen al cumplimiento de los proyectos políticos y económicos del país. Sin esa adhesión resulta imposible responder conjuntamente a los retos que a todos se plantean, afirma Cortina (2009).

Se coincide con Ruiz y Carretero (2010) en que los conceptos relacionados con la nación contienen aspectos culturales y políticos imbricados de tal modo que no siempre es posible hacer distinciones precisas y separadas de cada uno. Sin embargo esos aspectos se pueden analizar tanto en sus rasgos más distintivos como en las relaciones que presentan entre sí. Los aspectos culturales y políticos son articulados por sentimientos de pertenencia, especialmente sentimientos morales que enmarcan las decisiones y acciones de las personas y a partir de los cuales se construyen juicios de valor sobre los eventos de un momento histórico determinado. Al análisis de esa situación contribuye este artículo.

Se inicia retomando algunos aspectos teóricos con relación a la identidad nacional considerándola como una representación social; en un segundo apartado se analiza la intervención de la escuela en diversos momentos de la historia de México. Una tercera sección ilustra las características de la identidad nacional de un grupo de estudiantes de educación superior en Yucatán así como sus sentidos de pertenencia a la nación y participación con las instituciones del Estado. Se concluye con algunas líneas para la reflexión y posterior investigación.

2. La escuela básica en la construcción de la identidad nacional en México

El término de identidad nacional es un constructo abstracto y multidimensional que afecta una gran cantidad de ámbitos de la vida personal y social. En su construcción social se pueden identificar diferentes momentos en los que determinados sujetos y grupos mantienen entre sí relaciones de explotación y hegemonía y, en términos temporales, esas coyunturas están enmarcadas en condiciones políticas y culturales.

Siguiendo a Giménez (1997) se puede situar la problemática de la identidad en la intersección de una teoría de la cultura y una teoría de los actores sociales; concebir a la identidad como elemento de una teoría de la cultura distintivamente internalizada o como representaciones sociales por los actores, sean éstos individuales o colectivos.

La identidad se atribuye a una unidad distinguible que también tiene que ser reconocida por los demás en contextos de interacción y de comunicación. Así, no basta que las personas se perciban como distintas en algún aspecto, también tienen que ser percibidas y reconocidas como tales, es decir, se requiere el reconocimiento social.

La idea de distinguibilidad supone la presencia de rasgos distintivos que definan la especificidad. Giménez destaca tres: la pertenencia a una pluralidad de colectivos; la presencia de un conjunto de atributos idiosincráticos o relacionales; y una narrativa biográfica que recoge la historia de vida y la trayectoria social de la persona considerada. Por tanto, el individuo se ve a sí mismo y es reconocido como "perteneciendo" a un conjunto de colectivos, como "siendo" una serie de atributos y como "cargando un pasado biográfico" (Giménez, 1997, p. 5).

Considerar que pertenecer a un grupo o a una comunidad implica compartir el complejo simbólico-cultural que los caracteriza permite reconceptualizar dicho complejo en términos de representaciones sociales. Las representaciones sociales, contextualizadas e internamente estructuradas, sirven como marco de percepción y de interpretación de la realidad y como guía de los comportamientos y prácticas de los sujetos sociales. De este modo se puede afirmar que las personas piensan, sienten y ven las cosas desde el punto de vista de su grupo de pertenencia o de referencia. Las representaciones sociales también definen la identidad y especificidad de los grupos, sitúan a los grupos y a los individuos en un campo social permitiendo la elaboración de una identidad social compatible con un sistema de normas y de valor social históricamente determinados.

Una de las formas de identificación colectiva es la identidad nacional y aparece en el momento en que se constituye un sistema de organización política y social denominado Estado-nación. El Estado utiliza la necesidad humana de identificación colectiva para construir en los individuos la identificación nacional.

Los procesos de conformación de identidad nacional son producto de las dimensiones espaciales y temporales, y de aspectos individuales y colectivos. Su expresión simbólica identitaria es bajo la forma de imaginarios y de discursos ideológicos.

De la identidad nace un compromiso afectivo con el pasado, presente y futuro de una comunidad que se espera se manifieste en una participación plena para asumir proyectos de desarrollo. Bajo tal premisa la identidad nacional es necesaria para el progreso de grupos, localidades y regiones.

