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Revista Latinoamericana de Psicología

Print version ISSN 0120-0534

rev.latinoam.psicol. vol.43 no.1 Bogotá Jan. 2011

 

ARTÍCULO

Estudio sobre la Red Nomológica de la Envidia en Población Infanto-juvenil

A Study on the Envy Nomological Network in Children and Adolescents

María José González Calderón
Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Psicología (UDIMA)

Michel Angel Carrasco
María Victoria del Barrio Gandar
Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Psicología (UDIMA)

Correspondencia: Dra. María José González Calderón, Profesora de Psicología del Desarrollo. Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). Camino de la fonda, 20. Collado Villalba (Madrid). 28400. Teléfono: 918561694 (Ext. 3502). E-mail:mariajose.gonzalez@udima.es.

Recibido, Abril de 2010 Aceptado, Diciembre de 2010


Resumen

La envidia es una parte esencial de la condición humana que posibilita el correcto desarrollo del niño. El presente trabajo explora la red nomológica de la envidia en relación con la sintomatología depresiva, la ansiedad y la ira. La muestra estuvo constituida por 210 sujetos (43.8% varones) con edades comprendidas entre 10 y 14 años. Los centros educativos y las aulas fueron seleccionados al azar. En este estudio ex post facto se llevaron a cabo correlaciones de Pearson entre las medidas evaluadas, así como comparaciones de medias entre sujetos que presentaban envidia o no; por otro lado, se realizó un análisis factorial exploratorio para examinar la red nomológica de la envidia, y un análisis de regresión múltiple para conocer la relación entre ésta y el resto de emociones evaluadas. Los resultados mostraron que el entramado de relaciones entre la envidia y otras emociones está condicionado por la edad y el sexo de los sujetos. La envidia mostró una clara relación con la ira, especialmente con su vertiente rasgo, y fue esta emoción la que en mayor medida predijo cada una de sus dimensiones. La dimensión de la envidia, deseo por lo ajeno, se asoció con un mayor desajuste emocional. A pesar de la interconexión de la envidia con las restantes emociones, ésta emerge como una emoción independiente y diferenciada de las restantes. La escasez de trabajos sobre este tema en población infantil sugiere la necesidad de un mayor número de estudios.

Palabras clave: adolescentes; envidia; niños; red monológica; estudio ex post facto


Abstract

Envy is an essential ingredient of human nature, which facilitates a proper development of children. This study analyzes the envy nomological network in relation to depression, anxiety and anger. 210 subjects aged 10 to 14 (43.8% males) took part in the study. The schools were randomly selected from a database and so were the classrooms. Different Pearson's correlations and comparisons of means between envious and nonenvious subjects were carried out in this ex post facto study. Moreover, an exploratory factor analysis and a multiple regression analysis were used to examine the envy nomological network and to check the relationship between envy and several emotions assessed. Results have shown that the envy nomological network depends on both, children's age and sex. Envy was mainly related to trait anger, which predicts every envy dimension. The dimension called "Wish for other's belongings" was the one related with a higher number of emotional disorders. Despite the link between envy and the other emotions, it constitutes an independent construct, different from the others. More studies are needed given the lack of works on this topic.

Key words: adolescents; envy; children; nomological network; ex post facto study.


La envidia es una emoción presente en todas las culturas, frecuentemente plasmada en manifestaciones artísticas de toda índole y patente en diversas religiones. Sin embargo, ha sido una negada y estigmatizada por ser considerada moralmente indeseable e incluso patológica (Habimana & Massé, 2000). Para algunos autores, la envidia constituye un ingrediente inherente de la condición humana que posibilita el correcto desarrollo del niño (Usobiaga, 2000) y facilita el establecimiento de las relaciones sociales (De Gaulejac, 1997). Para algunos autores, se trata de un constructo no delimitado tan claramente como otras emociones, tales como la tristeza, la ira o el miedo; posiblemente, porque la envidia, a diferencia de las emociones básicas o primarias, se manifiesta con una mayor variabilidad en función de las condiciones que la evocan y según la manera en que se experimenta en relación con las mismas (Berkowitz, 1996; Parrot, 1991). Tal vez por esta razón, y como ha señalado Schleifer (2006), la envidia es considerada por la mayoría de los expertos una de las emociones morales más complejas, de la cual se derivan importantes dificultades que pueden abocar a las personas a un pobre ajuste social y emocional (Tangney & Salovey, 1999).

