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Revista Colombiana de Psiquiatría

versão impressa ISSN 0034-7450

rev.colomb.psiquiatr. v.38  supl.1 Bogotá out. 2009

 

Artículos Artículos

Comenzando la vida

Beginning Life

 

Catalina Deeb Orjuela1 Martha Isabel Jordán Quintero2 Fanny Sabogal de Laverde3

1Médica psiquiatra. Psicoanalista en formación, Instituto Colombiano de Psicoanálisis, Bogotá, Colombia.

2Médica psiquiatra. Psiquiatra de niños y adolescentes. Coordinadora del Programa de Psiquiatría de Niños y Adolescentes, Pontificia Universidad Javeriana. Psicoanalista en formación, Instituto Colombiano de Psicoanálisis, Bogotá, Colombia.

3Psicóloga psicoanalista. Miembro titular de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis, Directora del seminario del Instituto Colombiano de Psicoanálisis. Bogotá, Colombia.

Correspondencia Catalina Deeb Orjuela Sociedad Colombiana de Psicoanálisis Carrera 14 A No. 102- 52 Bogotá, Colombia catalinadeebo@hotmail.com

Recibido para evaluación: 30 de abril del 2009 Aceptado para publicación: 17 de julio del 2009

 


Resumen

Introducción: La vida del bebé se inicia antes de su concepción, y se va construyendo en relación con su entorno. La primera idea de persona es el cuerpo, en éste se ancla la vida psíquica y se va haciendo complejo en un ir y venir entre él y los que lo rodean. Las fantasías previas de los padres, las pulsiones del bebé, los encuentros y los desencuentros entre el bebé y la madre y el padre, y luego los demás, las necesidades y las frustraciones… En fin, un sinnúmero de sucesos van moldeando un psiquismo que, incipiente, evoluciona de forma sorprendente. Objetivo: Mostrar, a la luz de la observación de bebés, la teoría del desarrollo y, con esta correlación, la importancia de ser conscientes de lo que acontece en este período. Método: El estudio se inició con la revisión de la teoría concerniente al desarrollo del self y prosiguió con el de las relaciones de objeto; en un segundo momento, esta teoría se materializó con la observación directa de los bebés y las supervisiones. Resultados: El desarrollo del bebé y la integración psique-soma son el producto de un interjuego continuo entre los mundos interno y el externo, con diversos matices. Conclusiones: La observación de bebés resulta una oportunidad de gran valor para la comprensión del desarrollo sano y de las posibles etiologías tempranas de sufrimientos que permiten intervenciones oportunas y, más aún, sensibiliza en la necesidad de prevenir.

Palabras clave: desarrollo infantil, observación, ego.

 


Abstract

Introduction: The baby's life starts before its conception, and it grows in direct relation with the surrounding environment. The first idea of a person is the body; it is within the body that the psyche sets it's roots and it becomes complex in a continuous back and forth exchange between the baby and its caregivers. Previous parental fantasies, the baby's instincts, encounters and disencounters between the baby and its mother and father, and then with other people, its needs, desires and frustrations… well, a vast number of events give shape to his psyche which, incipiently, evolves surprisingly. Objective: To show, through the observation of babies, the developmental theory, and with this correlation, to visualize the importance of being aware of happenings taking place during this period of life. Method: The study started by reviewing the structure of the self theory and continued with the object relation theory. Subsequently, this theory was materialized through direct observation of the babies and supervisions Results: The baby's development, the integration between its psyche and soma, is the result of a continuous inter-play between the inner and outer worlds, with various shades. Conclusions: The observation of babies gives a valuable opportunity to understand the healthy development, possible early etiologies of suffering, enabling timely interventions and furthermore and sensitizing us to the need of prevention.

Key words: Child development, observation, ego.

 


Introducción

Este escrito, ilustrado con material clínico y conceptual, es el producto de un año y medio de estudio teórico y seis meses de observación de bebés. Tuvimos la suerte y, a la vez, la dicha de encontrar un bebé que tuviera entre los 0 y los 6 meses de edad, uno para cada una. Nos acercamos a sus padres y nos conocimos, les dimos a conocer nuestra función "como una mosca en la pared" (1), escuchamos sus dudas y respondimos a sus preguntas, aceptaron.

Comenzó una historia no imaginada, jamás vista o sentida, cada semana nos acercábamos a esta ventana, en la que transcurrían cantidad de eventos que nos sorprendían, a veces por la ternura, a veces por fuerza de la vida, a veces por la preocupación, el temor o el dolor sin palabras. Al salir de ese espacio de ver y no tocar, hacíamos nuestros escritos, relatos de lo visto, sentido, olido, experimentado en el cuerpo y en esa parte de la psique que tiene que ver con los sentimientos. Llegábamos vacías y salíamos llenas de vivencias que compartíamos en el horario de la supervisión. Y desde ese lugar surge este trabajo de elaboración.

Ofrecemos el resultado de unir las palabras con lo visto y observar el acople. La oportunidad de experimentar lo que un bebé es a través de los ojos de un observador y darle forma y vida a las teorías. Ya lo decía Winnicott: "there's no such thing as a baby" (2), y a través de esta síntesis confirmamos sus observaciones. Para su construcción, hemos seguido el camino que recorre un bebé, desde imaginarlo hasta finalmente darle vida y observarlo en sus primeros meses. Este escrito comparte nuestras experiencias.

Antes

No sabemos cómo empezó esto, ni tan sólo si hubo un comienzo. Pero sabemos que no hacemos más que continuar esta historia que nos precede, que nos engendra, que nos habita, que esa es nuestra tarea, nuestro destino, nuestra dignidad, el único lugar posible, en una palabra, para nosotros, del valor y de la felicidad. Toda vida es recibida. Tan sólo hay que vivirla.

André Comte-Sponville

Comenzamos este texto como comienza la vida de un niño, que no es precisamente desde su nacimiento, desde que la madre da a luz. Un niño se gesta desde la mente de sus padres, de las historias de éstos, de las historias de los abuelos y bisabuelos y, en fin, es un entramado de cuentos que forman un gran tapete de historias que se entrecruzan y de la mezcla surge algo diferente a las historias de cada uno por aparte.

Lebovici (3) dice, en su capítulo sobre la teoría de la transmisión, que cada padre tiene en su mente un bebé imaginario, producto de sus experiencias infantiles que se conservan en el inconsciente y lo acompañarán a lo largo de la vida; un bebé imaginado producto de las ensoñaciones de la pareja; un bebé narcisista al que pondrán la tarea de reparar lo que los padres aún no han alcanzado o no lo harán, y, finalmente, un bebé mítico o cultural, construcción de la sociedad de la cual se hace parte.

