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vol.65 issue162Sánchez, Liliana Carolina. Traditio animae: la recepción aristotélica de las teorías presocráticas del alma. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2016. 348 ppHernández Betancur, Juan Pablo. "Racionalidad y acción no reflexiva. El debate Dreyfus-McDowell." Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía [Ciudad de México, UNAM], 47.140 (2015): 43-63 author indexsubject indexarticles search
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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.65 no.162 Bogotá Sep./Dec. 2016

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n162.59712 

http://dx.doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n162.59712

Giusti, Miguel. Disfraces y extravíos. Sobre el descuido del alma. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2016. 248 pp.

"El alma –dice Miguel Giusti al comenzar su libro– fue una bella y efímera fantasía griega que representaba la vida. Tras el persistente descuido al que ella está hoy soterradamente –es decir, disfrazadamente– expuesta, sin embargo son aparentes algunos pocos y tímidos destellos" (11-12). Con esto último se refiere el autor a aquello que, acaso, podría llegar a proteger el alma de la indefensión en la que la deja estar disfrazadamente expuesta.

Quien lee Disfraces y extravíos se ve a sí mismo movido, como la masa que es sostenida por el hilo de un péndulo, entre una y otra de las formas de descuido, entre uno y otro de los destellos. El hilo de ese péndulo es la afortunada forma de escritura escogida por Giusti para llevar a sus lectores de uno a otro de los extremos del arco, es decir, para situarlo en el movimiento pendular que es su libro.

Antes de decir algo acerca del al arco mismo –y para continuar con las metáforas–, quisiera referirme a la forma como está escrito Disfraces y extravíos; es decir, al hilo del péndulo. Gracias a este, Giusti convierte a sus lectores en verdaderos testigos no solo del descuido del alma, de los disfraces y de los extravíos detrás de los cuales ese descuido se oculta, sino, también, de los destellos que asoman esporádicamente entre las sombras. Quisiera, para empezar, explicar por qué razón creo que el hilo de este péndulo al que me refiero es ya uno de esos destellos.

En su libro, Introducción a la ética, Bernard Williams dice: "La filosofía moral contemporánea ha encontrado una original manera de ser aburrida, ella consiste en no discutir, en absoluto, las cuestiones morales" (XVII). Con esta afirmación no quiere Williams referirse directamente a los asuntos que la filosofía moral contemporánea prefiere dejar de lado, aun cuando su importancia sea ostensible. La afirmación hace pensar, más bien, en la intrincada y tediosa manera de hablar que muchos de los más conocidos filósofos morales han escogido, justamente para no decir lo que hay para decir y, por lo tanto, para no ver lo que está ahí para ser visto. El problema radica no solamente en el hecho de que aquello que está ahí para ser visto lo está de un modo que no verlo resulta escandaloso. El problema, además, es que la lista de esos asuntos es interminable (cf. Giusti 11).

En cierta ocasión, alguno de aquellos que, como dice Giusti en su libro, consiguen hacer del vino un buen remedio (pharmakon) (178-180), contaba que, entre quienes tuvieron la fortuna de conocerlo, Williams usaba con frecuencia el término "filosofía de trinchera". Con este término, por lo que entiendo, designaba Williams justamente el modo aburrido del que, con frecuencia, se valen muchos autores en filosofía moral –y en otras áreas– para hacer del oficio poco más que un hábil artilugio, un disfraz detrás del que se esconde una peligrosa frivolidad. El sentido de lo frívolo se puede aclarar con las siguientes palabras de Williams: "el deseo de reducir al mínimo [la posibilidad de que su] compromiso moral sea visible" (XVIII). La disposición de quien, de esta forma intrincada y tediosa, puede ser comparado con la actitud, a la vez amenazante y temerosa, del soldado artillero. Como el soldado, el filósofo de trinchera actúa creyendo que aquello que se pone en juego, mientras se esconde detrás de su forma de expresarse, es nada menos que su propia vida. Bajo estas condiciones, las acciones del experto en trinchera se reducen y se concentran en cargar y recargar su arma compulsivamente, con el propósito de ponerla, una y otra vez, en condiciones de disparar a todo lo que se mueva. La diferencia entre el soldado y el filósofo es evidente. Mientras que la creencia del soldado que está detrás de la trinchera es, con todo, una creencia bien fundada, la del filósofo no lo es. Y, sin embargo, el aburrido estilo de este último busca hacernos creer que con su forma de hablar no solo está en juego su vida, sino también la nuestra. Tengo la impresión de que es justamente esta suerte de "trincherismo filosófico" el que, en tantas y penosas ocasiones, convierte a grupos numerosos de filósofos inteligentes poco más que en los colaboradores de esa suerte de "entorno corporativo", al que alude Giusti en el primero de sus ensayos (19).