Funciones de la identidad nacional

La construcción y mantenimiento de la identidad nacional son procesos que pueden inducirse deliberadamente con el objeto de construir las bases sociales, culturales y políticas del desarrollo. Desde el punto de vista político, la identidad nacional apuntala al Estado y a sus instituciones y otorga legitimidad a los derechos y deberes legales comunes contemplados en las instituciones, los cuales definen el carácter y los valores peculiares de la nación y reflejan los usos y costumbres tradicionales del pueblo. Socialmente, el vínculo nacional configura la comunidad con mayor capacidad de inclusión, legitima los objetivos políticos y las medidas administrativas que regulan la vida cotidiana de los ciudadanos.

La identidad nacional también se ocupa de la socialización de sus miembros mediante el sistema educativo quien se encarga de inculcar una cultura homogénea a sus miembros en espera de una firme adhesión. Otra función se refiere al ideal de la fraternidad. La nación se considera la unión que existe entre la familia, la comunidad étnica y la nación en el plano ideológico en el pasado, el presente y el futuro. Para afianzar ese ideal se prescriben rituales y ceremonias como desfiles, ceremonias, monumentos a los caídos, juramentos a los símbolos patrios y conmemoraciones de acontecimientos históricos entre otros. Todos estos actos tienen la intensión de recordar a la población sus vínculos culturales y su parentesco político reafirmando la identidad y la unidad nacional.

La identidad nacional en México

La construcción social de la identidad nacional que el colectivo mexicano ha ido integrando a su cosmovisión, consiste en el conjunto de imágenes estereotipadas como cultura asimilada, principalmente, por medio de la educación oficial y las artes.

El mexicano ha ido conformando su imagen como tal dependiendo de la ideología política del grupo en el poder. Por lo tanto se ha modificado a lo largo de su historia.

Al inicio de su etapa independiente el modelo de identidad nacional se encontraba unido a la ideología criolla, iniciadora del movimiento independentista, por lo que el vínculo hispanista era en ese momento el predominante. Durante la etapa reformista, se dio un viraje hacia el indigenismo, llegando incluso a posturas anti-hispanistas. Con el porfirismo, se intentó afrancesar al país.

A partir de la Revolución mexicana, los mexicanos pretendieron erigir una nación uniformemente mestiza; un pueblo con una sola cultura, indios y españoles desaparecerían para dar lugar a una nueva identidad, siendo ésta la historia oficial durante el siglo XX.

El nacionalismo como mito e ideología estatal se empieza a erosionar a partir de 1982 y en forma más acentuada durante el régimen de Carlos Salinas de Gortari. En este sexenio se llevó a cabo una estrategia deliberada en el sentido de integrarse al exterior con la consiguiente pérdida de identidad (Revueltas, 1998, p. 419). En ese período se cambiaron los referentes simbólicos e ideológicos del Estado modificando la retórica nacionalista y utilizando términos como modernización, progreso, productividad, eficiencia.

En las últimas décadas, los cambios económicos, científicos, tecnológicos y políticos propios de la globalización, modifican nuevamente los referentes de la identidad nacional mexicana. México ha tenido integraciones regionales y supranacionales, algunas de ellas relacionadas con proximidad territorial, que han construido históricamente una doble frontera de identidad.

El Tratado de Libre Comercio podría sugerir a los jóvenes que México identifica y legitima su posición como parte integrante de Norteamérica; por otra parte, como país perteneciente a la región de América Latina, su identidad se agrupa con las sociedades de habla hispana. Esos dos referentes identitarios, norteamericanos o latinos, pueden modificar la percepción e interpretación de la realidad que hacen los jóvenes mexicanos e influir en sus sentidos de pertenencia y participación nacional.

La escuela como formadora de identidad nacional. Reseña histórica

La participación de la educación en la formación de identidad nacional ha estado presente en México desde 1899 con el presidente Porfirio Díaz quien en la inauguración del Congreso Nacional de Instrucción Pública afirmó que iba a hacer de la instrucción el factor de la unidad nacional que los constituyentes de 1857 estimaban como la base de toda prosperidad y de todo engrandecimiento (Lazarín, 1996, p. 160).