Ya se imaginarán el peso de una sociedad occidental donde la belleza, la inteligencia, el éxito, la competitividad son los valores que la permean. No hemos nacido y ya llevamos a cuestas una gran cantidad de expectativas que provienen de muchos frentes.

Estos bebés, los de la observación, aún no concebidos también estaban preconcebidos. No quisimos reinterrogar a las familias para comprobar hallazgos, tan sólo utilizamos el material ya obtenido, que se escribe a continuación en letra cursiva.

Bebé Simón

Su madre (María) es una mujer de 36 años de edad, que estuvo casada previamente y luego tuvo una relación de pareja con una persona con quién pensó tendría una familia, pero terminó. Su deseo de ser madre la llevó a buscar las posibilidades de concebir un hijo mediante inseminación artificial. Unos meses antes de la fecha de la inseminación conoció a su pareja actual, a quién le contó su proyecto de ser madre. Él decidió compartirlo.

Bebé Miguel

Observadora: Y, ¿Miguel fue planeado o fue una sorpresa?

Teresa (madre de Miguel): Fue una sorpresa. La relación sexual en la que quedé embarazada fue un día después de que me llegara el período, ni me lo imaginé; pero ya estaba embarazada y de todas maneras estaba sobre el tiempo. Yo tenía 34 años y ya iba siendo hora. Así que cuando lo supe, le conté al padre de Miguel. Preciso estábamos peleando y se puso supercontento. Me dijo que eso nos iba a unir más; pero no sé si sabes que me estoy separando...

Pocas palabras, mas suficientes para irnos dando una imagen de lo que podría ir sucediendo en el bebé. Tenemos dos historias completamente diferentes. Simón es un bebé producto de un deseo primordialmente de la madre, quien logra luego transmitirlo al padre y éste acepta. Miguel es producto de una casualidad que sirve para unir a una pareja, aunque al final de su gestación y a principios de su vida posnatal esta pareja se rompe.

Sobre los bebés imaginados tenemos algunas referencias que sólo se dejan entrever hacia la terminación de la observación. Sobre Simón dice su madre "Sí, sanito, eso es increíble… No te imaginas el susto que tuve… Creo que desde que estaba chiquita, tenía miedo de que un hijo mío fuera autista, y me he documentado sobre eso… Y en el embarazo se me metió en la cabeza que podía tener Síndrome de Down y corrí a hacerme la amniocentesis, pero afortunadamente salió sanito."

Sobre Miguel dice su abuela: "tantas veces le pregunté a Teresa si no le daba miedo tener un hijo con él, porque él tiene un hijo con otra mujer; es una niña con alguna discapacidad mental. Pero afortunadamente Miguel es un niño sano."

El temor a la discapacidad congénita en ambos niños está presente en las fantasías de sus progenitores, incluso en una generación que, en uno de los dos casos, va más allá de la de los padres, los abuelos. Este temor, tan frecuentemente sentido por los futuros padres, podemos comprenderlo al menos de dos maneras. Lo atribuimos, por ejemplo, a una preocupación filogenética derivada de la teoría darwiniana de la conservación de las especies, apoyadas sobre algo tan sencillo como el temor atávico a que un niño en desventaja física ponga en apuros a la especie.

No obstante, lo que podría constituirse en un objeto subjetivo, objeto de la fantasía, en el caso de Miguel ya es un objeto objetivo, de la realidad externa (4), pues está confirmado que el padre tiene en su descendencia un caso de discapacidad. Difícil, como vemos, con esta sola ilustración, el dejar de articular una hipótesis teórica y un tanto especulativa, como sería lo filogenético, con la historia individual de cada uno de los miembros de la pareja y con la historia de la pareja misma.

Es posible, en tal sentido, que este antecedente pese de alguna manera en la vida de Miguel. Resulta verosímil que los padres, y en este caso además la abuela, tengan más ojos puestos en sus dificultades que en sus virtudes, o que les resulten más evidentes sus errores que sus aciertos. Tal y como lo planteamos al comienzo de este párrafo, la presencia en la fantasía de los progenitores de una eventual discapacidad o malformación hace parte, por así decirlo, de la "prehistoria" de cada bebé y tendrá, por ello mismo, un peso importante en la historia que habrá de construir.

Nuestra referencia a la dimensión de la prehistoria del bebé busca subrayar en cierto sentido que si bien nada podemos hacer con ella, pues estaría inscrita en lo más profundo; sí es posible en cambio buscar abordar lo que con ésta hará el futuro psiquismo del niño. En tal sentido, podríamos evocar la diferencia establecida por el psicoanalista Christopher Bollas entre sino y destino. Mientras el primero tiene un carácter ineluctable, pues es aquello con lo que venimos al mundo, trátese de filogenia, de terreno biológico o de historia y prehistoria familiar; el segundo estará determinado por lo que como seres individuales haremos con una "herencia" semejante.

En el vientre

En la tibieza y recogimiento del vientre transcurre una cadena de desarrollos biológicos inconmensurables y ahora reconocemos que también psicológicos (5). En este mar o amar, ocurre un sinnúmero de interacciones entre la madre y este ser que pareciera tan sólo un conglomerado de células que se multiplican. Desde Freud hasta el psicoanálisis actual, no se concibe un cuerpo sin mente, así sea en formación o incipiente. Un cuerpo que se construye diariamente implica la adquisición de funciones que tienen un correlato psíquico. Por lo tanto, con la aparición de los órganos de los sentidos, surgen las experiencias sensoriales y si éstas existen quedarán registradas en un aparato mental primitivo, posiblemente a modo de sensaciones (5). Decía Freud que "si hay percepción hay huellas mnémicas" (6), memoria del cuerpo, recuerdos vagos, difusos y a su vez profundos e inolvidables. Memoria inconsciente.

Esta unidad cerrada y sellada durante 40 semanas no es ni lo uno ni lo otro. Parece ser un espacio oscuro y silencioso donde el único intercambio fuera el sanguíneo para mantener la vida; pero la vida no es tan sólo sobrevivir, la vida son las relaciones, los vínculos, el amor, la tristeza, la duda, el temor, en fin. Nada más contradictorio que el comienzo de una vida sin encontrarse pleno de relaciones. En un bebé, relación con raíces, la placenta se agarra a muerte en esas paredes de músculo y, así mismo, se edifica una relación que será para siempre, así sea para separarse. El intercambio entre la madre y su bebé viene inscrito en el cuerpo de ambos, y se marca con tinta indeleble (5).

