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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores v.54 n.130 Bogotá abr. 2006

 

Carlos López Beltrán. 2004. El sesgo hereditario:Ámbitos históricos del concepto de herencia biológica. Estudios sobre la ciencia. México: UNAM. 248 p.

Carlos López B.: THE HERITAGE TWIST. HISTORICAL CONFINES OF THE CONCEPT OF BIOLOGICAL HERITAGE (Maximiliano Martínez)

Maximiliano Martínez

Universidad Nacional de Colombia

naturalmax@hotmail.com

 


¿A qué refiere el concepto de herencia? Esta pregunta parecería tener en ciertos ámbitos una respuesta obvia: a aquel mecanismo biológico que causa la transmisión de los rasgos, tanto típicos como accidentales, de los organismos a través de las generaciones. El objetivo de Carlos López Beltrán en su libro El sesgo hereditario. Ámbitos históricos del concepto de herencia biológica, es mostrar la génesis, construcción y consolidación de dicho concepto, argumentando, para sorpresa de muchos, que la noción de ‘herencia biológica’ es un concepto de origen más bien reciente, producto de situaciones socioculturales específicas y contingentes que se ubican en un contexto muy diferente al anglosajón (mendeliano): la comunidad médica francesa del siglo XVIII. Es precisamente este gremio el que por primera vez compila las previas y escasas investigaciones acerca de ‘lo hereditario’, fundamentadas en una noción gris, pre-teórica y metafórica, para posteriormente construir un concepto con referencia objetiva y suficiente independencia teórico-empírica con respecto a otras nociones con las que se entremezclaba (el ambiente, por ejemplo). Es en este marco en donde se pasa de un uso adjetival de ‘lo hereditario’, al uso sustantivo de ‘la herencia’. En palabras del autor: se reifica una metáfora. El concepto contemporáneo de ‘herencia’ se construye sobre estas bases, ya que es retomado por Darwin, Galton, Spencer y Weissman (168-9), abriendo paso a un poderoso proyecto de investigación en donde dicho concepto, ahora con un indiscutible estatus ontológico, se ubica como piedra angular. Resulta interesante la mención de la obra (tradicionalmente desconocida) Tratado de la herencia Natural, de Prosper Lucas (1850). Según López Beltrán, ésta influyó notablemente en Darwin, Galton y Weissman (84 y 169). Para nadie es un secreto la enorme influencia que he tenido el concepto de herencia biológica en los ámbitos científicos, sociales y culturales desde 1900. La historia que nos cuenta el autor es precisamente la de su nacimiento y consolidación.
Muy influido en su metodología por la tradición historiográfica francesa (Duhem, Canguilhem, Foucault, etc.), como él mismo nos advierte y justifica de manera elocuente (Capítulo 1), y con un amplio conocimiento en filosofía y teoría de la ciencia de corte anglosajón, López Beltrán hace un cuidadoso y esmerado análisis del concepto de herencia. Con su investigación nos propone un cuadro muy diferente al que esgrime la historia canónica de la ciencia: para ella, nos dice el autor, el fenómeno de la herencia biológica es un hecho atendido (aunque de manera intuitiva y pre-teórica) por todas las culturas a lo largo de la historia, hasta la aparición de Mendel. Es este último quien, gracias a sus estudios, descubre las causas reales de este ubicuo fenómeno. López Beltrán, utilizando herramientas historiográficas de rastreo conceptual, nos muestra otro panorama: ‘herencia biológica’ es un concepto que sólo recientemente adquirió estatus teórico-empírico, y lo hizo, no debido al descubrimiento por parte de Mendel de un mecanismo obvio de la naturaleza, sino más bien a necesidades e intereses determinados por un contexto muy particular, como resulta ser la comunidad médica del siglo XVIII en Francia. Esto no quiere decir que López Beltrán no tome en cuenta otros campos en donde tradicionalmente se usaba cierta noción de lo hereditario como fundamental, (la genealogía, la hibridación vegetal o la cría selectiva de animales). El objetivo del autor es más bien delimitar un campo específico como área de investigación, el cual ha sido generalmente desatendido por las pesquisas historiográficas. Es esta delimitación la que le permitirá alcanzar importantes resultados con su trabajo.
