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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.71 no.178 Bogotá Jan./Apr. 2022  Epub Feb 28, 2022

 

DIÁLOGOS

Correa-Motta, Alfonso. "La inmoralidad de los pirrónicos." Estudios de Filosofía 60 (2019): 63-83.

SOFÍA CARREÑO* 

* Ludwig-Maximilians Universitát, München-Alemania. scarrenoc@unal.edu.co


El texto de Correa-Motta explica la objeción de inmoralidad propuesta por Aristocles (cf. Aristocles en Eusebio Praep. EV. 14.18.18) hacia los pirrónicos, y evalúa la manera en que Sexto la refuta en los Esbozos Pirrónicos (PH). En este texto, propondré que la solución propuesta por Correa-Motta se puede extrapolar a una versión contemporánea de la objeción.

Las objeciones

La objeción de Aristocles sugiere que el pirrónico es el tipo de persona cuyo carácter le permitirá cometer malas acciones, especialmente en la esfera social. La objeción señala que el pirrónico puede contravenir los lazos políticos y emocionales que lo unen a su comunidad, debido a que se encuentra en un estado de confusión con respecto a lo que es bueno y lo que es malo (cf Correa-Motta 66-67). El argumento de fondo consiste en señalar que, si una persona tiene un carácter impasible e imperturbable, entonces no temerá las leyes y castigos que se deriven de sus malas acciones, y si esta persona no teme las leyes y castigos que se deriven de sus malas acciones, entonces estará en una posición para cometer estas malas acciones como expresión de su carácter. Dado que los pirrónicos dicen ser impasibles e imperturbables (cf PH I.25), entonces, para Aristocles, no temerán las leyes y los castigos relacionados con sus malas acciones y, por tanto, estarán en condiciones de cometer estas malas acciones como expresión de su carácter (cf. Correa-Motta 68). Este tipo de argumento se deriva de la visión peripatética/aristotélica de que no tener o no poder sentir una determinada emoción cuando es necesario sentirla equivale a una mala manera de tenerla (cf EV 111.1115b), por lo que no tener ninguna emoción también sería una mala forma de relacionarse con las emociones, lo que a su vez conduciría a malas acciones. Igualmente, en la explicación de Aristocles de por qué el carácter del escéptico se expresa en malas acciones, la impasibilidad y la imperturbabilidad deben evitar que el pirrónico sufra una emoción específica, que es el miedo a la ley y a los castigos. Si Aristocles subscribe esta tesis, debe también suscribir que el miedo de la ley necesariamente caracteriza a quien actúa de manera legal (cf. Correa-Motta 69).1 Además, para que el argumento de Aristocles funcione, debe asumir una interpretación de las nociones pirrónicas de impasibilidad e imperturbabilidad que le permita inferir de esta la falta de miedo a la ley y al castigo.

Por otro lado, la versión contemporánea de la objeción que propongo se basa en que, defendiéndose contra la objeción de apraxia en la que no entraremos aquí, Sexto afirma:

Así, aferrándonos a las apariencias, vivimos sin creencias, en la observancia de la vida cotidiana, ya que no podemos estar completamente inactivos. Parece que esta observancia de la vida cotidiana se compone de cuatro partes: una consiste en la guía de la naturaleza; otra, en la necesidad de los afectos; otra, en la transmisión de leyes y costumbres; otra, en la enseñanza de las artes. (PH 1.23-24, traducción propia)

Esto parece significar que, entre otras cosas, el Escéptico evita comportamientos que no están permitidos en su contexto social, y se comporta como lo hacen otros a su alrededor siguiendo leyes y normas culturales. Esta descripción de cómo el escéptico lleva su vida con una adherencia adoxástica a las leyes y normas culturales suena muy familiar a la descripción de Arendt del mal banal encarnado en Eichmann. Esto, en la medida en que Arendt describe a este individuo como incapaz, por un lado, de desobedecer y, por otro lado, de distinguir el bien del mal (1987 554; 2000 433), así como un individuo que "ha superado la necesidad de sentir, en general" (2000 205). De modo que, dejando de lado los anacronismos, uno podría preguntarse si un pirrónico, en la medida en que es imperturbable por la suspensión de creencias que incluyen las del bien y el mal (cf. M.11.110-140), tiene el potencial de convertirse fácilmente en el tipo de persona banalmente malvada que Arendt describe al hablar de Eichmann.

