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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.71 no.179 Bogotá mayo/go. 2022  Epub 11-Ago-2022

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v71n179.102698 

Traducción

LA SENSIBILIDAD HERMENÉUTICA1

JEAN GRONDIN*  2

TRAD PATRICIO MENA MALET**  3

*Universidad de Montréal - Montréal - Canadá

**Universidad de La Frontera - Temuco - Chile


¿Qué es la hermenéutica? y ¿para qué sirve? Hay muchas respuestas posibles a esta doble cuestión. La hermenéutica no es, como la arquitectura, la medicina o la carpintería, una disciplina cuya finalidad es evidente. Algunos ven en ella un método para interpretar textos, otros una escuela de pensamiento o una forma de filosofia (es un poco mi caso) con su canon de referencias obligadas. Los especialistas pensarán en nombres como los de Schleiermacher, Dilthey, Heidegger, Gadamer y Ricœur, de los que, tampoco ellos, llegarán siempre a un consenso. Algunos especialistas de Schleiermacher, un importante teólogo alemán de comienzos del siglo XIX que elaboró una hermenéutica, tienen un santo horror ante Heidegger o Gadamer, así como hay lectores de Gadamer que no quieren saber nada de Ricœur (y viceversa). Algunos como Emilio Betti o E. D. Hirsch, los dos hostiles a Gadamer, ven en la hermenéutica una disciplina que debe fundar la objetividad de la interpretación4, mientras que hermeneutas postmodernos como Gianni Vattimo o Richard Rorty estiman que la gran virtud de la hermenéutica es liberarnos de esta obsesión. No nos enganemos, el campo hermenéutico ha estallado en sí mismo ligeramente, lo que no es probablemente muy edificante para la disciplina o su imagen. Este estallido tiene, sin embargo, su lógica: volcada a la interpretación, la sensibilidad hermenéutica sabe que muchas interpretaciones son posibles. La pluralidad de las interpretaciones forma parte de su ADN y no hay nada de sorprendente en que la hermenéutica sea objeto de tantas lecturas, antinómicas a veces. La cuestión es saber cómo se debe manejar esta pluralidad o este conflicto de las interpretaciones. ¿Es preciso ver en ello un obstáculo o un auxilio para la comprensión? Con el fin de ver más claro, me esforzaré en presentar aqui5 la hermenéutica como una "sensibilidad", como un cierto "sentido" o un cierto modo de enfrentar la interpretación y la existencia misma.

¿Por dónde comenzar? Se puede comenzar por el término mismo, en tanto todos los pensadores hermeneutas otorgan mucha importancia al lenguaje. Como todos los términos griegos que terminan en "-ica", la hermenéutica designa una disciplina que se puede considerar como una ciencia o un arte. La palabra hermenéutica es una creación moderna cuya paternidad recae en el teólogo alemán Johann Conrad Dannhauer en el siglo xvII, no obstante, también se encuentra en los griegos el adjetivo hermeneutikè que califica comúnmente una technè, un arte. Se dice "arte" porque technè fue traducido por ars en latin. Como lo confirma la primera página de la Metafísica de Aristóteles, la technè corresponde, más a menudo en griego, a un saber en el sentido más general del término.6 El primer ejemplo que le viene a la mente a Aristóteles es el arte médico: saber que tal remedio será útil a todos aquellos que están afligidos por tal o cual enfermedad depende del arte (1998). Es un saber que, a diferencia de la sola experiencia, comporta una dimensión universal, porque quien posee un arte posee también la causa de los fenómenos. El ejemplo médico ensena que el arte es también un saber de una utilidad evidente: produce la salud. Todos los saberes no tienen una utilidad tal. Entre los saberes, hay aquellos que se practican solo por el amor al saber (id. 982a 15) y sin la intención de una aplicación inmediata. Aristóteles no ve en ello una limitación, sino todo lo contrario. Piensa aquí en las ciencias como la física, las matemáticas y la filosofia primera a las que él llama teóricas porque no aspiran sino a la contemplación (théôria). Tenemos una concepción bastante diferente de esas ciencias cuyas aplicaciones prácticas son evidentes, al menos en el caso de las dos primeras...