Desde entonces, la educación se convirtió en una bandera política de los gobiernos en turno y desde su creación en 1921, la Secretaría de Educación Pública (SEP) mediante el sistema educativo nacional, se convirtió en instrumento de homogeneización cultural e ideológica con la intensión de moldear en la población la identidad nacional mexicana.

La idea de que la educación impartida por el Estado sea una vía de unificación nacional ha encontrado resistencia de los distintos sectores conservadores de la sociedad mexicana. El primer intento sistemático de definición e incorporación institucional de la identidad nacional, se da con Vasconcelos quien propone un nacionalismo que integra la herencia indígena y la hispana fundidas en un solo concepto que sirviera como símbolo de identidad. Dicho nacionalismo, por extensión, era común a toda la América Latina. El problema del indio, consideraba Vasconcelos, era su permanencia dentro de un mismo status; debía mezclarse para dejar de ser indio y convertirse en mexicano (Matute, 1997, p. 175).

La iniciativa de centralización y de federalización de la educación, pregonada desde Cárdenas (1934-1940), pretende apoyar la unidad nacional a través de una pedagogía uniforme en manos del Estado con el objeto de orientar y controlar la educación pública. Después de Cárdenas, la movilización social dejar lugar a lo que desde entonces se llamó la unidad nacional. Durante la década de los cuarenta la escuela predica "la unidad nacional" como un elemento de control para apoyar la nueva estrategia de desarrollo basada en la acumulación de beneficios de capital privado, a través de la industrialización y con la participación de capitales extranjeros.

El periodo presidencial de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) sigue la misma línea anterior; se caracteriza por su nacionalismo, espiritualidad y cooperación con la iniciativa privada y la unidad nacional. Para alcanzar ese propósito se dieron las primeras consignas de política educativa que pretendían dar una nueva orientación a la educación pública cambiando su finalidad de instrumento transformador de la sociedad a herramienta propiciadora de la unidad de los mexicanos. A partir de esos rasgos generales, Torres Bodet (1943-1946) en su primer período como secretario de educación, definió el perfil del mexicano que debía preparar la escuela para el futuro. Un mexicano interesado ante todo en el progreso del país, apto para percibir sus necesidades y capaz de contribuir a satisfacerlas, en la medida de lo posible, gracias al aprovechamiento sensato de sus recursos. Ese mexicano debería estar resuelto a alcanzar la independencia política y económica de la patria con su trabajo, energía y competencia técnica así como con un espíritu de justicia y ayuda cotidiana. En ese perfil del mexicano se perciben los elementos del sentido de pertenencia a la nación y la consecuente participación en su desarrollo económico y político y la intervención de la escuela para formar ese tipo de ciudadano.

A finales de los años cincuenta, es decir, cuando se inicia la estrategia económica del llamado "desarrollo estabilizador", el sistema educativo mexicano entra en una dinámica de mayor expansión y planeación. En esta coyuntura, se crean los libros de texto, editados por el Estado que desde entonces son gratuitos y obligatorios para todos los alumnos de las escuelas primarias del país. Esta acción educativa cumplía varios propósitos, por un lado el económico y por el otro, el político, pues permitía al gobierno intervenir directamente en el contenido de la educación para dar un sentido de nación al mexicano del futuro (Aguilar & Meyer, 1997).

Con relación al uso de los libros de texto gratuito para formar la identidad nacional, el presidente López Mateos (1958-1964) justificaba su obligatoriedad en aras de la unidad patriótica y el nacionalismo hacia México que debía afirmarse desde las aulas, tanto con los libros como mediante los programas de estudio. Los consideraba a ambos como mecanismo para dar una identidad al mexicano. Esta concepción se va a reflejar en los libros de texto que tienen, desde su inicio, el propósito de destacar la independencia cultural, la idiosincrasia nacional y el hecho de ser los mexicanos diferentes de otros países de habla hispana, especialmente de España, cuya influencia aún era notable en los manuales escolares, afirma Villa (1988).

Con los libros de texto gratuito se va a concretar el objetivo de inculcar la cultura nacional al niño y se daba por sentado desde entonces, el espíritu nacionalista de los maestros quienes jugaban un papel fundamental en la transmisión e inculcación de "lo nacional" (Villa, 1988, p. 65). Con la implantación de los libros de texto, el Estado tiene un recurso para mantener el control en materia de educación y formación ideológica.

