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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.66 no.165 Bogotá Sep./Dec. 2017

https://doi.org/10.15446/ideasyvaiores.v66n165.67795 

In memoriam

Daniel Herrera Restrepo Santa Rosa de Osos, 25 de julio de 1930 - Bogotá, 28 de julio de 2017

Leonardo Tovar González* 

* Universidad Santo Tomás / Sociedad Colombiana de Filosofía - Bogotá - Colombia. hectortovar@usantotomas.edu.co


Jesús de Nazareth, Mahoma y Buda pueden postularse como sus tipos ideales. Hallamos maestros-eje, que congregan discípulos a su alrededor. Otros son maestrosfaro, que sirven de luz para que los iniciados orienten sus pasos. Y hay también maestros-puente, que posibilitan el paso para la comunicación interna entre los discípulos y de estos hacia el exterior de la comunidad. En la filosofía del siglo XX, tal vez Husserl, Heidegger y Ricoeur pueden proponerse como representantes de esas concepciones. Y a espera de delinear otras eventuales casillas y dejar a los observadores llenar las dos primeras, en esta semblanza queremos recordar a Daniel Herrera Restrepo como ejemplo cimero de maestro-puente en nuestra tradición filosófica nacional.

Contra la habitual historiografía filosófica nacional, Herrera no consideraba que la normalidad filosófica en Colombia se hubiera obtenido con la creación en 1946 del Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional en Bogotá, sino que pensaba que dicha tarea normalizadora la había cumplido paulatinamente su generación con la conformación de los escenarios institucionales y académicos que han permitido el entrenamiento y cultivo del quehacer filosófico. Instruido en su temprana formación franciscana en la tradicional enseñanza doctrinal y apologética de la filosofía, v. gr. a través de los "Catecismos de filosofía" de su cofrade José María Pérez, su carrera profesional puede caracterizarse como un denodado esfuerzo por la creación de espacios para el ejercicio autónomo del filosofar. A él se deben la fundación de publicaciones como Franciscanum, de la Universidad de San Buenaventura, y Praxis, de la Universidad del Valle, el impulso a los Foros Nacionales de Filosofía celebrados a partir de 1975, la creación, junto con Rubén Sierra Mejía y otros filósofos, de la Sociedad Colombiana de Filosofía en 1978 y de sus coloquios internos. Pero quizá lo más relevante en este puente generacional entre la heteronomía filosófica hierática y el filosofar puramente secular es que Daniel nunca abjuró ni relativizó su profunda convicción católica, sino que con absoluta claridad, enseñó a sus estudiantes que, por el bien de uno y otro, no debían confundirse los campos religioso y filosófico.

Aventajado intérprete, divulgador y creador dentro de la tradición fenomenológica inspirada por Husserl, todos los que de un modo u otro fuimos sus alumnos, le escuchamos repetir que la intuición fundamental de esta escuela filosófica y sin duda lo que más le seducía a él mismo, consistía en que la experiencia humana no se da ni en el mundo de las cosas ni en el campo de las ideas, sino en la corelación intencional entre conciencia y mundo. Armado de esta concepción-puente de la misma reflexión filosófica, Daniel Herrera realizó ejercicios fenomenológicos sobre diversos tipos de objetos o sobre diversos tipos de experiencias, siempre con la convicción, al mismo tiempo antirealista y anti-idealista, de que la verdad no es un punto de partida, sino el resultado del diálogo entre lo que se le da al hombre y lo que este hace con eso que se le da. No es la ocasión de profundizar en aspectos especializados de sus lecturas fenomenológicas; así que baste concluir esta parte señalando que, para él, la fenomenología era ante todo una actitud de apertura ante la filosofía y la realidad.

Advertía Francisco Romero que para la normalidad filosófica no solo se necesita la juiciosa apropiación de la tradición filosófica y de sus manifestaciones en cada presente, sino también el rastreo de la presencia de la tradición en las historias culturales de los países latinoamericanos. Este puente también lo tendió Daniel Herrera, quien a partir de la recopilación bibliográfica sobre los textos filosóficos nacionales que publicó en 1973, dedicó una importante cuota de su labor académica a la difusión y al análisis de las fuentes históricas de la filosofía en Colombia. Muestra notable de esta preocupación se halla en la creación, en la Universidad Santo Tomás, de la Biblioteca Colombiana de Filosofía, que a lo largo de tres décadas ha recogido la obra filosófica de autores del pasado y de la actualidad, como los ilustrados neogranadinos, el utilitarista Ezequiel Rojas, Julio Enrique Blanco, Rafael Gutiérrez Girardot y Jorge Aurelio Díaz. En esta tarea de recuperación filosófica nacional, quizás su mayor logro individual estriba en los sendos volúmenes con la obra completa de José Félix de Restrepo, y su estudio sobre el pensamiento del maestro payanés, catalogado por Herrera como el primer filósofo nacional.

