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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.59 no.145 Bogotá Jan./Apr. 2011

 

RESEÑA

Vattimo, Gianni.
Ecce comu. Cómo se llega a ser lo que se era.
Buenos Aires: Paidós, 2009. 131 pp.
*


El libro Ecce comu es, junto con Nihilismo y emancipación, uno de los escritos políticos de la designada tercera etapa de Vattimo o, como preferimos decir, del "último Vattimo". Su filosofía ha transitado desde sus reflexiones acerca de Nietzsche y Heidegger, pasando por sus ideas originales, como son el pensiero debole, la posmodernidad, el fin de la modernidad, la telemática, el "Dios débil" y la kenosis (en su retorno al cristianismo católico y su polémica filosofía de la religión), hasta llegar a una filosofía vattimiana cercana a la reflexión política. Digámoslo así: un intento de filosofía política para su hermenéutica nihilista. Sin embargo, no se crea por ello que Vattimo ha estado ajeno a la práctica política. Desde muy joven ha tenido una vida política activa, en los grupos católicos a los que perteneció, o en los grupos de izquierda en los que militó luego. Inició su trayectoria política en el Partido Radicale, después militó en Alleanza per Torino (Olivo) y, hasta el 2004, perteneció a los DS (Democratici di Sinistra). Más recientemente estuvo en el Partito dei Comunisti Italiani. Actualmente, desde el 2009, cumple con su segundo periodo como diputado en el Parlamento Europeo1 por el partido Italia dei Valori, como miembro del Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa. Es, pues, notable la actividad política del filósofo italiano. Pero entonces ¿por qué llegan tarde sus reflexiones políticas? Y además, ¿por qué Vattimo no ha podido compatibilizar su vivencia política con su pensamiento filosófico -como él mismo ha confesado-? Estas preguntas quedan sin responder, y sólo podemos acercarnos a ellas de manera tentativa. Sin embargo, ellas no nos conciernen ahora. Lo que haremos a continuación será un repaso apresurado y resumido de su Ecce comu, escrito en el cual Vattimo proclama que no sólo es posible (volver a)2 ser comunista, sino que se debe serlo como muestra e intento de delinear una filosofía política debolista. Trataré de dar luces de lo que podría ser un proyecto de hermenéutica política basada en el pensamiento débil.

Preguntemos: ¿Es posible (volver a) ser comunista luego de la experiencia Lenin-Stalin-Mao y de la caída del Muro de Berlín? Respondamos esto.

Vattimo organiza su libro en dos partes. La primera, que lleva como título "Una larga marcha a través de las oposiciones", es una colección de ensayos publicados en diarios italianos y conferencias divulgadas en congresos de Filosofía. Es, como él mismo dice, "una huella de la breve marcha, la del período del Parlamento europeo" (14). Se observa a un Vattimo que cree en el proyecto de la Unión Europea; que postula a Europa como la vía alternativa al capitalismo norteamericano; que reniega del Imperio que tiene como sede a Estados Unidos; que no cree en ninguna guerra "santa", sino en la guerra contra el poder global económico; se muestra un Vattimo cada vez más antinorteamericano, que denuncia el "Imperio mundial único", para terminar proponiendo un comunismo "ideal" como motor para salir del capitalismo y de la democracia "normal", y hallarnos en una democracia subversiva, no violenta, no revolucionaria. La primera parte de Ecce comu es el "progresivo" retorno de Vattimo al comunismo. ¿Y qué clase de comunismo? Veamos.

