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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores v.56 n.133 Bogotá ene./abr. 2007

 

Michael Bishop & J. D. Trout. Epistemology and the Psychology of Human Judgment. New York: Oxford University Press. 205 pp. (2005).

ANDRÉS PÁEZ
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES BOGOTÁ, COLOMBIA
andrespaez@gmail.com

 


¿Cómo se ha de juzgar el éxito de una teoría del razonamiento correcto? La gran mayoría de las teorías epistemológicas contemporáneas intentan demostrar sus méritos proponiendo criterios bajo los cuales es posible justificar aquellos juicios que de antemano nuestra intuición epistémica ha catalogado como justificados. Los autores de dichas teorías nos invitan a compartir sus intuiciones filosóficas, asumiendo siempre que al final del debate nuestra situación epistémica quedará intacta. Seguiremos aceptando los mismos juicios independientemente de cuál de las teorías de la justificación salga triunfante. Los cientos de artículos dedicados al problema de Gettier son evidencia más que suficiente de esta práctica argumentativa.

En Epistemology and the Psychology of Human Judgment, Bishop y Trout invitan a los epistemólogos a que abandonen esta actitud profundamente conservadora y auto-complaciente. La aceptación de creencias por razones equivocadas o a través de mecanismos poco confiables puede tener consecuencias nefastas en el mundo real. En consecuencia, los epistemólogos tienen la obligación moral de contribuir a mejorar nuestras estrategias de razonamiento. Dicha obligación se desprende de un principio que los autores denominan el Principio aristotélico: en el largo plazo, el buen razonamiento tiene mejores consecuencias que el mal razonamiento.

Por otra parte, Bishop y Trout invitan a los epistemólogos a que abandonen su cómodo sillón filosófico y hagan uso de los descubrimientos empíricos sobre el razonamiento humano. Durante los últimos cincuenta años, la psicología, la estadística y la inteligencia artificial se han ocupado del estudio científico del razonamiento correcto. Los resultados experimentales de estas disciplinas han demostrado las limitaciones de nuestra capacidad cognitiva, las cuales incluyen limitaciones de memoria, atención y capacidad computacional. Los resultados indican, además, que los seres humanos somos pésimos jueces de nuestra propia capacidad de razonar. En uno de los experimentos más conocidos acerca de la excesiva confianza que les damos a nuestros propios juicios (cf. Fischhoff), Fischhoff et al. les pidieron a los participantes en un experimento que indicaran cuál creían que era la causa más común de mortalidad en los Estados Unidos y que estimaran su confianza en la verdad de su respuesta (en términos de apuestas). Cuando el sujeto apostaba 100:1 a que no estaba equivocado, sólo acertaba en el 73% de los casos; cuando apostaba 10,000:1, sólo acertaba en el 85% de los casos; e incluso cuando apostaba 1,000,000:1, sólo acertaba en el 90% de los casos. El fenómeno del exceso de confianza es sistemático (fácilmente replicable y resistente a los cambios en la tarea asignada y en el contexto) y unidireccional (la desviación es hacia el exceso y no hacia la falta de confianza).

El estudio científico del razonamiento no se ha limitado a diagnosticar los sesgos y limitaciones de la razón humana. La “psicología meliorativa”, como Bishop y Trout la llaman, ha diseñado una gran variedad de remedios y soluciones. Una de las herramientas más sorprendentes diseñadas por la psicología meliorativa son las Reglas de predicción estadística (RPE). Existen varios tipos de RPE, pero su rasgo característico es que, a partir de la misma evidencia, son tan confiables, y a menudo más confiables que las predicciones ponderadas de los expertos en su área de aplicación. Consideremos algunos de los sorprendentes ejemplos utilizados por Bishop y Trout. Para predecir con décadas de anticipación la calidad de un vino tinto añejo de Burdeos es mejor utilizar una RPE que a un catador experto que examine el vino joven.

La RPE en cuestión tiene la estructura de un modelo linear:

P = w1c1 + w2c2 + w3c3 + w4c4

donde P es el precio comercial del vino añejo, c1 es la edad del vino, c2 a c4 representan rasgos climáticos de la región particular de Burdeos, y w1 a w4 corresponden al peso asignado a cada uno de estos factores. Una RPE de este tipo diseñada en 1995 ha sido más exitosa prediciendo el precio del vino en subasta, que los catadores expertos que basaron su juicio en las propiedades organolépticas del vino joven (27).

Los siguientes ejemplos demuestran la importancia de las RPE en problemas predictivos con consecuencias mucho más serias (13). Una RPE predice mejor que un experto humano cuáles lactantes están en riesgo de padecer el síndrome de muerte súbita. Una RPE que utiliza como variables los antecedentes criminales y el registro de comportamiento en prisión de un convicto, ha demostrado ser más confiable que un grupo de expertos en criminalística en predecir la tasa de reincidencia. Los resultados de una RPE conocida como la Regla de Goldberg, utilizada para determinar si un paciente psiquiátrico es neurótico o sicótico, son más confiables que el juicio ponderado de los psicólogos clínicos ¡incluso cuando los psicólogos tienen acceso previo a los resultados de la RPE!

