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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.70  supl.7 Bogotá Dec. 2021  Epub Mar 10, 2022

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v70n7supl.95397 

Artículos

SILENCIAMIENTOS, ENFOQUES Y ESCRITURAS DE LA FILOSOFÍA EN COLOMBIA PARA UNA RELECTURA DE IDEAS... Y VALORES (1951-1954)

SILENCES, APPROACHES, AND WRITINGS OF PHILOSOPHY IN COLOMBIA FOR A REREADING OF IDEAS... Y VALORES (1951-1954)

JUAN CAMILO BETANCUR GOMEZ* 
http://orcid.org/0000-0001-6591-9681

*Colegio Campoalegre - Bogotá - Colombia, juancambetancur@gmail.com / ORCID: 0000-0001-6591-9681


RESUMEN

El presente trabajo discute el relato de la "normalidad filosófica", tal como se decantó en algunas versiones posteriores a 1980, con varios elementos de la producción textual de la filosofía en Colombia, entre 1940-1950. A partir de la exposición de distintos enfoques textuales en la escritura de 1940-1950, se dará cuenta del programa o las aspiraciones que algunos escritores depositaron en la filosofía, para poner esto como trasfondo de la revista Ideas y Valores y proponer así una mirada más completa a los textos de los primeros años.

Palabras clave: filosofía latinoamericana; filosofía cultural; filosofía de la educación; humanidades; historiografía

ABSTRACT

This paper discusses the history of "philosophical normality", as it was chosen in some versions after 1980, with various elements of the textual production of philosophy in Colombia, between 1940-1950. From the exposition of different textual approaches in the writing of 1940-1950, it be clear of the program or the aspirations that some writers placed in philosophy, to put this as a background for the journal Ideas y Valores and thus propose a closer look to the complete texts of the first years.

Keywords: Latin-American philosophy; cultural philosophy; philosophy of education; humanities; historiography; intellectual history

Introducción

¿Podemos hablar de algún conjunto de textos, alrededor de algunos problemas recurrentes y de algunos modos de abordar esos temas propios, que resulten característicos del quehacer filosófico en Colombia? Quizá una mirada del asunto, por la vía de establecer semejanzas o contrastes con el propio pasado, contribuya en la discusión que de tanto en tanto aparece sobre lo que significa hacer filosofía en Colombia (cf. Botero 1193). El presente trabajo se inscribe en aquella gran pregunta, buscando caracterizar la escritura filosófica de la década de 1940-1950.

A partir de los años ochenta, se atribuye a un limitado grupo de escritores colombianos de 1940, calificado como la generación de los "normalizadores de la filosofía", un papel profesionalizador de la filosofía local. En años recientes, se vienen formulando varios cuestionamientos sobre este relato.1 El relato de la normalización técnica de la disciplina ha operado un mecanismo de diferenciación desde el cual otras escrituras (filosóficas), anteriores o contemporáneas, serían marginadas, vistas como diletantes o aficionadas, sin el rigor propio de la actividad universitaria (cf. López 108; 114-118). La incapacidad para incorporar otros modos de escritura proviene del predominio del relato técnico (cf. López 283). ¿Pero dónde se puede situar esta simplificación del relato normalizador?

En 1960, el padre Jaime Vélez Correa publicó Proceso de la filosofía en Colombia,2 donde muestra un amplio espectro de la actividad filosófica del momento. El grupo de escritores que luego serían vistos como "fundadores o pioneros" del proceso de normalización era, en 1961, solo un grupo más dentro de un escenario mucho más amplio; sus integrantes no eran catalogados como "normalizadores", ni se presentaban a sí mismos en esos términos. Vélez C. los clasifica como un grupo ocupado de integrar la fenomenología en diversos campos (cf. 962). Si bien le apostaban a un modo de filosofía académica, esta no era la única actividad relacionada con su imagen de la filosofía, ni eran ellos quienes decidían qué era entendido como filosofía y qué no.

¿Cómo llegó a entenderse que algunas prácticas asociadas con su proyecto representaran la imposición de un canon disciplinar excluyente?

Podría rastrearse esta actitud en la reseña que publicó Rubén Sierra Mejía del trabajo de Vélez Correa. Allí se criticaba un exceso de tolerancia en la muestra de los filósofos; solo unos pocos merecerían el apelativo (cf Marquínez 1988 354), precisamente los que luego serían identificados como "normalizadores". Esta versión del proceso de la filosofía en Colombia, excluyente de otras actitudes, soluciones personales y metodologías enfocadas a temas locales (cf. Marquínez 1988 355), tendría más eco hacia los años ochenta. Así, se comprende el lugar preponderante que tuvo apenas una pequeña parte de la labor de solo un pequeño grupo entre muchos otros en su momento dedicados a la filosofía y que constituyó, en gran medida, el relato canónico de nuestra comprensión actual de lo que significa hacer filosofía en Colombia. Para cuestionar este sesgo narrativo, propongo presentar algunos elementos de la producción y aspiraciones filosóficas de Rafael Carrillo, Cayetano Betancur, Jaime Jaramillo Uribe, Danilo Cruz Vélez y Luis Eduardo Nieto Arteta. Se verá que algunas notas del proyecto "normalizador" parecen haber quedado silenciadas, en un relato que abandonó los puntos de tensión que dinamizaban el quehacer filosófico de las décadas de 1940 y 1950, dejando en el olvido varios elementos que serían relevantes en la discusión sobre las funciones de una filosofía profesional.

La propuesta metodológica

Si bien la preocupación por la historia de la filosofía en Colombia surge con el proceso de normalización filosófica de los años cuarenta, sería cuatro décadas después cuando se introdujo un nuevo enfoque en dicha historia (cf. Molano et al. 188-189). La comparación entre la visión retrospectiva que se da en los años ochenta y la mirada prospectiva que encontramos en varios escritos de los años cuarenta y cincuenta abrirá nuevas preguntas sobre la relación fragmentaria, de punto cero, que parece darse como patrón de silenciamientos en la historia de Colombia (cf Silva 27-28) y de su filosofía.

Esta perspectiva opera con el contraste entre propósitos y realizaciones. Conviene no confundir las aspiraciones que orientaban los modos de escritura filosófica de 1940 con los procesos concretos en que se fue decantando el oficio de la filosofía, ni mucho menos con los resultados que posteriormente alcanzarían a cristalizar.3 Se propone hacer un contraste entre esas aspiraciones y las lecturas retrospectivas que recibieron en historias de años posteriores. Si queremos proponer una historia desmarcada del patrón de silenciamientos que la ha caracterizado, tiene sentido insistir en la ocurrencia y recurrencia de algunos temas y problemas, así como de ciertas aspiraciones depositadas antes en la filosofía que, precisamente al no cumplirse del todo, siguen abiertas y pueden aún entrar en diálogo con quienes hoy en día se ocupan de hacer filosofía en Colombia.

Con ocasión de los setenta años de la revista Ideas y Valores, de la Universidad Nacional de Colombia, se avanzará en este argumento revisando el proyecto y los presupuestos que operaban como trasfondo en la fundación de la revista. Se verá cómo, al menos en los primeros años (1951-1954), se pretendió responder a una doble tarea depositada en la filosofía: 1) la búsqueda de un norte para discernir el destino cultural4 de lo que se consideraba una época de crisis y 2) la consolidación técnica de un oficio. Se espera con esto aportar en la determinación de algunos contenidos que recibió la noción de "filosofía" hacia mitad del s. XX, al menos en el grupo estudiado.

