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vol.59 número143Klee, Paul. Fragmentos de mundo. Traducción y compilación: María del Rosario Acosta y Laura Quintana. Bogotá: Uniandes-Ceso, Departamento de Filosofía, 2009. 262 pHellwig, Marion. Alles ist gut. Untersuchungen zur Geschichte einer Theodizee-Formel im 18. Jahrhundert in Deutschland, England und Frankreich. Wurzburg: Konigshausen & Neumann, 2008. 384 p índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores v.59 n.143 Bogotá mayo/ago. 2010

 

RESEÑA

El arte: un pensamiento en fragmentos.
Respuesta a la reseña del libro
Paul Klee: fragmentos de mundo,
de Luis Eduardo Gama


Si en algo estamos de acuerdo con Luis Eduardo Gama en su comentario crítico sobre el libro de Klee que hemos recientemente editado y compilado, es en el hecho de que, en efecto, uno de los presupuestos que nos llevaron a hacer una nueva traducción del texto de Klee "Sobre el arte moderno", acompañada de una serie de ensayos, es la actualidad de la obra de este artista, es decir, el que quizás siga interpelándonos, y quizás hoy más que nunca. Quizás, decimos, porque uno de los hilos conductores del libro es precisamente la pregunta por esta actualidad, desplegada desde distintos puntos de vista. Desde todos ellos, más que dar una respuesta definitiva, se busca iluminar las distintas resonancias que puede tener esta pregunta en el marco de posibles relaciones/tensiones entre la filosofía y el arte. Esto no significa que pensemos que nuestro presente sea el de Hegel, como parece sugerirlo Gama, o que de lo que se trata es de una transposición de las reflexiones de Klee a las expresiones más contemporáneas del arte. No es nuestra pretensión sugerir, ni que el presente reclame una "superación" del arte por parte de la filosofía, ni que la búsqueda formal y plástica de Klee sea, o deba ser, una inspiración para los artistas contemporáneos. Tampoco se trata de que la filosofía, desde una mirada teórica, pretenda delimitar los caminos del arte, o alimentarse de ellos para sus propias búsquedas conceptuales.

Sin duda alguna, el libro si busca proponer un acercamiento entre arte y filosofía, o, como el mismo Gama lo sugiere, si presupone la posibilidad de un "dialogo" entre ambos. Sin embargo, este dialogo, de haberlo -y esto también hace parte del quizás que atraviesa todo el libro-, debe partir de cuestionar o poner en entredicho uno de los presupuestos típicamente modernos que el comentario de Gama parece suscribir: la dicotomía radical entre el arte como el terreno de "lo irracional, lo inmediato, lo intuitivo, lo sensible y corporal" (209), y la filosofía, por consiguiente, como el ámbito de lo racional, lo mediato, reflexivo, conceptual e ideal. Si Gama afirma que, mientras "Klee es expresión de una cultura que quiere entender y teorizar sobre arte [...], lo que quiere la cultura de hoy es vivirlo" (209), lo que buscamos sugerir con el libro, justamente, es que resulta problemático establecer tales oposiciones. No nos habla Gama solo desde lo moderno para reflexionar sobre nuestro presente, sino desde una larga tradición de oposiciones metafísicas que la modernidad hereda, y que el pensamiento y el arte contemporáneos, entre ellos Klee, ponen en cuestión. Pero aquí la disyuntiva pensamiento y arte, como ya lo advertía Hegel al comienzo de sus Lecciones sobre estética, no debe entenderse como excluyente. Todo lo contrario, el arte es ya, desde siempre, un modo de pensar (de pensarnos, insistiría Hegel), y el pensamiento no puede ser tal sin acoger la singularidad del arte (el arte, ya desde Hegel, deja de ser una pregunta opcional para la filosofía). Esto no significa negar la heterogeneidad entre ambas experiencias, ni los abismos que pueden atravesarlas. Si supone, no obstante, matizar el que la filosofía sea una actividad que necesariamente opere desde una mirada teórica, objetivante o totalizadora, esto es, dominante y sistemática. Implica también cuestionar que el arte se reduzca a ser una experiencia "estética", es decir, limitada al ámbito de las vivencias mudas de un "sujeto" que encuentra en ella únicamente un "estimulo" que "libera del agobio" de la praxis y nos separa por instantes de la "seriedad" de la existencia.

