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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.65 no.161 Bogotá May/Aug. 2016

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n161.57440 

http://dx.doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n161.57440

Representación, empirismo y triangulación
Comentario a Conocer sin representar. El realismo epistemológico de Donald Davidson de William Duica

Representation, Empiricism and Triangulation
Commentary on conocer sin representar. El realismo epistemológico de Donald Davidson by William Duica

Ignacio Ávila Cañamares*
Universidad Nacional de Colombia - Bogotá - Colombia

* iavilac@unal.edu.co

Cómo citar este artículo:

MLA: Ávila Cañamares, I. "Representación, empirismo y triangulación. Comentario a Conocer sin representar. El realismo epistemológico de Donald Davidson de William Duica." Ideas y Valores 65.161 (2016): 315-329.
APA: Ávila Cañamares, I.(2016). Representación, empirismo y triangulación. Comentario a Conocer sin representar. El realismo epistemológico de Donald Davidson de William Duica. Ideas y Valores, 65 (161), 315-329.
Chicago: Ignacio Ávila Cañamares. "Representación, empirismo y triangulación. Comentario a Conocer sin representar. El realismo epistemológico de Donald Davidson de William Duica." Ideas y Valores 65, n.° 161 (2016): 315-329.

Artículo recibido: 29 de febrero de 2016; aceptado: 30 de junio de 2016.


Resumen

En este breve comentario discuto algunos aspectos de la interpretación de la epistemología de Davidson que sugiere Willian Duica en su reciente libro. Luego de una presentación somera del libro me centro en tres asuntos centrales de la interpretación de Duica. En primer lugar, argumento que su lectura de la crítica de Davidson al dualismo esquema/contenido es muy restrictiva y deja abierta la posibilidad de un realismo directo empirista. En segundo lugar, argumento que en su lectura el propio Duica se compromete inadvertidamente con un empirismo de este tipo y, de este modo, su interpretación entra en tensión con el coherentismo de Davidson. Finalmente, discuto algunos aspectos de la interpretación que hace Duica de la tesis davidsoniana de la triangulación.

Palabras clave: D. Davidson, W. Duica, coherentismo, empirismo, epistemología.


Abstract

In this short comment I discuss some aspects of William Duica's interpretation of Davidson's epistemology in a recent book. After a brief review of the book, I focus on three central issues of Duica's interpretation. First, I argue that his reading of Davidson's criticism of the scheme/content dualism is too restrictive and leaves open the possibility of an empiricist direct realism. Second, I argue in his reading Duica inadvertently commits himself to an empiricism of this sort and, as a result, his interpretation is in tension with Davidson's own coherentism. Finally, I discuss some aspects of Duica's interpretation of Davidsonian triangulation.

Keywords: D. Davidson, W. Duica, coherentism, empiricism, epistemology.


I*

Donald Davidson es uno de los filósofos más importantes de la segunda mitad del siglo XX en el ámbito de la filosofía anglosajona. Sin embargo, acercarse a su filosofía no es nada fácil. Esto no solo se debe a la enorme riqueza y al amplio alcance de su pensamiento, sino también a que su filosofía se halla dispersa en muchos ensayos de difícil lectura. Davidson nunca escribió un libro en el que presentara su propuesta de un modo sistemático, y sus ensayos –aunque estilísticamente impecables y muy bien logrados– son muy densos, compactos y complejos. Muchas veces sus líneas de argumentación apenas están esbozadas esquemáticamente o remiten a aspectos de su pensamiento que fácilmente pasan desapercibidos a quien apenas se aproxima a su obra. Otras veces sus formulaciones son muy escuetas y pueden dar lugar a malinterpretaciones o a distorsiones simplistas. Estas circunstancias hacen que –a pesar de que Davidson sea un filósofo profundamente sistemático– resulte difícil apreciar de entrada la manera como sus distintas contribuciones se articulan en un sistema armonioso y coherente de gran riqueza filosófica.