Un reducido espejo retrovisor

La mirada hacia la década del cuarenta como hito en la historia de la filosofía local tiene su auge en la década de 1980 (cf. USTA 11). Hacia 1998, ya se veía como un lugar común de la historia de las ideas la categoría de la "normalización", que para el caso colombiano se remontaría hacia 1945 (cf. Tovar 1998 19). En el presente apartado, daremos una breve muestra de cómo, aun desde distintos ángulos, se enfocó este espejo retrovisor hacia un aspecto escolar o técnico de la disciplina dado en las décadas de 1940 y 1950.

Desde la óptica de la filosofía de la liberación, se pronuncia una demanda de autenticidad y crítica social respecto de la filosofía precedente, cuya práctica fue calificada como una "repetición devota" de las filosofías extranjeras (cf. Tovar 2009a 39). En su versión colombiana, la filosofía de la liberación retoma los conceptos de subdesarrollo, dependencia y dominación, mirando hacia su propio pasado americano como inauténtico, imitativo y transferencial (cf. Salazar 1988 375). Marcado por la alienación de toda cultura colonial, un pensamiento dedicado al estudio y la repetición, desconectado de la realidad y servil a la domesticación del pueblo, sería incapaz de prestarse como el campo de un análisis de las condiciones de posibilidad de la filosofía latinoamericana (cf. Salazar 1988 388-390). Toda la historia de la filosofía en Colombia se llega a caracterizar como un proceso de distanciación en que la filosofía ha sido incapaz de cumplir una función legitimadora del modelo político vigente en cada momento (cf. Rubio 50-52); el avance institucional no hizo más que instalar un pensamiento repetitivo y dogmático (cf. Rubio 55). Se negó así lo que la propia filosofía local anterior hubiera aportado en el análisis de los problemas sociales. Esto le habría valido a la filosofía de la liberación para preguntarse, por ejemplo, sobre los presupuestos que en su propio contexto operaban desde antes respecto de la función de la filosofía y de los intelectuales.5 Sería poco lo que avanzaría desde aquellas premisas el proyecto de la historia de las ideas vinculado a este enfoque. El lugar que se le asignaría al periodo de 1940 sería el del inicio de un proceso de institucionalización, especialización, profesionaliza-ción y secularización de un pensamiento filosófico. Por la inercia que tomó el concepto de "normalización filosófica", esta mirada se extiende aún hacia décadas posteriores (cf. Hoyos 50; Tovar 1998 21), en que se cuestiona el valor crítico de "la cacareada normalización" (Tovar 1998 23),6 e incluso de todo el siglo XX (cf. Gómez Pardo 12).

Desde otros lugares, distantes del anterior, Danilo Cruz Vélez, Rafael Gutiérrez Girardot y Rubén Sierra Mejía formularon apreciaciones parecidas, aunque limitadas a una revisión de resultados. El movimiento filosófico de los años cuarenta no produjo mayores transformaciones, debido a su actitud escolástica en la recepción de nuevas corrientes (cf. Gutiérrez 64). Por su parte, Sierra Mejía criticó el enfoque exegético y reverencial de la generación del cuarenta: limitados a la cátedra, no se había ganado influjo alguno sobre la vida nacional, que era lo que se pretendía; se había caído en la marginalidad cultural (cf. Sierra 1985 11; 1967 236). Este enfoque también haría carrera en balances posteriores, que pondrían todo el siglo XX colombiano como dominado por la práctica exegética y por el proceso de institucionalización disciplinar (cf Botero, J.J. 1204).

Un patrón de silenciamientos: oposición a las actitudes escolásticas

Para Rubén Sierra, una escritura volcada sobre los textos, teñida de "actitudes escolásticas", trae como resultado desatender a los auténticos problemas de la filosofía (cf. Sierra 1982 79). Esta crítica no es nueva; antes bien, podría proponerse como indicador para una división de periodos, como una constante en la introducción de cada nueva tendencia, o de cada cambio temático o metodológico en la escritura filosófica local.

El énfasis en los problemas frente a la construcción de sistemas dogmáticos constituye un criterio de revisión y valoración del quehacer filosófico anterior, presente ya en la reacción ilustrada criolla frente a la escolástica colonial, o incluso mucho antes (cf. Marquínez 1988). También la generación de 1940, en su momento, volvió a insistir en él, introduciendo algunos referentes de su época, como hacer del problematismo un término medio que conecta al pensamiento con la vida (cf. Betancur 1969 104; 1940 293-294; Carrillo 1986 235-264; Nieto 1978 33-65; Cruz 1951 26; Jaramillo 1954b 58), una idea de filosofía que se encuentra reiterada en algunos de los primeros artículos de Ideas y Valores, por ejemplo, para diferenciarse del sectarismo político de la segunda mitad del siglo XIX (cf. Jaramillo 1954b 74). En este tipo de omisiones, se ilustra un gesto de negación de la propia tradición filosófica, cuyas implicaciones ha mostrado ya Carlos A. López.

Curiosamente, tres décadas después, Rubén Sierra reiteró este criterio del problematismo como algo característico del enfoque abierto de la revista, que no se ceñiría tan solo a una versión académica o universitaria de la filosofía (cf. Sierra 1987 5). El patrón de omisión seguirá operando en más revisiones recientes (cf. Botero, J.J. 1202): la problematicidad constituye un rasgo diferencial de la propia versión de la filosofía, frente al pasado filosófico local generalmente visto como escolástico y exegético. La historia de la filosofía en Colombia parece más la puesta en escena de un monólogo colectivo.

La producción textual y el problema de las fuentes

Es momento de ir "a los textos mismos", para confrontar el relato de los años ochenta con la producción escrita de los años cuarenta. En la selección de los textos por revisar aparece un problema de criterio en la delimitación del corpus. ¿Cómo identificar las publicaciones que se presentaron en su momento como producciones de carácter filosófico? Una vía posible se limitaría a revisar los productos del trabajo escolar: planes de estudios, currículos, monografías de grado, traducciones y publicaciones en revistas especializadas (artículos y reseñas). Las demás producciones textuales serían apenas aproximaciones a lo literario, al ensayismo, cuando no a un periodismo superficial, y no darían una idea de la constitución de un campo disciplinar.

Pero al limitarse a la selección de productos académicos se vuelve hacia el pasado con el mismo sesgo que predominó en los años ochenta, con la mirada restringida al aspecto técnico de la práctica filosófica. Así, esta se termina viendo como un proceso unívoco y continuo. Es una muestra muy limitada de la producción textual, precisamente reducida a los textos académicos. Mientras no se demuestre que nada más se produjo como filosófico, ni se reconozca la polisemia en los conceptos de "filosofía" y de "lo filosófico", el criterio de selección puede caer en una petición de principio: mostrar que los textos producidos fueron exclusivamente técnicos y, para ello, seleccionar apenas los textos publicados en el ámbito académico, donde precisamente se establecían los parámetros de una escritura técnica.

De hecho, había más aspectos que desbordan la escritura tecnificada, que le dan su ambiente y su trasfondo; pueden verse en la variedad de registros textuales que se manejaron y de públicos de aquellas décadas. En el uso del periódico y de la radiodifusión,7 no solo se hablaba de filosofía desde los referentes de algunas tradiciones europeas; al adoptar un lenguaje y un registro comunicativo que no coincidía con los criterios técnicos de las publicaciones académicas, se intentaba hacer algo con la filosofía, cumplir con ella una función pedagógica: familiarizar a un amplio público lector en el planteamiento y la comprensión de algunos problemas.

