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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.59 no.141 Bogotá Sept./Dec. 2009

 

Ejercicios de salvación
Respuesta a Carlos Cardona


El comentario del profesor Carlos Cardona a mi artículo alude a dos artículos publicados, hace ya varios años, con similar título por Charles Guignon y Pablo de Greiff (cf. Guignon 1986, de Greiff 1990). En los tres casos se trata de salvar, ya sea a Heidegger o a Wittgenstein, de una posible lectura de corte pragmatista. Más allá de si estos autores necesitan de resguardo, surge la pregunta de por qué una lectura pragmatista podría ser tan amenazante que suscite todo un operativo de protección. Hay una importante diferencia, sin embargo, entre los artículos de Guignon y de Greiff, de un lado, y el de Cardona. Los primeros aceptan que hay diversas maneras de leer a un filósofo y coinciden en que la lectura pragmatista es, en principio, válida y que muestra aspectos de las obras de Heidegger y de Wittgenstein que pueden resultar filosóficamente importantes. El interés de Guignon y de Greiff es señalar las diferencias que puede haber entre las posiciones de esos autores y una mirada pragmatista. El artículo de Cardona es diferente. Parece suponer que hay solo una lectura correcta de la obra de Wittgenstein y que las que no coincidan con ella son en algún sentido nocivas, lo que haría necesario salvar a Wittgenstein de ellas, particularmente de una interpretación de corte pragmatista. Un primer punto que requiere de aclaración es que, naturalmente, mi texto no pretende afirmar que Wittgenstein sea un pragmatista, sino intenta mostrar algunos temas en los que Wittgenstein tuvo influencias del pragmatismo, sobre todo de James, a quien leyó directamente, y de Peirce, a quien conoció básicamente por Ramsey. Mi texto también desea mostrar un aspecto puntual donde esa influencia se evidencia: el cuestionamiento a la manera tradicional de abordar el problema del libre albedrío. James y Wittgenstein pensaban que esa formulación, deudora del mecanicismo, contiene errores conceptuales y da lugar a falsas preguntas que no requieren de respuesta sino de disolución. Al cuestionar la formulación tradicional del problema del libre albedrío, ambos autores desarrollaron intuiciones que se acercan a la posición que hoy suele recibir el nombre de teoría del doble aspecto, en torno al problema sobre las relaciones entre mente y cuerpo, y que no estaba desarrollada en la época en que escribieron.

Los artículos de Guignon y de Greiff fueron escritos cuando las lecturas pragmatistas sobre Heidegger y Wittgenstein recién comenzaban a discutirse, aunque incluso para esa época no eran escasas. En cambio, el texto de Cardona aparece en un momento en que la bibliografía que presenta elementos pragmatistas en Wittgenstein es abrumadora en cantidad y calidad. Quizá por eso mismo Cardona piense que Wittgenstein debe ser salvado antes que sea demasiado tarde y que el error campee. Me temo, sin embargo, que por diversas razones el que llega algo tarde es el artículo de Cardona.

En primer lugar, en este momento hay consenso mayoritario en la presencia de elementos pragmatistas en el segundo Wittgenstein, habiendo incluso autores que rastrean esa influencia hasta el primero. Éste no es un argumento de autoridad ni ad populum, es simplemente una consideración para hacer notar cómo cerrarse demasiado pronto a una lectura puede no ser una buena receta. Las primeras dos secciones de mi artículo presentan algunos puntos donde se ve la presencia pragmatista en Wittgenstein y defienden esa posición argumentativamente, de manera que no repetiré esa argumentación aquí. En segundo lugar, me parece que Cardona tiene una visión algo reducida de lo que significa interpretar a un filósofo clásico o, en todo caso, de lo que intenté hacer en mi artículo. Afirma al final de su comentario:

[Q]uerer ver en la obra de Wittgenstein, como lo hace Quintanilla, una defensa de la teoría del doble aspecto, enraizada en las orientaciones pragmatistas de James, fracasa por principio y porque tergiversa la metodología elucidatoria del filósofo austriaco. (Cardona 256)

Quizá piense Cardona que mi objetivo es reconstruir lo que Wittgenstein verdaderamente pensó o lo que él quiso hacer según la metodología que él consideraba correcta. Pero ciertamente no es ese. Para empezar, Wittgenstein no pensaba que hay un solo método filosófico apropiado ni una sola "metodología elucidatoria",1 ni tampoco creo yo que lo haya; ya sea para abordar problemas filosóficos o para leer a los filósofos del pasado. Wittgenstein insistió siempre en la importancia de hacer filosofía encontrando conexiones entre ideas que no son inmediatamente obvias, o que requieren de una mayor agudeza para detectarlas. Como es sabido, no apreciaba el trabajo académico que se limita a hacer exégesis de textos cuyo objetivo fuese averiguar las correctas o verdaderas intenciones de sus autores. Wittgenstein no era un hermeneuta intencionalista en la línea de Schleiermacher, sino, en todo caso, estaba más cerca de aquellos que ven la interpretación como la tarea de enriquecer un texto iluminando conexiones implícitas. Sin embargo, como en esto también estoy yendo más allá de las posiciones explícitas de Wittgenstein, quizá requiera de una nueva operación de salvamento de parte del profesor Cardona.