Si la hermenéutica es un arte, y un arte más útil que propiamente teórico, ¿de qué es arte o saber? Hermeneuein designa la actividad de interpretación (y de la traducción), la hermenéutica será otro nombre para el arte de la interpretación. ¿Por qué es necesario tal arte? Porque la interpretación puede ser una operación ardua que exige una cierta competencia. La hermeneutikè, de la que Platón parece ser el primero en hablar de ella, (es, en todo caso, en sus textos que el término se encuentra por primera vez)7 correspondia, probablemente, en su origen, al arte de interpretar los oráculos o los signos divinos. Interpretar quiere decir, entonces, que nos esforzamos en hacer surgir el sentido o la significación de los signos cuyo sentido no es completamente evidente: se puede tratar de signos naturales (el vuelo de las aves, las entranas de los animales, una tormenta o un presagio cualquiera), sonidos o palabras que presentan un carácter enigmático. Lo que está presupuesto aqui es que resulta dificil penetrar en el sentido que hay que comprender Qquién comprende algo de los mensajes divinos?); que este sentido puede, por tanto, ser oscuro o ambiguo, y que aquel que tiene éxito lo hace gracias a su saber o a su arte; he aqui, el arte de la hermenéutica. Por tanto, la hermenéutica ha sido primeramente un arte para interpretar los signos dificiles de comprender en un primer momento. Aqui, los términos de interpretación y de comprensión, sobre los que reposará toda hermenéutica, deben ser bien distinguidos: interpretación es la actividad o la operación de desciframiento y de elucidación cuya finalidad es la comprensión. Por consiguiente, este arte de la interpretación ha sido desarrollado, sobre todo, por aquellos que se consagran a la interpretación de los textos sagrados en todas las religiones. donde los textos fundadores tienen un rol central, particularmente, en el judaismo (se pensará en Filón de Alejandria o Maïmonides), en el cristianismo (cf. Origenes, Agustin Dannhauer, etc.) o en el islam (de Averroes a Henry Corbin). No siempre se la ha llamado hermenéutica; eso no comienza sino hasta el siglo XVII con Dannhauer; no obstante, la sensibilidad hermenéutica sabe que la ausencia de la palabra no significa la ausencia de la cosa.

Dannhauer resume muy bien la finalidad de la hermenéutica en el titulo de su obra de 1654, Hermeneutica sacra sive methodus exponendarum sacrarum litterarum (Hermenéutica sagrada o método de las sagradas escrituras que deben ser expuestas); la primera en utilizar el término de hermenéutica en un titulo: la hermenéutica sagrada, es decir [sive] el método para interpretar (exponer, explicar) las Sagradas escrituras. Es evidente que se trata, como lo precisarán otros titulos clásicos, de un arte para interpretar bien los textos.8 Una vez más, se tiene necesidad de tal arte porque el texto sagrado puede ser sibilino -por todo tipo de razones, a saber: 1) se trata de un texto divino que se esfuerza en transmitir verdades espirituales en una lengua forzosamente terrestre; 2) es un texto que data de una época ya antigua, cuya lengua y contexto ya no nos son familiares, etc.; pero es también un arte que supone una cierta competencia. En el caso de Dannhauer, las competencias requeridas son, sobre todo, lingüisticas y retóricas, pero también teológicas: el buen intérprete debe dominar la lengua del texto que estudia, las figuras de estilo y los tropos de la retórica de la que se sirve la Sagrada escritura, y tener una buena idea de la intención del autor del texto sagrado. La hermenéutica ulterior agregará otras competencias a la expertise requerida para interpretar correctamente: el buen hermeneuta debe conocer también la historia y la época en la que fue escrito su texto; tal vez, también, la vida de su autor, su contexto politico o tal teoria lingüistica de moda que se piensa que es indispensable para la correcta comprensión del sentido de los textos.