Como resultado de contar esta historia desde el filtro institucionalista del relato normalizador, se ha desconocido el carácter filosófico de la escritura laica anterior a 1940; se ha optado por clasificarla como la producción de ensayistas y escritores públicos (cf. Botero, J.J. 1196), una distinción que a su vez descarta la expresión ensayística, divulgativa y periodística de 1940-1950 como digna de atención para la filosofía.

Si el espejo retrovisor desde los años ochenta tendió a quedarse con los textos académicos para cuestionar precisamente su función escolar (un cuestionamiento, como se ve, tautológico), hace falta ampliar el espectro de la producción textual, el proyecto pedagógico que la enmarcaba; cómo desde aquellas producciones la filosofía asumió otras funciones y cómo interactuaba con otras disciplinas del momento8 El mismo Rubén Sierra, en algunos momentos, sugería ampliar el concepto de filosofía (cf. 1987) y abrir la investigación hacia registros textuales que colindan con lo literario como el ensayo, para buscar en este género una historia del pensamiento latinoamericano y de "sus intentos de pensar nuestra realidad social y cultural" (Sierra 1988 366367). El presente trabajo se enfocará principalmente en caracterizar algunos rasgos de la escritura periodística, dejando apenas señalados para futuras investigaciones el ensayo y las iniciativas de radiodifusión. Ver desde ese trasfondo los textos publicados por Ideas y Valores en sus primeros años puede dar una idea más aproximada de lo que se pretendía hacer con la publicación de ciertos artículos de reflexión cultural y con algunas predominancias temáticas.

Rescatando algunas tensiones

Recuperar el abanico de la producción textual, buscando una mirada más amplia sobre las expresiones de "lo filosófico", abre el camino a comprender el proceso de la filosofía sin perder de vista las tensiones, los conflictos, las ambivalencias en las posturas y en las apuestas históricas. Por ejemplo, se puede revisar algunas reflexiones sobre la función de la universidad, que dan una imagen del lugar de la filosofía dentro de la cultura y ayudan a situar el contexto programático de la fundación de una revista académica como Ideas y Valores.

El problema de la crisis de la universidad, hoy en día atravesado por los distintos aspectos del capitalismo que han implicado determinadas transformaciones en las prácticas de enseñanza e investigación, producción y distribución del conocimiento, todavía nos confronta con preguntas sobre la función de la universidad, sobre las estrategias para buscar una democratización del conocimiento, proteger la educación humanística o recuperar las relaciones de solidaridad y confianza que se ponen en riesgo con los procesos de mercantilización hiperindustrial del conocimiento (cf. Sierra-Blanco). Con las características propias de la universidad de los años 1940 y 1950, este también fue un tema de interés. Rescatar estas líneas de reflexión puede abrir camino a una discusión con el pasado filosófico local.

La creciente exigencia de especialización en el conocimiento se imponía, con los riesgos que esto presentaba. Como contrapeso, el influjo de las humanidades debía verse dentro de la universidad y fuera de ella. La afición a la filosofía y a otras "humanidades" sería el complemento ideal para ampliar el horizonte y evitar la barbarie del especialismo -i. e. la tendencia hacia una exclusiva especialización (cf. Betancur 1947 208)-. Danilo Cruz Vélez llegará a decir que la misión de la universidad, "preparar profesionales y, principalmente, comunicarle al país la cultura de su tiempo", solo se puede cumplir desde una facultad de filosofía que funcione como núcleo y proporcione el saber matriz para las demás ciencias. La facultad de filosofía es lo fundamental en una universidad, "lo único universal que posee la universidad" (Cruz 2016 540-541).

A la misión de la universidad le correspondería algo más que la sola profesionalización del estudiante: le correspondía su educación, entendida en el sentido de la cultura subjetiva, como "formación de la personalidad total". Pero acá se encuentra una doble tensión. Por un lado, se debía hacer frente a las demandas de especialización. La universidad no había de entenderse como mera instrucción o transmisión de conocimientos profesionales, útiles u operativos, sino como un organismo pedagógico, en el sentido de transmitir "la concepción del mundo propia de su grupo cultural o nacional" (Jaramillo 2022 XV).9 Teniendo a Jaime Jaramillo como director de Ideas y Valores, la editorial insistiría en darle a la revista la tarea de "atenuar los efectos desastrosos de la especialización profesional de la enseñanza" (Revista Colombiana de Filosofía 1954 5).

Por otro lado, las anteriores ideas entraban en tensión frente a las exigencias del rigor académico. La proyección de las humanidades más allá de la universidad, a través de los medios masivos de difusión (prensa, revistas, radio), era vista como una posibilidad sujeta a riesgos. Los medios masivos operan por medio de grandes simplificaciones que fragmentan y uniforman la realidad; para la fácil y agradable asimilación de un público, se sacrifican la visión directa y en profundidad, el primado del análisis a cambio de la acumulación de información y la actitud crítica. Los métodos simplificadores se muestran incapaces de formar personas emancipadas (cf. Jaramillo 2002 164). Por eso, el reto de la labor divulgativa estaba en saber conjugar dos virtudes: la claridad y la profundidad, para evitar esta simplificación (cf. Cruz 2016 507).

Se comprende que un objetivo de las publicaciones periodísticas sobre filosofía fuera despertar una inquietud filosófica dormida. Pero esta apuesta no podía limitarse a la filosofía escolar. En una línea muy afín a las políticas de "extensión cultural" de la República Liberal (cf. Silva 30; 245), las incitaciones pretendían llegar a un público más amplio.

Teniendo en cuenta la idea jerarquizada de la cultura que se tuvo entonces (cf. Jaramillo 1954b 58), puede comprenderse una variedad de formatos en los que se pretendió hablar de filosofía: el de las revistas universitarias para un público académico; el de las revistas culturales para un público menos restringido, pero "culto"; el de los periódicos, que suponía un público "medianamente culto" (Cruz 2016 495; 497) y, por último, los programas radiales, algunos de los cuales se publicaron luego como libros de bolsillo, pero cuyo público inicialmente era el más amplio, por estar más cercano a la oralidad.

La diferenciación de registros textuales no consiste en clasificar por géneros definidos a priori. Los criterios de lo que se entendía como escritura filosófica varían según la función que se le asignara a la filosofía en cada ámbito de publicación. Mientras los escritos académicos siguieron el curso de lo que conformaría el canon de la escritura técnica, en el periódico se continuaba de alguna manera una faceta pública de la filosofía y con el ensayo se pretendía hacer una escritura más original que, o bien desarrollara problemas filosóficos en algún campo (cf. Carrillo 1979; Cruz 1977), o bien echara mano de conceptos de filosofía para describir realidades de la vida y la historia nacionales (cf. Betancur 1988; Nieto 1997; Naranjo Villegas 1952; 1976). Esta variedad permite indagar cómo se intentaba cumplir con una función cultural que podemos categorizar al menos en tres enfoques interrelacionados: uno prescriptivo, otro divulgativo y otro interpretativo. Estos enfoques siguen en espera de una investigación más detallada. A continuación, se darán algunas breves indicaciones de cada uno, con un énfasis especial en la caracterización del enfoque divulgativo-periodístico. La idea es proponer estos enfoques como trasfondo de los primeros años de la revista Ideas y Valores.