La psicología meliorativa no se limita a las reglas de predicción estadística, lo cual naturalmente restringiría su campo de acción. Para cada sesgo descubierto por la psicología, existen estrategias efectivas para eliminarlo o al menos para contrarrestar y minimizar sus efectos. Aunque algunas de ellas sólo son utilizables en contextos experimentales, muchas otras son útiles en las situaciones a las que nos enfrentamos en la vida diaria.

La propuesta de Bishop y Trout no es que abandonemos la epistemología y dejemos que la psicología meliorativa se encargue de orientar nuestro razonamiento. Más bien, la epistemología debe convertirse en una rama de la filosofía de la ciencia, aquélla que estudia los fundamentos de la psicología meliorativa: “[u]no de nuestros principales objetivos en este libro es ofrecer una teoría que describa fielmente los mecanismos normativos que guían las prescripciones de la psicología meliorativa. Pero la teoría no se debe limitar a describir. Debe explicar qué hace que ciertas estrategias de razonamientos sean mejores que otras; y también debe contribuir a explicar por qué el buen razonamiento tiende a generar buenos resultados” (18) [A esta teoría la denominan “confiabilismo estratégico”].

En las últimas décadas han aparecido varias teorías confiabilistas; las teorías de Armstrong, Dretske y Goldman (cf.) son las más conocidas. Su rasgo común es que consideran que una creencia está justificada cuando es formada a través de un proceso confiable, y un proceso es confiable cuando generalmente produce creencias verdaderas. La teoría de Bishop y Trout es diferente, como ellos mismos lo explican en el útil apéndice del libro escrito en forma de objeciones y respuestas, y dedicado a zanjar disputas filosóficas. Los autores mencionan cuatro diferencias fundamentales.

En primer lugar, el confiabilismo estratégico no es una teoría de la justificación. La teoría sólo se ocupa del estudio de las estrategias de razonamiento propuestas por la psicología meliorativa. Esta diferencia en su objeto de estudio podría llevar a pensar que no es posible comparar el confiabilismo estratégico con las teorías epistemológicas tradicionales. Sin embargo, afirman los autores, como el resultado de utilizar una estrategia de razonamiento para resolver un problema concreto es una creencia específica, es posible comparar este resultado con cualquier solución al problema que haya sido propuesta siguiendo los criterios de justificación de alguna teoría epistemológica tradicional. Aunque esta maniobra hace que las teorías sean comparables, elimina una de las diferencias entre la teoría de Bishop y Trout y las demás teorías confiabilistas. Por otra parte, si una creencia no es el resultado de una estrategia de razonamiento acreditada por la psicología meliorativa, el confiabilismo estratégico no nos puede ayudar a decidir si debemos adoptarla.

En segundo lugar, el punto de partida del confiabilismo estratégico no son las intuiciones epistémicas de los filósofos acerca del conocimiento o la justificación. Como lo han demostrado recientemente Weinberg et al. (cf. Weinberg), los juicios epistémicos presentan variaciones culturales y socioeconómicas. Al ser cuestionados acerca de un problema de Gettier, las intuiciones epistémicas de los sujetos occidentales fueron diametralmente opuestas a la de los sujetos de India y el lejano Oriente. Cuando todos los sujetos eran occidentales, pero pertenecientes a estratos socioeconómicos diferentes, también se presentaron variaciones estadísticamente significativas. Estos resultados sugieren que la epistemología contemporánea no es más que “una extraña especie de antropología cultural que construye teorías acerca de cómo personas pudientes, en su gran mayoría occidentales con doctorados en filosofía, llevan a cabo sus evaluaciones epistémicas”. En tal caso, “no es claro cuál es el fundamento sobre el cual sus proponentes pueden hacer razonablemente propuestas sobre el origen, la naturaleza y los límites del conocimiento humano”. Sus propuestas universales “dejan la incómoda sensación de que se trata de imperialismo cultural raso” (108). El lector interesado puede encontrar más evidencia empírica para defender esta conclusión en The Fragmentation of Reason de Stephen Stich (Cf. Stich).

