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Revista Colombiana de Psiquiatría

versão impressa ISSN 0034-7450

rev.colomb.psiquiatr. v.40 n.3 Bogotá jul./set. 2011

 

Epistemología filosofía de la mente y bioética

Entre la epistemología y la ética: investigando el desplazamiento forzado*

Between Epistemology and Ethics: Researching Forced Displacement

Jorge Alexander Daza Cardona1
Dora Cardona Giraldo2
Patricia Granada Echeverri3

1Psicólogo, joven investigador e innovador Colciencias-Universidad Tecnológica de Pereira. Investigador del grupo Investigación y Desarrollo en Cultura de la Salud, Universidad Tecnológica de Pereira. Pereira, Risaralda, Colombia.
2Médica psiquiatra, especialista en Gerencia de Prevención y Atención de Desastres, docente de la Universidad Tecnológica de Pereira, coordinadora del área de Psiquiatría y directora del posgrado de Psiquiatría, de la Universidad Tecnológica de Pereira. Pereira, Risaralda, Colombia.
3Médica cirujana, Magíster en Desarrollo Educativo y Social, Magíster en Comunicación Educativa, Doctora en Ciencias Sociales Niñez y Juventud. Docente Universidad Tecnológica de Pereira. Líder del grupo “Investigación y Desarrollo en cultura de la Salud” de la UTP. Coordinadora del Observatorio de Políticas de Infancia y Juventud. Universidad Tecnológica de Pereira. Pereira, Risaralda, Colombia.

Conflictos de interés: Los autores manifiestan que no tienen conflictos de interés en este artículo.

Correspondencia
Dora Cardona Giraldo
Área de Psiquiatría
Facultad de Ciencias de la Salud
Universidad Tecnológica de Pereira
Vereda La Julita Pereira, Risaralda, Colombia.

dcardona@utp.edu.co

*Instituciones financiadoras: Colciencias y Vicerrectoría de investigación, Innovación y Extensión, Universidad Tecnológica de Pereira.

Recibido para evaluación: 28 de diciembre del 2010. Aceptado para publicación: 20 de mayo del 2011


Resumen

Introducción: Investigar el desplazamiento forzado deja en evidencia la necesidad de poner en tensión el interés por la construcción del conocimiento con reflexiones éticas. Objetivo: Discutir algunos condicionamientos contextuales y dilemas éticos que enfrentan los investigadores al estudiar el desplazamiento forzado. Método: Revisión teórica, reflexión y experiencia en trabajo de campo en un proceso investigativo. Conclusiones: Un contexto de violencia sociopolítica afecta la construcción del conocimiento; su comprensión debe ser un pilar de la discusión de criterios éticos en investigaciones sociales.

Palabras clave: Contexto, desplazamiento forzado, ética, investigación.


Abstract

Introduction: Investigating forced displacement shows clearly the need to tauten the interest in the construction of knowledge with ethical considerations. Objective: To discuss some contextual constraints and ethical dilemmas that researchers face when studying forced displacement. Method: Theoretical review, reflection and experience in field work in a research process. Conclusion: A sociopolitical violence context affects the construction of knowledge. Its understanding should be established as a pillar in the discussion of ethical standards in social research.

Key words: Context, forced displacement, ethics, research.


Introducción

Un punto de vista difundido acerca del quehacer de la epistemología sostiene que su preocupación central corresponde a los aspectos lógicos de la construcción del conocimiento. Entre los textos clásicos de este enfoque se encuentra Teoría del conocimiento, del alemán Hessen (1), quien se interesó por la esencia, origen, especies y criterios de verdad del conocimiento. Desde este punto de vista, sobresalen preguntas por la existencia del sujeto y el objeto, y la forma como ambos se relacionan. En resumen, las posibilidades y limitaciones de acceder a un conocimiento confiable y verdadero.