Los veintitrés pequeños ensayos que conforman la sección segunda son, a la vez, un gran argumento que "da razones" para (volver a) ser comunistas. Para Vattimo, la situación actual de la democracia es -usando jerga kuhniana- "normal". El problema se halla en la voluntad de los teóricos respecto a la democracia: la dejan trabajar sin más. No hay crítica. No hay búsquedas de mejoras. No se permiten alternativas. Los políticos mismos, en vez de ser la voz de los débiles, se dedican a perseguir a los cismáticos. Hay una falta de vanguardia en la política, una falta de disidencia; poco le falta a los gobiernos italianos para ser "regímenes", en cuanto sistemas de gobierno cerrados, a juicio de nuestro filósofo. La respuesta a la vocación vanguardista de la política es, para Vattimo, volver a ser comunista. Para ello nuestro autor, situado en su propia circunstancia política, la italiana, se muestra en contra de esa "misión de paz" que se creó para apoyar la invasión en Afganistán (lo mismo que ocurriría con el apoyo a la guerra en Irak). No sólo por la nefastas consecuencias que habrían -y que ahora ya las vemos-, sino también porque el recorte estatal en pos de aumentar el presupuesto de defensa deterioró el apoyo al sector salud y educación. Lo peor del asunto es que la izquierda italiana, desplazada al centro y no muy diferente en la práctica de la derecha, apoyó esa "misión de paz" convocada por la OTAN. Así, declara Vattimo, "es muy probable que la izquierda desaparezca durante muchos años" (65). Este apoyo de la izquierda al "sistema", que sería inevitable en la política italiana, y quizás en la europea, se debe a que las democracias europeas están "cerradas dentro del horizonte de la economía capitalista liderada por Estados Unidos" (66). Es en este sentido que el turinés habla de una "cubanización" de Europa: Estados Unidos ha "embargado" a Europa, en cuanto que ella ha dependido largo tiempo de la economía norteamericana y no tiene a donde ir (¿el euro como salvación?).

Una vez más, si esto [...] no es un régimen, nos falta muy poco. La democracia, tal como todavía se nos predica (y se impone en Irak), está prácticamente en coma. (67)

Más adelante, Vattimo se refiere al evento 9/11: la caída de las Torres Gemelas de Wall Street, y lo compara con el atentado terrorista de Oklahoma City, en el que un estadounidense hizo estallar un edificio de oficinas federales. El autor del atentado declaró que actuó de tal manera en venganza por la matanza de Waco: aquella vez en que el FBI asesinó a "ocupantes ilegales" (¡fijémonos en las nuevas "leyes" migratorias que permiten encarcelar a los que "parecen" inmigrantes y, si se resisten, golpearlos!).

Por lo que sabemos de este episodio [la matanza de Waco], se trató de un acto de sumisión a la razón, de compactación disciplinaria de una sociedad que simplemente se siente amenazada por cualquiera que no comparta su estilo de vida, sus expectativas y sus ideales consumistas. (76)

Es decir que en la "madre de todas las democracias", como llamó con ironía alguna vez a EE. UU. Vittorio Zuccone (39), hay una animadversión hacia todos aquellos que no son como ellos, una incomodidad poco "solidaria" respecto a los "otros", a los "nonosotros". Para Vattimo ha habido un evento, con todo el sentido heideggeriano que connota esta palabra, luego de 9/11: Irak. Irak se alza, acaece como evento. "El Evento Irak", lo llama Víctor Samuel Rivera en su "Ex oriente salus. Pensar desde el margen" (2009). Luego del "Evento Irak" no es posible volver a pensar la democracia liberal y el capitalismo de la misma manera. Los abanderados de la libertad se muestran como verdaderos metafísicos: imponen el ser verdadero al resto, a los otros. Esa imposición no es meramente discursiva, es efectivamente violenta; violenta por las armas, por las armas tecnológicas.

Vattimo ve como urgente, frente a este horizonte, regresar a las reflexiones de Marx. Marx preveía que la revolución del proletariado vendría cuando el poder capitalista fuera intolerable. Ese proletariado ha desaparecido, se ha disgregado. Vattimo ya no cree en la dictadura del proletariado, ni en el historicismo teleológico positivista del marxismo. A lo que el debolista apunta es a que:

El impulso de volver a ser comunistas tiene que ver con que el poder capitalista [...] se ha hecho intolerable y, por lo tanto, suscita (o puede suscitar) la rebelión del 'proletariado' mundial. (79)

El (nuevo) proletariado se ha develado en internet, en la Babel informática actual. Es desde el plano virtual donde, sin distinción de clases ni conciencia de estas, el "proletariado" mundial se ha manifestado contra la invasión de Irak. Vattimo ve aquí una señal o, para decirlo más oscuramente, presiente el relampagueo del evento que nace, del Ge-stell. Este nuevo proletariado es "minimalista", sin conciencia de clase y sin lucha de clases; una mera masa anárquica da origen a este nuevo comunismo anárquico y sui generis. Y es en este momento cuando Vattimo, sentado en el centro del globo, se cuestiona: "¿qué hacemos con los condenados de la tierra? [...] ¿Ex Oriente salus?" (81).

