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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores v.54 n.128 Bogotá ago. 2005

 

HOMENAJE AL PROFESOR JORGE AURELIO DÍAZ
17 de junio de 2005

TEACHER JORGE AURELIO DÍAZ´S TRIBUTE

Jaime Ramos Arenas

Director del Departamento de Filosofía


Tenemos sobradas razones para rendir este sencillo homenaje al profesor Jorge Aurelio Díaz. La labor que ha desarrollado el profesor Díaz en la Universidad Nacional a lo largo de 20 años tiene enormes méritos que no resultan difíciles de resaltar. Aunque Jorge Aurelio ha hecho ciertamente destacados aportes a la Universidad desde los importantes cargos administrativos que desempeñó: Decano de la Facultad, Director de la División de Bibliotecas, Director del Departamento de Filosofía, Presidente de la Sociedad Colombiana de Filosofía y Director de Ideas y Valores, quisiera más bien enfocarme en la importancia de su actividad docente.
El profesor Díaz no sólo nos ha brindado a quienes hemos sido sus estudiantes sus magnificas clases de filosofía moderna y medieval, en las que explicaba de manera particularmente clara y amena los más abstrusos textos de la filosofía, sino más fundamental aún, nos dio un ejemplo vivo y directo de un hombre con una actitud genuinamente filosófica. ¡Al profesor Díaz de verdad le importa la filosofía! Él concibe la actividad filosófica como un trabajo que trasciende el mero aprendizaje de las doctrinas de las grandes figuras de la historia de la filosofía, o el aprendizaje de un conjunto de técnicas de interpretación y argumentación. En su conocida respuesta al ensayo “Acerca del pensador profesional”, del profesor Christian Schumacher, Jorge Aurelio escribió:

Yo considero que la filosofía ha sido siempre, y debe seguirlo siendo, un grito de libertad para el pensamiento, una decisión de no recibir más restricciones que las que nos imponga el mismo ejercicio del pensar (Ideas y Valores 104:34).

En una época en que la filosofía se ha convertido en buena medida en retórica, y en la que en los Departamentos de Filosofía hacemos énfasis en el desarrollo de las competencias analíticas y argumentativas de los estudiantes, sin pretender orientarlos en el camino hacia la verdad, pues tampoco nosotros lo conocemos, siendo miembros de una cultura que parece haber perdido su rumbo, Jorge Aurelio Díaz, con un espíritu muy griego y muy spinocista, ha defendido valientemente una concepción de la filosofía como opción de vida, y además lo ha mostrado con sus actos.
En el espíritu de Spinoza, el profesor Díaz es muy optimista acerca del poder de la razón para guiarnos en las turbulentas aguas de la vida y, repitiendo a Séneca, nos dice que “la filosofía no enseña a hablar, sino a obrar”. Para aquellos que nos hemos dedicado principalmente a hacer pequeños trabajos de artesanía filosófica, a pulir insistentemente pequeños detalles de escasa relevancia cósmica o vital, tal pretensión nos resulta sorprendente, pero también fascinante.
Como Wittgenstein, Jorge Aurelio considera que la filosofía es ante todo un trabajo sobre uno mismo, sobre su manera de ver las cosas. Nos dice:

Las convicciones últimas a las que se llega después de un arduo y largo camino de reflexión suelen vivirse con demasiada frecuencia como experiencias inefables, como evidencias para las cuales sólo cabe señalar el camino que puede conducir a ellas, o narrarlas mediante un lenguaje indirecto y velado, sin que puedan ser vertidas a plenitud por un instrumento tan precario como lo es el lenguaje (Ideas y Valores, No. 117, p. 82).

Se encuentra aquí un cierto espíritu místico en la actitud filosófica del profesor Díaz y, aunque recalca la necesidad de que el trabajo se someta a las reglas de la lógica para que sus resultados puedan ser debidamente formulados y comunicados, le queda una duda marcada acerca de la capacidad del lenguaje escrito para transmitir la sabiduría filosófica. Dice Jorge Aurelio:

Si la comunicación busca inducir un cambio de comportamiento en el destinatario, suscitar su compromiso o corroborar su convicción, no basta entonces con exponer la verdad, ni siquiera resulta suficiente emplear los diversos instrumentos que ofrece la retórica, cuya persuasión se lleva a cabo a distancia del interlocutor, sino que hace falta acudir a la dialéctica, que lucha cuerpo a cuerpo con el destinatario adaptándose a sus inesperadas reacciones (Ibid. p. 86).

Jorge Aurelio ha sido consecuente en la práctica con esta forma de ver las cosas. Sin pretender minimizar de ninguna manera el importante legado escrito del profesor Díaz, creo que ha sido en el contacto directo con él, en las discusiones filosóficas que aceptaba gustoso, en la interacción que ha tenido con los estudiantes en sus clases, donde encontramos más nítidamente la riqueza de su trabajo filosófico. Jorge Aurelio ha sido un dialogante, un maestro de la palabra. Todos hemos podido percibir su mente abierta, su disposición a argumentar sus tesis, su absoluta honradez intelectual, la modestia que acompaña a su fina inteligencia en el debate filosófico.
“Uno no hace la filosofía que quiere, sino la que puede”, le oí decir en alguna ocasión; y citaba el conocido dictum de Fichte:

Qué clase de filosofía se elige, depende de la clase de hombre que uno es; porque un sistema filosófico no es ajuar muerto que se pueda dejar o tomar según nos plazca, sino que está animado por el alma del hombre que lo posee.

El profesor Díaz ciertamente encarna bien la filosofía que ha enseñado. Si uno tuviera que resumir en una palabra su carrera académica, esta sería “Integridad”. A pesar de su enorme formación y su gran capacidad intelectual, ha adelantado su trabajo sin aspavientos, sin pretensiones personales, sin buscar el vano reconocimiento. Como él bien nos ha mostrado, “sabio no es quien conoce más, sino quien vive mejor”. Siguiendo a Spinoza ha buscado en la filosofía un camino hacia la felicidad genuina, y por lo que uno puede ver en su espíritu sereno y su espontánea sonrisa, ha conseguido bastante en esa esquiva búsqueda de la felicidad que trae la sabiduría.
Por último quisiera hacer un reconocimiento público y largamente adeudado a toda una generación de filósofos y filósofas muy importantes que cimentaron el trabajo filosófico en la Universidad Nacional, más aún en Colombia. Aunque uso la palabra “generación” en un sentido bastante amplio, me refiero por supuesto a personas como los profesores Ramón Pérez Matilla, Rubén Sierra Mejía, Guillermo Hoyos Vásquez, Carlos B. Gutiérrez, Alfonso Rincón, y Magdalena Holguín, entre otros, que han consolidado el estudio de la filosofía en nuestro medio. Los filósofos hemos sido muy parcos para expresar nuestra gratitud y reconocimiento a quienes nos han aportado tanto, y en este momento sólo puedo darles las gracias. Gracias también a todos Ustedes por hacer parte de esta celebración.

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