Pero hay algo de mayor importancia. Creo que hay varios malentendidos de fondo en la lectura que Cardona hace de mi artículo, además de una cierta tendencia a simplificar lo que el texto quiere decir, lo que hace que su interpretación sea sumamente reductivista. Eso me va a obligar a hacer algo que no debería ser necesario hacer: citar algunos textos de mi artículo para mostrar cómo el comentario de Cardona los distorsiona y simplifica, haciéndolos caber en moldes más estrechos y, por tanto, más fáciles de objetar. En general, mi impresión es que Cardona no está muy interesado en entender lo que el artículo quiere decir o hacer, sino de prepararlo para sus objeciones, con lo que selecciona ideas y oraciones, sacándolos no solo del contexto más amplio, sino incluso del hilo de la argumentación, de manera que puedan ser blancos más fáciles de ataque. Eso se puede ver con claridad si uno recuerda nuevamente el texto ya citado de Cardona y lo compara con lo que digo en mi artículo. Dice Cardona:

[Q]uerer ver en la obra de Wittgenstein, como lo hace Quintanilla, una defensa de la teoría del doble aspecto […]. (Cardona 256)

Lo que sostengo en distintos lugares es, más bien:

La crítica al dualismo ontológico entre lo mental y lo corporal, […] conduce a Wittgenstein a sostener una posición cercana a la doctrina del doble aspecto […]. (Quintanilla 2007 75)

Hay en Wittgenstein de manera implícita una versión rudimentaria de lo que ahora se suele llamar la teoría del doble aspecto […]. (Quintanilla 2007 85)

Jamás afirmé que Wittgenstein haga una defensa de la teoría del doble aspecto. Podría pensarse que las diferencias son sutiles e irrelevantes. Creo que no son irrelevantes, y que es más bien esa sutileza lo que marca la diferencia entre comprender lo que un texto quiere decir y distorsionarlo para poder objetarlo con comodidad. Me parece que esto aparece en prácticamente todos los puntos en que Cardona objeta a mi artículo.

Lo que mi artículo desea mostrar es cómo, para el momento en que surge el pragmatismo clásico y la filosofía de Wittgenstein, existe ya un antiguo y establecido debate acerca de si hay o no compatibilidad entre determinismo natural y libre albedrío. Según los términos de ese debate, no resultaría claro cómo la voluntad podría ser causa de acciones libres en un mundo donde la causalidad está subordinada a regularidades nomológicas. Lo que he mostrado en mi artículo es, precisamente, que Wittgenstein considera correctamente que ese problema está mal planteado y que, por tanto, todo el debate se encuentra descaminado. Según Wittgenstein, toda esa discusión es el producto de un uso confuso de los términos y, en consecuencia, el problema no requiere de una solución sino de una disolución. A partir de ahí, he intentado señalar cómo esta intuición de Wittgenstein puede encontrarse en una versión semejante en la obra de William James. Lo que afirmo explícitamente es:

[L]a tesis principal de Wittgenstein, compartida por James y Peirce, es que el problema del libre albedrío versus el determinismo está mal planteado y debe ser reformulado, pues procede de una errónea teoría mecanicista de la causalidad y del cosmos. (Quintanilla 2007 77)

[S]egún Wittgenstein el problema del determinismo con relación a la acción autónoma aparece solo cuando extrapolamos nuestras concepciones causales y mecanicistas habituales acerca de la naturaleza, a un terreno donde esas categorías son inaplicables. Luego, no necesitamos dar una teoría sistemática para intentar compatibilizar determinismo natural y libre albedrío, basta con deconstruir el problema y mostrar por qué está mal planteado. (Quintanilla 2007 91)

Dados los fragmentos de mi artículo que acabo de citar, no se entiende la siguiente afirmación de Cardona:

El problema que atormenta a Quintanilla se puede plantear así: ¿cómo podemos hablar con sentido de una voluntad libre que antecede a nuestras acciones si el lenguaje de las ciencias naturales parece imponernos cierta determinación atada a las leyes de la naturaleza? (Cardona 251)