El enfoque prescriptivo: una filosofía como directriz cultural

El enfoque prescriptivo consistió en hacer de la filosofía una guía moral, un instrumento de "formación" cívica y una orientación del destino nacional. En el aspecto moral y cívico se pretendió llegar al mayor público posible, a través de la radiodifusión y del lanzamiento de libros de bolsillo como los "Breviarios Colombianos", o el proyecto editorial del Colegio Máximo de las Academias de Colombia, que tenía como fin "utilizar el medio más poderoso de comunicación que hoy se conoce, o sea la radiodifusión, para llevar hasta los últimos rincones del país, en pequeñas dosis, nuestra campaña cultural" (Restrepo 1964 5). Aún en 1982 se encontrará una publicación como Temas de reflexión, desplegada como parte de la campaña de la Cacharrería Mundial para "la educación del pueblo colombiano" a través de "textos aleccionadores" (cf De Zubiría 6-10), que habrían de contrarrestar la ineptitud moral resultante de un acelerado progreso técnico. En este tipo de publicaciones se inscriben, por ejemplo, Las virtudes sociales y Manual del ciudadano, de Cayetano Betancur (cf. De Zubiría 182).

El enfoque prescriptivo dictaba también algunas directrices de lo que se consideró el destino histórico hacia el cual había de llegar el país. Se pretendía responder a un estado cultural considerado precario y provinciano, y hacer frente desde la filosofía al "aldeanismo" como actitud predominante de la cultura nacional, para ponerla "a la altura de los tiempos" (Cruz 2016 535-542). La tranquilidad, la paz y el orden daban contenido a la expectativa de madurez, sosiego y mesura proyectados sobre una vida nacional cuya historia se caracterizaba por la inestabilidad económica, política y social (cf. Nieto 1977 27; 31-32).

Aquel destino, unas veces visto como modelo a seguir y otras como algo inexorable, contaba con los valores típicos de lo que López (cf. 59) ha conceptualizado como el marco de referencia de la modernidad. Pero no puede caracterizarse de modo unívoco como una adhesión irrestricta a un proyecto ilustrado: por un lado, las notas centrales de la noción de "cultura" pueden remontarse hacia las raíces mismas del romanticismo;10 por otro, también se entraba en tensión con la tendencia a reaccionar desde otros frentes a los excesos del racionalismo y de la técnica, e incluso se buscó en la historia del pensamiento local los intentos de respuesta al conflicto entre el optimismo por el progreso científico-técnico y la búsqueda de un norte moral (cf. Jaramillo 1954b 59; 65-66). El progreso sin meditación es un regreso a la barbarie (cf. Botero, A. 3-6). Este problema ocupa varios ensayos del grupo estudiado (cf. Betancur 1943; 1942; Carrillo 1979; Jaramillo 1954b) y resuena incluso en Textos 1 [1959], de Nicolás Gómez Dávila (cf. 46-47; 73; 81).

Las revistas culturales sirvieron como espacio para el desarrollo de estos ensayos alrededor de aquellas líneas temáticas, yendo más allá de las exigencias de sencillez de los textos cívico-moralizantes y de la brevedad que imponía el periódico. En su mayoría, como sucede con El Tiempo, los títulos muestran cierta tendencia de ponerse al día en la recepción de autores y doctrinas (cf. Roa et al. 175-188), pero un estudio de la producción ensayística de estas décadas seguramente mostrará que se tenía como trasfondo la exploración de problemas más situados alrededor de la imagen moderna del mundo, el racionalismo o el desarrollo técnico. Se apuntaba a orientar la cultura nacional dentro de este marco histórico (occidental) en que se la interpretó.

Este enfoque prescriptivo coincide con aspectos del proyecto cultural de la República Liberal, principalmente decantado en la función del intelectual, que fue visto como sacerdote de la cultura (cf. Betancur 1971) o como pastor de almas (cf. Silva 168). Este contenido de la aspiración cultural puede explicar el anacronismo en que se suele caer hoy al echar de menos el aporte de los filósofos "normalizadores", criticándoles el haber tomado una postura política "neutral" incapaz de decir algo frente a los problemas nacionales (cf. Castro-Gómez 13-14). Para Jaime Jaramillo, la pregunta por el valor práctico de la filosofía resulta "superflua" e "indigna", quizá porque tiene ya una respuesta evidente: estudiar la filosofía en Colombia responde a una necesidad de creación cultural que le dé un contenido valioso y perennidad a la vida nacional (cf. Jaramillo 1954b 59). Desde ese núcleo, la filosofía se proyectaría sobre todos los demás órdenes: político, religioso, moral, artístico. En la línea de una figura pastoril del intelectual, el siguiente apartado mostrará en su versión periodística esta función social de dirigir y "elevar la cultura popular", mediante iniciativas de divulgación y pedagogía filosófica.

El enfoque divulgativo: una versión periodística de la filosofía

En el enfoque divulgativo, se pretendió hacer que "el colombiano" (enunciado así, en términos indefinidos y masculinos)11 se planteara problemas filosóficos (cf. Vélez Correa 966). La publicación divulgativa de autores y escuelas no es, claro está, una novedad introducida por los llamados "normalizadores." De hecho, pueden encontrarse en décadas anteriores artículos dominicales sobre autores que luego resultarían siendo referentes comunes en los años cuarenta, de manera que los escritores de esta década pueden considerarse también continuadores de este impulso divulgativo que viene de atrás.12

Podría cuestionarse qué relevancia tiene atender a las publicaciones periodísticas relacionadas con la filosofía de los años cuarenta y cincuenta en Colombia. ¿No nos encontraremos con una versión diluida de lo que hoy suele verse como el verdadero trabajo filosófico? Pero si nos atenemos a lo que en su momento correspondía a un aspecto clave de las funciones culturales de la filosofía, comprendemos la participación tan activa de autores como Rafael Carrillo, Cayetano Betancur o Danilo Cruz Vélez en este medio, al punto de llegar a reconocer explícitamente el periódico como uno de los espacios de la escritura filosófica. Esta es la idea que motiva las columnas de "Actualidad filosófica", de Cruz Vélez, en El Tiempo: presentar "noticias claras y meditadas -de filosofía- tiene en la hora actual singular importancia. Yo creo que solo se puede ver con claridad el mundo cuando se contempla filosóficamente" (Cruz 2016 500-501). Esta versión periodística de la filosofía presentaba publicaciones y traducciones recientes, libros representativos e indicaciones didácticas para los interesados en iniciarse en esta disciplina, que respondían a situaciones de la "hora actual" como criterios de relevancia (cf. Cruz 2016 501-503; 513; 519; 544).

En los años noventa, los Cuadernos de Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás publicaron una serie de estudios sobre la presencia de la filosofía en algunas publicaciones periodísticas como El Tiempo (Bogotá) y El Heraldo (Barranquilla)13. Los análisis de aquellos artículos, siendo pioneros en la indagación de un campo en espera de mayor investigación, sugieren que la publicación de filosofía dirigida a un mayor público desde un lenguaje periodístico estaba orientada a normalizar la filosofía, no en el sentido técnico-profesional, sino en el de hacer de ella una "actividad cultural socialmente reconocida" (García et al. 115). Pero tanto en este tipo de archivo, como en el de la radiodifusión, aún está por investigarse cómo se comunicaba la filosofía del momento, cuáles eran sus parámetros y, sobre todo, qué pretendía hacerse con esta versión periodística de la disciplina.

Los artículos dominicales de Danilo Cruz Vélez en El Tiempo (1939-1948) claramente servirán como muestra ejemplar, gracias a la edición reciente que los reunió.14 Se trata de una versión deliberadamente menos académica de la filosofía, como se observa en el uso de calificativos, hipérboles, metáforas, símiles o simplificaciones. El tono narrativo, con que se cuenta la historia de la filosofía, suele escenificar las ideas como protagonistas de un drama desplegado en actos (cf. Cruz 2016 452). Todos estos recursos vienen usados para ilustrar el desarrollo histórico de las principales ideas de Occidente y sus relaciones con la vida contemporánea.

