SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.65 suppl.2Divine duel. Freedom of conscience and religious toleranceAnxiety: a human path to the divine author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.65  supl.2 Bogotá Dec. 2016

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n2supl.59534 

Artículos

Los pecados del ateísmo

The sins of atheism

Juan Francisco Manrique* 

* Corporación Universitaria Minuto de Dios - Bogotá - Colombia. juan.manrique@uniminuto.edu, friedrichvonhansenberg@gmail.com


Resumen

Como aporte a un diálogo fructífero, se estudian algunos "pecados" de los ateos positivistas y liberales o socialistas, que identifican la creencia religiosa con la derecha política. Tales "pecados" son fruto de una manifiesta ignorancia sobre la cuestión religiosa. Se muestra la superioridad del ateísmo de F. Nietzsche, quien comprendió que la religión tiene su fundamento en la moral.

Palabras clave: F. Nietzsche; ateísmo; religión

Abstract

Aiming to contribute to a fruitful dialogue, the article studies some of the "sins" of positivist and liberal or socialist atheists, who identify religious beliefs with the political right. Those "sins" are the result of clear ignorance regarding the question of religion. The study illustrates the superiority of the atheism of F. Nietzsche, who understood that religion is grounded in morality.

Keywords: F. Nietzsche; atheism; religion

Introducción

Quisiera comenzar esta disertación con una anécdota que puede ser significativa para el tema que nos convoca. Un colega filósofo tuvo la oportunidad de participar como asistente en un congreso sobre religión organizado por la Pontificia Universidad Javeriana hace ya un par de años atrás. Al preguntarle qué temas se trataron en el congreso, me mencionó muchos conceptos religiosos de distintos credos: antiguos y modernos, institucionales y personales, espiritualidad no religiosa, etc. No obstante, me sorprendió que en dicho congreso no se dedicó ni una sola ponencia al tema del ateísmo, lo que causó que, instintivamente, saliera de mi boca la siguiente consideración: "un congreso de religión donde el tema del ateísmo está ausente es como un congreso de física donde no se habla de antimateria".

Quizás este texto sea una forma de paliar el mencionado problema poniendo al ateísmo como tema en un suplemento sobre filosofía de la religión. Si bien no considero que el ateísmo sea una religión ni nada por el estilo, es precisamente por ser una postura contra la religión que tiene relevancia en el debate sobre los temas religiosos.

Consideraciones previas: religiosos frente a ateos

El tema de lo religioso divide a la sociedad no solo necesariamente entre creyentes y no creyentes, sino que en ocasiones las diferencias entre personas que no comparten credos, o que no tienen iguales interpretaciones del mismo libro sagrado, parecen más enconadas que las de los mismos ateos contra los creyentes. No obstante, con respecto al tema que trataré en este escrito, solo voy a interesarme por la relación entre ateos y creyentes, y del gran número de personas creyentes, me ocuparé solo de los que dicen ser fieles a la Iglesia católica romana. Esto lo hago por dos cuestiones: la primera, porque es una institución antigua, mundialmente conocida y porque su influjo en Occidente ha sido muy grande, razón por la cual creo que facilita exponer el tema. La segunda, porque es la religión de la que más tengo conocimiento y, por tanto, de la que considero que puedo hablar académicamente. Al tiempo, personalmente he sido parte de ambos bandos, lo que creo que es una ventaja para abordar este tema.1

Ahora bien, la relación entre católicos y ateos no ha sido la mejor, incluso en la época contemporánea. Hay muchos problemas en el diálogo, especialmente un desprecio mutuo que hace que la cuestión termine en una conversación de sordos. Creo que además de este desprecio, hay por lo menos dos errores previos cometidos por los ateos a la hora de entablar una discusión sobre el tema religioso con personas creyentes:2 el primero es pensar que el creyente es la persona más idónea para hablar de religión, y el segundo es el frecuente desconocimiento, por parte del ateo, del tema del que dice estar en contra. Hablaré de ambos errores y los relacionaré entre sí.