Desde Dannhauer y hasta la actualidad, la hermenéutica puede ser considerada como la disciplina que se preocupa de los mejores métodos para interpretar bien los textos. Pero antes de evocar los otros sentidos que se injertarán sobre esta idea de base de la hermenéutica, es importante senalar que el arte de la hermenéutica presupone que en materia de interpretación todo no depende únicamente de la ciencia. Es también necesaria una sensibilidad particular que honran los mejores hermeneutas: para entender adecuadamente el sentido de un texto o de un fenómeno que requiere desciframiento es preciso, a veces, ser capaz de sentir y presentir ese sentido. Hay, por tanto, una parte de intuición y de imponderable que entra en juego en la hermenéutica, y los buenos hermeneutas siempre han sabido dar cuenta de ello, de un modo o de otro, en sus teorias. A veces esto puede tomar un giro un poco "elitista", al menos para nuestras sensibilidades; es asi como Filón y Origenes presuponen como evidente que solo los espiri-tus perfectos o avanzados espiritualmente podrán penetrar el sentido más profundo de las Escrituras (Filón 2005, 78; Origenes 1978, 4; 2; 6). Más ingenuamente, al menos para nosotros, Agustin senala que es "esencial y absolutamente necesario [...] orar para comprender" (1997, 318-319): solo la verdadera piedad permitiria manifestarse al sentido de la Escritura. Schleiermacher hablará de la importancia del "método adivinatorio" en toda comprensión (1997, 318). Él quiere, sin duda, decir con ello que muy a menudo, cuando el sentido de un texto no puede ser dilucidado a partir de pasajes paralelos o de recursos gramaticales, nos es preciso "adivinar" el sentido del texto. Cuando el sentido que hay que comprender es dificil de penetrar, a veces es necesario arriesgar una hipótesis. Lo que es exigido y esperado aqui es un sentido del sentido que forma parte de toda sensibilidad hermenéutica, pues para determinar el sentido de un texto es preciso también captar sus nudos y sutilezas, el contexto y las circunstancias, la cuestión a la cual responde, la ironia, a veces, los subentendidos y los prejuicios, la urgencia, en suma, todo lo que depende de lo "no dicho" [logos endiathetos] en lo que está dicho [logos prophorikos]. Todas estas sutilezas de sentido, sean en un texto o en otra expresión portadora de sentido, no son siempre evidentes, ni accesibles a una aproximación puramente metódica. Yo insisto en ello, porque la sensibilidad hermenéutica no tiene solo que ver con textos escritos: puede también que ver con interpretar signos naturales, los signos de un rostro, por ejemplo, que no son todos conscientes. Cuando un profesor siente que sus auditores están cansados, él lo lee en sus rostros. Ciertamente, también puede equivocarse: los estudiantes tal vez se mofan porque acaba de decir una enormidad o porque es terriblemente aburrido.

La hermenéutica depende, por tanto, de una cierta sensibilidad o de un "arte", en el sentido como lo entendemos a veces cuando asocia-mos al arte con una perspicacia particular. Es la idea que Hans-Georg Gadamer puso en evidencia, útilmente, en su obra Verdad y Método, cuando recordó que no todo en interpretación -y, por consiguiente, en su teoria, la hermenéutica- depende del discurso del método. Una sensibilidad para las sutilezas de sentido también es indispensable: un cierto sentido del sentido, que no siempre está dicho, pero que es esencial para la comprensión de lo que se busca decir en lo que está dicho. Se comprende que aquello ha irritado a los hermeneutas más preocupados del rigor metódico de la interpretación. Dannhauer, lo hemos visto, asociaba espontáneamente la hermenéutica a un método. Pero todo buen método hermenéutico sabe que su aplicación requiere un toque especial. A veces se teme que la hermenéutica deje de ser una ciencia y se entregue a lo arbitrario. Eso es un malentendido, pues la sensibilidad hermenéutica es, también, la ciencia de lo que escapa a la ciencia. No es, sea dicho de paso, la menor de sus utilidades.