En el período de José Ángel Ceniceros, como Secretario de Educación en la administración del presidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), se manifiesta la preocupación por la formación moral y cívica de la niñez y juventud, por la conciliación entre grupos y sectores sociales a través del fortalecimiento de la mexicanidad, e intenta definir mexicanidad y enumerar sus componentes. Define la mexicanidad, en siete puntos: conciencia de la mexicanidad, sentido del pasado histórico, incorporación del hombre a su territorio, noción de la patria como norma suprema, comprensión del alma nacional, incorporación de lo universal a México, y la mexicanidad como vivencia en el hogar, en la nación y en el concierto universal. Al referirse a las relaciones de México con otros países señala que la mexicanidad debe ser la tónica de nuestra educación y de toda la política nacional (Cardiel, 1997).

En el segundo período de Torres Bodet (1958-1964) como titular de la Secretaría de Educación Pública, reorienta el aspecto formativo de la educación. Descarta el carácter enciclopédico de la enseñanza por una práctica escolar más ligada a la vida cotidiana dando prioridad al desarrollo de la capacidad creativa, a la habilidad en la resolución de problemas y fortaleciendo en los alumnos los valores nacionales.

El sexenio 1964-1970, bajo el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, planteó una reforma a la educación; se reafirmó el precepto constitucional que imponía como fin de la educación "el fomento por el amor a la patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia (Lazarín, 1996, p. 6).

Un momento destacable en la ideología nacionalista vinculada con la educación se dio durante el siguiente sexenio (1970-1976), bajo la responsabilidad del presidente Luís Echeverría con la llamada Reforma Educativa que constituyó un intento por reestructurar el Sistema Educativo Nacional. En este sexenio se expide la Ley Federal de Educación, promulgada el 27 de noviembre de 1973, en sustitución de la Ley Orgánica de Educación Pública de 1941. Esta nueva ley establecía entre las funciones básicas de la educación, el preparar a los ciudadanos del futuro en el respeto y la solidaridad internacional y conseguir el reconocimiento y enriquecimiento de la identidad cultural mexicana. Echeverría afirmaba que el nacionalismo mexicano, con una mayor conciencia de sus orígenes mestizos, se apoyaba en las corrientes americana y europea dentro del marco de la convivencia internacional y que el idioma común para todos era elemento indispensable para la formación nacional.

Para el siguiente período, el del presidente López Portillo (1976-1982), el papel de los medios de comunicación en la formación ideológica de la población era evidente, los programas de televisión preferidos provenían de Estados Unidos. Se inició la hipótesis de que los medios masivos de comunicación estaban en competencia con la escuela en la formación de valores nacionalistas y se planteó, como una de las posibles consecuencias, la adopción indiscriminada de valores transnacionales y la consiguiente pérdida de valores nacionales. Se replanteó la discusión sobre el destino de los múltiples grupos étnicos existentes en el país, dentro de la conformación de la nación mexicana y de una cultura nacional no como homogeneización, sino como el reconocimiento y aceptación de diversas culturas al interior del país. Desde esta concepción se considera que en la nación mexicana no hay, ni tiene por qué haber, una única cultura nacional, sino coexisten diferentes expresiones culturales.

Por su parte, Miguel de la Madrid (1982- 1988) reconocía al nacionalismo revolucionario como la fuerza histórica que unifica a los mexicanos y a la educación como el instrumento con que cuenta la nación para afirmarse (Maya & Silva, 1988).

En el sexenio siguiente (1988-1994), del presidente Carlos Salinas de Gortari, se pueden distinguir dos posiciones en política exterior entre las cuales México oscilaría. La primera es en cuanto a mantener su identidad latinoamericana, a la vez que se asocia con Estados Unidos y se acerca al bloque norteamericano; y la segunda es sobre su realidad como país en vías de desarrollo y su ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde). Desde ese momento la identidad de México como nación fluctúa entre latinoamericano o americano; país del Sur o del Norte.

