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Revista Colombiana de Psiquiatría

Print version ISSN 0034-7450

rev.colomb.psiquiatr. vol.36 no.4 Bogotá Oct./Dec. 2007

 

La violencia en la palabra: narraciones de madres atrapadas en sus redes sociales*

 

Violence in the Word: Narratives of Mothers Trapped in Their Social Networks

 

Alfonso Rodríguez G.1, Gilma Rodríguez E.2, Lucía Roldán R.3

1 Médico-psiquiatra. Clínica Montserrat. Universidad El Bosque. Profesor asociado de la Facultad de Medicina, Área Psicosocial, Universidad El Bosque. Bogotá, Colombia. rodriguezalfonso@unbosque.edu.co

2 Nutricionista. Pontificia Universidad Javeriana. Profesora titular. Área Comunitaria de la Facultad de Medicina, Universidad El Bosque. Bogotá, Colombia.

3 Trabajadora Social. Universidad La Salle. Profesora asociada. Área Comunitaria de la Facultad de Medicina, Universidad El Bosque. Bogotá, Colombia.

 


Resumen

Objetivo: Realizar un estudio descriptivo y analítico sobre los imaginarios de mujeres embarazadas en condiciones de precariedad y violencia, acerca de su percepción del embarazo y de sus redes intrafamiliares y extrafamiliares, por medio de sus narrativas. Método: Se aplicó una encuesta a 350 mujeres gestantes del programa Familia Gestante-Bebé Sano, del Departamento Administrativo de Bienestar Social de la Localidad de Usaquén, con seguimiento de un año (seis meses de gestación y seis meses de crianza del niño), realizando un análisis a profundidad de la narrativa en 50 madres entrevistadas. Resultados: Las mujeres entrevistadas pertenecen, en su mayoría, a familias extensas, jerarquizadas, rígidas en su dinámica, con prácticas monótonas, cuyos valores son impuestos por el grupo familiar (padres o pareja) y relaciones ambiguas con las instituciones. De ellas, 44% no venían planifi cando y 52% no lo hacen luego del parto; 92% no son propietarias y la mayoría manejan relaciones de dependencia. Más de la mitad suspendieron su escolaridad al quedar embarazadas y tres cuartas partes no trabajan. Conclusiones: La población evaluada requiere mayor apoyo para el fomento de su autonomía en la toma de decisiones en temas como sexualidad, escolaridad, tenencia de propiedad, planifi cación y, en general, un mayor conocimiento y ejercicio de sus derechos ciudadanos.

Palabras clave: redes sociales, sistemas, narrativas de violencia, maternidad, gestante, crianza.

 


Abstract

Objective: To carry out a descriptive and analytical study on the imaginaries of pregnant women in precarious and violent conditions, concerning their perception on pregnancy, and their intra and extrafamily networks, basing this study on their usual speech. Methodology: Survey applied to 350 pregnant women from the “Gestating familyhealthy baby” Program of the Administrative Department of Social Welfare at Usaquén (Bogotá), with a one-year monitoring period (six month during pregnancy and six month during the nursing stage), based on the detailed speech analysis of the interviews with 50 women. Results: Most of the interviewed women belong to extensive, hierarchical families, with rigid dynamics and monotonous practices; their values are imposed by the family group (parents or couple) and they have ambiguous relationship with institutions. 44% of them did not use any birth control method, and 52% would not use it after the labor. 92% of the women are not house owners, and the majority of them manage relationships of dependence. More than 50% suspended their studies due to pregnancy and 75% do not work. Conclusions: The evaluated population requires greater support in order to promote its autonomy in making decisions about topics like sexuality, education, house ownership, birth control, and, in general, exercising their civil rights.

Key words: Social networks, systems, violence speech, maternity, pregnancy, breeding.

 


Introducción

Estructura, función y dinámica de los sistemas sociales

El modelo sistémico ofrece herramientas conceptuales útiles para la comprensión de sistemas abiertos, como los sistemas vivos y los sociales. Por tratarse de sistemas dinámicos en “equilibrio fl uyente”, el análisis de redes sociales debe atender a la codeterminación entre estructura y función; mostrar aquello que aparece en la interacción a la manera de propiedades emergentes y tener pendiente el nivel al que corresponden las observaciones (1).

Según Von Forester, el modelo descansa en tres pilares: la cibernética, el constructivismo y la hermenéutica (2).

La cibernética introdujo el concepto de retroacción de Norbert Wiener, útil para comprender la causalidad circular de los fenómenos de la vida, los sociales y los psíquicos, en los que se pueden dar patrones de redundancia, recurrencia, reedición, iteración, retroalimentación y recursividad, con el fi n de mantener el funcionamiento del sistema (2). Junto con el concepto de autopoiesis, la circularidad de las interacciones cobra un gran valor explicativo para entender la capacidad de autoorganización de sistemas como los sociales y la complejidad de procesos como identidad, pertenencia y autonomía frente a un entorno (1).

El constructivismo aporta al modelo sistémico la inclusión del sujeto en la constitución de aquello que conoce. De manera circular, la percepción guía la acción que brinda la experiencia, que crea el conocimiento, que a su vez permite nuevas acciones. La cognición es una traducción simbólica de lo percibido en contextos específi cos; clasifi ca la experiencia con el fi n de preparar al individuo para operar en el mundo y evitar situaciones displacenteras (3).

La hermenéutica nos señala que no descubrimos el mundo, sino que creamos mundos en el lenguaje al operar en “multiversos”. Los acuerdos que hacemos en el lenguaje sobre los significados de aquello que percibimos constituyen una traducción y no un conocimiento “de primera mano”. La acción del sujeto está siempre inmersa en universos simbólicos y sociales; así, el lenguaje es un sistema simbólico fundamental, que permite, desde el vientre materno, sentar las bases para la construcción de la identidad, de la identifi cación con otros y del sentido de pertenencia, en medio de la interacción yo-otro (4,5).

Estos procesos básicos están facilitados por las relaciones vinculares tempranas, y ampliamente en el mundo social, por la cultura; y están mediados por el lenguaje. Somos muchos en uno, ya que participamos de diversos contextos y, por tanto, podemos hacer (tener) diferentes voces, narraciones o historias mismas que pueden ir cambiando en el monólogo interno y en el diálogo sostenido con fi guras afectivamente signifi cativas del entorno, para ser reforzadas o invalidadas (4).