Sobre los bebés observados, no tenemos conocimiento directo de lo que el embarazo produjo en las madres, en su psiquismo; pero tenemos en mente a María, la madre de Simón, que deseaba con gran exaltación la llega da de un hijo suyo: ¿cómo habrá sido su embarazo? Suponemos que por el deseo de la pareja de constituirse en padres y la función reaseguradora de su esposo tuvo una gestación en condiciones de especial benignidad. Para Teresa, la madre de Miguel, el suyo fue un evento no esperado, que la tomó de improviso, pero que inicialmente se constituyó en una esperanza, la posibilidad de reunir a la pareja. Primeramente todo fue bien. Al final del embarazo las cosas se tornaron oscuras y confusas: el padre de Miguel se desentiende de él y de ella. Una madre y un hijo abandonados.

Decía Ada Zimerman, citando a Piontielli, "Mi hallazgo central es que hay una remarcable consistencia en la conducta pre y posnatal y que muchos niños muy pequeños muestran signos después del nacimiento de que fueron influenciados por experiencias que tuvieron antes del nacimiento" (7).

Nacer

Ya decía Freud que "El acto del nacimiento es, la primera vivencia de angustia" (8). Con el nacer, el niño se ausenta de un mundo sensorialmente conocido de sonidos, olores, texturas, luminosidad, tibieza, y lo que debió ser "el éxtasis de ser uno, pasa a ser brutalmente, dos" (9). Dureza del nacer, arrancamiento de lo que consideraba parte de él, sufrimiento del self corporal. Tal experiencia desintegradora y desestructurante se alivia, en parte, al recuperar a la madre, que tiene un útero mental para acogerlo, y angustiosamente experimentada si ella ya no está o está sin estarlo totalmente.

La vida intrauterina y el nacimiento son, a la vez, un continuo y una ruptura; es el capítulo segundo de una historia que ya comenzó, pero que ahora se presenta de manera contundente: ya es. Simón nació por cesárea prescrita, y Miguel, por parto vaginal. Ambos nacimientos fueron atendidos en salas destinadas especialmente para ello. Nos surge preguntarnos: ¿el modo de nacer, bien natural o instrumentado, tiene alguna repercusión en el psiquismo del infante?

Las primeras horas

Dios, al no poder estar en todas partes, inventó a las madres.

Proverbio yiddish

La madre y el bebé han creado un vínculo a lo largo de la gestación, han construido una relación que se perpetúa con el parto, aunque con ello se modifique de cierta manera la forma de estar juntos. La madre, con su psiquismo -que incluye, además de su mente, su cuerpo y sus sentimientos-, hará para su hijo un útero que lo atienda y supla la mayoría de sus necesidades. El bebé, a su vez, llenará a la madre de dulzura y promoverá, sin intención de esto, que la madre le siga proveyendo y recibiendo toda clase de contenidos. Para Bion (10), funciones continente y alfa; para Winnicott (11), preocupación maternal primaria.

Simón, 3 días de nacido

María está sentada en la cama y el bebé está acostado sobre una cobija, sólo tiene puesto un pañal… La mamá lo acaricia y lo mira y lo mira con amor. Le habla con un tono muy dulce. Me cuenta que "acaba de hacer una gracia muy grande, se ensució todo y estamos acá, en el proceso de cambiarte"… "Te tengo que cobijar y contemplar y todo…". Lo carga sin dejar de mirarlo y de hablarle en "lenguaje bebé", diciéndole que está divino. Mientras le intenta poner el body, lentamente le pregunta si está cómodo. Se ríe de ella al darse cuenta de que no lo hace fácilmente y le pregunta al bebé si está bien. Al demorarse, lo pega contra el pecho y lo calienta, y le dice, algo así como "¡sí!, mamá se demora mientras aprende, pero por lo menos no deja que me dé frío".

María lo envuelve con caricias -Winnicott denomina a este proceso handling- (12), con miradas y con una dulce voz -según este mismo autor, holding- (13); aporta el armazón que luego se constituirá en el self de este pequeño. Le proporciona "todo" para darle vida física y psíquica, gracias a un estado de sensibilidad exaltada en la madre (integración) (11) que le permite acceder acertadamente a las necesidades del infante. Este acople perfecto, contribuye a la sensación en el bebé de la continuidad de la existencia (personalización, según Winnicott [14]).

Haciendo piel

La piel no hace síntesis pero hilvana, hace collages o remienda. Lo que se ha denominado antiguamente la asociación de ideas vale menos para las llamadas ideas que para los fragmentos del cuerpo o de la dermis.

Michel Serres

Simón, 9 días de nacido

María lo mira, me dice, "yo creo que necesita como otra cobija debajo para quedar más rico. Es que es tan chiquito que como que se escurre. Roberto le pasa otra cobija y ella me pide que lo cargue mientras la dobla. Me dice, "creo que ya. Le quedó como un nidito".

Simón se escurre, porque aún no tiene la piel que envuelve y da cohesión a sus partes. Requiere la piel de su madre para que lo envuelva y mediante las experiencias repetidas se interiorice la función de ser contenido (15). María lo tiene en brazos y pide a alguien que lo sostenga mientras ella elabora un nido para que Simón repose en él. María va construyendo en su hijo, a través de su contención, la posibilidad en este pequeño, de crear un espacio psíquico capaz de ser contenido y de contener.

Ya me bañaron delicioso, me hicieron un supermasaje, me untaron una cremita porque estoy cambiando de piel…

Un cuerpo

Simón, 17 días de nacido

María lo mira y le dice: "Mira, hay solecito, casi no hemos podido hacer esto…". Lo mira todo el tiempo y lo acaricia con los dedos, como si lo explorara… "Es increíble, es como si lo estuviera observando bien por primera vez" (hablándome a mí), y luego a Simón: "Siempre te miro, pero con estos fríos y mi congestión primero y ahora la tuya, te baño y te cambio rapidito, de una ropa a la otra, no te veo así, y tú no tocas todo, no puedes andar en pelotita por el frío."

Los miro a los dos. Simón está lindo, más "formado", con más tono, más cachetón. Ha crecido, quería decir más presente, pero me refiero al cuerpo, un cuerpo más sólido.

