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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.64 no.157 Bogotá Jan./Apr. 2015

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v64n157.43027 

http://dx.doi.org/10.15446/ideasyvalores.v64n157.43027

PERCEPCIÓN Y PENSAMIENTO ESPACIAL LA VETA REDUCCIONISTA DEL ENFOQUE ENACTIVO*

PERCEPTION AND SPATIAL THOUGHT THE REDUCTIONIST VEIN OF THE ENACTIVE APPROACH

IGNACIO ÁVILA CAÑAMARES**
Universidad Nacional de Colombia - Bogotá - Colombia

* Agradezco a Juliana Gómez y Camilo Acosta por sus útiles comentarios a una versión previa de este ensayo y por soportar con paciencia mis preocupaciones sobre el enfoque enactivo. Agradezco también a Naomi Eilan por sus sugestivas discusiones, hace algunos años, sobre algunos de los temas tratados aquí. Finalmente, agradezco al evaluador anónimo por sus útiles comentarios y sugerencias.
** iavilac@unal.edu.co.

Cómo citar este artículo: 

MLA: Ávila Cañamares, I. "Percepción y pensamiento espacial. La veta reduccionista del enfoque enactivo." Ideas y Valores 64.157 (2015): 191-214. 
APA: Ávila Cañamares, I. (2015). Percepción y pensamiento espacial. La veta reduccionista del enfoque enactivo. Ideas y Valores, 64 (157), 191-214. 
CHICAGO: Ignacio Ávila Cañamares. "Percepción y pensamiento espacial. La veta reduccionista del enfoque enactivo." Ideas y Valores 64, n.º 157 (2015): 191-214.

Artículo recibido: 10 de abril de 2014; aceptado: 13 de agosto de 2014.


Resumen

En este ensayo exploro cierta veta reduccionista del enfoque enactivo de Noë. Primero argumento que su concepción de nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos requiere una metafísica relacional revisionista para ser exitosa. Luego argumento que la propuesta de Noë sobre el rol de la percepción para el pensamiento espacial exige una concepción revisionista de nuestros conceptos espaciales cotidianos. Finalmente, sugiero que a la base de estas formas de revisionismo está una comprensión reduccionista de la egocentricidad perceptual que debe abandonarse si queremos una concepción más substantiva de la percepción y su rol explicativo en el pensamiento.

Palabras clave: A. Noë, conceptos espaciales, egocentricidad, enfoque enactivo, metafísica relacional.


Abstract

In this paper I explore a certain reductionist thread in Noë's enactive approach. First I argue that his view about our perceptual encounter with the intrinsic properties of objects demands a revisionist relational metaphysics to be successful. Then, I argue that Noë's account of the explanatory role of perception in spatial thought requires a revisionist view about our everyday spatial concepts. Finally, I suggest that at the basis of these forms of revisionism there is a reductionist understanding of perceptual egocentricity that must be abandoned for the sake of a more substantive account of perception and its explanatory role in thought.

Keywords: A. Noë, spatial concepts, egocentricity, enactive view, relational metaphysics.


La propuesta enactiva de Alva Noë ha sido objeto de una intensa discusión en los últimos años. Para sus simpatizantes, se trata de un enfoque muy refrescante en filosofía de la percepción, que tiene el gran atractivo de superar muchas de las dificultades de los enfoques más tradicionales en filosofía y ciencia cognitiva. Se piensa que parte del atractivo de la propuesta de Noë consiste en que, al insistir en el carácter esencialmente corporalizado de la percepción y en su estrecha conexión con la acción, se desvanecen buena parte de las ansiedades filosóficas tradicionales sobre la naturaleza de nuestro encuentro perceptual con el mundo y sobre la objetividad de nuestro pensamiento cotidiano basado en la experiencia. Si la percepción es por naturaleza un fenómeno que requiere de un perceptor encarnado que desde el principio está inmerso en un entorno en el que actúa continuamente, entonces de entrada no parece haber lugar para las perplejidades filosóficas que suscitaba la idea más tradicional de la percepción, entendida como un fenómeno que ocurre en una mente cuya conexión con el mundo aún debe, de algún modo, garantizarse.

El enfoque enactivo, sin embargo, también ha sido fuertemente criticado desde varios ángulos. Algunos filósofos han argumentado que esta perspectiva no es empíricamente adecuada y está en tensión con varios hallazgos científicos importantes sobre la percepción (cf. Prinz 2006 y 2009; y los ensayos sobre el enfoque enactivo y la hipótesis de los dos sistemas visuales reunidos en Gangopadhyay, Madary y Spicer, por ejemplo). Otros filósofos han señalado que el enfoque enactivo ofrece una concepción equivocada del tipo de conexión que existe entre la percepción y la acción (cf. Clark 2001, 2006 y 2010), y algunos más han señalado que –a pesar de algunas de sus motivaciones fenomenológicas– el enfoque no captura de modo correcto la fenomenología de nuestra percepción de objetos (cf. Kelly 2004 y 2008; Jagnow). En este ensayo quisiera discutir el enfoque enactivo desde una perspectiva que, si bien no es del todo original, me parece que no ha recibido la atención que merece. En particular, quisiera rastrear una cierta tendencia reduccionista que –como han puesto de relieve Naomi Eilan (2006) y John Campbell (2008)– está presente en el enfoque enactivo de Noë, y que, a mi modo de ver, resulta problemática en una comprensión de la naturaleza de la experiencia perceptual y de su rol explicativo para nuestro pensamiento espacial cotidiano sobre el entorno.

El desarrollo de este trabajo es el siguiente. En la primera sección argumentaré que la explicación enactiva de nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos requiere una suerte de metafísica relacional sobre el estatuto ontológico de dichas propiedades que es ajena a nuestras intuiciones más cotidianas.1 En la segunda sección rastrearé un problema similar en el ámbito del contenido de nuestros conceptos espaciales. Allí argumentaré que si Noë quiere dar cuenta del rol explicativo de la percepción para nuestro uso de ciertos conceptos espaciales cotidianos, entonces debe subscribir la idea de que tales conceptos son del tipo que Campbell llama causalmente indexicales. Finalmente, en la tercera sección sugeriré que en la base de los dos asuntos anteriores está una concepción del contenido egocéntrico de la percepción que Noë comparte hasta cierto punto con Poincaré, y que, en mi opinión, debe abandonarse si queremos una concepción más substantiva de nuestro encuentro perceptual con el mundo circundante y de la naturaleza de algunos de nuestros conceptos espaciales cotidianos.