Ante estas dificultades, cualquier estudio sobre Davidson que busque desentrañar rigurosamente algún aspecto de su pensamiento y permita al lector una mejor comprensión de su filosofía será, sin lugar a dudas, muy oportuno. El libro del profesor William Duica Conocer sin representar. El realismo epistemológico de Donald Davidson apunta en esta dirección. No se trata, sin embargo, de un libro que busque presentar de modo panorámico todo el pensamiento filosófico davidsoniano. Duica no se ocupa, por ejemplo, de la teoría de la acción de Davidson, de sus trabajos sobre la irracionalidad o de sus sugestivas excursiones filosóficas sobre figuras clásicas como Sócrates, Platón o Spinoza. En su libro Duica se propone algo más específico, pero no por ello menos difícil. Se trata –como él mismo anota en la introducción– de "seguir la ruta específica de la epistemología davidsoniana en el amplio terreno de sus reflexiones filosóficas" (12), de modo que podamos comprender también el lugar de esta propuesta epistemológica en el panorama contemporáneo.

La idea central de Duica es justamente que la epistemología de Davidson "es simultáneamente la disolución de una tradición y una forma de responder a una vieja pregunta filosófica" (13). Este objetivo le impone a Duica una doble tarea. No solo debe reconstruir la epistemología de Davidson atendiendo a su articulación interna con otros aspectos relevantes de su sistema filosófico, sino que también debe situar dicha propuesta en el contexto más amplio de la discusión epistemológica contemporánea. Es así como, a lo largo del libro, Duica muestra el complejo entramado que vincula tesis epistemológicas de Davidson, como su rechazo al dualismo esquema/contenido, su adopción de un cierto tipo de coherentismo o su compromiso con la tesis de la triangulación, con otros aspectos fundamentales de su filosofía, como el holismo de lo mental, el externalismo semántico, la teoría veritativo funcional del significado o el monismo anómalo. Es así también como en el libro de Duica encontramos importantes consideraciones acerca de filósofos cruciales para el pensamiento de Davidson, como Quine, los positivistas lógicos, y buena parte de la tradición epistemológica que se remonta al menos hasta Descartes y Locke. Con todo, el libro de Duica no es puramente expositivo. Como bien se señala en la contraportada, "el autor arriesga su propio análisis y con ello abre las puertas para que un lector crítico e informado pueda entablar sus propias discusiones". Además, en varias ocasiones Duica se permite ir más allá de las escuetas formulaciones davidsonianas para presentar sus propias propuestas filosóficas. Su tratamiento detallado de la tesis de la triangulación en la última parte del libro es un claro ejemplo al respecto.

El libro está estructurado en cuatro partes, cada una de dos capítulos. En la primera se presenta el dualismo esquema/contenido, que en principio es propio de la epistemología tradicional, y se señalan las críticas de Davidson a él. En la segunda se muestran las objeciones de Davidson a Quine con el objetivo de precisar en qué sentido Davidson es en todo caso un filósofo naturalista y no empirista. En la tercera parte se presenta la teoría coherentista de la justificación y la manera como en ella se mantiene el contacto con el mundo. Se trata de entender aquí el enigmático y polémico estribillo davidsoniano de que "coherencia conlleva correspondencia" (Davidson 2001a 137). En la cuarta parte se desarrolla en detalle la tesis davidsoniana de la triangulación, entendida como el espacio ideal para una epistemología que –en la terminología de Duica– sea realista, anti-representacionalista y posdualista. De este modo, las dos primeras partes del libro darían cuenta de cómo en Davidson se disuelve una tradición epistemológica, mientras que las dos últimas partes darían cuenta del modo como su epistemología es una novedosa forma de responder a la vieja pregunta filosófica por la posibilidad del conocimiento.

En el libro hay varias reflexiones y sugerencias específicas que vale la pena abordar en detalle. Sin embargo, en este comentario me enfocaré más bien en algunas inquietudes generales que, a mi modo de ver, cruzan buena parte de la interpretación que hace Duica de la epistemología davidsoniana. Mi propósito no es otro que el de fomentar entre nosotros la discusión acerca de Davidson, un filósofo que –como bien muestra Duica en su libro– vale la pena estudiar a fondo y del cual tenemos mucho que aprender.