Algo ocurrió en Simón que tanto a su madre como a la observadora les suscitó sorpresa, admiración, encanto. Es tal vez el resultado de procesos que se suceden en el interior y que después toman cuerpo o forma. Entonces son visibles para quien los mira, tratando de descubrir quién está detrás de eso. Son transformaciones de dimensiones cuánticas, como alguna vez hizo referencia Stern (16). Se imponen gracias a un andamiaje monumental de cuidados, caricias, atenciones sin pausa y un monto de pulsiones que aparecen, para ser acuciosamente satisfechas (personalización, según Winnicott [12]).

Instintos… El bebé empieza a abrir la boca. María se organiza para darle seno y me dice: "ya hasta pierdo el pudor, esto es cuando es, cuando Simón pide no le puedo decir: "espérate que estemos en la casa, en el sofá, sin nadie más…". A veces es en el carro y cuando veo, está el bus al lado…". La perentoriedad del instinto.

Somos dos y casi tres

Simón, 21 días de nacido

María lo termina de desvestir, mientras le habla -como hace siempre-. Se acerca para darles besos en los cachetes y en el cuello -también como hace siempre-. Son muchos besos seguidos, suaves, como rozándole la piel y haciendo un ruidito con la boca. En un momento el niño responde con ruiditos también. Mueve las manos, las abre y las cierra.

Parece un encuentro de lo que en algún momento fuera uno, no requiere palabras para poderse comunicar, pues el solo sonido es suficiente para la comprensión absoluta. La reciprocidad, la mutualidad (12,17) del vínculo se torna música, contenidos descifrables para unos pocos. Esbozo de una conciencia de ser dos, de estar en compañía de otro que no soy yo, primeros pasos hacia la experiencia a la vez dolorosa y alegre de no ser lo mismo que lo alimenta (de objetos subjetivos a objetos objetivos [4]).

María siente que Simón tiene hambre. Me invita al cuarto de ella para mostrarme dónde duermen. Hoy me dice que desde la una de la mañana duerme con ella… Yo me río y le pregunto dónde dejó al papá. María me dice: "él está al lado de nosotros, en la cama de abajo. Es que yo -la madre hablando por Simón- me meto en un huequito… Es en esta esquinita". Y ahora la madre: "le ponemos cojines hacia la pared y yo me hago así, protegiéndolo" (me muestra cómo enrolla su cuerpo para acoplarse a la forma del niño). Así estuvimos desde la una de la mañana… ¡hasta las 10! -María habla desde la diada-. Y ahora Simón: "Qué tal, ah, me desperté como dos veces. Pedí comida. Mi mamá me dio. Mi papá me jugó. Me consintió y nos quedamos allí…". Yo le preguntó si Roberto también duerme así, y ella responde por el niño: "mi papá lo único que no hace es alimentarme, porque no puede… De resto, todo." Aparece el padre, con un papel secundario en la gran obra de la madre y el bebé. Está entre telones, organiza el escenario, hace la parte de utilería, y no debemos olvidarlo, es el que hace posible, mediante la unión con la madre, la vida del bebé (18).

Cada aparte de esta historia, que finalmente es la historia de todos y cada uno de los que contamos con un psiquismo más o menos estructurado, está lleno de múltiples detalles que pasan inadvertidos por lo simples o cotidianos, pero que se constituyen en la monotonía que añade riqueza como bien lo dijera Winnicott (17).

Esta historia, que se inicia con un punto y luego se convierte en dos, se recorre rápidamente a través de una inmensa cantidad de eventos indispensables que convierten a la madre en protagonista irremplazable. El término reverie, propuesto por Bion para designar una función materna encargada de digerir los elementos beta y regresarlos al bebé como elementos alfa, es decir, contenidos digeribles para su psiquismo primitivo, se evidencia a cada rato en esta historia, en esta díada.

Le coge las manos. El niño coge los dedos de ella y hace puño… Le dice "están frías esas manitos, ya voy a calentarte." Le coge las manitos en las de ella y le hace como un masaje. Luego va por crema y la esparce por todo el cuerpo. Durante este tiempo le sigue hablando… Me acuerdo de la idea del baño de palabras. Le va diciendo cosas como: "un masajito por todo mi cuerpo, un bracito, hasta la mano, y ahora el otro, y mi cuellito, ay, que rico, cremita por todas partes… La barriguita…". El niño llora en un momento y ella le pregunta: "¿será que quedaste con hambre? No comiste mucho, yo creo que todavía te cuesta comer, aunque ya respiras bien."

María siente la frialdad en las manos de su bebé y las toma entre las suyas y les hace un masaje. Toma para ella las necesidades de su hijo y las convierte en comprensión y acción consecuente. Lo calienta al envolverlo con sus palabras hasta que aparece el llanto; otra señal que ha de ser descifrada por la madre, y le pregunta sabiendo que la respuesta está en ambos.

El bebé suelta un momento el pezón, y mueve la cara. Ella no hace gestos de dolor, espera, y el bebé retoma el pezón y succiona de nuevo. En ese momento me mira y me dice, hablando por ella: "no sé qué será lo que siente. Le da por momentos, como unos 10 segundos de locura, como de agitación, y se calma."

Estos momentos que María denomina de "locura" podrían corresponder a vivencias que van desde simples experiencias de insatisfacción a sensaciones angustiosas de desintegración de las que la madre se hace cargo serenamente, más cuando su significado o sentido no ha podido hallar todavía.

La madre que sostiene a su bebé y responde a sus necesidades más básicas, situándose allá de donde su hijo la necesita y comienza a imaginarla, determina los momentos de ilusión, esos instantes en que la madre ofrece al niño precisamente el alivio a su exigencia instintual. Es un encuentro entre el hambre y el seno, entre el frío y la tibieza, entre la incomodidad y el bienestar. Concurren la disposición y la facultad de la madre a alimentar y la demanda del infante de ser alimentado -de acuerdo con Winnicott, se denominan momentos de ilusión que se dan gracias a la concurrencia de las dos necesidades (19)-. Dichoso encuentro de dos necesidades opuestas y complementarias con resultados estructurantes para el psiquismo del bebé.

¡Hay algo nuevo! ¿Alguien nuevo?