El lenguaje cumple una función retórica-respondiente, ya que más que hacer referencia a algo, responde frente a quienes nos rodean, y confi gura así las relaciones entre quienes conversamos. La actividad mental misma es también una actividad conjunta, que tiene implicaciones morales prácticas (toma de decisiones), está siempre encarnada en sujetos y situada en tiempo y espacio (contexto) específico (5).

Para Piaget, el individuo establece su relación con el mundo mediante el empleo de “esquemas de acción”. Para sobrevivir y adaptarse, el humano inevitablemente debe entrar en interacción con otros, evitar situaciones displacenteras o peligrosas, acomodarse a nuevas situaciones donde se atribuye a los demás las mismas características que se observan en sí mismo respecto a la intencionalidad de sus acciones y, así, poder predecir en cierta medida lo que puede ocurrir en la interacción (3).

Las teorías piagetianas han sido cuestionadas por sus implicaciones deterministas, entre otros, por Castoriadis, quien afi rma que esto no explica la diversidad y la dinámica observada entre individuos y sociedades humanas, donde aparece el fenómeno de lo imaginario, manifi esto en el plano individual en la imaginación y en el social en lo que llamó el imaginario social o imaginario instituyente (6).

Estos imaginarios dejan percibir la conducta humana individual y colectiva muchas veces como contradictoria, al aparecer tipos de racionalidad donde la intuición y la emoción desempeñan un papel fundamental, al poder cumplir finalidades no “funcionales”, ni de carácter material, determinadas por signifi caciones sociales nucleares, compartidas por un colectivo y que a su vez le dan fuerza cohesionadora.

Estas consideraciones son relevantes al abordar un problema de investigación que incluya imaginarios relacionados con la concepción de mujer, maternidad, familia, redes, bienestar, salud, enfermedad, etc., lo que acaba con la utilidad del empleo de dualidades como micromacro, individuo-sociedad, y remite la comprensión de estos conceptos al estudio sociohistórico-narrativo del devenir de los individuos y los colectivos.

Las relaciones con las personas signifi cativas del entorno y luego con otros individuos confi guran las signifi caciones imaginarias, que, a manera de mapa, permitirán operar en el medio; pero éstas, a su vez, confi guran al sujeto mismo permitiéndole la acción como individuo social. Cuando dicho accionar fomenta la identidad y, por tanto, la posibilidad de elegir dentro de un menú de opciones en la estructura relacional, se alcanza la posibilidad de ser creativo y, gracias a ello, se confi gura un sujeto refl exivo y autónomo, con capacidad de dirigir sus acciones de manera intencional y con conocimiento de sí y de su pertenencia a un nosotros (7). Aquí se entiende la autonomía (y la autopoiesis) como un cierre operacional que, afi rma Francisco Varela, no debe ser entendido como una ausencia de interacción, sino como “operación al interior de un espacio de transformaciones” (8).

E. Morin afi rma que los fenómenos relacionados con la vida y lo social transcurren en dinámicas complejas de orden-desorden, donde las estructuras pueden transformarse manteniendo la identidad frente a un entorno y, aún así, compenetrarse de tal forma que “la sociedad produce los individuos que producen la sociedad que los produce” (9). El mundo viviente, tanto como el social, está constituido por una red de relaciones inmersa en redes mayores, donde acontecen procesos permanentes de desorganización y reorganización, y tanto estructura como función dan la consistencia total del sistema (10).

En cuanto las redes sociales son matrices de relaciones (por afi nidad o por rechazo) en constante creación y recreación, donde se co-construye la propia identidad, se espera que la estabilidad y recursividad de algunas de estas relaciones las convierta en interacciones de apoyo, integración y protección; así, son más signifi cativas las más próximas y cotidianas, aunque éstas se encuentran siempre infl uenciadas por otros espacios de interacción macro en los que un individuo puede no participar de manera directa (11).

En el caso de la interacción que se da en la red familiar, es claro que su impacto en la constitución del sujeto y la posibilidad de dejar huella para futuras interacciones está dado, precisamente, por ser interacciones copresenciales, donde los vínculos permiten acciones recíprocas y recurrentes en el espacio de la vida cotidiana (12). Es en este espacio “microsistémico” donde se manifi esta de manera más directa la infl uencia de otros, confi gurando en los individuos patrones de conducta, al reafi rmarse ciertos signi- fi cados, sean éstos compartidos o no, con otros miembros del entorno (11). Los patrones de conducta en las familias se ponen en evidencia al observar las tareas realizadas por cada uno de los actores y que son dadas según los roles esperados, los cuales son comunicados o reforzados de manera explícita o implícita cuando existe una implicación afectiva (no necesariamente positiva) entre los miembros; a su vez, existen estrategias de control en estas mismas familias, todo ello inmerso en un contexto de valores y normas compartidas por otras redes (13).

El lenguaje está implícito en cada uno de estos factores descritos del funcionamiento familiar y participa igualmente cuando el individuo incursiona en otras redes sociales. Los discursos de los participantes pueden ejercer poder de manera dialogante o crear violencia, al imponer de manera autoritaria un signifi cado en particular de manera monológica (14). También, pueden coexistir varias narrativas en una misma persona para diferentes contextos o redes conversacionales, lo que implica que podemos tener varias voces que son, a la vez, un refl ejo y un producto de diálogos internos indicativos de que tenemos varias “mismidades” (4).

Los vínculos establecidos en el ambiente familiar pueden limitar, ampliar o hacer más prevalentes algunos roles y discursos al establecer compromisos, en la historia familiar, marcados por las experiencias previas de los participantes, que determinan una mayor simetría o asimetría en la relación, confi - gurando así estilos familiares que determinan la orientación relacional del sistema familiar (15).

