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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.59 no.143 Bogotá May/Aug. 2010

 

NOTA NECROLÓGICA


JOSÉ IGNACIO ABELLO TRUJILLO
LA PERSUASIÓN POR LA FILOSOFÍA FRANCESA

(1943-2010)
In memoriam

En consecuencia, también los ausentes
están presentes [...] y, cosa que es más
difícil de decir, los muertos viven.
Cicerón

 

SERGIO DE ZUBIRÍA SAMPER
Universidad de los Andes – Colombia
sde@uniandes.edu.co


José Ignacio Abello Trujillo nació en Bogotá el 10 de abril de 1943, de ascendencia y sangre caribes, hecho que indudablemente marcó su vida, como él acostumbraba a rememorar. Doctor en Derecho de la Universidad Externado de Colombia en 1965, Bachelier en Philosophie en 1968, Licence en Philosophie en 1970, Certificat de la premier épreuve du Doctoral en 1971, formación realizada en la Université Catholique de Louvain (Bélgica).

Su trayectoria docente comenzó como profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia durante el periodo de 1972 a 1979. A partir del año 1980 fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes. En esta Universidad, que fue su casa en los ámbitos humano y profesional, cabe destacar su gestión administrativa como Director del Departamento de Humanidades entre 1980-1985, gestión que se extendió a la Dirección del Departamento de Filosofía y Letras de 1985 a 1987. Tuvo también la oportunidad de ejercer como Decano encargado de la Facultad de Humanidades durante el año de 1989. Hizo parte del Consejo Editorial de Texto y Contexto, revista publicada por el Comité Interdisciplinario de la Universidad de los Andes.

Mis relaciones con el profesor Ignacio Abello, fraternalmente Nacho, se iniciaron a mediados de la década del setenta del siglo XX. En su condición de encargado de un Seminario de Hegel y haciendo parte nosotros de una generación muy inquieta por el devenir político, nos persuadía de la importancia de la dialéctica hegeliana. Discusiones que por momentos se tornaban eternas, debido a nuestra desconfianza ingenua con toda forma de idealismo. Siempre en su cátedra buscaba ejemplos, cuestionaba con dureza y gozaba con intensidad de la polémica. Estos incisivos rasgos lograron que nuestra generación cultivara pronto con él la relación de amistad. Porque además del fragor del debate, siempre estuvo dispuesto al consejo sobre cualquier asunto de lo humano, demasiado humano. Había algo en su mirada y cotidianidad que convocaba a mi generación a descubrir en él un profesor que no gustaba de la banal erudición y la pedantería.

No olvidaré nunca su consejo reiterado, desde esa época estudiantil, muchas veces descuidado por mí, de que "el filósofo debe y tiene una voz propia; no habla sólo de autores". No bastaba entonces repetir a Hegel o rebuscar citas llamativas para enfrentar la difícil condición de hacer filosofía.

Volvimos a reencontrarnos hacia 1985, ahora en la condición de profesores. Recibí su llamado a encargarme de la cátedra de Marx en el Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes. Convocatoria que siempre agradezco de corazón. Me ha permitido entregar la vida a la docencia y conocer de cerca las virtudes de nuestro amigo Nacho, que acaba de dejarnos.

Emprendimos una tarea de más de dos décadas que nos llevó a territorios insospechados. Aunque sin abandonar nunca su admiración por Hegel, encontramos ahora al profesor Abello evaluando su trabajo teórico de una década y expandiendo en el mundo académico la relevancia del pensamiento francés.

Su obsesión por llevar el trabajo académico más allá de las aulas y de las temáticas tradicionales, una veta nietzscheana de su carácter, lo habían llevado a fundar el Muro Blanco con su entrañable amigo Andrés Holguín. Un singular centro de divulgación de la cultura y el arte. Una experiencia criticada por los cardenales de la filosofía académica. En general, en nuestras conversaciones destacaba sus aprendizajes y proximidad a Holguín, pero poco discutimos la experiencia misma del Muro Blanco. Hoy quisiera preguntarle en su ausencia por ella.