Simón, un mes y 6 días de nacido

Cargo a Simón. Está tranquilo, pesa más. Los ojos están muy abiertos, mira para todas partes. Hay algo nuevo, o entre todo lo nuevo veo que abre y cierra las manos. Cuando las abre, más la derecha, estira los dedos y los abre bien. Los deja así un ratico y vuelve a cerrarlos. Primero hace esto más con los brazos separados del cuerpo, y luego los trae sobre la barriga y repite lo mismo. Luego los deja en puño. Hace fuerza con el cuello. Estoy con él cargado, su espalda está en mis antebrazos y la cabeza, apoyada en mis dos manos, que hacen "cunita". Está alerta, tranquilo, se mueve despacio. Otra cosa nueva: hace muchos ruiditos, o tal vez son más largos, o más diferenciados que los que hacía antes, parece como si conversara. María vuelve y me dice: "está haciendo muchos gestos. Sólo le falta que salgan palabritas, porque compite entre un gesto y otro, a veces parece bravo, a veces sorprendido, a veces muy contento."

Tendencia innata al desarrollo, de lo simple a lo complejo, de la no integración a la integración, según Winnicott (14), del yo corporal al yo psíquico (20), del punto a la tridimensionalidad (21), de los objetos subjetivos a los objetos objetivos (4), del sentido de cohesión física al sentido de ser agente (16). En el niño existen toda una gama de sucesos que le permiten la elaboración gradual, pero constante de un psiquismo. Al tiempo se organizan el soma y la psique, el yo piel y sus funciones ofrecen la posibilidad de la construcción de un espacio mental que posteriormente albergará contenidos.

Simón, a través de los brazos y de la mirada de su madre, adquiere un cuerpo. La observadora describe un cuerpo con sus partes unidas, pero diferenciadas. Ya no es nunca más saco ni tampoco se "escurre". Ahora Simón habita su propio cuerpo (12) y se comunica a través de él. Está alerta, hace ruiditos y gestos que transmiten emociones. Apenas ha pasado un mes y seis días, y Simón está presente con una individualidad incipiente, con un sentido del sí mismo que congrega el sentido de la cohesión física, de la continuidad y, en este momento, el de la afectividad. Según Stern, sentidos de sí mismo (16).

María dice que Simón, en cambio, con Roberto es supertranquilo, que Roberto le juega, pero como dejándolo en la cama y mirándolo… que es "como si lo hipnotizara". Dice que Roberto lo coge y lo carga, y se calma más que con ella… Aunque es un niño tranquilo.

Sin lugar a dudas, ya empieza a existir un espacio psíquico en este niño que le permite diferenciar el padre de la madre. Construcción resultante de un viaje a velocidades excepcionales. No habrá en la vida humana ningún otro momento tan vertiginoso en el desarrollo.

El arte de amar

La gran cuestión es amar, naturalmente. Pero ¿quién podría hacerlo sin haber sido amado primero? Se empieza por ahí, casi siempre. En los brazos de una mujer, junto a su corazón, junto a su pecho, en el fondo de sus sueños y de su amor… Es la primera que nos ha amado, este es un punto decisivo, no sólo antes que todas las demás, sino antes de que nosotros la quisiéramos a ella, antes de que la conociéramos, y antes incluso de que ella nos conociera.

André Comte-Sponville

Retomemos la historia del bebé Miguel. No sabemos de su proceso desde que se dieron a conocer los antecedentes que rodearon su concepción, gestación y nacimiento. La observación de Miguel comenzó a los dos meses y 26 días de nacido y le ocurrió lo que le sucede a la inmensa mayoría de los niños, cuyas madres pertenecen al gremio de los asalariados. A los tres meses, Teresa se fue a trabajar. Ahora es una mujer sola con un hijo del cual tiene y desea hacerse cargo. Afortunadamente Teresa cuenta con la ayuda de su madre, quien atiende al niño.

La abuela es una mujer amable y bondadosa que cuida, además de Miguel, a su esposo, un hombre mayor con demencia, y hace los oficios domésticos de una casa habitada por cuatro adultos y ahora un bebé. Los días viernes ocurre algo especial en este hogar: el nieto mayor viene a pasar la tarde, y la tía de Miguel y su esposo vienen a almorzar. La abuela se pone muy feliz de tenerlos en casa. Coincidencialmente, la observadora también va ese día, a veces temprano, cuando la abuela se encuentra en el afán de tenerlo todo listo para sus invitados, o en la tarde, cuando Ramón, el nieto mayor los acompaña.

Miguel tenía todo un recorrido cuando supimos de su existencia. Algunas cosas las fuimos conociendo por el camino, otras las fuimos observando y otras quedan en el imaginario de cada uno. Nos contaron que Miguel sólo recibió seno unas pocas semanas, pues la tristeza de su madre con el abandono del padre la hacía llorar y temieron que las lágrimas lo alcanzaran. Para el tiempo en que conocimos a Teresa, ella parecía sentirse mejor. Pudimos registrar algunos encuentros del niño con su madre.

Amándonos

Miguel, dos meses y 26 días de nacido

El bebé está perfectamente arreglado. Se ve divino. Teresa me cuenta que está para dormirse, que ya le dio tetero. El bebe está rodeado por almohadas, en la cabeza, al lado izquierdo, al derecho, se ve cómodo. Cuando Teresa le habla, él voltea la cabeza y la mira. Si ella le habla, pareciera que él intenta hablarle, comienza a hacer ruidos. También se sonríe, se sonríe mucho, incluso cuando yo le hablo, también me mira y se sonríe. No es una mueca, parece que le gusta, mueve también los brazos y las piernas. Ella lo alza. Al parecer, que Miguel tuviera la forma del cuerpo precisa para el brazo de su mamá. Encajan.

Parece que Miguel y su mamá tienen un acoplamiento preciso. Se encuentran entre miradas, sonidos, movimientos y gestos. Posiblemente la tristeza de Teresa ya había cedido en algo, o en mucho, y ante la ausencia del padre, aparecía Miguel con su fuerza para vivir e imponerse ante la adversidad.

Soltándonos

Miguel, tres meses y 5 días

Una semana más tarde, me parece que Miguel está diferente. Reacciona con menos rapidez o emoción a la voz de la mamá. Está más serio. De todas maneras voltea la mirada si la mamá le habla desde más cerca. Esta vez no sonríe, se mantiene más serio, aunque siempre atento.

La próxima semana es la última semana en la que Teresa estará con el bebé durante el día, en días laborables. En resumen, Miguel está más despierto con el mundo exterior, es capaz de mantener su atención en algo durante períodos relativamente largos. Ha comenzado a descubrir el mundo por la boca; sin embargo, llama la atención el que haya disminuido el intercambio "emocional", "afectivo". Parece con un afecto más plano que la observación anterior. Incluso la abuela ha dicho que Miguel no molesta para nada. Que si el niño está cambiado y comido, no se siente. Me pregunto si teme una separación. Ella me ha hablado sobre que ha comenzado a hacer algunas cosas fuera de casa.