Al participar en las conversaciones familiares, las mujeres se constituyen como sujetos, pero a su vez van siendo sujetadas a discursos dominantes o prevalecientes en la sociedad, que para el caso latinoamericano, y específi camente colombiano, se desarrollan en medio de relaciones jerarquizadas y centradas en reglas impuestas por los de mayor edad o por el proveedor. Estas interacciones promueven la construcción de la subjetividad femenina, privilegiando el rol de la maternidad y la responsabilidad en el espacio doméstico con tal intensidad que las mujeres maternizan a sus hijas para que ejerzan la maternidad; buscan así una simetría en la relación, bajo el poder aparente que ofrece la tenencia de los hijos (16).

En la red de relaciones familiares se crean estructuras de poder, cuya direccionalidad va de padres a hijos y de hombres a mujeres, con el empleo de mecanismos de disciplina y control, más evidentes en la crianza de las niñas. Empero, la asimetría no ubica a quien la sufre en posición de inactividad; surgen estrategias de resistencia pasiva, reclamos constantes, manejo de la sexualidad y la maternidad como estrategia de poder, reclamos económicos, alianzas con otros “débiles” (los hijos), replegamiento en las rutinas del hogar o en el cuidado de los hijos, alianzas con las familias de origen y, con frecuencia, la salida violenta de una de las partes en confl icto (17).

Pero, también, las mujeres crean nuevas formas de subjetividad que, a su vez, han producido cambios demográfi cos en indicadores como natalidad y nupcialidad, que tienen impacto directo en sus condiciones de salud y en su participación en otras redes sociales y en la red familiar bajo otras condiciones. Los indicadores muestran que las mujeres latinoamericanas tienden a casarse a edades más tardías (18). Aumenta el número de parejas que cohabitan antes o sin matrimonio. Ha descendido el número de hijos por mujer.

Rosales y colaboradores (18) han encontrado en adolescentes mexicanas que la edad biológica no es un factor determinante de las transiciones en el curso de vida; son más signifi cativos para ellas los cambios en el estatus familiar y los roles que los sustentan. Este tiempo individual no siempre está sincronizado con el familiar, lo que produce conflictos.

El tiempo familiar puede ser evaluado por medio de momentos de transición, como las uniones, el nacimiento de los hijos, la crianza y salida de los hijos del hogar, el retiro laboral u otros eventos normativos que alteren su organización. Se reconoce que la entrada a la vida de pareja y el inicio de la maternidad como eventos en el curso de vida de una mujer están fuertemente determinados por su nivel de escolaridad y su contexto de residencia (18).

La educación es un factor estructural básico en el ordenamiento del paso del rol de adolescente al propio de una mujer adulta; un mayor nivel educativo es una variable que retarda este paso y optimiza los logros en las tareas (18).

Por otra parte, el ser propietaria, arrendataria, inquilina, “invasora” en el espacio de la familia de su pareja, o madre soltera viviendo con los padres, puede marcar diferentes grados de empoderamiento y sentido de pertenencia al lugar. En el mundo contemporáneo, el “ser en el mundo” ya no está marcado claramente por la sucesión de los acontecimientos en el eje del tiempo, debido, entre otros factores, a las nuevas formas de comunicación asincrónica entre los participantes; así, la subjetividad está signada de manera diferente por la forma en que los lugares “son vividos”. Las “prácticas e imaginarios” respecto a morar, residir o vivir se confi guran en las relaciones de los sujetos con el espacio, esto es relevante en el caso del poder que da a las mujeres la posibilidad de ser propietarias (19).

Acerca de las redes sociales

De manera básica, se ha establecido que los elementos mínimos que se deben considerar en el análisis de redes sociales son los nodos, los vínculos, el intercambio y el apoyo. Los nodos son los componentes entre los cuales se establecen los vínculos; los vínculos corresponden a la comunicación que se establece entre los nodos; el intercambio es la transacción afectiva, emocional o material; y el apoyo es el resultado fi nal del intercambio entre los nodos. Este último viene a ser la expresión de la funcionalidad de una red (20). La estructura de la red se va construyendo a partir de vínculos existentes entre dos o más nodos diferenciados, que se constituyen como agentes sociales. Las redes sociales son dinámicas, cambiantes con el tiempo, con las circunstancias y con los entornos; se fortalecen, se debilitan o se rompen dependiendo de momentos de crisis, como el desempleo, los embarazos, las separaciones y divorcios, las enfermedades o muertes de seres queridos, los abandonos u otros eventos aún más catastrófi cos (21).

Dicho de esta forma, no es su- fi ciente la pertenencia o ausencia en relación a una red social para evaluar su bondad o perjuicio (léase protección o vulnerabilidad), se requiere conocer de manera cualitativa si existe el sentido de afi liación (pertenencia) a ella, el grado de identifi cación del sujeto o el grupo con dicha red, la confi anza o no que se tenga en ella y si ésta provee seguridad respecto a la percepción de continuidad en los benefi cios que la red ofrece (22).

Para Carlos Sluski (23), el análisis de la estructura de redes incluye considerar su tamaño, densidad, distribución, accesibilidad y heterogeneidad, pero, también, aspectos cualitativos como el grado de compromiso, la intencionalidad existente entre los participantes y la historia común “experienciada”.

Maritza Montero (24) destaca que este “borroso” concepto tiene un valor político, la acción en red es un recurso para la acción humana transformadora de realidades sociales; agrega que las redes sociales pueden ser consideradas como una vía para el desarrollo de una ciudadanía realmente participativa. Para que cumpla esta función, la red debe ser un sistema abierto, heterárquico, de participación espontánea, basada en la solidaridad y la cooperación, y no responder a una autoridad superior, aunque supone una cierta comunidad de creencias o de valores que constituyen su elemento aglutinador.

Un funcionamiento social en red no evita los confl ictos, usa la negociación como instrumento para lograr metas, al incorporar la diversidad, abrir espacios a la creatividad y la innovación, responder a las necesidades con una orientación que busque solucionar problemas, optimizar y producir recursos movilizando a los implicados, invitándolos a la refl exión y al intercambio de información (24).

En esta utopía, subjetividad y ciudadanía van de la mano y sólo podrían desarrollarse en el espacio de las redes sociales aplicado en un sentido radical, mediante la apropiación consciente e intencional de los (las) participantes en ella. Para el caso del desarrollo de la participación ciudadana en las mujeres (25), implicaría una pedagogía que fomentara la mediación entre las posibilidades de autonomía e intimidad y que favoreciera una simetría mayor en las relaciones, y a ello va dirigido este primer intento de acercamiento a la comprensión de las redes sociales en espacios concretos como el de este estudio. La realidad es susceptible de ser transformada en la instancia de las redes sociales, mediante estrategias de intervención en el colectivo (7).