El creyente y la religión

El ateo considera que el creyente es la persona más idónea para hablar de religión porque pertenece a un credo determinado. Por eso, cuando el tema es debatido, se busca a un creyente para entablar discusión, y no pocas veces la persona religiosa termina puesta en ridículo por los argumentos del ateo. A pesar de ello, el ateo no se da cuenta de que su victoria es falsa, porque no pocas veces el creyente sigue siendo creyente después de ser argumentativamente derrotado. Para el ateo, no hay nada más irracional. ¿Cómo es posible que el creyente siga siendo creyente luego de que una discusión racional demostró que su creencia pertenecía al mundo de la fantasía? Aquí yace la ignorancia del ateo frente a la naturaleza de la creencia religiosa, que, según creo, se puede explicar por medio de dos enfoques.

Primeramente, el creyente no accedió racionalmente a su creencia, razón por la cual esta no puede ser destruida racionalmente. El apóstol san Pablo sostuvo que la fe viene por la predicación (cf Gal. 3.2), y esta ciertamente no es la exposición de una serie de argumentos deductivos o inductivos que sostienen un grupo determinado de proposiciones. La predicación es la exposición de una enseñanza moral o espiritual explícita o a través de narraciones, como las parábolas. El creyente sencillamente se identifica o no con ellas, lo que hace que continúe o no escuchando la predicación y ponga o no en práctica tales enseñanzas. Al tiempo, esta identificación con la predicación no es voluntaria. No solo la predicación de tales enseñanzas ha comenzado en el creyente, en muchos casos, desde su niñez, lo que hace que ellas sean parte constitutiva de su ser persona, sino que hay individuos que tienen episodios de lo que se llama "conversión", de la cual podríamos decir, siguiendo lo antedicho, que es la identificación con la predicación en un momento dado. De ese modo, podemos decir que el creyente no es dueño de su creencia, ni de la manera en que esta llegó a su vida; es decir, la creencia religiosa es algo que al creyente "le acontece", no algo que decide libremente creer.

En consecuencia, el creyente no sería la persona más idónea para hablar de temas religiosos; por el contrario, sería como si una mujer embarazada, sin conocimientos en obstetricia, fuera la persona más idónea para hablar científicamente de cómo crece el embrión en su vientre; lo máximo que ella podría decirnos es su experiencia subjetiva de ese embarazo. Así mismo, es claro que cuando un ateo pregunta y cuestiona a un creyente en temas de religión no le está preguntando por su experiencia subjetiva al respecto.

En relación con este tema, habría que recordar el fracaso rotundo de las pruebas filosóficas de la existencia de Dios. No me refiero a su fracaso en términos lógicos, sino al resultado adverso de su propósito de fomentar la creencia religiosa en personas no creyentes, que era su fin inicial.

La ignorancia del ateo

Fue muy cuestionada una postura que tuvo la Iglesia católica sobre las críticas hacia la religión que ella profesa, pues sostuvo que solo aceptaría críticas que vinieran "desde dentro" de la Iglesia. A pesar de cómo pueda sonar este planteamiento en los oídos de los ateos, creo que la Iglesia tiene razón al sostenerlo y trataré de mostrar por qué.

Considero que la Iglesia no acepta las críticas desde fuera sencillamente porque reconoce que solo quien está dentro, es decir, el creyente, comprende una serie asuntos que el no creyente no entiende. Es decir, hay que tener un conocimiento específico para criticar la religión, de lo contrario, la crítica se convierte en infundada o en mero prejuicio nacido de la ignorancia, del mismo modo que los profesionales de la medicina no podrían aceptar críticas sobre un procedimiento quirúrgico que provengan de personas que ignoren la materia -por ejemplo, de un profesional del derecho o de un artista plástico-.

Estoy convencido de que no se ha hecho el suficiente énfasis en la ignorancia de los ateos en temas religiosos, con lo cual quedan como contradictores de algo que en el fondo no comprenden. Sorprende cómo muchos filósofos ateos refinan y pulen cuidadosamente, con la habilidad de un artesano, muchos conceptos para que sean empleados de forma precisa en diferentes temas y contextos, y para que su uso en diversos argumentos sea el más adecuado posible. Pero cuando el tema a tratar es la religión, tales pensadores dejan de lado su meticulosidad y acuden a los prejuicios tradicionales. Desde este punto de vista, el ateísmo sostenido por personas que fueron creyentes en algún momento de sus vidas es más informado que el de los ateos que nunca lo fueron, de modo que están menos propensos al cliché a la hora de hacer críticas y con ellos el diálogo puede ser más fructífero.