II

En opinión de Davidson, el dualismo esquema/contenido atraviesa varias doctrinas filosóficas importantes. Él considera que este dualismo no solo constituye el último dogma del empirismo, sino que también está asociado al escepticismo, al relativismo y a una comprensión equivocada de la subjetividad (cf. Davidson 1984, 2001a y 2001b). Duica piensa que en el centro de este complejo entramado de doctrinas se halla la noción de representación. Una de las ideas centrales del libro es precisamente que la crítica de Davidson al dualismo esquema/contenido constituye un ataque frontal a una larga tradición epistemológica basada en esta noción. En varias ocasiones, Duica señala que el carácter anti-representacionalista y posdualista de la epistemología de Davidson es uno de sus aportes más novedosos para la comprensión de nuestro conocimiento. No obstante, Duica no dilucida la noción de representación que tiene en mente en su lectura de Davidson y, en este sentido, el alcance de sus afirmaciones puede resultar algo opaco para el lector.

Con todo, en el libro hay al menos dos maneras en las que se entiende la noción de representación. Y aunque Duica no las distingue explícitamente, la distinción es clave para entender la manera como él ve la crítica de Davidson al dualismo esquema/contenido.1 En el primer sentido –que llamaré el sentido peligroso– las representaciones son una suerte de objetos mentales privados que median el contacto entre el sujeto y el mundo. Ejemplos de representaciones en sentido peligroso serían los tradicionales datos de los sentidos, las sensaciones, las ideas simples lockeanas y –al menos en cierta lectura– los estímulos proximales concebidos al modo de Quine. Los múltiples pasajes en los que Duica rechaza el representacionalismo deben entenderse en el contexto de esta noción de representación. Así, por ejemplo, él tiene en mente este sentido peligroso de representación cuando afirma: "[Davidson] es no-representacionalista porque al situarse por fuera del dualismo esquema contenido deja de pensar el conocimiento como una representación del mundo exterior en la mente del sujeto." (15). Y algo similar ocurre cuando Duica escribe: "Sin hechos no interpretados que representar y sin la mente como espacio privado de las representaciones, la idea de conocimiento no podrá seguir siendo asociada a una representación de lo que está fuera de la mente". (68)

Pero existe también un segundo modo –que llamaré el sentido inofensivo– en el que cabe entender la noción de representación, y es aquel en el que se dice que los estados mentales intencionales tienen condiciones de satisfacción o corrección. Así, cuando decimos que nuestras creencias son verdaderas o falsas no pensamos en un objeto mental que, al modo de los datos sensoriales, medie nuestro contacto con el mundo, sino que más bien pensamos que ellas son estados mentales cuya verdad o falsedad depende de la forma de ser del rasgo del mundo sobre el que tratan. En el libro de Duica hay también pasajes donde él apela a este sentido inofensivo de representación. En esta dirección, Duica afirma, por ejemplo:

Los sujetos humanos son criaturas biológicas dotadas de dispositivos que permiten la formación de representaciones mentales de los objetos y eventos que les rodean [...] Pero, a diferencia de las criaturas no epistémicas, los sujetos humanos en algún momento conciben la posibilidad de que sus representaciones mentales sean falsas, es decir, que no correspondan con los objetos y eventos que les rodean. (128; énfasis agregado)

Pasajes como este son recurrentes, particularmente cuando Duica caracteriza la naturaleza de la creencia. Si quiere evitarse cualquier incongruencia, es claro entonces que su rechazo del representacionalismo no puede estar dirigido también a las representaciones entendidas en este sentido inofensivo.

Adicional a lo anterior, en el contexto del pensamiento de Davidson es crucial distinguir –y Duica lo hace– entre el rol puramente causal que las representaciones podrían tener en las transacciones entre la mente y el mundo, y el rol epistémico que algunos filósofos suelen atribuirles en la justificación del conocimiento y la creencia.

Ahora podemos apreciar con más precisión la manera como Duica entiende el alcance de la crítica davidsoniana al dualismo esquema/contenido. En la medida en que Duica sitúa la epistemología de Davidson en el ámbito de la preocupación por la justificación del conocimiento y la creencia, su rechazo a las representaciones en sentido peligroso es, ante todo, un rechazo a la idea de que ellas juegan un rol epistémico en la justificación. De acuerdo con esto, Davidson no tendría problemas con la noción de representación en sentido inofensivo y, de hecho, él concede que nuestras creencias tienen condiciones de satisfacción que las hacen verdaderas o falsas. En la lectura de Duica, la crítica de Davidson al dualismo esquema/contenido es entonces una crítica dirigida a las teorías epistemológicas que le atribuyen a las representaciones en sentido peligroso un rol epistémico como tribunal de justificación. Si esto es así, el adversario fundamental de Davidson sería un adversario bastante específico, a saber, un empirismo de vieja data, como el de Locke o probablemente el de Quine en su variante proximal; y, más en general, se trataría de un adversario que postule el tipo de velo perceptual entre la mente y el mundo del que suele nutrirse el escepticismo. En una palabra, con su crítica al dualismo esquema/contenido, Davidson estaría atacando el tipo de teorías epistemológicas que solían llamarse realistas indirectas o representacionalistas.2