La consideración negativa de la envidia, así como los problemas que su definición entraña, la han relegado a un segundo lugar en la literatura científica respecto de otras emociones, siendo pocos los trabajos orientados a investigarla hasta la fecha. Quizás, el hecho de haberse estudiado en un primer momento desde perspectivas como el psicoanálisis o el humanismo, explica su escasa atención desde una aproximación empírica. Sólo hace unas décadas, cuando la psicología social y, en particular, la Teoría de la Comparación Social empezaron a prestar atención a esta emoción, los estudios sobre la envidia comenzaron a ser más sistemáticos y rigurosos (Alicke & Zell, 2008).

La mayoría de los trabajos empíricos sobre la envidia se han llevado a cabo con muestras adultas, analizando su presencia dentro de los contextos laboral (Duffy, Shaw, & Schaubroeck, 2008; Vecchio, 2007) y familiar (Navaro, 2007), o en relación con problemáticas específicas como la infertilidad (Shehab, 2000) o la anorexia nerviosa (Davies, 2004), entre otras. En el ámbito infantil, los trabajos se han centrado fundamentalmente en el ámbito escolar, en concreto, en las áreas de la superdotación y el éxito académico (Massé & Gagné, 2002). En la literatura no se han encontrado diferencias sexuales significativas en relación con los niveles de envidia presentados por niños y pre-adolescentes (Carrasco et al., 2004 bis) ni tampoco en muestras constituidas por adolescentes y adultos jóvenes (León & Martell, 1994). Resultados contrapuestos a lo que mantienen los teóricos humanistas y, principalmente, psicoanalistas, los cuales consideran la envidia como una emoción fundamentalmente femenina.

La mayoría de los trabajos empíricos sobre la envidia se han llevado a cabo con muestras adultas, analizando su presencia dentro de los contextos laboral (Duffy, Shaw, & Schaubroeck, 2008; Vecchio, 2007) y familiar (Navaro, 2007), o en relación con problemáticas específicas como la infertilidad (Shehab, 2000) o la anorexia nerviosa (Davies, 2004), entre otras. En el ámbito infantil, los trabajos se han centrado fundamentalmente en el ámbito escolar, en concreto, en las áreas de la superdotación y el éxito académico (Massé & Gagné, 2002). En la literatura no se han encontrado diferencias sexuales significativas en relación con los niveles de envidia presentados por niños y pre-adolescentes (Carrasco et al., 2004 bis) ni tampoco en muestras constituidas por adolescentes y adultos jóvenes (León & Martell, 1994). Resultados contrapuestos a lo que mantienen los teóricos humanistas y, principalmente, psicoanalistas, los cuales consideran la envidia como una emoción fundamentalmente femenina. Respecto del desarrollo evolutivo de la envidia, aunque algunos trabajos no han encontrado diferencias significativas entre distintos grupos de edad (León & Martell, 1994), algunos autores encuentran que, tanto los sentimientos de envidia como las manifestaciones conductuales de la misma, dependen de la edad, siendo éstos evidentes en edades tempranas del desarrollo (Berman, 2007; Sawada, 2005). No obstante, es imprescindible destacar el posible efecto de la interacción de ambas variables, edad y sexo, hallado por Carrasco et al. (2004). Aunque las puntuaciones en envidia parecen ser mayores en los niños más pequeños, en comparación con los pre-adolescentes, los niveles de envidia experimentados por chicos y chicas varían en función de la edad, siendo las chicas las que mayor envidia presentan en la niñez, diferencias que se tornan a favor de los varones al llegar la adolescencia.

A pesar de los trabajos ya realizados sobre la envidia, su relación con otras emociones ha sido poco explorada y, menos aún, cómo estas asociaciones se comportan en relación con la edad y el sexo de las personas. En este sentido, los escasos estudios al respecto, más que establecer nexos con otras emociones, han considerado la envidia como constituyente etiológico de diversas alteraciones psicológicas interiorizadas o exteriorizadas, tales como la agresión, la conducta criminal o la personalidad narcisista (Habimana & Massé, 2000). No obstante, se ha constatado que tanto la experiencia como la expresión de la envidia se asocian a otras emociones negativas como ira, miedo, tristeza, sentimientos de inferioridad, baja autoestima, comunicación agresiva o conductas violentas (Guerrero & Andersen, 1998).