Una mirada rápida a los títulos de estas publicaciones, desde el sesgo de una lectura retrospectiva marcada por la imagen monográfica y exegética de la escritura académica, haría pensar que ellas se agotan en la divulgación y el comentario más o menos superficial o de segundo orden. ¿Pero cuál era la relevancia que, en su momento, se le encontraba a todo esto? La misma que después motivará las publicaciones académicas como Ideas y Valores. Tanto en la selección de los temas, libros y autores, como en las decisiones sobre su modo de exposición, se encuentra el motivo recurrente de presentar la filosofía como una clave interpretativa para la comprensión de "la hora actual".

El enfoque interpretativo

El enfoque interpretativo (o sociointerpretativo) pretendía mostrar la potencia de la filosofía para la comprensión de la situación histórica. Hacia 1987, en su presentación del índice de los primeros setenta números de Ideas y Valores, Rubén Sierra Mejía explicaba que con la revista no se pretendía expresar apenas lo que unos profesores hacían en unas aulas. Se dirigía, más bien, a un público no universitario, compitiendo con lo que se hacía fuera de las aulas (cf. Sierra 1987 3). Para volverse referencia obligada "sobre algunos temas de la historia cultural colombiana", al tiempo que un órgano de divulgación y puesta al día del pensamiento filosófico, el criterio de escogencia de los artículos no era riguroso, académico o universitario, sino que se desdibujaba el concepto de filosofía poniendo un mayor interés en lo problemático (cf. Sierra 1987 5).

¿Cuál era esa conexión que pretendía establecerse al proyectar la filosofía hacia la cultura nacional? Algo se respondería desde los presupuestos que operaban en 1940 y 1950. El enfoque interpretativo-cultural se encuentra ya presente en algunas publicaciones periodísticas y en-sayísticas, pero también se proyecta sobre los artículos académicos. Algunas indicaciones de esto en las columnas de Danilo Cruz Vélez explicitarán los presupuestos detrás de la fundación de la revista Ideas y Valores. Ante la acumulación desmedida de información que desorienta y no permite ver claramente los fenómenos sociales, la salida está en mirar hacia el fundamento. Mientras los historiadores se dejan fascinar por el juego de las olas de la superficie, la mirada filosófica se sumerge en el fondo del mar de la historia para llegar al protofenómeno histórico, que es la relación primaria del ser humano con la realidad, una relación expresada o reflejada por la filosofía y por la ciencia de cada época (cf. Cruz 2016 72-73).

Esta idea implica una moción metodológica: atender a la filosofía como matriz de comprensión de la situación histórica del presente. Unas veces en términos explícitos, Cruz Vélez sostiene afirmaciones terminantes: "yo creo que solo se puede ver con claridad el mundo cuando se contempla filosóficamente" (Cruz 2016 501); otras veces, explica el supuesto subyacente a esta afirmación, asociando cada época cultural a una determinada relación primaria del ser humano con la realidad (cf id. 72; 461; 564) o con las ideas que determinan esta relación (cf. id. 560). Pero la mayoría de veces acude a esto como supuesto operativo que estructura sus exposiciones. Todas las demás ramas de la cultura habrán de "seguir la misma evolución de la filosofía, porque lo que evoluciona no es la filosofía sino el hombre mismo" (id. 565).

Al hacer el seguimiento de este presupuesto en los artículos periodísticos, se evidencia cómo se buscó hacer la presentación pública de la filosofía como herramienta de interpretación cultural y se entenderá el sentido de lo que a primera vista parece una escritura limitada a comentar autores y obras.

Los primeros años de Ideas y Valores (1951-1954)

Con este enfoque como trasfondo, se comprenderá el título de la nota editorial del primer número de Ideas y Valores (1951), "Designios", y algunos temas aparecidos en los primeros números de la revista. Se trata de premisas que operan en decisiones teóricas domo la de optar por el "universalismo", o en los criterios disciplinares de la filosofía como profesión, como condiciones determinantes de una práctica filosófica situada.

Según Germán Marquínez, los "normalizadores" colombianos fueron, en su mayoría, universalistas en su concepción de la filosofía. A la versión universalista de la filosofía le sigue, en la fórmula de Francisco Romero, la necesidad de tener que "ir mucho a la escuela" (cf. Marquínez 2005 26; 1988 344) y ponerse al día con la "filosofía universal", vale decir para el caso, con aquella que proviene de la tradición grecolatina y algunas corrientes de algunos países europeos. Esto se aprecia claramente en los primeros años de Ideas y Valores. La predominancia de algunos temas de la sección "Notas bibliográficas" da una idea de este enfoque escolar. Esta consistía en reseñas sobre libros de introducción a la filosofía, donde se prestaba atención a publicaciones recientes de grandes síntesis del pensamiento actual, valoradas como servicios de importancia para estudiantes y profesores de filosofía, es decir, para la formación profesional (Ideas y Valores 1951 1-2). En un momento en que las fronteras disciplinares comenzaban a difuminarse y la filosofía transitaba por líneas borrosas frente a otras disciplinas o artes, se aprecia una pregunta implícita en estas reseñas: el interés por delimitar cuáles de aquellos libros eran adecuados o inadecuados como "iniciación en los estudios filosóficos" (Ideas y Valores 74). Ante la ausencia de límites, a veces se propone no hablar de fronteras, sino de tránsitos (cf. Ideas y Valores 74). Criterios como la actualidad, la problematicidad, la imparcialidad y la claridad comienzan a reunirse como característicos de un trabajo de investigación filosófica (cf. Ideas y Valores 72). La sección "Vida de la filosofía" también comunicaba este ambiente escolar, al ocuparse de reportar noticias sobre conferencias, cursos o notas necrológicas sobre la vida y obra de alguna figura emblemática del mundo académico, pero cumplía también el propósito de establecer conexiones entre comunidades intelectuales de distintos países. Si en los diarios se presentaba una versión periodística de la filosofía, en esta sección se puede ver una versión filosófica del periodismo.

Uno de los artículos del primer número, escrito por Francisco Romero, se titula "La odisea de dos filósofos contemporáneos" (1951). Allí se perfilan las figuras de Arthur Liebert y Ernst Cassirer, como dos filósofos alemanes cuya obra y proyectos se vieron obstaculizados por el ascenso de la ideología nazi al poder y el destierro que esta les impuso; Romero resalta que, yendo más allá del trabajo profesoral, ambos filósofos buscaran institucionalizar lazos de solidaridad internacional mediante la fundación de sociedades o revistas (cf. Romero 42; 52). Esta labor promotora obedece "a la convicción de que la filosofía tiene un papel importante en la civilización y que incitarla, coordinarla mundialmente, facilitarle recursos para que se difunda y avance, es contribuir a los más altos fines humanos" (id. 41). Es significativo que este artículo, con sus notas ejemplarizantes, se publique en el primer número de la revista Ideas y Valores, perfilando los modelos del heroísmo sacrificado que caracterizaría la labor de quien emprende un proyecto de promoción cultural.

Al asumir este "sacrificio", el grupo de filósofos vinculado a la revista tuvo en mente la tensión implicada en esta tarea; la tensión (ya presente en el texto de Romero) entre apuntar hacia una idea universal de filosofía y la situación particular desde donde se participa de esa idea. El primer número de la revista Ideas [y Valores], en varios de sus artículos y secciones, planteaba esta tensión. La nota editorial de Cayetano Betancur, titulada "Designios", es representativa de este problema.15 Se plantea, como problema inaugural de la revista, el de los propósitos de la actividad filosófica. Reconocer la existencia de una philosophia perennis16 implicaba suscribir a un ideal de filosofía universal, de ideas inmutables que se pueden expresar desde una situación que participaría más o menos de las eternas realidades: "parousia determinada en mucho por el estado actual del mundo y de la cultura colombiana" (Betancur 1951 6).

Desde esta tensión se entiende la pretensión inaugural de la revista: participar de los grandes y eternos temas, sin renunciar a la situación o el momento dado en que se da esta participación. Ante los obstáculos, las oscuridades y los peligros de un presente sombrío, solo quedaba asumir la "hora actual" en una meditación urgida, precipitada y apresurada, sin proyectar fines de largo alcance para la revista (cf. Betancur 1951 5). Este consejo, que toma la forma de un imperativo impuesto por la dificultad de la situación, parece responder tácitamente a la consigna de la normalización filosófica: primero se debe "ir a la escuela", para después sí dar un aporte original, o al menos auténtico, en el futuro más o menos próximo de las generaciones siguientes. Pero las aspiraciones expresadas en "Designios" también explican la presencia de otros temas recurrentes en los artículos de los primeros números (1954-1951), artículos que en su mayoría presentan más un tono ensayístico de reflexión sobre temas relacionados con las culturas europea y americana, manteniendo siempre como punto de referencia aquella philosophia perennis.

En cuanto a que las pretensiones se hayan limitado a las de una repetición limitada a la exégesis escolar, relativamente ceñida a unos textos más o menos traducidos y recibidos de segunda mano para ponerse al día con una historia de la filosofía canónica, cabría más bien revisar esa imagen de philosophia perennis o "filosofía universal" que predominó en el momento.

La revista Ideas y Valores se inaugura con uno de sus apartados que incluía la publicación periódica de "textos clásicos" de la filosofía. El texto correspondiente al primer número es "El nuevo mundo", de Hegel. La nota editorial que sirve de prefacio expresa abiertamente el "universalismo" de la revista. Sitúa la relevancia del texto en dos órdenes. En el orden temporal, califica el texto hegeliano como el "primer texto fundamental" sobre América. Y en su contenido, lo estima como "la primera preparación para la historia universal que América recibe de labios de la veneranda cultura europea" (Ideas 1951 53). La referencia a América viene a tomarse como fundamental, en la medida en que América es introducida a la "historia universal", entendida esta como la que transmite la cultura europea, cuya veneración se toma como imperativo (del gerundivo latino veneranda). Se expresa sin rodeos una clara admiración a un saber y a una historia por recibir. Sorprende, por ejemplo, que ante las descripciones de Hegel del indígena como inferior y carente de espíritu, cuya única manera de elevarlo a la cultura consistiría en tratarlo como niño, la nota editorial califique el texto como "fundamental". ¿Suscribe de alguna manera esta mirada o solo la tiene como referencia obligada con la cual habrá de discutirse? Es elocuente la falta de pronunciamiento alguno en la revista. A partir de este ejemplo, toma sentido la crítica de los años ochenta como dirigida contra este espíritu reverencial.

Pero el universalismo (occidentalismo, europeísmo) no siempre expresaba un intento por emular una cultura o un estadio histórico que se debía alcanzar. Era visto como vía de acceso a la comprensión del tiempo histórico presente. En la medida en que la filosofía se entendía también como factor de origen de la cultura,17 el conocimiento de la historia de la filosofía y de sus conceptos proporcionaría, en general, las claves interpretativas de la historia y de la vida social.

En esta versión idealizada, la filosofía sentaba las premisas de la cultura de occidente; por lo tanto, primero habría que conocer en profundidad esas premisas para interpretar la situación cultural. Visto a la distancia, esto nos ayuda a comprender el carácter especulativo de varios escritos que eran titulados con el nombre de "sociología", entendida como una ciencia de la crisis, a la cual se acudía para proporcionar conceptos que ayudaran a interpretar y dirigir los fenómenos (cf. Naranjo Villegas 1954 90; Silva 255 n. 39; Cataño 381). Con las herramientas conceptuales a disposición, esta era su manera de acercar la filosofía a una interpretación de la realidad cultural local y del presente histórico mundial. La idea de comprender la historia de la cultura occidental en paralelo con la historia de la philosophia perennis puede encontrarse en escritos de Rafael Carrillo, Danilo Cruz Vélez y Cayetano Betancur. Los tres coinciden en ver la filosofía como origen de la cultura occidental (cf. Carrillo 1986 131; Betancur 1988 174-189; 1955 11-12; Cruz 1977 162-164).

Una somera revisión de algunos títulos publicados en los primeros años de Ideas y Valores (1951-1954) puede dar la idea apresurada de que la selección temática se limitaba a un estilo escolar repetitivo, sacado de contexto y poco relevante para problemas más urgentes. Pero esta imagen pierde de vista el ideario cultural que orientaba esta apuesta por el cultivo de una philosophia perennis. Equivale a comprender solo una parte del título de la revista (Ideas), sin tener en cuenta las connotaciones que tuvo la segunda parte (y Valores). Algunos artículos y secciones de la revista se ocuparían de ejercicios de comentario, traducción o reseña; otros abordaban de manera más directa preguntas y discusiones alrededor del tema de las condiciones que hicieran posible el surgimiento de una cultura en América (cf. Fernández de Soto 484-487; 490; Betancur 1952; Grossmann 24-26; 27; 42); otros dan una muestra de cómo se encontraba presente esta idea de abordar la realidad social desde conceptos de la filosofía (cf. García 83; Betancur 1952a; 1952b).

Desde el supuesto de que las ideas actuaban en la historia, no siempre desde su desarrollo teorético, sino también desde las actitudes, valoraciones y motivaciones con que los pueblos o las épocas hubieran entrado en relación (de rechazo o aceptación, por ejemplo) con esas ideas, los anteriores títulos venían orientados por la idea (implícita o explícita) de comprender las premisas con que la filosofía habría movilizado la historia de Occidente.

Lo anterior se aprecia en el modo con que Cayetano Betancur discute el desarrollo histórico del geocentrismo en su artículo de Ideas y Valores, Vol. 1 (3-4). Visto de pasada, parece un texto desconcertante: ¿lleva la especulación filosófica al extremo del malabarismo conceptual, para preguntarse por la posibilidad de vidas en otros planetas? Pero si se tiene en cuenta la clave axiológica con que se recorre este desarrollo histórico, se verá el texto con otros ojos. Betancur muestra, por ejemplo, que la sobrevaloración de la tierra en el centro del universo, presente en el Renacimiento, cuando antes en la Edad Media este lugar central resultaba infravalorado, indica un cambio en una forma de religiosidad (cf Betancur 1952b 154; 197); también presenta el registro emocional, afectivo o estimativo en que Descartes y Pascal entran en relación con la imagen mecanicista del universo y explica cómo el yo cumple una función de consuelo en la desesperanza y desolación de un mundo despojado de finalidad (cf. id. 190). En el mismo sentido, se puede comprender el intento final de Betancur por responder al panorama bélico de mitad de siglo, desde la idea de la soledad cósmica del ser humano, visto como un ser insólito y extraño, encontrando cómo ese afecto le daría sentido al intento por recuperar una búsqueda moral y religiosa del espíritu humano (cf. id. 202; Vasconcelos 95).

