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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.69 no.174 Bogotá sep./dic. 2020  Epub 28-Abr-2021

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v69n174-89514 

In memoriam

RUBÉN SIERRA MEJÍA (1937-2020)

ÁNGELA URIBE BOTERO* 

*Universidad Nacional de Colombia - Bogotá - Colombia, auribeb@unal.edu.co


Me fue concedido el honor de hacer en este número de la revista un homenaje al profesor Rubén Sierra Mejía, quien falleció en Bogotá hace unos días. Quisiera traducir eso que me honra a mi mejor manera de expresar gratitud hacia el prominente intelectual que él fue. No haré un recorrido por su vida profesional y tampoco haré referencias precisas a la larga lista de lo que él nos deja en la forma de ensayos, artículos, libros editados y traducciones, entre muchas otras cosas. He preferido, más bien, detenerme en cómo su particular aproximación al trabajo intelectual expresó ejemplarmente uno de los valores más necesitados entre quienes nos ocupamos de comunicar ideas y pensamientos: la honestidad intelectual. Como las entiendo, estas palabras hacen referencia al modo en que alguien dedicado a leer y a escribir se relaciona con los intereses que tiene; no solamente con aquello que lo motiva a tener dichos intereses, sino también con la forma como se expresa el hecho de que los tenga. Si alguien llega a ser reconocido como honesto en este sentido, eso es porque está realmente interesado por la verdad, porque sabe identificar los límites que se imponen a sus búsquedas y, más precisamente, porque sabe admitir que sus propias opiniones pueden ser falibles.

En algunos de los ensayos escritos por el profesor Sierra, que releí o leí por primera vez para preparar esta nota, encontré explícitas -y sin embargo nunca referidas a su propio trabajo- las motivaciones que acompañaron cada una las tareas a las que él dedicó su vida. Estas motivaciones tuvieron todas en común el afán de destacar aquello que, según él, es lo más propio de la verdad: su dimensión liberadora. "La verdad es una especie de liberación", decía él. Si, como bien puede ocurrir, estas palabras llegan a tener el tono de un lugar común, el sentido que ellas tienen es recuperado en el contexto del trabajo del profesor Sierra. La sinonimia que con estas palabras quiso él establecer entre la verdad y la liberación fue expresada de distintas maneras a lo largo de los trabajos a los que dedicó su vida en la Universidad Nacional y por fuera de ella.

Rubén Sierra insistió con decisión en dejar ver que quien quiera que se tome en serio la preocupación por la verdad ha tomado también en serio los límites que su búsqueda comporta; ha estado, por ejemplo, atento al hecho de que hacer filosofía impone saber ver de cerca el lugar en el que se está: un momento en la historia y un cierto contexto local. De esta manera de vérselas con la verdad, el profesor Sierra derivó su disposición para trabajar -durante varios de sus años de madurez (20002020)- sobre el tema del pensamiento colombiano. Desde el punto de vista de la filosofía esto significó hacer suyas una serie de preguntas a través de las cuales buscaba seguirle el curso al pasado del pensamiento local, con el propósito de dar sentido a los distintos modos como ese pensamiento se expresa en el presente.

En su entrega a esta tarea, como en muchas otras, Rubén Sierra supo siempre reconocer que el alcance de la filosofía -si se la entiende como una disciplina- es limitado para responder a preguntas que, sin embargo, tienen su origen en ella. Lo anterior explica su interés constante no solamente por buscarle compañía a la filosofía -en la historia y en la literatura, por ejemplo-, sino por dejar ver a la filosofía como una actividad que hace parte de las humanidades y, por lo tanto, como una que, si llega a ser bien entendida es, ante todo, creativa.