A principios de 1994 y electo presidente Ernesto Zedillo Ponce de León para el período 1994-2000, situaciones políticas como la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de Chiapas; y económicas, como la devaluación del peso de casi 100%, sacudieron al país. La apertura de los medios de comunicación y la independencia con respecto a las posturas gubernamentales reforzaron la participación de los ciudadanos en campos como la defensa de los derechos humanos, de las mujeres, de los indígenas y de los homosexuales. El escenario social se caracterizó por la inseguridad que parecía vinculada a la corrupción institucional, fraudes bancarios, economía con crecimiento a tasas muy bajas, desempleo y bajo poder adquisitivo. En ese contexto se debilitó la confianza de la población en los gobernantes, los partidos políticos y la figura presidencial así como en las instituciones del Estado. Estas condiciones fracturaron la identidad nacional en los aspectos más racionales, es decir, en sus componentes económicos y políticos. Como consecuencia de esa fractura se modificó el sentido de pertenencia y el de participación de la población y de los jóvenes. La esperanza de la población se ubicó en el cambio político que consideraron podría llevar a una mejoría en las condiciones de vida de la mayoría y para el 2 de julio de 2000, se dio el cambio en el partido político en el poder, el panista Vicente Fox Quezada resultó electo como presidente para el período 2000-2006.

En ese período se diseñó el Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006, que establece la necesidad de la conformación de nuevas formas de relación entre el gobierno y la sociedad para hacer frente a los efectos de la globalización. Se propone el reconocimiento de la diversidad cultural y el fomento de nuevas formas de organización que fortalezcan la cohesión social. En el Plan se reconoce el potencial de la educación como un factor eficaz para la afirmación de la identidad colectiva cuyos resultados dependen de su capacidad para crear, promover y organizar espacios de diálogo y concertación sobre la interpretación del mundo, sobre los valores que deben regir el comportamiento individual y social, sobre el reconocimiento y la valoración de la identidad propia y ajena, y sobre el ejercicio práctico de un comportamiento ético.

Esta tendencia se manifiesta en el Programa Educativo 2001-2006 como uno de sus objetivos básicos, que pretende fomentar la identidad de los mexicanos como miembros de un país pluriétnico y multicultural y favorecer el desarrollo de actividades de tolerancia y de valoración de la diversidad en toda la población y se mantiene esa tendencia hasta el momento actual.

En síntesis, la primera mitad del siglo XX estuvo caracterizada en México por una actividad constante en el aspecto educativo vinculada a los proyectos políticos de cada una de las etapas históricas y, especialmente al proyecto nacionalista mexicano. Las acciones que se realizaron tendían a formar una identidad nacional homogénea que partía, en cierto modo, de la unificación idiomática y educativa del país. En cada uno de los modelos, se percibe una imagen estereotipada del mexicano como caracterización homogénea que ha adoptado diversas interpretaciones, como la ideología hispanista, indigenista y americanista. Esos intentos homogenizantes, por su intensión unificadora, omiten o marginan las identidades regionales del país.

Si la identidad nacional es, como se ha dicho antes, una construcción social que los grupos humanos van llevando a lo largo de su historia, interesa analizar cómo se manifiesta actualmente en el contexto de los cambios económicos, sociales y tecnológicos propios de la globalización.

3. Método

Se ha dicho en párrafos anteriores, que la importancia que la escuela asigna a la formación de la identidad nacional de los niños y jóvenes, se basa en el supuesto de que ésta influirá decisivamente en su comportamiento futuro como ciudadanos de la nación.

Para indagar sobre la identidad nacional y los sentidos de pertenencia y participación en los jóvenes, se administró, en mayo de 2011, un cuestionario a 193 estudiantes de tercer grado de licenciatura en educación primaria de las seis escuelas Normales de Yucatán: "Rodolfo Menéndez de la Peña"; Educación y Patria; Instituto Superior de Educación Normal; Valladolid; Dzidzantún y Ticul de las cuales cuatro son públicas y dos privadas. Las preguntas que se pretende responder son: ¿Qué características tiene el sentido de pertenencia y el sentido de participación hacia las instituciones del Estado en los estudiantes de las escuelas Normales en Yucatán? ¿Cómo se manifiesta el sentido de pertenencia y de participación de éstos?