La fuente de la autoconciencia, la identidad y la subjetividad que permite una transformación de tal magnitud no es otra que la narratividad de las experiencias y su verifi cación en el espacio interpersonal, y a ello también se debe apuntar para conocer el grado de desarrollo de éstas en un modelo de investigación cualitativa (26). No hay otra forma de corroborar la experiencia que por medio de la narrativa, es decir, la experiencia mediatizada por sistemas simbólicos (lenguaje) que la confi guran. La narrativa de la experiencia también es siempre un relato del pasado que da temporalidad al sujeto y que estructura la vida. Así mismo, al ser compartido el relato, genera el tiempo lingüístico, que es por sí mismo la manifestación intersubjetiva en un espacio biográfi co (27).

En el campo de la salud, se reconoce que la pertenencia a redes sociales protege a las personas de las enfermedades y mejora la calidad de vida. Se ha demostrado que junto con los determinantes biológicos y psicológicos, la familia y el ambiente social son importantes en la salud de los niños en todas las edades (28).

Existen evidencias de intervenciones dirigidas al mejoramiento de la salud mental y de las interacciones sociales de madres y padres, que han demostrado buenos resultados en cuanto al efecto sobre el desarrollo psicosocial del niño a corto y a largo plazo (29-31).

El Centro de Investigaciones en Desarrollo Humano (Cidhum), de la Universidad del Norte de Barranquilla, en contexto de pobreza, muestra con el proyecto de atención integral a la infancia de la Costa Atlántica que, junto con la participación de la familia, las redes sociales generan mecanismos reparadores por medio de la confi anza que se establece entre sus miembros, formas de cooperación, sociogestión y autoayuda para superar situaciones difíciles y de crisis (32).

Método

Participantes

Se realizaron entrevistas a 350 mujeres durante su gestación y en el periodo de crianza, asistentes al ‘Programa de familia: gestante-bebé sano’, del Departamento Administrativo de Bienestar Social, Centro Operativo Local de Usaquén, entre marzo de 2005 y junio de 2007, que participaron en el estudio “Las redes sociales de las mujeres gestantes y en periodo de crianza y su acción concurrente en la morbilidad y mortalidad de los niños durante los primeros seis meses de vida”, realizado por la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque y el Departamento de Bienestar Social (DABS), y fi nanciado por Colciencias. En todos los casos se diligenció un instrumento de recolección de la información de tipo estructurado, previa firma del consentimiento informado. Este estudio descriptivo y analítico siguió una primera fase de caracterización de las redes y de obtención de información sobre las variables cuantitativas, mediante el instrumento de recolección estructurado. Posteriormente, se realizaron entrevistas a profundidad en tres momentos del embarazo y el periodo de crianza para cada una de las madres y se analizó el discurso en cincuenta casos: veinticinco en menores de veinte años y veinticinco en mayores de veinte; se tomó una muestra por conveniencia, dada la poca variación en las categorías de análisis de los relatos.

Fuentes de información

Se empleó una técnica multimétodo donde se combina el análisis de narrativas de 50 madres gestantes de un total de 350 entrevistadas, centrándose en la comprensión del sistema madre-bebé, en la percepción que la madre tiene de su entorno y de la dinámica familiar, con indicadores cuantitativos de vulnerabilidad, protección, riesgo y resiliencia, que no se pueden considerar factores causales, pero sí concurrentes con el proceso saludenfermedad.

La información sobre aspectos estructurales se obtuvo del instrumento de identifi cación diligenciado al ingreso del estudio y con la aplicación del ecomapa y el familiograma, que permiten apreciar la estructura familiar, la relación establecida con las redes extrafamiliares y las fuentes de recursos fuera del sistema, su posible carencia, fortaleza o debilidad y su flujo.

Los aspectos dinámicos se extraen de contrastar los cambios o persistencias de las estructuras familiares en dos momentos de evaluación diferentes para la muestra de 50 madres, esto incluye el elemento temporal en el análisis, al buscar su expresión en términos de movilidad o rigidez de la estructura. Se analizaron 50 de los relatos de las entrevistas a profundidad, y se contrastaron al menos tres momentos de aproximación; el primero de ellos durante el embarazo y los restantes en el periodo posnatal de crianza, en un periodo de un año.

Las categorías de análisis se organizaron por indicadores de observación en una base de datos en Epi Info, complementados con testimonios tomados de las entrevistas de estas mujeres, en las siguientes categorías de análisis:

1. Orientación relacional: (a) Jerarquías: momento 0: igualitarias frente a jerárquicas; momento 1: móviles frente a rígidas. (b) Foco: independiente, orientada a la relación o dependiente.

2. Creencias y valores: por acuerdo mutuo frente a por imposición.

3. Cambios en la estructura familiar: rígidas frente a móviles.

4. Relación de las mujeres con las instituciones: densidad y grado de satisfacción.

5. Información y conocimientos sobre planificación familiar antes del embarazo.

6. Funcionamiento en el cumplimiento de tareas: compartidas, asignación jerárquica o de doble vía.

7. Patrón de transmisión de la experiencia: prácticas monótonas o nuevas.

8. Tenencia de la propiedad: ser o no propietaria, vivir con la familia propietaria.

9. Tipología familiar: unipersonal, nuclear, extensa, compuesta.

10. Escolaridad en menores de 20 años: no escolarizada, suspendió, continuó.

11. Trabajo y embarazo: no laboraba, suspendió, continuó.

12. Información y conocimientos sobre planifi cación y métodos de planificación empleados después del parto.

Análisis y discusión

Orientación relacional

En la categoría de jerarquía en la primera entrevista de las mujeres, del total de las cincuenta, 48 (96,0%) tenían una estructura jerárquica y 2 (4,0%), estructura igualitaria. Las dos (4,0%) que mostraron una estructura igualitaria en sus relatos pertenecían al grupo mayor de veinte años. En las siguientes entrevistas, para valorar los cambios en la jerarquía advirtiendo la movilidad y rigidez en las relaciones, se observó que 44 de estas mujeres (88,0%) seguían con discursos similares en este aspecto, lo que indica que el embarazo y la presencia de un nuevo miembro no modifi có la orientación relacional en el perfi l familiar, donde el poder sigue siendo manejado en forma autoritaria. Las seis mujeres (12%) cuya jerarquía se movió a una estructura más democrática eran mayores de veinte años.