En los capítulos 2 y 6, basándose en diferentes fuentes textuales del siglo XVIII y XIX (diccionarios enciclopédicos, médicos y agropecuarios, tratados de medicina), López Beltrán acumula evidencia de lo que viene a ser la tesis central de su propuesta: mostrar cómo se da el tránsito conceptual y lexicográfico de la idea ancestral y metafórica de ‘lo hereditario’, hacia una reificación encarnada en el concepto de ‘herencia biológica’. Este proceso de modificación conceptual, no sólo de la noción de ‘herencia’, sino también de la de ‘enfermedad’, se da concretamente en el ámbito médico francés del siglo XVIII. Según el autor, la observación de cierta de acumulación en el tiempo a través de las generaciones de un ‘patrimonio hereditario físico y moral’ (rasgos, actitudes) de los linajes era, desde la antigüedad y hasta el siglo XVIII, usualmente recogida por la noción metafórica de ‘lo hereditario’, la cual era analógicamente asociada a la transmisión de propiedades y títulos familiares (64-5).
Consecuentemente, el autor dedica los capítulos centrales (3, 4 y 5) de su obra a narrar detalladamente las disputas médicas que ocurrían en Francia durante el siglo XVIII, las cuales giraban en torno a la pregunta por la transmisión hereditaria de enfermedades, su realidad y sus causas físicas. Es necesario apuntar que, según López Beltrán, desde la antigüedad la pregunta por lo hereditario no tenía un lugar específico en el contexto hipocrático-galénico que dominó el campo de la medicina hasta el siglo XVIII (en donde no había distinción entre los aspectos biológico y ambiental). Tanto las semejanzas familiares como las enfermedades se consideraban accidentes que ocurrían sobre una forma o tipo pre-establecido, las cuales podían pasar de una generación a otra por vía interna o externa (44). Corrigiendo a Peter Mclaughlin, el autor señala que en el siglo XVII se pensaba que la transmisión de la forma se debía a una causa constante, invariable, que daba la estabilidad a las especies. No estaba relacionada con lo hereditario, ya que esto se refería más bien a los rasgos accidentales o cualidades secundarias de los organismos (98).
Así, lo hereditario (una noción vaga e imprecisa) era hasta ese entonces explicado generalmente por una red causal de factores que conjugaba elementos tanto internos como externos (constitución, temperamento, alimentación, ambiente, humores, sangre, etc.). Todos estos factores, indistintamente, tenían incidencia causal en la conformación particular o idiosincrasia de cada individuo, mientras que la reproducción del tipo permanecía gracias a una idea preformativa.
¿Qué es lo que hace que la comunidad médica francesa del período mencionado sea tan importante para la consolidación del concepto contemporáneo de herencia? Contrario a lo que sucedía tradicionalmente, es en ese momento cuando emerge paulatinamente una clara división entre autores que enfocan sus explicaciones de transmisión hereditaria en factores internos, y los que se enfocan en factores externos, causando tendencias explicativas disímiles en el gremio. Los conflictos entre los médicos franceses y sus diferentes escuelas (alienistas, vitalistas, humoralistas, solidistas) a la hora de explicar la persistencia del tipo biológico en los organismos, así como la transmisión de ciertas características a través de las generaciones, consideradas para algunos como rasgos secundarios y accidentales (como, por ejemplo, las enfermedades), abren espacio para la delimitación de un concepto ‘duro’ de herencia. Es en este contexto de atención y preocupación por la transmisión hereditaria de rasgos nocivos (enfermedades), en donde adquiere sentido el delimitar la herencia física y encontrar su causa. Los médicos alienistas, por ejemplo, tomando las disputas acerca de las enfermedades hereditarias, proponen el novedoso concepto de ‘herencia natural’. Este viene a recoger y ampliar las nociones médicas previas (transmisión, causalidad latente, homocronía) usadas para explicar dichas enfermedades. Según el autor, este es un ejemplo claro de reificación de una metáfora: se pasa del uso del adjetivo ‘hereditario’ al sustantivo ‘herencia’ (45).
