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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.65 no.162 Bogotá sep./dic. 2016

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n162.59714 

http://dx.doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n162.59714

Respuesta al comentario de Carolina Sánchez. "Notas sobre la promesa en el pensamiento de Friedrich Nietzsche y Hannah Arendt." Ideas y Valores 65.160 (2016): 279-283.

La indagación conceptual sobre la promesa en dos grandes intelectuales, como Nietzsche y Arendt, pone en movimiento una serie de interrogantes sugestivos para el pensamiento contemporáneo. Esto, no solo en cuanto exploración endógena que se dirige en particular al estudio de la obra de los escritores de marras, sino más bien como puntapié de reflexiones que abren una serie de digresiones teóricas más amplias. Así, su pertinencia no se fundamentaría en una utilidad procedimental, cuyo contenido vendría a responder a la capciosa pregunta –ya impugnada por Deleuze (2008)– "¿para qué sirve?", sino en una intervención atenta a apuntalar un pensamiento crítico. Esta última tarea implica no rechazar fricciones por antonomasia, puesto que una inclinación tal redundaría sin dificultades en el ejercicio, muchas veces poco fecundo, de conferir clausuras. De modo que la práctica teórica en que aquí nos inscribimos se aboca más bien a discutir entrecruzamientos habitados por tensiones, sin pretender una resolución final para ellas. Habiendo ya transitado este tema con anterioridad (cf. Svampa 2014), y tras anoticiarme de comentarios que surgieron al respecto (cf. Sánchez 2016), quisiera retomar algunos de los aspectos que habitan este terreno, entendiéndolo como un campo controversial (cf. Nudler 2009). Dicho esto, me concentraré en lo sucesivo en tres (re)focalizaciones que se desprenden del tema que aquí nos ocupa: la disponibilidad de la historia, la condición del hombre moderno y la caracterización de las tensiones que involucra una promesa hipotética.

Respecto del primer eje, cabe señalar que la limitada disponibilidad de la historia tiene consecuencias específicas para pensar la acción y, por ende, también la política. Tanto por Nietzsche como Arendt, sabemos que conocer la totalidad del proceso histórico implicaría la eventualidad de acceder a una objetividad que no le es dada al ser humano. Quien se arrogue el privilegio de poder leer íntegramente toda dimensión temporal, es quien sufre la vana ilusión del Nachkommen (epígono), y pretende desde esa posición juzgar la historia de la humanidad (cf. Nietzsche 108). Esto equivale a decir que tanto dirigiéndonos hacia el pasado como hacia el presente y el futuro, nunca nos será posible acceder a una plenitud de los sucesos históricos, ni sus posibles interpretaciones y resignificaciones. De ello se sigue que, incluso el relato en el que los sujetos fundan su identidad, estará siempre truncado y que, en todo caso, la respuesta a la pregunta por quiénes somos no podrá sino estar habitada por una cierta imposibilidad. Mas, en lugar de pensar este presupuesto como una falta, conviene interpretar su fuerza. Al mismo tiempo, al asumir un escenario en el que, según la descripción de la condición humana de Arendt, no tenemos autores de acciones, sino actores que participan en un entramado en el que confluyen múltiples constelaciones que formadas por las consecuencias de las acciones, la soberanía individual se ve sin duda lesionada. La autonomización y el carácter procesual de la acción señalan la contingencia de una eventual separación entre las intenciones del agente y los resultados de la acción, que de cierta forma se independizan de él. De modo que nuestra restringida participación en los infinitos procesos de representación y lectura de los efectos de nuestras acciones, opera de modo tal que nos despoja de la posibilidad de tener completa seguridad de su devenir.

En segundo lugar, recordemos aquí muy sucintamente que Arendt ubica en la vida de la polis la posibilidad de intercambios discursivos en el foro público, regidos por la igualdad, pero, a su vez, fundamentados por el encuentro de lo diferente. Se trata de un estrato en el que se produce un nuevo nacimiento cada vez que el hombre aparece: es allí donde le es dado lo milagroso, lo inesperado y los nuevos comienzos como productos de la acción. Esta esfera convive con –o más bien es posible gracias a– la vida en el oikos de los hombres, donde estos atienden sus necesidades más elementales. Sin embargo, en la contemporaneidad la situación es otra: el desvanecimiento de las fronteras entre lo público y lo privado es un síntoma de la emergencia de lo social. Así, la Modernidad trae consigo un apaciguamiento de la novedad, lo que es lo mismo que decir, de la acción. El nuevo contexto reemplaza esta última por la conducta, ya que solo puede hacer lugar a lo calculable, a lo que se puede medir y, por ende, prever. En este punto no es difícil notar, por un lado, una afinidad con las condiciones que le corresponden al Herdermensch (hombre gregario), cuyas potencialidades creativas están harto limitadas; y, por otro lado, lo anterior nos pone en el aprieto de pensar que eventuales cambios en las formaciones culturales pueden derivar en la modificación de algo que se muestra como una condición casi permanente de lo humano (cf. Arendt 15).

