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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.67 no.167 Bogotá May/Aug. 2018

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v67n167.72991 

Reseñas

Echeverría, Javier. El arte de innovar: naturalezas, lenguajes, sociedades. Madrid: Plaza y Valdés Editores, 2017. 189 pp.

KARIM GHERAB1 

1 Universidad Rey Juan Carlos Madrid - España karim.martin@urjc.es


En una nota a pie de página, como quien quiere esconder un valioso secreto pero sucumbe a la tentación de susurrarlo, José Ortega y Gasset escribió, en su célebre libro La rebelión de la masas, un breve párrafo que, en mi opinión, señala un aspecto clave de la innovación sobre el que el libro objeto de esta reseña, implícita o explícitamente, no deja de insistir. Escribía Ortega: "La libertad de espíritu, es decir, la potencia del intelecto, se mide por su capacidad de disociar ideas tradicionalmente inseparables. Disociar ideas cuesta mucho más que asociarlas" (166).

En su obra El arte de innovar, dedicado en su mayor parte a la filosofía de la innovación, Javier Echeverría, filósofo experto en las relaciones ciencia-tecnología-innovación-sociedad, toma como punto de partida el conocido adagio del economista Joseph Schumpeter (1942), a saber, la caracterización de las innovaciones como "destrucciones creativas". Es fácil darse cuenta de la similitud entre lo que escribía Ortega y Gasset y lo que expresa el oxímoron schumpeteriano: disociar ideas se asemeja al proceso de destruir o desmontar cosas; asociarlas se parece al proceso de construir o combinar cosas. Ambas acciones (destruir y construir) son necesarias en este proceso de nomenclatura binomial y bucle infinito, pero la destrucción va metodológicamente primero.

Al hilo de esta distinción, Echeverría acierta en señalar dos tipos de innovación: las innovaciones disruptivas y las acumulativas. El autor no lo dice, pero esta conceptualización recuerda a la contraposición que Thomas Kuhn (1962) propuso entre las revoluciones (disrupciones sistémicas) y la ciencia normal (acumular o combinar ideas como las piezas de un rompecabezas).

Al basar su análisis en una bien documentada investigación sobre los estudios de innovación y las ciencias experimentales, Echeverría explota esta distinción hasta límites insospechados, haciendo afirmaciones que, a primera vista, parecen chocantes:

  1. Una innovación no requiere necesariamente de un sujeto que la origine. Existen las innovaciones naturales como revés de las antropocéntricas.

  2. Debemos valorar las innovaciones de manera neutral. Las innovaciones no son necesariamente positivas o beneficiosas.

  3. La filosofía se muere y para recuperarse se necesita renovar, es decir, innovar.

  4. Una innovación es un proceso y no un producto.

  5. Además del encomiable intento de establecer unos primeros fundamentos de una ciencia de la innovación, que Echeverría llama innología, los cuatro puntos arriba listados son, a mi juicio, los mensajes principales del libro o, al menos, los que considero que se transmiten con más claridad o acierto. Por eso, profundizaré brevemente en el análisis de cada uno de ellos.

Innovación sin sujeto

Existen innovaciones que no son tecnológicas, sociales, culturales o económicas, sino naturales. Echeverría escribe: "los procesos de innovación son anteriores a los seres humanos" (47). La propuesta es arriesgada y sin duda discutible. Sin embargo, el problema de naturalizar el concepto de innovación (por ejemplo, el autor afirma que los arrecifes de coral o las supernovas son innovaciones naturales) es resuelto con la maestría argumentativa que caracteriza a un filósofo experimentado y con una vasta (y con eso basta) cultura científica, como puede apreciarse en el capítulo 11 del libro.

Valoración neutral de las innovaciones

La innovación no es buena o mala per se. Hay innovaciones buenas y malas. Mejor dicho: la misma innovación (ya sea natural, social, económica, tecnológica, lingüística, filosófica, religiosa, etc.) puede ser beneficiosa para unos y letal para otros. El propio valor innovativi-dad, que también trata Echeverría en su libro, puede ser a su vez bueno o malo. La valoración de cualquier innovación no se mide en una escala absoluta, sino que es valorada en mayor o menor grado como tal por sus receptores. Es más, donde unos ven claramente una innovación (o innovaciones, como Echeverría suele tratarla para acentuar la pluralidad de interpretaciones que pueden asignarle sus receptores), otros pueden no ver nada. Mirar y no ver; ver la mitad o una décima parte del proceso innovador en marcha, o verlo con buena o mala gana. Acompañar a la innovación, sumarse a ella o resistirse y obstaculizarla. El capítulo ni es un intento detallado de definir y conceptualizar la innovación.