Son fines terapéuticos y médicos los que guían esta nueva orientación científica con énfasis en la delimitación de lo hereditario. Según López Beltrán (80-4 y 138-9), uno de los factores que más influyó en la consolidación del concepto de herencia fue el concurso que promovió la Sociedad Real de Medicina de París entre 1785 y 1788. El motivo principal del concurso era responder a un ensayo de Antoine Louis, de 1749, en donde se cuestionaba la existencia real de la transmisión hereditaria. Esto llevó a los médicos franceses de la época a hacer una recopilación exhaustiva, tanto de las pruebas y evidencias empíricas de la herencia, como de los textos que de alguna manera referían a ella. Este es el primer paso hacia el énfasis y delimitación de la herencia biológica y sus causas, pues promueve un campo de investigación científica independiente que estudie la transmisión hereditaria de rasgos físicos y morales (psicológicos) a través de una ruta fisiológica.
Es necesario anotar que en el libro no solamente se narran con detalle las disputas acerca de lo hereditario en la comunidad mencionada; también se exponen las explicaciones que del fenómeno daban personajes de la talla de Kant, Buffon, Blumenbach o Maupertois
En los capítulos finales, López Beltrán intenta determinar la influencia de la joven noción de herencia biológica en otros contextos, como la eugenesia o ingeniería social, o su influencia sobre nociones tan polémicas como la de ‘raza’. Con respecto a la eugenesia, nos dice que el robustecimiento de la noción de herencia en los siglos XVIII y XIX sirve de soporte a ciertos programas ideológicos y políticos que promueven la eugenesia (Galton, por ejemplo). El vínculo es obvio, pues, para justificar el control de la reproducción humana con fines de ‘beneficio social’, es necesario determinar la cadena causal que transmite las cualidades físicas y morales de los progenitores hacia la descendencia, tanto inmediata como de las siguientes generaciones (116). Con respecto a la noción de raza, sus diferentes versiones y las peligrosas consecuencias prácticas que de algunas de ellas pueden derivar, nos dice el autor (entre otras cosas) que, a pesar de la tendencia contemporánea en ámbitos científicos y académicos a eliminar la referencia objetiva del concepto, llegando incluso a proponerse la eliminación del vocablo mismo (debido a la imposibilidad de tener criterios para determinar algo como las ‘razas’ humanas), en el habla cotidiana el concepto continúa teniendo una fuerte y angustiosa carga objetiva.
En resumidas cuentas, El sesgo hereditario es un libro con un propósito específico: rastrear los orígenes del concepto de ‘herencia’ y mostrar cómo este se construye, consolida y atrinchera, pasando de ser una noción gris, metafórica, pre-teórica y secundaria, a convertirse en un concepto con dominio propio, referencia objetiva y poderes causal y explicativo suficientes para ubicarlo como fundamento de las ciencias de la vida, y con enorme influencia en los demás ámbitos de investigación y práctica humanos. Lo interesante de la obra es la manera en que el autor desmitifica la noción de ‘herencia’ que la tradición anglosajona nos ha trasmitido (en donde su objetividad no es puesta en duda), cuestionando seriamente sus orígenes y mostrando cómo ciertas contingencias y eventualidades socioculturales y de prácticas científicas son las que llevan a que el concepto de herencia se ancle y ‘sesgue’ nuestra cotidiana comprensión del mundo.
La investigación realizada y plasmada en el texto muestra cómo el autor llevó a cabo exitosamente una labor difícil y dispendiosa. Desmarcarse de la historia ortodoxa de la ciencia implica ubicar contextos, escritos y fuentes generalmente enterrados y olvidados por la comunidad académica imperante. El mérito de López Beltrán se fundamenta tanto en la justificada y exhaustiva pesquisa de dichas fuentes, como en su excelente articulación. Esto es precisamente lo que le permite contar una historia diferente.

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