I

Considérese nuestra experiencia visual de un plato circular en condiciones apropiadas de percepción. De acuerdo con Noë, hay un claro sentido en el que el plato luce circular, con independencia de nuestros movimientos con respecto a él. No percibimos que el plato cambie su forma circular si nos movemos, y no estamos dispuestos a abandonar nuestro juicio perceptual sobre su circularidad como consecuencia de nuestro movimiento alrededor de él. En este sentido, Noë considera que la percepción nos da un acceso a las propiedades intrínsecas de los objetos circundantes.2 Pero, en su opinión, también hay un sentido importante en el que el plato luce elíptico cuando lo vemos desde cierto lugar, y en el que su modo de lucir varía sistemáticamente a medida que cambiamos nuestra posición espacial con respecto a él. A estas formas cambiantes de presentarse el objeto Noë las denomina propiedades perspectivales o propiedades-P. En el enfoque enactivo de Noë, la percepción tiene entonces una naturaleza dual, en la que –como lo ilustra el caso del plato– captamos tanto las propiedades intrínsecas como las propiedades perspectivales de los objetos que nos rodean. Parte del propósito de Noë es entonces explicar cómo la percepción nos brinda este acceso dual al mundo circundante. En una palabra, este autor busca dar cuenta de nuestro acceso perceptual a las propiedades intrínsecas del objeto (por ejemplo, la circularidad del plato) en la continua variación de sus propiedades perspectivales (por ejemplo, el perfil elíptico del plato). Su respuesta a este asunto es la siguiente:

Experimentamos el plato como circular precisamente porque encontramos su lucir elíptico desde aquí y entendemos las transformaciones que tendría la forma elíptica aparente (aspecto) si nos movemos. Esto es, entendemos que el lucir elíptico del plato depende de nuestra relación espacial con él, una relación que está modulada por el movimiento. Cuando te mueves con respecto al plato, su perfil cambia. Captamos la manera en que el perfil cambia al movernos, y encontramos la forma real del plato al poner en uso nuestro entendimiento sensoriomotor. Nuestra apreciación de su forma real consiste en nuestra percepción de su perfil y nuestro entendimiento de la manera en que el perfil, o forma aparente, depende del movimiento. (Noë 2004 78)

De acuerdo con esta explicación, accedemos perceptualmente a las propiedades intrínsecas de los objetos porque captamos algunos de sus perfiles o propiedades perspectivales desde nuestro lugar actual y entendemos las variaciones sensoriomotoras de estos perfiles. En la propuesta de Noë, los perfiles o propiedades perspectivales del objeto son entonces perceptualmente básicos con respecto a sus propiedades intrínsecas. "La percepción –escribe Noë– es un modo de averiguar cómo son las cosas a partir de una exploración de cómo aparecen. En este sentido, las apariencias son perceptualmente básicas" (2004 165). La percepción es, así, un proceso en dos pasos –a two-step process– en el que accedemos a las propiedades intrínsecas de los objetos en virtud de que lo hacemos a sus propiedades perspectivales. En la propuesta de Noë, las propiedades perspectivales no deben entenderse, sin embargo, a la manera de los datos sensoriales del empirista clásico. Ellas no son elementos mentales y subjetivos a partir de los cuales inferimos las propiedades intrínsecas de los objetos, sino que se trata de propiedades relacionales del entorno mismo que, como tales, son independientes de la mente del perceptor:

Las propiedades-P dependen de las relaciones entre el cuerpo del perceptor y el objeto percibido (y también de las condiciones de iluminación). Las propiedades-P son, en efecto, relaciones entre los objetos y su entorno. Que un plato tenga una forma-P dada es un hecho acerca de la forma del plato, un hecho determinado por la relación del plato con la locación del perceptor, y con la luz ambiente. (Noë 2004 83)

En este sentido, Noë afirma que percibir las propiedades perspectivales de un objeto es ya tener un contacto perceptual directo con el objeto mismo (cf. 2004 85). De igual forma, en su propuesta no hay lugar para una inferencia que vaya de nuestra captación perceptual de propiedades perspectivales a las propiedades intrínsecas del objeto. Nuestro acceso perceptual a las propiedades intrínsecas está dado, más bien, por nuestro conocimiento sensoriomotor del modo como varían las propiedades perspectivales en función del movimiento. Y para Noë, este tipo de conocimiento no es un conocimiento inferencial o proposicional, sino que se trata, más bien, de un saber de tipo puramente práctico e implícito, una forma básica de saber cómo (cf. 2004 sec. 2.6 y 3.12, por ejemplo). El hecho de que tengamos un acceso perceptual directo a los objetos circundantes y que no haya una mediación inferencial en nuestro encuentro perceptual con sus propiedades intrínsecas lleva a Noë a pensar, entonces, que su propuesta constituye una forma de realismo directo que evita las conocidas dificultades de los teóricos de los datos sensoriales y los realistas indirectos para dar cuenta de nuestro encuentro perceptual con el mundo que nos rodea.

Creo que Noë tiene razón al pensar que su propuesta constituye una forma de realismo directo, en la que la percepción nos da un acceso directo a los objetos circundantes. Sin embargo, a mi modo de ver, su propuesta todavía no logra dar cuenta de nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de tales objetos. El hecho de que en el enfoque enactivo la relación entre la percepción de propiedades perspectivales y las propiedades intrínsecas de los objetos no sea de naturaleza inferencial no implica, de suyo, que dicho enfoque cuente con una explicación satisfactoria de nuestro encuentro perceptual con tales propiedades intrínsecas. Veamos.

Si nos atenemos al enfoque de Noë, al ver un objeto desde diferentes puntos de vista tendremos un acceso a diferentes propiedades perspectivales suyas. De modo similar, el conocimiento sensoriomotor será un conocimiento práctico del tipo de propiedad perspectival que percibiríamos si estuviéramos en determinada posición con respecto al objeto. Sin embargo, lo que no está claro en este enfoque es por qué –en opinión de Noë– el acceso a propiedades perspectivales y el conocimiento sensoriomotor de sus variaciones por el movimiento constituyen también un encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas del objeto. Si estas propiedades fueran en sí mismas propiedades perspectivales, no habría misterio alguno. En este caso, percibir las propiedades perspectivales de un objeto sería, de suyo, percibir sus propiedades intrínsecas. El problema radica en que en el plano ontológico las propiedades perspectivales de los objetos no son idénticas a sus propiedades intrínsecas. De hecho, se trata de propiedades de distinto tipo ontológico. Mientras que las propiedades perspectivales son un tipo de propiedades relacionales, definidas por el objeto y algunos rasgos del entorno incluyendo al perceptor, las propiedades intrínsecas son propiedades no relacionales que tiene el objeto en sí mismo y con independencia de sus posibles relaciones con otros objetos o con sujetos perceptores. Así las cosas, dado que se trata de propiedades de distinto tipo ontológico, nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos no puede estar constituido, sin más, por un acceso perceptual a algunas de sus propiedades perspectivales. El intento de Noë de dar cuenta de nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos apelando a una captación básica de propiedades perspectivales y un conocimiento sensoriomotor de sus variaciones debe enfrentar, entonces, el hecho mismo de que las propiedades intrínsecas y las propiedades perspectivales tienen un estatuto ontológico diferente.

Infortunadamente, el enfoque de Noë no dispone de las herramientas para enfrentar este hecho. De entrada, uno podría pensar que podemos alcanzar las propiedades intrínsecas de los objetos a partir de nuestro acceso perceptual a las propiedades perspectivales y ciertas inferencias que saquen partido de las correlaciones geométricas entre propiedades intrínsecas y sus correspondientes propiedades perspectivales. Sin embargo, esta no es una opción abierta para Noë. Con ella estaría reconociendo que su realismo directo debe ceder su lugar a una teoría inferencialista, cuando se trata de explicar nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos. Si se quiere salvaguardar el realismo directo de Noë, su propuesta debe apelar, entonces, a un tipo de conocimiento que sea no inferencial y permita el tránsito de la percepción de propiedades perspectivales a la percepción de las propiedades intrínsecas de los objetos. El conocimiento sensoriomotor de la variación perspectival es justamente el encargado de esto en la teoría de Noë.