Cuando Klee nos dice que el arte "hace visible", lo que esta señalando justamente es que el arte no es un simple "medio" por el que se transmiten contenidos susceptibles de ser traducidos en términos conceptuales, ni la ocasión para que la filosofía haga manifiesta una supuesta capacidad interpretativa privilegiada. El arte es más bien acontecimiento de una multiplicidad de sentidos que solo se pueden desplegar en esos fragmentos de mundo que son las obras de arte; obras que ni siquiera merecerían este nombre, a los ojos de Klee, porque en su carácter fragmentario son huellas de una actividad que piensa en su experimentar, y busca quedar consignada en expresiones que conserven su movilidad, su indeterminación y la multiplicidad de caminos que en ellas se cruzan. Las palabras, dice Klee al comienzo de su texto "Sobre el arte moderno", las suyas, sobre sus "obras", no aseguran ni garantizan una comprensión externa, discursiva, de lo que sucede en la experiencia que ellas ofrecen, pero tampoco son algo completamente ajeno a la experiencia misma que el arte inaugura para nosotros. Las obras exceden, en efecto, cualquier discurso que pueda describirlas, dar cuenta de ellas o expresarlas; y van también van más allá del artista mismo y de lo que este pueda decir de ellas. Es por esto que en la introducción a la traducción enfatizamos como para Klee el artista sabe que:

[...] no dispone ni puede abarcar todos los sentidos que sus construcciones pueden llegar a sugerir: es cada espectador quien, al intentar comprenderlas, abre nuevas posibilidades de interpretación, dejándose orientar por las huellas que la obra le ofrece, por los guiños que le hace. (32)

No se trata entonces de una confianza en la capacidad del discurso para iluminar lo que sucede en el arte. Todo lo contrario, Klee habla sabiendo que con ello corre el riesgo de reducir la multiplicidad de sentidos que sus obras quieren abrir, y sus palabras son un eco de esta incesante tensión. Y, sin embargo, habla, porque también la tensión arte-discurso hace parte de la obra. Si Klee dice que el artista es a la vez filósofo (y Gama recuerda esta afirmación en un contexto distinto al que da sentido a las palabras de Klee), no es porque requiera de la teoría para complementar lo que de otro modo carecería de sentido, sino porque hacer es ya pensar, y en ambos está en juego para él la creación del mundo. Por esto, de hecho, insiste en que las obras pueden hablar por si mismas: porque el arte en su hacer y como experiencia es ya un pensar, y las obras ni son distintas ni se reducen a las palabras que sobre ellas pronunciamos.

"Sobre el arte moderno" no es entonces, en estricto sentido, un texto teórico sobre arte, ni un intento por traducir a "conceptos" lo que la actividad artística no puede "decir". Es más bien una invitación a ver de otro modo y, con ello, a pensar de otro modo: a dejar que lo sensible atraviese el pensamiento, y que la reflexión se entienda también como una actividad artística. Es aquí, más que en cualquier otro aspecto, donde vemos las posibilidades que tiene un texto como el de Klee para interpelarnos. Por estas razones, el recorrido que plantea el libro, y que comienza con esta invitación, no es ni un recorrido teórico por distintas aproximaciones que permitirían comprender mejor la obra de Klee, ni un intento por mostrar como la filosofía puede darle sentido a su trabajo, ni mucho menos una reflexión que pretenda dar relieve a las observaciones de Klee "desde los conceptos centrales de las estéticas tradicionales" (211). En efecto, como lo sugiere Gama, se traza un camino que va "del arte a la filosofía", sin una búsqueda por retornar. Porque la intención no era volver al arte tras haberlo comprendido mejor filosóficamente, sino mostrar como este puede abrir nuevos caminos de reflexión, nuevas formas de pensar: aquí el arte no es un mero "contenido" para el pensamiento, no es una excusa para forjar "discursos filosóficos", sino un tipo de experiencia en la que ya acontece el pensar, y que nos exige, por ello, reconsiderar que es el pensamiento si no puede prescindir del arte. Esto último no significa empero que en el arte se encuentre la posibilidad de "confirmar ciertas intuiciones filosóficas" (212), como si simplemente constatara lo que ya sabemos por otra vía. El arte es modo de pensamiento porque inaugura perspectivas inéditas e insustituibles de las que la filosofía también tiene aún mucho que aprender. Por esto, si se trata de buscar "caminos de regreso", el único posible, si lo hay, es el libro mismo, que no solo pone a juicio del lector que tan sugestiva puede ser la obra de Klee para el presente, sino que convoca a llevar a cabo este tipo de reflexiones, como muestra de esa ya existente -casi innegable- copertenencia entre pensamiento y arte.

