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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.64 no.158 Bogotá May./Aug. 2015

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v64n158.51112 

http://dx.doi.org/10.15446/ideasyvalores.v64n158.51112.

Bernstein, Richard. El giro pragmático. Ciudad de México: Anthropos, 2014. 320pp.

En El giro pragmático, libro del 2010, recientemente publicado en español por la editorial Anthropos, el renombrado filósofo estadounidense Richard Bernstein propone la tesis -ya apuntada en un breve artículo publicado en el año 2006- de que las diferentes corrientes de la filosofía occidental de los últimos 150 años han estado explorando y refinando, lo tuvieran presente o no, problemas que, o bien fueron formulados originalmente por los filósofos fundadores del pragmatismo norteamericano, o bien encontraron una expresión paradigmática en la obra de esos autores. Esta primera tesis va acompañada de una segunda, a saber, que los temas fundamentales del pragmatismo de fines del siglo XIX y principios del XX dominan en importancia y en extensión la escena filosófica actual. Así, ya sea a través de la influencia directa o indirecta de esos pensadores sobre los contemporáneos, ya sea a través de la lógica interna de los problemas filosóficos, se habría producido, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, un giro de la filosofía en general que la conduciría a redescubrir y consolidar las perspectivas elaboradas por autores como Peirce, James y Dewey. Sin embargo, la estrategia adoptada por el autor para defender estas ideas es algo desconcertante.

En efecto, el libro no presenta una historia general de la filosofía occidental de los últimos 150 años en la que se muestre el predominio creciente de ideas original o paradigmáticamente pragmatistas.

Tampoco hace una reconstrucción exhaustiva del panorama filosófico actual para luego conectar sus principales núcleos problemáticos con las ideas de los fundadores de aquella tradición. Ni siquiera presenta una historia del pragmatismo en la que este de algún modo subsuma y englobe, corrigiéndolas, a las demás corrientes filosóficas. Me parece que estos habrían sido los caminos posibles para demostrar adecuadamente las tesis propuestas. Sin embargo, el contenido del libro no se acerca en absoluto a ninguna de estas estrategias.

En el "Prólogo", Bernstein reconstruye muy brevemente el contexto cultural en el cual surgió el pragmatismo norteamericano.1 Describe además las vicisitudes de esta corriente filosófica en Estados Unidos a lo largo del siglo XX (en buena parte del cual fue ignorado casi completamente por la filosofía académica, dominada por la perspectiva analítica del positivismo lógico), y señala algunos paralelismos entre el pragmatismo y las ideas de Kant, Hegel, Heidegger y Wittgenstein, en un intento por demostrar su alcance global. Para reforzar esta idea, el autor hace referencia también a la recepción alemana del movimiento filosófico norteamericano en las obras de Karl-Otto Apel, Jürgen Habermas, Axel Honneth y Hans Jonas, y concluye con un repaso de su propia trayectoria intelectual, marcada desde un comienzo por la lectura de Peirce, James y Dewey.

Es a estos autores a los que Bernstein dedica los primeros tres capítulos, de los nueve que componen el libro. En estos apartados iniciales, Bernstein presenta los "temperamentos filosóficos" de estos tres clásicos, los fundadores del pragmatismo. Hace referencia a sus respectivos intereses y formaciones, a las relaciones entre ellos y a las relaciones que cada uno mantuvo con otros autores (como Royce, Mead y Cooley), y presenta, en términos muy generales, los contenidos centrales de sus obras, su recepción y su influencia -o falta de ella, como en el caso de Peirce- en el contexto social y político en el que trabajaron. Estas caracterizaciones son siempre muy breves y sirven fundamentalmente para perfilar la asociación de cada uno de estos autores con un campo de problemas filosóficos fundamentales, y conectarlo a su vez con las discusiones actuales en el mismo terreno.