La renovación de la filosofía

Echeverría escribe que "el pronóstico que cabe hacer sobre el futuro de la filosofía académica es negativo, sobre todo si mantiene sus reticencias ante las innovaciones tecnológicas" (141), y añade que "la filosofía ha de volver a ser innovadora si quiere sobrevivir" (142). En el capítulo iv, el autor analiza brevemente la obra de Aristóteles, Bacon y Leibniz, a los que considera filósofos que han sido innovadores en términos conceptuales, organizacionales y comunicacionales, e insiste que los filósofos actuales deben abrir nuevas vías de investigación y, tal vez, también nuevas formas de organización y canales de difusión, más allá de los tradicionales. Coherente con sus trabajos anteriores en filosofía de la ciencia (2002) y filosofía de la tecnología (2003), Echeverría presenta la axiología de la innovación como punto central no solo de su análisis de la filosofía de la innovación, sino de la filosofía en general. En resumen, al no requerir sujeto, la innovación es anterior a la filosofía, la tecnología y la ciencia; puede haber innovación sin filosofía (por ejemplo, las innovaciones naturales), pero no filosofía sin innovación.

La innovación como proceso

El autor insiste en este punto, que es central a la hora de caracterizar la innovación: "la filosofía de la innovación que propugnamos [...] pone el foco en los procesos" (154). Tras estudiar en detalle en el capítulo v las innovaciones en el lenguaje, en especial el tecno-lógos contemporáneo que acaece en el tercer entorno (1999), a saber, el de las plataformas digitales, el capítulo vi hace un repaso de las filosofías de procesos propuestas por varios autores en el pasado, en especial Leibniz y Rescher. Aunque también examina la ontología de la innovación, orienta su investigación a los procesos: "la categoría ontológica básica para hablar de innovación es la de proceso" (171). Así, puntualiza que las innovaciones son "procesos interactivos" (74).

Además de los asuntos reseñados, el libro ayuda desde el principio a distinguir entre innovaciones, invenciones, cambios, novedades y otras expresiones del lenguaje cotidiano que parecen significar lo mismo y que a menudo se confunden. De esto modo, el texto se centra en otros aspectos de la innovación que no son tratados por el resto de obras sobre innovación que hay en el mercado editorial, que se limitan solo al estudio de las innovaciones tecnológicas, económicas y sociales. Echeverría da un decidido paso más y desmenuza las innovaciones naturales, conceptuales, filosóficas y lingüísticas, entre otras.

La sociedad del siglo XXI está padeciendo disrupciones políticas y sociales que, en mi opinión, no son ajenas al cambio tecnológico que se está produciendo desde la emergencia de Internet. Echeverría señala que la corrección política excesiva que se ha impuesto en algunos círculos y medios de la sociedad es muy nociva y que es necesario que las instituciones, los agentes sociales y en especial los filósofos hagan un esfuerzo por no frenar las propuestas audaces (del estilo que señala Ortega y Gasset en la cita del inicio), aunque no sean bien recibidas en los foros académicos, políticos y sociales. Porque, de hecho, las innovaciones, sean del tipo que sean, no siempre son eso mismo, y las innovaciones conceptuales todavía menos y peor aún las filosóficas. "Sin oposición no hay innovación" (21), nos previene Echeverría. Así, finalizo citando el extracto que, a mi juicio, mejor resume el contenido de este excelente libro que estudia la filosofía de la innovación, tanto su ontología como sus bondades y sus males (axiología): "Para la filosofía, el 'buenismo' contemporáneo es letal. Investigar los males de la innovación es uno de los modos de combatir ese ídolo del foro" (99).

Bibliografía

Echeverría, J. Ciencia y valores. Barcelona: Ediciones Destino, 2002. [ Links ]

Echeverría, J. La revolución tecnocientífica.Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2003. [ Links ]

Echeverría, J. Los señores del aire: Telépolis y el tercer entorno. Barcelona: Ediciones Destino , 1999. [ Links ]

Kuhn, T. The Structure of Scientific Revolutions. Chicago: University of Chicago Press, 1962. [ Links ]

Ortega y Gasset, J. Obras Completas. t. IV. Madrid: Revista de Occidente, 1966. [ Links ]

Schumpeter, J. Capitalism, Socialism and Democracy. New York: Harper and Brothers, 1942. [ Links ]

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