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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.65 no.160 Bogotá Jan./Apr. 2016

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n160.44191 

http://dx.doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n160.44191

Racionalismo crítico e interpretación

Critical Rationalism and Interpretation

Maricruz Galván*
Universidad Nacional Autónoma de México - Ciudad de México - México

* masigalo@hotmail.com

Cómo citar este artículo:

MLA:Galván, M. "Racionalismo crítico e interpretación." Ideas y Valores 65.160 (2016): 239-251.
APA: Galván, M. (2016). Racionalismo crítico e interpretación. Ideas y Valores, 65 (160), 239-251.
CHICAGO: Maricruz Galván. "Racionalismo crítico e interpretación." Ideas y Valores 65, n.° 160 (2016): 239-251.

Artículo recibido: 27 de junio de 2014; aceptado: 22 de agosto de 2014.


Resumen

La noción de interpretación desarrollada en el racionalismo crítico de Karl R. Popper muestra atributos específicos que la distinguen de modo sustancial de la interpretación constitutiva de la experiencia que tanto N. R. Hanson como Th. Kuhn defienden en sus respectivas propuestas. Se muestra que la interpretación del modelo popperiano queda atrapada en una epistemología de corte empirista que la separa de modo radical de toda hermenéutica filosófica.

Palabras clave : K. R. Popper, N. R. Hanson, T. Kuhn, racionalismo crítico.


Abstract

The notion of interpretation developed in the critical rationalism of Karl R. Popper displays specific attributes that substantially distinguish it from the constituent interpretation of experience defended in both N. R. Hanson and T. Kuhn proposals. The article shows that the interpretation of Popper's model is trapped in an empiricist epistemology that radically separates it from all hermeneutic philosophy.

Keywords: K. R. Popper, N. R. Hanson, T. Kuhn, critical rationalism.


Introducción

La afirmación popperiana de que todo hecho se interpreta a la luz de una teoría puede sugerir una aproximación de su postura teórica a cierta dimensión hermenéutica (cf. Popper 67-72).Sin embargo, un detenido escrutinio descubre que la naturaleza del tipo de interpretación que defiende el falsacionismo de Popper imposibilita dicha proximidad. En este escrito se argumenta que el racionalismo crítico se define epistemológicamente por un compromiso empirista que invalida su definición como propuesta hermenéutica. Además, se muestra que el falsacionismo popperiano, al defender unos presupuestos epistemológicos similares al verificacionismo, es decir, al suponer que el fundamento último del conocimiento se sustenta en la experiencia, y que el método empotrado en leyes lógico-formales resulta ser el instrumento por antonomasia y garante del aspecto racional de la ciencia, y por ello, al defender el progreso científico como un proceso que tiende cada vez más a la correcta explicación de la estructura ontológica del mundo, queda entrampado en losproblemas no resueltos del positivismo lógico –esto es, la no elucidación de la naturaleza de los enunciados elementales, la no conclusividad de las leyes teóricas, la no adecuación histórica de sus propuestas y la insuficiencia del método científico para explicar teorías inconmensurables, por citar algunos–, evidenciando que la metodología no puede solucionar lo que desde la epistemología queda irresuelto. El eje argumentativo se desarrolla desde un análisis comparativo, que permite descubrir las diferencias sustanciales entre el tipo de interpretación que se defiende en esta propuesta y la naturaleza de ella en las filosofías de Norwood Russell Hanson y Thomas Kuhn.