Así, en el primer capítulo, Charles S. Peirce se erige como el punto de partida y la figura de referencia del movimiento pragmático en el campo de la filosofía teórica. Bernstein afirma que las críticas de Peirce al intuicionismo, al idealismo y al empirismo anticipan o empalman con las críticas de mucha mayor repercusión de Marx, Heidegger o Wittgenstein al mismo complejo de problemas teóricos en la tradición que va de Descartes a Hegel vía Kant, y agrega que las propuestas positivas de Peirce superan las de los autores mencionados (y otros), siendo más sutiles y fructíferas incluso hoy. Bernstein destaca en este capítulo fundamentalmente dos cuestiones de cara a las discusiones de la filosofía actual: de un lado, el hecho de que Peirce había propiciado ya en la década de 1860 y con gran profundidad el giro lingüístico pragmático de la filosofía, anticipando así incluso al "inferencialismo" de Robert Brandom, tan discutido hoy en día. En segundo lugar, señala la relevancia de las teorías peirceanas del signo y las categorías para superar la brecha entre "mente y mundo" que ha vuelto a ser un problema central de la filosofía contemporánea a través de la recepción de la obra del otro "Pittsburg Hegelian", el filósofo John McDowell.

William James, por su parte, la figura más carismática del movimiento, la que mayor influencia habría tenido en la divulgación de las ideas pragmáticas, es reivindicado en el segundo capítulo como el representante más característico de una ética pragmática, que se apoya decididamente en un pluralismo de las perspectivas, sin que por ello caiga en el relativismo. Según Bernstein, tanto las ideas éticas de James como su obra en torno a las experiencias religiosas y su relación con la modernidad constituyen una fuente de la cual la filosofía contemporánea tiene todavía mucho que aprender.

John Dewey, por último, aparece en el tercer capítulo como el filósofo social y político del pragmatismo, abocado a pensar los problemas de la sociedad moderna desde un punto de vista radicalmente democrático. Las ideas de Dewey sobre la igualdad, la libertad, la educación, la cooperación y el conflicto permitirían, en opinión de Bernstein, pensar la democracia no solo como un sistema político, sino como una forma ética de vida abierta a la autocrítica y la experimentación colectiva para el aprendizaje social y político. Así, la "fe democrática" sería el núcleo de la obra de Dewey, capaz de aportar ideas para superar el conflicto entre "comunitaristas y liberales", tan en boga en los últimos años.

Pues bien, hay que decir que, a pesar de la prolijidad con que están redactados, en todos estos capítulos, como en casi todo el libro, Bernstein es muy selectivo en la presentación de los autores y los temas de interés, y da la sensación de que se ahorra el trabajo de exposiciones más detalladas. Además, sus presentaciones refuerzan la idea tradicional respecto de la "división del trabajo" entre los fundadores del pragmatismo, una idea que sería bueno cuestionar, ya que no refleja adecuadamente la amplitud de intereses de los clásicos del pragmatismo, ni permite percibir el valor de algunas de sus ideas "marginales" desde el punto de vista de la recepción posterior. Así mismo, es irritante el hecho de que, una y otra vez, Bernstein afirme que en las ideas de Peirce, James y Dewey se encuentran soluciones a los problemas o discusiones de la filosofía actual, y, sin embargo, no sea nada específico a la hora de señalar cuáles son exactamente los problemas/discusiones que tiene en mente y de qué modo serían ellos resueltos por los clásicos.

A continuación, el autor dedica tres capítulos a la discusión de ciertos problemas en conexión con el pragmatismo clásico y contemporáneo. En primer lugar, se trata de la recepción de Hegel por parte de Peirce, James y, fundamentalmente, Dewey. Al autor le interesa destacar las tempranas lecturas pragmatistas de Hegel, debido al revival hegeliano que se ha producido en la filosofía norteamericana de la mano de los ya mencionados Pittsburgh Hegelians, Brandom y McDowell, filósofos de formación "analítica" que, fuertemente influidos por Sellars, revalorizan el estudio de la historia de la filosofía -y fundamentalmente de Hegel- con intención sistemática. En el capítulo cinco, el problema de referencia es el de la objetividad y la verdad desde el punto de vista del pragmatismo. Aquí son autores contemporáneos, como el alemán Albrecht Wellmer y el estadounidense Robert Brandom, los encargados de responder desde el interior del pragmatismo a la radicalización pragmática de la crítica al realismo y los conceptos de objetividad y verdad por parte de Rorty. Por último, el capítulo seis está dedicado al concepto de "experiencia". Bernstein muestra la centralidad de esta noción en la tradición pragmatista clásica, tanto desde puntos de vista teóricos (Peirce) como prácticos (James y Dewey), e intenta defender la necesidad de dicho concepto frente al giro lingüístico. Esta es ciertamente una discusión importante. Desde hace años, la insistencia en la mediación lingüística de nuestra relación con el mundo tiene como contrapartida la pregunta respecto de cómo "la realidad misma" impone constreñimientos a lo que podemos decir, si no queremos caer ni en "el mito de lo dado", ni en el relativismo, ni en el idealismo conceptual. Bernstein apuesta por la teoría de las categorías de Peirce para enfrentar este problema, aunque sus explicaciones al respecto son superficiales y están lejos de ser concluyentes.