Entonces ¿por qué no podemos creer más en la democracia "normal"? Porque tenemos la sensación de que está acaeciendo en los gobiernos y regímenes occidentales una nueva forma de autoritarismo, de totalitarismo, de "fascismo", que tiene como carta de presentación el tema de la seguridad, que ha llevado a los "demócratas y sus amigos" a movilizarse contra Irak y dominar el tipo de política ("correcta") que se debe dar en el globo. Pero, además:

A ello se suma la constatación de que hasta ahora, después de una década de globalización y de liberalismo, las promesas de mayor bienestar no se han cumplido, ni siquiera en la capital del imperio, Estados Unidos. (82)

Por lo tanto, "ya 'no podemos' pensar [...] que el capitalismo democrático de estilo occidental sea una vía lo bastante segura para alcanzar bienestar y mayor libertad" (82-83). Por ello, para Vattimo, el futuro que nos espera es oscuro, lleno de tinieblas y de incertidumbre, quizá en el borde casi (¿ya?) comenzado de una "guerra infinita", para usar la infeliz frase de Bush. La filosofía para pasado mañana, operada por Vattimo, es trágica y pesimista. ¿Qué más le queda?

Ante este panorama, nuestro filósofo apuesta por un anarco-comunismo o un comunismo libertario. Sí: comunismo y anarquismo. Esto se debe a que, "a todas luces", en el régimen actual no se vislumbra una salida a los riesgos a los que nos estamos aproximando. Por lo que "es necesario poner en marcha procesos que destruyan este orden" (84). Anarquismo, señores, anarquismo. Pero débil. "Evolución y no revolución" (85), más desde la zurda. Un anarquismo nihilista: no hay verdades eternas que trasciendan la historia, no hay leyes naturales, ni algo así como derechos humanos universales que trasciendan voluntades, sino que auctoritas, non veritas, facit legem (85). ¿Un Vattimo decisionista? La sombra de Schmitt se proyecta discretamente, junto a la de Heidegger y la de Nietzsche... Vattimo ha virado (Kehre) hacia un comunismo que nada tiene que ver ni con el liberalismo norteamericano ni con el comunismo real de la Unión Soviética.

Pero además, "cuando discuto con los 'liberales' de la izquierda -nos dice abiertamente-, siempre descubro sin grandes dificultades este espíritu racionalista" (86). Este racionalismo se agudiza cuando se trata de los derechos humanos, en especial de los que no están escritos. (Hagamos una pausa y traigamos a la memoria el discurso de nuestros liberales de izquierda: un discurso metafísico, obsesionado por proteger y garantizar el statu quo, el establishment. Vattimo también tiene sus "caviares" a la europea). Y de nuevo Vattimo regresa al "Evento Irak":

También es racionalista la pretensión de imponer en todo el mundo la 'democracia' por la fuerza de las armas, como sucede en Irak. Mejor dicho, ha sido esta guerra la que nos ha llevado a muchos de nosotros a considerar con extrema cautela la cuestión de los derechos humanos. (88) [!]

Y para sustentar más la tesis de Rivera del "Evento Irak", el mismo Vattimo más adelante, haciendo alusión a San Pablo, indica: "Para muchos de nosotros, el momento de la reconversión al comunismo ha sido la guerra iraquí" (89); Irak ha sido nuestra caída del caballo camino a Damasco.