Aunque estas cuestiones continúan vigentes, otros aspectos de la labor científica han ganado protagonismo, de tal forma que resulta legítimo que la epistemología estudie la carga ideológica y las circunstancias histórico-sociales que influyen en el origen y la estructura de la ciencia (según Thuillier, citado por Mardones) (2).

Actualmente, se reconoce que el contexto es un factor decisivo en la generación de conocimiento científico (3), lo que exige la reflexión sobre las lógicas que subyacen al estudio de fenómenos puntuales. El presente artículo pretende mostrar cómo el estudio del desplazamiento forzado abre vías para replantear las relaciones entre el sujeto y el objeto, al mostrar cómo su estudio conduce a diálogos inevitables entre la epistemología y la ética.

Las reflexiones propuestas son el producto de la revisión teórica y de la experiencia en un proceso investigativo realizado en la Universidad Tecnológica de Pereira, desde los grupos ‘Investigación y desarrollo en cultura de la salud’ y ‘Vulnerabilidad y salud pública’, denominado ‘Entre redes’. El proyecto está constituido por varias investigaciones que tienen como punto articulador la población en situación de desplazamiento, y aborda los siguientes tópicos: funcionalidad familiar, eventos estresores, resiliencia, salud y enfermedad mental, apoyo social percibido y significados del desplazamiento.

Así, se pretende enriquecer la discusión acerca del encuentro del investigador con una realidad específica, al proponer preguntas que permitan replantear el lugar en el que se ubican los diferentes actores que hacen parte de los procesos de generación de conocimiento científico en el contexto del desplazamiento en Colombia.

Como abrebocas a la discusión se plantean las siguientes preguntas: ¿cuál es el contexto en el que se desarrolla la investigación social con la población en situación de desplazamiento? ¿Cómo influye dicho contexto en los productos del conocimiento? ¿Cuál es la finalidad y el compromiso con el saber y con la población?.

Investigar en el contexto del desplazamiento

…no es suficiente responder a la pregunta sobre cómo hacer investigación,
sino que es necesario indagar cómo se realiza en nuestro contexto,
inscrito en situaciones de conflicto armado y de violencia sociopolítica
Martha Nubia Bello

Uno de los principales escenarios de encuentro entre el investigador y la población es el trabajo de campo, no obstante los caminos que uno y otro han recorrido sean distintos. Por parte del investigador, la participación en convocatorias, la búsqueda de financiamiento y la elaboración de su proyecto; en cuanto a la población en situación de desplazamiento, el tránsito entre un lugar y el próximo, sin encontrar estabilidad (4,5).

Al momento de proponer y construir un proyecto investigativo, el tema de la financiación es complejo. Incluso dentro de una universidad, el investigador tiene su atención repartida: uno de sus ojos atiende al ideal del conocimiento, quiere descubrir y construir nuevas categorías que permitan que el saber acumulado avance o sea repensado; el otro está obligado a mirar cuáles son los recursos disponibles para hacer efectiva su propuesta. Resulta fundamental que en la justificación apunte a un tema coyuntural que sea foco de interés en las agendas nacionales e internacionales. De igual forma, debe prestar minuciosa atención a los enfoques, lineamientos y políticas de instituciones específicas que puedan aportar recursos económicos, logísticos y de infraestructura.

Esta situación no resulta en sí deplorable, cada ente financiador está regido por necesidades específicas y objetivos claros; sin embargo, pone al investigador en una encrucijada: plantear una investigación que pueda ser llevada a cabo o la que considera debe realizarse. Aunque los intereses pueden llegar a confluir, no en todos los casos sucede y deben hacerse negociaciones y renuncias. En la actualidad, esta disyuntiva cobija la mayoría de las investigaciones sociales que se realizan con población vulnerable, fenómeno que se acentúa en el caso del desplazamiento forzado, como lo ilustran las palabras de Bello: “Cada vez más, la investigación queda sujeta a una lógica de la oferta y la demanda, en tanto que las regulaciones vienen dadas desde ‘afuera’, por ámbitos ajenos a las dinámicas académicas y en función de la racionalidad y fines económicos y políticos particulares” (6).