Respuesta

La respuesta escéptica a la objeción de Aristocles se puede encontrar en el pasaje ya citado de PH (1.23-24). Aquí vemos que el Escéptico debe vivir siguiendo u obedeciendo tanto la naturaleza como las costumbres, aunque sin creencias que justifiquen esta obediencia. Teniendo esto en cuenta, el pirrónico está afirmando la posibilidad de actuar legalmente sin comprometerse con la bondad objetiva de su acción. Sin embargo, si bien el seguimiento ciego de la ley puede garantizar la legalidad de las acciones realizadas por el Escéptico, eliminará, sin embargo, todo ámbito ético en la visión de Aristocles (cf Correa-Motta 72).

Admitir una noción como la de carácter y, en general, aceptar que la discusión tiene un alcance ético, obligaría a Sexto a admitir la objetividad de los valores y el compromiso con la verdad, lo que iría en contra de su propio propósito como filósofo (cf PH I.4; M. 11 §IV). La respuesta escéptica inicial es entonces deflacionaria, al no poder asumir los mismos términos en los que se planteó la objeción (cf. Correa-Motta 72). La descripción de Arendt de un individuo banalmente malvado como alguien que no puede distinguir el bien del mal queda igualmente invalidada en este punto de la misma manera deflacio-naria, dado que las ideas objetivas del bien y del mal no son aceptadas desde la perspectiva escéptica.

Por otro lado, si esta respuesta no resulta satisfactoria, cabe recordar que los dos primeros aspectos de la observancia pirrónica de la vida cotidiana, citados en PH 1.23-24, muestran que el escéptico se sabe dotado de sensación y pensamiento, y admite la necesidad de sus afectos. Sexto muestra así que los principios pirrónicos no tienen por qué impedirle actuar basado tanto en impresiones sensibles como intelectuales, por un lado, y que no implican negar afectos necesarios como el hambre o la sed, ni actuar de acuerdo con ellos, por el otro (cf. M 11.143). La imperturbabilidad que busca el pirrónico se restringe al tipo de perturbaciones que dependen directamente de las creencias. El arte pirrónico no puede acabar con el hambre o el frío, ni tampoco puede acabar con emociones como el miedo. En el mejor de los casos, puede evitar que esas condiciones se vean potenciadas por nuevas creencias (cf. Correa-Motta 81; M 11 §V, PH I.30, PH III 235-236). Entonces, la falta de miedo a los castigos no se deriva necesariamente del estilo de vida pirrónico, que a su vez falsifica la acusación de Aristocles. Este punto también refuta el desafío contemporáneo, en la medida en que el escéptico, a diferencia del Eichmann de Arendt, no estaría en condiciones de haber superado la necesidad de sentir en general. Además, mientras que para Eichmann el autoengaño era fundamental para lograr la incapacidad de desobedecer (2000 83), el pirrónico, en cambio, utiliza la suspensión del juicio precisamente como un medio para evitar el autoengaño (PH 1.4).

Bibliografía

Arendt, H. Los orígenes del totalitarismo, 3 volúmenes. Madrid: Alianza, 1987. [ Links ]

Arendt, H. Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Lumen, 2000. [ Links ]

Correa Motta, A. "La inmoralidad de los pirrónicos." Estudios de Filosofía 60 (2019): 63-83. [ Links ]

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Sexto Empírico. "Against the Ethicists" [M] in Sextus Empiricus in Three Volumes (Vol. 3). Trad. The Rev. R. G. Bury. Massachusetts: Harvard University Press, 1936. 384-510. [ Links ]

Sexto Empirico. Outlines of Scepticism [PH]. Eds. Julia Annas and Jonathan Barnes. Reino Unido: Cambridge University Press, 2000. [ Links ]

1El dominio de lo legal y lo ético son acá coextensivos.

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