Mencionábamos el "comunismo real". Este es el comunismo histórico acaecido principalmente en Rusia: Lenin y Stalin. Al rehuir este, Vattimo rehúye el Marx positivista y cientificista, el marxismo qua ciencia. Así, el turinés sigue fiel a lo que ha llamado "comunismo ideal", el cual quiere recuperar para postular un comunismo posmoderno: "Desde un mundo en que el desarrollo nos está estrangulando, empezamos a percibir la necesidad de un comunismo exento del mito del desarrollo y que no aspire a instaurar una economía socialista garantizada 'científicamente'" (91). Por ello, dice con toda sinceridad, "vuelvo a ser comunista, porque soy un filósofo 'debilista'". De esta forma, el pensiero debole del profesor Vattimo da un giro inesperado (?) hacia la política. Su "pensamiento débil", la muestra más original de su hermenéutica nihilista, nos lleva a distanciarnos del mundo correcto - de la "retórica política del desarrollo y la democracia"-, para optar por una "posición marginal", alternativa. ¿Por qué marginal? Porque el pensamiento débil se ha transformado en el pensamiento de los débiles, de los perdedores del juego de la historia -tal como lo enseñaba Benjamin (cf. 2008)-. Así, el actuar cristiano es la forma privilegiada de este pensar de los débiles, de aquellos que esperan y que "merecen sobrevivir como pasado todavía abierto y cumplido" (95). Vattimo es y ha sido "cato-comunista".

Ahora bien, si se postula un "comunismo ideal", ¿qué hacer con la "revolución"? Como es de imaginar, la revolución ya no es para Vattimo una vía para el "paraíso comunista". Fundar la democracia no puede hacerse más por medio de un acto de fuerza violenta. El nuevo revolucionario tiene como paradigma a Chávez y a Lula: revolución sin armas, sin violencia, sin compra de votos. Lo que pretende esta "revolución débil" es derrocar la democracia corruptiva y corruptora, propia de Europa y los EE. UU. El país del Norte nos ha engañado haciéndonos creer que su sistema es "el único en el que se puede vivir" (100). Este engaño ha creado una "crisis cada vez más profunda" con respecto a la "fe en la democracia". Así, basándose en Roberto Mangabeira Unger, Vattimo propone una high energy democracy (110). El ejemplo en el que Europa podría basarse para lograr esa "democracia de alta energía" es la Venezuela de Chávez y la Cuba de los Castro: "tiene[n] las características de un régimen 'soviético' todavía no estalinista, pero auténtico" (112). Este punto es quizás el más debatible, especialmente para nosotros los latinoamericanos, que vemos el fracaso de la economía en dichos países. No obstante, el "ejemplo latinoamericano" se basa en que estos gobiernos son alternativos, no-universalistas, anticapitalistas efectivos, y encarnan una empresa común para el bien del país, para la felicidad de la mayoría, no basada en la economía, sino en un mayor bienestar, en el reconocimiento del otro antes que en el reconocimiento de su bolsillo.

Por tanto, de lo que se trata es de repensar el comunismo como ideal de una sociedad "justa" que, precisamente por serlo, no pueda pensarse como una sociedad "perfecta" y acabada que excluya cualquier transformación posterior, cualquier renovación desde abajo con los instrumentos de la democracia. [...] es una sociedad en la que los conflictos se gestionan como opiniones diversas sobre qué caminos deben tomarse; en la que no todos los intereses son necesariamente iguales, y en la que, como factor decisivo, no sólo prevalece la diferencia de clase, de riqueza o de poder relacionado con la propiedad. (107)

