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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.70 no.177 Bogotá sep./dic. 2021  Epub 28-Sep-2021

 

In memoriam

LELIO ANTONIO FRANCISCO FERNÁNDEZ DRUETTA (1929-2021)

ANDRÉS LEMA-HINCAPIÉ* 

* University of Colorado - Denver - Colorado andres.lema.hincapie@gmail.com


Cumplo hoy la triste tarea de escribir estas líneas en memoria de Lelio Fernández Druetta. Y este es, también, un agradecimiento póstumo.

Por más que me empeño en escavar en los caóticos anaqueles de mi memoria, no logro reconstruir con exactitud ese pasado ya distante, cuando tuve la fortuna de conocer por primera vez a Lelio Fernández. Nuestro encuentro tuvo quizás lugar por allá en los primeros meses de 1986, en el Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle, en Cali (Colombia). Por esos años, Lelio había adquirido la estatura admirable de uno de los profesores de filosofía más reconocidos y estimados en Colombia. En el Departamento de Filosofía, tenía a su cargo cursos sobre Baruch de Spinoza (1632-1677), sobre Platón, sobre Aristóteles, así como sobre cuestiones de ética en pensadores contemporáneos.

Corrí con suerte: pude aprender y estudiar con él no la Ética de Spinoza -infortunadamente para mí-, sino su Tratado teológico-político (1670) y, asimismo, su Tratado político (1677). Un curso más tomé con Lelio: "Teorías del castigo". De esos cursos y de algunas conferencias que dictó en aquellos años, dos imágenes claras y fuertes del pasado me visitan hoy: por una parte, su voz, carente de énfasis estruendosos, comunicaba para mí una familiaridad inusual y envidiable con los autores, los libros y los temas que él frecuentaba; por otra, si la clase de Lelio empezaba a las 3:00 de la tarde, era necesario estar en el salón antes de las 2:00 p. m., de otro modo, quienes nos retrasábamos nos veíamos obligados a escuchar sus lecciones magistrales con desesperante dificultad. Para oírlo, a los estudiantes impuntuales nos tocaba recostarnos a la pared exterior de la clase. Algunas de las palabras de Lelio lograban salir por el tragaluz de esa pared o por la puerta abierta del salón. Nunca pensamos, en ese entonces, que, como en el caso de Martin Heidegger (1889-1976), un micrófono para Lelio y parlantes para los alumnos tardíos habrían bastado. Para toda personalidad rutilante y gozosa del estrellato, dicha solución de la tecnología fue seguramente un complemento recibido con beneplácito por Heidegger. Sospecho que Lelio habría rechazado una solución similar.

Lelio Fernández nació en Argentina, en la Provincia de Santa Fe, y llevó a cabo estudios de filosofía y de psicología en dos ciudades de ese país: Córdoba y Rosario. Más tarde, en Roma, en la Università Pontificia Salesiana, realizó sus estudios doctorales, los cuales culminaría con una tesis titulada La filosofía de la religión en Henry Duméry. Duméry (Auzances 1920-2012), de quien Lelio casi o nada hablaba -o al menos conmigo-, fue un filósofo francés, amigo y comentador de Maurice Blondel (Dijon 1861 - Aix-en-Provence 1949). En el pensamiento de Duméry hay una exploración de las encrucijadas nacidas cuando hay encuentros entre la razón de un intelectual, la religión de un creyente y la acción divina y humana. Encuentro, al azar, estas inquietantes líneas de Duméry, las cuales son, para mí, oscuras todavía: "Loin de partir d'une immanence close, l'homme est déjà 'perforé'par la présence et l'appel de l'action diviné" (Lejos de partir de una inmanencia cerrada, el hombre está ya 'perforado' por la presencia y por el llamado de la acción divina). Estas líneas y muchas otras más habrían de ocupar seguramente las habilidades hermenéuticas de Lelio en la Italia de 1963 a 1967.

Antes de llegar a Colombia, fue profesor en la Universidad Nacional de Rosario, en Argentina, donde asumió las funciones de Director del Instituto de Antropología, en la Facultad de Filosofía y Letras. Llegaría a Colombia desde Argentina, en 1976, forzado a escapar en exilio por causa de las abominables fuerzas de la tiranía que, por esos años, aterrorizaban y ensangrentaban su país. Llegó primero a Bogotá y de allí pasó a Cali, donde viviría hasta su muerte en compañía de su esposa argentina Elena Dusso y de sus dos hijos -ambos nacidos en Colombia-: Juan José y Gabriel.