Los entornos desde los cuales hacemos hoy filosofía han pasado de ser ligeros y lúcidos, a ser laberínticos y burocratizados. Como bien se sabe, la burocracia es una forma de gobierno que se caracteriza por ser el gobierno de nadie. Y los laberintos burocratizados son, por su parte, los que ya desde hace varios años vienen proponiendo el destierro contra quienes hablan en primera persona, desde algún lugar reconocible.

El hilo del péndulo –el estilo– con el que Giusti lleva a sus lectores de un lado al otro, entre destellos, disfraces y extravíos, es no solamente una buena manera de darnos a entender que aquello que a él mismo le importa, importa verdaderamente. Es también el vestigio del lugar y del tiempo desde donde alguien, con sus cinco sentidos bien despiertos, ve, oye y siente lo que hay para ver, para oír y para sentir.

El peso que pende de este hilo del que hablo se mueve ligero entre uno y otro de los lugares a los que nos quiere llevar Giusti, desde su propio lugar y sin disfraz. Uno de los ensayos, "Fracaso de la filosofía como disciplina", deja ver de qué modo resulta tan costoso encontrarse uno mismo en aquello a lo que puede estar dedicando su vida. Me veo obligada a hacer manifiesta mi gratitud por la manera como, con su libro, Giusti ha conseguido mostrarnos que ese mismo –el de la primera persona del singular– debería ser el lugar para la filosofía en general. Quizá por el costoso camino que esta afirmación sugiere, y dado el ejemplo que el libro nos da, otros vayamos abriendo los ojos al destello: consiguiendo, con trabajo, que sea la filosofía misma, y no otra cosa distinta de ella, la que decida su propio dominio.

Quien, entonces, se disponga para abrir los ojos sabrá ver que desde el lugar de la filosofía sí que son visibles otros lugares, cuidadosamente proscritos por el trincherismo filosófico: París, 7 de enero del 2015; Nueva York, 11 de septiembre del 2001; los Andes Peruanos, a comienzos de este siglo; la Atenas de Sócrates; así como el ancho mundo de Alexander von Humboldt a comienzos del siglo XIX.

A través de algunos de los 18 ensayos que constituyen el libro, y de la mano de Aristóteles, pero también, y sobre todo, de la de Hegel, nos lleva Giusti a pensar en serio sobre el sentido que, si se les mira bien, habrían de tener algunos de los conceptos centrales de la filosofía moral y política actuales: el de pluralismo, el de libertad, el de reconocimiento y el de tolerancia. Bien visto, como afirma Giusti, el pluralismo no es otra cosa que un concepto que se pretende ver como un hecho. Bien vista, la libertad no puede ser entendida, sin más, como ausencia de coerción. Bien visto, el concepto de reconocimiento no debe ser diluido en el curso de la presencia fantasmagórica de Kant, oculta tras "los giros hegelianizantes" (137) à la Honneth.

En algunos de los ensayos que contiene el libro, su autor no se refiere directamente a estos tres conceptos. Y, sin embargo –al menos al lector puede llegar a parecerle así–, ellos están, por decirlo de algún modo, en el transfundo. Con el "trasfondo" aludo al hecho de que esos mismos conceptos aparecen en su forma de hablar acerca de Alexander von Humboldt y de Alonso Cueto; en su disposición para entender de qué modo el mundo puede llegar a ser "verdaderamente descubierto" (188), tanto por aquel que, cargado de instrumentos de medición, atraviesa las montañas, los ríos y las selvas, como por aquel que, leyendo, llega "verdaderamente" hasta la blancura de una ballena.