Desde esta visión idealizada de la filosofía, se llegó a sugerir la historia de la filosofía local como posible vía para comprender las causas de la convulsa vida nacional. El sentido de hacer esa historia de la filosofía no radicaba en buscar al filósofo original que en una colonia remota anticipara a Descartes, rivalizara con Espinosa, o anunciara la obra kantiana. Se trata más bien de preguntar por el sistema de preferencias implícito en la vida colonial, aquel que llevó a sentir seducción o indiferencia hacia unos u otros temas. Preguntar por la razón de esta inclinación y del meticuloso estudio dedicado a algunos temas. En la historia de la filosofía en Colombia, se pueden buscar inclinaciones teóricas y estimativas que pueden verse como "semilla y raíz de muchas formas de la cultura colombiana" (Betancur 1955 14). Este enfoque sobre la historia del pensamiento en Colombia induce a "meditar si nuestras convulsiones internas [...] no tienen por razón de ser, la ausencia de una gran idea" (Betancur 1955 16) que, al materializarse en la nación, la eleve a esta espiritualmente y la unifique como cultura; de ahí el sentido que pudo tener en aquellos años iniciales de la revista la publicación del trabajo de Jaime Jaramillo Uribe, "La ética en la obra filosófica de José Eusebio Caro" (1954a).

Después de esfumada la Revista Colombiana de Filosofía, y de algunos intentos por organizar agrupaciones como la efímera Academia Colombiana de Filosofía, entre 1949 y 1950, los esfuerzos grupales se enfocaron hacia la publicación de una revista, como aquello que sí podía reunir colaboradores más allá de los títulos honorarios de academias y sociedades de filosofía, como lo expresa Cayetano Betancur en una carta a Luis Eduardo Nieto:

Yo creo que estas cosas de academias no tienen tanta importancia como las revistas y publicaciones; estas son las que agrupan a la gente; lo demás no es más que un rótulo. Por tanto, espero que algún día podamos realizar nuestro ideal alimentado de tiempo atrás, de publicar una revista cultural o exclusivamente filosófica. Entonces sí tendremos gente que se reúna en torno de ella. Es una calamidad no tener dinero, pues para todo se requiere; aunque no sea sino para no vivir tan ocupado. Yo anhelo un movimiento en Colombia como el de Revista de Occidente, aunque tenga que reducirse económicamente, pero siempre dentro del mismo impulso de agitación intelectual, de descubrimiento de valores nuevos auténticos, de pensamiento no politiqueril y sin compadrazgos con nadie. Dios nos oiga. (Carta de CB a Luis Eduardo Nieto, julio 12 de 1950, Fondo CB, Cj. 34, Cp. 17)18

Este era el trasfondo que animaba la publicación de la revista; un eje axiológico atravesaba al enfoque teorético, en el cruce de Ideas... y Valores (cf. Sierra 1987 3-4).

Algunas conclusiones

La valoración de la escritura de los filósofos que luego serían llamados "normalizadores" tiene ciertas ambivalencias que podrían explicarse por la confusión entre aspiraciones, procesos y resultados. Por un lado, se ha querido ver en ella una desconexión de los problemas locales y una especialización cada vez más incapaz de llegar a un mayor público. Según Carlos Arturo López, los textos de filosofía perdieron relevancia para el gran público y se restringieron al ámbito universitario (cf. 121). Observaciones como estas suelen quedarse en la apreciación de un reducido tipo de textos, al no tener en cuenta la variedad de escrituras de la filosofía de 1940-1950; de ahí que narrar una historia de la revista Ideas y Valores, sin tener en cuenta el trasfondo programático que la animaba en sus comienzos, constituya un sesgo de perspectiva.

La aspiración de formar un amplio público lector orientado hacia temas filosóficos tiene su motivación en la tarea cultural asumida, desde una visión elitista de la cultura, por esta generación; una tarea que puede encontrarse en programas radiales de filosofía, que al parecer comparten una misión cultural y educativa afín a la de la Radiodifusora Nacional (cf. Silva 26-28), o en las columnas de periódicos, o incluso en los escritos ensayísticos que articulaban la filosofía con algún otro campo para la comprensión de fenómenos sociales. En este trabajo nos detuvimos especialmente en la versión periodística, para mostrar los contenidos (y supuestos) presentes en una noción de filosofía de mediados del siglo XX: esta sería vista como un factor de producción cultural, y en esa medida su estudio (profesional, técnico y divulgativo) daría las claves interpretativas de la cultura nacional, entendida esta como suscrita a la realización de valores y de ideas propias de la historia occidental. Desde ese lugar, en su función práctica, esa disciplina consistiría en dilucidar el marco axiológico para el destino de la nación. Es, claramente, una noción idealizada e idealista de la filosofía.

Todas estas aspiraciones bien pudieron terminar en un rotundo fracaso, desde el punto de vista de los resultados que hubieran tenido para la sociedad y para las generaciones posteriores de filósofos. Pero nada impide hacer la historia de un fracaso. Antes bien, su contraste con las críticas posteriores puede revelar aquello que ha quedado silenciado, incompleto y, por lo mismo, abierto. Desde el punto de vista de una historia de las proyecciones que tuvo la filosofía en determinado momento, las aspiraciones culturales pudieron haber continuado su curso de manera tácita.

No volvemos sobre esta historia con la única intención de mostrar los distintos aspectos que adoptó la práctica de la filosofía hace ya más de setenta años. Ampliar esta mirada puede servir como punto de referencia para las revisiones que implica, de tanto en tanto, plantear la pregunta sobre las funciones de la filosofía profesional en Colombia y su relación con otros quehaceres que suelen quedar invisibilizados. Hoy resultan insostenibles varias premisas implícitas que operan en este cruce de sentidos de la filosofía, pero su discusión solo es posible en la medida en que no sigan siendo silenciadas.

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Vélez Correa, J. "Proceso de la filosofía en Colombia." Revista Universidad de Antioquia 143 (1960): 864-1012. [ Links ]

1El concepto de "normalidad filosófica", en el relato de la historia de la filosofía en Colombia, se viene decantando hacia la designación de un proceso de profesionalización de la filosofía. Para una revisión reciente de este concepto, y de las aproximaciones críticas que se han hecho de él en el caso colombiano (cf. Rivas y Deraso 2020).

2El presente trabajo hace parte del proyecto de investigación "Una historia escrita de la filosofía en el actual territorio colombiano" de la línea "Saberes: usos y fronteras" del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana. Mi agradecimiento a los profesores Carlos Arturo López, Juan Pablo Garavito, Juan Fernando Mejía, Julián Hernándes y Jonathan Beltrán, por las mutuas lecturas y la estimulante discusión sostenida desde 2018.

3Este trabajo desarrolla la línea de revisión historiográfica cuya base teórica, arraigada en algunas ideas de R. Koselleck, propuse en "Para un análisis crítico del concepto de normalización filosófica" (Betancur, J. C. 153-154).

4Definir el concepto de "cultura" para el caso que nos ocupa implicaría toda una investigación en sí misma. Sin embargo, puede darse acá una caracterización provisional, pues se trató de una noción axiológica. La cultura (objetiva) era vista como la realización concreta de un plano ideal y abstracto: ideas vigentes de una época (cf. Carrillo 1986 220), valores (cf. Betancur 1947 182; Jaramillo 1954b 58-59), o una proyección de mundo (cf. Cruz 1977 90-91). El carácter axiológico de esta noción radica en plantear la regulación normativa de un orden trascendente a la naturaleza.