Para ir terminando, vayamos hacia el final "no feliz" que nos ofrece Vattimo. Este comunismo ideal no puede basarse en una "verdad objetiva", dada ahí afuera, de una vez por todas, eterna y universal, pues sería caer en la base autoritaria de la democracia "normal". Brutalmente decimos: el comunismo libertario logra su cometido sólo si rechaza la metafísica. Nos hallamos en la Babel global, en una sociedad posmoderna caracterizada por el conflicto de interpretaciones, por lo cual el comunismo libertario sólo puede presentarse sobre la base de una "concepción hermenéutica de la sociedad" (120). Si no nos basamos en el lema nietzscheano hermenéutico de que "no hay hechos, sólo interpretaciones; y también esta es una interpretación", entonces la Babel telemática se vuelve homogeneizante y no emancipadora. Entonces la violencia metafísica del Ge-stell ¿dónde se revela? En el actuar de la democracia "normal", en las leyes de mercado y en los derechos humanos. De cara a esta realidad, el comunismo ideal se presenta como una interpretación; su verdad habita en la interpretación misma, en argumentar históricamente con referencia a la tradición y al consenso pragmático, nacido del conflicto más que del diálogo. Porque, si esta propuesta se halla como "más verdadera" que la del liberalismo, como un descubrimiento objetivo de una realidad superior, entonces el riesgo del totalitarismo silenciante, tal cual lo practica la democracia liberal, es latente. Sólo así es posible comprender que, "cuando los derechos humanos quieren prevalecer como universales 'objetivos' que todos deben respetar aunque no los 'reconozcan', se transforman en instrumentos de opresión" (120). El diálogo liberal, con la ideología de los derechos, busca neutralizar el conflicto, esto es, la capacidad de cambio y de movimiento. El siguiente paso de quien declara que conoce la verdad será querer imponérmela. Verdad y dominio van de la mano en un entramado metafísico. Aun así, Vattimo desea reducir la violencia, pero sin instaurar una sociedad sin conflictos. De esta forma, el problema de la violencia como instauradora de historia no queda resuelto. Hace falta una teoría del conflicto, como propone en Addio alla verità (cf. Vattimo 2009 121), a manera de Verwindung (distorsión-torsión) al "pensamiento único".

Por lo mismo, ante este panorama "realista" de la situación actual de existencia, la conclusión que se nos ofrece es que "el comunismo no tiene grandes posibilidades de instaurarse en un futuro previsible" (123). La intención de Ecce comu ha sido constatar tanto "el fracaso del capitalismo y de las democracias formales" como el "retorno del comunismo 'auténtico'". No ha tratado Vattimo de ofrecer una "solución" ante el estado presente de cosas. Más aún, si el cambio llega, el viraje de un mundo unipolar a uno multipolar, la muerte de la democracia capitalista liberal sólo podrá ser posible gracias a un Evento, a un acaecimiento del ser en cuanto apertura y un darse en las cosas. El cambio no se logrará por medio de un actuar humano sin más, aunque ello no suponga un mero quietismo. Hay que esperar el Evento, estar atentos a los signos de los tiempos, "escucharlos y descifrarlos" (125), comprenderlos e interpretarlos atendiendo a los mensajes que vienen del pasado. El Evento nos llama y nos convoca, no es un simple presente, sino una espera a lo que está por venir, y que, quizás, sea la espera de un retorno que vibra en los nervios de las cosas, como espectros o fantasmas: hermenéutica espectral (cf. Caputo 2010) -aunque Vattimo no esté muy de acuerdo-.


* Reseña publicada en medio digital en Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades (septiembre de 2010) (http://institucional.us.es/araucaria/otras_res/2010_9/resegna_0910_1.htm).

1 Su primer periodo como parlamentario europeo fue del 20 de julio de 1999 al 19 de julio de 2004, por el partido Democratici di Sinistra.

2 Añado los paréntesis para hacer énfasis en el carácter de que volver a ser comunista implica pasar por la experiencia de la caída del Muro de Berlín, es decir, de la caída del comunismo real.


Bibliografía

Benjamin, W. Tesis sobre la historia y otros fragmentos. México: Editorial Ítaca, 2008.

Caputo, J. D. "Hermenéutica espectral: sobre la debilidad de Dios y la teología del acontecimiento". Después de la muerte de Dios. Conversaciones sobre religión, política y cultura, Vattimo, G. & Caputo J. D. (eds.). Buenos Aires: Paidós, 2010. 75-134.

Rivera, V. S. "Ex oriente salus. Pensar desde el margen". Ontología del declinar. Diálogos con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo, Muñoz Gutiérrez, C., Leiro, D. M. & Rivera, V. S. (coords.). Buenos Aires: Biblos, 2009. 311-334.

Vattimo, G. Addio allà verità. Roma: Meltemi, 2009.


RICARDO MILLA
Pontificia Universidad Católica del Perú
ricardo-milla@hotmail.com

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