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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.56 no.136 Bogotá Jan./Apr. 2008

 

Giraldo, John A. “La teoría causal del significado en H. P. Grice”, Praxis Filosófica (Universidad del Valle) 16 (2003): 99-128.

 


Lo primero que debo manifestar acerca del artículo del profesor Giraldo es que se trata de un escrito claro, coherente y cuidadoso, acerca de un tema tan sutil y discutido como la teoría del significado del filósofo inglés Herbert Paul Grice (1913-1988). También, que comparto buena parte de sus interpretaciones, tanto de la posición de Grice, como de las críticas que le formularon Strawson y Searle. Sin embargo, creo que hay algunos elementos muy importantes que han sido pasados por alto y que son fundamentales en la teoría griceana del significado más madura. En este escrito, necesariamente breve, me limitaré a dar las claves para comprender los problemas que el profesor Giraldo ha resaltado, y las (posibles) soluciones que podrían plantearse a partir de dos ideas: la de valor y la de causa final.

Muy esquemáticamente, la teoría inicial de Grice parte de reconocer que hay dos tipos de significado, uno natural y otro no-natural. El natural puede caracterizarse por rasgos como la necesidad del contenido (o proposición) expresado, la imposibilidad de un análisis en términos de intenciones de un hablante o la impropiedad de un argumento para mostrar qué fue lo que se quiso decir con la expresión usada, por ejemplo. El significado no-natural se caracteriza por rasgos como la necesidad de reconstrucción argumentativa de lo que se da a entender con una expresión, la inclusión de intenciones para explicitar lo que un hablante quiso decir con ella o la relación de contingencia lógica entre la expresión y la proposición expresada. Un caso muy común de significado natural es el que va de un hecho físico a otro hecho físico mediante un argumento causal (de las manchas al sarampión, por ejemplo), pero, como muy bien lo anota el profesor Giraldo (110), también el que conecta dos hechos institucionales (el presupuesto anual aprobado y la valoración de este año como “difícil”, por ejemplo). Un ejemplo de significado no natural es el del conductor de un bus que hace sonar tres veces la bocina para indicar que el bus está lleno. Éste es el caso difícil y al que Grice le dedica mayor atención. En primer lugar, debemos incluir la intención del conductor de dar a entender a un determinado auditorio que el bus está lleno (ésta es la intención comunicativa principal); en segundo lugar, el conductor tiene la intención de que el auditorio sepa que el bus está lleno al reconocer que él tuvo la intención de dar a entender que el bus está lleno (ésta es una intención secundaria) y, por último, el conductor debe tener la intención de que la intención principal sea una de las razones por las que se produce en el auditorio la creencia de que el bus está lleno (ésta es la intención de cierre, la que concluye el análisis).

Sin embargo, uno puede construir un ejemplo (como el de Strawson en “Intención y convención en los actos de habla”) que muestre que las tres condiciones se satisfacen, pero el análisis no consigue dar cuenta del significado no-natural en cuestión, porque la situación requiere la introducción (posiblemente iterada) de otra condición: que el hablante debe intentar que el oyente reconozca la intención secundaria de lograr que reconozca su intención primaria. En otras palabras, el contraejemplo de Strawson está diseñado para mostrar que la teoría de Grice nos conduce a una serie de intenciones regresivas que no dan las condiciones suficientes para un caso de significado, y sólo consigue aproximaciones analíticas parciales. El remedio para bloquear este tipo de contraejemplos consiste, para Strawson, en introducir la referencia a algún tipo de convención o procedimiento convencional dentro de las condiciones para conseguir que el análisis sea, lógicamente hablando, suficiente.

Pero ésta no es la única dificultad con la teoría, puesto que se puede construir un argumento como el de Searle (en “Teoría de actos de habla”) para mostrar que, si uno usa una oración de un lenguaje, debe conocer su significado convencional, toda vez que el vehículo de comunicación de las intenciones en este caso es convencional. Así pues, la intención de querer decir algo en un lenguaje debe estar modelada en términos de las reglas de significado en ese lenguaje. Una segunda objeción de Searle parte de observar que la teoría de Grice confunde el campo de los actos ilocucionarios con los efectos perlocucionarios, al introducir una “intención de cierre” o reflexiva que puede ser dispensada en muchos casos de comunicación, es decir, que puede haber comunicación incluso si el hablante sólo busca en su audiencia efectos ilocucionarios, y no perlocucionarios, como parece aceptar Grice.