En este orden de ideas, la autora recalca que los criterios que rigen la construcción del saber sobre los desplazados son los del pragmatismo y la inmediatez; se investiga con el fin de atenuar las consecuencias y los efectos, en detrimento del conocimiento y la intervención sobre las causas. De igual forma, se presentan situaciones adversas, como los ciclos cortos de investigación, la aversión a las construcciones teóricas, la publicación selectiva de resultados y la pérdida de los derechos de autor por parte de los investigadores (6).

Una vez los proyectos son aprobados se inicia la planeación y el trabajo de campo, lo cual permite la emergencia de relaciones particulares. El acceso a la población, las reuniones con los líderes y los intereses en los posibles beneficios se entrelazan en dinámicas complejas: se activan las intenciones de visibilización, la producción de conocimiento, la entrega de resultados en los plazos establecidos y la búsqueda de impactos significativos.

Entre las situaciones difíciles se encuentra exponer claramente a la población los fines de la investigación, pues en ocasiones los términos elegidos son lejanos de las palabras cotidianas y se olvida que parte de la población se encuentra afectada por la insatisfacción de sus necesidades básicas, que se vuelven el foco principal de sus pensamientos. Por otro lado, no se reconoce que para muchas personas responder largos cuestionarios es un despropósito, pues no logran visualizar una ayuda tangible y, por el contrario, ubican el accionar del investigador en la larga serie de declaraciones que les hacen ahondar en recuerdos dolorosos que quieren dejar atrás. Por eso, más allá de la captura de la firma en el consentimiento informado, se debe tomar el tiempo suficiente para explicar quién financia la investigación, la voluntariedad de la participación, el propósito de conocer la situación para exponerla ante las organizaciones competentes y el compromiso con la devolución de la información.

El encuentro del investigador con la realidad siempre trae sus contingencias. Desde su experiencia, Castillejo (4) narra cómo al entrar en contacto con una comunidad en situación de desplazamiento, el investigador es observado con desconfianza y se encuentra en un lugar de ambigüedad, circunstancia que poco a poco se modifica, al comenzar a ser reconocido:

    En ese encuentro es evidente que rigen dos mundos distintos. Pero en su contexto, la ambigüedad de nuestra presencia se va reduciendo, se va sectorizando en los “tipos” posibles dentro del espacio social: desde su lectura, los investigadores son personas que pasan los días bajo el sol estremecedor haciendo preguntas, buscando información, algo que puede dar, así como quitar la vida (4).

Después de la ambigüedad sobrevienen otras posiciones. El investigador puede ser identificado, por su persistencia en la recolección de información, casi como un espía; o ser reconocido como representante del Estado, aclarando que en este contexto no es visto como una institución garante de derechos, sino como el causante del desplazamiento y las fallas en su atención (4).

Esta transformación en las representaciones de la población hacia los investigadores revela aspectos fundamentales. En primera instancia, resalta el hecho de que aunque se pase mucho tiempo físicamente cerca de la población, las relaciones siempre estarán marcadas por el distanciamiento, un nosotros y los otros estructural en todo proceso de investigación social, tal como se ha hecho notar en las discusiones internas de la hermenéutica entre las tesis de Dilthey y autores como Gadamer y Ricoeur (7). Por otro lado, da cuenta de una posición irrevocable que ocupa el investigador cuando trabaja en contextos de violencia sociopolítica, como el del desplazamiento, a saber, que hace parte de la guerra (4,8).

Por tanto, el manejo de la información durante el trabajo de campo, incluso una palabra, puede constituir la diferencia entre la vida y la muerte de los participantes que toman el riesgo de brindar los relatos de sus vivencias (9).

Las caras del testimonio

Entre los fines que se proponen algunos investigadores al abordar el desplazamiento se encuentra dar voz a una población que ha sido acallada en el silencio generalizado de países como Colombia, lo que si bien es un fin loable, implica algunas situaciones que pueden resultar paradójicas.