Relato de esta categoría: mujer adolescente de 15 años en familia jerárquica:

Porque ya uno no va a poder hacer lo mismo, ya que lo que digamos en términos de economía, lo que uno planeaba para uno en términos de universidad o algo así pues ya no va a poder, pues sí puede, pero digamos ya uno es más restringido, lo que era para mí ahora tiene que ser para él. De pronto va a ser una compañía para uno también, en cierto caso va a ser rico, de pronto uno siempre está solo y el papá siempre me decía que él quería ser papá y pues... (Carpeta 55)

[…]

Y entonces cuando nació el niño, mi hijo, nació mono de ojos verdes, gordo, divino, precioso, nada que ver con él, entonces comenzó casi como a decir, que el bebé no era de él, entonces a maltratarme a mí y a maltratar al niño, a maltratar a la niña. (Mujer de 27 años, carpeta 195)

[…]

Ahora estoy sola con la niña en la habitación. Peleamos porque yo soy muy bocona, a mí me da mal genio que él me mande a hacer cosas. Él me mandaba a hacer muchas cosas, él tiene 19 años. Lo trataba muy mal, le decía que era un sapo metido, nadie me está colaborando en este momento, él trabaja fuera de Bogotá, en Chinauta, trabaja en construcción, él dijo que iba a pensar las cosas mejor. (Adolescente de 16 años, carpeta 202)

Relato de mujer de 16 años en familia rígida:

Con él no nos hemos sentado a dialogar, siempre terminamos pegándonos, no es tan frecuente, sólo cada mes, a puños y a patadas, el problema es que estamos peleando cada rato, alegamos por todo, empezamos a pelear por la niña, él se pone de mal genio porque yo me demoro con la niña cambiándole el pañal, y si no me regañaban en la casa, ahora por qué me voy a dejar regañar. Y después nos ponemos es a pelear por cosas de nosotros y es que me dice que yo soy una h.p. y que me meto con otros tipos, y me la paso en bares… pero él ni siquiera está con nosotros porque trabaja fuera de Bogotá. (Carpeta 202)

Respecto al foco, se encontró que 33 mujeres (66,0%) tendían a tomar decisiones en forma dependiente; en forma independiente, 5 (10,0%), y 12 de ellas (24,0%), orientadas a la relación. Del grupo de adolescentes, 21 (84,0%) son dependientes, y en el grupo de las mujeres no adolescentes, 10 de ellas (40,0%) toman decisiones orientadas a la relación. Según estos datos, las adolescentes tienen una mayor dependencia de sus familias y de sus parejas que las mujeres no adolescentes.

Ejemplos de narraciones de dependencia:

Yo me separé de él porque él tomaba mucho. Yo me aburrí. Los mismos celos de los dos nos aburrieron. Pero ya después nos acostumbramos, yo cogí el niño y a mí me gustaba después la rumba… pero él me veía y era a pegarme… pues yo a él lo quiero, yo a él lo quiero mucho porque fue el papá de mi hijo y todo… pero fue por eso no más que nos separamos porque el resto todo bien. (Mujer de 23 años, carpeta 156)

[…]

Esa separación ha sido favorable, porque antes era la rutina, llegaba tarde, tomaba y se gastaba parte de la plata del arriendo, por eso eran las peleas y alegatos, además yo soy de mal genio, grosera, nos decíamos de todo, él finalmente me decía “pelee sola” y se iba. …Con este embarazo estamos más juntos… cerramos el negocio y nos vamos a comer un helado, es como cuando éramos novios. (Mujer de 25 años, carpeta 10)

Creencias y valores

En cuanto a compartir creencias y valores, 44 de las mujeres (88,0%) acepta por imposición algunas creencias, lo que a su vez cambia sus prácticas: como asistencia a fi estas u otros espacios de recreación luego del parto para dedicarse de lleno a la crianza del bebé, sobre la dedicación de la mujer a la reproducción, la relacionada con la aceptación natural de la infi delidad de los hombres, el retiro de la actividad escolar o del trabajo por embarazo y la creencia en la conveniencia de no estudiar ni trabajar en estado de embarazo. También, la tolerancia de la violencia conyugal y familiar asociada con el consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas, como el bazuco y la marihuana. Seis de las mujeres (12,0%) lograron compartir creencias y valores diferentes por acuerdo mutuo, como continuar estudiando y trabajando a pesar del embarazo, y, en consenso, tomaron la decisión de planificar.

Relatos por imposición:

Yo quiero planificar con la ligadura pero él no quiere, pero yo le digo “entonces usted opérese” y él dice “sí qué… ¿quiere que me capen?, pues no…yo me muero como Dios me trajo al mundo”. (Mujer de 35 años, carpeta 19)

[…]

De mí, más que todo de mí, porque él no quiere que yo trabaje, él dice que me les dedique a los niños, que esté con ellos todo el tiempo, pero entonces le digo que no… que yo necesito trabajar pues para ayudarle a él, porque de pronto él no da abasto con todos los gastos y más ahorita que pañales y todo, entonces por eso quiero trabajar. (Mujer de 28 años, carpeta 114)

[…]

Es muy celoso, no quería que trabajara, no quería que estudiara, me quería sólo para él; no podía salir sino sólo con él, me tocó decir adiós a mis amistades, muy posesivo. (Adolescente de 19 años, carpeta 182)

[…]

Como no aporto nada no tengo derechos, si yo trabajara yo mandaría. Mi mamá vive al lado de la casa. Yo todo el día me la paso allá, como a las 8 de la noche me voy para la casa.