Sin embargo, pienso que el conocimiento sensoriomotor no nos da lo que necesitamos. De un lado, en la propuesta de Noë el conocimiento sensoriomotor es un conocimiento sobre las correlaciones entre las propiedades perspectivales de los objetos y el movimiento del perceptor con respecto a ellos (o viceversa). En este sentido, sigue sin quedar claro por qué un conocimiento sobre meras correlaciones entre propiedades perspectivales y movimiento proporciona también un encuentro con un dominio ontológicamente distinto al de estas propiedades, como lo es el dominio de las propiedades intrínsecas de los objetos. Después de todo, las propiedades intrínsecas no figuran como objetos de conocimiento en el dominio en el que se sitúa el conocimiento sensoriomotor. De otro lado, antes que proporcionarnos la clave de acceso a las propiedades intrínsecas de los objetos, el conocimiento sensoriomotor presupone que ya disfrutamos de un encuentro perceptual con ellas. Esto se puede ilustrar con un ejemplo. Supongamos que estamos viendo un plato circular que, desde nuestra posición actual, presenta una propiedad perspectival elíptica. En tal caso, nuestro conocimiento sensoriomotor será un conocimiento acerca del modo en que dicha propiedad variará en virtud de nuestro movimiento con respecto al plato, o viceversa. Así, este tipo de conocimiento también debe incluir aspectos como que si estirara mi mano de tal modo podría agarrar el plato de tal manera. Entonces, es parte de mi conocimiento sensoriomotor que si quiero atrapar el plato que ahora exhibe cierta propiedad perspectival elíptica, la postura de mi mano debe ser la que se requiere para agarrar un objeto circular. Pero si es así, este conocimiento sensoriomotor presupone que ya he captado que la propiedad perspectival elíptica que veo está correlacionada de cierto modo con la propiedad intrínseca de la circularidad del plato. Sin una captación de esta correlación, no podría saber cómo moverme correctamente para agarrar el plato y, en este sentido, carecería del conocimiento sensoriomotor que me permite actuar a partir de mi captación de las propiedades perspectivales del objeto. Pero entonces –contrario a lo que sugiere Noë– el conocimiento sensoriomotor de la variación perspectival no puede ser lo que me da el encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos, sino que, antes bien, el ejercicio mismo de dicho conocimiento presupone que ya tengo un acceso perceptual a estas propiedades.

¿Cómo podemos evitar estas dificultades? Una opción es simplemente abandonar la idea de que nuestra percepción de las propiedades intrínsecas de los objetos está mediada por un acceso perceptual más básico a propiedades perspectivales, y sugerir, en su lugar, que la percepción nos proporciona un acceso inmediato a las propiedades intrínsecas. Tendríamos así una forma de realismo directo mucho más fuerte que el que defiende Noë, en cuanto que –según esta concepción fuerte– no solo percibimos directamente los objetos circundantes, sino que tenemos también un encuentro perceptual directo con sus propiedades intrínsecas. Considero que esta forma fuerte de realismo directo es una alternativa que vale la pena explorar en detalle. Sin embargo, es claro también que esta postura no es otra cosa que el abandono de la tesis enactiva de Noë, según la cual nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos está dado por nuestro acceso a sus propiedades perspectivales y el conocimiento sensoriomotor de sus variaciones en virtud del movimiento. Si se quiere mantener esta tesis de Noë, debe entonces buscarse un camino que evite las dificultades anteriores sin comprometer esta idea.3

Ahora bien, dado que en la base de las dificultades que he señalado está la disparidad ontológica entre propiedades perspectivales y propiedades intrínsecas, una manera de salvaguardar la tesis de Noë es, justamente, diluyendo este contraste. Un movimiento claro en esta dirección sería entonces sostener la tesis ontológica de que las propiedades intrínsecas de los objetos dadas en la percepción no son sino conjuntos o secuencias de propiedades perspectivales. Así, en esta concepción, la circularidad del plato no será una propiedad de un tipo ontológico distinto a propiedades perspectivales, sino que ser circular será precisamente tener determinadas formas perspectivales desde diferentes lugares. Esta tesis ontológica encaja perfectamente con la tesis enactiva de Noë. Si, en términos ontológicos, las propiedades intrínsecas de los objetos son meros conjuntos de propiedades perspectivales, entonces acceder perceptualmente a estas últimas será también acceder a las primeras. Y, en este sentido, ya no habrá problema alguno al decir –como sostiene Noë– que el conocimiento sensoriomotor y el acceso perceptual a propiedades perspectivales constituyen también nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas del objeto.

El propio Noë por momentos se ve forzado a comprometerse, al menos tácitamente, con una tesis ontológica de este tipo. Él afirma, por ejemplo, que "mi experiencia de la circularidad solo es mi experiencia de la variación en su forma perspectival" (2004 85, las cursivas son de Noë), y que "ver el tamaño real de una cosa es ver cómo varía su tamaño perspectival cuando nos movemos" (id. 84). Es cierto que estas afirmaciones versan primariamente sobre la percepción y no sobre la ontología. Pero si –como se sugiere en estos pasajes– percibir la circularidad o el tamaño de los objetos solo es percibir las variaciones de forma y tamaño perspectivales, y si tomamos la palabra "es" en el sentido de identidad en el que Noë sin duda la utiliza aquí, entonces él también debe suscribir la tesis ontológica de que tales propiedades intrínsecas son secuencias o conjuntos de propiedades perspectivales. Esto es así, porque difícilmente podría afirmarse que nuestra percepción de la circularidad del plato es la percepción de las variaciones de forma perspectival, si al mismo tiempo se sostiene que la forma intrínseca y la forma perspectival del plato en realidad son dos propiedades ontológicas de distinta naturaleza.

Salta a la vista, sin embargo, que la tesis ontológica de que las propiedades intrínsecas de los objetos son meros conjuntos o secuencias de propiedades perspectivales constituye una importante alteración de nuestra comprensión intuitiva sobre el estatuto ontológico de las propiedades intrínsecas de los objetos. Con dicha tesis dejamos de lado la idea proveniente del sentido común de que las propiedades intrínsecas de los objetos son las propiedades que ellos tienen en sí mismos y con independencia de sus relaciones con otros objetos y sujetos perceptores. En lugar de esta idea, la anterior tesis ontológica constituye una metafísica relacional en la que, en sentido estricto, todas las propiedades de los objetos que nos son dadas en la percepción son concebidas relacionalmente como secuencias de propiedades perspectivales. No es mi interés en este trabajo discutir los méritos que pueda tener esta reforma metafísica. El punto que quiero resaltar es simplemente que si la reflexión de esta sección es correcta, la propuesta enactiva de Noë solo nos da una explicación satisfactoria de nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos si se adopta una metafísica relacional como la que he sugerido. El asunto es, entonces, si los seguidores de Noë están dispuestos también a adoptar este tipo de metafísica revisionista4 que su enfoque requiere.

