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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.68  supl.5 Bogotá dic. 2019

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v68n5supl.80620 

Reseñas

Segato, Rita Laura. Contra-pedagogías de la crueldad. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2018. 142 pp.

JAIME ARTURO SANTAMARÍA1 

1Universidad de los Andes - Bogotá - Colombia ja.santamariaa@uniandes.edu.co


Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas. En ese sentido, esta pedagogía enseña algo que va mucho más allá de matar, enseña a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en el lugar del difunto (11).

¿Cómo se acaba con una guerra que los tratados de paz no han podido detener, una guerra sin forma ni ley, sin pactos humanitarios, una guerra del capital des quiciado? Esta pregunta se la dirigieron a Rita Segato en Buenaventura, Colombia, un pueblo afrodescendiente que ha vivido la crueldad de la guerra en carne propia y ha conocido de una violencia obsesio nada con el cuerpo de sus mujeres. La respuesta de la argentina, contundente y radical, fue: “desmontando el mandato de masculinidad” (49). Podríamos decir que esta frase lacónica engloba bien el objetivo de la empresa militante de Rita Laura Segato y caracteriza su posición como feminista. Contra-pedagogías de la crueldad es un libro en el que, a tra vés de ensayos teóricos y reactualizando ideas de trabajos anteriores, la pensadora argentina intenta darle peso a esta sen tencia lapidaria. Y es que la violencia cruenta que padecen muchos pueblos en Latinoamérica, por la que Ciudad de Juárez, Brasilia o Buenaventura se conectan oscuramente, se vincula con el mandato de masculinidad. Se podría decir que el mandato de masculinidad, al modo de las exigencias perversas de un superyó, es el mecanismo principal que anima y alimenta el patriarcado. Así, violencia y patriarcado son dos im pulsos que cabalgan juntos, se explican, se confunden y se apoyan mutuamente.

Lo llamativo y particular de esta vio lencia masculina es una obsesión con el cuerpo de la mujer. El cuerpo feme nino es violado, marcado, asesinado o desmembrado por fuerzas silenciosas; Juárez es solo uno de los ejemplos más infames en esta vía. La otra característica es el uso de la masacre como dispositivo espectacular de expresión pedagógica; ya sea en la violación o en el crimen atroz siempre se trata de un mensaje del po der. Esta violencia sangrienta quiebra cualquier empatía con el sufrimiento del otro, y esto porque la sensibilidad está prohibida para la lógica masculina que impera en nuestras comunidades, donde a los hombres se les enseña a tener sangre fría, como se dice popularmen te, frente al dolor de la precariedad del otro femenino. Ante esta condición y configuración del poder, las primeras víctimas del patriarcado son los hombres mismos, quienes deberán luchar para desmarcarse de esta determinación, no por las mujeres, sino por sí mismos. No se trata de una comunidad sin hombres, en la perspectiva de Segato, sino de una sociedad sin patriarcado.

Contra-pedagogías de la crueldad, de la editorial Prometeo, es un libro que consta de cuatro conferencias impartidas en la Facultad Libre de la Universidad del Rosario en el 2016. Es importante mencionar que, en realidad, fueron origi nalmente tres las clases que Segato dictó en el Rosario. La cuarta conferencia, que se titula “Frente al espejo de la reina mala”, es un agregado especial para esta edición; un texto sobre el quehacer universitario y la producción de artículos científicos en la actualidad. El hecho de que el libro sea una reunión de intervenciones orales le da un tono directo y fresco. Segato no sigue líneas de argumentación fijas; de hecho, el relato puntual, la etnografía, la anécdota espontánea son las aristas que van dando forma a la exposición. Todo el texto está atravesado por la reunión, el salón de clase, la historia contada y el diálogo con estudiantes; estos elementos juegan un papel central en una gran esce na teatral. Esta combinación de escritura de teatro y de ritmo teje una escritura especial y espacial que Segato llama, sin sonrojarse, una insurgencia discursiva. En esta vía, todo el libro es una apuesta por pensar en conversación, ejercicio que se materializa en la última clase, un texto reescrito a dos manos con Paulina Álvarez quien magistralmente describe toda la escena de la conferencia y las im presiones afectivas que va produciendo Segato en quienes la escuchan.

¿Por qué hablar de pedagogía para una violencia tan obscena y excesiva? Con la palabra pedagogía, desde su uso más lato, la argentina quiere señalar la cara simbólica y/o expresiva del poder masculino: el poder habla a través de la violencia. El poder escribe sobre el cuerpo de la mujer como un educador escribe sobre una pizarra. La violación no es un hecho íntimo o aislado, no señala solo un problema de celos o de la libido del agresor. La violación es un hecho político estructural y lleva consigo un mensaje que está dirigido a toda la comunidad; el acto de crueldad alecciona o ejemplifica. Al igual que en la escena pedagógica, el educador cruento se pone en un lugar de superioridad moral. Esta disimetría fundamental, entre hombre correcto y mujer pecadora, es fácilmente verifica ble en todos los mitos acerca del origen donde la mujer siempre es la ocasión del error o la falta moral. El hombre castiga y marca el desvío femenino hallando, además, un apoyo en toda la comuni dad masculina. Esto último es clave en la exposición de Segato. Nos explicamos mejor, los hombres actúan en relaciones de aprobación y desaprobación con res pecto a sus pares varones. Al igual que un Gran Otro masculino, la virtualidad masculina, una especie de cofradía o hermandad de machos, motiva y exi ge acciones punitivas contra la mujer. Se trata de una forma de afianzamiento y reafirmación de la potencia viril que incluye códigos y, por supuesto, pactos de silencio y complicidad. Esta lógica horizontal, que se da entre los pares va rones, explica no nimiamente la violencia vertical, la que acontece entre el agresor y la víctima. Todas estas aristas son mejor desarrolladas en la primera clase.

Esta psicología del poder, donde lo simbólico tiene la cara del patriarcado, da cuenta de un impulso arcaico que hunde sus raíces en la génesis misma de la humanidad. Este diagnóstico fi logenético, algo abrumador, nos obliga a preguntar a nuestra pensadora: si el patriarcado existe desde la emergencia misma de la humanidad, ¿podría ha ber alguna salida o posibilidad real de emancipación?, ¿cómo cambiar toda la historia humana, con todos sus miles de millones de años, por algunas décadas de conciencia crítica?, ¿no se corre el riesgo de concebir el mandato de mascu linidad como un hecho casi connatural de lo humano? Estas preguntas señalan las distancias teóricas de la antropólo ga argentina con su compatriota María Lugones. Para esta última, el patriarcado se explica con el acontecimiento de la conquista y la Colonia. Los pueblos na tivos americanos vivían, para Lugones, en relaciones de indiferencia de género, sin el yugo de la masculinidad. Desde esta perspectiva, la lucha decolonial es una empresa que buscaría tumbar una emergencia histórica específica que es el poder patriarcal. Descolonizar el poder, en otras palabras, es un proyecto que intenta restar y disminuir el mandato patriarcal heterosexual que coincide con la violencia europea colonizadora. Para Segato, por su parte, el patriarcado no se puede explicar solo por el ordenamiento que impuso la conquista. Los pueblos nativos poseían prácticas disimétricas entre hombres y mujeres; claro, en menor grado cuando se les compara con las for mas europeas. A esta forma prehispánica del mandato de masculinidad, Segato la llama patriarcado de baja intensidad. Por supuesto, la Colonia reforzó esta configuración disimétrica. A la forma colonial del poder masculino, Segato la llama patriarcado de alta intensidad. La conjugación o entronque de ambos man datos configura las formas de violencia actuales en Latinoamérica, tal como es expuesto en “Las estructuras elementa les de la violencia”. Estas ideas aparecen desarrolladas en el segundo capítulo.

Hoy, en la fase apocalíptica del capital, el mandato de masculinidad se transfor ma y muta con las formas corporativas de extracción y explotación, pero, ade más, con las formas de la mafia. México y Colombia son casos palmarios para este tipo de patriarcado que conjuga la dro ga, el prostíbulo y el exceso en todas las dimensiones imaginables. Así, el poder masculino funciona al modo de la econo mía de clanes corporativos y mafiosos. Por otra parte, este poder trabaja en diálogo con el Estado y el estamento visible legal, pero también en una franja oculta, como una “segunda realidad”, en un espacio de excepción, que le permite la producción a gran escala de cadáveres y desaparicio nes. Tiene un pie aquí y otro allá. Con una mano agarra la legalidad y con la otra estrangula el cuerpo de mujeres y niños desde el inframundo capitalista. En últimas, hablamos de un para poder que se conecta con el locus colonial en América Latina, donde élites criollas y avaras siempre propiciaron, según sus intereses personales y familiares, cierta independencia con respecto a la España real-imperial. Espacio ambiguo de ilega lidad donde se produjeron las mayores infamias con nuestros pueblos nativos y la población afro; este espacio, sin Dios ni ley, es la otra cara de la banda de la legalidad visible y la historia que nos han contado. Es por esto que el Estado, que es un proyecto de fundación repu blicana criolla, en la perspectiva que lo acabamos de decir, lleva el adn del pa triarcado, el racismo y la violencia. Esto es lo que dice nuestra pensadora al final del tercer capítulo.

Frente a las instituciones estatales, a diferencia de lo que muchos esperarían, la posición política de Segato no es de rechazo. Ella habla de mantener un pie en las instituciones de representación política y otro pie en el trabajo diario de emancipación con las comunidades; se trata de una posición anfibia. Estar en el trabajo político más institucional y en las prácticas cotidianas que resigni fican, quiebran y desbordan los marcos de sentido masculinos describe bien la propuesta militante de nuestra pensadora. Los actos cotidianos, los más capila res, son los que crean erosión, brechas, torsiones y nuevas formas de vínculo y comunidad.

Así, frente a la pregunta con la que abrimos esta reseña, la respuesta militante y política es construir contra-pedagogías de la crueldad. Una pedagogía así debe rá restarle lugar al poder que es, hasta la fecha, absolutamente patriarcal. El modelo de esta pedagogía podrá ser el de las mujeres que privilegian una ac ción comunitaria y colectiva antes que individualista y violenta. Las mujeres, a diferencia de los hombres, se compade cen con el dolor del otro, ellas pueden hablar de su sufrimiento, de su falta. A los hombres se les ha enseñado a no ser vulnerables o frágiles, por lo cual les queda difícil reconocer su precariedad. Es por esto mismo, como ya lo decíamos arriba, que los hombres son los primeros que deben abandonar el yugo del man dato masculino y romper con la lógica de la cofradía de machos. El proyecto del patriarcado en su fase apocalíptica del capital reduce todo a cosa, a mercancía intercambiable; fija la vida y la petrifica. El cadáver lo vuelve mineral que se con funde entre los desiertos o ríos de nuestros países. Es un proyecto colonizador, en el sentido más común del término, co lonizante, depredador y extractivista. Quizá la colonialidad del poder, de la que habla Aníbal Quijano, deba com plementarse hoy con este elemento de despojo y sustracción. En otras palabras, es un proyecto que es jalonado por un impulso de dueñidad frente a las cosas, los bienes y la tierra; y frente al cuerpo de las mujeres. A contrapelo, el Proyecto de la contra-pedagogía de la crueldad busca reactivar los vínculos y presenta la vida comunitaria, la vida femenina, como la única alternativa ante este apo calipsis capitalista. La contra-pedagogía de la crueldad promulga el derecho a la desobediencia y la insurgencia frente al mandato violento que nos tiene sumidos en nuevas guerras sangrientas y crueles esparcidas por todo el continente

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