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Ideas y Valores

versão impressa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.69 no.173 Bogotá maio/ago. 2020  Epub 09-Nov-2020

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v69n173.84917 

Reseñas

López Acero, Héctor Fernando. Metafísica y nihilismo. Bucaramanga: Ediciones UIS, 2013. 596 pp.

MÓNICA SHIRLEY CHAPARRO PARRA* 

* Universidad Industrial de Santander - Bucaramanga - Colombia monichaparro_91@hotmail.com.co


El tema de la obra Metafísica y nihilismo, del profesor Héctor López, es la crisis del mundo. Analizar esta crisis, tal y como se hace patente, únicamente a partir de sus múltiples manifestaciones: violencia, pobreza, guerra, desigualdad, codicia, etc., limita el foco de la reflexión y la condena al plano de lo superficial. El autor escudriña la causa primera de esta crisis a partir de la historia de la metafísica desde el inicio del pensar griego hasta la metafísica moderna. Los fundamentos del pensar occidental se han hecho patentes bajo la forma de nihilismo, en la medida en que han perdido su fuerza para sostener la acción en Occidente. La historia de la metafísica es, en consecuencia, la historia del total y rotundo olvido del ser.

El autor toma, como lugar de retorno a la pregunta que interroga por el sentido del ser, la obra filosófica más importante del siglo XX Ser y tiempo. El filósofo

Manuel Jiménez Redondo dice, refiriéndose a Metafísica y nihilismo:

Se trata entonces de una de las mejores lecturas posibles de Ser y tiempo, capaz de recoger lo más central de Descartes, Kant y Nietzsche y, por tanto, como uno de los centros del pensamiento contemporáneo, es decir, de nuestra cultura, de nuestra comprensión [...]. (2013 XX)

"El ser todavía está aguardando el momento en que él mismo llegue a ser digno de ser pensado por el hombre" (Heidegger 25). Ese desencubrir el ser está en manos del hombre en tanto es el pastor del ser.1 Y pese a ello, el ser humano camina sonámbulo, deambulando por rumbos que no conducen a nada, más que a su desintegración en la que el vacío espiritual lo consume y lo reduce a lo más bajo. Sin embargo, el hombre siempre tendrá, dentro de un mar inmenso de posibilidades, la de combatir con su mayor enemigo, él mismo, y tender una cuerda entre lo que se le muestra como mera apariencia y lo que realmente es esencial. Para decirlo más elocuentemente en palabras de Heráclito: "La guerra es el padre y el rey de todas las cosas. A algunos ha convertido en dioses, a otros en hombres; a algunos ha esclavizado y a otros ha liberado". De manera tal que el hombre guarda dentro de sí lo que fuera el instrumento capaz de elevar su existencia: su capacidad de pensar por sí mismo. Y este pensar ha de interpretarse como ese ejercicio de indagar por el ser.

En el primer capítulo del libro, el autor aborda el inicio del pensar griego, en el que el ser fue comprendido en todo su esplendor. Parménides dijo: "Se requiere pensar y decir que el ente es". Más que una posibilidad, esto representaba un mandato: develar el ser por medio del lenguaje. El ser era lo que permanecía desoculto y erguido en su límite, y el noser, la nada, era aquello que se mostraba en apariencia o que aún no emergía, pero que era susceptible de hacerlo. Los primeros filósofos griegos interpretaron al ser como logos, y así logos y ser eran una y la misma cosa.

El inicio del pensar conoció lo esencial y, por consiguiente, se dice que no puede progresar. Lo esencial no progresa. Todo lo que intentara ir más allá habría de conducir a la decadencia. Este es el tema de estudio del capítulo ii: el giro platónico. Algo marcaría para siempre la historia de la humanidad: Platón transforma al ser en idea y será el discurso lo que fundamente al ser. Esta inversión total con respecto a la concepción inicial abre un abismo de vasto alcance. El mundo ya no se interpreta como unidad, sino como división: el mundo sensible representa lo falso y el suprasensible, que contiene la idea, lo verdadero. Bajo esta distinción del mundo se enmarca el devenir de Occidente, fundamentado en el dominio de unas ideas suprasensibles, entiéndase Dios, valores, cultura, progreso, que no se corresponden con el devenir. El ser deja de cuestionarse y se refugia en el rincón del más incesante olvido.

El hombre ha fundamentado su existencia a partir de unos ideales o valores suprasensibles, que han perdido su valor en la medida en que no se han alcanzado. La conciencia de buscar un sentido, pero no encontrarlo, es lo que Nietzsche denomina nihilismo, tema sobre el cual el autor da una profunda visión en el capítulo vi. El ser humano se encuentra embargado por una angustia. Es la angustia de encontrarse de cara a la desvalorización de los valores supremos, sin poder esclarecer una meta, un sentido. Las causas remotas del nihilismo son la incapacidad de mantener la creencia en el hombre, la existencia del rebaño y la vulgarización de la existencia entera. El intento de escapar del nihilismo por medio de la imposición de unos nuevos ideales ha tenido como respuesta un efecto contrario al buscado.

El hombre, en su cometido de construir un mundo perfecto, ha terminado sepultando su propia esencia, se ha olvidado del pensar. Tal es el estado del mundo moderno. Lo que se muestra como la aspiración del género humano es dedicar toda su finitud, para decirlo en términos heideggerianos, a perseguir un éxito basado en la mediocridad y el culto a la acumulación de entes, y lo que se hace patente es la necesidad de no tener necesidad de preguntarse por el ser. Esto enmarca lo que se considera como normal, y aquel grande de espíritu que emprenda un camino de libertad hacia un relacionarse de forma más profunda con la vida es tildado de enfermo, cuando esto realmente representa un hacerse más fuerte, más sobrehumano, más sabio. El panorama actual lo expresaría más claramente Nietzsche en Así habló Zaratustra:

Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza. Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas algún día ese terreno será pobre y manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol elevado. ¡Ay! ¡Llega el día en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar! (Nietzsche 40-41)

Se ha perdido el miedo al hombre, se ha perdido el amor al hombre, estamos cansados del hombre. ¿Qué podría ser esto si no nihilismo? Interrogar por el sentido del ser, esto es, develar la esencia del nihilismo, no es en modo alguno un planteamiento nihilista (cf. López Acero 2013 449). Esta es la tesis que desarrolla el autor en el octavo capítulo, a partir de Ser y tiempo de Martin Heidegger, quien se plantea por primera vez la pregunta por el ser. Heidegger irá a denominar Dasein a ese ente que es el hombre, y que tiene la posibilidad de preguntar por el ser del ente. El ser humano, al hallarse en medio de otros entes y al poder percibirse a sí mismo como diferente a ellos, es responsable de sí mismo como ente y siente la necesidad de comprender el ser. Al Dasein le corresponde estar en un mundo: ser-en-el-mundo. El hombre no es independiente del mundo, a este ha sido arrojado. Precisamente la sustancia del hombre es la existencia, y al Dasein le corresponde un poder-ser, es decir, no es algo que solo está ahí, sino que tiene la posibilidad de proyectarse hacia... Ello significa que el hombre vive enfrentado a un sinfín de posibilidades enmarcadas dentro de la finitud humana. En últimas, el hombre es tiempo, "es" lo que hace con su tiempo, con su todo.

La sociedad moderna concibe el tiempo como productividad y es la velocidad lo que caracteriza a la existencia. De lo que se trata es de producir tanto como sea posible en el menor tiempo. La búsqueda empecinada de la productividad ha transformado al hombre en una máquina, en un elemento más de la producción. La educación, que originalmente es un dejar aprender que debiera dirigir al hombre hacia el lugar esencial y acostumbrarlo a esta morada (cf.López Acero 2009 176), adquiere la forma de un manual de instrucciones y parámetros a seguir para adaptarse a los nuevos "requerimientos del mundo" fundados en la competitividad y la eficiencia. La idea de progreso falsifica lo que el mundo es, en tanto lo que se hace perceptible es que la humanidad no se conduce hacia algo más elevado ni mejor. El hombre ha dejado de pensar su propia esencia y habita en medio del agotamiento y el tedio.

La obra del profesor Héctor Fernando López ofrece al lector la posibilidad de vislumbrar un cuadro más nítido de lo que "es" el mundo que albergamos, y, así, de dirigirse hacia un desenmascaramiento de lo que se le presenta en vano como verdades absolutas e indiscutibles, para, en últimas, conquistar el ser. Sucede que el ser "es" él mismo. Esto es lo que tiene que aprender a experimentar y a decir el pensar futuro, según lo enuncia Heidegger (39), y es esto precisamente lo que nos propone el autor en cada una de sus páginas. Nietzsche diría:

Hacia la altura quiere edificarse, con pilares y escalones, la vida misma: hacia vastas lejanías quiere mirar, y hacia bienaventurada belleza, ¡por eso necesita altura! ¡Y como necesita altura, por eso necesita escalones, y contradicción entre los escalones y los que suben! Subir quiere la vida, y subiendo, superarse a sí misma. (157-158)

Bibliografía

Heidegger, M. Carta sobre el humanismo. Trad. Helena Cortés y Arturo Layte. Madrid: Alianza Editorial, 2006. [ Links ]

López Acero, H. F. "¿Formación o adiestramiento?: a propósito del programa de economía de la UIS." Apuntes del Cenes XXVIII.47 (2009): 167-184. [ Links ]

Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie. Trad. Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza Editorial , 2003. [ Links ]

1 Lo que tiene que hacer el hombre en cuanto exsistente es guardar la verdad del ser. El hombre es el pastor del ser (Heidegger 38).

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