Por mi parte, de entrada no veo mayor atractivo en esta metafísica relacional, y –hasta que nuestras intuiciones ontológicas más cotidianas no se revelen como insostenibles– me inclino más bien por la búsqueda de una teoría de la percepción que esté en sintonía con nuestras intuiciones de sentido común sobre el estatuto ontológico de las propiedades intrínsecas de los objetos. Pero, al margen de esta preferencia, creo que la discusión anterior pone de relieve un asunto de cierta importancia. Es fácil pensar que, una vez que abandonamos los datos sensoriales del empirista clásico y logramos situarnos en el marco del realismo directo, no solo se alivian buena parte de las ansiedades epistemológicas tradicionales sobre nuestro encuentro perceptual con el mundo, sino que también nos situamos sin más en el tipo de comprensión ontológica que tenemos en el sentido común sobre los objetos circundantes y sus propiedades. El realismo directo, después de todo, siempre ha sido visto como una clara expresión de sentido común. Pero si la discusión anterior sobre el enfoque enactivo es correcta, entonces con ella se pone de manifiesto que, incluso habiéndonos situado en el contexto del realismo directo, todavía hay un importante trecho por recorrer antes de alcanzar una concepción de la percepción que encaje con nuestras intuiciones ontológicas cotidianas sobre las propiedades intrínsecas que percibimos de los objetos. Y lo que he intentado mostrar aquí es justamente que el enfoque enactivo de Noë no logra recorrer ese trecho.

II

El enfoque enactivo de Noë enfrenta una situación similar cuando consideramos los vínculos entre nuestra percepción del mundo y nuestro pensamiento espacial cotidiano sobre los objetos que nos rodean. El siguiente pasaje nos da una idea de la orientación general de Noë sobre este asunto:

Nuestra relación con el mundo a través del pensamiento y nuestra relación con él a través de la experiencia no difieren en clase sino en grado. Poincaré quizás tenía este tipo de consideración en mente cuando argumentó que la base de nuestra captación del espacio absoluto es nuestra captación de espacios corporales egocéntricos. Empiristas como Hume, Carnap y el Círculo de Viena estaban en lo correcto en que la experiencia del mundo es la base del pensamiento sobre el mundo. Pero si la sugerencia que estamos considerando es correcta, ellos comprendieron erróneamente la significación de este hecho. Lo que es primitivo no son las cualidades sensoriales (sensaciones, ideas, cualquier cosa). Lo que es primitivo es el entendimiento sensoriomotor. Pero el entendimiento sensoriomotor es solo un tipo de entendimiento. La raíz de nuestra habilidad de pensar sobre el mundo es nuestra habilidad para experimentarlo; y la experiencia es un modo de encuentro habilidoso. (2004 207-208)

En este pasaje Noë le concede a nuestra percepción un rol explicativo fundamental para nuestro pensamiento sobre los objetos que nos rodean. No es solo que para Noë únicamente hay una diferencia de grado entre percepción y pensamiento, sino que, además, él considera que la percepción es la que proporciona la base misma de nuestro pensamiento sobre el mundo. Asimismo, Noë afirma –en sintonía con Poincaré– que nuestra captación del espacio absoluto está dada por nuestra captación del espacio egocéntrico. Noë no explica aquí qué entiende por espacio absoluto y espacio egocéntrico; pero si nos situamos en el plano de la relación entre percepción y pensamiento, su idea parece ser que el contenido de nuestros conceptos espaciales cotidianos está dado por el entendimiento sensoriomotor que es constitutivo de nuestra experiencia perceptual. De ahí que afirme que este entendimiento sensoriomotor es primitivo tanto en nuestra experiencia como en nuestro pensamiento sobre el mundo; y de ahí también que sostenga que nuestra captación del espacio absoluto descansa en nuestra captación del espacio sensoriomotor egocéntrico. De acuerdo con esto, el rol explicativo fundamental que Noë le atribuye a la percepción en nuestro pensamiento consiste, entonces, en que la percepción –en virtud precisamente de su dimensión sensoriomotora– determina el contenido de los conceptos espaciales que aplicamos a los objetos circundantes.

En otro pasaje Noë es aún más explícito acerca del rol constitutivo del conocimiento sensoriomotor de la percepción para nuestros conceptos espaciales:

Cuando tienes experiencia de algo como cúbico, lo experimentas como algo que presenta un perfil sensoriomotor definido. Esto es, tienes experiencia del cubo como algo cuya apariencia variaría de formas precisas en tanto te muevas en relación con él, o él se mueva en relación contigo. Tienes un dominio práctico e implícito de estos patrones de cambio. Es en este dominio práctico implícito en el que consiste, en su mayor parte, tu eventual apreciación del concepto observacional cúbico. (2004 117)

Y en otro lugar:

Tener experiencia de algo como cúbico […] es experimentarlo como algo dispuesto a variar de un modo especial bajo movimientos actuales y posibles. Estos principios o leyes de contingencia sensoriomotora no dependen de mi posesión previa del concepto cubo, sino que más bien lo constituyen parcialmente. (id. 206)

De acuerdo con estos pasajes, la propuesta de Noë es, entonces, que nuestra posesión del concepto observacional cubo consiste, en parte, en nuestro conocimiento sensoriomotor del modo en que los perfiles de los cubos varían como resultado del movimiento. "Los conceptos observacionales –concluye él a nivel general– son conceptos cuya comprensión está constituida, en parte, por habilidades sensoriomotoras" (2004 117). Así, la tesis de Noë no es simplemente que en el plano ontogenético el conocimiento sensoriomotor es un factor importante para poder adquirir conceptos espaciales, sino que –de modo más fuerte– él considera que este conocimiento como tal es constitutivo de tales conceptos. Poseer un concepto espacial es, así, tener un conocimiento sensoriomotor acerca del modo como varían perceptualmente los perfiles de los objetos que caen bajo dicho concepto en virtud del movimiento con respecto al perceptor. De ahí que Noë sostenga que nuestra posesión de tales conceptos espaciales esté dada, precisamente, por habilidades sensoriomotoras.