El interés de Rubén Sierra en llevar la filosofía incluso a hacerles preguntas a la historia y a la literatura estuvo precedido por otro no menos significativo para entender el valor de su carácter intelectual y también para entender el sentido de su trabajo sobre el pensamiento colombiano. Este interés consistió en develar como dogmática e ideologizada cualquier expresión cultural que pretendiera hacer ver al chovinismo latinoamericano como una preocupación genuina por lo local, lo cual hizo explícito tanto en su trabajo como director de la revista Ideas y Valores (1976 y 1986) como al empeñarse en la difícil tarea de traductor. Esta última tuvo como resultado un grupo importante de las obras más célebres del pensamiento occidental en su versión al español. Con ambas tareas quiso Rubén Sierra expresar el hecho de que la autenticidad se hace ante todo manifiesta en quienes reconocen que lo local no debe ser definido en un sentido territorial y que el valor atribuido a la propia tradición supone permitir que otras tradiciones lleguen a formar parte de ella para, en sus palabras, "naturalizarse".

Lo anterior no resulta difícil de entender para quienes durante los años ochenta empezamos a asistir a lo que él llamó "el momento del despegue de la filosofía en Colombia"; es decir, el momento en el cual empezaron a ser apropiados al quehacer filosófico, para quienes nos formábamos en esta disciplina, otros lugares distintos al salón de clases: las publicaciones seriadas, los centros editoriales nacionales, los eventos académicos y los seminarios de posgrado. Quizás las cuatro décadas que han transcurrido entre esos años y hoy hagan pensar que la filosofía en Colombia ya despegó; que está, por así decirlo, en pleno vuelo. Creo que hay buenas razones para negar que Rubén Sierra hubiese estado dispuesto a establecer una relación tan directa entre el correr del tiempo y los logros del trabajo filosófico en Colombia.

Quisiera vincular esto último con otra idea sobre el carácter intelectual de Rubén Sierra. El que podría ser visto como un estadio todavía inmaduro de la filosofía en Colombia, podría ser visto así porque entre nosotros falta aún la capacidad creativa. Para Rubén Sierra esto significó que las ideas que resultan de nuestro trabajo son todavía de otros; significa también que no conseguimos desarrollar nuestra capacidad crítica más allá de una disposición más bien altanera y contestataria. Entre los textos en los que él se refirió a la historia de la filosofía en Colombia hay, como los veo, algunas razones que explican la condición todavía inmadura de nuestra forma de entender el trabajo filosófico. Entre estas razones está el hecho de que, si bien es cierto que el volumen de publicaciones de textos filosóficos escritos por colombianos es notoriamente mayor al que había hace cuarenta años, también es cierto que, aun cuando no todos, al menos sí la mayoría de ellos develan un apego a formas de escribir que Rubén Sierra llamó "resonancias verbales insípidas": conjuntos de palabras que resultan al adoptar sin más el lenguaje de aquellos de quienes uno llega a sentirse su representante en la tierra; conjuntos de palabras que se quedan en ser nada más que eso y que no dan el paso hacia formas de comunicación simples y directas. La honestidad, como veo que se expresa en el carácter intelectual de Rubén Sierra, comporta ser capaz de expresar, también a través del lenguaje que se usa, la intención de atender exclusivamente a aquello sobre lo cual se piensa y se escribe.

Según quiso hacérnoslo saber una y otra vez Rubén Sierra, el estadio todavía de despegue de la filosofía en Colombia proviene, entre otras, de una de las fuentes que explicaron en su momento -según K. Jaspers- la decadencia en las universidades alemanas: el deseo de hacerse valer en una imagen del mundo a la que resulta ventajoso pertenecer; el deseo, por ejemplo, de llevar la bandera de las ideas que habrán de cambiar un estado de cosas que apremia, o el deseo de acomodarse impasible a la transacción que convierte el resultado del trabajo intelectual en un "producto". Los límites que con estas formas de desear se imponen sobre el trabajo filosófico en Colombia y en cualquier lugar del mundo (aunque sobre todo en Colombia) invitan a atesorar, del legado que nos deja la vida intelectual de Rubén Sierra, sus dos preocupaciones principales: hacer vívida la cercanía semántica que hay entre la verdad, la liberación y la conciencia de los propios límites y recordar que la capacidad crítica es subsidiaria de la creatividad.

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