Lo que caracteriza a la sensibilidad hermenéutica no es, como se pretende a veces, la hostilidad generalizada con el método, lo que seria del todo ridiculo. Lo propio de esta sensibilidad es, al contrario, acoger todos los métodos susceptibles de ayudarnos a comprender bien el sentido de los textos y de las cosas. Si se quiere interpretar un texto, una obra de arte o un fenómeno social, es absolutamente evidente que el hermeneuta responsable tendrá en cuenta todas las herramientas necesarias: el método histórico-critico, en el caso de los textos antiguos, es decir, el método preocupado por el contexto histórico y por la historia de su transmisión; el método hipotético-deductivo; de la validación empirica y textual; el fino conocimiento de las lenguas, del autor, del género literario, de la recepción, de la sociologia, etc. Se puede también, hoy, recurrir a una panoplia de herramientas informáticas y estadisticas de las que los hermeneutas clásicos no han incluso podido sonar.

La mayor virtud de la sensibilidad hermenéutica es la de la apertura al sentido, tanto de los textos como de las cosas, y todas las claves que le permitan llegar a algo serán bienvenidas. Como decia Ricœur, todas las hermenéuticas, trátese de aquellas de la confianza o de la sospecha (siempre tenemos necesidad de las dos), nos ayudan a comprender mejor, lo cual es la única finalidad de la hermenéutica. La sensibilidad de la hermenéutica no se opone sino a dos tentaciones, que son dos derivas: por una parte, aquella que estima que no hay más que un solo método para interpretar correctamente los textos, trátese de una interpretación sociológica, histórico-critica, politica, fenomenológica, deconstructiva, psicoanalitica, estructural o, como se dice a veces (pero por error), hermenéutica9 (por error, porque la hermenéutica abarca todos estos métodos). Esta tentación mono-metódica es el resultado de un exclusivismo hermenéutico, o de lo que Ricœur llama la "pretensión totalitaria" (2003, 19) de un tipo de interpretación en detrimento de todas las otras, lo que nos impide apreciar todas las radiaciones del sentido a comprender; y, por otra parte, la idea según la cual todo dependeria en hermenéutica del rigor metódico, como si el espiritu de finesa no jugase alli ningún rol. El método es indispensable (senalémoslo una vez más), pero a menudo es una intuición sutil, un presentimiento, una sospecha, una vaga idea, un diálogo lo que ayuda verdaderamente a descifrar el sentido. El hermeneuta concienzudo se preocupará, con seguridad, de validar tanto como sea posible su intuición o su hipótesis, de elaborarla, de fundarla y someterla a la critica. Este debate critico no podria faltar, pero su carácter, a menudo abierto, confirma que el sentido del sentido sigue siendo un componente esencial de toda sensibilidad hermenéutica.

Se trata, también, de una sensibilidad que practicamos todos los dias, pues el sentido del sentido no está reservado a los hermeneutas profesionales. Es aqui donde la hermenéutica toma un sentido universal que desborda el marco clásico de la hermenéutica, aquel de la justa interpretación de los textos. Presupone que nosotros mismos somos seres interpretantes (toda la hermenéutica del siglo XX ha insistido em ello) y seres sintientes10. En si, esta idea no es nueva y no es propia de la hermenéutica, pero en tanto que reflexión sobre la interpretación y la justa comprensión, es una idea de la cual la hermenéutica, consciente de su dimensión universal y desde entonces filosófica, puede apropiarse. Si ella no es nueva es porque forma parte del nombre de nuestra especie, homo sapiens, que ve en el hombre al ser "que sabe". ¿Qué quiere decir aqui "saber"? Es una gran cuestión que no recibirá aqui respuesta definitiva (la sensibilidad hermenéutica desconfia de las respuestas de este tipo). Intentaré, una vez más, seguir a Aristóteles con la esperanza de hacer comprender mejor lo que es la sensibilidad hermenéutica en su envergadura más universal y fundamental. La primera frase de su Metafísica es célebre: "todos los hombres aspiran [oregontai] por naturaleza a saber", como lo dicen la mayor parte de las traducciones francesas. La idea de saber [eidenai, sapere] forma parte aqui de nuestra naturaleza [physis] y parece resumir nuestra aspiración esencial [oregontai reenvia evidentemente a la esfera del deseo]. Pero otras traducciones de eidenai son posibles y practicadas por algunos intérpretes: "todos los hombres aspiran por naturaleza a comprender", se lee a veces11. Esto, porque saber, como lo ensena Aristóteles en este texto célebre, consiste esencialmente en comprender el porqué de las cosas (1991, II 2; 994b 30 y passim). En el lenguaje de hoy, se podria decir que se sabe o que se comprenden las cosas cuando se capta el sentido, es decir, las razones, la finalidad, la intención y, en el caso de las acciones, los motivos. Este sentido y este orden de razones son aqui tan complejas, que cada vez que Aristóteles presenta esta concepción del saber, él tiene el cuidado de distinguir cuatro formas de causalidad (según las traducciones latinas: la causa material, formal, eficiente y final). Aristóteles muestra ya una sensibilidad hermenéutica, al no cerrarse a ningún tipo de causalidad (las causas materiales, eficientes y finales pueden ser ellas mismas múltiples). Cuando aspiramos a saber, es siempre a saber el sentido de las cosas (y de los textos, de los que no habla Aristóteles aqui) que queremos comprender, cualquiera que sea el modo de abordarlas.

