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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.63 no.156 Bogotá jul./set. 2014

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v63n156.47091 

http://dx.doi.org/10.15446/ideasyvalores.v63n156.47091

Oyarzún, Pablo. Entre Celan y Heidegger. Santiago de Chile: Metales Pesados, 2013. 260 pp.

En una nueva publicación,1 Entre Celan y Heidegger, el filósofo, traductor y ensayista Pablo Oyarzún vuelve a exponernos con profundidad y rigurosidad a una experiencia abisal sobre el sin-sentido de la experiencia. Y es en ese proceso, que cuestiona sin par lo que se ha comprendido por experiencia (epítome de un inicio: Kant), que se hiende la espesura del texto al ser leído. Debido a la imposibilidad de dar cuenta en unas cuantas páginas del rigor y profundidad con que se excribió (término que remitirá Oyarzún a J-L. Nancy) más de una vez este ensayo, quisiera tan solo señalar que hiere en su caída de nada: en su profuso clinamen. Esto, va proponiendo, con aliento entrecortado, una lectura que recorre una época, una que cabe pensar bajo las figuras de Celan y Heidegger, y, sin embargo, ni uno ni otro, sino, como insistirá Oyarzún, entre el uno y el otro. Quizá para dar cabida, si es posible decirlo, a una medida sin-medida que hace que aquellas figuras no puedan sino ser ponderadas por las heridas que una época ha infringido a un pensamiento, aunque este con porfía o pereza niegue lo que el recuerdo ha olvidado de sí mismo.

Quizá no sea menor nombrar que en dicha andanza rigurosa, que en su fondo es trazada por un(os) sin igual(es) ejercicio(s) de traducción(es) de poesía(s) y prosa(s), escuchemos en su composición una necesaria exposición crítica de lo que otros autores (J. Derrida, E. Lévinas, H.G. Gadamer, P. Szondi, P. Lacoue-Labarthe, W. Hamacher, J. Bollack) han escrito acerca de Celan o Heidegger o, más bien, de Celan y Heidegger (y no podríamos restar a Benjamin de este acontecimiento). Ello porque una época ha sido trazada e interrogada, que bien, para el intelecto, podría comenzar con Kant, aunque no se debería olvidar lo que advino después de él. Ante todo, porque esta fuerza, antes de todo vocablo o elocución, hiende, al medirse con su imposibilidad de ser medida, en su testimonio que desea recusar su eminente borradura: lo que el lenguaje, la lengua, olvida al unir lo separado o al recordar el carácter irrepetible de un encuentro. Así, como nos recordará Oyarzún, una herida excrita, volteada hacia el cuerpo de quien escribe, podría asimilarse a la locura si consideramos que la obsesión por las datas en Celan desea dar cuenta de un encuentro irrepetible, ajeno a todo cálculo. Datas que marcan tanto la posibilidad de la repetición y la borradura de lo irrepetible, el círculo hermenéutico, señal de la inevitable mediación del sentido (incluso considerando la ya célebre diferencia ontológica), como la imposibilidad de la repetición y la singularidad del acaecimiento: lo que resta, y habrá que hacer el esfuerzo imposible para que dicho resto no (se) pierda.

Insistencia de lo qué/quién hiende, insistencia de una porfiada memoria. De una data, ¿cuántas? Insistencia contra una época que ha asimilado el terror al espectáculo. Lo crudo, sin velos. Antes, el libro: la rigurosidad. Oyarzún, no solo como autor sino también como traductor, nos acerca a la poesía celaniana traduciéndola. Describiendo en su traducción el deseo de Celan por resistir a la mediación, por su insistencia en no querer transportar la lengua/ lenguaje, por querer resistir al umbral de la calma aparente que el sentido introduce en el temblor de la experiencia. Así, para que una memoria quede marcada, ella no debe dejar de recordar con insistencia lo que queda fuera de ella; por ello, forzar quizá la distinción entre poesía, lenguaje y arte se torne necesario en el momento, uno que no deja de insistir, en que la existencia comienza a ser definida como una caída de nada. Porque dicho momento quizás abre la posibilidad de marcar la singularidad del encuentro de un existente con otro; de uno que, por medio de la lengua o el arte, quedaría sumido en la repetición, sea: imitado, expresado, producido, reproducido, enunciado. Aquel único encuentro está fuera del ángulo que insiste en medir el movimiento de los existentes, de un ángulo que insiste en repetir un singular encuentro: lo irrepetible. Y en este libro de Oyarzún se insiste con rigor en salvar dicha distinción: un poema como un saludo de manos. Irreproducible la andanza que propone (para ello está el libro y esto es tan solo una reseña), la posibilidad de un poema quizá se deba a la existencia como experiencia, sin que esta pueda quedar de antemano ligada a un sujeto, sin que puedan preverse o anticiparse las condiciones que preanunciarían un encuentro. En otros términos, experiencia caída sin aparato categorial que le permita dar cuenta de sí: deseo de resistir al concepto. O, quizás, forzando a la lengua a excribir lo que inevitablemente calla, la singularidad del encuentro queda registrada en las palabras percibidas en y de dicho momento. Pienso en la suerte de un imperativo, de una venida sin aviso, que se impone sin poder concebir lo que se desea anticipar sin anticipación: venido de fuera, de un encuentro previo al habla y que, sin embargo, habla. De un tú, de cualquier tú, que me dice yo, me hace decir yo. Hiere un encuentro, y puede en temblor herir distinto.