Yo creo que el debate de argumentos debe darse de la mejor forma posible, y uno de los factores que ocasionan que el ateísmo no se tome en serio es esta ignorancia. Por eso el ateísmo ha fracasado de forma tan rotunda, y por esta razón los ateos, a pesar de sus libros, sus asociaciones, sus partidos políticos y la divulgación de sus ideas a través de diversos medios de comunicación, como la literatura, el cine o las columnas de periódico, siguen viendo cómo las grandes religiones del mundo prosperan y el número de creyentes no deja de aumentar, incluso después de la Revolución francesa y de la era industrial. Eso implica que hay un problema en el interior mismo del ateísmo, que no le permite tener el éxito que busca.

Primer pecado: el positivismo

Es claro que así como hay diversidad de credos y posturas religiosas, también se es ateo de muchas formas. Una postura típica de un grupo considerable de ateos mana del positivismo, que podemos definir como un discurso filosófico que surge del método científico. Esta postura tuvo su auge en el siglo xix, pero sus supuestos ya habían sido establecidos dos siglos antes, y los podemos encontrar en el empirismo británico y la ilustración francesa, entre otras corrientes. Debido a todo el conocimiento que nos ha otorgado el método científico, se ha concebido que solo este debiera ser la instancia última de todo aquello que pueda tener el nombre de ciencia o conocimiento en sentido estricto. Es aquí donde el positivismo encuentra su nicho. Quisiera mencionar una cita del más eminente de los empiristas británicos, David Hume, para mostrar cómo se ha entendido este positivismo desde entonces:

Si tomáramos cualquier volumen de teología o de metafísica escolástica, por ejemplo, y nos preguntáramos ¿contiene algún raciocinio abstracto acerca del número o la cantidad? No. ¿Contiene algún razonamiento experiencial acerca de cuestiones de hecho y de existencia? No. Consúmanlo entonces las llamas, pues solo contiene sofismas e ilusión. (211)

Hume nos muestra que para que un conocimiento sea fiable debe ser matemático o empírico, es decir, hoy diríamos que debe estar basado en la experiencia fáctica o en la demostración lógico-matemática. De ese modo, el argumento central de todo ateísmo basado en el método científico puede diagramarse de la siguiente manera:

  1. Todo conocimiento se basa o bien en la experiencia fáctica, o bien en la demostración lógico-matemática (método científico).

  2. Los postulados de la religión (como la existencia de Dios) no pueden ser verificados por experiencia fáctica o demostración lógico-matemática.

  3. El carácter epistemológico de la religión es el de una pseudociencia (de acuerdo con Hume, sofismas e ilusión).

Así, el positivista cree que las religiones están al nivel de los cuentos de hadas, la mitología, la alquimia o la astrología, y los más condescendientes con ella le dan el estatus de un saber propio de la infancia de la humanidad, que claramente debe desecharse una vez que tenemos en nuestras manos las herramientas del método científico para proveernos de conocimiento sobre la realidad (cf Comte 27).

No obstante, como se ha dicho, después de todos los avances en ciencia y tecnología, no parece haber una disminución considerable de creyentes en las religiones; al contrario, su número aumenta cada día. La respuesta del positivista ante este interrogante es que a la ciencia le falta divulgación y quizá tener mayor número de defensores en los órganos de gobierno que están a cargo de la educación de las personas. Cuando la divulgación y la representación gubernamental están a su favor, le adjudican su fracaso a que el hombre común es un tanto crédulo y, en el peor de los casos, este es calificado como un completo estúpido. Sin embargo, considero que el argumento arriba presentado es controvertible, y eso será lo que trataré de probar aquí.

La segunda premisa parece ser fiable, y considero que debe aceptarse como verdadera, pues no considero que los postulados de la religión puedan probarse según el método científico, de lo contrario no hablaríamos de creencia en Dios sino de certeza y saber sobre Dios, lo cual no es el caso.