[…]

He pensado en planificar y no tener más hijos, pero mi esposo no está de acuerdo con que me mande a hacer la cirugía. (Adolescente de 16 años con dos hijos, carpeta 202)

Cambios en la estructura familiar

Se tuvieron en cuenta los patrones de relaciones y expectativas de las mujeres y sus familias. Se observaron como rígidas si estos patrones se repiten de una generación a otra o, por el contrario, como fl exibles o abiertas cuando incluyeron nuevos patrones de relación y nuevas expectativas. De las 50 mujeres, 45 (90,0%) expresaron en sus discursos patrones de relaciones rígidas y 5 de ellas (10,0%) mostraron ser fl exibles; 4 de esas mujeres (16,0%) no eran adolescentes.

Relaciones de las mujeres con las instituciones

Se tuvo en cuenta el grado de satisfacción en la atención maternoinfantil: en los relatos de 18 de las mujeres (36,0%) no se obtuvo respuesta; 13 de ellas (26,0%) manifestaron no estar satisfechas con la atención recibida; 11 (22,0%) se sintieron satisfechas con la atención prestada, y 8 de las mujeres (16,0%) se sintieron muy satisfechas. Se pudo observar que no hubo diferencias en los grados de satisfacción en la atención recibida por las adolescentes y no adolescentes.

Información y conocimientos sobre planificación familiar antes del embarazo

Diecinueve mujeres (38,0%) estaban planifi cando con algún método; 22 de las mujeres (44,0%) no estaban planifi cando, y en 9 (18,0%) no se encontró información sobre este aspecto. Con relación a esta información, se observó que las mujeres no adolescentes presentaron un porcentaje mayor en planifi cación (52,0%), mientras que la mayoría de las adolescentes (60,0%) no planificaba.

Algunos relatos ejemplifican este aspecto:

No estaba planificando, el personal del hospital me decía que me cuidara, pero de pronto la pena, porque uno tan joven y preguntando de eso, en el momento uno no piensa en eso, pero cuando la embarra uno ya quiere preguntar. (Adolescente de 16 años, carpeta 148)

[…]

Yo estaba planificando y tuve un retraso, y pensé que era por eso, entonces con una amiga del colegio fui a realizarme la prueba y resultó positiva. Pensé en abortar porque yo quería seguir estudiando, pero ahora quiero seguir adelante con mi bebé.

Yo estaba trabajando de 11:00 a.m. a 10:00 p.m. en un almacén vendiendo ropa y mi mamá se dio cuenta de que yo estaba esperando; mi mamá y mi hermano me aconsejaron que no hiciera nada contra el bebé porque él no tenía la culpa. Mi mamá no me dejó irme a vivir con él porque ella no quería que yo sufriera como ella había sufrido con su primer marido. (Adolescente de 18 años, carpeta 18)

[…]

Nunca he planificado porque la verdad me da miedo planificar, porque las pastillas lo engordan a uno o lo dejan estéril. (Mujer de 23 años, carpeta 141)

[…]

Yo no había planificado, por allá no se conocen los métodos. Mi mamá me decía que me cuidara, pero esos doctores de por allá son todos malaclasudos, porque uno iba a planificar y lo mandaban a uno a otro pueblo y uno iba y le decían venga otro día. Un tiempo planifiqué con la mesigina y duré como un año y no me la volví a colocar porque dolía mucho. (Mujer de 22 años, carpeta 113)

Funcionamiento en el cumplimiento de tareas

Se valoró si las relaciones son una oportunidad para refl exionar, transformar y llevar a nuevas prácticas y acciones, o, por el contrario, son prácticas monótonas que no permiten la evolución. Se encontró que 42 de las mujeres (84,0%) tenían prácticas monótonas y sólo 8 (16,0%) tuvieron nuevas prácticas.

Algunas de las prácticas monótonas fueron buscar la solución de los confl ictos por medio de la violencia, asociada con el consumo de alcohol y las drogas; aumentar la paridad pensando en retener al cónyuge, tener hijos con diferentes papás, siempre buscando un modelo ideal de relaciones, tener hijos a temprana edad para la realización como mujeres, madres y compañeras, quedar embarazadas sin esperarlo (sensación de destino personal).

Respecto a las mujeres que siguieron nuevas prácticas, no hubo diferencia entre las adolescentes y no adolescentes, aunque las prácticas son diferentes. En las adolescentes se identifi có como nueva práctica el que siguieran estudiando durante el embarazo, y en las no adolescentes sobresalieron prácticas como la independencia del territorio respecto a la familia, la legalización de la relación en unión libre por medio del matrimonio y la realización de la vasectomía como método de planificación de pareja. Algunas de estas expresiones se presentan a continuación.

Nuevas prácticas:

El motivo para salirme de esa casa es que yo quería ser independiente, quería estar sola porque igual ya estaba mamada que ellos se metieran en mi vida y así poder empezar a tener nuestras cosas porque estando con ellos no se podía comprar nada. (Adolescente de 18 años, carpeta 160)

[…]

Pues me enteré del curso por parte del colegio, pues cuando Clarita, la orientadora, se enteró que yo estaba embarazada y mi directora de grupo, Cecilia, me dijeron que aquí en Servitá había un curso bueno y me dijeron pues que viniera a investigar. Cuando vine a investigar María Fernanda me recibió muy bien y me dijo que si quería ingresar. Yo pude ingresar más fácil por lo que era estudiante, pues por eso fue que tuve conocimiento, por mi orientadora. (Adolescente de 16 años, carpeta 105)

[…]

Mi vida ha cambiado después del bebé, he aprendido a ser más responsable con mi bebé, porque yo antes era desjuiciada y era un poco irresponsable, me la pasaba en la calle, fumaba cigarrillo, consumía vicio, consumía marihuana y bazuco, pero después del embarazo no volví a consumir eso, le cogí asco. (Adolescente de 17 años, carpeta 236)

Prácticas monótonas:

Creo que quedé embarazada por un descuido mío, bueno de ambos, nos descuidamos por falta de comunicación, no pensamos las cosas en ese momento. Yo creo que uno no piensa porque en ese momento uno no piensa, está en otro cuento. (Adolescente de 18 años, carpeta 160)

[…]