Éstos son los puntos problemáticos que señala el profesor Giraldo, quien concluye su artículo reseñando el análisis alternativo del significado de una oración en términos de Searle, en el cual se enfatiza el carácter convencional y reglado del lenguaje que debe manifestarse en la descripción de las intenciones comunicativas de sus usuarios. Creo que vale la pena plantearse el reto de responder a estos problemas desde la teoría de Grice, y por ello me voy a remitir a uno de sus últimos trabajos publicados. Como lo reseña muy acertadamente el profesor Giraldo, Grice tuvo oportunidad de responder a sus críticos en “El significado y las intenciones del hablante” y, agrego yo, en “Utterer’s Meaning, Sentence-Meaning and Word-Meaning”, pero considero que la exposición más clara y definitiva de su teoría puede encontrarse en “Meaning Revisited”, en donde se introduce la noción de valor en la teoría del significado o, con más precisión, se muestra que la respuesta a muchas objeciones de la teoría original puede encontrarse en la idea de que el significado es un concepto valorativamente orientado.

Supóngase, con respecto a la primera objeción, que podemos construir una cadena de intenciones regresivas y concluir que el análisis original de Grice es, aunque correcto, insuficiente. Entonces deberíamos completarlo introduciendo un vínculo con algún tipo de convención lingüística, como lo hace Strawson. Sin embargo, no es ésta la única salida posible. En efecto, considérese la situación en la que hay una intención potencialmente regresiva en el análisis, ¿por qué deberíamos mantenerla y corregir sus posibles efectos nocivos mediante la referencia a algún tipo de procedimiento convencional? ¿No sería mejor eliminarla de tajo? Éste es el camino escogido por Grice: sólo puede entenderse qué es un caso de significado, si se toma un caso de significado genuino satisfactorio; si el caso inicial dista mucho del caso modelo, no hay significado en absoluto. El argumento diseñado por Strawson no mostraría la insuficiencia en el análisis del significado propuesto por Grice, sino la ausencia absoluta de un análisis del significado. Lo que debe concluirse es que el problema está en la aceptación de una intención potencialmente regresiva en un caso genuino de significado, porque una intención regresiva no se puede satisfacer lógicamente. Así pues, la eliminación de este tipo de intenciones permite responder las objeciones, pero sólo la estructura conceptual del significado explica por qué debemos eliminarlas (Grice Loc.cit. 302-303).

Con respecto a una posición como la de Searle, Grice manifiesta en el mismo trabajo que la referencia a reglas lingüísticas no es fundamental, porque la convención es sólo una forma en la que el significado de una palabra u oración puede fijarse (id. 298-299). No creo estar exagerando al decir que su teoría causal del significado se basa, precisamente, en la idea de que el significado no está conectado necesaria o conceptualmente con la convención. Pero no basta con enunciar este punto de vista dogmáticamente; es necesario justificarlo. La forma de justificación que Grice escoge es, sin duda, una de las más sofisticadas: el lenguaje es un sistema de acciones coordinadas en virtud de unos fines generales que los hablantes aceptan como seres racionales que son. Allí donde se presentan contraejemplos como los de Searle, Grice muestra cómo podría obtenerse un argumento por parte del oyente en términos del Principio de Cooperación Conversacional y sus máximas, que le permitiera partir de lo que el hablante dijo y llegar a lo que el hablante dio a entender. El usuario de un lenguaje es un razonador que puede establecer, mediante argumento y uso de información contextual, qué quiso decir otro usuario y, a su vez, dar a entender sus propios pensamientos, como lo muestra Grice en “Lógica y conversación”, “Indicative Conditionals” y otros trabajos del mismo estilo. La comprensión del significado depende, entonces, de un argumento con una fuerte carga teleológica, lo que me parece indicar que el sentido de “causal”, en el que esta teoría del significado es causal, es el de la causa final, y no, como lo señala muy acertadamente el profesor Giraldo (117), en el de otro tipo de causa (por ejemplo, eficiente), por lo que la pregunta por el significado de una oración está conceptualmente conectada con la pregunta por el fin u objetivo del proceso de comunicación como intercambio racional. Según Grice, recurrir a reglas lingüísticas oscurece el reconocimiento de este conjunto de hechos; hechos muy profundos sobre el lenguaje, la comunicación y el pensamiento humanos.

No creo, con todo, haber agotado la posibilidad de réplica y contrarréplica con mis observaciones porque, por supuesto, no podemos esperar un acuerdo absoluto con respecto a temas filosóficos tan centrales y sujetos a discusión. Como lo señala el profesor Giraldo en un trecho de su artículo que comparto punto por punto: “[q]uiero reiterar que en modo alguno la explicación del significado es una tarea conclusa: el ingente trabajo crítico […] desarrollado en torno a ella obliga a constantes precisiones, pero al tiempo muestra, cada vez con mayor claridad, el alto grado de complejidad que ofrece el fenómeno del lenguaje para su estudio” (127).

Tomás Barrero

Universidad Nacional de Colombia tbarrero@unal.edu.co

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