Pero es la primera premisa la que considero problemática, pues habría que preguntarse por qué solo se aceptan las experiencias fácticas y las demostraciones lógico-matemáticas como sustrato último del conocimiento. La máxima ventaja de estas dos fuentes de saber es su capacidad de réplica y comunicabilidad, es decir, un experimento puede ser repetido tantas veces se necesite (y, en principio, por quien lo necesite), y una demostración puede ser elaborada y verificada por quien comprenda los términos y las reglas de que ella se sirve. Al tiempo, los resultados y el procedimiento mismo por el que se llegó a ese conocimiento son comunicables a otros. Es decir, la réplica y la comunicabilidad son condiciones para la verificación de algún conocimiento. Si nos dicen que "Júpiter tiene lunas", basta con tomar un telescopio y verificarlo; lo mismo sucede cuando nos dicen que "el número 2 es el único número par que es primo". Es claro que los postulados de la religión no se pueden verificar por experiencia fáctica o demostración formal,3 sin embargo, ello no significa que no se puedan verificar "sin más". Eso es lo que trataré de probar a continuación.

A pesar de que existe una rama de la arqueología que se denomina "bíblica", porque se interesa en los lugares arqueológicos narrados en las historias de la Biblia, descarto de momento esta ciencia como método para verificar postulados de la religión. Considero que lo importante de la religión son los postulados de carácter moral que trae consigo, más que el lugar o incluso la existencia histórica de quienes emitieron tales postulados. Lo digo porque un creyente puede serlo sin saber cosas como dónde queda Jerusalén en un mapa o sin ser capaz de enumerar las doce tribus de Israel, lo que quiere decir que la creencia religiosa no se agota en "conocimientos bíblicos", que serían más propios de un teólogo.

Considero que hay una especie de "método de verificación" de los postulados religiosos, solo que su naturaleza es tan extraña a la del método científico que para los positivistas es inaceptable, mas no por ello es absurdo. Hay una historia bíblica que puede ser de utilidad aquí, que tiene que ver con el profeta Eliseo y el jefe del ejército de Siria (Aram en la Biblia), llamado Naamán. Los reyes de Siria e Israel intercambian cartas porque el militar sirio Naamán sufre de lepra, y es sabido en la región que los profetas en Israel son capaces de invocar a su Dios para curar enfermedades. Así, el rey de Israel responde al monarca sirio que envíe a su siervo Naamán con Eliseo, discípulo de Elías y reconocido profeta en Israel. La cita comienza con la llegada de Naamán a la casa del profeta:

Naamán llegó con sus caballos y carros y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Este envió un mensajero a decirle: "Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne te renacerá y quedarás limpio". Naamán se puso furioso y se marchó diciendo: "Yo me había dicho: ¡saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra! El Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? ¡Podía bañarme en ellos y quedar limpio!" Se dio la vuelta y se marchó furioso. Sus servidores se le acercaron y le dijeron: "padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil, ¿no la habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: lávate y quedarás limpio!". Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Su carne volvió a ser como la de un niño pequeño, y quedó limpio. Él y toda su comitiva volvieron ante el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él y exclamó:

"ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel". (2 Re. 5.9-15a)

La cuestión central de esta historia es que Naamán recibe un precepto que para él es contraintuitivo. El militar esperaba que el profeta lo curara de una cierta manera (saliendo a su encuentro, frotando su piel enferma e invocando a su Dios). No solo el profeta no sale, sino que envía un mensajero, y el mensaje es bañarse siete veces en el río Jordán, algo que no se condice con las expectativas de Naamán. Él considera que los ríos de su país son mejores que los de Israel, y por ello no comprende la razón de ser del mensaje que se le envía. Solo sus hombres son quienes lo convencen de obedecer al profeta, quizá con el convencimiento de que no pierde nada al hacerlo. Después de ello, queda curado y reconoce al Dios de Israel como Dios de toda la tierra.

De ese modo, vemos que Naamán verificó el precepto, pero no de forma a priori o estudiando la composición química del río Jordán, sino poniéndolo en práctica. Naamán no comprendió el precepto hasta que lo llevó a la acción, y de ese modo fue verificado. En el fondo mismo de la religión está este "método de verificación", que repugna al positivista porque supone un grado de confianza o de fe en que lo que promete el precepto se cumplirá. Pero la cuestión no es que repugne al ateo, sino que muchas personas se hacen creyentes precisamente porque pusieron en práctica la predicación que recibieron.

