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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.56 no.135 Bogotá Sep./Dec. 2007

 

Da Rocha, Emanuel Angelo. “Considerações sobre o método, a ordem e o entendimento em René Descartes e Benedictus de Spinoza”, Estudios de Filosofía 33. Medellín: Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia. (2006): 53-64.

José Luis Cárdenas

Universidad Nacional de Colombia jlcardenasb@unal.edu.co

 


El problema del método tanto en Descartes como en Spinoza ha sido objeto de múltiples interpretaciones, y los ejes centrales de las preocupaciones han sido: i) la distinción entre análisis y síntesis; ii ) la justificación de por qué usar un método y no otro; ii) si realmente la práctica del método coincide con lo que realizó el filósofo; y iv ) el análisis de los elementos propios del método, a saber, el papel de las definiciones (para el caso de Spinoza), o el sentido de la demostración geométrica cuando se extrapola a la filosofía (en este caso, tanto Descartes como Spinoza presentan distintas respuestas).

El artículo que deseo comentar es una buena ocasión para señalar varios de los problemas a los que se enfrenta cualquier intérprete de estos dos filósofos. Da Rocha se va a ocupar de i, ii y, en alguna medida, de iv , pero no le interesa ii, tal vez porque ello demandaría un estudio más amplio del que se puede consignar en un artículo. Con respecto a la distinción entre análisis y síntesis, el autor sostiene que no existe para Descartes, porque éste considera que son sólo dos modos distintos de demostrar dentro del método geométrico. Lo que se puede establecer en Descartes, según Da Rocha, es que el verdadero método consiste en el orden, y éste “será el camino que debe seguirse para llegar a la verdad en las ciencias o en la filosofía, o el conjunto ordenado de procedimientos que sirven para descubrir lo que se ignora o para probar lo que ya se conoce” (54). Si esto es así, el rechazo de Descartes a la síntesis se vuelve claro –aunque Da Rocha no lo explica–, ya que ésta es sólo una forma de demostración de alguna manera equivalente al análisis, y puede ser dejada a un lado, porque basta con el camino analítico para mostrar como “una cosa ha sido metódicamente descubierta” (Segundas Objeciones AT VII, 155), camino que será su demostración. Sobra así establecer una cadena deductiva de definiciones y axiomas para garantizar su verdad. Sin embargo, si bien esto suena plausible, ¿cómo entender entonces la afirmación cartesiana de que los Principios de filosofía se presentan de forma sintética?

¿Es posible diferenciar la estructura de esa obra con respecto a las Meditaciones, si realmente no hay una distinción real entre análisis y síntesis?

Otro inconveniente es que, para muchos contemporáneos de Descartes, así como para algunos críticos posteriores, la demostración analítica no es suficiente para garantizar la conexión lógica y la necesidad del conocimiento obtenido, ya que lo importante está en establecer la relación formal entre las cosas, para lo cual la síntesis es la manera más correcta de hacerlo. De ahí que para muchos, incluido Da Rocha, el camino de los efectos a las causas no permita establecer ninguna conexión necesaria entre ellos (cf. 59). Esto nos lleva al segundo tema: ¿cómo justificamos la elección cartesiana por el análisis, y la preferencia spinocista por la síntesis? La respuesta de Da Rocha se da en un plano teológico y epistemológico: la filosofía cartesiana establece una incomunicación entre el entendimiento divino y el humano, debido a que acepta la existencia de una causa trascendente (Dios) y niega que ella pueda ser inmanente. En este sentido, Descartes se ve obligado a recurrir al camino analítico, porque, al aceptar a Dios como una causa trascendente, está también aceptando que no hay una conexión causal entre el entendimiento divino y el humano, imposibilitando así que la ciencia humana sea verdadera por sí misma (cf. 58). Si bien esto nos explica por qué, cuando se parte de los efectos a las causas, sólo se logra un conocimiento hipotético dentro de una ontología causal, no explica en cambio la convicción cartesiana de que, mediante la aplicación del método de análisis en metafísica, se puede alcanzar también un conocimiento verdadero y necesario. Porque, en el fondo, lo que está en juego es la creencia tradicional en que la realidad causal sólo puede ser manifiesta cuando se logra establecer un tipo de formalidad entre las causas y sus efectos, tesis que Descartes no acepta. Él no cree que la única manera de hacer filosofía sea postulando unos principios no probados por mí mismo (pues no basta la auto-evidencia o la autoridad), y luego deduciendo de ellos una serie de consecuencias. De ahí que sostenga que esta manera de proceder sólo sirve para enseñar una doctrina o para exponer un saber alcanzado por el análisis. Estoy de acuerdo con el autor en que la equiparación cualitativa del entendimiento divino con el humano, y la comprensión de Dios como causa inmanente, le permite a Spinoza postular una inteligibilidad total de lo real, y, por tanto, presentar la Ética según un orden geométrico (cf. 58-59). Sin embargo, ver la Ética como un sistema formal y axiomático al modo de los Elementos de Euclides, tal como lo sugiere Da Rocha (cf. 59), conduce a una visión muy estrecha del alcance, los objetivos y la finalidad de la filosofía spinocista, pues todo quedaría reducido a un examen de la coherencia lógica entre las premisas y las conclusiones. Con ello sólo se obtiene, como se ha hecho a lo largo de múltiples interpretaciones, el dictamen de que las demostraciones fallan, que muchos axiomas no son autoevidentes, que las definiciones son nominales y no reales, etc. En fin, se concluye que la filosofía de Spinoza no convence, porque su estructura formal es muy deficiente, cuando lo que realmente importa es el contenido novedoso y las fuertes implicaciones que el lector puede encontrar en ella.

En resumen, si bien Da Rocha ofrece una justificación interesante de por qué Descartes emplea el análisis y Spinoza la síntesis, su justificación se queda corta, porque no integra el objetivo principal de ambos pensadores: la fuerte creencia en que la antigua lógica, meramente discursiva o estrictamente formal, debía ser reformulada para darle espacio a la generación de nuevas ideas verdaderas. Para ese fin Descartes decidió reformular el análisis de los antiguos geómetras como el orden adecuado para resolver problemas, y consideró que ese modo adecuado era también su demostración. Spinoza observó en la síntesis el medio adecuado de explicar su filosofía, siempre y cuando el entendimiento estuviese reformado y los primeros principios fueran fruto de un proceso de reflexión racional que debía estar enmarcado en una concepción de la totalidad de la realidad. No basta para Spinoza formar definiciones y axiomas como si fueran simples términos cuyo significado sea establecido nominalmente; los principios deben incluir de alguna manera la esencia de lo real (cf. TIE §§96 y 97), porque sin ello todo queda reducido a la mera formalidad lógica.

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