Concibamos por el momento el ensayo en los títulos de sus secciones, no podríamos decir más. Pues bien, se trata de un ensayo único en nuestra lengua, compuesto por las siguientes secciones: "Prólogo", "Diálogo", "Lugar", "Arte", "Lenguaje", "Dolor", "Pizca", "Diálogo", más un apéndice que nos entrega una traducción de El Meridiano de Celan. Entre tanto, pues, reconozcamos la oportunidad de leer en nuestra lengua un ensayo extraordinario, que nos interpela al menos a gravitar sobre nuestra época, a no dejarnos mover sin antes cuestionar dicho movimiento; a escuchar una voz que viene al paso de la escritura, de una pausa de aliento.

Sin embargo, no habría que desconocer que el uso reiterativo que le hemos dado a la preposición "sin" podría ser leído como una resta que desea sumar algo, y dicha suma quisiéramos leerla sin medida, porque se trataría de una exposición, de una indefinible e irreductible exposición, que extraña al acontecer de la experiencia al ser demandado a responder de sí: de una responsabilidad imbricada en un saber intransportable al lenguaje/lengua, si se me permite decirlo de ese modo. Como insistirá Oyarzún, de un indeterminable paso (quizá en francés, pas) para dar la palabra.

Una salida, entonces, un paso, inconmensurable, ¿un modo peculiar, absolutamente peculiar del "más allá"? ¿Otro modo, un modo enteramente distinto, aunque no quizá distante, del "más allá" que rige la esencia elocuente del lenguaje y allega a todo otro, en su propio y poderoso movimiento, a su dominio? No, pues, el "hablar más allá de sí mismo", sino, quizá, ese "escuchar más allá de sí mismo y de las palabras (über sich und die Worte)" (45), que se menciona bajo la figura inquietante de las orejitas de liebre, al final de El Meridiano, y al que también, antes, se da el nombre de "atención (Aufmerksamkeit)", como aquella "concentración que permanece memoriosa de todas nuestras datas" (33), de los momentos de drástica apertura al otro, de irrupción del otro. Un "más allá" del lenguaje, acaso, en el lenguaje, como "habla actualizada", como "lenguaje vuelto figura de un individuo solo (gestalgewordene Sprache eines Einzelnen)" (31), presencia y presente de un encuentro, del "misterio del encuentro", en la intimación de cuya ocurrencia se abre el poema al tiempo del otro, en cuya fisurada y disyuntiva puntualidad, sin pauta ni forma establecida, se dan cita, en su diferencia (diferencia que el habla no allana, sino que marca), uno y otro tiempo (80-81).

Uno y otro tiempo marcarían el encuentro, que quedaría silenciosamente registrado en cada data, más si en ella se ha grabado un movimiento irrepetible proveniente de la originaria dispersión de los seres que signan sus memorias en poemas vueltos testimonio de una palabra truncada, herida, balbuciente y sin embargo, quizás, esperanzadora.


NOTAS AL PIE

1Al menos conocemos dos escritos a propósito de ese ensayo, una reseña del año 2008, escrita por Fernando Pérez Villalón, que puede ser consultada en línea, y un artículo de Juan Manuel Garrido (2008), que también puede ser consultado en línea.


Bibliografía

Garrido, J. M. "Una pizca de sentido. Acerca de 'Entre Celan y Heidegger' de Pablo Oyarzún". Revista de Filosofía 64 (2008): 79-88.         [ Links ]

Pérez Villalón, F. "Reseña: Entre Celan y Hiedegger". Archivos de Filosofía. UMCE 2/3 (2007): 305-308.         [ Links ]

SERGIO MARTÍNEZ VILAJUANA
Universidad de Chile Santiago de Chile - Chile
sergiosermar@ug.uchile.cl