El aspecto propiamente revolucionario de la filosofía de Kuhn radica en su noción de experiencia, asumida esta como un fenómeno eminentemente interpretativo (cf. Galván 2013). Siguiendo las investigaciones de Wittgenstein y Hanson, Kuhn afirma que la interpretación no representa un momento separado de la experiencia, sino que la constituye de modo sustancial, al funcionar como una forma que organiza los insumos provenientes del mundo; así, la interpretación constituye una condición de posibilidad de la experiencia misma (cf. Kuhn 193-230). De modo similar al idealismo kantiano, las propuestas de Hanson y Kuhn defienden una noción de experiencia que se define por una síntesis.Sin embargo, el a priori que estructura la experiencia ya no muestra atributos de universalidad y necesidad; por constituirse desde saberes previos, la forma que organiza la experiencia, en los modelos hansoniano y kuhniano, es de naturaleza histórica, con lo que posibilitan y validan observaciones distintas, aun cuando se esté frente al mismo objeto. Esta noción de una interpretaciónque ordena la experiencia desde unos saberes previamente asimilados, significa una ruptura radical con la noción de experiencia que defiende el paradigma epistemológico moderno y, al mismo tiempo, una aproximación a la hermenéutica filosófica.

En contraste, la interpretación en el racionalismo crítico se diferencia sustancialmente de aquella que es constitutiva de la experiencia. Mostrar los atributos del interpretar popperiano permitirá comprender por qué la propuesta de Popper sigue entrampada en una epistemología de corte moderno. Iniciaremos con una descripción puntual del modelo metodológico popperiano, después explicitaremos la naturaleza de la interpretación en las propuestas de Hanson y Kuhn, y finalizamos con los atributos que definen la interpretación del racionalismo crítico, para, desde ahí, realizar un análisis comparativo que nos lleve a las conclusiones.

El modelo metodológico del racionalismo crítico

En el apartado IX de Conjeturas y refutaciones, Popper declara su compromiso epistemológico con el empirismo; en este parágrafo, según él, muestra cómo resolver el problema de la inducción planteado por Hume (cf. 81-82). Resulta sugerente seguir la argumentación popperiana para afirmar sin reserva la vena empirista que define su racionalismo. Popper desglosa el problema de la inducción en tres puntos constitutivos: a) es imposible justificar una ley por la observación o el experimento, ya que esta trasciende la experiencia, b) la ciencia implementa y aplica leyes teóricas, y c) según el principio del empirismo, solo la observación y el experimento pueden determinar la aceptación o el rechazo de enunciados científicos e inclusive leyes y teorías. La incompatibilidad de a), b) y c) representa el problema lógico de la inducción.Sin embargo, Popper afirma que esta incompatibilidad es solo aparente, si se comprende a plenitud que una ley o teoría no se origina en los datos de los sentidos, sino que lo que se decide desde la base empírica es su aceptación o rechazo:

El principio del empirismo [c] puede ser conservado totalmente, ya que el destino de una teoría, su aceptación o su rechazo, se decide por la observación y el experimento, por el resultado de tests. En tanto una teoría resista los más severos tests que podamos planear, se la acepta; si no los resiste, se la rechaza. Pero nunca se la infiere en ningún sentido de los datosempíricos. (Popper 82)

De la base empírica no se pueden inferir teorías científicas; este fue el error que dejó a los verificacionistas atrapados en problemas irresolubles. De la base empírica solo se puede inferir o bien una aceptación provisional, o bien la refutación de enunciados y teorías, manteniendo, de este modo, el principio fundamental de todo empirismo, ya que lo que define el status científico sigue siendo la experiencia sensible. Popper nunca renunció a un compromiso empirista; al contrario, defendió su principio fundamental, al darle un viraje que, según él, resuelve el problema lógico de la inducción. En efecto, al negar la posibilidad de la inferencia de una ley a partir de observaciones repetidas, el problema de la inducción ya no se presenta; entonces, la única posibilidad de inferencia es de naturaleza refutadora, y ella se explica lógicamente por mecanismos puramente deductivos: "no hay una inducción psicológica, ni una inducción lógica. Solo la refutación de una teoría puede ser inferida de datos empíricos, y esta inferencia es puramente deductiva" (Popper 82).