El cuestionario sobre identidad nacional se conformó con 37 reactivos de respuestas de alternativas múltiples. En su diseño se consideró el modelo de tipo empírico diseñado por Cappello que concibe a la identidad nacional como la manera en que los ciudadanos construyen la representación socio-política de su Estado- nación,- refiriéndose a la teoría de la representación social de Moscovici (1981)-en categorías definidas como el sentido de pertenencia y el sentido de participación hacia las instituciones formales e informales del Estado Nación (Cappello & cols. 2005).

Se incluyeron reactivos de la encuesta Visiones globales 2006, opinión pública y política exterior en México diseñada por la empresa BGC, Ulises Beltrán y Asociados y se complementó con reactivos de diseño propio acerca del rol que corresponde a los docentes en la construcción de identidad nacional de la niñez mexicana.

El cuestionario explora los sentidos de pertenencia y participación de los jóvenes mediante doce reactivos adoptando la clasificación que proponen Cappello y cols. (2005), acerca de las instituciones: a) instituciones directivas, aquellos espacios societales en que los jóvenes interactúan para cumplir fines específicos; b) instituciones expresivas, espacios societarios en que los jóvenes interactúan para expresar sus afectos y emociones solidarias a los símbolos de la colectividad nacional.

Con relación a las instituciones expresivas, se cuestionó a los estudiantes acerca de la participación de los otros y de ellos mismos para resolver problemas de la familia, la comunidad y solidarizarse en caso de desastre natural o violación a los derechos humanos y ciudadanos. En las instituciones directivas se exploró la confianza hacia el presidente, los partidos políticos y el gobierno. De esta manera las instituciones son concebidas como redes integradoras que definen los espacios donde los ciudadanos desarrollan sus relaciones sociales. Cada uno de estos aspectos está interrelacionado con los otros y con fines de análisis se consideraron de forma independiente.

Se asumió que la identidad nacional es el grado de pertenencia y de participación "sentido" por los ciudadanos quienes dan valor y significación a los componentes de su sistema nacional en los aspectos sociales, políticos, económicos y culturales así como al afecto solidario que se expresa hacia el pasado y el presente de su nación (Cappello & cols. 2005, p. 155).

Se ha dicho ya que las identidades tienen carácter heterogéneo y lo mismo sucede con el sentido de pertenencia hacia las instituciones. Se consideró que un alto sentido de pertenencia indica una identidad nacional madura la cual propicia una fuerte solidaridad y cooperación entre los ciudadanos y con las instituciones, consolidando las estructuras del Estado-nación y su legitimidad. Por su parte un alto sentido de participación hacia las instituciones refleja una madurez cívico política que permite la cohesión social de los ciudadanos hacia su Estado-nación.

Los aspectos simbólicos de la identidad nacional se cuestionaron mediante ocho reactivos que exploraron aspectos de orgullo nacional, atribución de la identidad nacional en otros y la relevancia subjetiva de la identidad; doce reactivos más consideran aspectos culturales, económicos y políticos hacia el interior y exterior del país con temas como la participación de México para impulsar proyectos económicos independientes, participar en organizaciones y tratados internacionales e intervenir o no en problemas internos de otros países.

Una tercera sección, con cinco reactivos, cuestiona sobre el compromiso de los estudiantes para contribuir a conservar las costumbres y tradiciones mexicanas, transmitir la historia oficial de México y construir valores e identidad nacional en la niñez mexicana. Se realizó un análisis de frecuencias simples a partir de las respuestas.

4. Resultados

Los componentes emocionales de la identidad nacional se manifiestan sobre todo en la dimensión valorativa simbólica. El 58% de los alumnos dice sentirse muy orgulloso de ser mexicano pero sólo el 34% afirma que haber nacido en México sea un motivo para sentir orgullo. Esto puede parecer contradictorio pero hay que considerar al menos dos concepciones de este sentimiento. Ruiz y Carretero (2010) distinguen el orgullo nacional como sentimiento por formar parte de una nación, como amor propio surgido del aprecio que los otros prodigan y del cual se cree merecedor, es sentirse agente de un imaginario apreciado y apreciable; y, el orgullo como adscripción a una condición exclusiva a partir de la cual otros quedan fuera. Este último es el aspecto del desprecio al otro, el temor y la intolerancia. En la identificación con la nación, afirman los autores, sentimientos como el orgullo nacional se despliegan en un continuo complejo y tensionante entre estas dos versiones de la relación.