Separaciones progresivas que se hacen necesarias para crecer, para que aparezca la realidad del afuera y se encienda el pensamiento, surjan los contenidos para ser alojados en ese incipiente espacio mental; pero hay separaciones que nos llenan de horror, porque aparecen de repente y nos toman por sorpresa. No hay preaviso ni preparación, no se sabe de lo que se trata, ni cuánto dura o que la causó; ocurren en cualquier momento y sin saberse si volverán a ocurrir. Hay separaciones de las que no se sobrevive, otras de las que se sale maltrecho y otras que fortalecen. ¿Cuál será la de Miguel?

Otros brazos

Miguel, tres meses y 21 días

Encuentro a la abuela sentada en un sofá, en su cuarto. Tiene al niño en sus brazos y le da tetero. Me saluda muy amable. Miguel tiene el tetero en la boca, la abuela dice que parece que no quiere más, pero sigue dándoselo y el bebé parece no oponer resistencia. A los pocos segundos, Miguel deja de tomar tetero e intenta sacar el chupo con la lengua. La abuela toma el tetero y lo pone a un lado, le limpia la boca con un toallita amarilla, lo alza parado sobre su pecho, mirando hacia el lado contrario al mío. Le da palmaditas en la espalda. Veo que Miguel se mueve hacia atrás, como intentando despegarse de la abuela. A los pocos minutos la abuela intenta nuevamente darle tetero, y Miguel comienza a succionarlo pero vuelve y lo expulsa con la lengua. Lo logra, y la abuela vuelve a intentarlo. Esto se repite unas tres a cuatro veces, hasta que la abuela se da por vencida.

Observo que hay entre ellos un reencuentro. Parece que entre la abuela y Miguel ha habido una cierta adaptación, y aunque la abuela insiste, Miguel se muestra muy fuerte y activo para rechazar lo que no le gusta y finalmente imponerse. Siento que Miguel es un niño fuerte, pero me entristezco un poco de que ya no es un niño sonriente. De hecho, lo hace poco. Parece ser más bien un observador de todo lo que ocurre.

El gesto del niño (19) es una manifestación espontánea de un impulso, una alucinación sensorial que espera ser recibida por un continente que reafirme su omnipotencia; pero no todos los continentes están vacíos. Algunos están llenos de preconcepciones propias o prestadas y, en ocasiones, terminan imponiéndose y obligando al niño a ocultar su sí mismo para defenderlo de quienes encuentran en la diferencia una amenaza (19). Otras veces están ocupados por experiencias vitales particularmente dolorosas que tampoco dejan un lugar al acogimiento pleno de ese nuevo ser. Miguel es un luchador, ha sobrevivido a la adversidad de su historia y el impulso por la vida no le deja de animar. ¿Cuál será el costo de esta "guerra"? Por ahora ocultó su sonrisa y abrió los ojos.

Soledad

El bulto llora. Desde hace siglos llora y nadie lo oye. Él es el único que oye su llanto. Se ha extraviado en un mundo que es, a un tiempo, familiar y remoto, íntimo e indiferente. No es un mundo hostil; es un mundo extraño, aunque familiar y cotidiano, como las guirnaldas de la pared impasibles, como la de las risas del comedor. Instante interminable: Oírse llorar en medio de la sordera universal… No recuerdo más… Sin duda mi madre me calmó; la mujer es la puerta de reconciliación con el mundo. Pero la sensación no se ha borrado ni se borrará. No es una herida, es un hueco.

Octavio Paz

Miguel, cuatro meses y cinco días Le han dejado el muñeco encima para que juegue, pero sus manos no lo alcanzan a coger. Mueve brazos y piernas; sin embargo, lo único que logra es que se suba el babero y le tape la carita. El bebé intenta quitarse lo que lo molesta, desplaza la cara hacia los lados, pero el babero permanece sobre su cara. Comienza a llorar y no pasa nada, sigue llorando. La abuela, antes de salir, ha dicho: "voy a esperar a que llore para darle el tetero, así se lo toma todo". Cuando lo oye llorar, desde lejos dice "eso ya es hambre" y pienso que pronto traerá el tetero.

Me quedo con Miguel y vuelve a pasar lo mismo. Mueve brazos y piernas acompañados de un quejido que parece que fuera a llorar, pero se vuelve un lamento y el babero cae otra vez a su cara. Nuevamente intenta quitárselo de encima, pero nunca llega a él y llora, pero no lo oyen. Se lo vuelvo a quitar. A pesar de haberle quitado el babero de encima, Miguel sigue con el quejido, que es al mismo tiempo un lamento. Intento hablarle, consentirlo desde lejos, envolverlo con mis palabras y me mira y se sonríe, y así pasamos un rato, hasta cuando vuelve el babero a su carita. Esta vez no espero tanto, se lo retiro nuevamente, mas el quejido continúa… Ya no responde a mi voz ni a mi presencia. Nadie escucha.

Bajo y le aviso a la abuela que Miguel está llorando, que debe ser hambre como ella lo había dicho. Me da la razón. En la cocina no se escucha a Miguel. Claro, ahora está prendida la TV y el abuelo la ve. Sube y hasta ese momento comienza a preparar el tetero. Miguel tenía un llanto franco, pero sin lágrimas. Cuando escucha a la abuela decirle que ya va, se calma y voltea la mirada hacia la voz y parece escuchar el rito de prepararle el tetero, está atento. La abuela sale por un instante e inmediatamente vuelve a llorar, hasta que ya no importa nada y llora sin consuelo hasta que aparece el tetero ante sus ojos. La abuela saca al bebé de la cuna, lo acuna y Miguel coge el chupo con gran avidez. Chupa con afán, hace ruido cuando succiona, tiene un ritmo irregular, a veces muy rápido… Y para… y vuelve a comer, la abuela le pregunta: "¿qué pasa, por qué tomas así, tan intranquilo?". Comenta que ayer también le pasó. Mientras toma tetero, Miguel no hace contacto con nadie, no la mira a ella, no me mira a mí. El bebé no toma el tetero por mucho tiempo. Eso también me llama la atención, porque para tanta avidez pensé que se lo tomaría todo.

A las tres onzas, lo rechaza, a pesar de que la abuela le insiste. Una vez el bebé ha sacado el chupo con la lengua, la abuela cede y deja el tetero a un lado. El niño está sentado sobre sus piernas, está quieto, unos minutos después la abuela vuelve a insistir con el tetero, pero Miguel no lo recibe. La abuela me cuenta que a veces le insiste y lo acepta.