Un modo de entender lo que está en juego en esta comprensión enactiva de los conceptos espaciales es en términos de lo que Campbell llama conceptos causalmente indexicales. La noción de causalidad indexical forma parte de la compleja teoría de la representación espacial de Campbell, y aquí no necesitamos entrar a fondo en sus detalles (cf. Campbell 1994 caps. I y II). Para nuestros propósitos, basta decir que los conceptos causalmente indexicales son una subclase de conceptos disposicionales en los que la dimensión causal de algún rasgo del entorno se especifica en términos de sus implicaciones para la percepción y la acción de un agente cognitivo o grupo de agentes. El factor indexical de este tipo de conceptos está dado, justamente, en virtud de esta remisión a agentes cognitivos. Los conceptos causalmente indexicales son, en consecuencia, conceptos disposicionales en los que la remisión a las capacidades de percepción y acción de agentes cognitivos es un componente fundamental de su contenido semántico. Así, conceptos como peso que puedo levantar, caliente para nosotros, al alcance, agarrable, etc., son ejemplos de conceptos causalmente indexicales. El que algo sea levantable o agarrable depende, en buena medida, de los poderes causales del agente y tiene implicaciones directas para sus acciones. En este sentido, los conceptos causalmente indexicales son nociones cuyo rango de aplicación está dado por el tipo de propiedades que James Gibson y sus seguidores llaman affordances (cf. Gibson cap. 8). En contraste con los conceptos causalmente indexicales, los conceptos causalmente no indexicales pueden caracterizarse –al menos de modo preliminar– como aquellos en los que se especifica algún rasgo causal del entorno sin necesidad de hacer referencia a los poderes de percepción y acción de un agente. Ejemplos de este tipo son conceptos como masa y fuerza, pero también conceptos disposicionales que no involucran una referencia a agentes cognitivos, como magnético y frágil.

De acuerdo con esto, la propuesta de Noë puede parafrasearse como la tesis de que nuestros conceptos cotidianos de formas –y, en general, nuestros conceptos observacionales espaciales– son nociones causalmente indexicales. En efecto, al afirmar que nuestro concepto cubo está constituido por nuestro dominio de las contingencias sensoriomotoras asociadas a nuestra percepción de cubos, Noë está caracterizando el contenido de dicho concepto en términos de las implicaciones de los cubos para nuestra percepción y acción. De este modo, el concepto cubo se especificará disposicionalmente por un complejo conjunto de condicionales contrafácticos que vincularán los posibles perfiles sensoriomotores de los cubos con las acciones y percepciones posibles del agente. "La posesión de habilidades sensoriomotoras –afirma el propio Noë– equivale a la posesión de los conceptos observacionales relevantes" (2004 201, énfasis agregado). Por supuesto, una alternativa obvia a la propuesta de Noë es decir que una muy buena parte de nuestros conceptos cotidianos de formas –junto con otros conceptos espaciales– son, más bien, conceptos causalmente no indexicales. Dicho de modo tosco, tener el concepto cubo en esta concepción será entonces tener el concepto de algo con cierta forma y ciertas propiedades causales, tal que dichas propiedades no están especificadas en el concepto en términos de las capacidades de percepción o acción de agentes cognitivos.

Pues bien, mi punto aquí es que no debemos pasar por alto el tinte revisionista de la concepción de Noë sobre nuestros conceptos observacionales de formas. Intuitivamente, pensamos que las formas son propiedades intrínsecas de los objetos, cuya naturaleza puede especificarse conceptualmente sin hacer referencia a las capacidades de percepción y acción de agentes cognitivos. Esto significa que nuestro concepto cotidiano cubo –en cuanto que concepto de una propiedad intrínseca como la forma– será el concepto de una figura regular de seis caras y ocho vértices, con independencia de cómo luzca y cuáles sean sus perfiles sensoriomotores para cualquier posible perceptor. En este sentido, una gran parte de nuestros conceptos espaciales de formas –al menos a primera vista y siguiendo la terminología anterior– son conceptos causalmente no indexicales. La propuesta de Noë va en contravía de esta comprensión intuitiva. En efecto, al caracterizar los conceptos de formas en términos de la posesión de ciertas habilidades sensoriomotoras, Noë debe abandonar la idea de que tales conceptos son, en estricto rigor, conceptos de propiedades intrínsecas. Se trata, más bien, de conceptos de affordances o, en cualquier caso, de propiedades que se caracterizan en términos de sus variaciones sensoriomotoras con respecto a perceptores. El tinte revisionista de la propuesta de Noë radica, entonces, en que aboga por un replanteamiento importante de la manera en que concebimos buena parte de nuestros conceptos cotidianos de formas.

Más aún, una consecuencia del revisionismo de la propuesta de Noë es que no deja espacio para la idea de que en la vida cotidiana tenemos una concepción estrictamente objetiva de los objetos espaciales que nos rodean. Por "concepción estrictamente objetiva" entiendo aquella concepción según la cual los objetos que nos rodean tienen una naturaleza espacial que es independiente de los sujetos perceptores, en el sentido de que la identidad de al menos algunas de las propiedades espaciales constituyentes de tales objetos –y aquí las formas serían el ejemplo paradigmático– no está definida relacionalmente con respecto a agentes cognitivos. Así, al creer que nuestros conceptos cotidianos espaciales son causalmente indexicales, Noë le confiere un rol constitutivo a nuestras capacidades de percepción y acción para la especificación del contenido de nuestro pensamiento diario sobre los objetos espaciales que nos rodean. Así, una consecuencia de su propuesta es que, en estricto sentido, en el ámbito cotidiano solo podremos pensar acerca del mundo espacial circundante como un mundo constitutivamente ligado a dichas capacidades –como un mundo de meras affordances, si se quiere–. Para decirlo en otras palabras, dada la forma en que Noë concibe nuestros conceptos espaciales cotidianos, en la vida diaria no podremos pensar acerca del mundo circundante como un mundo que tiene una naturaleza espacial intrínseca y especificable con independencia de las capacidades de percepción y acción de agentes cognitivos. La posesión de una concepción de este tipo parece requerir justamente que –a diferencia de lo que propone Noë– buena parte de nuestros conceptos espaciales cotidianos sean conceptos causalmente no indexicales. De ahí que en su propuesta no parezca haber lugar para una concepción estrictamente objetiva de los objetos espaciales que nos rodean.5

Quizá podría replicarse que el revisionismo que encuentro en la concepción de Noë sobre la naturaleza de nuestros conceptos espaciales descansa en una comprensión inadecuada de su propuesta. Después de todo, esta última –podría decirse– en estricto rigor no sostiene que nuestros conceptos espaciales cotidianos son causalmente indexicales. De hecho, en los pasajes citados al comienzo de esta sección, el propio Noë no afirma a secas que nuestra posesión de conceptos espaciales consista únicamente en nuestra posesión de habilidades sensoriomotoras, sino que matiza sus afirmaciones usando expresiones como "en parte" o "parcialmente".6 Si tomamos estas expresiones como más que meros adornos estilísticos, podría pensarse que la propuesta de Noë en realidad no contradice la idea de que buena parte de nuestros conceptos espaciales son causalmente no indexicales y, en consecuencia, en su postura no habría lugar para el tipo de consecuencias revisionistas que he indicado.