El 60% de los estudiantes manifiesta que haber nacido en México le ha dado una razón para luchar por mejorar, lo que se considera una respuesta más racional e instrumental desde la cual los estudiantes manifiestan la identificación con la nación y su disposición a participar en sus proyectos. Cuando se trata de describir a los mexicanos, es decir, atribución de identidad en otros, el 48% de los estudiantes considera que el mexicano se caracteriza por ser conformista y no hacer nada por mejorar, y un 41% piensa que busca su bienestar personal. Un 22% piensa que los mexicanos tienen altos niveles de corrupción e inmoralidad y, una crisis de valores (15%). A pesar del reconocimiento anterior, el 62% de los estudiantes cree que los mexicanos están identificados con su patria y orgullosos de su país (20%). Estas afirmaciones dan cuenta de la complejidad de las relaciones entre la nación y sus connacionales y de la superposición de sentimientos y cabe cuestionarse si esta contradicción es percibida por los jóvenes o disponen, como plantea Kriger (2007), de una estructura de ambivalencia constitutiva.

En este mismo sentido, hay que recordar que los sentimientos nacionales tienen que ver con lo que la nación le permite o le niega a sus connacionales, en tanto individuos e integrantes de grupos sociales específicos, en distintos momentos de sus historias personales por lo que es posible que las problemáticas sociales actuales, pueden percibirse por los jóvenes como amenazantes para su presente y futuro.

Respecto a la dimensión económica, el 74% de los alumnos considera que es mejor para el futuro de México tener participación activa en asuntos mundiales y que la inversión extranjera lo ha beneficiado mucho (59%). Tal vez por ello un 48% están muy de acuerdo o algo de acuerdo en que México y Estados Unidos formen un solo país y sólo un 37% está en desacuerdo con esa propuesta.

Por lo que toca a cuestiones de política exterior, el 55% de los estudiantes afirman que México debe participar en resolver los problemas que afectan al mundo y que debe atender las recomendaciones de organismos internacionales (30%). Para el caso de problemas internos en otros países o violaciones a los derechos humanos, los estudiantes consideran que la intervención corresponde a los organismos internacionales y no directamente a México.

Respecto al sentido de participación, se ha dicho que se puede manifestar de diversas formas, entre ellas mediante la acción solidaria. Ésta puede ser económica, en especie, en trabajo, en política, cultura, manifestación, de género, religiosa, de nacionalidad, regional, étnica, gremial, sindical, logística, moral o de adhesión social. Así, el 63% de los jóvenes manifiesta haber participado en mejorar su comunidad y un 54% ha contribuido a mejorar la escuela a la que asiste. Esa participación ha sido con trabajo (63%) y organizando actividades (41%), y el 51% de ellos estarían dispuestos a trabajar gratis por su comunidad y lo harían con gusto (68%) si es una petición del gobierno.

A partir de las respuestas se afirma que predomina entre los jóvenes la solidaridad determinada por vínculos sociales y que ésta se manifiesta en la interacción directa con los sujetos con quienes son solidarios.

La participación hacia las instituciones puede darse también formando parte de sindicatos, clubes, uniones, movimientos sociales, Organizaciones No Gubernamentales (ONG), y otras formas asociativas formales e informales desde las cuales se puede ser solidario con los otros. Cuando se cuestiona a los jóvenes acerca de si pertenecen y participan en organizaciones de diversos tipos, la mayor frecuencia de respuestas se da en aquellas con fines culturales (47%) seguida de organizaciones religiosas (37%) y deportivas (33%). Los datos indican que las instituciones políticas son las que menos concitan los sentidos de participación y la solidaridad, y son las instituciones sociales y culturales las que obtienen mayores respuestas de parte de los jóvenes.

Los estudiantes comentan que estarían dispuestos a participar en actos por la educación (73%); por la paz (70%); los derechos humanos y en defensa del medio ambiente (64%); es decir, una intensión participativa relacionada con la solidaridad moral.