Aristóteles tiene razón al decir que esta búsqueda de sentido o de razón se reconocia en su nivel más elemental en el plano de la sensación [aisthesis] y del placer del que tenemos experiencia. Ser capaz de sensación, como lo son también los animales, es ser capaz de sentir las cosas, de olfatearlas y, por ello, de saber o de adivinar lo que ellas son. Tal olor apetitoso es el signo de que hay algo bueno para comer o encontrar, mientras que un mal olor, comúnmente, será un presagio de lo contrario. Sin cesar sentimos las cosas, con todos nuestros sentidos, claro, pero también con nuestra inteligencia, aquella que la filosofia más antigua ha comprendido siempre como una capacidad de sentir12(noein, intellectus, Vernunft, que viene de Vernehmen, percibir). Esta capacidad de percepción es, evidentemente, una sensibilidad hermenéutica. Busca siempre, instintivamente, comprender lo que está pasando.

Es lo que hacemos cuando leemos textos: nosotros no podemos leerlos sin presuponer que tienen un sentido, que sostienen un discurso sensato y que se puede, desde entonces, comprender. Ese sentido puede situarse en muchos planos: puede tratarse de aquel que el autor tenia en la cabeza (el espiritu del autor, del que yo pienso que se trata de un objeto muy legitimo de la hermenéutica, demasiado a menudo no considerado por sus representantes recientes) o, como insisten Gadamer y Ricœur, del "fondo de la cosa"13, por tanto, del sentido del texto y de su valor de verdad; pero también puede tratarse de lo que el autor me ensena, tal vez, incluso, sin que lo sepa, sobre su contexto histórico, sociológico, etc. Que un texto tenga muchos sentidos es una idea tan antigua como la doctrina clásica del cuádruple sentido de la Escritura. La sensibilidad hermenéutica no se cerrará a ninguna interpretación que sea sensata y que permita hacer surgir las múltiples facetas de un texto y de las cosas.

Es evidente que esta sensibilidad se ejerce en la vida de todos los dias. Para tomar un ejemplo demasiado fácil, al que la actualidad nos expone invariablemente: cuando un politico hace alguna declaración, yo puedo tomarla al pie de la letra, pero también puedo sospechar de otras intenciones, electorales, estratégicas, o hacer de ella una lectura psicoanalitica, etc. Se trata aun aqui, se dirá, de interpretar discursos. Pero esta sensibilidad hermenéutica desborda el orden de los discursos. Como Aristóteles, quien era hijo de un médico, a mi me gusta invocar ejemplos sacados de la medicina: cuando alguien sufre fiebre o de presión alta, el buen médico, y no solo él, quiere comprender el sentido de esa enfermedad, su fuente o sus razones. Para llegar a ello, naturalmente, usará todos los instrumentos de medición, auscultará al paciente; pero la buena interpretación podrá ser resultado de un presentimiento súbito o de una intuición feliz (los médicos me aseguran que ese es a menudo el caso). ¿No es lo que hacemos todos los dias cuando intentemos, espontáneamente, comprender el sentido de las cosas? Para tomar otro ejemplo de Aristóteles (1995, 194b 33): ¿por qué Pedro da un paseo?