Por supuesto que los positivistas dirán que una curación de estas es de facto imposible, de modo que podemos probar lo mismo con otro precepto, cuya realización está más o menos al alcance de todos, a saber:

[C] uanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo [...]. Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. (Mc. 10.21, 29-30)

Es claro cómo reaccionará el ateo frente a este precepto, pero hay testimonios de personas que lo han llevado a la práctica y pueden dar fe de que se cumple.

Segundo pecado: conservadurismo o derecha política

A la mayoría de los creyentes se los califica, políticamente hablando, como adeptos de algún tipo de conservadurismo político, que puede ser moderado o radical, e incluso de versiones extremas del fascismo. La asociación entre catolicismo y conservadurismo ha sido un lugar común de la jerga política internacional y colombiana, a tal punto que se ha transformado en cliché.

No niego que esta asociación se haya dado de facto, pues no pretendo tapar el sol con un dedo, pero es importante considerar si tal asociación es necesaria. Por su propia parte, la experiencia histórica ya nos desmiente que esta relación sea la única posible. En el caso de la historia de Latinoamérica, la nación centroamericana de El Salvador fue escenario de un movimiento guerrillero de izquierda apoyado por la Iglesia católica, que, en consecuencia, fue perseguida por los partidarios de la derecha política, lo cual cobró la vida de muchos sacerdotes, entre ellos, el arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero (1917-1980). Actualmente, los exintegrantes de esa guerrilla son quienes gobiernan en El Salvador.

En todo caso, la cuestión es que el ateísmo que está relacionado con posturas políticas generalmente se posiciona en la izquierda, principalmente con el liberalismo (izquierda moderada) y el socialismo (izquierda radical).4 Es indudable que tales movimientos buscaron que las sociedades se "emanciparan" de la religión, y sus visiones sobre la moral son opuestas a las que propone el catolicismo, al punto de que se llegó a considerar que ser ateo y ser de izquierda eran sinónimos y, por lo tanto, términos intercambiables en el discurso.

Así como el caso de El Salvador demuestra que "conservador" y "católico" no son lógicamente intercambiables sin más, trataré de demostrar que "ateo" y "de izquierda" tampoco lo son, y que, en este último caso, el problema yace precisamente en mantener su confusión. Para ello voy a referirme a un célebre pensador, cuya obra ha trascendido la historia de la filosofía y quien sostiene un ateísmo mucho más singular de lo que se piensa: Friedrich Nietzsche. Pensadores de distintos tipos de izquierdas, especialmente la francesa, han admirado mucho la obra de Nietzsche. Si bien esta es muy rica, los intérpretes han resaltado especialmente uno de sus aspectos centrales: la crítica al cristianismo. Muchos pensadores de izquierda gustan de la crítica al cristianismo porque esa religión, afirman, está con la derecha. Así, socavar el cristianismo significaba que se abría un campo para la libertad y una mayor igualdad económica y social. Para hacernos una idea de ello, hay que ver la admiración que por este autor sienten pensadores como Sartre o Bataille. Pero el craso error en el que cayeron estos pensadores fue precisamente monopolizar la crítica al cristianismo, es decir, pensar que solo desde la izquierda política el cristianismo era criticable. Su argumento puede diagramarse de la siguiente manera:

  1. Todo pensador que haga crítica del cristianismo es de izquierda, está influenciado por la izquierda o simpatiza con ella en algún nivel.

  2. Nietzsche hace una formidable crítica al cristianismo (y ella constituye casi el centro de su pensamiento de madurez).

  3. Nietzsche es un pensador de izquierda, está influenciado por la izquierda o simpatiza con ella de algún modo.

El error de la "izquierda nietzcheana" está, a mi juicio, en no haber entendido muy bien el cristianismo ni en haber comprendido muy bien a Nietzsche; ambos errores se concretan en la primera premisa del argumento, pues ni la izquierda es diametral y absolutamente opuesta a todo lo que sostiene el cristianismo ni la filosofía de Nietzsche es de izquierda. Hay que resaltar que la crítica al cristianismo de Nietzsche no está en el mismo nivel que la efectuada por la Ilustración o el marxismo. La de Nietzsche es tan devastadora que se lleva consigo valores que el cristianismo comparte no solo con otras religiones, sino con el propio liberalismo y el socialismo; principalmente, la creencia en la igualdad de todos los hombres. Un liberal o un socialista pueden no creer en la Trinidad o en la resurrección de los muertos, pero claramente creen en la igualdad de todos los hombres, presupuesto que es la base para construir su edificio ideológico.