Supongamos por mor de la argumentación que esta réplica es correcta. El problema ahora es que ella choca directamente con la manera en que Noë concibe la relación entre percepción y pensamiento espacial. Básicamente, si el contenido de nuestros conceptos espaciales cotidianos está constituido solo parcialmente por el conocimiento sensoriomotor de las variaciones perceptuales en virtud del movimiento, entonces en estricto sentido la diferencia entre la experiencia perceptual y el pensamiento no será –como afirma Noë– una mera distinción de grado. Más aún, si dicho conocimiento sensoriomotor solo determina parcialmente el contenido de nuestros conceptos espaciales cotidianos, entonces la percepción no tendrá el rol explicativo fundamental que Noë le atribuye para nuestro pensamiento espacial. Si –por seguir con el ejemplo anterior– el concepto cubo es un concepto causalmente no indexical, el conocimiento sensoriomotor de las variaciones de los perfiles de los cubos en virtud del movimiento del perceptor no determinará a cabalidad el contenido del concepto. Esto se debe a que, en tal caso, la parte nuclear del contenido del concepto cubo –justamente la parte que lo hace un concepto causalmente no indexical– no está especificada en términos del conocimiento sensoriomotor de las variaciones de los perfiles de los cubos con respecto al perceptor. El rol de la percepción en la determinación del contenido de este concepto será así marginal. En este sentido, al suscribirse la réplica anterior, en la concepción de Noë la percepción solo podrá tener un rol explicativo fundamental cuando se trata de conceptos causalmente indexicales. La razón de esto es que si el contenido perceptual se concibe –como hace Noë– en términos de mero conocimiento sensoriomotor, entonces la percepción solo tendrá un rol explicativo fundamental para aquellos conceptos cuyo contenido se especifica en términos de las capacidades sensoriomotoras de los perceptores relevantes. Y estos conceptos son solo los conceptos causalmente indexicales.

Si esta reflexión es correcta, entonces el enfoque enactivo de Noë queda atrapado en la siguiente encrucijada. Por un lado, puede sostener la idea de que la experiencia juega un rol explicativo fundamental en nuestro pensamiento espacial sobre el mundo circundante. Pero en este caso debe pagar el precio de sostener también que nuestros conceptos espaciales cotidianos son conceptos causalmente indexicales y debe comprometerse con un revisionismo según el cual, en estricto rigor, en la vida diaria no hay lugar para una concepción estrictamente objetiva de los objetos que nos rodean. Por otro lado, puede mantener nuestra comprensión intuitiva de los conceptos espaciales y evadir la carga del revisionismo. Pero en este caso debe pagar el costo de tener que abandonar la idea de que la experiencia tiene un rol explicativo fundamental en el contenido de dichos conceptos. La cuestión, entonces, es si los seguidores del enfoque enactivo deben sentirse filosóficamente cómodos con alguno de estos dos polos.

Por lo demás, esta encrucijada está en sintonía con los resultados de la sección anterior. Allí argumenté que la propuesta de Noë solo podría dar una explicación satisfactoria de nuestro encuentro perceptual con las propiedades intrínsecas de los objetos si se adoptaba una metafísica relacional en la que tales propiedades, en última instancia, no son sino conjuntos de propiedades perspectivales. Si ahora nos situamos en el plano semántico, es fácil ver que el correlato de esta metafísica relacional en cuanto a los conceptos es, justamente, la idea de que nuestros conceptos espaciales sobre el mundo circundante son conceptos causalmente indexicales. Después de todo, en la propuesta de Noë los perfiles sensoriomotores –cuyo conocimiento constituye el contenido de nuestros conceptos espaciales– no son otra cosa que propiedades perspectivales de los objetos. Así, para dar cuenta tanto de nuestro encuentro perceptual con las propiedades de los objetos como del rol explicativo de la percepción en nuestro pensamiento espacial cotidiano, la propuesta enactiva de Noë debe comprometerse con un revisionismo substancial en el plano ontológico y en el plano semántico.

III

En las secciones anteriores he argumentado que el enfoque enactivo de Noë solo tiene éxito en la medida en que se comprometa con cierto revisionismo ontológico y semántico. Estas tesis revisionistas son parte de la veta reduccionista que, a mi modo de ver, atraviesa la propuesta de Noë. En efecto, el compromiso reduccionista de la metafísica relacional radica en que con ella se reducen todas las propiedades que percibimos de los objetos a meras secuencias de propiedades perspectivales; y el compromiso reduccionista de la idea de que nuestros conceptos espaciales cotidianos son causalmente indexicales radica en que con ella se reduce el contenido de estos conceptos a series de contrafácticos que vinculan las variaciones de perfiles sensoriomotores con las posibilidades de percepción y acción de los sujetos. En esta sección quisiera sugerir que estas formas de reduccionismo no son accidentales en el enfoque enactivo de Noë, sino que se hallan estrechamente vinculadas a una concepción del contenido egocéntrico de nuestra percepción que –como veremos– también es reduccionista en un sentido importante. Mi impresión es que dicha concepción es precisamente la que exige las tesis revisionistas que he señalado.

La afinidad de Noë con Poincaré no radica únicamente en la idea de que –como vimos en la sección anterior– nuestra captación del espacio absoluto se constituye a partir de nuestra captación del espacio egocéntrico. Noë también comparte con Poincaré cierta comprensión de lo que significa localizar un objeto en el espacio. Él no solo aprueba la conocida afirmación de Poincaré según la cual "localizar un objeto simplemente significa representarse a uno mismo los movimientos que serían necesarios para alcanzarlo" (235),7 sino que –en plena sintonía con esta idea– también sostiene que "la experiencia perceptual adquiere contenido espacial debido al entendimiento implícito del perceptor del modo como la estimulación sensorial varía como resultado del movimiento" (Noë 2004 75). E incluso, en esta misma línea de pensamiento, Noë sugiere la siguiente concepción sobre el contenido egocéntrico perceptual:

Tener experiencia de un objeto como estando a la izquierda es tener experiencia de él como estando en una relación con respecto a uno que uno capta como constituida por patrones de dependencia sensoriomotora. Tener experiencia de algo como a la izquierda es tener experiencia de eso como necesitando o admitiendo (de hecho, en cierto sentido, como ofreciendo) varias posibilidades de movimientos sensorio afectantes. (2004 87-88)

Nótese que en estos dos pasajes Noë usa los términos "adquiere" y "constituido" para caracterizar el contenido egocéntrico de la percepción en términos sensoriomotores. La percepción –nos dice Noë allí– "adquiere contenido espacial" debido al conocimiento sensoriomotor, y la relación espacial en la que se nos presentan los objetos circundantes es –según él– una relación "constituida por patrones de dependencia sensoriomotora". En este sentido, la tesis de Noë es que el carácter egocéntrico de nuestra experiencia perceptual –su espacialidad propiamente dicha– está dado por nuestro conocimiento sensoriomotor de patrones de variación perceptual. Sin este tipo de conocimiento nuestra experiencia –cualquiera que fuera– no sería una experiencia dotada de contenido espacial. La espacialidad de la percepción es, así, una espacialidad puramente sensoriomotora. Para Noë, la noción central para dar cuenta del carácter egocéntrico de nuestra percepción es, entonces, la noción de conocimiento sensoriomotor.8