¿Cómo podría estar yo atormentado por un problema que afirmo, siguiendo a Wittgenstein y James, que no es real, que es un pseudo problema y que no requiere de solución sino de eliminación? Sin embargo, Cardona se propone salvarme del tormento y pasa a explicar por qué el problema no es real, dedicando una larga argumentación a sostener que la explicación científica no está necesariamente comprometida con el determinismo. Aquí hay otra extraña y difícilmente explicable confusión, porque en el mismo artículo afirmo explícitamente que Peirce sostuvo correctamente que las regularidades naturales no son deterministas, lo que fue conocido por Wittgenstein, quien lo incorporó a su crítica a la manera habitual de abordar el debate sobre el libre albedrío y el determinismo. Afirmo en mi texto:

Peirce fue el primer autor en cuestionar el concepto de determinismo y, al hacerlo, en cuestionar el mecanicismo. Esto permitirá a Wittgenstein, probablemente en intercambio con Ramsey y Ryle, entender cómo la formulación usual de la autonomía de la voluntad está viciada al estar comprometida con una concepción mecanicista no solo del cosmos sino también de la acción intencional. De la tesis probabilista de Peirce se infiere que el determinismo no es una tesis necesaria sino probable o, incluso, a la manera kantiana, un postulado para explicar la naturaleza. Pero, a diferencia de Kant, no es un postulado necesario sino perfectamente prescindible. También se infiere que la cláusula "todo efecto tiene una causa" es solo probable, con lo cual podría haber eventos sin causa. Esto también está en Wittgenstein. (Quintanilla 2007 83)

Así pues, no he sostenido que en la obra de Wittgenstein haya una defensa de la teoría de los dos aspectos; sería muy sorprendente que así fuera, dado el poco interés que Wittgenstein tenía en formular teorías y considerando que la teoría en cuestión ni siquiera existía para entonces. Lo que he afirmado es que hay una intuición, que comparte con James, que va en esa dirección. Wittgenstein considera que la confusión del libre albedrío emerge cuando mezclamos dos tipos de lenguaje que deben mantenerse separados, pues describen aspectos distintos de la realidad. Esa es la intuición central de la hoy llamada teoría de los dos aspectos.2 Por eso sostengo en el artículo:

[E]l objetivo de Wittgenstein no es argumentar a favor del libre albedrío ni en contra de él, sino mostrar por qué la manera habitual de plantear el problema está descaminada al mezclarse dos tipos de lenguaje que deben verse como separados. (Quintanilla 2007 97)

Respecto de si hay en Wittgenstein interés por formular teorías filosóficas, mi posición es que explícitamente este autor rechazó semejante cosa, pero que ello se debió a una comprensión excesivamente rígida de las teorías, basada precisamente en la concepción que la ciencia de entonces solía tener de ellas como representaciones que se adecuan a la realidad.

Me temo que Cardona hace con mi texto precisamente lo que él dice que yo hago con Wittgenstein, es decir, verlo fuera de contexto. En el caso de Cardona, sin embargo, el asunto es peor, porque yo nunca me propuse explicitar lo que Wittgenstein quería decir, sino ver conexiones históricas que quizá no han sido suficientemente apreciadas. Además, Cardona cita textos incompletos, cuando la oración siguiente y omitida completa todo el contenido que se desea transmitir. Por ejemplo, en mi artículo afirmo lo siguiente:

En este austero sentido, las teorías son instrumentos de esclarecimiento que nos permiten girar el orden y disposición en que estábamos acostumbrados a ver algo, para sugerirnos verlo en un orden diferente. La idea no es proponer el único orden correcto, sino uno que pueda resultar iluminador para ciertos fines. (Quintanilla 2007 71)

Cardona cita la primera oración sin la que le sigue, que la aclara, pues lo que quiero decir es que Wittgenstein no quería formular teorías si entendemos por ello una representación de la realidad que pretenda ser la única adecuada, como solía ser el caso de la teoría de la ciencia que él criticó.

Pero él no hubiera tenido inconvenientes en aceptar descripciones alternativas y perfectibles de ciertos fenómenos con la finalidad de llamar la atención a ciertas conexiones posibles entre los objetos que los constituyen, con ciertas finalidades específicas. En ese austero sentido, no representacionalista sino instrumentalista, no solo hay teorías presupuestas en Wittgenstein (acerca del significado, la mente, la certeza y la creencia, la justificación, etc.), sino además éstas pueden ser explicitadas y discutidas.