La plena comprensión de que una teoría no pueda inferirse ni verificarse por datos observacionales, sino únicamente refutarse desde ellos, evidencia no solo el compromiso empirista que tiene el racionalismo crítico de Popper; también descubre la clase de relación que se da entre la teoría y la base empírica desde su modelo metodológico. Según este modelo, la labor del científico consiste en crear conjeturas y lanzarlas al mundo. Si la conjetura resulta adecuada, se considerará provisionalmente verdadera y el científico se concentrará, entonces, en ponerla a prueba mediante exámenes severos, e intentará su refutación mostrando alguna no adecuación empírica; si logra tal refutación, lanzará una nueva conjetura. Así, en este modelo, las teorías se considerarán siempre como verdades provisionales que en cualquier momento pueden ser refutadas en función de lo que dicte la base empírica. La adecuación teoría-observación, entonces, sigue siendo el criterio epistemológico que rige al quehacer científico, aun cuando la búsqueda constante no sea ya la verificación sino la refutación.En otras palabras, aun cuando la base empírica sea la piedra de toque que avalael desarrollo científico, la construcción del conocimiento se realiza por procedimientos no inductivos. Luego, las teorías científicas no son un compendio de recopilación de observaciones; más bien, son invenciones, conjeturas audazmente formuladas, anticipaciones que deben ser abandonadas si entran en conflicto con la base empírica. Los intentos por "imponer interpretaciones al mundo son lógicamente anteriores a la observación de similitudes" (Popper 72), por ello, pensar que existan observaciones puras resulta insostenible; todo fenómeno es siempre visto a la luz de una teoría.

Así pues, tenemos que la metodología popperiana, por una parte, defiende un tipo de empirismo, al declarar que la base empírica es el suelo fundamental desde el que emerge la refutación, pero, por otro lado, también asume que toda observación se realiza siempre desde una anticipación o conjetura. Estas dos afirmaciones describen de modo sustancial al racionalismo crítico y, a partir de ellas, trataremos de dilucidar el tipo de relación que se presenta entre la teoría y la observación desde esta propuesta metodológica, para después mostrar que su naturaleza epistemológica y ontológica resulta sustancialmente análoga a la del positivismo lógico.

La interpretación en la propuesta de Hanson

El racionalismo crítico, al afirmar que es absurdo sostener la existencia de las observaciones puras, se distancia aparentemente del positivismo lógico, que defiende la neutralidad de la base empírica barruntando, de algún modo, los condicionamientos teóricos de la observación, que propuestas como la de Hanson y Kuhn defienden; incluso se ha llegado a afirmar que el racionalismo popperiano atisba una cierta dimensión hermenéutica. Un escrutinio sobre el tipo de relación que se da entre la teoría y la base empírica permitirá mostrar que, a pesar de las claras diferencias de tipo metodológico que se presentan entre el verificacionismo del positivismo lógico y el refutacionismo del racionalismo crítico, la base epistemológica que los sustenta es similar, con lo que se desmarcan ambos de la experiencia interpretativa que define la comprensión hermenéutica. Iniciaremos con una descripción puntual del tipo de experiencia que las propuestas de Hanson y Kuhn defienden, para, desde ahí, colegir que la relación entre la teoría y la observación del racionalismo crítico popperiano sigue comprometido con un empirismo de raigambre moderna que comparte con el positivismo lógico, y que ello imposibilita su consideracióncomo una propuesta de dimensión hermenéutica.

El punto fundamental que se necesita señalar es que, en los mode los de Hanson y Kuhn, la interpretación no constituye un agregado, un componente adjunto que se tenga que anexar a la observación; no se trata de que primero observamos y después interpretamos, sino de un solo momento. Hanson, en Patrones de descubrimiento, argumenta esta tesis desde diferentes ejemplos; uno de ellos lo constituye el cubo de Necker (cit. en Hanson 85):

Algunos observarán un cubo en perspectiva visto desde abajo y otros verán el mismo cubo pero visto desde arriba, es decir, algunos verán la parte exterior de la cara superior abcd y no podrán ver la parte externa de la cara inferior efgh, mientras que otros podrán ver esta última y no la primera; algunos más, podrán ver las dos perspectivas aun cuando no simultáneamente. En otras palabras, dado un mismo objeto, se puede tener de él dos experiencias distintas. ¿Cómo explicar esto desde un empirismo clásico? La respuesta de un empirista es que primero se ve y luego se interpreta:

Las reacciones de la retina ante la figura 1 son virtualmente idénticas; también lo son nuestros datos sensoriales visuales, ya que nuestros dibujos de lo que vemos tendrán el mismo contenido. No existen, pues, diferencias en la visión. Estas diferencias deben corresponder, por consiguiente, a las interpretaciones que se dan de lo que se ve. (Hanson 85)

La separación entre ver e interpretar constituye el núcleo epistemológico de la tradición empirista contra el que se manifiesta la propuesta de Hanson, ya que sostener dicha separación implica seguir afirmando el hechizo de una conciencia escindida del mundo que observa. La interpretación, desde la propuesta hansoniana, resulta constitutiva de la visión, no se trata de dos componentes, uno óptico y otro interpretativo, sino que la visión es interpretación, de modo que "las teorías y las interpretaciones están 'allí', en la visión, desde el principio" (Hanson 87). La interpretación no se superpone a la sensación, constituye más bien la estructura organizativa del ver y sin ella sería imposible la visión, por ende, su naturaleza es consustancial a toda observación. Para Hanson, los insumos que provienen del mundo carecen de organización, es la conciencia la que estructura lo dado para hacerlo inteligible, pero, a diferencia del idealismo trascendental kantiano, la estructura que organiza a los insumos provenientes del mundo no constituye una forma vacía, sino una estructura plena de contenido, que previamente ha asimilado quien observa y que aplica al mundo para que algo aparezca como algo. Esta forma plena de contenido es lo que Hanson define como interpretación.Así, esta se halla en la visión; "la observación de X está moldeada por un conocimiento previo de X" (Hanson 99). La interpretación y la observación constituyen uno y el mismo momento; por eso, la naturaleza de toda observación es interpretativa; el interpretar es inherente y constitutivo de ella. Es evidente que el carácter de esta experiencia resulta sustancialmente distinto de la noción de experiencia defendida en toda clase de empirismo. Asumir que la experiencia es el resultado de una síntesis implica inscribirse en una suerte de idealismo trascendental, con la sustancial diferencia de que el componente organizativo resulta de una naturaleza modificable y, por lo tanto, histórico. Sin síntesis no hay experiencia, pero esta es corregible.

La interpretación en la propuesta de Kuhn

Kuhn, siguiendo la propuesta hansoniana, rechaza que la interpretación y la observación constituyan dos momentos separados, y afirma que asumir esta separación es un resabio de la herencia epistemológica proveniente de la Modernidad:

Sin duda muchos lectores preferirán decir que lo que cambia con un paradigma es tan solo la interpretación que hace el científico de las observaciones, las cuales por sí mismas están fijadas de una vez por todas por la naturaleza del medio y del aparato perceptivo. Según esta manera de ver las cosas, tanto Priestley como Lavoisier vieron ambos oxígeno, por más que interpretaran sus observaciones de modo distinto. También Aristóteles y Galileo habrían visto péndulos, aunque divergían en su interpretación de lo que cada uno había visto. (Kuhn 208)

Para Kuhn, el flujo de la experiencia cambia en función de la interpretación que hace quien observa, por ello

los científicos tienden a hablar de "las escamas que se caen de los ojos" o del "destello de luz" que "baña" un rompecabezas antes sumido en las tinieblas, lo que permite que sus componentes se vean de un modo nuevo que por vez primera hace posible su solución. (211)