El libro se cierra con tres capítulos dedicados a tres de los más importantes filósofos contemporáneos, autoproclamados pragmatistas: Hilary Putnam, Jürgen Habermas y Richard Rorty. En ellos se exploran muy esquemáticamente las relaciones de estos autores con los clásicos de la tradición, por un lado, y algunos de sus aportes más originales, por otro. Además, cada uno de estos capítulos se cierra con una interesante discusión crítica de la posición presentada. Aquí, nuevamente, la extrema selectividad en las exposiciones de Bernstein deja un sabor amargo.

De la vasta obra de Putnam, al autor le interesa sobre todo la tentativa de romper la dicotomía entre hechos y valores. Este tipo de argumentación, en la cual no se rechaza tanto la distinción cuanto la dicotomía, es típicamente pragmatista, y en el caso de la tradicional dicotomía hechos/valores,el cuestionamiento tiene importantes consecuencias tanto para la filosofía moral y ética, como para las ciencias, sobre todo las ciencias sociales. Putnam muestra e insiste sobre el carácter normativo de todas las actividades humanas. Es la normatividad inherente a estas últimas lo que permitiría contar con criterios, susceptibles ellos mismos de revisión y mejora, para la evaluación de las prácticas de que se trate, garantizando de ese modo la objetividad de las discusiones en torno a normas, valores y hechos, sin recurrir a postulados metafísicos. Bernstein se ocupa, sin embargo, de señalar la inestabilidad y las dificultades que enfrenta la posición de Putnam.

El capítulo ocho, dedicado al "pragmatismo kantiano" de Jürgen Habermas, es el más largo y el más cuidado de todo el libro. Tiene el interés, además, de que se centra en las contribuciones más recientes de Habermas desde un punto de vista sumamente crítico. Así, en una primera parte, Bernstein caracteriza la "detrascendentalización" lingüístico-pragmática de Kant que Habermas viene ensayando desde Conocimiento e interés (1968). En ese contexto, y a partir de una breve exposición de la teoría de la acción comunicativa, se presentan el concepto epistémico de verdad y el cognitivismo moral que le sirvieran a Habermas para la crítica del idealismo y el contextualismo. En ambas dimensiones, el autor alemán ha reaccionado a las críticas y modificado sus concepciones. Bernstein sigue esas críticas y autocorrecciones hasta sus últimas formulaciones, para presentar con gran precisión los rasgos fundamentales del "realismo epistemológico", del "naturalismo débil", de la idea de "corrección normativa" de los juicios morales por analogía con los juicios cognitivos, y de la distinción entre acción y discurso; todos aspectos centrales de la obra de Habermas. Hacia el final, Bernstein asume una posición crítica y cuestiona con fuerza, apoyándose en Putnam y en Rorty entre otros, las posiciones habermasianas que no serían lo suficientemente pragmatistas.

En el último capítulo, el autor analiza la trayectoria intelectual de Richard Rorty y destaca el "humanismo" de su pragmatismo. La relación personal que Bernstein y Rorty mantuvieron durante más de 50 años, le permite al primero hacer una presentación justa y matizada, en la que se mezclan críticas y alabanzas, del conjunto de la obra de un autor sumamente controvertido. De particular interés resulta la exposición respecto de los trabajos de juventud de Rorty, desconocidos en su mayor parte. En ellos, Rorty se interesaba por problemas metafísicos con gran sutileza y manifestaba ya su inclinación al cuestionamiento metafilosófico de las distintas problemáticas. Bernstein muestra también, de un modo eficaz, la relación siempre ambivalente que Rorty tuvo con la filosofía analítica y con los resultados del giro lingüístico. En opinión de Bernstein, la década de 1970 es la clave del desarrollo subsiguiente de la obra de Rorty. Se produce allí el desencanto con la filosofía académica, que desemboca en el ajuste de cuentas que representó La filosofía y el espejo de la naturaleza (1979). Desde entonces, Rorty estaría más interesado en promover la "conversación de la humanidad", antes que las cuestiones pseudoprofundas y pseudofundamentales de la tradición filosófica. Con mucho cuidado, Bernstein termina el capítulo cuestionando la coherencia del proyecto terapéutico de Rorty, al tiempo que alaba su apertura intelectual.