Los conceptos de pluralismo, reconocimiento y libertad, desde ese trasfondo, aparecen también en la interesada disposición de Giuisti por dar sentido al lugar que Víctor Krebs propone para lo ético en lo estético. Algo análogo a esto sucede en el homenaje que se hace en el libro a Eduardo Rabossi. Quien, habituado a precisar las particularidades de una situación con el propósito de darse a responder por lo que esta exige, será también el mismo que pueda hablar de aquellos que son sus amigos como lo hace Giusti. Él será, con todo, el mismo que no se dejará convencer por los lugares comunes, y por la estridencia con la que se suelen invocar el pluralismo, la libertad y el reconocimiento.

Hay un aspecto de Disfraces y extravíos que está presente en algunos de los ensayos, y que, a mi modo de ver, es persistente. Esta persistencia se resolvió, al menos para mí, en una suerte de emplazamiento. El emplazamiento es explícito en el primero de los ensayos, y si no lo es en los demás, a mi modo de ver, sí está sugerido al menos en la mayoría de ellos. En la introducción, como hemos visto, dice Giusti: "el alma es una alegoría de la vida" (11). Y más adelante, en el segundo de los ensayos, señala:

[L]a aceleración y el rumbo inesperado que tomaron los acontecimientos históricos de las últimas décadas han hecho enmudecer, o al menos han silenciado parcialmente, los relatos conceptuales que nos servían de referencia. El mundo no cambió de acuerdo a nuestras previsiones teóricas, y nuestras categorías no logran dar cuenta de los cambios, ni, menos aún, prever su desenvolvimiento. (28)

Si nuestras previsiones teóricas y nuestras categorías vienen perdiendo de vista al mundo, quizás se deba ello, como creo que se sugiere en el libro, no solamente a la forma atrincherada de ver la realidad, propia del desempeño actual de muchos filósofos morales, sino también a las razones que explican el rumbo mismo que han venido tomando los acontecimientos a los que se refiere la cita. Quiero sugerir con esto que no solamente quienes dedicamos nuestra vida a la filosofía hemos perdido de vista aquello que hacemos. Todas y cada una de las formas de burocracia son expresiones del hecho de no saber concebir ya, para cada cosa que se hace, una unidad entre lo que se hace, es decir, lo que se produce, lo que se imagina para eso que se hace y lo que se siente mientras se dispone uno para llevar a cabo el producto hasta terminarlo. En términos aristotélicos, esto significa que nuestro modo de producir cosas es poco más que compulsivo; y significa también que, por el camino de la compulsión, perdemos de vista no solo el éidos, sino también el telos de eso que hacemos (Anders 256).

Como Prometeo, estamos, si se quiere, desbordados por lo que hacemos (Anders 256-259). Eso que hacemos, si bien es verdad que requiere de nuestra diligencia, también requiere de nuestra imaginación y de nuestros sentimientos; requiere, en términos de Giusti, de nuestra capacidad para mirar hacia atrás y para escuchar (cf.54).

"El alma es una alegoría de la vida", dice Giusti. Quisiera entender el sentido de esta afirmación de la siguiente manera: el alma se actualiza no solamente en nuestra capacidad para producir cosas, sino en nuestra capacidad para imaginar y para sentir cosas acerca de lo producido. Bien podemos vivir haciendo más y más. Sin embrago, como sabemos, resulta muy costoso hacer más y más, si aquello que hacemos desborda lo que es posible imaginar y lo que se puede sentir. Después de todo, no es otra cosa que la compulsión la que nos conduce, disfrazados, al extravío del mundo y sus sentidos.


Bibliografía

Anders, G. La obsolescencia del hombre. Vol. I. Sobre el alma en la época de la revolución industrial. Valencia: Pretextos, 2010.         [ Links ]

Williams, B. Morality: An Introduction to Ethics. Cambridge: Cambridge University Press, 2000.         [ Links ]

Angela Uribe Botero
Universidad Nacional de Colombi,a Bogotá - Colombia
auribeb@unal.edu.co

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