Nietzsche considera que esa igualdad es una aberración y es una ley que impusieron los débiles para contener a los fuertes, de modo tal que los liberales y los socialistas son de algún modo continuadores de algunos valores cristianos. Para Nietzsche, el Dios de la tradición judeocristiana es el sostén metafísico de una serie de valores que en conjunto encarnan la moral de los débiles. Así, incluso después de la "muerte de Dios", los valores que sostiene todavía permanecen como sus sombras:

Nuevas luchas. -Después de que Buda hubiera muerto, su sombra siguió mostrándose aún durante siglos en una caverna- una sombra monstruosa y terrible. Dios ha muerto: pero tal vez, dada la naturaleza de la especie humana, sigan existiendo durante milenios cavernas en las que se muestre su sombra. Y nosotros -¡nosotros también tenemos aún que vencer su sombra!-. (Nietzsche 2001 201)

Las sombras del Dios judeocristiano muerto son los valores que la izquierda comparte con el cristianismo y que también hacen parte de la moral de los débiles, la cual Nietzsche claramente rechaza por su carácter plebeyo y popular, carente de nobleza. La siguiente cita nos puede probar esto:

En un sentido más decisivo, incluso más profundo que en la Reforma protestante, Judea volvió a vencer otra vez sobre el ideal clásico con la Revolución francesa: la última nobleza política que había en Europa, la de los siglos xvii y xviii franceses, sucumbió bajo los instintos del resentimiento... ¡y una vez más, frente a la vieja y mendaz consigna del primado de los más, frente a la voluntad de descenso, de rebajamiento, de nivelación, de hundimiento y crepúsculo del hombre, resonó más fuerte, más simple y más penetrante que nunca la terrible y fascinante anticonsigna del primado de los menos! (Nietzsche 1983 60-61)

Los valores cristianos son cadenas que aprisionan a los hombres nobles, y que los obligan a tratar como sus iguales a personas que, de acuerdo con Nietzsche, deberían ser sus esclavos. De algún modo, Nietzsche considera que la izquierda busca continuar la labor de una religión contra la que dice pelear, que es mantener la igualdad de los hombres, ya no ante Dios, sino al menos ante el Estado. Por tanto, esa "voluntad de nivelación" se mantiene en la izquierda, como sucedió con la Revolución francesa, lo que para Nietzsche no significa otra cosa que mantener el statu quo en términos de valores morales. Pero los nobles son hombres superiores en términos de sus valores frente a los valores que defiende el pueblo en general; por eso Zaratustra recomendaba a los hombres superiores no hablar en las plazas de mercado, lugar donde se congrega el pueblo:

Vosotros, hombres superiores, aprended de mí esto: en la plaza de mercado nadie cree en los hombres superiores. Y si quieres hablar allí ¡bien! Pero la plebe parpadeará diciendo que "todos somos iguales". "¡Vosotros, hombres superiores, -parpadea la plebe diciendo, no existen hombres superiores, todos somos iguales, el hombre es hombre, ante Dios-todos somos iguales!". ¡Ante Dios! -Pero ahora ese Dios ha muerto-. Y ante la plebe no queremos ser iguales. Vosotros, hombres superiores, ¡marchaos de la plaza de mercado! (Nietzsche 2008 464)

A manera de conclusión

Después de presentar con algún detalle los "pecados" que el ateísmo comete frecuentemente en las discusiones con los creyentes, creo que se hace un aporte para que el diálogo entre creyentes y ateos sea más fructífero. No habrá ateísmo que valga la pena ser tenido en cuenta si continúa cayendo en estos dos pecados; por eso las voces de ateos contemporáneos como Richard Dawkins o Daniel Dennett no tienen el suficiente eco, pues caen de lleno en el primer pecado sin mayores reparaciones, mientras que los pensadores políticos de izquierda siguen fomentando un ateísmo que conserva buena parte de valores cristianos como la igualdad de los hombres, la caridad y la dignidad de las personas, entre otros -vertidos en el discurso de los derechos humanos, por ejemplo-.