En tercer lugar, según Bishop y Trout, el confiabilismo estratégico es la primera teoría epistemológica que analiza el conocimiento desde el punto de vista de la economía del pensamiento: el razonamiento correcto implica la distribución eficiente de nuestros limitados recursos cognoscitivos. En realidad la primera teoría en utilizar esta aproximación fue la de Isaac Levi (cf. Levi), pero la de Bishop y Trout es la primera teoría confiabilista en hacerlo. En el capítulo más interesante del libro, Bishop y Trout analizan los beneficios epistémicos y los costos cognitivos involucrados en el razonamiento. El problema fundamental reside en lograr reducir los costos y beneficios a unidades contables, de tal modo que exista un mecanismo objetivo para determinar las virtudes de las diferentes estrategias de razonamiento. Los autores sugieren medir los beneficios epistémicos en términos de la confiabilidad de la estrategia, la cual es determinada a partir del grado de precisión de sus predicciones. Naturalmente un individuo no desea adoptar estrategias de razonamiento altamente confiables pero que no se ajusten a sus intereses epistémicos. Las estrategias disponibles están limitadas a aquellas que promuevan sus metas epistémicas. Los costos, por otra parte, son medidos en términos de la facilidad o dificultad con la que puede ser implementada la estrategia de razonamiento. Es difícil reducir esta característica a una unidad cuantitativa, pero la cantidad de tiempo invertido en implementar la estrategia funciona bastante bien en la mayoría de los casos. Utilizando estos dos parámetros, es posible trazar curvas de costo-beneficio para juzgar los méritos de una estrategia.

En cuarto lugar, el confiabilismo estratégico es una de las pocas teorías epistemológicas que tienen en cuenta el hecho de que ciertas verdades son más importantes o significativas que otras. La economía del conocimiento decreta que un sujeto debe dedicar sus recursos cognitivos primordialmente a razonar sobre problemas significativos. La dificultad reside en articular un concepto de verdad significativa que no sea trivial, ni excesivamente subjetivo. Según Bishop y Trout, “qué tan significativo sea un problema para [un sujeto] S es una función del peso que tienen las razones objetivas de S para consagrar recursos a resolver el problema” (95). Las razones objetivas para actuar se desprenden de nuestras obligaciones morales, sociales y profesionales, y están directamente relacionadas con el potencial que tienen estas acciones para promover el bienestar humano. Son objetivas, porque son válidas independientemente de si el sujeto las reconoce o las acepta como legítimas. Pero son diferentes para cada sujeto, porque el papel en la sociedad y las responsabilidades profesionales no son las mismas para todos. El potencial de una acción para promover el bienestar humano debe ser determinado a la luz de los resultados empíricos de la psicología, y no a partir de nuestra percepción subjetiva. Trabajos recientes sobre predicciones afectivas (cf. Wilson) indican que los seres humanos no somos muy buenos anticipando cómo vamos a reaccionar emocionalmente ante ciertos cambios en nuestras vidas, y prediciendo qué es lo que nos hace felices. La evidencia empírica debe ser la guía para establecer cuáles son las condiciones básicas del bienestar humano. El confiabilismo estratégico recomienda, por lo tanto, dirigir nuestros recursos cognitivos a resolver aquellos problemas que contribuyan al mejoramiento de estas condiciones.

Como cualquier otra teoría naturalista, el confiabilismo estratégico debe hacer frente a las objeciones tradicionales contra esta posición filosófica. En lugar de desarrollar una elaborada defensa del naturalismo, Bishop y Trout arguyen que: “las preguntas en torno a la naturaleza del naturalismo son prematuras en este momento. La aproximación correcta es construir primero una teoría naturalista (o varias de ellas), y después preocuparse sobre qué es el naturalismo epistemológico y sus implicaciones” (23).

Un oponente del naturalismo podría responder que no tiene sentido perder el tiempo construyendo teorías naturalistas hasta que no sepamos si el naturalismo epistemológico es una posición coherente. En este punto Bishop y Trout de nuevo apelan al Principio aristotélico: ninguna teoría epistemológica tradicional ha logrado mejorar nuestras prácticas epistémicas; en contraste, las normas que emanan de la base naturalista del confiabilismo estratégico han demostrado su utilidad en la práctica. Por lo tanto, mientras resolvemos las disputas filosóficas en torno al naturalismo, debemos adoptar las estrategias de razonamiento de la psicología meliorativa.

Finalmente, cabe anotar que, a pesar de su sofisticación filosófica y de la riqueza y variedad de sus ejemplos científicos, el libro es asequible para cualquier filósofo o psicólogo sin conocimiento previo del tema. Sin duda, se trata de un libro importante para la epistemología contemporánea, así sea una piedra en el zapato de muchos epistemólogos tradicionales.

Bibliografía

Armstrong, D. Belief, Truth, and Knowledge. Cambridge: Cambridge Univer-sity Press. (1973).

Dretske, F. Knowledge and the Flow of Information. Cambridge: MIT Press. (1981).

Fischhoff, B., Slovic, P. y Lichtenstein, S. “Knowing with Certainty: The Appro-priateness of Extreme Confidence”. En: Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance (3): 552-564. (1977).

Goldman, A. Epistemology and Cognition. Cambridge: MIT Press. (1986).

Levi, I. The Enterprise of Knowledge. Cambridge: MIT Press. (1980).

Stich, S. The Fragmentation of Reason. Cambridge: MIT Press. (1990).

Weinberg, J., Nichols, S. y Stich, S. “Normativity and Epistemic Intuitions”. En: Philosophical Topics (29): 429-460. (2001).

Wilson, T. y Gilbert, D. “Affective Forecasting”. Advances in Experimental Social Psychology (35): 345-411. (2003).

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