En esta observación me sentí angustiada con un llanto que no se escucha, unos mensajes que no se entienden, una soledad y una adaptación que se van imponiendo. Miguel lucha a veces sin lograr lo que necesita -no se puede quitar el babero de encima- y a veces lucha y lo logra -no toma más tetero si no quiere-. Sin embargo, Miguel sigue siendo fuerte. Aunque la abuela le toma con cariño y le habla con amor, Miguel se muestra un poco indiferente con ella. A veces, cuando le juega, responde con una sonrisa tímida. Me sentí también impotente, porque no hay mucho qué hacer. Siento que es gente buena, que ama, que quiere, que trabaja, que se ayudan unos a otros, pero cuidar a un niño requiere una permanencia que no le pueden dar.

Miguel tiene sus necesidades básicas cubiertas: son puntuales, siguen con la mayor precisión las indicaciones médicas, pero falta que le den vida. Tal vez yo llego los días tristes, pero es posible que el fin de semana la casa se llene de personajes para quienes él sea lo más importante.

Esta observación conmueve hasta el dolor, nos remueve el sentimiento de no haber sido escuchados o atendidos como lo hubiéramos querido; pero en un bebé es cuestión de sobrevivencia. Llorar y no ser oído, ausencia de continente para un océano de sensaciones displacenteras que se acumulan hasta el sufrimiento del que desconocemos sus dimensiones. Una psique incipiente incapaz de elaborar este mar de frustración, elementos beta que se difunden por todo el ser, pulsiones sin piel, núcleo sin corteza, angustias que no se alivian (según Winnicott, agonías primitivas [14]), saturación de impulsos hostiles. Y todo queda en la memoria del soma, huellas imborrables que marcarán la vida que sigue, nuestras relaciones con los otros, con nosotros.

Cuando llega el tetero ya no hay alivio o lo es incompleto y pasajeramente. La angustia lo invade todo, incluso lo anhelado se vuelve temido, surge el objeto peor (10), el objeto que no está. Lo persiguen sus pulsiones no satisfechas, acompañadas de fantasías terroríficas (22). Está en juego la continuidad de la existencia, la continuidad del sí mismo, la experiencia de existir.

Sin nombre

Miguel, cuatro meses y 12 días

Cuando estamos los dos solos, veo al niño que mueve las piernas y los brazos a veces rápidamente acompañados de un quejido. Mueve mucho la boca como lamiéndose el labio inferior. Parecería que mama. Eso también se lo noté el día que esperamos tanto tiempo por el tetero. La ventana del cuarto está abierta y de un momento a otro pasa un carro que hace mucho ruido y el niño se sobresalta. El ruido pasa rápidamente y el pequeño, aunque durante los instantes posteriores queda inquieto, recupera su "quietud".

A los pocos minutos prenden la aspiradora y ambos quedamos aterrados, era un ruido enorme para el silencio en el que estábamos, y Miguel se pone muy inquieto, mueve la cabeza de un lado para otro, y las piernas y la manos. Me acerco y le digo que no pasa nada, que es la aspiradora, que a él no le va a pasar nada; pero no fija la mirada en mí y sigue muy inquieto. Finalmente, fija la mirada en algo que creo es el chupo, en la esquina superior derecha. Recuerdo las palabras de Fanny cuando nos recordaba las palabras de Winnicott: "los niños fijan la mirada en un objeto o en un estímulo cuando se sienten en peligro, agarrándose de este para preservar la supervivencia psíquica" (19).

Acto seguido, el pequeño comienza a hacer movimientos casi que convulsivos de la cabeza que van desde la línea media hacia la derecha. Para el ruido y el niño para de hacerlos, se aquieta y vuelve a mirar hacia el frente y me encuentra, y le hablo y él me sonríe y cómo si no hubiera pasado nada. Quedo aterrada, tengo una angustia enorme. Miguel vuelve a lo que estaba antes y estornuda. Me pregunto si tendrá frío, y meto la mano por entre la cobija y le toco los pies y las rodillas y está frío. Le subo la cobija un poco más y quiero envolverlo.

De repente, se cierra la ventana y Miguel se vuelve a sobresaltar. También yo, y temo mucho que Miguel vuelva a hacer lo mismo. Así que me acerco y le digo que no pasa nada que ya pasó. Y vuelve a sonar la aspiradora, y se repite lo mismo: inquietud, fija la mirada, y yo asustada. Lo levanto un poco, lo toco, le hablo y Miguel no me ve. Repite los movimientos de cabeza hasta que apagan la aspiradora. Miguel vuelve a "integrarse" cuando la mujer que hace el aseo entra al cuarto y le habla y el niño le sigue con la mirada.

Ella cierra la ventana. Digo que me voy, y la mujer dice: "¡ay! Dígale a la doctora que no se vaya, que no lo deje solito". Salgo horrorizada y me despido de la abuela y salgo de allí.

Me sentí aterrada y me quedó una angustia durante largo rato, un rato de dos días. Salí de allí a "llenarme" de comida y una dona… Algo dulce, cosa que jamás hago. Cada vez que lo recuerdo me da angustia y quisiera que se olvidara. Nunca me había parado y sentado tantas veces como hoy cuando escribía esta observación. Y termino de escribirla y tengo una tensión casi que en todo el cuerpo, es aterrador.

Piel defensiva, segunda piel (15), caparazón muscular. Movimientos corporales, inquietud del cuerpo que pretende sustituir la piel que mamá no pudo darle, o a la que le quedaron huecos (o piel colador, de acuerdo con Anzieu [20]) o se hizo costra. No obstante, el cuerpo no puede con todo: hay temores que son horrores y a los que la coraza externa no puede contener. Según Winnicott, los recursos psíquicos intervienen y buscan un objeto del cual aferrarse para armarse, no romperse, evitar el abismo, la fragmentación (23). Son diques que se rompen ante la magnitud de la sensación y cae para siempre, se deshace, ansiedades impensables, proyecciones masivas que la observadora recibe e intenta contener4: le habla, lo abraza, lo envuelve, pero es demasiado tarde… (24).

Esperanza

Miguel, cuatro meses y 25 días Cuando íbamos subiendo la escalera, Teresa (su madre) oye a Miguel llorar y me dice: "Miguel está llorando". En silencio, me alegro. Eso quiere decir que alguien lo escucha. Nos paramos ambas al lado de la cuna y Miguel está muy sonriente. Sigue con la mirada a la mamá y se sonríe. Teresa lo llama y le dice cosas bellas, y Miguel se ríe, pero esta vez es a carcajadas, y parece que su risa alimentara a Teresa, y ella sigue en ese intercambio que parece un enamoramiento.