Empezó por esos días su contribución como columnista del diario El Espectador. Algo que su maestro Nietzsche le hubiera criticado con dureza de látigo: "En el periódico culmina la auténtica corriente cultural de nuestra época, del mismo modo que el periodista -esclavo del momento presente- ha llegado a substituir al gran genio, al guía para todas las épocas, al que libera del presente" (Nietzsche 64). Fueron en general columnas dedicadas a la política y a la cultura, como muestran sus títulos: "Nos están volviendo locos", "El País de la no cultura", "La primera dama sol", "Sorpresas te da la vida", "Vanitas vanitatum", "Soto sin aprietos", "¿Un País sin responsables?", "La nueva Encíclica", "La inteligencia se va, la vulgaridad se queda", "Pastrana peló el cobre", "Ir a Medellín", "Gilles Deleuze, creación y deseo", "Mutis por el foro"; "Nuestro joven monarca", "Legitimidad de la séptima papeleta", "La crisis de los sistemas", "Cinismos y bufonería", "Nuevamente la primera dama sol", "¿Por qué la demanda contra Corelca?", "Una privatización amañada", "Andrés Holguín, un ditirambo a la vida", "Las noches blancas de Gaviria", "El cónyuge de los candidatos".

Había en Nacho una veta existencial demasiado fuerte: la defensa y persuasión del valor de la filosofía francesa contemporánea. Considero que esta brillante intuición lo acompañó en el decurso de toda su existencia. La mayoría en su generación había caído en los brazos cómodos de la filosofía alemana y norteamericana. Miraban con recelo el filosofar francés contemporáneo, y con cierta sorna consideraban que con Descartes terminaba el ciclo de la filosofía francesa.

De distintas proveniencias filosóficas, su ímpetu por abrir la filosofía a temas no tradicionales y su preocupación por la dimensión cultural, nos llevaron a compartir una agenda de varios años dedicada a la formación cultural, las políticas culturales y la crítica cultural. Participamos en diversos proyectos culturales de la Organización de Estados Iberoamericanos, el Banco de la República y los Consejos Regionales de Cultura. Pudimos conocer palmo a palmo las más diversas situaciones culturales de Colombia y los países andinos. Fruto de ese trasegar son nuestros textos colectivos Cultura: teoría y gestión y Hacer visible lo visible: lo privado y lo público.

Fueron tres sus compañeros de viaje desde 1990 hasta su muerte, y a cada paso con mayor fuerza: Nietzsche, Sartre y Foucault. No cualquier Nietzsche, sino aquel altamente mediado por la interpretación francesa. Aunque él nunca reconoció a su mentor interpretativo de Nietzsche porque, recuerdo, "el filósofo debe y tiene una voz propia; no habla sólo de autores". Estamos convencidos de que siempre tomaba distancia del Nietzsche de Heidegger y Fink. Posiblemente más cerca de K. Jaspers, G. Bataille, A. Gide, T. Mann, A. Camus, P. Klossowski, G. Deleuze y J. Derrida. Pero respetando su memoria, tal vez también más cerca de sí mismo.

El valor de Nietzsche, en sus propias palabras, es contundente:

No hay la menor duda que el pensamiento de Nietzsche ha marcado, en los últimos treinta años, toda la contemporaneidad [...] lo que más puede apasionar de Nietzsche es la manera como nos mostró, nos dio algunas pistas de cómo podemos volver a construir lo construido, sin repetir el modelo anterior; de cómo podemos reordenar de manera diferente las piezas puestas en un orden determinado, y que por encontrarse en ese orden tienen una y una sola manera de ser vistas y comprendidas, cerrando las posibilidades de su propia transformación. (Abello 1995 5)

Coherente con su heterodoxia de raigambre francesa, no comprendía a Nietzsche sin literatura, música y teatro. Recuerdo ese otro consejo suyo, que aún no he realizado, de leer paralelamente El Zaratustra con el Doktor Faustus de Thomas Mann. Para el profesor Abello, esa lectura de sus preferencias es el ensayo más lúcido sobre lo dionisiaco en Nietzsche. Pero eran necesarios otros pasos: aproximarse al tiempo en los textos de Borges y ligarlos a la Carmina Burana de Carl Orff. Una tarea heterodoxa y verdaderamente mágica.

En un ensayo sobre su vida, de próxima publicación, María Cristina Gálvez escribe sobre sus aproximaciones a la poesía y a Borges:

Su cercanía con el mundo académico y la inclusión de una dinámica cultural dejaron conocer rasgos poéticos incorporados a su ser bellamente escritos y publicados en Inventos y palabras. Poemas que también fueron traducidos al catalán con la intención eventual de una publicación bilingüe en la revista Rosa Cúbica en Barcelona (España). Cabe destacar la escritura de los poemas "Mi pequeña niña grande" y "Sendas", con los cuales en el 2006 participó con el seudónimo "Rondas" para el Premio Hispanoamericano de poesía para niños, mediante la Convocatoria Internacional propuesta por la Fundación de Letras Mexicanas y el Fondo de Cultura Económica. La magia del cuento y recuerdos de la infancia quedaron plasmados en "La niña de la cara redonda", como la experiencia de un mundo imaginado y fantasioso. Fue excepcionalmente sutil su admiración por Borges, la cual expresó leyéndolo como algo insoslayable en la formación cultural, sobre todo en nuevas generaciones, y entonces escribió "Borges y Nietzsche: el problema del eterno retorno", géneros literarios que definitivamente importan tanto como su conocimiento de la filosofía, la historia, la geografía, el arte, la música, la literatura, imprimiendo un carácter universal a su obra.

Con Sartre mantuvo una relación permanente y, podríamos denominarla, vitalicia. No pasaban dos años en el Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes sin que se ofreciera un curso suyo. No era el Sartre ontológico el que lo apasionaba, sino aquel de las relaciones con el otro. Partiendo de sus conceptos centrales, que siempre impartía con tono bastante pedagógico, nos introducía en las relaciones "primarias" con los otros, porque todas se derivan de estas: amor, deseo, indiferencia, masoquismo, sadismo, odio. Una filosofía completamente ligada a los mayores y reales problemas de nuestra existencia cotidiana: las relaciones con el prójimo. Una filosofía más allá de los temas tradicionales. Aquellos asuntos de los cuales ningún ser humano puede fugarse. Su último libro, póstumo, resulta valioso para desentrañar el aporte sartreano a esa compleja comprensión.

El mayor inspirador en sus últimos años fue Foucault, tanto por su profundo nexo con Nietzsche como por la cercanía con la historia. Otra dimensión que apasionaba al profesor Abello. Muchas veces le oí relatar historias medievales de brujas, herejías, persecuciones, crucifixiones, que sinceramente poco me atraían, tal vez por mi modernidad inconfesa. En 1986 promovió un número de la revista Texto y Contexto sobre Foucault, y escribió en su editorial:

He ahí algunos de los problemas que para nosotros, pensadores de referentes y validadores de verdades de los referidos, presenta esa nueva forma de reflexionar que se inauguró en solitario con Nietzsche y que ha ido desarrollando el pensamiento francés contemporáneo, donde sin ninguna duda, Michel Foucault es uno de los mejores exponentes. (Abello 1986 4)

El último capítulo de su obra Violencias y culturas constituye una excelente presentación del pensar foucaultiano y de los motivos de la necesidad de su búsqueda. Destaca seis grandes temas de su quehacer filosófico: la noción de genealogía, las funciones y los procesos culturales, la panoptización, la cultura del cuidado de sí, la cultura, el poder y la violencia, y las características del poder. En sus palabras queda nítido el sentido de su búsqueda:

Foucault se centra en el análisis de las diversas prácticas que van constituyendo diversas formas de sujeto. Prácticas que se dan en distintos grupos sociales y en diversas formaciones culturales [...] Este análisis desde las prácticas sociales y no a partir de teorías preestablecidas, es lo que le permite a Foucault llamarse a sí mismo historiador de la cultura, y es al mismo tiempo lo que hace que no elabore una teoría sobre la cultura desde la cual pueda delimitar y encajonar la cultura misma. (Abello 2003 217)

El 27 de marzo de 2010, tras un noble cansancio no esperó más y decidió cambiar de lugar. Sabía hacía varios meses de la cercanía de su muerte y no quiso inquietarnos a sus amigos. Nos convocó con dignidad envidiable a una conferencia sobre los manuscritos de la que sería su obra póstuma. Como siempre, nos dejó dudas, preguntas e incertidumbres sobre la existencia humana. Escogió para despedirse a su autor vitalicio -Sartre-y el tema más álgido de toda vida profunda: las relaciones con los otros. Gracias Profesor Abello, gracias Ignacio, gracias Nacho, por existir.


Bibliografía

Abello, I., (ed.). "Foucault", Revista Texto y Contexto 8 (1986): 5-20.

Abello, I. "Nietzsche Hoy", Revista Texto y Contexto 27 (1995): 5-19.

Abello, I., De Zubiría, S. & Sánchez, S. Cultura: teorías y gestión. Pasto: Ediciones UniNariño, 1998.

Abello, I. Violencias y Culturas. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2003.

Abello, I., (comp.). Hacer visible lo visible: lo privado y lo público. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2005.

Nietzsche, F. Sobre el porvenir de nuestras escuelas. Barcelona: Tusquets Editores, 1980.

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