Dada esta concepción del contenido egocéntrico perceptual, no es difícil ver por qué en el enfoque enactivo de Noë hay una tendencia inevitable hacia las tesis revisionistas señaladas en las secciones anteriores. En efecto, si el contenido egocéntrico de la percepción está constituido únicamente por nuestro conocimiento sensoriomotor de patrones de variación perceptual, entonces las propiedades que percibimos de los objetos habrán de ser unas que en dicho contenido están especificadas en términos puramente sensoriomotores. Esto se debe a que la suposición de que en la percepción tales propiedades no están especificadas únicamente en términos sensoriomotores implica introducir en el contenido egocéntrico perceptual una capa que –en contra de lo que propone Noë– no se agota en el conocimiento sensoriomotor ni está constituida por él. Así, si queremos mantener esta comprensión del contenido egocéntrico y queremos pensar que la percepción nos proporciona un encuentro con las propiedades de los objetos que nos rodean, entonces las propiedades dadas en la percepción solo habrán de ser propiedades especificables en términos sensoriomotores. La metafísica relacional está así a la vuelta de la esquina. De modo similar, si –como afirma Noë– el contenido egocéntrico de la percepción está conformado únicamente por nuestro conocimiento sensoriomotor de patrones de variación perceptual, y si –como él también sostiene– la percepción juega un rol explicativo fundamental en nuestro pensamiento espacial sobre los objetos circundantes, entonces nuestros conceptos espaciales basados en la percepción habrán de ser solo conceptos causalmente indexicales. Pensar que la percepción también juega un rol explicativo en nuestro uso de conceptos causalmente no indexicales exige introducir una dimensión en el contenido perceptual que desbordaría el espectro puramente sensoriomotor que –en opinión de Noë– constituye su carácter egocéntrico. Si hemos de mantener esta concepción de egocentricidad perceptual y si la percepción ha de jugar un rol explicativo en nuestro pensamiento espacial, entonces este pensamiento habrá de ser solo causalmente indexical. La concepción revisionista de nuestros conceptos espaciales hace así acto de presencia.

¿Debemos aceptar entonces la concepción enactiva de la egocentricidad perceptual y comprometernos con las propuestas revisionistas que exige? Ciertamente, esta concepción de entrada es muy seductora, puesto que parece captar, de modo muy adecuado, la estrecha conexión entre percepción y movimiento que nos revela la fenomenología de la percepción. Después de todo, en cuanto que perceptores sabemos de sobra que la manera en que aparecen las cosas a nuestro alrededor varía sistemáticamente en función de nuestro movimiento o el del objeto percibido. La concepción enactiva también parece hacerle justicia al hecho de que el contenido perceptual egocéntrico –a diferencia de otras formas de contenido espacial– es directamente relevante para la acción inmediata del perceptor en el entorno. Así las cosas, pareciera que, en la medida en que reconozcamos el vínculo fenomenológico entre percepción y movimiento y la importancia del contenido perceptual egocéntrico para la dirección de la acción, deberemos comprometernos también con la concepción enactiva de la egocentricidad perceptual que propone Noë. De ahí precisamente el gran poder seductor de esta concepción.

Sin embargo, creo que hay un desliz importante en el paso que va del reconocimiento de los anteriores hechos fenomenológicos innegables sobre la percepción a la concepción de la egocentricidad perceptual de Noë. Este desliz se aprecia con claridad en algunos de sus escritos. Así, por ejemplo, en las líneas previas al pasaje que cité antes, en el que Noë presenta su concepción de la egocentricidad perceptual, se lee:

Tener experiencia de algo como a la izquierda es tener experiencia de eso no solamente como ocupando una región del espacio, ni es meramente experimentarlo como estando en una relación espacial con respecto a uno; es experimentar la relación de uno con eso como mediada por ciertas clases de movimientos posibles. El espacio egocéntrico, como Evans argumenta, es en este sentido un tipo de espacio comportamental, esto es, un espacio definido por modos de movimiento y grados comportamentales de libertad. (2004 87)

Y en un escrito más reciente Noë afirma:

La locación egocéntrica del penique se muestra al perceptor como mediada por posibles movimientos orientados al objeto, por un gesto ostensivo (por ejemplo), o como una región espacial abarcada por un movimiento de la mano. No digo que lo que hace que una cosa luzca elíptica para mí es que yo tenga un rango de disposiciones al comportamiento. Esto sería conductismo. Lo que sí digo es que sensibilidad al modo de lucir del penique es una sensibilidad a su relación espacial respecto a mí y que mi apreciación de esta relación es corporal, i.e. puede consistir en nada más que el hecho de que luzca como esto… (donde esto debe ser llenado con un gesto corporal apropiado). (2008 705, énfasis agregado)

Nótese que en ambos pasajes Noë empieza con la afirmación, fenomenológicamente plausible, de que en la percepción los objetos no solo nos son dados como estando en relaciones espaciales con respecto a nosotros, sino que es parte del modo de darse de estos objetos que tales relaciones admiten ciertos tipos de movimientos posibles. Nuestra relación espacial con los objetos percibidos es tal que especifica un amplio rango de movimientos posibles y, en este sentido, podemos decir, con Noë, que la percepción involucra un componente sensoriomotor. Hasta aquí no hay dificultad. Pero nótese también que, hacia el final de ambos pasajes, Noë se desliza de esta idea fenomenológicamente plausible a la tesis mucho más fuerte de que el espacio egocéntrico es "un espacio definido por modos de movimiento y grados comportamentales de libertad", y nuestra relación perceptual con el objeto percibido "puede consistir en nada más que el hecho de que luzca como esto… (donde esto debe ser llenado con un gesto corporal apropiado)" (2008 705, énfasis agregado). Con este movimiento, el componente sensoriomotor, que antes habíamos reconocido como presente en la percepción, ahora no solo se convierte en el rasgo definitorio mismo del contenido egocéntrico perceptual, sino que Noë incluso llega a sugerir que no hay nada más en dicho contenido, aparte de este componente. Estamos así de lleno en la concepción enactiva de la egocentricidad perceptual. Y lo que ha ocurrido aquí es que Noë ha pasado, sin más, del reconocimiento de ciertos vínculos fenomenológicos innegables entre percepción y acción a la idea según la cual estos vínculos son el rasgo definitorio del contenido perceptual. Es justamente este paso el que me lleva a pensar que su concepción es una forma de reduccionismo en la que la egocentricidad perceptual queda reducida, en últimas, a una pura dimensión sensoriomotora.

Ahora bien, una vez que se aprecia este desliz, me parece que la concepción enactiva de la egocentricidad perceptual pierde también su poder seductor. Esto se debe a que, al observar el desliz, notamos también que el reconocimiento de los vínculos fenomenológicos entre percepción y acción no implica, de suyo, la concepción enactiva del contenido egocéntrico perceptual. Todavía queda la posibilidad abierta de que, si bien existe un estrecho vínculo entre percepción y acción, este vínculo no sea en últimas el aspecto definitorio del contenido perceptual egocéntrico, sino que dicho contenido esté dado por algo más básico –algo que, entre otras cosas, constituya la base explicativa de la conexión entre percepción y acción–.9 A su vez, el hecho de que esta opción esté teóricamente abierta hace que la concepción enactiva de la egocentricidad perceptual resulte menos evidente e intuitiva de lo que parecía a primera vista. Ahora necesitamos una razón a favor de esta concepción que vaya más allá de la mera constatación fenomenológica de los vínculos entre percepción y acción. Para alcanzar la concepción enactiva de la egocentricidad perceptual necesitamos también una razón que justifique el giro reduccionista según el cual el conocimiento sensoriomotor es, en sí mismo, el elemento definitorio del contenido egocéntrico. Y esta razón adicional no la da por sí misma la fenomenología de la percepción. Si a esto le agregamos que –como he argumentado en este ensayo– el enfoque enactivo tiene importantes resonancias revisionistas tanto en nuestra comprensión ontológica cotidiana como en nuestra comprensión de los conceptos espaciales, entonces alguien que encuentre injustificadas estas maniobras revisionistas también podrá ver allí una razón de peso para rechazar la concepción de Noë sobre la egocentricidad perceptual.