La tristeza, la ira o la agresión, en la etapa infantil, aparecen en numerosas ocasiones como consecuencia de la imposibilidad de lograr lo anhelado (Berkowitz, 1996; Leach, 2008; Smith & Kim, 2007). Así mismo, una de las manifestaciones nucleares de la envidia es el deseo permanente por lo ajeno (Carrasco, González & Del Barrio, 2004; Castilla del Pino, 2000) y la consecuente frustración que de ello se deriva.

Algunos autores entienden que la envidia implica una percepción de déficit o imposibilidad de alcanzar estándares establecidos, así como la conciencia de que los atributos deseados son disfrutados por otra persona o grupo, los cuales conllevan sentimientos de inferioridad, vergüenza, injusticia o frustración, entre otros (Exline & Zeel, 2008; Smith & Kim, 2007). La conceptualización de la envidia en estos términos, como resultado de la imposibilidad de lograr lo anhelado y la percepción de las propias carencias, junto con los sentimientos de inferioridad resultantes, explicaría los sentimientos de tristeza y baja autoestima, propios de la sintomatología depresiva que parece mostrar el envidioso (Smith, Parrot, Diener, Hoyle, & Kim, 1999), así como la hostilidad, el resentimiento, la ira y la agresión de éste hacia los poseedores de ciertas ventajas deseadas (Berke, 1987; Leach, 2008; Smith, 1991).

Particularmente con la ira, la relación más directa de ésta con la envidia ha sido documentada por Leach (2008), quien conceptualiza esta última como aquella ira resultado de un deseo frustrado de fortuna, la cual otros poseen y se percibe que uno podría y merecería poseer; en otras palabras, ambas emociones surgen de la percepción de desigualdad e injusticia, así como de los sentimientos de inferioridad que de ellos se derivan. Por otra parte, la presencia de elevados niveles de agresividad, estrechamente ligados a la ira y a un déficit en el control emocional, se han relacionado también con aumentos en la experiencia de la envidia (Eisenberg, Fabes, Guthrie, & Reiser, 2000).

En relación con la ansiedad, aunque ésta no se ha relacionado directamente con la envidia, se ha encontrado que los celos, constructo que comparte ciertos elementos con la envidia y que suele confundirse frecuentemente con ésta1 (Parrot, 1991), correlacionan positivamente con la tendencia a experimentar ansiedad (De Moja, 1986).

De todos los trabajos anteriormente expuestos, cabe suponer que la envidia es una emoción que, tanto por su naturaleza como por sus implicaciones intra e interpersonales, está vinculada a diversas emociones. Por tanto, esperamos encontrar: (1) asociaciones significativas entre la envidia y las emociones: con la ira, por el estado común de frustración que ambas emociones comparten; con la sintomatología depresiva, por los posibles sentimientos de inferioridad, pérdida de estima y tristeza que se derivan de la percepción del éxito o la consecución de logros en el otro; y con la ansiedad, por el estado de activación y alerta a los que la experiencia de la envidia llevan para emitir una respuesta reparadora del potencial peligro que pudiera presentar el envidiado. De acuerdo con la literatura revisada (Leach, 2008; Smith, 1991), estas asociaciones serán más robustas con la ira que con las restantes emociones, seguramente por el mayor peso que la frustración o dificultad de alcanzar el logro ajeno pueda tener en ambas emociones; (2) los sujetos de menor edad (10-11 años) presentarán mayores niveles de envidia que los de mayor edad (12-14 años) por la inmadurez que aquellos muestran en el manejo de emociones complejas; (3) las diferencias en función del sexo estarán mediadas por la edad como resultado de la interacción entre ambas variables.

Como puede concluirse de lo expuesto, hasta la fecha, no se ha delimitado con exactitud la red nomológica de esta emoción ni su conexión con otras emociones, particularmente en la población infanto-juvenil. Los estudios revisados han empleado exclusivamente población adulta, lo que sugiere la necesidad de explorar estas relaciones en población infantil y adolescente, y hacen de este estudio un aporte novedoso. Por ello, el presente trabajo tiene por objetivo ahondar en el conocimiento de esta emoción poco explorada en este rango de edad, y delimitar su relación con las manifestaciones emocionales previamente mencionadas, la sintomatología depresiva, la ansiedad y la ira.

