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Revista Colombiana de Psiquiatría

Print version ISSN 0034-7450

rev.colomb.psiquiatr. vol.33 no.3 Bogotá July/Sept. 2004

 

Epistemología, filosofía de la mente y bioética

 

Ansiedad y creación

 

Anxiety and creation

 

Marcos Roda
Artista, pintor, fotógrafo y profesor de la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB).


Resumen

El autor, como artista, busca acercarse a la relación entre las obras de arte y la ansiedad. ¿Cuáles son las motivaciones?, ¿cuál es el impulso creador que mueve al artista? A través de su experiencia personal y de ejemplos de otros artistas, el autor nos ofrece una visión original sobre el arte, la ansiedad y la creación.

Palabras clave: ansiedad, creatividad, arte.


Abstract

The author, as an artist, seeks to approach the relationship between pieces of art and anxiety. What are the motivations, the creative impulse that moves the artist? Through his personal experience and examples from other artists the author offers an original vision about art, anxiety and creation.

Key words: Anxiety, creativeness, art.


En esta oportunidad voy a tratar de explicar, desde la perspectiva de un artista y como profesor de dibujo, lo que significan las sensaciones de un artista frente al acto creador. Creo que aquella persona que pretende hacerse artista, lo hace porque tiene una necesidad interna de decir cosas y una cierta habilidad para expresarlas, sea como músico, dibujante, pintor, escritor, bailarín, actor o cineasta.

Com o profesor universitario de dibujo y grabado me he encontrado con una verdad ya muy dicha, pero poco asimilada: no se puede enseñar a hacer arte. Se puede ayudar a despertar lo que los alumnos llevan adentro, se pueden dar herramientas y aportar experiencias que indiquen atajos a ciertos caminos; pero el que no tiene esa necesidad, esa voluntad de crear, no hay forma de enseñarle nada. Hay un proceso maravilloso en la enseñanza del dibujo que consiste en hacer comprender al estudiante que tiene que dibujar el modelo que tiene enfrente, no la imagen mental. Hay que enseñar a dibujar con el lado derecho del cerebro. En el momento en que los estudiantes empiezan a dibujar así, ya no hay marcha atrás.

Es como cuando se aprende a montar en bicicleta.

Sin embargo, hay un porcentaje de alumnos que nunca logra aprender a representar un modelo en un plano bidimensional. Eso no necesariamente quiere decir que no puedan ser buenos artistas, sólo que carecen de eso que se necesita para dibujar bien. Con la creatividad sucede lo mismo. Una de las premisas del arte es la continua innovación. El artista es un fuera de la ley por definición, un prestidigitador que debe sacar algo distinto del sombrero en cada acto. Eso, esa habilidad y esa necesidad, no la tiene todo el mundo y no se puede transmitir, porque está ligada a lo más profundo de la psiquis de cada cual, pero en ese terreno no me voy a meter, porque no es mi especialidad.

En mi experiencia como pintor he hecho sobre todo acuarelas.Acuarelas de paisajes que se nutren de exploraciones fotográficas. Pensando en el porqué de pintar paisajes, creo que la respuesta está en que siento que hago una especie de catarsis en el proceso de pintarlos, al entender como interactúan los colores y las formas en la naturaleza. Es como volver a crear la naturaleza, pero haciendo hincapié en los aspectos que a uno le han producido placer estético, o moral, si se quiere. Tal vez uno hace ese proceso para compartirlo con los demás, pero en general es durante éste cuando cobra sentido el acto creativo.

Un artista profesional, uno que trata de vivir o vive de su arte, acaba dándose cuenta de que lo único que produce obras de calidad es la investigación y el trabajo. Investigación y trabajo fustigados por la que yo llamaría ansiedad-voluntad, porque los artistas sin esa espuela se dedican a reproducir la formula del éxito, pierden el placer de crear y ganan dinero, aunque, posiblemente, deben sufrir por saber que se repiten sin placer. Son muchísimos los ejemplos de artistas que vivieron toda su vida trabajando sin parar con o sin reconocimiento social. Ésos son los buenos, los acepte o no la sociedad. Son buenos porque para ellos lo importante, a lo largo de la vida, fue ese goce catártico que pudieron lograr mientras creaban.