Es innegable que con su crítica al dualismo esquema/contenido Davidson busca demoler este tipo de teorías. Pero cabe preguntarse si su ataque se restringe únicamente a ellas. Al poner la noción de representación –ahora sabemos que en sentido peligroso solamente– en el centro de la crítica davidsoniana, Duica se obliga a pensar que el ataque del filósofo se limita a esta clase de teorías. Cualquier teoría epistemológica que no apele a dicha noción de representación escapará así al ataque davidsoniano. Pero hay que reconocer que si esto es así, la crítica del Davidson al dualismo esquema/contenido no tendrá un alcance muy amplio. En particular, cabe pensar en la posibilidad de una forma de realismo directo en el cual nuestro acceso perceptual al mundo no está mediado por representaciones en sentido peligroso y, de hecho, la literatura filosófica actual abunda en varias teorías de este tipo.3 Con una teoría directa de la percepción a la mano, cabe también pensar –en espíritu empirista– que el mundo mismo al que se accede directamente en la percepción tiene importe epistémico para la justificación. En este caso, tendríamos una forma de empirismo en el que las creencias se justifican por algo externo a ellas –el mundo que nos es dado directamente en la percepción– y no tendríamos la intermediación problemática de las representaciones en sentido peligroso. De ser así, esta forma de realismo directo empirista –por llamarlo de alguna manera– sería inmune a las críticas de Davidson, pues, al insistir en el carácter directo de la percepción, este empirismo sería ajeno a la imagen epistemológica a la que, según la lectura de Duica, se dirige el ataque davidsoniano. Al señalar la posibilidad de este realismo directo empirista no pretendo, por supuesto, ninguna novedad. Por no ir más lejos, el empirismo mínimo de McDowell (1994) es un tipo de realismo directo empirista mucho más sofisticado que cualquier cosa que yo pueda sugerir aquí. El punto que quiero resaltar es más bien que en el texto de Duica no hay nada que impida un realismo directo empirista como el que he señalado. Él ni siquiera contempla esta posibilidad. Para Duica, el empirismo debe estar anclado a intermediarios epistémicos y, en consecuencia, un realismo directo empirista es por principio imposible. De modo tajante, él afirma:

Lo que sí sugiere esta crítica [la de Davidson al dualismo esquema/contenido] de manera clara es el compromiso con una visión del conocimiento que trata directamente con los objetos y eventos del mundo, y esta es una condición que un empirista consecuente tendría que rechazar. (72; énfasis agregado)

Sin embargo, en el análisis de Duica nunca queda claro por qué el "empirista consecuente" tendría que rechazar una visión del conocimiento que trate directamente con el mundo. Quizá Locke o Quine hayan pensado algo así (aunque esto tampoco está exento de polémica), pero no está claro por qué este debe ser un sello de fábrica de todo empirismo. En este sentido, es de lamentar que en su libro Duica no aborde el empirismo mínimo de McDowell como un excelente ejemplo de un realismo directo empirista, ni se detenga a examinar la discusión entre Davidson y McDowell sobre este punto específico.4

Ahora bien, si la posibilidad de un realismo directo empirista está abierta, entonces se siguen al menos dos consecuencias problemáticas para la manera como Duica valora el alcance de la crítica de Davidson al dualismo esquema/contenido. En primer lugar, no es claro que este dualismo constituya realmente el último dogma del empirismo, pues no parece haber nada en esta lectura de la crítica davidsoniana que vaya en contra de la posibilidad de un realismo directo empirista en el que se rechazan con Davidson las representaciones en sentido peligroso y su importe epistémico para la justificación. En segundo lugar, Duica considera que el coherentismo davidsoniano es el resultado inescapable del abandono del dualismo esquema/contenido:

La crítica a la necesidad de contar con un intermediario epistémico entre la mente y el mundo, que es una parte central del dualismo esquema/contenido, constituye para Davidson la motivación fundamental para adoptar una teoría coherentista de la verdad y el conocimiento. (137, véase también 160)

Pero si la reflexión anterior es correcta, la adopción del coherentismo davidsoniano no estaría del todo justificada, pues el abandono del dualismo esquema/contenido no implicaría de suyo renunciar a la tesis empirista general de que la percepción justifica nuestras creencias. Con el realismo directo empirista como opción abierta, todavía podría decirse que nuestras creencias se justifican por la percepción, justamente porque ella nos da un acceso directo a los objetos de tales creencias.

Dadas estas consecuencias, cabe preguntarse si el ataque de Davidson al dualismo esquema/contenido solo está dirigido –como piensa Duica– a las teorías epistemológicas ancladas a la noción de representación en sentido peligroso, o si la crítica es más amplia y cierra incluso la posibilidad a un realismo directo empirista. Solo en un momento del libro Duica parece contemplar de pasada esta posibilidad: "Si se pretendiera –dice– acudir a los hechos no interpretados del mundo como la evidencia sobre la cual basar el conocimiento (una especie de realismo directo), el dualismo esquema/contenido sería fundamentalmente incoherente" (59). Infortunadamente, Duica en ningún momento explica por qué en este caso habría una incoherencia. Pero si fuese así y el realismo directo empirista también se viera afectado por la crítica de Davidson al dualismo esquema/contenido, entonces el eje central de esta crítica no sería –como cree Duica– la noción de representación en sentido peligroso y sus consecuencias escépticas, sino que más bien la crítica sería que habría aquí un tipo inevitable de ininteligibilidad que se mantendría incluso si abandonamos esta noción de representación y optamos por el realismo directo empirista. Mi propia impresión es que en la filosofía de Davidson hay elementos que apuntan en esta segunda dirección y, en este sentido, a él le habría parecido insostenible el realismo directo empirista y lo habría visto atado todavía al dualismo esquema/contenido. Pero, al margen de esta impresión, el punto que quiero resaltar es que hay todo un espectro en la evaluación filosófica de la postura davidsoniana que Duica ha pasado por alto debido a su supuesto de que el empirismo está necesariamente comprometido con intermediarios epistémicos entre la mente y el mundo. En una palabra, si estoy en lo correcto, con su lectura Duica estaría dejando de lado una posible variedad de empirismo que lo llevaría a subestimar también el posible alcance de la crítica de Davidson. Y un examen acerca de la viabilidad filosófica del empirismo, así como de la cuestión de si Davidson está en lo correcto al pensar que el dualismo esquema/contenido es intrínseco a cualquier proyecto empirista, debe abordar a fondo este asunto.

III

¿Por qué Duica no contempla la posibilidad de un realismo directo empirista como el que he mencionado? Una razón –como hemos visto– es que él asume sin más que el empirismo no puede ser una forma de realismo directo. Pero, en mi opinión, hay también un motivo más subterráneo: Duica no toma en consideración la línea de pensamiento que he esbozado, porque su propia lectura de Davidson es cercana al realismo directo empirista. En este sentido, puede decirse que –al menos hasta cierto punto– hay en la interpretación de Duica una especie de empirismo inadvertido. Es más, creo también que Duica sufre del tipo de ansiedad típica del empirismo de la que nos quería sacudir Davidson, a saber, la ansiedad de pensar que la coherencia entre nuestras creencias es insuficiente para garantizar a nivel general su correspondencia con el mundo, incluso si se concede que hay una conexión semántica y causal entre tales creencias y dicho mundo. Así, a pesar de su profunda simpatía por el proyecto davidsoniano, me parece que Duica tiene el temor que tan brillantemente señala McDowell de que el coherentismo de Davidson deje a nuestras creencias girando en un vacío y sin fricción externa (McDowell 1994, conferencia i).