Frente a este panorama, se abren al menos tres caminos posibles. El primero consiste simplemente en mantener el enfoque enactivo de Noë y aceptar las tesis revisionistas sobre el estatuto ontológico de las propiedades de los objetos y la naturaleza de nuestros conceptos espaciales que he señalado en este ensayo. Aunque no encuentro satisfactoria esta opción, ella, por lo menos, es mejor que la situación actual en la que se encuentran muchos seguidores del enfoque enactivo –empezando por el propio Noë–, que pasan por alto la fuerte veta reduccionista que demanda esta aproximación. El segundo camino consiste en buscar un modo de evitar las tesis revisionistas que he señalado, tratando de mantener, al mismo tiempo, los ejes fundamentales de la propuesta enactiva de Noë. Se trataría entonces de buscar una forma de reconstruir su enfoque que esté libre de cualquier vestigio reduccionista. No estoy seguro de que un intento en esta dirección pueda dejarnos algo que todavía pueda reconocerse como enactivismo.

Finalmente, el tercer camino es pensar que las resonancias revisionistas del enfoque enactivo de Noë son lo suficientemente decisivas como para abandonarlo. El reto aquí es, entonces, proponer una concepción no enactiva de la percepción que evite tales resonancias. Así, esta propuesta debe reconocer los hechos innegables sobre el carácter corporalizado de la percepción y sus estrechos vínculos fenomenológicos con la acción, sin caer en los excesos reduccionistas de Noë. Para tener éxito en esta tarea, la concepción alternativa debe, entre otras muchas cosas, satisfacer las dos exigencias que –según he argumentado en este ensayo– no logra cumplir el enfoque enactivo de Noë. De un lado, la propuesta alternativa debe proporcionar una explicación del modo en que nuestra percepción nos da un acceso a las propiedades intrínsecas de los objetos, sin apelar a una captación previa de propiedades perspectivales o patrones de variación sensoriomotora. De otro lado, la propuesta alternativa debe dar cuenta del rol explicativo de la percepción para nuestro empleo de conceptos causalmente no indexicales en el pensamiento espacial cotidiano sobre los objetos circundantes. En este ensayo no he sugerido la forma precisa que podría tomar dicha concepción alternativa. Pero si mi reflexión ha sido correcta, tenemos al menos una importante indicación al respecto. En efecto, las dos exigencias anteriores apuntan a que reconozcamos que la percepción tiene una importante capa de contenido que –a diferencia de lo que propone Noë– va mucho más allá del mero conocimiento sensoriomotor de la variación perceptual. La tarea de fondo es, por supuesto, lograr una elucidación de esta capa que nos permita capturar los rasgos más básicos de la egocentricidad perceptual. A mi modo de ver, este tercer camino es claramente el más sugestivo en términos filosóficos.


NOTAS AL PIE

1 Ya he tenido ocasión de argumentar en esta dirección en Ávila (2015). Existe entonces cierta superposición entre la primera parte de ese ensayo y la primera sección de este trabajo, pero también hay varios matices importantes que distinguen ambas versiones del argumento. La inclusión de esta línea de argumentación en este artículo está motivada, por lo demás, porque solo de este modo puede apreciarse en toda su plenitud el tipo de reduccionismo que encuentro en el enfoque de Noë.
2 Las propiedades intrínsecas no deben entenderse aquí como propiedades esenciales que constituyen la estructura última de los objetos. Se trata más bien de las propiedades que tienen los objetos con independencia de sus relaciones con otros objetos y con perceptores posibles. Ejemplos paradigmáticos de propiedades intrínsecas son entonces la forma o el tamaño. Si bien pueden formularse algunas preguntas filosóficas con respecto a las propiedades intrínsecas, en este ensayo daré por sentada esta comprensión intuitiva de ellas, ya que es suficiente para mis propósitos.
3 Para una exposición más detallada de estas dificultades, así como para un intento de bosquejar un tipo de realismo directo más fuerte que el de Noë, véase Ávila 2015.
4 En este texto uso la palabra "revisionista" básicamente en el sentido que Strawson le da a esta expresión en la introducción a su clásico Individuos (1959). De modo muy general, puede decirse que un filósofo revisionista es aquel que busca sugerir una concepción distinta (y, en su opinión, mejor) a la manera como efectivamente pensamos sobre cierto aspecto de la realidad. El revisionismo metafísico requerido por la propuesta de Noë está dado, entonces, por la necesidad de una metafísica relacional que se aleja de nuestra comprensión cotidiana del estatuto ontológico de las propiedades intrínsecas de los objetos.
5 En cierto punto Noë afirma: "De acuerdo con la propuesta enactiva, entonces hay un sentido en el que todos los objetos de la vista (y, de hecho, todos los objetos de la percepción) son affordances" (2004 106). Una forma de ver la dificultad que estoy sugiriendo es que si los objetos de percepción son meras affordances y la experiencia desempeña el rol explicativo que señala Noë para nuestro pensamiento cotidiano sobre el mundo circundante, entonces parece que en este plano solo podemos pensar sobre el mundo como un mundo de affordances. Si es así, no hay lugar en la propuesta de Noë para una comprensión estrictamente objetiva del mundo que nos rodea.
6 Recuérdese, sin embargo, la afirmación de Noë –también citada antes– según la cual "la posesión de habilidades sensoriomotoras equivale a la posesión de los conceptos observacionales relevantes" (2004 201, énfasis agregado).
7 La simpatía de Noë con esta afirmación de Poincaré es inocultable. Él no solo la utiliza como epígrafe en el capítulo 3 de Action in Perception (cf. 2004 75), sino que O'Regan y Noë también citan esta afirmación (cf. 2001 942) y señalan que Poincaré es uno "de los gigantes en cuyos hombros nos apoyamos" (id. 1018).
8 Recordemos que, para Noë, el conocimiento sensoriomotor es un saber no proposicional, práctico e implícito sobre los nexos entre variación perceptual y movimiento. Caracterizar –como él lo hace– la espacialidad perceptual en términos puramente sensoriomotores es pensar, entonces, que el contenido egocéntrico de la percepción se agota en dicho conocimiento sensoriomotor.
9 A este respecto, véase el sugerente tratamiento que hace Campbell de un desliz similar por parte de Evans en su concepción del contenido egocéntrico. Campbell observa: "Parece bastante plausible que el espacio egocéntrico juegue un rol especial en nuestro control cotidiano de alto nivel de nuestros propios movimientos […]. Pero en este caso no se sigue que los términos espaciales egocéntricos tengan sus contenidos en virtud de su rol en la dirección de la acción. Queda la posibilidad de que los términos egocéntricos tengan su significado en virtud de un rango distinto de hechos" (Campbell 2005 199-200).

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