Algunos lograron ese goce y fueron reconocidos y prósperos, como Rubens, y es evidente el placer de pintar que emanan los cuadros de Rubens. Al pobre Van Gogh le pasó lo contrario, no vendió casi nada a lo largo de su vida, pero no se puede negar el goce, además de la angustia que emanan sus pinturas, un goce y una angustia que hoy valen millones, como si esa espectacular exacerbación de los contrarios cotizara más en el mercado.

Creo que si un artista no goza, no se eleva al crear, no tiene nada que transmitir. Parte de esa elevación, de ese trance, de ese goce, está en el desvanecimiento momentáneo de la ansiedad, que se logra luego de trabajar mucho en una obra. Pero, además de esa ansiedad, propia de la duda y la inseguridad, está la angustia existencial, que de cierta manera es el motor de la creatividad.Es como si al crear algo se lograra un lapso de placer que aliviara momentáneamente la angustia de vivir.

Juan Rulfo, el escritor mexicano, sólo escribió dos libros. En 1955 abandonó definitivamente la literatura.Sin embargo, como fotógrafo continuó la búsqueda que para él ya había agotado escribiendo. Después de varias décadas, hoy su obra fotográfica es tan importante como la escrita. Y cuando uno mira sus fotos, entiende que está hablando del mismo tema que el de El llano en llamas o el de Pedro Páramo. ¿Lo que movió a Rulfo a ese cambio de herramienta creativa fue la autocrítica, la ansiedad ante la hoja en blanco? ¿Tal vez la íntima seguridad de haber agotado el manantial de lo que tenía para decir en literatura?

De todos modos, la decisión que tomó fue valiente y rara. Con ella dejó una obra múltiple para entender el alma del mexicano y la de todos los seres humanos. Julio Paredes, escritor colombiano, buen amigo mío, publicó hace poco una novela titulada La celda sumergida, cuyo tema es la crisis creativa de un joven arquitecto que quiere hacer la casa ideal, la obra perfecta.Este arquitecto es un mar de dudas en lo que atañe a todas las cosas de su vida personal y sentimental, y la novela, con ironía, da a entender que en la búsqueda de esa obra perfecta el protagonista quiere poner en orden todo lo que de otra manera no puede controlar.

Julio Paredes escribe con una férrea voluntad, pese a lo poco que le produce económicamente. A veces me habla del sufrimiento al que está abocado por la vocación literaria. Sus cuentos y novelas giran todos en un mismo ámbito, construido con recuerdos de su vida y la de los seres que se cruzaron en ella. Sin embargo, pretende dotar esos recuerdos y vivencias del vuelo y de la universalidad de la gran literatura, pretende hacer arte. Julio es un lector erudito y un conocedor amoroso de la música. Creo que puedo decir que goza profundamente al escribir, a pesar de lo que sufre cuando piensa sobre lo que ha escrito o lo que le falta por escribir, precisamente porque conoce qué tan hondo hay que llegar para producir una obra de arte.

Julio Cortázar escribió una novela inspirada en la vida del mítico saxofonista Charlie Parker, llamado The Bird, por su fuerza melódica, creador del bebop y uno de los primeros en introducir la música latina al universo del jazz. El personaje de El perseguidor se llama Johnny Carter y lo que persigue a lo largo del relato, que es el largo de su vida, es algo que no logra asir cuando toca el saxofón. Johnny siente que a veces el tiempo se congela, y para él puede pasar un año mientras toca una pieza de diez minutos. Las drogas y la música lo van sumergiendo en esa búsqueda imposible del dominio del tiempo y lo llevan a la locura y la muerte. Charlie Parker fue, en su momento, el saxofonista más avanzado técnicamente en el mundo del jazz, fue uno de los mas inspirados, y gozó de gran fama. Sin embargo, al final de su carrera, en medio de conciertos en los que estaba tocando maravillosamente, rompía el saxo y abandonaba la sala para desaparecer de los escenarios por temporadas cada vez mas largas de depresión. ¿Lo que impulsó a Cortazar a escribir sobre el malogrado Parker fue la búsqueda de respuestas a su propia angustia creativa? Imagino que sí, y más si nos acordamos que su novela Rayuela es toda ella una gran angustiada búsqueda de respuestas.

Paul Gauguin, Paul Cézanne y Francis Bacon son algunos pintores que llegaron al arte ya mayores y desde profesiones diversas. Los tres influyeron de manera incuestionable en la historia de la pintura, inyectando una visión nueva, vital, profundamente distinta del arte de pintar, cada cual a su manera y en su momento, como si esa vocación tardía surgiera avasalladora e incuestionable, de manera que no había más remedio que aceptarla. Lo que tenían que decir implicaba renunciación y, eventualmente dolor, aunque, me imagino, también mucho placer.

En el caso de Francis Bacon esa vocación tardía parecía obedecer a una necesidad tan fuerte como las ansias de vomitar, y lo que salió de su pincel fue uno de los actos de catarsis a través del arte más violentos y descarnados. Si uno se pregunta para qué sirve el arte o qué es arte, se mete en camisa de once varas. Yo no soy un conocedor de lo que dice la filosofía, pero en mi carrera como artista y como docente he tenido que hacerme y que responder para los estudiantes esa pregunta muchas veces. Uno de los conceptos en uso es el de que el artista le da una nueva dimensión a lo que está trabajando. Eso quiere decir que el artista hace visible la imagen que trabaja, entre otras muchas.

Así, para poner un ejemplo, La Gioconda no es sólo el retrato de una señora del siglo XV, sino un retrato entre los retratos: algo inquietante, distinto, que hace que la gente vaya en muchedumbre a apretujarse alrededor de ella, como si transmitiera algún efluvio milagroso. Sin embargo, Leonardo da Vinci nunca lo consideró una obra terminada, una obra satisfactoria y nunca la entregó al que se la había encargado. De hecho, Leonardo dejó muchas de las pocas obras que hizo, sin terminar. Como si pusiera tan en alto la perfección artística que se considerara incapaz de alcanzarla, a pesar de la gran aceptación que tuvieron sus obras.

Las Meninas, de Velásquez, no son el retrato de la hija del rey y sus sirvientes. No son un autorretrato. Aparentemente el pintor se paró frente a un espejo, con los modelos posando a su lado, y así la pintura es, al mismo tiempo, un espejo en el que se refleja toda la escena, incluida la parte de atrás del lienzo donde está pintada, y, al fondo de la sala, otro espejo donde se reflejan el rey y la reina, en un juego típico del barroco.Las Meninas fueron hechas,según algunos historiadores, para ocupar completamente una pared del despacho de verano del rey y convertirse en un espejismo, en un juego óptico, que recibiera a los cercanos del rey y acompañara al mismo monarca en sus momentos más íntimos.Eso dice mucho de la maestría de Velásquez y de la admiración que por él sentía Felipe IV. Velásquez sabía que era capaz de pintar la realidad de la manera más real, pero no era el alarde de realismo lo que lo movía a pintar. Al incluirse en Las Meninas, así como al incluir a la enana, al perro y a los reyes mirando desde otro espejo, lo que logra es darle una nueva dimensión a una escena cotidiana del palacio, haciendo visible ese cuadro entre los cuadros.

Es más, esa visibilidad le muestra a cada espectador algo distinto, no necesariamente lo que Velásquez quería mostrar. Es indudable, entonces, que esa escena cotidiana, perpetuamente congelada en el tiempo, construida pincelada a pincelada por el pintor, transmite o permite evocar muchas más cosas de las que en su momento permitió el grupito de personas y un perro, que se reunían a posar en un salón de palacio o lo que hubiera transmitido un simple retrato de la infanta.Finalmente, esa intención de Velásquez de hacer visible su retrato de la infanta demuestra que en él había esa compulsión creadora que no se conforma con llenar los requisitos de un buen trabajo artesanal, sino que pretende trascender y abrir otras dimensiones a la mirada, a la lógica, a la vida misma.