Lo que me lleva a este diagnóstico de la postura de Duica es en buena medida su uso de la expresión "evidencia distal" a lo largo del libro. Esta es una expresión que Duica nunca dilucida y que, por cierto, es ajena al propio Davidson. Pero ella esconde el tipo de empirismo inadvertido que he señalado y es sintomática de la ansiedad frente al coherentismo. El punto central es el siguiente: mientras que el lema básico de la propuesta coherentista de Davidson es que "nada puede contar como una razón para sostener una creencia excepto otra creencia" (Davidson 2001a 141), Duica, en varios momentos del libro, parece pensar que esto es insuficiente para la justificación epistémica y que se necesita además la evidencia distal y que el mundo tenga importe epistémico en la justificación de nuestras creencias. Veamos un par de citas ilustrativas:

Lo que revela el ejercicio exitoso de la comunicación entre agentes lingüísticos es que los objetos del mundo exterior cumplen un papel epistémico crucial para la atribución de creencias y significados sin la necesidad de ningún intermediario epistémico. (Duica 64, énfasis agregado)

El análisis del asentimiento inducido pasa a configurar la tesis de la triangulación, cuando Davidson, además de suscribir las relaciones causales entre el objeto y los sujetos, le confiere relevancia al objeto exterior (causa distal) como evidencia epistemológica. (Duica 105, énfasis agregado).

En estos pasajes queda claro que Duica considera que los objetos mismos del mundo tienen un rol epistémico como evidencia. Si a esto le agregamos que dichos objetos difícilmente podrán jugar este papel a menos que los percibamos y que, además, se han rechazado los intermediarios epistémicos, entonces el realismo directo empirista está simplemente a la vuelta de la esquina. Tan pronto sentimos –como Duica– la necesidad de que los objetos distales funjan como evidencia epistemológica, un empirismo de este tipo parece inevitable. Es difícil ver, sin embargo, cómo esta línea de reflexión es compatible con el dictum davidsoniano de que solo una creencia justifica otra creencia. Davidson se habría detenido antes: la única evidencia para una creencia es otra creencia en un sistema coherente de creencias. Pensar que los objetos distales constituyen evidencia es un error. En el fondo es un error similar al de quienes buscan un intermediario epistémico en las ideas lockeanas o los estímulos proximales quineanos, solo que ahora se apela a los objetos distales mismos. Duica, en cambio, necesita algo más. No parece bastarle que una creencia sea evidencia para otra creencia y que los sistemas de creencias por su propia naturaleza estén causalmente conectados con el mundo, sino que además necesita evidencia distal. Y aquí es donde se hace patente la ansiedad que he señalado. A Duica –como a los empiristas, y a diferencia de Davidson– le parece que una vez asegurada la coherencia de nuestras creencias, debemos todavía asegurar su correspondencia con el mundo. Su ansiedad se expresa claramente en los siguientes pasajes:

Superveniencia y coherencia requieren un contexto de relaciones y condiciones epistemológicas más complejo para dar cuenta de la posibilidad de conocimiento del mundo exterior, entendido como algo que requiere no solo conexión (que es una relación causal), sino correspondencia (que es una relación epistemológica). (Duica 178, véase también 183)

Y luego, resumiendo su análisis, Duica anota:

La tesis central que resumiría la propuesta afirma que los sistemas coherentes de creencias, considerados como totalidades de uso público, están conectados causalmente con el mundo debido a la naturaleza de las creencias y están validados intersubjetivamente por su coherencia y la evidencia distal. En esas condiciones, tales sistemas constituyen conocimiento del mundo exterior. (215; énfasis agregado)

Nótese que, según el primer pasaje, la posibilidad de conocimiento no se salda simplemente con la coherencia entre las creencias y el hecho de que estén causalmente conectadas con el mundo, sino que se requiere además "un contexto de relaciones y condiciones epistemológicas más complejo" que capture la correspondencia. De modo similar, en el segundo pasaje la validación epistémica de las creencias no está dada solamente por la coherencia, sino que se necesita también la evidencia distal intersubjetiva para que constituyan conocimiento.

