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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.61 no.spe149 Bogotá Aug. 2012

 

Timmerman, David and Schiappa, Edward.
Classical Greek Rhetorical Theory and the Disciplining of Discourse.
Cambridge: Cambridge University Press, 2010. 192 pp.


Aunque bien podría decirse que este es un libro que trata de dilucidar la historia de la retórica en la Grecia clásica, sería injusto con ambos autores decir que este es un trabajo con pretensiones meramente históricas. Tanto Timmerman como Schiappa llevan varios años produciendo una amplia bibliografía en torno a los autores y a los temas de reflexión propios de este arte: trabajos sobre los sofistas griegos, la relación entre la retórica y la democracia e importantes aportes a las discusiones contemporáneas de la teoría de la argumentación forman parte de la amplia bibliografía que ambos han estado produciendo durante más de veinte años. Todo este bagaje y erudición confluye en el reciente libro publicado por Cambridge University Press, de modo que esta es una obra difícil de clasificar: el libro abarca desde una reflexión acerca de las posibilidades humanas del discurso, hasta una reconstrucción juiciosa y original del proceso cultural que se llevó a cabo en Grecia durante los siglos V y IV a. C., por medio de un análisis histórico, filológico y conceptual.

El tema de la retórica clásica no es nuevo en las discusiones académicas y hay que reconocer que ya se cuenta con varios trabajos que intentan dilucidar su historia desde diferentes perspectivas. George A. Kennedy, por ejemplo, en su amplio trabajo Classical Rhetoric and its Christian and Secular Tradition from Ancient to Modern Times, ha planteado una reconstrucción temática que abarca todo el periodo de la antigüedad por medio de la distinción entre una retórica técnica, otra sofística y una tercera de corte filosófico. Otros estudios mucho menos ambiciosos han centrado su investigación sólo en autores puntuales de aquella tradición, de modo que hoy en día se cuenta con varios libros que buscan interpretar a figuras como Gorgias, Protágoras o Isócrates, por medio de un análisis cuidadoso de sus textos. Lo característico de la propuesta de Timmerman y Schiappa es que ella es un intento por no hablar del fenómeno de la oratoria mediante conceptos demasiado generales y tardíos que no logran abordar de manera adecuada la complejidad de los casos puntales de dicha tradición, pero no por ello dejar de realizar una apuesta por una investigación amplia que busca dar una explicación de cómo ella se desarrolló técnica y culturalmente.

Para lograr tal perspectiva, los autores estudian el fenómeno de la oratoria en los siglos V y IV a. C. por medio de seis ensayos independientes que analizan el modo en que se fueron desarrollando diferentes conceptos, teorías y prácticas que le fueron propios en aquella época. Ya que el material para estudiar este fenómeno se reduce a los discursos que se conservan y a los reportes tanto históricos como conceptuales que se pueden encontrar en autores como Tucídides, Platón y Aristóteles, el método usado para ver cómo se fue desarrollando la oratoria desde una práctica coloquial hasta una técnica codificada en tratados consiste en trazar por medio de un análisis filológico e histórico cómo fueron surgiendo unos términos técnicos (terms of art) y unas prácticas metódicas propias. Con esto, a pesar de que en diversas ocasiones se ha planteado que ella era un arte suficientemente establecido para el siglo V a. C., Timmerman y Schiappa logran mostrar que la tecnificación de la práctica del discurso sólo presenta muestras claras a partir de los tiempos de Aristóteles, hacia el 350 a. C. y que por lo tanto la práctica del discurso en aquellos tiempos sólo se fue "disciplinando" poco a poco.