Dada las claras diferencias en la experiencia y expresión emocional según el sexo y la edad de niños y adolescentes (Card, Stucky, Sawalani, & Little, 2008; Del Barrio, 2002; Gard & Kring, 2007; Twenge & Nole-Hoeksema, 2002), se analizarán dichas relaciones en función de estas variables.

Método

Participantes

La muestra estuvo constituida por 210 sujetos, 93 chicos (43.8%) y 117 chicas (56.2%) con edades comprendidas entre 10 y 14 años. La media de edad fue de 11.72 años y la desviación tipo de 1.37. La muestra se dividió en dos grupos, en función de la edad de los participantes, con idéntico tamaño muestral (n = 115): grupo 1 (G1) de 10-11 años y grupo 2 (G2) de 12-14 años de edad. Los porcentajes de varones y mujeres en cada grupo fueron similares (chi-cuadrado = .578; p = .671 ). Los sujetos fueron seleccionados de tres colegios públicos de la Comunidad Autónoma de Madrid a través de un muestreo aleatorio simple realizado a partir del censo de centros educativos facilitado por el Ministerio de Educación y Ciencia (MEC). A partir del mismo se seleccionaron al azar los diferentes centros y, posteriormente, dentro de cada uno de ellos, se seleccionaron las aulas aleatoriamente en función de la configuración de cada centro. El número de sujetos procedentes de cada centro escolar participante en la muestra final fue el siguiente: CE (1): 27 (12.9%); CE (2): 84 (40%); y CE (3): 99 (47.1%). La distribución de los participantes en función del nivel educativo cursado se indica a continuación: 5o Primaria: 78 (35.7%); 6o Primaria: 52 (24.8%); 1o ESO: 35 (16.7%); y 2a ESO: 48 (22.9%).

De la muestra total seleccionada, en un principio ( n=241), la mayoría de los protocolos de evaluación fueron válidos, si bien 31 (12.8%) de los participantes no cumplieron los criterios de inclusión para participar en el estudio y, por consiguiente, fueron eliminados de los análisis de datos realizados. Esto se debió a la incorrecta cumplimentación de alguno de los instrumentos de evaluación empleados en el presente estudio (tendencia a una determinada respuesta, no responder a un número mínimo de ítems, etc.).

De acuerdo con el Índice de Hollingshead (Hollingshead, 1975), la clase social de la mayoría de los participantes que proporcionaron información sobre el nivel laboral y educativo de sus padres fue baja (48.25), si bien los porcentajes de sujetos pertenecientes a la clase media (19.93%) o muy baja (28.32%) fueron también considerables. Las familias estuvieron constituidas mayoritariamente por padres casados (77.6%), de nacionalidad española y etnia caucásica (91.8%).

Instrumentos

Cuestionario de Envidia Infantil (CEI; Carrasco, González y Del Barrio, 2004). Consta de 21 ítems agrupados en dos escalas: a) Reacción Envidiosa: que incluye los sentimientos negativos ante el logro o la admiración de los otros, la degradación de la posición social o la imagen del envidiado y pensamientos de injusticia ante los logros y adquisiciones de los demás (alpha de Cronbach: αtotal = .82; αvarones = .84; αmujeres = .77; α10-11 años = .80; α12-14 años = .84); y b) Deseo por lo ajeno: incluye el deseo de las cualidades y propiedades que posee el resto de compañeros o conocidos (alpha de Cronbach: αtotal = .77; αvarones = .73; αmujeres = .80; α10-11 años = .80; α12-14 años = .73). Cada ítem presenta cinco opciones de respuesta: "1" totalmente de acuerdo, "2" bastante de acuerdo, "3" de acuerdo, "4" poco de acuerdo y "5" totalmente en desacuerdo. La fiabilidad de la puntuación total del CEI en la muestra de estudio, evaluada mediante el coeficiente alpha de Cronbach, fue: αtotal = .87; αvarones = .86; αmujeres = .85; α10-11 años = .86; α12-14 años = .87. Este instrumento ha presentado en diferentes muestras índices de fiabilidad adecuados y evidencias de validez satisfactorias (Carrasco, González & del Barrio, 2004 bis).

