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Vniversitas

versión impresa ISSN 0041-9060

Vniversitas  no.123 Bogotá jul./dic. 2011

 

EDITORIAL*

Julián Daniel González-Escallón**

*El presente editorial solo refleja la opinión del autor y no necesariamente la de la revista Vniversitas, la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, ni de dicha Universidad.
**Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, D.C.). Profesor de Teoría del Derecho e investigador y co-líder del Grupo de Estudios en Derecho Público en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana. Contacto: juliangonzalez@javeriana.edu.co


Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener? Arturo Graf

La libertad significa responsabilidad. Es por eso que la mayoría de los hombres la ignoran. George Bernard Shaw

Las últimas elecciones de alcaldes y gobernadores en Colombia siguieron, sin mucha sorpresa, el rumbo de sus antecesoras. No me refiero a la elección de candidatos o a las preferencias y filiaciones políticas de los mismos, no me refiero tampoco a las propuestas de los aspirantes y sus medios para exponerlas, tampoco hablo de las ya usuales técnicas de desprestigio contra los rivales de turno. Me refiero a otro fenómeno, otro más sencillo y que tal vez ha pasado desapercibido durante tiempo suficiente, pero ha sido siempre invitado silencioso a nuestros encuentros democráticos, posiblemente hasta ahora puedo notarlo y darme cuenta que siempre estuvo ahí, como dice aquel viejo proverbio del libro de Eclesiastés: Nihil novum sub sole.

Antes de describir este mal sigiloso e inmanente, empezaré por revelar de manera pública mi opción de sufragio y las razones por las cuales lo ejercité en ese sentido en lo referente a las elecciones de alcalde en la ciudad de Bogotá: voté en blanco y lo hice movido por la íntima convicción de que no existía en aquellos que se postularon las calidades que en mi sentir son necesarias para dirigir los rumbos de esta ciudad de la que soy natural. Pensé asimismo en la anulación del voto, como también en no presentarme siquiera a votar.

Valoré toda opción posible, y vi en la abstención y en la anulación del voto alternativas también democráticas y valederas, sin embargo, el voto en blanco me llamó mucho más atención por su poder significativo: la elección de no elegir, de manera abierta, clara y transparente.

El ejercicio de la libertad en la democracia puede inclusive tomar la forma de su negación y eso, precisamente, es el valor primordial del entendimiento de los derechos en las democracias actuales, del poder y la responsabilidad que pone en el individuo, que es absoluta y primordial. No puede pasarse de vista ni por un segundo que todo derecho deriva o tiene una importante vertiente en el de la libertad, del ejercicio responsable de las prerrogativas personales en sociedad y cómo el equilibrio de estos derechos genera sin duda el bienestar político: esta es la utopía y el norte que muchos se han fijado, no alcanzándoles una vida entera para poder reclamar el tesoro de la paz social, de la armonía y el equilibrio.

Toda esta disquisición teórica generó un voto en blanco, un silencio en la palestra, el momento de actuar vertido en la inactividad. Solo supe unos días después el real porqué de mi decisión, entendí finalmente que no estaba oponiéndome a los candidatos, sino que estaba invirtiendo un voto en mí, que posiblemente la calidad de estos adalides de sus causas no era lo que me molestaba, sino lo que todos en conjunto representan, que al final, no se trataba de un problema de filiación política, sino de vocación espiritual, en fin, descubrí que los votos no hacen la diferencia.

Esta aseveración podría resultar odiosa e inclusive anarquista en el entendido de la democracia como la entendemos actualmente, sin embargo, como un aparente detractor, y teniendo por bandera la libertad de mi pensamiento, prosigo a explicar si el lector desea darme la indulgencia de su lectura más allá de este punto.

Mi epifanía democrática provino de la desazón de corroborar, elección tras elección, la esperanza excesiva que las personas suelen poner en sus dirigentes, como si los individuos, por más preparación y buenas intenciones que aparentemente pudieran tener, generasen con su fuerza de voluntad un cambio en el rumbo de la historia, como si, al decidir poner a la cabeza de un mandatario de cualquier orden ciertas obligaciones, se solucionara de manera automática toda problemática vigente al momento de la elección.

El pueblo que ejecuta este tipo de movimientos no pretende menos que una hazaña de la más alambicada taumaturgia, pretendemos no menos que aquellas tribus judías moradoras de los desiertos, que por medio de rituales mágicos traspasaban a cabras -o chivos- los pecados de la comunidad entera, para después librar al animal a su muerte segura en las arenas, seguros de haber dejado una vez más a la comunidad libre de todo pecado, de ahí proviene la figura del "chivo expiatorio".

Ese chivo expiatorio es lo que se pretende con elecciones con tan extremas expectativas, desprender de la responsabilidad individual del ciudadano su deber de crear con su conducta y su actuar una sociedad más llevadera, una organización más justa, una vida más tranquila para sí y para todos los que con él conviven, es dejar de lado todo tipo de responsabilidad sobre nosotros mismos. Esa es la justificación de mi proceder, mi apología y mi razón última, creo más en la autonomía del individuo pensante que en la masa que se arremolina alrededor de su candidato.

En últimas, y a pesar de un mensaje un tanto ambiguo, mi punto está fincado en la creencia de que, poner con un voto, la responsabilidad, las culpas y pecados, en hombros de una sola persona, resulta a todas luces una irresponsabilidad. El llamado entonces es a asumir la carga del ser, de existir en los términos de la libertad, es decir, aceptando las consecuencias de los actos que se ejecutan y lo que ellos conllevan. Estas cortas líneas son precisamente eso, un acto de responsabilidad ante mí mismo, ante los lectores, para aceptar que soy libre con todo lo que ello conlleva.