Quizá podría pensarse que el diagnóstico que estoy sugiriendo le atribuye a la expresión "evidencia distal" una fuerte carga epistemológica que es ajena al planteamiento de Duica. En este orden de ideas, podría sugerirse que dicha expresión es solo un desliz terminológico que se subsana empleando en su lugar la expresión "estímulo distal", que tiene una connotación puramente causal y, de hecho, es usada por el propio Davidson. Sin embargo, el asunto no se reduce a un simple desliz en los términos. Los pasajes que he citado sugieren claramente que para Duica la expresión "evidencia distal" sí tiene una connotación epistemológica y no meramente causal. Además, existe una razón adicional para mi diagnóstico y es que –como veremos a continuación– parte de la comprensión que tiene Duica de la triangulación davidsoniana depende del tipo de ansiedad que he reseñado.

En la lectura de Duica, una de las funciones de la triangulación en el pensamiento de Davidson es la de validar epistémicamente nuestras creencias. En este sentido, Duica concibe buena parte de su análisis de la triangulación, en la última parte del libro, como dirigido a aportar el elemento epistemológico que ni el coherentismo ni el externalismo semántico davidsonianos proporcionan por sí mismos. Este elemento es justamente la garantía de correspondencia entre nuestros sistemas de creencias y el mundo, que él busca junto al empirista. Para Duica, esta garantía solo puede obtenerse a partir de la interacción comunicativa entre dos agentes lingüísticos en un contexto de triangulación. "La perspectiva de segunda persona –escribe– es el medio para la evaluación de las creencias de ambos sujetos" (257). Una de las razones por las que Duica cree que la triangulación cumple esta labor de validación epistémica radica en que él considera que un sujeto, desde su perspectiva de primera persona, no puede asegurarse de la correspondencia entre sus creencias y el mundo:

La pregunta es si un sujeto tiene cómo establecer la verdad de sus creencias desde la perspectiva de primera persona [...] La coherencia por sí misma no puede garantizar la verdad de las creencias para un sujeto en primera persona. (252)

Y, unas líneas más adelante, Duica explica:

En el contexto de esta perspectiva de primera persona, a pesar de que el sujeto puede ajustar la coherencia de sus creencias hasta lograr niveles que sean compatibles con acciones exitosas para la satisfacción de deseos, en tanto que no es posible resolver las dudas escépticas, tampoco es posible hablar en estricto sentido de conocimiento. (253, véase también 249)

Esta comprensión de la perspectiva de primera persona y de la triangulación como la llamada a cumplir la tarea de validación epistémica confirma mi diagnóstico anterior. El sujeto en primera persona cuenta con la coherencia de su sistema de creencias, pero no puede estar seguro de su correspondencia con el mundo y, por ende, tampoco puede superar las dudas escépticas. La triangulación, por su parte, es la llamada a llenar este vacío, gracias al tipo de relación epistémica que se establece en la interacción comunicativa de dos agentes lingüísticos frente a un objeto. Pero si es así, la comprensión que tiene Duica de la triangulación está atada al tipo de ansiedad en el que los sistemas coherentes de creencias aún necesitan una garantía epistémica adicional que asegure su correspondencia con el mundo y, de este modo, se evite el escepticismo y contemos con genuino conocimiento.

Ahora bien, esta interpretación de la triangulación es problemática por al menos dos razones. En primer lugar, al depender de la ansiedad empirista que permea la aproximación de Duica, dicha comprensión es ajena al espíritu de la epistemología de Davidson que justamente busca disolver dicha ansiedad. En este sentido, la triangulación no ha de tener una función de validación epistémica de sistemas de creencias, sino que más bien está dirigida a mostrar que la añoranza misma de esta validación descansa en una comprensión equivocada de la naturaleza de la creencia. La relevancia epistemológica de la triangulación es así más indirecta de lo que sugiere Duica. Tal como entiendo el asunto, en la filosofía de Davidson la triangulación permite poner de manifiesto los estrechos vínculos entre verdad, creencia y significado, de tal modo que allí se revela la naturaleza verídica de las creencias. Y una vez observamos que los sistemas coherentes de creencias por su propia naturaleza son verídicos, la ansiedad empirista y las dudas escépticas quedan fuera de lugar. Ahora no cabe la posibilidad de que un sistema de creencias pueda ser masivamente falso, y por ende tampoco tiene sentido buscar una garantía epistémica adicional de correspondencia con el mundo. El error del escéptico es entonces que, al pensar que nuestros sistemas de creencias pueden no corresponder con el mundo, está pasando por alto la naturaleza misma de la creencia y las condiciones que la hacen posible. En el libro de Duica ciertamente hay pasajes que apuntan hacia esta comprensión de la tesis de la triangulación, pero, dada la ansiedad que he reseñado, en varios momentos él también busca darle a esta tesis un rol en la validación epistémica de las creencias. Y esto último es lo que encuentro problemático.