Me dice que regularmente ella llega a la casa y todo el tiempo están en la alcoba de su mamá, que ven la TV y que entonces Miguel está con ellos. Me aclara que lo que no le gusta al niño es que lo dejen solo. Si él se siente solo llora, pero con tan sólo hablarle, así sea a tres metros el niño se calma. ¿Cómo me sentí? Contenta de ver a Miguel sonreír. Me hallo la razón cuando en alguna observación escribía que seguramente Miguel tendrá días más alegres.

Parece como si la relación de Miguel y su mamá se mantuviera. El bebé responde a su voz con alegría; la identifica plenamente, comparten palabras y sonrisas, incluso carcajadas. Ella sigue siendo tan dulce como siempre, y siento que ambos están contentos de tenerse. Me sorprendo de la capacidad de Miguel para reintegrarse, para reparar y volver a reír, contactarse con la madre con gozo, con alegría. En mis fantasías estaba el temor de Miguel a que su mamá se desapareciera, pero eso es tan sólo mi fantasía.

Tendencia innata al desarrollo, predeterminación genética que se impone por encima de las vicisitudes, pulsión de vida, el amor, en fin. Estamos hablando de un impulso vital que es más fuerte que la ruptura, la desintegración. Algo que suspende la caída, el deshacerse, la angustia. ¿El healing de Winnicott? (11) ¿Resiliencia5? (25) ¿Capacidad constitucional a la curación de la psique? ¿Sabiduría de la naturaleza? ¿Orden universal? Todas, algunas, ninguna. Miguel es fuerte y está en pie.

Ausencia

Miguel mientras tanto está tranquilo. Se acaba de despertar. Mueve ocasionalmente brazos, y sin que pretenda conseguir algo, mueve la cabeza y mira a la persona que está hablando. Cuando la abuela habla, el niño la mira durante algunos minutos, para luego bajar la mirada. Hay una situación que me llamó la atención. La abuela lo llama insistentemente y el niño parece no escucharla… Lo llama unas tres veces y el niño sigue mirando hacia abajo… Hasta que la abuela lo toca y el niño la mira. La abuela le sonríe y el niño parece responderle con otra sonrisa.

Estas cicatrices recuerdan antiguas heridas, sensaciones que se inscribieron en la memoria del cuerpo, sufrimiento impensable. Son defensas que se erigen para proteger lo verdadero del ser, lo que le es propio, su riqueza mayor. También son defensas necesarias y a la vez limitantes, detención de la vida psíquica y de relación. Ostracismo y ausencia.

En resumen, Miguel ha sido expuesto a la ilusión y desilusión, a la gratificación y a la frustración, a la madre, a la abuela y a la soledad, a la contención y al abandono, a la risa y al llanto, a ires y venires, a la incertidumbre en pleno. La monotonía (17) es necesaria para que el pequeño establezca en su núcleo la experiencia de existir, de cohesión de las partes, de integración, de realidad, de seguridad, y a partir de allí hacer vínculos en los que predomine la vida, la alegría, el aprendizaje, la aventura, es decir, aquellas cosas que nos permiten un buen vivir, una vida buena.

Miguel aún no constituye una patología, pero es un pequeño en riesgo y la intervención se hace necesaria.

A manera de conclusión

La observación de bebés nos ofreció, en el proceso de formación, la posibilidad de integrar la teoría a la observación; promovió nuestra habilidad de ver, mirar; nos incitó a hacernos preguntas sobre las distintas variables del desarrollo y su repercusión en la vida psíquica, y nos ofreció una experiencia de comprensión del sufrimiento. También nos invitó a sentir la masividad de las emociones de los bebés y a vivenciar sus defensas. Promovió el ejercicio de escribir y describir los eventos internos de otro y propios, además compartirlos. La vivencia comunicada nos permitió pensar acerca de dos comienzos de la vida: dos prehistorias, dos madres con su historia, dos padres, dos bebés.

En Simón, una urdimbre armónica, matriz de un continente dentro del cual puede crecer-ser. Con Miguel, en cambio, pudimos pensar y representar el dolor del niño, intentar repararlo a través de este escrito que pretendemos sea leído por muchas instancias y, de esta manera, que el llanto de Miguel no sea en vano, que por fin sea oído. El desamparo de Miguel es el mismo de muchos niños en este tiempo, donde la madre ya no está más en casa, razones hay numerosas y variadas.

Lo que le pasa a Miguel es un síntoma de la sociedad de la que hacemos parte; no es el problema. Los adultos de esta sociedad somos responsables de lo que le sucede a nuestros infantes. Nos vemos en la obligación ética de hacer conocer este material a las instancias científicas, para ponerlos en aviso de las repercusiones psíquicas que tienen sus acciones. Un pediatra que aconseja a la madre de su paciente darle seno cada tres horas desconoce que las pulsiones no están estandarizadas y que la frustración temprana vulnera la construcción de un sí mismo. Consideramos que esta información debe darse en muchas instancias, incluyendo a las madres, directas implicadas.

Anexo 1

 


4 De acuerdo con Acevedo y Laverde (24), enactment es "Un hecho clínico en el cual algunas fantasías transferenciales son representadas verbal o extraverbalmente…" (p. 335); "…tiene una función comunicativa cuando las palabras no existen o son insuficientes para expresar los acontecimientos del mundo interior…" (p. 33 6), "…ocupa un espacio intermedio entre lo cognitivo y la experiencia, y entre el símbolo y la acción, de emociones no mentalizadas..." (p. 33 6); "…es una vía para la comprensión de la contratransferencia." (p. 336).

5 Para Cyrulnik (25) resiliencia es la capacidad de construir en la adversidad.

 


Agradecimientos

Al doctor Alejandro Rojas-Urrego, por sus múltiples aportes y clarificaciones. A las familias de estos bebés, que nos permitieron estar en la intimidad de su hogar y observar a sus pequeños, que nos acogieron con amabilidad y paciencia durante meses y que nos permitieron aprender a aprender.

Referencias

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4. Winnicott DW. The use of an object and relating through identifications. En: Playing and reality. London: Routledge; 2005.        [ Links ]

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25. Cyrulnik B. Un merveilleux malheur. Paris: Odile Jacob, 1999.        [ Links ]

Conflictos de interés: las autoras manifestamos que no tenemos ningún conflicto de interés en este artículo.

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