Inventario de Depresión Infantil (CDI; Kovacs, 1992) (Adaptación española del Children's Depression Inventory por Del Barrio y Carrasco, 2004). Este instrumento permite conocer el nivel de depresión total que presenta un sujeto, así como su puntuación en las dos escalas que lo constituyen: a) Autoestima Negativa: incluye síntomas sobre el humor depresivo, la tristeza o las preocupaciones, entre otros síntomas (alpha de Cronbach: αtotal = .57; αvarones = .54; αmujeres = .61; α10-11 años = .62; α12-14 años = .47 ); y b) Disforia: compuesto por ítems acerca de los juicios sobre la propia ineficacia, fealdad o maldad, entre otros (alpha de Cronbach: αtotal = .73; αvarones = .75; αmujeres = .73; α10-11 años = .75; α12-14 años = .72 ). La fiabilidad de la puntuación total del CDI en la muestra de estudio, evaluada mediante el coeficiente alpha de Cronbach, fue: αtotal = .76; αvarones = .75; αmujeres = .77; α10-11 años = .78; α12-14 años = .71.

El CDI consta de 27 elementos en formato de triple elección donde el "0" indica normalidad, "1" cierta intensidad en la respuesta y "2" presencia inequívoca de un síntoma depresivo propiamente dicho en las dos últimas semanas. La adaptación utilizada posee buenas propiedades psicométricas, como recogen Del Barrio, Moreno-Rosset y López (1999).

Inventario de Expresión de la Ira Estado-Rasgo para Niños (Staxi-N; Del Barrio, Spielberger & Moscoso, 1998). Este inventario permite evaluar la ira en población infantojuvenil. Está constituido por 55 ítems con un formato de elección múltiple, agrupados en varias escalas. En este trabajo se han utilizado cuatro de ellas, referidas a la experiencia y expresión de la ira. La primera fue evaluada en sus dos vertientes: Ira Estado (alpha de Cronbach: αtotal=.83; αvarones=.86; α0mujeres=.75; α10-11 años=.86; α12-14 años=.77) e Ira Rasgo (alpha de Cronbach: αtotal=.75; αvarones=.80; αmujeres=.70; α10-11 años=.77; α12-14 años=.73). La expresión de la ira se evaluó mediante dos subescalas: Ira Interiorizada (alpha de Cronbach: αtotal = .52; αvarones = .57; αmujeres = .50; α10-11 años = .49; α12-14 años = .52) e Ira Exteriorizada (alpha de Cronbach: αtotal = .69; αvarones = .72; αmujeres = .67; α10-11 años = .75; α12-14 años = .60). En ellas, el sujeto debe contestar cómo reacciona habitualmente cuando está enfadado, puntuando la frecuencia con la cual se producen ciertas expresiones de ira. Los resultados obtenidos por Del Barrio, Aluja y Spielberger (2000) en muestras españolas, resaltan las óptimas propiedades psicométricas del instrumento en relación con su fiabilidad y su validez, tanto concurrente como discriminante.

Cuestionario de Ansiedad Estado-Rasgo en Niños (STAIC; Spielberger, 1970). (Adaptación española del STAIC por Seisdedos, 1998). Este instrumento evalúa síntomas de ansiedad en niños y adolescentes en sus dos vertientes: a) Ansiedad Estado, referida a la ansiedad como estado transitorio (alpha de Cronbach: αtotal=.43; αvarones=.51; αmujeres=.43; α10-11 años=.42; α12-14 años=.51); y b) Ansiedad Rasgo, relativa a la tendencia a experimentar estados de ansiedad (alpha de Cronbach: αtotal=.82; αvarones=.85; αmujeres=.80; α10- 11 años=.83; α12-14 años=.81). Cada una de las subescalas posee 20 ítems, presentados en un formato de elección múltiple. Las propiedades psicométricas del instrumento, detalladas en el manual de la versión española, son adecuadas y recomiendan su empleo con población infanto-juvenil.