La segunda razón está estrechamente vinculada con la anterior. Si lo que he sugerido es correcto, Duica estaría permitiendo que el escéptico llegue demasiado lejos. Esto se revela en su comprensión de la perspectiva de primera persona. Como hemos visto, él piensa que el sujeto en esta perspectiva no puede superar la duda escéptica, puesto que no puede comparar sus creencias con el mundo y la mera coherencia entre ellas no asegura su verdad.5 El problema es que si dejamos que el escéptico llegue hasta este punto, es difícil que la triangulación pueda detenerlo. Con la posibilidad abierta de una ruptura sistemática entre el mundo y las creencias, el acuerdo intersubjetivo no garantiza por sí mismo que las creencias de los agentes lingüísticos correspondan con el mundo, ya que bien puede ser que ambos agentes estén equivocados. Y el desacuerdo tampoco es un indicador fiable de que uno de ellos está en lo correcto y el otro no, pues es posible que ambos estén equivocados de modos distintos. La falsedad –a diferencia de la verdad– puede tener muchos rostros. Para desterrar estas posibilidades necesitamos una garantía externa a la triangulación de que al menos uno de los agentes está realmente en lo correcto. La triangulación no puede entonces cumplir la labor de validación epistémica que Duica le atribuye. Si ella ha de tener fuerza antiescéptica, ha de operar antes de que lleguemos a este punto. Es más, la búsqueda de una validación epistémica en el contexto de la triangulación presupone la idea de que llegamos al conocimiento del mundo a través del conocimiento de nuestra mente y el conocimiento de las otras mentes que logramos en la interacción lingüística. Pero esta es una imagen del conocimiento ajena a Davidson. Él señala que el conocimiento del mundo, el conocimiento de otras mentes y el autoconocimiento son irreductibles entre sí y están conectados de tal modo que no podemos obtener uno de ellos a partir de los otros dos. O los tenemos todos o no tenemos ninguno (cf. Davidson 2001c). Y este es justamente el segundo punto donde creo que la triangulación tiene relevancia epistemológica en la filosofía de Davidson. Ella no es de ayuda –como cree Duica– en la imposible tarea de validar nuestro conocimiento del mundo a partir de nuestro conocimiento de otras mentes y el autoconocimiento. Más bien, al mostrar que estos tres tipos de conocimiento se soportan mutuamente, la triangulación también pone de manifiesto que la primacía epistémica de uno de ellos sobre los otros que necesita el escéptico para plantear sus desafíos es una mera ilusión.


Notas

* Una versión previa de este texto fue presentada el 26 de noviembre de 2015 en una sesión dedicada al libro. Agradezco al profesor Duica y a todos los participantes por la interesante discusión que allí tuvo lugar.
1 Algo de esta distinción asoma en las páginas 227 y 228 del libro, pero para entonces ya es demasiado tarde y, en todo caso, la explicación allí no resulta lo suficientemente clara.
2 A la luz de la distinción que acabo de trazar, esta etiqueta es por supuesto equívoca. Existen múltiples teorías representacionalistas (en el sentido inofensivo de representación) de la percepción que son formas de realismo directo, a saber, todas aquellas en las que se rechazan los mediadores epistémicos y se sostiene que la percepción tiene contenido intencional o representacional.
3 Para una presentación muy panorámica de las distintas variedades de realismo directo en la actual filosofía de la percepción, véase Ávila (2015). Para una exposición más detallada, véase Fish (2010).
4 Duica sí aborda las críticas de McDowell a la forma como Davidson entiende el dualismo esquema/contenido y hace algunas sugerencias interesantes al respecto (cf. 42-ss. y 69-ss.); pero esta discusión resulta menos interesante que el debate entre ambos filósofos en torno al empirismo.
5 De hecho, cabe preguntarse si con esta comprensión de la perspectiva de primera persona Duica no está incurriendo también en alguna versión del dualismo esquema/contenido.


Bilbiografía

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