El único ateo -al menos que yo conozca- que parece no caer en esos dos pecados es Nietzsche, razón por la cual considero que merece el respeto de los creyentes como un verdadero contendor que efectivamente sí sabe qué es lo que está en juego en esa discusión; a saber, valores morales. Si Jesús existió o no, si aparecen otros evangelios o no, si la Iglesia católica viola, roba o mata, si la Iglesia católica apoya el heliocentrismo o discute sobre el sexo de los ángeles, ninguna de estas cosas hace que el cristianismo quede invalidado. Y allí es donde encuentro la fuerza de la postura de Nietzsche. El verdadero ateo sabe que su batalla contra la religión está dada en términos de los valores morales que dicha religión defiende o sustenta; los demás temas son triviales o vienen a continuación. Nietzsche notó que Dios es el sostén metafísico de unos valores que conducen a unos modos prácticos de vivir. Matar a Dios es dejar esos valores sin soporte y abrir la puerta para unos nuevos, muy seguramente contrarios a los que sostenía la divinidad que hoy yace en el cenotafio.

Nietzsche no cae en los dos pecados porque no incurrió en el error que es la condición previa de ellos, a saber, la ignorancia sobre el tema religioso. Si los ateos consideran que pueden seguir haciendo críticas a la religión desde la ignorancia, no solo seguirán cayendo en los pecados mencionados, sino que el diálogo seguirá siendo estéril y presenciarán de nuevo cómo las personas se afilian masivamente a cultos religiosos ante sus miradas expectantes. Que no se diga que no fueron advertidos.

Bibliografía

Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2000. [ Links ]

Comte, A. Discurso sobre el espíritu positivo. Trad. Julián Marías. Madrid: Alianza, 1997. [ Links ]

Hume, D. Investigación sobre el entendimiento humano. Trad. Magdalena Holguín. Bogotá: Norma, 1992. [ Links ]

Nietzsche, F. La genealogía de la moral. Trad. Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza , 1983. [ Links ]

Nietzsche, F. La ciencia jovial. Trad. Germán Cano. Madrid: Biblioteca Nueva, 2001. [ Links ]

Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. Trad. Luis A. Acosta. Madrid: Cátedra, 2008. [ Links ]

Cómo citar este artículo:MLA: Manrique, J.F. "Los pecados del ateísmo." Ideas y Valores 65. Sup. N.° 2 (2016): 121-133. APA: Manrique, J.F. (2016). Los pecados del ateísmo. Ideas y Valores, 65 (Sup. N.° 2), 121-133. CHICAGO: Juan Francisco Manrique. "Los pecados del ateísmo." Ideas y Valores 65, Sup. N.° 2 (2016): 121-133

1 Eso significa que en este escrito, cuando use la palabra "creyente", haré referencia a "católico", aunque lo que pueda decir del creyente pueda cumplirse también en los practicantes de otros credos o religiones.

2 Los creyentes también cometen un sinnúmero de errores a la hora de discutir el tema religioso con los ateos, pero considero que no es necesario mencionarlos porque son tremendamente conocidos y porque esta disertación se enfoca en el ateísmo, cuyos errores o pecados son los que normalmente no se sacan a la luz.

3 Los defensores de las pruebas filosóficas de la existencia de Dios dirían que ese es un modo de demostrar un postulado religioso siguiendo las reglas de la lógica. Por su parte, la creencia católica en los milagros llevaría a que los postulados de la religión se pueden verificar empíricamente. Si bien el catolicismo romano afirma la veracidad de ambos tipos de prueba, considero que por mor de este texto se hace necesario descartarlos como pruebas en el sentido estricto del método científico, debido a que no hay acuerdo unánime sobre ellos, y a que ni se puede replicar un milagro ni se aceptan las pruebas formales de la existencia de Dios, no solo como lógicamente válidas, sino como argumentos que sirvan para fomentar una verdadera creencia religiosa.

4 Ciertamente, el anarquismo también debería ser incluido en la lista de movimientos de izquierda radical (el más radical de todos) que promueven cierta forma de ateísmo, pero su influencia en la historia política no ha sido significativa.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons