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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.57 no.138 Bogotá Sep./Dec. 2008

 

Baquedano, S. "¿Voluntad de vivir o voluntad de morir? El suicidio en Schopenhauer y Mainländer", Revista de Filosofía (Universidad de Chile: Santiago, Chile) 63 (2007): 117-126.


El artículo presenta, de forma general, un adecuado tratamiento de la temática del suicidio tomado de la problemática que despliega Schopenhauer en El Mundo como Voluntad y Representación. Sin embargo se encuentran algunos argumentos y aseveraciones que podrían ser revisadas. Tal es el caso de la utilización del concepto "Nada", y algunas relaciones entre los conceptos de "negación" en Schopenhauer y "destrucción" en Mainländer. Finalmente haré algunas apreciaciones en cuanto al fondo y la forma del escrito.

Un problema central en el asunto del suicidio en Schopenhauer, que la autora retoma con éxito, es el hecho de que su aparición, o por lo menos aspiración, no se da por un desprecio inherente a la vida misma, sino ante la amargura que produce al individuo sentir que su afirmación de la voluntad de vivir se ve truncada por otras afirmaciones más fuertes, o por una cantidad indeterminada de amenazas y limitantes tanto externos como internos. Esto es lo que realmente le produce dolor y hastío –pareja que compone el péndulo en el que oscila la vida humana según Schopenhauer–, pues el hombre que contempla la posibilidad del suicidio quiere la vida; su deseo por afirmar la voluntad es tan fuerte que, al no verlo satisfecho, se anida en su ser tan profundo desconsuelo que le obliga a renunciar a su materialidad, quitándose la vida.

 

No obstante, el suicidio para Schopenhauer es sólo otra afirmación de la voluntad, a la cual, como impulso y afán ciego de afirmarse como vida, no le importa en lo absoluto el individuo, ya que su cuidado se halla en la perpetuación de la especie, y, si bien es cierto que para hacer efectivo este fin debe valerse del acto genésico objetivado por los individuos concretos, la desaparición de un individuo en nada afecta el curso omnipotente de la voluntad en su impulso nunca saciado de afirmación en la vida.

Por otra parte, es fundamental hacer una precisión a la manera como se emplea el concepto Nada en el artículo, ya que la autora lo utiliza como una especie de cese de la existencia individual y de su conciencia (supresión de la conciencia del individuo), además de asociarlo e identi- ficarlo con la muerte, lo cual a mi criterio, debería aclararse.

La delimitación del concepto de la Nada en Schopenhauer empieza cuando el filósofo establece dos sentidos en los que tal concepto puede entenderse. El autor toma en primera instancia la Nada en un sentido negativo, definiéndola como lo contrario de lo que existe en la representación, como lo que no es, contrapuesto a lo que se da o lo que es en el mundo representativo, definición que retoma la autora en cierto sentido. Ahora bien, establece el filósofo una segunda categorización: la Nada en sentido positivo, la cual no puede pensarse; no se puede tener conciencia de ella porque nada es, y no puede tampoco imaginarse, ni mucho menos ser deseada. La autora constantemente repite que el individuo, al no soportar la vida, desea, quiere, necesita y se halla ávido de la nada, lo cual, según la delimitación anterior, vendría a ser incorrecto.

Por tanto, no sería posible que el hombre desee ir a la nada. Lo que nos dice Schopenhauer es que, al ser la voluntad el fundamento de todo cuanto existe en la representación, cuando es negada por hombres de conciencia excepcional –santos, ascetas, genios que han pasado por el duro proceso de la negación de las voluntad de vivir–, reduce a su vez todo nuestro universo a una aparición ilusoria, es decir, destruye el mundo, lo vuelve "nada". Así, reconocer que la voluntad es el noúmeno y negarla, es a la vez negar todo cuanto existe, pues es lógico que, si se niega el principio que funda el mundo, se niega el mundo por pleonasmo, ya que son lo mismo, y sólo se diferencian en grado y modo. No se tiene avidez de la nada, sino de la no existencia, de la eliminación de la existencia corporal, y especialmente del sufrimiento que ella conlleva o ha generado, al no poder satisfacer su afirmación como vida.

No discutiré el pensamiento de Mainländer, pues me resulta novedoso, sino que abordaré mejor la posibilidad de establecer relaciones de semejanza y desavenencia entre las posturas de Schopenhauer y Mainländer ante el tema del suicidio, basado en ciertas diferencias que la autora postula entre las teorías de la negación y la destrucción.

Cuando Mainländer habla acerca del descubrimiento del mundo como un lugar terrible, concepción que terminará por determinar que la no existencia es mejor que la existencia, se puede señalar a Schopenhauer en este postulado, recordando las caracterizaciones dadas por este último respecto al mundo, al calificarlo con la ironía de ser "el mejor de los mundos posibles". Además, ante el problema de la posibilidad de negar la perpetuación humana con el auto-aniquilamiento, se puede establecer un comparativo con el hombre que descubre la voluntad y sus designios, y se entrega a la negación de la voluntad de vivir, en una especie de autoaniquilación basada en la renuncia, abstinencia y castidad, entre otras, llegando así a la redención.

El concepto de autodestrucción es diferente en Schopenhauer y Mainländer. En el pensamiento del este último se percibe una especie de progresismo en la explicación del sentido del mundo y su desarrollo, el cual tiende a su definitivo aniquilamiento. Aquí el concepto de autodestrucción es positivo, pues existe de por sí en la naturaleza misma de las cosas, y su advenimiento es la conclusión de la dinámica del propio mundo. En Schopenhauer, al contrario, la negación de la voluntad de vivir es un acto racional, pero totalmente aislado y particular. La negación de la voluntad no está de este modo implícita en todo ser humano; de hecho, aquellos que han logrado alcanzarla son una minoría. Además, el telos del mundo, según Schopenhauer, no es la auto-aniquilación, sino la afirmación de todo elemento de la voluntad, de modo que su negación –por más libertad que ofrezca al hombre–, no es un germen natural del proceso de la voluntad en el mundo.

En cuanto a los aspectos de forma, se puede decir que entre algunos párrafos se observa la falta de una mayor ilación conceptual, pues, por ejemplo, se pasa de una manera abrupta de las consideraciones un tanto emotivas ante las causas del suicidio, a la consideración del egoísmo y la inutilidad del mismo, y lo absurdo que resulta en casos de pacientes con trastornos psiquiátricos. Además el desarrollo narrativo del texto hubiera podido ser más directo y sencillo. Ambas dificultades obedecen, a mi juicio, a un problema de fondo: que en apenas nueve páginas se haya pretendido dar respuesta a una pregunta muy ambiciosa, que hubiera requerido más espacio y elaboración. Aún así, la propuesta resulta interesante, sobre todo por tratarse de un tema que no suele ser considerado por la reflexión filosófica.

Alexander Aldana

Universidad Católica de Colombia aaldana@ucatolica.edu.co

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