Pero algo así no podía dar lugar a un proyecto unitario, entendido como "totalidad orgánica" (211), tal y como parece exigirlo Gama en su crítica. El libro, nos dice, carece de toda identidad, y esto se ve reflejado particularmente bien en su título: Paul Klee: fragmentos de mundo. Aquí, más claramente que en cualquier otro punto, se hace evidente que lo que para Gama son defectos del libro, son para nosotras sus virtudes, o al menos aquellos elementos que hacen parte de lo que queríamos buscar con este proyecto editorial. De hecho, una totalidad "orgánica" supondría que cada una de sus partes cumpliera una función determinada por un único sentido, o bien dado de antemano, o bien desplegado gracias a la articulación de las partes. El libro, sin embargo, ni pretende asumir un único sentido, ni desarrollarlo a través de sus ensayos, que por eso no son capítulos. Intentábamos, más bien, como el mismo título lo sugiere, mostrar los fragmentos de mundo (fragmentos del pensar, o pensamientos fragmentados) en los que queda desplegada la invitación que Klee nos hace con su ensayo. La identidad del libro tiene que ver justamente con esto: con recoger consecuentemente la particularidad de cada una de las posibilidades que quedan abiertas con un pensamiento-quehacer artístico como el de Klee. Esta identidad, intencionalmente frágil y sin pretensiones de acabamiento, esta dada también por los hilos conductores que mencionábamos al comienzo: por esos presupuestos que Gama pone en cuestión, y que nosotras explícitamente -junto con los otros autores del libro- quisiéramos seguir defendiendo; por ese diálogo interrumpido, pero no por ello fracasado, entre la filosofía y el arte como dos ámbitos de nuestra praxis pensante; por esa capacidad de seguir hablándonos que tienen esas imágenes pensantes que son las obras de Klee, fragmentos rotos de un mundo que ya no aspira a una totalidad unitaria. Ciertamente, como lo señala Gama, pueden encontrarse en Klee expresiones que dejan ver un anhelo de totalidad, pero a lo que se apunta con ellas es mas bien a un todo abierto, en el que lo sensible particular pueda irradiar esa esfera no consciente que, según Klee, solo las construcciones artísticas pueden hacer visible, aunque nunca de manera plena. Se trata también de que comprendamos las obras de arte como totalidades multidimensionales, pero en cualquier caso fragmentarias, interrumpidas; cristales, pero cristales rotos.

No queremos terminar sin agradecerle a Luis Eduardo Gama el haberse tomado el trabajo de leer juiciosamente el libro, de comentarlo y de iniciar por este medio un dialogo que, esperamos, no termine en estas páginas. Es evidente que todavía queda mucho por discutir, y que las posibles relaciones entre arte y filosofía no quedan recogidas solamente en un debate en el que, o bien ambos ámbitos se piensan tan heterogéneos que ningún puente, por más frágil que pretenda ser, puede construirse entre ambos, o bien ambas esferas terminan desdibujándose en una conjunción entre arte y pensamiento que no da lugar a la autonomía y a la crítica. Nuestra pretensión siempre ha sido movernos en el umbral que queda abierto entre lo uno y lo otro. Lo que queda es considerar los posibles matices de esta tensión.


Bibliografía

Gama, L. E. "Klee, Paul. Fragmentos de mundo", Ideas y Valores LIX/143 (2010): 207-213.

Klee, P. Fragmentos de mundo. Traduccion y compilacion: Maria del Rosario Acosta y Laura Quintana. Bogota: Uniandes-Ceso, Departamento de Filosofia, 2009.


MARIA DEL ROSARIO ACOSTA
Y LAURA QUINTANA

Universidad de los Andes-Colombia
maacosta@uniandes.edu.co
lquintan@uniandes.edu.co

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