Junto con la presentación de la investigación en términos generales y una introducción a lo que desarrollan los seis capítulos de este libro, el primer capítulo cuestiona la idea de que la retórica era una práctica claramente establecida desde tiempos tempranos con el hecho de que el primer reporte que se tiene de la palabra ῥητορική aparece sólo hasta el Gorgias de Platón en el temprano siglo IV a. C. Como bien dicen los autores, "la creación de una nueva palabra provee una cierta nueva manera de abarcar o de apropiarse de una porción de experiencia humana" (5), y si el término por excelencia para referirse a la oratoria en el periodo clásico apareció más tarde que figuras como Protágoras, ello ya es un indicio que debería invitar a una reevaluación de cómo se ha leído el desarrollo cultural de la Grecia clásica. Desde tiempo atrás los estudiosos de la cultura griega han insistido en que se debe tener cuidado con la lectura que Platón presenta del ambiente intelectual de aquellos tiempos, pues él crea una visión maniqueísta de Sócrates y aquellos pensadores que, al menos en su obra, se le oponen. Timmerman y Schiappa van un paso más allá en esta corriente, poniendo sobre la mesa el hecho de que, previo a la distinción entre retórica y filosofía presente en Platón, lo que se puede encontrar en el ámbito cultural griego es una práctica llena de vivacidad y experimentación en torno al logos, que en sí mismo como término reunía a todas las prácticas del discurso.

En su intento por presentar una imagen amplia de la práctica del logos en aquella época y de la manera en que esa práctica se fue tecnificando con el paso del tiempo, los autores de este libro desarrollan un análisis histórico en el segundo y en el tercer capítulo de dos términos fundamentales: διαλέγεσθαι y φιλοσοφία. En el caso del primero se muestra que este era un término usado por autores anteriores a Platón, pero que él fue quien le dio una demarcación precisa que lo llevó a convertirse en un término técnico. En los textos que se sitúan alrededor del siglo V a. C. el término διαλέγεσθαι puede tener un uso amplio que cubre traducciones como 'conversar', 'discutir' o 'hablar' en un diálogo, pero en textos que reflejan más propiamente las prácticas de los sofistas, como el Gorgias y el Protágoras de Platón o el Δισσοί Λόγοι, que es una recopilación de argumentos provenientes de Hipias y Protágoras, se puede ver que hay un uso más restringido de él. Allí el término ya no refiere meramente el acto de conversar, sino más bien el de discutir un tema puntual por medio de preguntas y respuestas con el fin de llegar a una decisión puntual. Sin embargo, en Platón el uso de este verbo tiene dimensiones mucho más técnicas: por una parte su uso en muchas circunstancias se da por medio de la substantivación del infinitivo (το διαλέγεσθαι), cosa que los demás autores de la época omiten, lo que demuestra que Platón está conceptualizando la acción de dialogar; por otra parte, Platón lleva su reflexión acerca de esta actividad al punto de sustentarle una técnica que le es propia −ἡ διαλεκτικὴ τέχνη−, oponiendo esta a lo que hacían los sofistas: prácticas catalogadas por él como erísticas y antilógicas.

En el caso del término φιλοσοφία el análisis de Timmerman y Schiappa se centra en contrastar los conceptos que de él presentan Platón e Isócrates, quienes fueron contemporáneos, y mostrar por qué a pesar de que nuestra tradición ha abordado la filosofía a la manera de Platón las propuestas de Isócrates son legítimas y defendibles. Aún desde las primeras décadas del siglo IV a. C. el término φιλοσοφία fue monopolizado por Platón, reduciéndolo sólo a aquello que estuviera relacionado con la dialéctica y oponiéndolo a la retórica. La obra de Isócrates, en oposición, constituye un intento por comprender con él todas las prácticas del logos y, aunque el título más común que Isócrates ha recibido es el de "sofista" y profesor de retórica, es de resaltar que el término "retórica" no aparece ni una sola vez en su obra (47). Al contrario, él describe la actividad que desempeñaba como φιλοσοφία. En el contexto de la obra de Isócrates, y de manera totalmente diferente a lo desarrollado por Platón, este término significa "la cultivación de la sabiduría práctica por medio de la producción de discursos civiles éticos" (52). Así pues, a través del desarrollo de esta problemática, los autores llevan a revaluar no sólo el concepto de la oratoria, sino las posibilidades mismas de la práctica de la filosofía.