El poeta Fernando Pessoa era ayudante de contador de una firma de Lisboa que comerciaba telas. La oficina quedaba en la Calle de los Doradores. Durante la jornada de trabajo llenaba un gran libro de cuentas frente a una ventana con amplia vista sobre los techos de la ciudad, el río Tajo y la bahía llena de barcos y veleros. Pessoa era un solitario, nunca vivió con una mujer, aunque mantuvo un noviazgo platónico durante muchos años.Hablaba y escribía en francés e inglés, pero no conoció ni Inglaterra ni Francia. Su mundo se circunscribía a unas pocas calles alrededor de la pensión en la que vivía, la oficina en la que trabajaba y los cafés y restaurantes en los que hablaba de literatura con otros escritores y poetas. Cuando su trabajo terminaba, Pessoa escribía poemas.Escribía con distintos seudónimos y personalidades (a eso se le llama heterónimo). Cada heterónimo tenía una vida distinta, así el uno era sofisticado, profesional, anglófilo y de derecha; mientras que otro era un campesino, casi analfabeta y otro, ingeniero, vivía en África.

Escribió amparado en más de cinco personalidades distintas, cada una de ellas con un estilo literario definido, como quien vive varias vidas.

Pessoa fue conocido en su tiempo, y alternaba con intelectuales, publicaba en revistas y sus opiniones tenían influencia en el medio literario portugués. Sin embargo, no fue sino hasta varios años después de su muerte cuando empezó a ser reconocido fuera de su país como una de las grandes figuras de la literatura universal. Un libro que trabajó casi a lo largo de toda su vida y quedó sin publicar cuando murió fue el Libro del desasosiego. Voy citar el principio y el final de uno de los poemas ahí incluidos para concentrarme en la fuerza de su significado.

    Cuando nació la generación a la que pertenezco, encontró al mundo desprovisto de apoyos para el que tuviera cerebro, y al mismo tiempo corazón. El trabajo destructivo de las generaciones anteriores había hecho que el mundo para el que nacimos no tuviese seguridad en el orden religioso, apoyo que ofrecernos en el orden moral, tranquilidad que darnos en el orden político.

    […] Nacimos ya en plena angustia metafísica, en plena angustia moral, en pleno desasosiego político. En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.

El siguiente poema, del mismo Libro del desasosiego, lo transcribo completo:

    Encaro serenamente, sin nada más que lo que en el alma represente una sonrisa, el encerrárseme siempre la vida en esta Calle de los Doradores, en esta oficina, en esta atmósfera de esta gente. Tener lo que me dé para comer y beber, y donde vivir, y el poco espacio libre en el tiempo para soñar, escribir-dormir, ¿qué más puedo yo pedir a los dioses o esperar del destino?

    He tenido grandes ambiciones y sueños dilatados, pero también los tuvo el cargador o la modistilla, porque sueños los tiene todo el mundo: lo que nos diferencia es la fuerza de conseguirse o el destino de conseguirse con nosotros. En sueños soy igual al cargador y a la modistilla. Sólo me diferencia de ellos el saber escribir. Sí, es un acto, una realidad mía que me diferencia de ellos. En el alma soy su igual. Bien sé que hay islas del sur y grandes amores cosmopolitas, y si yo tuviese el mundo en la mano, lo cambiaría, estoy seguro, por un billete para la Calle de los Doradores.

    Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza. Sentiré añoranzas de Moreira, ¿pero qué son las añoranzas ante las grandes ascensiones? Sé bien que el día que sea contable de la Casa Vasques y Cia. será uno de los grandes días de mi vida. Lo sé con una anticipación amarga e irónica, pero lo sé con la ventaja intelectual de la certidumbre.

En todos los anteriores ejemplos pretendo mostrar que lo que mueve a los artistas a crear es una necesidad insoslayable, y que el proceso alquímico de la creación transforma ansiedad, dolor o angustia en placer y paz. Momentáneamente.

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