La disposición por asumir su rol docente como formador identitario es evidente de los resultados obtenidos. El 85% de los alumnos está totalmente dispuesto a contribuir a la conservación de las costumbres y tradiciones mexicanas, conocer más de la historia oficial (77%) y transmitirla en la escuela primaria. Ante la pregunta expresa sobre su disposición a construir en los niños la identidad nacional, el 89% se manifiesta dispuesto. En este aspecto, es posible que los estudiantes manifiesten las respuestas, que consideran como "las reglas que garantizan el triunfo en este nuevo juego y en su inserción a este contexto, que exige papeles y rituales específicos" (Guevara, H., 2009, p. 12).

En síntesis, los estudiantes manifiestan un alto sentido de pertenencia, particularmente en los aspectos valorativos y simbólicos, lo que se interpreta como una identidad nacional madura. Esa condición identitaria es fundamento para una fuerte solidaridad y cooperación de los jóvenes para con los ciudadanos de su nación y con las instituciones del Estado cuya manifestación se espera en una participación activa. Sin embargo la participación de éstos se manifiesta más en forma pasiva, lo que puede limitar la adhesión de los jóvenes hacia el Estado y la nación.

5. A manera de conclusión

En este trabajo se aportaron elementos a la discusión en torno al estado actual de la identidad nacional de los jóvenes mexicanos, particularmente de los que asisten a las escuelas Normales para formarse como profesores. Los resultados obtenidos, aunque surgen de un subgrupo de la población de Yucatán, ofrecen un panorama, que como tendencia podría reflejar lo que está ocurriendo en otros lugares del país y otras escuelas de educación superior.

En la construcción de los aspectos valorativos y simbólicos de la identidad nacional interviene la escuela básica consiguiendo que los sujetos manifiesten, de forma relativamente estable, actitud de respeto a los símbolos patrios y hacia la historia oficial, lo que mantiene activo el sentido de pertenencia. Esos aspectos cumplen una función importante para la incorporación afectiva de los sujetos a la nación, pero sus fundamentos irracionales, afectan la percepción de los jóvenes e inhiben la posterior toma de conciencia sobre las condiciones sociales y políticas de su país lo que limita su participación más activa en la vida social y política.

La afirmación anterior coincide con la de otros autores. Kriger y Carretero (2010) consideran que los estudiantes muestran dificultades en el despliegue de las capacidades críticas para incorporar el conflicto como motor de las acciones históricas y en el seno de una lucha entre grupos con intereses determinados. Para Kriger (2007), la historia escolar regida por objetivos románticos, interviene negativamente en el desarrollo del pensamiento histórico, la comprensión histórica y la capacidad política de los alumnos. Afirma que el adoctrinamiento debe considerarse un claro ejercicio de violencia cognitiva, y que teniendo en cuenta su impronta afectiva y su temprana aplicación, sus efectos pueden ser muy difíciles de revertir (p.77). En el mismo sentido, Wertsch citado por Kriger y Carretero (2010) asegura que los recursos empleados por la escuela con objetivos identitarios, obstruyen el cumplimiento de los objetivos cognitivos que hoy se les demandan a los jóvenes inhibiendo aspectos importantes del desarrollo de la comprensión histórica y de la reflexibilidad.

A pesar de lo anterior, se considera necesario poder apelar al sentimiento de pertenencia y adhesión a la nación en los jóvenes, si ello es posible con racionalidad, es decir, lo afectivo y lo racional deben ir a la par en la construcción identitaria de jóvenes.

Así, la escuela básica enfrenta el desafío de redefinir los medios por los cuales se construye la identidad nacional en la población, si desea conciliar la adhesión a valores nacionales y la formación de ciudadanos comprometidos con su entorno político y social en un mundo globalizado. Una opción en este sentido es pensar la escuela, como propone Echavarría (2003), no sólo con base en la participación y la formación política, ética y moral, sino también y al mismo tiempo, mediante la concreción de los mecanismos institucionales, organizativos y relacionales de vivencia, confrontación y discusión de los derechos y deberes que tienen todos de asumir responsablemente la creación de un espacio democrático apropiado para la convivencia, el aprendizaje y la socialización que permita vivir de forma plena, la ciudadanía.


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Referencia para citar este artículo: Pérez-Rodríguez, I. L. (2012). Identidad nacional y sentidos de los jóvenes sobre su nación. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 10 (2), pp. 871-882.