Estos destellos no son otra cosa que una nueva manera de organizar lo que proviene del mundo, pero esta organización no representa un momento externo a la experiencia, sino que es un componente constitutivo de ella. Creer que primero se ve y luego se interpreta implica quedar seducido por la tradición epistemológica moderna. Al modo hansoniano, en la propuesta de Kuhn se describe la experiencia como una unidad indisoluble, constituida por lo que pone la conciencia –interpretación– y lo dado por el mundo. Al asumir que la interpretación es constitutiva de la experiencia, tanto Hanson como Kuhn –siguiendo a Wittgenstein– inauguran un nuevo paradigma epistemológico, que se sustrae de toda explicación de la experiencia compuesta por dos momentos separados que se tengan que yuxtaponer para dar cuenta de lo que se observa. Siguiendo la línea inaugurada por Kant, en estas propuestas se afirma una experiencia definida por la síntesis que se logra entre lo que pone la conciencia y lo que aporta el mundo. Sin embargo, a diferencia del idealismo trascendental kantiano, la forma que organiza lo que proviene del mundo, para volverlo inteligible, ya no se define como un a priori formal, carente de todo contenido empírico, sino como una estructura plena de contenido, al modo de un a priori histórico (cf. Galván 2013).

En la propuesta de Hanson, esta forma organizativa la constituye el "ver que…", es decir, en la medida en que vemos que tiene 6 caras cuadradas, 8 vértices y 12 aristas, podemos ver a esa cosa como un cubo; entonces, ver algo como un cubo es ver algo más de lo que se presenta en la retina del ojo. El "ver que…" inserta conocimiento en la visión, y ello nos libra de reidentificar las cosas que se encuentran ante nuestros ojos a cada paso que damos por el mundo:

[…] no preguntamos "¿qué es eso?" ante cada bicicleta que pasa delante de nosotros. El conocimiento está en la visión y no es algo adjunto a ella. (La trama del tejido está en la prenda y no es hilvanada sobre ella en una operación auxiliar). (Hanson 102)

Cuando se lee un libro, sabemos que detrás de la hoja que leemos se encuentra la pasta del texto, sin embargo, no hay nada óptico que garantice que, cuando se de vuelta a la página, la portada no habrá dejado de existir; esto no es más que una forma de decir que el conocimiento que se inserta en la visión es corregible. El paradigma, como conjunto organizado de saberes y habilidades previas que posibilitan la experiencia, funciona de modo análogo al "ver que…"hansoniano. El paradigma es una condición de posibilidad de la experiencia científica, constituye la forma organizativa que estructura los insumos que provienen del mundo para que aparezca algo como algo. De modo semejante a la argumentación hansoniana, los paradigmas tienen una naturaleza histórica, puesto que constituyen estructuras materiales y no formales; esta es la razón de que, cuando se cambia un paradigma, también se cambie de visión:

[…] en tiempos revolucionarios, cuando cambia la tradición de la ciencia normal, la percepción que tiene el científico de su medio ha de reeducarse; en algunas situaciones familiares, ha de aprender a ver una nueva Gestalt. Una vez que lo haya hecho, el mundo de su investigación parecerá ser aquí y allá inconmensurable con aquel que habitaba antes. (Kuhn 194)

Cuando la estructura organizativa de la experiencia –paradigma– se transforma, la experiencia misma cambia, lo que un científico ve depende tanto de lo que mira como de lo que su experiencia conceptual previa le ha enseñado a ver. Al cambiar un paradigma por otro inconmensurable, la estructura de la experiencia cambia, provocando una transformación revolucionaria en la visión. Es precisamente la forma no vacía de la síntesis hansoniana y kuhniana lo que explica la ruptura que realiza el pos-positivismo con la tradición epistemológica moderna; pero la noción misma de síntesis se conserva, es decir, la forma no es temporalmente anterior a la experiencia; lo que la conciencia aporta no resulta un agregado, algo que se tenga que superponer a lo que proviene del mundo. Es este el más propio sentido de la síntesis kantiana que se mantiene en los modelos de experiencia tanto de Hanson como de Kuhn: asumir que las fuentes de la conciencia solo pueden activarse cuando son estimuladas por lo que proviene del mundo, implica afirmar, junto con Kant, que"todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia […] pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia" (krv b1; 41-42). En otras palabras, la experiencia sensible constituye una condición necesaria pero no suficiente, puesto que también son necesarias las formas puras que la conciencia aplica: las dos condiciones se tienen que dar de modo simultáneo para que los fenómenos esplendan. Esta inflexión epistemológica es la que distingue al idealismo trascendental kantiano de todo tipo de empirismo y de toda clase de racionalismo. El origen de la experiencia no se explica desde una conciencia autónoma, ni solo desde una base empírica neutral. Esta noción de experiencia como síntesis es una de las herencias kantianas más preciadas que encontramos en las propuestas epistemológicas tanto de Hanson como de Kuhn. La base empírica no puede constituir ya el único parámetro evaluativo de las teorías, pues se deroga la posibilidad de una experiencia inmediata de los "datos puros de los sentidos".