En la Universidad del Valle, donde lo conocí en calidad de alumno, primero, y más tarde en calidad de colega, Lelio alcanzó las dos más altas distinciones universitarias: profesor titular y profesor emérito. Al retirarse de la Universidad del Valle, en la Universidad Icesi (Cali, Colombia) no solamente fue investigador y docente, sino que además tuvo tareas administrativas: durante varios años ejerció allí la Decanatura de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

Si bien él agradecería que únicamente se lo recordara como un maestro oral del pensamiento, a su legado escrito también es posible acercarse hoy. El Tratado de la reforma del entendimiento y otros escritos, de Baruch Spinoza, fue primero publicado por la Universidad Nacional de Colombia (1984) y, más tarde, por la editorial madrileña Tecnos (1.a edición de 1989; reimpresión de 2003; 2.a edición de 2007). Esa publicación es, sin duda, un acontecimiento importante para los trabajos de filosofía realizados en Colombia. El país todavía tiene una muy incipiente tradición de ediciones y traducciones críticas para documentos canónicos de referencia en filosofía. El Tratado de la reforma del entendimiento y otros escritos dio uno de los primeros pasos para crear esa tradición, pues Lelio Fernández, en compañía de Jean-Paul Margot, no tradujeron únicamente al castellano esas obras de Spinoza, sino que, además, la edición estuvo complementada por un estudio preliminar, así como por notas y por comentarios de ambos editores/traductores. De este modo, las publicaciones colombianas de filosofía podían por fin disponer de uno de los pocos modelos que replican a eruditas ediciones críticas en Francia (Les Belles Lettres), en Estados Unidos (The Loeb Classical Library), en Alemania (Felix Meiner) o en España (Gredos).

Como estudioso sensible de las palabras -de su timbre, de sus énfasis, de sus melodías-, Lelio Fernández tradujo y promovió la traducción. Alguna vez, a varios de mis estudiantes y a mí nos lanzó estas seis palabras: "Hay que traducir con el oído". Solo con el paso del tiempo he podido entender ese principio sonoro de la traducción -y, más allá, de toda buena escritura-. Su gran empresa para la traducción ocurrió en asocio con el Grupo Editorial Norma. Esta editorial bogotana obtuvo los derechos para la publicación de una bella y muy útil colección: Lelio fue el Editor General de las traducciones al castellano de la colección The Great Philosophers, de la editorial británica Weidenfeld & Nicolson. Para lectores hispanohablantes y con más de una veintena de títulos, esa colección circula todavía bajo el nombre de Los grandes filósofos.

Por suerte, y solo hace muy poco meses, escritos originales de Lelio Fernández han sido identificados, editados, compilados y publicados. La tarea -ardua, paciente, incluso terca- es, a todas luces, un gesto de la más sincera amistad: gracias a los oficios de pesquisidor de su gran amigo Jean-Paul Margot, el público lector dispone ahora del siguiente título: Fernández Druetta, L. Un claro laberinto. Compilador y editor Jean-Paul Margot. Cali, Colombia: Universidad del Valle, 2016. 360 pp. Y otra muy buena noticia: este año de 2021, con Jean-Paul Margot una vez más como editor, aparecerá un segundo volumen con escritos originales: Fernández Druetta, L. Una mirada atenta. Cali: Universidad Icesi, 2021.

Hay un dulzor triste en mí. Sentir cuánto me apena la partida de uno de mis maestros más queridos me confirma cuán importante él fue para mí. A pesar de mis ausencias de Cali y de Colombia, de tantos viajes que me han ido agotando, de tantas hojas de calendario destruidas, la manera como Lelio entraba en vínculo con las personas, con las ideas y con los libros constituye todavía una orientación de existencia para mí. Reconozco como un deber para con él y es, asimismo, una forma de agradecer a su memoria, la escritura de este obituario. Y termino reproduciendo el facsímil de este poema que acompañó a Lelio, a Elena, a Juan José y a Gabriel por tantos años: "Spinoza", un soneto de Jorge Luis Borges.

Poema manuscrito de Borges: "Spinoza", Biblioteca Nacional de Buenos Aires (1963)

SPINOZA

  • Las traslúcidas manos del judío

  • labran en la penumbra los cristales

  • y la tarde que muere es miedo y frío.

  • (Las tardes a las tardes son iguales).

  • Las manos y el espacio de jacinto

  • que palidece en el confín del Ghetto

  • casi no existen para el hombre quieto

  • que está soñando un claro laberinto.

  • No lo turba la fama, ese reflejo

  • de sueños en el sueño de otro espejo,

  • ni el temeroso amor de las doncellas.

  • Libre de la metáfora y del mito,

  • labra un arduo cristal: el infinito

  • mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.

Bibliografía

Borges, J. L. "Spinoza." Obras completas: 1923-1972. Buenos Aires: Emecé, 1974. [ Links ]

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