Hay otros desacuerdos importantes entre la manera como Cardona lee a Wittgenstein y la manera como lo hago yo. Aunque sería tedioso y largo comentar cada uno de ellos, sí mencionaré algunos. En mi texto afirmo que hay, tanto en Wittgenstein como en el pragmatismo, una actitud crítica respecto del fundacionalismo, y aludo a la célebre metáfora wittgensteiniana del lecho del río que se encuentra en Über Gewissheit. Cardona discrepa (Cardona 255-256) y piensa que esa metáfora muestra precisamente que Wittgenstein es un fundacionalista. Cardona y yo estamos de acuerdo en que el fundacionalismo se entiende como la posición según la cual las creencias justificadas se dividen en creencias que requieren de justificación por otras creencias y aquellas otras, llamadas básicas, que justifican creencias pero que no requieren de justificación. Lo característico del fundacionalismo, sin embargo, es que las creencias básicas no se pueden convertir en no-básicas, ni viceversa. Así, Cardona no repara en que lo que impide que Wittgenstein sea un fundacionalista es precisamente su holismo, porque Wittgenstein piensa que las creencias que constituyen el lecho del río con frecuencia se desprenden de éste para ser parte del flujo, y viceversa (cf. Wittgenstein 1972 95). Pero no sólo eso. Wittgenstein también sostiene que las creencias básicas, a su vez, se justifican por las creencias no-básicas. Dice: "[l]o que me parece obvio no son simples axiomas, es un sistema donde las consecuencias y las premisas se prestan apoyo mutuamente" (íd. 141). "He llegado al fondo de mis convicciones. Y casi podría decirse que estos cimientos son sostenidos por la casa entera" (íd. 248).

El que todas las creencias puedan ser revisables, pero no todas ellas al mismo tiempo, es una de las intuiciones del falibilismo de Peirce presentes en Wittgenstein. En todo caso, lo importante es que para Wittgenstein los cimientos "donde la pala se dobla" no son solamente creencias, son prácticas sociales compartidas de las que con frecuencia no somos conscientes. He ahí otro de los más importantes puntos de contacto con el pragmatismo: la relevancia de la praxis como punto de partida en un modelo que es, sin embargo, holista. Dice Wittgenstein: "[e]s nuestro actuar el que yace en el fondo de nuestro juego de lenguaje" (1972 204).

Pero yendo al fondo de la cuestión, es notorio que Cardona no percibe la tesis central de mi artículo, según la cual Wittgenstein y James tienen razón en que solo hay un aparente conflicto entre libre albedrío y determinismo, pero que, más allá de esos autores, el verdadero conflicto entre libre albedrío y causalidad no es metafísico sino moral, es decir, se plantea como consecuencia de la posibilidad de la autonomía frente a la manipulación externa. Afirmo en el artículo:

Uno de los objetivos de este texto es mostrar que, aunque la pregunta metafísica sobre la relación entre determinismo y libertad suele estar planteada de manera confusa, dando con ello razón a Wittgenstein, hay algunas formas de plantear el problema que pueden ser válidas. Así, es posible que la manera más apropiada de plantearlo sea en términos de libre albedrío versus manipulación causal, con lo cual el problema adquiere un carácter más moral que metafísico. (Quintanilla 2007 68)

Así, la autonomía de la voluntad no se ve amenazada por un supuesto determinismo natural. Pero sí se ve amenazada por la manipulación de nuestras creencias y deseos, que es lo que ocurre cuando algunas interpretaciones se convierten en formas de dominación del interpretado. Esto muestra que el problema del libre albedrío sí es real e importante, no es un falso problema, siempre que uno lo formule de una manera diferente a como se suele hacerlo.

Por todas estas razones, me parece que el comentario del profesor Cardona sobre mi artículo no colabora en hacer que el diálogo filosófico sea más fluido, señalando las desavenencias entre posiciones y dando razones por las cuales una de ellas es preferible a la otra. Su comentario es más bien una combinación de una operación de salvación en beneficio de lo que él considera la recta interpretación de Wittgenstein, con un ejercicio de adaptación del texto que Cardona desea comentar para así poder rebatirlo más fácilmente.


1 "No hay un único método en filosofía si bien hay realmente métodos, como diferentes terapias." (Wittgenstein 1988 133).

2 En otro texto he discutido con detalle las versiones recientes de esta posición (cf. Quintanilla 2002).


Bibliografía

Cardona, C. "Salvando a Wittgenstein de Quintanilla", Ideas y Valores 141 (2009): 251-256.

De Greiff, P. "Salvando a Wittgenstein de Rorty: un ensayo sobre los usos del acuerdo", Ideas y Valores 82 (1990): 51-64.

Guignon, Ch. "On saving Heidegger from Rorty", Philosophy and Phenomenological Research 3 (1986): 401-417.

Quintanilla, P. "La doctrina de los dos puntos de vista". Homenaje a Luis Jaime Cisneros. Hopkins, E., ed. Lima: pucp, 2002.

Quintanilla, P. "Wittgenstein y la autonomía de la voluntad: la presencia del pragmatismo", Revista de Filosofía 56 (2007): 67-104.

Wittgenstein, L. Sobre la certidumbre. Caracas: Editorial Tiempo Nuevo, 1972.

Wittgenstein, L. Investigaciones filosóficas. México: Crítica, unam, 1988.

 

PABLO QUINTANILLA
Pontificia Universidad Católica del Perú
pquinta@pucp.edu.pe

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