5Vale la pena preguntarse, por ejemplo, si en la función emancipatoria de la filosofía de la liberación, y en el acercamiento entre marxismo y cristianismo, se tomó una consciente distancia de la noción pastoril del intelectual que, como veremos más adelante, parece caracterizar a la filosofía de 1940.

6Leonardo Tovar, sin embargo, ha realizado uno de los trabajos mejor documentados sobre las décadas que nos ocupan, aunque concentrado principalmente en sus aspectos institucionales y en la exposición de algunas líneas temáticas (cf. 2009b).

7Véase la participación de Cayetano Betancur y Abel Naranjo Villegas en la Radiodifusora Nacional, carta del 27/11/1948 sobre el programa "Filosofía de la coquetería" para los sábados de 6:20-6:30 (cf. ACUN, Fondo BC, Caja 5, Carpeta 5, Folio 51), y correspondencia con Marta Traba, el 15/1958 (cf. Fondo CB, Cj. 5, Cp. 11, F. 17). Este medio tiene también su vertiente política: hacia mediados de 1942, Betancur dirigió también el radioperiódico La voz conservadora en abierta oposición a la facción laureanista del partido (cf. Fondo CB, Cj. 13, carpeta 4).

8Esto último podría revisarse, por ejemplo, en los trabajos en filosofía del derecho (cf. Carrillo 1979; Nieto Arteta 1941; Betancur 1959; 1968), si se pregunta cómo el contexto de los debates legislativos de 1940 le daba relevancia a la discusión y crítica alrededor del positivismo jurídico kelseniano. También podría verse en los trabajos de economía (cf Nieto Arteta 1997), historia de Colombia (cf. Jaramillo Uribe 2002a; 2002c; Naranjo Villegas 1976; Nieto Arteta 1997), lo que entendían por "sociología" (cf. Betancur 1988; Nieto Arteta; Naranjo Villegas 1954), filosofía de la educación (cf. Naranjo Villegas 1952; Jaramillo Uribe 2002b; Betancur 1942; 1943; 1947), filosofía de la religión (cf. Betancur 1938). Se trata de campos temáticos que aún están por investigar.

9La referencia corresponde a la introducción del libro Historia de la pedagogía como historia de la cultura, publicado en 1961 como edición de las lecciones de Historia de la pedagogía que dictaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAL durante 1952, "tal como resultaron estas notas en su primera elaboración". Puede leerse como un documento indicador de lo que en materia de filosofía de la educación se enseñó dentro del período que nos incumbe.

10cf. Isaiah Berlin, quien expone las raíces del romanticismo como cargas de profundidad que harían detonar las premisas centrales de la Ilustración. Confrontemos por lo pronto la noción de "cultura" con algunas ideas Herder o de Schiller, para tener una pista de cómo las aspiraciones culturales de estos colombianos podían entrar en tensión con el iluminismo. La doctrina de Herder del arte como expresión era extrapolable a la comprensión de toda actividad humana o social. Así como una obra de arte ya no se juzga desde parámetros de belleza fijos, unívocos, pretendidamente universales y disociados del artista, de modo análogo ya no se había de valorar un grupo social desde parámetros universales (que, por ejemplo, lo tuvieran como más o menos civilizado o bárbaro), sino que cada grupo social habría de mostrar en sus costumbres, en su historia, en sus ideales, la expresión de su ser propio. El folclor, por ejemplo, se veía como portador del espíritu del grupo (cf. Berlin 94-96). En un sentido cercano, se acudirá al folclor como matriz de comprensión cultural por parte de los intelectuales colombianos durante la República Liberal (cf. Silva 201-202). Una cultura es vista como una creación grupal y como expresión de ese grupo (cf. Betancur 1988), expresión de una nación cuyo carácter se halla más o menos cohesionado mediante la lengua (cf. Berlin 96-97; Betancur 1939), una cultura situada históricamente no puede valorarse desde parámetros universales, sino atendiendo a los ideales que esta busca y que constituyen su propio centro de gravedad (cf. Berlin 100-103; Betancur 1933 16-17). La pretensión nostálgica de volver a un pasado glorioso como el griego o el romano no solo era un sinsentido desde este punto de vista (cf. Berlin 104), sino que se tendría como signo de una vida cultural cansada y decadente (cf. Betancur 1942 159-160). Muy en sintonía con estas nociones se encuentra la idea de la dignidad humana como aquella que reside en la libertad moral, entendida específicamente como la capacidad de elevarse por encima de la naturaleza para la invención de ideales (cf. Berlin 119-124; Cruz V. 1977).

11Por varias indicaciones más o menos dispersas, se debe aclarar que estas publicaciones se dirigían a un público presuntamente masculino (véase el uso de ejemplos sobre la "belleza" de la mujer, como ideas de común aceptación entre autor y lector, por Cruz [2016 465; 497]) y "medianamente culto" (Cruz 2016 495; 497).

12Cf. El Tiempo de 1926 (sep. 26, p. 20), artículo de Darío Pérez sobre La decadencia de occidente, libro que sería un referente obligado para los autores de 1940.

13El artículo de los Cuadernos de Filosofía Latinoamericana sobre El Heraldo lamentablemente se concentra en artículos posteriores a 1980. Aún está por hacerse una revisión bibliográfica de las publicaciones culturales de otros departamentos.

14Los artículos se encuentran compilados en Cruz (2016).

15Véase también sobre esta tensión, en el mismo número, Cruz Vélez (1951), "La idea de una philosophia perennis en Nicolai Hartmann", y Romero, "La odisea de dos filósofos contemporáneos".

16Esta expresión no se asociaba exclusivamente con el neotomismo, como aparece en Rafael M. Carrasquilla (Saldarriaga 1250); aunque puede compartir notas comunes con la versión cristiana, su concepto se desarrolla de un modo laico en el primer número de Ideas y Valores, en Cruz (1951).

17En las notas periodísticas de Cruz Vélez se presenta la filosofía como solo una rama más de la cultura, es decir, como un producto. Pero en otro sentido también se ve como un acto de filosofar más radical que determina esas actitudes fundamentales ante la realidad -la contraposición y armonización entre estos dos sentidos de filosofía, como producto y como raíz, es elaborada en estudios más detenidos por Danilo Cruz Vélez (cf. 1977, 11. "La filosofía y la cultura")- y corre paralela a la distinción entre filosofía y filosofar.

18Folio por confirmar dentro del Fondo Cayetano Betancur. La correspondencia con Luis Eduardo Nieto Arteta se encuentra en la caja 34, que para la fecha no ha sido digitalizada. La carta ha sido consultada a partir de una colección de fotocopias reunida por la familia antes de donar la correspondencia al Fondo Cayetano Betancur de la Universidad Nacional.

Cómo citar este artículo:

MLA: Betancur Gómez, J. C. "Silenciamientos, enfoques y escrituras de la filosofía en Colombia. Para una relectura de Ideas... y Valores (1951-1954)." Ideas y Valores 70. Sup. 7 (2021): 53-78.

APA: Betancur Gómez, J. C (2021). "Silenciamientos, enfoques y escrituras de la filosofía en Colombia. Para una relectura de Ideas... y Valores (1951-1954)." Ideas y Valores, 7o(Sup. 7): 53-78.

CHICAGO: Juan Camilo Betancur Gómez. "Silenciamientos, enfoques y escrituras de la filosofía en Colombia. Para una relectura de Ideas... y Valores (1951-1954)." Ideas y Valores 70, Sup. 7 (2021): 53-78.

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