La interpretación según el racionalismo crítico

Popper pareciera suscribir un compromiso con la tesis de que toda observación se encuentra teóricamente condicionada. Sin embargo, resulta desconcertante que al mismo tiempo su modelo metodológico asuma que la base empírica es el eje fundamental de la refutación. ¿Es posible tal embrollo epistemológico? Lo que permite resolver esta situación es dilucidar la naturaleza de la interpretación que se defiende en el modelo metodológico popperiano. ¿Es esta constitutiva de la experiencia? Dependiendo de la respuesta que desde el racionalismo crítico se dé a esta pregunta, se podrá aclarar su compromiso epistemológico.

Según Popper, Hume tiene razón cuando afirma que obtenemos nuestro conocimiento por un procedimiento inductivo no justificado lógicamente (cf. Popper 67-72).Sin embargo, la respuesta a la insuficiencia del método inductivo no necesariamente tiene que incurrir en el escepticismo, sino en una especie de racionalismo que se expone a la constante crítica. El conocimiento se origina en la actividad autónoma de la conciencia; esta es la vena racionalista que defiende la propuesta popperiana, pero el producto de esta actividad, las teorías, debe ponerse sistemáticamente a prueba mediante su cotejo con la base empírica, aquí radica su naturaleza crítica. Si toda teoría resulta ser una especie de interpretación que constantemente debe ser evaluada por lo que dicte la base empírica, nos encontramos con un tipo de interpretación esencialmente distinto al defendido en los modelos de Hanson y Kuhn. Efectivamente, si las teorías son elaboradas por la conciencia y son una anticipación que se lanza al mundo para su ensamblaje, la interpretación constituye un momento separado de la observación;de modo que la conciencia y el mundo se escinden para afirmar la subjetividad moderna que define al empirismo de Popper. La conjetura es un proceso interpretativo elaborado desde una conciencia autónoma, independiente de la experiencia sensible; representa un agregado, un ropaje que se ensambla al mundo; si se ajusta, puede quedarse provisionalmente, si no, hay que cambiarlo.

En el racionalismo crítico de Popper no encontramos ninguna clase de síntesis, ya que la conjetura o interpretación es temporalmente anterior a su cotejo con la experiencia; por eso es una anticipación. El interpretar popperiano no organiza lo que proviene del mundo, puesto que eso ya se encuentra organizado; las teorías inventadas por el científico tienen que dar cuenta de una estructura del mundo ya dada, y mientras resulten exitosas se considerarán provisionalmente adecuadas. Pero cada nueva teoría tendrá que ser consistente con la anterior y, al mismo tiempo, ser más amplia en contenido empírico; esto garantiza que la ciencia se acerque cada vez más a la estructura ontológica última del mundo. La naturaleza del interpretar popperiano, al no constituir una forma que organiza lo que proviene del mundo, resulta ser un momento separado, adjunto, yuxtapuesto, que sigue asumiendo una subjetividad escindida del mundo, para afirmar un empirismo que defiende la base empírica neutral como aval último del conocimiento, aunque su función sea ahora refutadora y ya no verificadora. Las teorías no se originan en la experiencia sensible, pero sí siguen definiéndose por esta, al ser refutadas empíricamente. El racionalismo crítico y el positivismo lógico asumen la experiencia como fundamento de todo conocimiento,aun cuando sus metodologías sean sustancialmente distintas; por esta razón, los problemas que se generan desde ellos resultan análogos. Desde el positivismo lógico no se puede dar cuenta de la verificación conclusiva, pues siempre puede presentarse el caso de un contraejemplo a las series de observaciones similares que producen una inducción; de modo similar, el racionalismo crítico no puede dar cuenta de una refutación conclusiva, ya que siempre existirá la posibilidad de que lo que es considerado un ejemplo refutador constituya tan solouna anomalía resoluble dentro de la teoría que se intenta refutar.