Procedimiento

Tras la selección de los centros educativos, y una vez obtenidos los permisos necesarios por el equipo directivo de los centros, se aplicaron los instrumentos en los espacios y horarios asignados por los profesores en las aulas proporcionadas. Antes de iniciar el estudio, se obtuvo el consentimiento informado por parte de los padres. El orden de administración de los instrumentos fue siempre el mismo y siguió el siguiente orden: CDI, STAXI, STAIC y CEI. El tiempo máximo estimado para la realización de los tres primeros fue de 20 minutos aproximadamente cada uno, y si bien a los participantes no se les indicó en las instrucciones, no se estableció un tiempo límite para su cumplimentación. Lo mismo sucedió respecto de la realización del CEI, cuyo tiempo máximo estimado fue de 30 minutos. Aunque la duración de la sesión de recogida de datos, llevada a cabo durante el horario escolar, se estimó en 1 hora y media aproximadamente, la mayoría de los participantes finalizaron dicha sesión con suficiente antelación. Se informó a los alumnos de que su participación era voluntaria y anónima, y se les garantizó la confidencialidad de la información aportada, a la vez que se enfatizó la importancia de su colaboración. Todos los cuestionarios se cumplimentaron en una sola sesión de manera colectiva en el aula.

Análisis estadísticos

Los análisis estadísticos realizados incluyeron, en primer lugar, un análisis de correlaciones mediante el empleo de coeficientes de correlación de Pearson a dos colas entre las diferentes medidas de estudio. Este análisis se llevó a cabo, tanto en la muestra global como en las cuatro submuestras resultantes de agrupar las condiciones de las variables sexo y edad. En segundo lugar, se realizaron comparaciones de medias para grupos independientes mediante la t de Student. Se prosiguió con un análisis factorial exploratorio y, finalmente, un análisis de regresión múltiple con orden jerárquico de inclusión de variables. Las características de estos últimos análisis se detallan en el epígrafe correspondiente a los resultados. Todos los análisis se realizaron mediante el paquete estadístico SPSS versión 15.0.

Resultados

Análisis de correlaciones: relaciones entre la envidia y otras emociones negativas. El análisis de correlaciones entre la puntuación global de la envidia, así como las dimensiones que la constituyen, con las restantes emociones estudiadas difiere claramente si tomamos el conjunto de la muestra o si ésta se presenta parcialmente dividida, en función del sexo y la edad de los sujetos.

Atendiendo al conjunto de la muestra, las puntuaciones en envidia correlacionaron con la variable ira estado y, fundamentalmente, con ira rasgo, siendo esta última la que mostró correlaciones de mayor valor absoluto (Tabla 1 ). No obstante, y siguiendo los criterios de Cohen (1988), la magnitud de estas correlaciones fue pequeña (< .30). Se han encontrado los mismos resultados al examinar separadamente las correlaciones entre las dos dimensiones de la emoción (reacción envidiosa y deseo por lo ajeno) y el resto de emociones, siendo las únicas estadísticamente significativas las relativas a la experiencia de la ira, especialmente en su vertiente rasgo. Así mismo, el deseo por lo ajeno también parece correlacionar con la expresión exteriorizada de la ira. Al igual que con la puntuación global, las correlaciones mostraron una magnitud pequeña.

Cuando el análisis de correlaciones se examina teniendo en cuenta el sexo de los participantes, los resultados difieren de manera importante: en el grupo de varones la envidia, especialmente la dimensión deseo por lo ajeno, muestra relaciones significativas con los niveles de sintomatología depresiva, ansiedad, experiencia de la ira y su expresión exteriorizada. En todas ellas, y siguiendo los criterios de Cohen (1988), la magnitud de las correlaciones fue moderada (próximas a .30) y, en algún caso, (e.g., ira estado) de magnitud mediaalta; por el contrario, en el grupo de las chicas, dichos vínculos están ausentes, a excepción de los existentes entre la Envidia Global y su dimensión Deseo por lo ajeno y la tendencia a experimentar ira, cuyas correlaciones resultaron significativas, aunque de menor valor absoluto que las encontradas en sus compañeros y de pequeña magnitud (Tabla 2). Por tanto, la evidencia sugiere que entre los varones la envidia y, particularmente, el Deseo por lo ajeno, se manifiesta con un patrón emocional más intenso y diverso que incluye disforia, ansiedad rasgo, experiencia de la ira en sus dos vertientes, estado y rasgo, así como su expresión exteriorizada. Sin embargo, la magnitud de estas relaciones es de baja a moderada.

Cuando analizamos las correlaciones teniendo en cuenta la edad de los participantes, es el grupo de sujetos de 10 a 11 años (pre-adolescentes), el que muestra un mayor número de correlaciones significativas entre la envidia experimentada y las emociones restantes. De nuevo, es la dimensión deseo por lo ajeno la que correlaciona significativamente con la mayoría de las variables estudiadas: la sintomatología depresiva, la tendencia a experimentar ansiedad e ira, y a expresar esta última de manera tanto interiorizada como exteriorizada.