Arribamos así al cuarto puente edificado por el profesor Herrera, el que facilitó la comunicación entre el movimiento "latinoamericanista", gestado desde la década de los setenta en la Universidad Santo Tomás, y la comunidad filosófica "universalista" del resto de las escuelas filosóficas del país. Como lo recordaron después el padre Joaquín Zabalza, O. P., por entonces Decano de la Facultad de Filosofía de aquella institución, y el profesor Germán Marquínez Argote, principal gestor de aquel movimiento, la ocasión la brindó, en 1986, el IV Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana, dirigido a adelantar un balance de la actividad filosófica colombiana durante el siglo XX; evento en el que Daniel Herrera constituyó el vínculo principal que les permitió a los organizadores entablar contacto con las figuras más representativas del acontecer filosófico colombiano, como Rafael Carrillo, Danilo Cruz Vélez, Jaime Hoyos Vásquez, Magdalena Holguín y Adolfo León Gómez. Pero su acercamiento al grupo filosófico de aquella universidad en ningún momento implicó que él se sumase a la militancia latinoamericanista; por el contrario, la influencia que a partir de entonces ejerció entre educandos y educadores de la Universidad Santo Tomás, ayudó a que esta escuela filosófica ciertamente no abandonara su interés por el movimiento filosófico nacional y continental, pero sí lo reorientara hacia la ya reseñada recuperación del pasado filosófico del país. Además, en su ejercicio como fenomenólogo, insinuó Daniel la posibilidad de una "crítica de la razón latinoamericana", dirigida a establecer los modos de nuestra experiencia vital; propuesta que, como se sabe, fue recogida por Santiago Castro Gómez, aunque confiriéndole un sentido diferente, del que no nos corresponde hablar aquí.

Procederemos así a cruzar el último puente que levantó el maestro Daniel Herrera, a nuestro parecer el más valioso de todos, el que construyó entre sus discípulos y su vocación filosófica. Porque nuestro filósofo, más que expositor de doctrinas, fue alguien que ayudó a sus estudiantes a descubrir su propio rumbo filosófico. Como lo recordó en sus exequias su dilecto discípulo Germán Vargas Guillén, "para nosotros, [Daniel fue] un maestro ejemplar. Sí, su fenomenología nos la enseñó con amistad y rigor; pero más allá de gran filósofo, nos mostró cómo vivir: en comunidad con los otros y, en su caso, por los otros". Germán y otros de sus "aprendices de fenomenólogos" (no los nombro, para no incurrir en omisiones odiosas) han dejado el testimonio del puesto de Daniel en la construcción de su identidad antropológica e intelectual. A riesgo de infringir el pudor, no puedo dejar de recordar, por mi lado con infinita gratitud, las generosas palabras que en 1999 me dedicó en circunstancias que tampoco vale la pena explicitar aquí:

[H]as descubierto que detrás de ti no solo hay un Homo absconditus sino también un Philosophus absconditus, que poco a poco se está patentizando. Ojalá que este "filósofo oculto" pronto llegue a manifestarse plenamente. Eso lo espero yo, eso lo esperamos todos nosotros, eso lo tienes que esperar tú.

Generoso elogio y, por lo que me atañe, por completo desmesurado, pero que marca su talante de impulsarnos a hallar nuestro propio camino. En la comunidad filosófica colombiana, que él ayudó a conformar con su incansable preocupación por tender puentes, Daniel Herrera nos dejó el legado de trabajar para edificar nuestro propio e intransferible destino filosófico y humano.

Nota

Los interesados pueden encontrar un rico acervo de la obra de Daniel Herrera Restrepo en la red. A manera de muestra, enumeraremos algunos de sus textos editados, más representativos:

Herrera Restrepo, D. La filosofía en Colombia. Bibliografía 1627-1973. Cali: Universidad del Valle, 1973.

Herrera Restrepo, D. Escritos sobre fenomenología. Bogotá: Universidad Santo Tomás, 1986.

Herrera Restrepo, D. El pensamiento filosófico de José Félix Restrepo. Bogotá: Universidad Santo Tomás, 2006.

Herrera Restrepo, D. Por los senderos del filosofar. Eds. Miguel Ángel Villamil y Clara Inés Jaramillo. Bogotá: Universidad San Buenaventura, 2009.

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