Así mismo, considerar que la experiencia es la piedra de toque, ya sea para verificar o para refutar teorías, explica por qué el empirismo de ambas propuestas aspira al establecimiento de un método universal y necesario, sustentado en artilugios lógico-formales explicativos del desarrollo del conocimiento científico, para defender una racionalidad metódica. Sin embargo, dicha aspiración queda desmantelada por la no justificación lógica de la inducción y la no conclusividad de la refutación. La defensa del método, como garante de la racionalidad desplegada desde una subjetividad aséptica, libre de condicionamientos, que pretende aprehender la estructura ontológica última del mundo, resulta ser un derivado de la postulación de la conciencia y el mundo como entidades ontológicamente escindidas y necesitadas de algún artilugio formal que logre vincularlas:

[…] si se viera el todo de la distinción y conexión del "dentro" y "fuera", supuesto en la demostración, si se comprendiera ontológicamente lo que en esta suposición queda supuesto, se derrumbaría la posibilidad de considerar la demostración de la "existencia de las cosas fuera de mí" como algo necesario y que aún sigue faltando.

El "escándalo de la filosofía" no consiste en que esta demostración aún no haya sido hecha hasta ahora, sino más bien en que tales demostraciones sigan siendo esperadas e intentadas. (Heidegger 226)

Conclusiones

Los supuestos epistemológicos de una propuesta filosófica son el sustento explicativo del modelo metodológico que esta defiende; de ahí que los problemas de naturaleza epistemológica no puedan resolverse únicamente mediante recursos de índole metódica. El racionalismo crítico, al proponer que la interpretación es una pieza que debe ensamblarse a lo dado por el mundo, queda atrapado en los problemas derivados del empirismo clásico. Las propuestas de Hanson y Kuhn defienden una interpretación de naturaleza constitutiva de la experiencia misma; con ello se afirma que, aun cuando los insumos que provienen del mundo sean una condición de posibilidad de la experiencia, esta solo se puede dar si es organizada por la interpretación que aporta la conciencia. Esta noción de experiencia resulta ser el núcleo revolucionario que describe el carácter pos-positivista de las filosofías de Hanson y Kuhn, y que anula cualquier aspiración metódica que pretenda explicar una racionalidad científica. Si la experiencia se constituye desde saberes previos, entonces es modificable y ningún método empotrado en mecanismos formales puede dar cuenta de ella; su naturaleza histórica no puede ser encarcelada en las reglas necesarias y universales del método. Popper, a pesar de que defiende la movilidad de los saberes científicos, lo hace desde una concepción progresista, es decir, niega la inconmensurabilidad como momento sine qua non de ciertos episodios de la ciencia, siendo consecuente con su empirismo.

Asumir la experiencia interpretativa implica afirmar, al mismo tiempo, la inconmensurabilidad como su momento liberador, de modo que los condicionamientos teóricos solo pueden derogarse desde otra teoría; y afirmar la inconmensurabilidad significa desmarcarse de cualquier racionalidad metódica fundamentada en mecanismos formales. La noción de experiencia en los modelos de Hanson y Kuhn, al asumir la interpretación como una forma que organiza a la experiencia, defiende una especie de a priori histórico desde el que se invalida la racionalidad metódica y el progreso científico de inspiración moderna. Este a priori histórico, que informa lo que proviene del mundo, es un punto de inflexión que afirma la dimensión hermenéutica de sus filosofías. Por su parte, el racionalismo crítico de Popper, al asumir la interpretación como una pieza que se ensambla sobre lo dado por la base empírica, sella un compromiso de corte empirista que lo aleja definitivamente de dicha dimensión hermenéutica.


Bibliografía

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