    En un momento percibí que había un tema que estaban evadiendo por lo que pregunte más directamente, efectivamente respondieron, pero al adentrarse en la temática observé que sin mirarse a ambos se les humedecieron sus ojos, como si algo sensible de su historia en común hubiera sido tocado… Después de esta visita evoqué muchas veces el momento de aquella mirada de lágrimas contenidas y me surgieron los siguientes interrogantes ¿Quién nos dio a los investigadores el derecho a escudriñar el dolor del pasado? Una vez aparecido este dolor ¿vamos a ayudar a aliviarlo con algún tipo de proceso terapéutico? (10).

Jiménez (11) propone que muchos de los espacios de reivindicación de las “víctimas” se transforman en lo que ha llamado “laboratorios del dolor”, formas de revictimizar y exponer el sufrimiento, usando como fachada el eslogan de la denuncia. El académico no está exento de lo que este autor denomina “la administración de la guerra”, al participar en lógicas de las que muchas veces no es consciente. El reto se encuentra en estar atento a las dinámicas y no ser una más de las puestas en escena del espectáculo del sufrimiento de los otros.

Desde un punto de vista afín, Castillejo (12) hace un paralelo entre el académico y el actor armado, y propone que ambas partes se complementan; por un lado, los grupos armados producen el conflicto, y por el otro, los investigadores sociales se benefician analizándolo, participando de lo que llama “la industria del terror”. Investigaciones que se valen de técnicas como las historias de vida, las entrevistas y los talleres de memoria entrañan el peligro de poner la intimidad en el aparador, y malograr el uso del testimonio.

Al analizar la experiencia en Sudáfrica (13) se entienden algunos de los riesgos que se corren. Al estar en un proceso de guerra-posguerra, este país se presenta como destino atractivo para investigadores de diversas disciplinas, entre quienes los temas en furor son el trauma y el testimonio. Distintas organizaciones actúan desde el supuesto de considerar la mediación de la palabra como un acto imprescindible, por sus efectos catárticos y terapéuticos frente a las atrocidades experimentadas (13). Bajo esta concepción, los académicos han querido aprender sobre las distintas dimensiones del trauma, pues explorar la fuente misma del dolor parece una idea seductora para quien se ha especializado en su estudio. Por otra parte, se ha enfatizado en la necesidad del reconocimiento, el cual, según se cree, llega cuando el testimonio es extraído y publicado, en un intento de ponerlo en el continuo de la memoria histórica.

Castillejo (13) se muestra escéptico al afirmar que estas orientaciones carecen de una estrategia mayor para elaborar las secuelas de la guerra, y los efectos negativos pueden ser mayores que los beneficios. En un sentido freudiano, no hay una reelaboración de lo traumático (14), solo una descarga momentánea que saca a flote el recuerdo, el dolor y el sufrimiento, y los deja a la deriva. Dichas prácticas perpetúan la violencia y el silencio histórico.

Entre las razones para que los modelos investigativos y de intervención obedezcan a las lógicas mencionadas se encuentran la limitada financiación y los protocolos de ciclos cortos, en los que no caben intervenciones fundamentales, como el acompañamiento psicosocial y la asesoría psicojurídica.

El ciclo del testimonio no termina con su extracción, pues se ha asumido que una vez recolectada la información ya no le pertenece a la población, y este se reabsorbe en el conjunto del texto del informe o el artículo de investigación, lo que algunas veces se hace con el fin de llenar los vacíos en los argumentos de los especialistas (13).

Otra dimensión del testimonio debe ser resaltada. Actualmente es un hecho indiscutible que el investigador está lejos de tener una neutralidad valorativa, logro que se le debe a la teoría crítica, principalmente a la escuela de Frankfurt (2). De hecho, no existe neutralidad de ningún tipo; el investigador introduce su subjetividad al elaborar un proyecto, durante la “recolección” de la información y en su análisis; en una entrevista, su ser resuena frente al discurso del entrevistado, ya que no es una máquina que toma muestras, sino un ser humano con sus propias sensibilidades. Historias de muertes, masacres, injusticias sociales, dolor y vulneración de los derechos humanos no pueden pasar sin dejar huella.

Algunos autores han señalado la necesidad de prestar atención psicosocial a los investigadores (15), y tomar medidas preventivas en su salud psicológica (8), ya que si bien el discurso de los entrevistados puede ser nocivo para ellos, esta es solo una de las situaciones que ejercen presión sobre el investigador, también lo hacen las dinámicas institucionales y la percepción de situaciones de peligro. Así, en ocasiones su salud mental se está poniendo en juego de una forma de la que no siempre tienen noticia. Como ejemplo se menciona la experiencia de Gaviria:

[…] podría decirse que fuimos conscientes de salvaguardar la integridad física del equipo de investigación y de trabajo de campo, pero no tuvimos el mismo cuidado con la integridad emocional. Los riesgos físicos los sorteamos al garantizar el consentimiento de los líderes y organizaciones para el acceso a las comunidades […] Los riesgos psicológicos tal vez no fueron abordados conscientemente por el proceso de investigación. Experimentamos sentimientos de impotencia, rabia, angustia, miedo y tristeza, al escuchar y ver innumerables situaciones de injusticia social y al percibir la negligencia e indolencia de algunos funcionarios del Estado que le dan la espalda al problema. (16)

Uso de la información y compromiso

El siguiente fragmento pone de manifiesto el compromiso que exige el trabajo:

[…] el que las personas hayan confiado estas experiencias al investigador no es un hecho menor, son las historias de sus vidas que han sido forzados a contar una y otra vez en los procesos de declaraciones, las cuales no quieren compartir por lo íntimas y dolorosas, pero sobre todo porque sienten que corren riesgo al contarlas a alguien que no conocen y que los está grabando. Así, debemos plantear las estrategias adecuadas para que las personas encargadas de la atención y de la construcción de los lineamientos de intervención tengan acceso a los resultados, siendo el asunto del impacto una obligación (10).

Así, apelar al testimonio tiene unos requerimientos particulares, demanda del investigador un compromiso especial: es el ser humano y su dignidad lo que está en juego. Más allá del ideal de la ciencia, hay un compromiso mayor, la producción de conocimiento al final del día no puede ser más que un medio para mejorar la existencia de las distintas poblaciones.

En el contexto del desplazamiento se podría dudar incluso de si vale la pena indagar, pues al poner en la balanza el costo-beneficio quedan en tela de juicio los efectos logrados; la dificultad para tener injerencia en las políticas públicas y el riesgo que asumen los investigadores y la población hacen que ciertos procesos investigativos estén cargados de encrucijadas (15).

Con la intención de perfilar la reflexión final y proponer algunos aportes para responder las preocupaciones de los investigadores, quienes escriben se remiten a la opinión de una persona en situación de desplazamiento, que desde lo vivencial cuestiona la lógica en la que se ha visto inmersa: “[…] eso le quieren decir a uno, que somos unos mendigos […] pero ellos están viviendo por nosotros […] le dan trabajo al uno y al otro, en unas entidades y en otras, de cuenta de nosotros, con la plata de nosotros, y a nosotros nos tienen aguantando hambre, eso es […]” (18).

Más allá de la acusación al funcionamiento de las instituciones que intervienen, lo expuesto es un llamado de atención al investigador, quien puede tomarse por destinatario de estos cuestionamientos en la medida en que él también obtiene remuneración económica y reconocimiento de la comunidad científica por su trabajo.

Los investigadores deben evitar, por todos los medios, transformarse en mercenarios del saber (15), que no defienden la dignidad de sus posturas frente a las tensiones institucionales o, peor aún, en académicos de pasarela (19), que acumulan publicaciones a costa del estudio de la población, pero que no propenden por impactar las políticas públicas, los modelos de intervención o los imaginarios de la población civil. Frente a lo anterior, algunos autores sostienen que, más que paralizarse, los investigadores deben encaminarse a pensar los criterios éticos que deben regir las investigaciones (15,19).

Para la elaboración de dichos criterios es importante tener en cuenta los principios fundamentales de la no maleficencia, la beneficencia, la autonomía y la justicia (20), que dan cuenta de los riesgos y beneficios para el grupo de estudio y la voluntariedad de la participación.

El principio de no maleficencia se refiere a la obligación del investigador de no usar sus conocimientos o su posición privilegiada en relación con la persona que sufre para hacerle daño. Aunque en la mayoría de los casos esta no es la pretensión, se puede caer en ello inadvertidamente, por ejemplo en una entrevista donde se explora una situación traumática o al revelar información que avergüence o permita identificar al participante.

El principio de beneficencia debe entenderse como la posibilidad de generarle un bien al participante. Las personas en situación de desplazamiento que hacen parte de una investigación tienen diversas motivaciones, entre las que se cuentan la idea de recibir un beneficio directo, el deseo de ser útiles o lograr un apoyo en la búsqueda de la garantía de sus derechos. En todo caso, se debe hacer un esfuerzo para maximizar estos beneficios, siempre en el marco de la honestidad y la claridad acerca de los alcances del estudio.

El principio de autonomía establece el respeto por las convicciones, opciones y determinaciones del sujeto en cuanto a la voluntariedad de su participación, la autorización para divulgar información o la decisión de dar por terminado el proceso, sin exponerse a retaliaciones o a un trato prejuiciado. Para una adecuada autodeterminación es necesario que la persona cuente con información completa y veraz de los objetivos, características, duración y metodología del estudio, ente otros.

El principio de justicia establece el derecho a un trato digno, justo y equitativo, sin discriminación o exclusión por razones de índole racial, religiosa, ideológica, económica, social o política para quienes acceden a participar del proceso investigativo y quienes no lo hacen, además del acceso a asesoría en caso de daño psicológico y el cumplimiento de los compromisos establecidos por el investigador.

Finalmente, se debe valorar el impacto de los resultados de la investigación sobre la sociedad más amplia; así, el investigador queda con la responsabilidad de buscar el modo posible y el momento oportuno para hacer uso adecuado de la información.

Este breve panorama de las situaciones que enfrentan los investigadores se muestra para que se entienda la envergadura de su misión. Es imperativo buscar novedosas y efectivas formas de difundir la información. La presentación de los resultados de las investigaciones ante la comunidad académica es solo la más tradicional de las opciones. Socializar los resultados con líderes y miembros de las poblaciones, generar foros donde el conocimiento llegue a la población civil, buscar espacios en cadenas televisivas y programas de radio, exponer los resultados a los encargados de la elaboración y la ejecución de las políticas, y la búsqueda de espacios de encuentro para el diálogo entre el investigador, la población y los representantes del Estado son algunas de las formas en las que se puede llegar a impactar la realidad de la población en situación de desplazamiento.

De igual manera, es un llamado a tener presente los condicionamientos de la producción científica. La relación entre el sujeto cognoscente y el objeto por ser conocido toma otros matices; el objeto es otro sujeto, la relación entre ambos no es meramente cognitiva o experimental, es una reciprocidad entre seres humanos mediada por un contexto que posibilita, pero que también restringe, y, hay que decirlo, un contexto violento limita en gran medida.

Agradecimientos

A la Universidad Tecnológica y a Colciencias por la financiación y por creer en nuestras propuestas. A las asociaciones de desplazados por haber sido el puente entre nosotros y la población, y especialmente a todas las personas en situación de desplazamiento que en un gesto de confianza nos dejaron conocer sus sufrimientos y preocupaciones.


Referencias

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