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vol.56 issue135Castañeda, Felipe; Durán, Vicente; Hoyos, Luis Eduardo (eds.). Immanuel Kant: vigencia de la filosofía crítica. Bogotá: Siglo del Hombre, Pontificia Universidad Javeriana, Universidad de los Andes y Universidad Nacional de Colombia, 2007. 654 pDa Rocha, Emanuel Angelo. “Considerações sobre o método, a ordem e o entendimento em René Descartes e Benedictus de Spinoza”, Estudios de Filosofía 33. Medellín: Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia. (2006): 53-64 author indexsubject indexarticles search
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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.56 no.135 Bogotá Sep./Dec. 2007

 

Munévar, Gonzalo. “Enfoque biológico a la filosofía de la ciencia”, Eidos 7. Barranquilla: Universidad del Norte. (2007): 110-127.

Alejandro Rosas

Universidad Nacional de Colombia arosasl@unal.edu.co

 


El artículo nos invita a considerar seriamente un enfoque naturalista de lo humano, incluidas sus expresiones o “fenotipos” superiores, como la misma actividad científica. Es decir, nos invita a ver nuestros modos de pensar como producto de una serie de adaptaciones biológicas al entorno cambiante. A pesar de la resistencia de la filosofía a este proyecto, Munévar defiende que el mismo “llevará a la revitalización de la filosofía y a la transformación, y quizá hasta la solución, de sus problemas más importantes”.

Munévar dedica el grueso de su ensayo al debate tradicional entre relativismo y verdad absoluta, y sugiere que la doctrina de la verdad relativa basada en la idea biológica de adaptación explota una opción ignorada en la tradición. Se trata de un relativismo que no afirma la validez de todos los puntos de vista, lo cual sería contradictorio, sino que afirma que hay varios que pueden serlo (ver el texto). Al mismo tiempo, sugiere que esta noción de verdad relativa es una solución al viejo debate. Nótese, sin embargo, que hay una posible tensión entre transformar un problema y solucionarlo; y que vale la pena considerar la posibilidad de que el relativismo evolutivo sea más bien la transformación de un viejo problema, que su solución propiamente dicha.

En el centro de sus reflexiones está la relación entre la verdad y el éxito de la acción en el mundo. Como todos los organismos, también nosotros los humanos actuamos en el mundo; y actuamos, como todos los organismos, basándonos en las representaciones que de él nos formamos. Nuestro éxito, nuestra supervivencia, depende de la “calidad” de nuestras representaciones. En la reflexión filosófica tradicional, si una representación es verdadera, “y todo lo demás es igual” (ceteris paribus), el éxito de la acción se sigue necesariamente. Pero del éxito de la acción no podemos concluir necesariamente la verdad de la representación que la sustenta. En la formulación tradicional del problema del conocimiento, la realidad podría ser completamente distinta a como aparece en nuestras representaciones; y este abismo podría muy bien existir sin nunca llegar a manifestarse en un rotundo fracaso práctico. Desde el punto de vista del éxito, nunca nos daríamos cuenta.

El ensayo de Munévar sugiere una manera distinta de pensar la relación entre verdad y éxito práctico: el éxito sí es indicio fidedigno de la verdad; y, al mismo tiempo, no hay representación falsa que no se manifieste en algún momento como fracaso práctico. Esto es lo que entiendo cuando propone: “la verdad viene del éxito, no el éxito de la verdad”. Probablemente, esto implica abandonar el concepto tradicional de verdad, con lo cual estaríamos transformando, más que solucionando, el viejo debate.

Lo que está aquí en juego es una transformación, e incluso un abandono, de viejos problemas, acaso porque ya no producen el tradicional escozor. Podría uno intentar aliviar el escozor de los que aún lo sufren: por ejemplo, podría sugerirse como propuesta dentro del debate tradicional, que, aunque el éxito de una acción no garantiza la verdad de la representación que la sustenta, no puede ser tampoco que la representación esté totalmente desvinculada de la realidad y facilite, aun así, el éxito. Quizás la representación capture un aspecto de la realidad que está correlacionado con aquel aspecto que realmente garantiza el éxito de la acción, pero del que no tenemos una idea directa, acaso porque el éxito no la requiere. Si cambia el contexto de la acción, podríamos vernos obligados a revisar nuestra representación, y adquirir una más fina y penetrante. La idea newtoniana del espacio- tiempo no es verdadera, pero basta para garantizar el éxito de acciones que se ejecutan en el dominio restringido de los objetos a nuestro alcance. Si cambiamos el contexto de la acción, por ejemplo si queremos emprender viajes interplanetarios a distancias astronómicas, podría ser que necesitemos basar esos planes en una física de la relatividad. Pero podría suceder que también la teoría de la relatividad resultase insuficiente en otros contextos, aun inimaginables. ¿Significa esto que ella no nos da una idea verdadera del mundo, en el sentido tradicional? ¿Cómo podríamos saberlo? Parece igualmente cierto que no puede darnos una idea falsa y desvinculada del mundo, mientras produzca éxito en el nuevo dominio de acción.

Pero, ¿estoy usando aquí el concepto tradicional de verdad y falsedad, o uno nuevo? O mejor aún, ya que es baladí discutir sobre palabras ¿perderíamos realmente algo si entendemos “verdad” en el sentido aquí esbozado?

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