Creo que quedé embarazada porque no me cuidé, a mí me decían “cuídese”, pero uno como que es cerrado, no sé… uno se deja llevar por experimentar qué era, de qué se trataba tener relaciones sexuales. Tiene uno el riesgo de quedar embarazada, fue un momento de placer. (Adolescente de 19 años, carpeta 232)

[…]

Todo, no sé, ya se acabó todo lo que tenía planeado para mí, se me acabó. Pues lo primero era salir adelante y seguir estudiando, pero embarazada prefiero quedarme en mi casa encerrada y ya… O sea, en el barrio comienzan a hablar mucho y no me gusta que hablen de mí para nada, y ya. (Adolescente de 15 años, carpeta 81)

[…]

Soy igualita a mi mamá, tenemos hijos de uno y otro, pero prefiero que los hijos de la primera unión estén bien, además que están con el papá, no soy egoísta, yo prefiero que mis hijos estén bien. (Mujer de 32 años, carpeta 199)

[…]

Me dieron los dolores de parto el 25 de diciembre, después de que mi esposo me dio una paliza porque estaba tomado. Yo le pegué a él durante el embarazo, le pegué una cachetada y él me reventó la nariz, después de esto me encerró en la casa y me golpeó en la cara. Él me salvó porque la sangre me estaba ahogando, no me dejó salir y yo empecé a sacar la ropa. (Adolescente de 19 años, carpeta 166)

Patrón de transmisión de la experiencia

Se encontró que 16 de las mujeres (32,0%) no comparten sus experiencias y no hay intercambio de información y conocimientos; 30 de ellas (60,0%) se apropian de los aprendizajes por vía jerárquica, y sólo 4 de ellas (8,0%) intercambian sus experiencias con sus familias en forma recíproca. En este último grupo no se encontró ninguna mujer adolescente. Algunos relatos sobre esta categoría se enuncian a continuación:

Supo que nació el niño pero nunca llamó a preguntar ni nunca fue a averiguar nada. Y no quiero nada tampoco, yo ya lo registré con mis apellidos, ya tiene su registro, tiene su carné del Sisben, ya estoy haciendo vueltas para que me lo reciban en el jardín, porque pues yo tengo que trabajar, porque yo no puedo dejar de trabajar, me lo van a recibir en el jardín pero de él no quiero saber nada, no quiero ningún contacto con él y menos con el bebé, doctor, menos porque si él me le da el apellido al bebé, eso implica que él va a tener derechos sobre el bebé, va a tener deberes, pero va a tener derechos, y el derecho va a ser que el lleve el bebé para donde él quiera, me lo devuelva cuando él quiera, me trate como él quiera. No quiero nada absolutamente. (Mujer de 36 años, carpeta 161)

[…]

El primer embarazo fue un impacto inmenso porque tenía 14 años, y éste también porque tampoco lo esperaba. Fue muy duro porque me tocó dejar de estudiar y pensar para después trabajar. (Adolescente de 17 años, carpeta 229)

[…]

Mis papás viven separados, mi mamá ha tenido tres compañeros desde que yo me acuerdo, cada hijo es de un padre diferente. Con mi esposo me ha ido bien, él es cariñoso y amable. Peleamos mucho, nos hemos pegado, pero no hasta dejarnos la cara negra, peleamos por bobadas, como yo soy muy celosa peleamos mucho… yo le tengo celos cuando habla con otras mujeres. (Adolescente de 16 años, carpeta 202)

Tenencia de la vivienda

Se encontró que 46 mujeres (92,0%) no son propietarias, generalmente viven en arriendo en cuartos de inquilinato; 2 de ellas (4,0%) son propietarias de su vivienda, y 2 más (4,0%) viven con su familia, quienes son propietarias de la vivienda. De las mujeres que son propietarias y de las que viven con sus familias que son propietarias ninguna es adolescente. Parece ser que el tiempo es un factor favorable para la consecución de un espacio para la vivienda y la apropiación de un territorio para algunas mujeres, esto se muestra en los siguientes relatos:

Le he manifestado cómo me siento [viviendo en la casa de los suegros] pero él dice que toca ahorrar y comprar las cosas, el lote o una casa porque por ahora ya tenemos el televisor, el equipo y el DVD. (Mujer de 21 años, carpeta 152)

[…]

Actualmente estoy viviendo en Lomitas, vía a La Calera desde hace tres meses ya me tenían un lote allá. No queríamos vivir más en arriendo. Estoy trabajando en un jardín como auxiliar y de paso cuido a mis dos hijas. Estoy contenta donde estoy viviendo ahorita porque ya es de uno y eso se siente mejor, estoy trabajando hace tres meses con mi hermana y desde entonces puedo colaborar con los gastos de la casa. Yo tenía planeado empezar a trabajar cuando el bebé cumpliera seis meses, pero como estoy viviendo cerca de donde está mi hermana, entonces empecé antes a trabajar. (Mujer de 23 años, carpeta 242)

Tipología familiar

Se encontró que 38 mujeres (76,0%) pertenecían a familia extensa, y 12 (24,0%), a familias nucleares. Ninguna de las mujeres pertenecía a familias unipersonales y compuestas. La mayoría de las mujeres adolescentes (92,0%) pertenecían a la familia extensa, mientras que el 40,0% de las mujeres no adolescentes pertenecían a familias nucleares. Esto muestra que las mujeres adolescentes continúan viviendo con su familia extensa como un apoyo para su subsistencia y la de su hijo. Sin embargo, en algunos casos estas adolescentes terminan expulsadas de su hogar por las condiciones de violencia y pobreza.

Escolaridad y adolescencia

De 25 mujeres adolescentes, se encontró que 14 (56,0%) suspendieron la escolaridad; 3 (12,0%) continuaron con sus estudios, y 8 (32,0%) no estaban escolarizadas en el momento del embarazo. Esto refleja cómo el embarazo en las adolescentes es un factor que limita la continuación de estudios en las mujeres, a pesar de que existe el derecho a continuar los estudios escolares en las mujeres embarazadas, con base en los derechos fundamentales a la educación, a la igualdad y al libre desarrollo de la personalidad de las menores. Algunas de estas mujeres adolescentes ya habían terminado el bachillerato y no siguieron nuevos estudios.