En el cuarto capítulo, por mucho el más extenso del libro, Timmerman y Schiappa examinan cómo se producía la deliberación pública en Atenas, por medio de un estudio de los términos δημηγορία (el discurso en la asamblea pública) y συμβουλή (la deliberación), y analizan cuáles fueron las perspectivas que Isócrates, Platón y Aristóteles tuvieron sobre aquel fenómeno. En principio los autores presentan un retrato de cómo surgió la democracia ateniense y cómo funcionaba, analizando los reportes de Tucídides, lo que se puede concluir por medio de algunas obras de Aristófanes y aquello que está desarrollado en lo que se conserva del texto de la constitución de Atenas. Una vez desarrollada una amplia descripción de la democracia ateniense, se analiza la posición que Platón e Isócrates tenían frente a esta, y se intenta explicar por medio de sus textos por qué el primero encontraba tan problemática la participación política mediante la deliberación pública de todos los ciudadanos, mientras que el segundo tenía una ambivalencia muy marcada frente a la democracia, a la vez que una propuesta de fondo para que ella pudiera funcionar. Por último, los autores muestran cómo la obra de Aristóteles recoge las preocupaciones de los dos pensadores anteriores y describen cómo su conceptualización y tecnificación de la retórica responde a los problemas propios de su época.

El libro termina con dos capítulos en torno al problema de cómo entender las expresiones técnicas que surgieron en la composición de los discursos de aquella época. El capítulo quinto evalúa qué tipo de texto es la Retórica a Alejandro, obra que hoy se le atribuye a Anaxímenes de Lampsaco. El problema consiste en que este libro incluye reflexiones de corte filosófico cercanas a las que desarrolla Aristóteles en la Retórica, a la vez que tiene características propias de un manual que enseña la técnica de este arte, sin dejar de lado que contiene una buena cantidad de referencias y términos propios de la tradición sofista. La lectura que desarrollan Timmerman y Schiappa al respecto se centra en retomar lo que se ha desarrollado en capítulos anteriores, haciendo énfasis en que las distinciones tajantes entre maneras de abordar el discurso fueron un invento platónico. Así pues, es perfectamente plausible que la Retórica a Alejandro sea un texto en el que confluyen una amplia cantidad de corrientes y términos técnicos, pues en la práctica de la oratoria muchas veces predominaba más una preocupación por el uso del logos, que un compromiso con alguna corriente puntual. En ese orden de ideas los autores proponen que este texto podría estar más cercano a lo que hoy entenderíamos como un tratado de argumentación, en el cual confluye tanto una preocupación por la racionalidad del discurso como un interés en que sea persuasivo.

El último capítulo del libro busca aclarar cuándo se puede hablar de una oratoria tecnificada y cuándo no. El objetivo de Timmerman y Schiappa es rebatir la idea de que desde tiempos tempranos existía una teoría de la retórica. Para ello, los autores se basan en mostrar que así como "los niños pueden aprender a usar el lenguaje de maneras notablemente sofisticadas antes de adquirir un conocimiento teorético explícito del lenguaje" (141), antes del siglo IV a. C. la oratoria puede presentar figuras predominantes como Protágoras y Gorgias sin la necesidad de que ellos contaran con una teoría desarrollada de su arte. Así como en los capítulos anteriores, para desarrollar su argumento los autores se basan en ver cómo sólo con el paso del tiempo surgió un vocabulario propio de unas técnicas de composición. De esta manera se muestra que, en principio, el único método de composición que había era unir aquello que se encuentra al principio con aquello que está al final, siendo esta una técnica de composición primitiva que puede ser encontrada desde los textos homéricos. Sin embargo, con el paso del tiempo, y una vez la experimentación con distintas maneras de crear discursos se fue decantando, fueron surgiendo unas distinciones mucho más claras para identificar cuáles eran las partes de un discurso bien estructurado y qué debería contener cada una de ellas.

Así como las perspectivas que abarca Classical Greek Rhetorical Theory and the Disciplining of Discourse son bastante amplias, de igual manera el libro puede ser de interés para una gran variedad de lectores. Aunque hay que conceder que en ocasiones Timmerman y Schiappa se centran en reflexiones que pudieran atraer sólo a los especialistas en retórica clásica, también hay que reconocer que en medio de su análisis filológico se encuentra una propuesta propia y original para entender cómo se fue desarrollando la cultura griega y la práctica del discurso. Así pues, este es un libro que puede ser abordado desde la mirada de la filosofía política, la sociología, las ciencias del lenguaje, la historia o la filosofía, y que puede aportar elementos de interés a una amplia variedad de discusiones académicas.


FELIPE ÁNGEL FLÓREZ
Universidad de los Andes - Colombia
f.angel44@egresados.uniandes.edu.co