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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.57 no.137 Bogotá May/Aug. 2008

 

Mayobre, E. "Introducción a América Latina a través de Jorge Guillermo Federico Hegel", Conciencia Activa 21. Caracas, 18 (2007): 49-76.

 


Se trata de una pieza de excelente ironía filosófica. Porque todos sabemos lo mucho que se ha criticado a Hegel por las pocas frases que dejó caer a propósito de nuestra América Latina, y pocos latinoamericanistas han dejado pasar la ocasión de arremeter contra el pensamiento "eurocéntrico" del profesor de la Universidad de Berlín. Todo ello lo conoce muy bien Eduardo Mayobre. Y también es consciente de las pretensiones omniabarcantes de ese pensamiento, al que nada debía escapársele.

Comienza entonces señalando algunas razones para examinar el pensamiento de Hegel acerca de nuestra América, y una de ellas, dice, es que, "cuando hablamos de nosotros mismos, a menudo caemos en la tentación de compadecernos de nuestro destino, de justificar nuestras características y nuestros errores, y de trasladar a otros la culpa de lo que nos sucede. En una palabra, de apiadarnos de nuestra condición. Y Hegel fue despiadado en su manera de tratar a los países de América del Sur, lo que nos vacuna contra esa tentación" (50).

Pues bien, Mayobre va presentando los conceptos del filósofo alemán y, sin dar muestras de verse atraído por su forma de pensar, va haciendo ver cómo, aun aquellas formulaciones que suelen considerarse como desacertadas o injustas, parecen tener una buena dosis de razón. Tomando como punto de apoyo la conferencia de Ortega y Gasset sobre "Hegel y América" (1928), analiza paso a paso las pocas aseveraciones que dejó caer Hegel sobre nuestro continente, considerándolo como ausente de la historia o como perteneciente a la prehistoria.

Ahora bien, para Hegel no sólo no estamos en la historia, porque no hemos tenido influencia alguna en los grandes procesos de la humanidad, sino que pertenecemos más bien a la geografía, es decir, al elemento natural y no espiritual. Y aquí Mayobre examina, de la mano de Ortega, lo que el elemento geográfico haya podido jugar en nuestra configuración como Estados de derecho.

Pasa luego a considerar la diferencia que establece Hegel entre las dos Américas, y trae una cita que describe con admirable claridad el contraste que ofrecen las dos partes de nuestro Continente: "En Norteamérica somos testigos de una situación próspera; un aumento de la industria y del orden civil de la población, así como una libertad firme: toda la federación constituye un único Estado y tiene sus centros políticos. En Suramérica, por el contrario, las repúblicas dependen sólo de la fuerza militar; toda su historia es una revolución continua; los Estados federados se desunen; otros previamente separados pasan a unirse; y todos estos cambios se originan en revoluciones militares" (62).

Pues bien, ¿a qué atribuye Hegel tales diferencias? En primer lugar a la colonización, y aquí afloran claras muestras de racismo, al contrastar la pureza europea de los norteamericanos con la mezcla racial de nuestros países. A ello se añade un tinte que Mayobre califica de anecdótico: "los negros -dice Hegel- son bastante más susceptibles de asimilarse a la cultura europea que los indios", y ello explica que se los haya traído a América. Manes de Fray Bartolomé de las Casas.

Una segunda razón de esas diferencias la encuentra en el talante protestante de los conquistadores del norte y el católico de los del sur, siguiendo su lectura religiosa del cristianismo. Lo interesante es que la diferencia religiosa la sitúa Hegel en la confianza o desconfianza mutua que cultivan unos y otros: mientras que los protestantes, al regirse por su conciencia, confían unos en otros, en los católicos "la base de tal confianza no puede existir, pues en asuntos seculares sólo la fuerza y la sumisión voluntaria constituyen los principios de acción" (67).

Y finalmente hay un elemento político que marca la diferencia: mientras que las colonias españolas fueron dirigidas desde Europa, y los conquistadores se dedicaron a explotarlas, los colonos ingleses "se dedicaron al trabajo, y de la suma de individuos se originó una comunidad" (68).

En suma, un artículo que justifica su lectura, y que bien valdría la pena que fuera comentado por nuestros latinoamericanistas.

Jorge Aurelio Díaz

Universidad Nacional de Colombia jadiaz9@cable.net.co

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