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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.71 no.178 Bogotá Jan./Apr. 2022  Epub Feb 21, 2022

https://doi.org/10.15446/ideasyvaiores.v71n178.100773 

IN MEMORIAM

CARLOS BERNARDO GUTIERREZ ALEMÁN (1938-2021)

MARGARITA MARÍA CEPEDA DÍAZ-GRANADOS* 

* margaritacdg@gmail.com


Sabía que el fin se acercaba y ahí estaba sobre la piedra del camino a casa ese capullo verde que ahora, al abrirse, dejaba ver el envés amarillo de su estuche. Sostenidas y arropadas por esos rayos de sol se desplega ban muchas lunas de blanca transparencia. Era la flor magnífica de la pitaya, que brota en la oscuridad de la noche encendiéndolo todo por unas pocas horas, tan efímera como el rayo de Heráclito.

Cuánta fragilidad la de la vida. La de cualquier vida. Y cuánta luz.

Carlos B. nunca traicionó su impulso al despliegue. Sabía que ser es "plenificarse" y que el ser humano necesita formarse para llegar a ser pro piamente lo que le corresponde en la totalidad a la cual pertenece.

Su impulso vital aunaba la lucidez y la fina sensibilidad de su pa dre, don Carlos Julio Gutiérrez, con la cálida alegría creadora de su madre, doña Ana Alemán. No sé de dónde le vendría la ternura de la que me enamoré.

Lo que si sé es que su energía de acción seguía a la vez el impulso de la confrontación y el del encuentro.

Con su maestro de vida, Hans-Georg Gadamer, supo reconocer su camino de formación en la virtud de la synesis, de la convergencia, de entenderse unos con otros. Él, que desde antes de llegar a Alemania ya había sido líder estudiantil en la Universidad Nacional de Colombia, y como estudiante de la New School of Social Research ya había tomado claro partido en contra del solipsismo, del individualismo y del intelectualismo sin tierra, y que en sus años venideros escribiría en contra de los "valores", de la falsa neutralidad y del dogmatismo sin alma.

Carlos B. asumía sin dificultad la responsabilidad de sus propios puntos de vista y no temía ser el malo de la película. Activaba todas sus defensas allí donde le olía a incienso y en donde palpaba arrogancia, demolía sin piedad. No era nada condescendiente ni dejaba espacio al "autocompadecimiento victimista". Ante todo, era sincero y de una sola pieza, y entendía la crítica como un deber de lealtad. Tal vez por eso no creía en la tolerancia y mucho menos en su versión criolla.

Como estudiantes suyos, en la Universidad Nacional y en la Universidad de los Andes, temíamos siempre a su carácter implacable y a su humor negro, del cual también disfrutábamos, como de la florida creatividad de su lenguaje, siempre capaz de dar en el blanco, y de sus magníficas explicaciones teatralizadas. Con él aprendimos la "filosofía en castellano", y su ejemplo nos enseñó a permitir que nuestra sensibi lidad atravesara nuestras ideas.

Él vio en la filosofía una práctica humana de formación incesante y esa fue la filosofía que enseñó, siempre anclada en su propio contexto vital.

Por todo esto privilegió en la búsqueda dialógica de mutua com prensión el momento de interrupción de sentido y el respeto activo frente a la alteridad, promoviendo la cultura del disenso, como antídoto contra el "unanimismo" y la polarización. No a la fácil asimilación de lo extraño a lo propio, no al violento rechazo a la diferencia.

Estaba orgulloso de haber nacido en el centro de Bogotá y de no haberse movido de ahí... y sí que se movió, siempre honrando el con trajuego de familiaridad y extrañeza que le fue regalado porque, como solía decir, "lo mejor de la vida siempre es de balde".

Arraigado en esa gratuidad vivió hasta el último de sus días con una inmensa capacidad de disfrute, y siempre con ligereza y humor ante las limitaciones humanas. Quienes lo tuvimos cerca no dejaremos de agradecer su radiante presencia y de admirar la valentía con la que atravesó la muerte.

Para él lo que ante todo era gratuito eran los vínculos, que cultivó en su vida estudiantil tanto en Colombia, como en Nueva York y en Heidelberg. Y supo también tejerlos en el ámbito filosófico, profesio nal y académico, contribuyendo a la creación de muchas comunidades de saber que presidió por años: la Sociedad Colombiana de Filosofía, la Asociación de Profesionales con estudios en Alemania (Asprea), la Sociedad Interamericana de Filosofía, el comité de investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.

En todos estos espacios transmitió la claridad de lo que verda deramente importa, el gusto por el ensanchamiento de horizontes al encuentro con lo que otro tiene para decir, siempre de la mano con arriesgar el propio punto de vista, nunca exento de cuestionamiento. Y se las arreglaba para nutrir esos encuentros de ambientes festivos, de paisajes colombianos, de suficiente tiempo y pausa para la risa, del calor de un buen trago.

Su capacidad de tejer vínculos lo hizo merecedor de la me dalla Goethe, y de títulos como el de "director de orquesta de la Filosofía Latinoamericana". La Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos sieh le otorgó el premio Franco Volpi, que Carlos B. recibió personalmente en el jardín de nuestra casa de Villa de Leyva. La socialización del premio transmitida por internet fue un ritual de amistad y gratitud que lo acompañó en su lecho de muerte. Nos hizo falta ese viernes compartir con él un último prosecco, así como el chi charrón del sábado, pero ahora todo momento feliz entre amigos y familiares lleva el sello de su memoria.

El Heidelberger Kreis y sus amigas alemanas con sus hijos, entre ellos sus ahijados, también lamentan hoy su partida y lo acompañan seguro con buena música, o con un paseo por los jardines de Hadschusheim.

Padre, y de muchos, en múltiples sentidos de la palabra, incluso el mexicano (¡Qué padre!) y el de "Patriarca", también supo legar a nues tro hijo Carlos Daniel lo mejor de sí.

Como esposa y cónyuge llevo en mí su alegría desbordante y ligera serenidad ante lo humano, en espera de que aún su vulnerabilidad me toque y me alcance. Su calidez protectora me envuelve y acompaña, y confío en que, así como estas cualidades suyas impregnan hoy mi ser, algunas de las que he mencionado y muchas otras que he dejado sin nombrar acompañen a sus estudiantes, y a nuestros amigos y colegas, iluminando nuevos ámbitos de la vida y de la convivencia de unos con otros en un país tan necesitado de lo que él enseñó y llegó a encarnar.

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