Así, el libro permanece en toda su extensión dentro de los confines de la propia tradición pragmatista. En consecuencia, antes que un libro sobre el giro pragmático de la filosofía de los últimos 150 años, en general el texto podría ser caracterizado diciendo que se trata de una exposición sobre lo que hay de valioso e interesante en la tradición pragmática clásica y contemporánea según un autor perteneciente a esa corriente.

Ahora bien, si la tesis del "giro" pragmático tiene algún fundamento, ello se debe a que el pragmatismo queda caracterizado a través de motivos e ideas muy generales, que son, por cierto, ampliamente aceptadas hoy en día, pero lo son por las más diversas razones, según los autores y las corrientes. Creo entonces que sería más apropiado caracterizar los últimos 150 años de la filosofía occidental como "caminos hacia la destrascendentalización de la filosofía", tal y como lo hace Habermas, siendo el pragmatismo uno de esos caminos, junto con el historicismo, el giro lingüístico a partir de Austin y el segundo Wittgenstein, el naturalismo y la hermenéutica. Me parece por lo mismo que la tesis de un giro pragmático de la filosofía es exagerada, aunque no falsa, si la idea de "giro pragmático" sirve para unificar los aportes originales de Peirce, James, Dewey, Mead y otros con motivos naturalistas, historicistas, lingüísticos y hermenéuticos. De ahí que el libro resulte convincente y persuasivo, aun cuando no haya una demostración en sentido estricto de las tesis propuestas, mencionadas al inicio.

Cabe agregar que se trata de un libro que logra llamar la atención y despertar el interés del lector por el pragmatismo en general, y por cada uno de los autores que aborda. Este es uno de sus objetivos y lo cumple cabalmente. Además, está escrito de un modo claro y ameno, lo que permite que su público no se reduzca a especialistas en filosofía. No se puede obviar, sin embargo, que genera muchas más expectativas de las que satisface. La tesis que le sirve de punto de partida es exagerada y no encuentra justificación en el desarrollo del texto. Por lo demás, los distintos capítulos son de un nivel muy disparejo, destacándose los capítulos 6, 8 y 9 contra los insatisfactorios capítulos 1, 2, 4 y 7. Tiene además la particularidad de ser un libro muy "personal", con un marcado tono autobiográfico, en el que un importante autor pragmatista hace una suerte de balance de los motivos de su propio pragmatismo. Lo que resulta un interesante aporte en un contexto marcado por el revival de esta importante corriente de pensamiento filosófico.


NOTAS AL PIE

1 Sobre el tema está traducida al español la excelente y exhaustiva investigación de Louis Menand, El club de los metafísicos (2002) en la que el propio Bernstein se apoya.


Bibliografía

Bernstein, R. "The Pragmatic Century." The Pragmatic Century. Conversations with Richard J. Bernstein. Eds. Sheila Greeve Davaney and Warren G. Frisina. New York: State University of New York Press, 2006. 1-14.         [ Links ]

Bernstein, R. The Pragmatic Turn. Cambridge: Polity Press, 2010.         [ Links ]

Habermas, J. Conocimiento e interés [1968]. Madrid: Taurus, 1990.         [ Links ]

Menand, L. El club de los metafísicos. Barcelona: Destino, 2002.         [ Links ]

Rorty, R. La filosofía y el espejo de la naturaleza [1979]. Madrid: Cátedra, 2001.         [ Links ]

IGNACIO MAZZOLA
imazzola@ungs.edu.ar.
Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de la Plata /
Universidad Nacional de General Sarmiento - Buenos Aires - Argentina.