Esto nos lleva de inmediato a nuestro tercer asunto para pensar la promesa: su carácter hipotético. Que la promesa sea hipotética implica que está condicionada, esto es, que no es categórica. Vale la pena aclarar que esta es una propiedad a la que Nietzsche apela en un texto distinto de aquel en que menciona das Gedächtnis des Willens (la memoria de la voluntad), a saber, Menschliches, Allzumenschliches. De cualquier modo, sin esta particularidad, cada vez que pronunciáramos una promesa estaríamos atados a hipotecar nuestra vida sin la alternativa de dejarnos afectar por ningún evento ulterior. Equivaldría a postular un sujeto inamovible, es decir, dado una vez y por siempre. En este sentido, sería por lo menos dudoso afirmar que a Nietzsche le interesa "romper promesas"; parece, en cambio, más oportuno retener el hecho de que plantea esa potencialidad como un presupuesto de la promesa misma. Lo anterior no significa que la vida en una comunidad esté condenada a la destrucción de todo tipo de confianza, ni al olvido absoluto de los contratos mutuos. De hecho, la postulación extrema de un olvido del olvido –con el que Nietzsche describe la condición del animal– obtura otras perspectivas que ofrecen, por ejemplo, situaciones en las que hay una cierta permanencia de un determinado acontecimiento, pero de formas menos ostensibles. De hecho, no es posible romper una promesa sin antes recordarla. Después de todo, si una promesa no se pudiera incumplir, ¿no estaríamos condenados a la muerte de la acción, entendida en términos arendtianos? La promesa, como facultad de la acción, se hace presente inesperadamente, lo mismo que el perdón. Se trata de dos enunciados performativos a los que les corresponde por definición ser intempestivos. Y es que justamente ese carácter no se deriva de la calculabilidad del rango de acción de los hombres; proyecta, por el contrario, la inagotable pregunta de quién será mañana quien hoy hizo una promesa. De modo que aquel que promete se convierte en deudor de algo que aún no goza, ni sabe concretamente si lo hará. Una promesa hipotética nos permite tomar ese riesgo, aun cuando no sabemos con certeza cuáles serán las condiciones que nos rodearán, ni cómo nos afectarán. Pero si ese aventurarse no contempla saberse a sí mismo frágil, poder fallar y ser al mismo tiempo capaz de pedir perdón, entonces habría que repensar el sentido del acto realizativo en cuestión. Si la promesa es una de las facultades de la acción (cf. Arendt 262), pero luego se la define no solo como incapaz de dar lugar a posibles peripecias, sino, además, de modo que garantice un acontecimiento de forma inamovible, entonces tenemos, cuando menos, una paradoja.

Hacerse cargo de la limitada disponibilidad de la historia, ser conscientes de las posibilidades que nos ofrece el contexto contemporáneo y darle un peso específico no tanto a lo que ya conocemos en el momento en que formulamos una promesa, sino a lo que no conocemos sobre nuestro entorno y nosotros mismos, son acaso algunas de las vías más controvertidas y no por ello menos prolíficas para seguir indagando este tema.


Bibliografía

Arendt, H. La condición humana. Paidós: Buenos Aires, 2008.         [ Links ]

Deleuze, G. Nietzsche y la filosofía. Barcelona: Anagrama, 2008.         [ Links ]

Nietzsche, F. Sobre la utilidad y perjuicio de la historia para la vida. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003.         [ Links ]

Nudler, O. Espacios controversiales. Hacia un modelo de cambio filosófico y científico. Buenos Aires: Miño y Dávila, 2009.         [ Links ]

Svampa, L. "Notas sobre la promesa en el pensamiento de Friedrich Nietzsche y Hannah Arendt." Tópicos. Revista de Filosofía 46 (2014): 75-93.         [ Links ]

M. Lucila Svampa
Universidad de Buenos Aires / CONICET Buenos Aires - Argentina
lucilasvampa@gmail.com

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