Trabajo y embarazo

Treinta y siete mujeres (74,0%) no estaban trabajando al momento de quedar embarazadas; 11 de ellas (22,0%) dejaron de trabajar por diferentes razones, y sólo 2 (4,0%) continuaron trabajando durante el embarazo. De las adolescentes, 23 (92,0%) no estaban trabajando durante el embarazo y 2 (8,0%) dejaron de trabajar al quedar embarazadas. Incluimos un relato al respecto: “Estaba estudiando y trabajando cuando estaba embarazada, pero me retiré porque me dieron una puñalada”. “Por ahora no estoy trabajando porque mi suegra me dice que cuide el niño hasta los seis meses y ahí sí buscar trabajo” (mujer de 21 años, carpeta 152).

Información y conocimientos sobre planificación familiar después del parto

Veintiséis mujeres (52,0%), después de tener el niño, iniciaron un método de planifi cación familiar; 14 de ellas (28,0%), por diferentes razones, no estaban planifi cando después del parto, y en 10 casos (20,0%) no proporcionaron información relacionada con esta categoría. De las mujeres no adolescentes, 15 (60,0%) planificaron después del parto, y de las adolescentes, 11 (44,0%) eligieron un método de planificación.

El método de planifi cación más utilizado por las mujeres fue la inyección, seguido por el dispositivo intrauterino y la ligadura de trompas. Sólo se encontró una pareja que utilizó la vasectomía como método de planifi cación. Los métodos más utilizados por las mujeres adolescentes fueron el condón y las inyecciones, y por la mujeres no adolescentes fueron la ligadura, el dispositivo intrauterino y la vasectomía de su compañero.

Conclusiones

Las familias de las mujeres gestantes estudiadas tienen, en su mayoría, una estructura jerárquica que limita su autonomía, lo que constituye un factor de vulnerabilidad para la conformación de redes sociales.

En el ámbito familiar se reproducen las condiciones de desigualdad y conflicto que se observan en una sociedad distante de ser democrática, que, para el caso de las relaciones de pareja, muestran asimetrías en la distribución de los recursos, la propiedad, la toma de decisiones, la distribución de los tiempos y las tareas.

La violencia sigue siendo una forma de abordar los confl ictos en el ámbito familiar. Algunas de las relaciones de pareja se construyen y se mantienen por medio de actos violentos. Éste es otro factor de vulnerabilidad que no permite generar y fortalecer vínculos positivos.

Las relaciones de estas mujeres están orientadas a la dependencia de su compañero o de su familia extensa (foco), muy pocas están orientadas a la relación misma con el otro, sin la infl uencia negativa del poder como una imposición. Por lo tanto, sus aprendizajes se asumen por vía jerárquica, lo que les impide aprender de las nuevas experiencias vividas.

Los patrones de relaciones de las mujeres del estudio fueron, en su mayoría, rígidas, no cambiaron con el tiempo; parece ser que se acentúan y se repiten de generación en generación. Existen pocas prácticas nuevas que benefi cien a las mujeres y a sus familias para la conformación de redes sociales.

En la mayoría de los relatos de las mujeres no se expresaron las relaciones que éstas tenían con las instituciones. Entre las que expresaron cómo se sintieron con la atención recibida, la mayoría no se sintió satisfecha, especialmente por la falta de reconocimiento y respeto hacia ellas como personas en el momento del parto. Otras mujeres sí expresaron su sentir como satisfechas al recibir atención a sus necesidades y al ser escuchadas y atendidas en forma individual. Las relaciones entre las mujeres y las instituciones no se establecen en forma recíproca, por tanto, di- fi cultan la conformación de redes sociales.

Tanto las interacciones que las mujeres establecen con las personas de la familia y de la comunidad, como con los funcionarios de las instituciones son pocas y defi - cientes, por eso no se construyen vínculos que fortalezcan las redes sociales; por el contrario, reciben apoyos unidireccionales y circunstanciales.

A pesar de la información que existe sobre los métodos de planifi - cación familiar y de tener un bebé recién nacido, muchas mujeres no asumen la planifi cación, porque no perciben el riesgo de quedar nuevamente embarazadas.

El embarazo en las adolescentes es un factor que limita la educación formal de las mujeres, asociado con las condiciones de pobreza y exclusión. Las mujeres embarazadas, especialmente las adolescentes, reciben apoyo de las familias extensas, así en el primer momento haya rechazo. Hay soporte durante los primeros seis meses cuando el niño es alimentado con lecha materna, pero, posteriormente, cuando hay mayores gastos, el apoyo disminuye y en algunos casos estas mujeres son expulsadas de sus familias mediante acciones violentas.

La mayoría de las mujeres que participaron en el estudio no se encontraba trabajando al momento del embarazo y muchas de las que estaban trabajando dejaron de hacerlo por diferentes razones asociadas con la salud y los cuidados que se deben tener durante este periodo. Un factor protector para estas mujeres fue el bono alimentario que reciben mensualmente desde el primer trimestre de embarazo, hasta los primeros seis meses del niño. Al salir del programa, las mujeres se encuentran nuevamente en una situación de vulnerabilidad que limita su bienestar y el de sus niños, a mediano y largo plazo.

Existen defi ciencias en la información, la comunicación y la educación sobre sexualidad y planifi cación familiar para las mujeres adolescentes y no adolescentes, lo cual vulnera sus derechos sexuales y reproductivos.

Un número importante de mujeres de este estudio, por sus condiciones de pobreza y exclusión, no tienen acceso a una vivienda propia, lo que ayudaría a fortalecer su identidad y autonomía. Están sometidas a adaptarse a espacios de inquilinato que no contribuyen a mejorar su calidad de vida.

 


* Artículo elaborado a partir de la investigación “Las redes sociales de las mujeres gestantes y en periodo de crianza y su acción concurrente en la morbilidad y mortalidad de los niños durante los primeros seis meses de vida”, Universidad El Bosque, Departamento Administrativo de Bienestar Social (DABS). Fue financiado por Colciencias bajo el contrato 266-2004, código 1308-04-16506. Se llevó a cabo en el Centro de Operaciones Locales de Usaquén, Bogotá (Colombia), 2005-2007.

 


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Recibido para evaluación: 2 de octubre de 2007 Aceptado para publicación: 3 de diciembre de 2007

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