Porque es bueno para su salud. Al mismo tiempo, él puede tener otras razones: hacer compras, encontrar a una amiga, etc.

Lo que está presupuesto aqui es que el sentido que nos esforzamos en comprender, en la hermenéutica más aguda como en la vida cotidiana, es un sentido que se oculta ya en las cosas. Eso tiene sentido en el caso de los textos; el sentido que hay que comprender no es aquel que el intérprete inyecte en su texto, sino aquel que ya se encuentra alli y que une al intérprete. Emilio Betti tuvo razón al recordar el adagio clásico: "el sentido no debe ser importado al texto, sino extraido del texto" [sensus non est inferendus, sed efferendus]. Pero eso es también verdadero para las cosas mismas, de la que toda buena filosofia debe hablar: el médico que quiere comprender el sentido y la naturaleza de la enfermedad de su paciente supone que esa enfermedad -tumor, apendicitis, cáncer, etc.-se encuentra en su paciente, incluso si no se muestra como tal al primer examen e incluso si tal vez no se muestra nunca. El médico, como todo hermeneuta, debe hacer su parte: usará sus instrumentos de medición y, por supuesto, su propia sensibilidad, la literatura que conoce, sus colegas y su experiencia. Es del mismo modo como nosotros presentimos y adivinamos el sentido de las cosas mismas en nuestra búsqueda incesante de saber, de comprensión y de orientación. Se podria decir de la ciencia misma que ella no es más que la institucionalización, a gran escala, de esta sensibilidad hermenéutica que distingue a nuestra especie; la del homo sapiens que no ha dejado de intentar comprender el sentido y las razones de las cosas. Todo es, ciertamente, objeto de debate, de controversias, de cuestionamientos, pues nuestra búsqueda de comprensión es, esencialmente, dialógica. Pero siempre que cuestionamos un estado del saber o una idea recibida, es siempre en nombre del sentido de las cosas mismas que buscamos evidenciar. Somos seres de sentido, por tanto, de sensibilidad hermenéutica, y lo que nos esforzamos en comprender, tanto en ciencia como en otras partes, es el sentido de las cosas y, por supuesto, de los textos. El homo sapiens es un homo hermeneuticus.

Esto es lo que es, en pocas palabras, la hermenéutica: un sentido del sentido de las cosas, abierto y atento a todo lo que es sensato. ¿Para qué sirve la hermenéutica? Para comprender mejor el sentido de las cosas y para comprendernos mejor a nosotros mismos. Asi las cosas, "hermenéutica" es otro nombre para "filosofia".

Bibliografia

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1Traducción de La sensibilité herméneutique, texto publicado en Critique, 2015/6 n° 817-818, Éditions Minuit. 453-463. Esta traducción ha sido autorizada por el autor para su publicación.

4Recordemos el célebre artículo de E. D. Hirsch (488-507).

5Ver también mis obras: Grondin 1999; 2008.

6Aristóteles: "El arte nace cuando, de numerosas nociones de experiencia, resulta una sola concepción universal a propósito de casos semejantes" (1998 1, 981).

7Véase Grondin 1999 45.

8Se puede pensar aqui en el titulo clásico de J. M. Chladenius (1969).

9Suponiendo que todos estos llamados métodos correspondan a modos de hacer rigurosamente marcados y universalmente admitidos, lo cual es dudoso. Aqui también, estos métodos, a menudo, son el resultado de sensibilidades (lo que no es una catástrofe), que son también susceptibilidades.

10Véase Grondin 2013.

11Ver O. Scholz (2001, 1), quien cita a importantes comentadores de Aristóteles para apoyar esta idea. Jean Tricot senala también en una nota de su traducción de la Metafísica (1991 2) que eidenai 'saber' "puede funcionar en su sentido restringido como un sinónimo de epistasthai 'comprender'.

12Véase Grondin 2013, 105-123.

13Expresión que se encuentra en Leibniz, en su Teodicea (1969, 38), y que traduce bastante la Sache alemana.

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