En todos los casos, la magnitud de las correlaciones fue de baja a moderada. Sin embargo, sólo los rasgos de ansiedad e ira correlacionan con los niveles globales de envidia en el grupo de participantes de 12 a 14 años (adolescentes). El Deseo por lo ajeno también parece correlacionar con los niveles de ira rasgo en este grupo de edad. En el caso de los sujetos de mayor edad, la magnitud de las correlaciones fue, en todos los casos, baja.

Como puede observarse, la envidia presenta vínculos más fuertes y con un mayor número de emociones entre los participantes de menor edad (Tabla 3).

En la mayoría de los grupos estudiados, la dimensión de la envidia Deseo por lo ajeno fue la que se asoció con un mayor número de emociones, mientras que la dimensión Reacción envidiosa se vinculó exclusivamente la tendencia a experimentar ira y sólo en el grupo de pre-adolescentes.

Diferencias por sexo y edad en las puntuaciones de envidia. El análisis de diferencia de medias en función del sexo de los participantes, mostró que los varones puntuaban significativamente más alto en todas las dimensiones de la envidia evaluadas, tanto en la puntuación de Envidia Global como en las dimensiones que la constituyen, Reacción envidiosa y Deseo por lo ajeno. De acuerdo con Cohen (1988) y Hedges (1981), el tamaño del efecto de estas diferencias resultó ser moderado (> .50), respecto de la envidia global, y pequeño (.20 -.50), respecto de las restantes dimensiones. En cuanto a la edad, fueron los sujetos más pequeños los que presentaron significativamente mayores niveles en la dimensión Deseo por lo ajeno con un tamaño del efecto pequeño (Tabla 4). No aparecieron efectos de interacción significativos entre la edad y el sexo en las medidas de envidia estudiadas.

Análisis factorial: dimensionalidad del conjunto de las emociones. Se realizaron tres análisis factoriales exploratorios con las puntuaciones agregadas de los instrumentos, uno con el total de la muestra, otro para el grupo de varones y otro para el de chicas. Todos los análisis factoriales realizados se llevaron a cabo mediante componentes principales y rotación varimax con Kaiser. De acuerdo con el gráfico de sedimentación, se extrajeron cuatro factores ortogonales: el primero de ellos, Factor 1, agrupó las escalas de sintomatología depresiva y ansiedad rasgo, obteniendo el mayor porcentaje de varianza explicada; le siguieron el Factor 2, en el que saturaron las escalas relativas a la experiencia y expresión de la ira, y el Factor 3, que incluyó las referentes a la envidia (Tabla 5 ). Por último, en el Factor 4 se agruparon las escalas de ansiedad global y ansiedad estado, como componentes de una dimensión global de ansiedad. Resultados similares se obtuvieron en los grupos conformados por sexo y edad (Tablas 5 y 6). El análisis de la dimensionalidad subyacente al conjunto de emociones estudiadas indicó que, por una parte, la envidia emerge como una dimensión independiente del resto de emociones y, por otra, que la estructura resultante es similar en ambos sexos y permanece constante con el desarrollo, al menos en el rango de edad estudiado (10 a 14 años).

Predicción de la envidia por las restantes emociones. El análisis de la predicción de la envidia a partir del conjunto de emociones estudiadas, indicó cual de ellas predecía, en mayor medida, las manifestaciones de envidia. Se realizaron varios análisis de regresión múltiple con orden jerárquico, tomando como variables dependientes las dimensiones de la envidia y, como predictores, las emociones estudiadas, junto con la edad y el sexo de los sujetos. En todos los casos, el método de introducción de las variables fue el método por pasos stepwise, y la inclusión de las variables se realizó por bloques, incluyendo en cada uno de ellos las escalas correspondientes a cada emoción precedidas por un bloque en que se introducían las variables edad y sexo. Por tanto, el orden de inclusión por bloques fue: sexo y edad, depresión, ansiedad e ira. Con el fin de disminuir la multicolinealidad, se excluyeron las escalas totales de los instrumentos y se incluyeron sólo las subescalas de los mismos. Los resultados mostraron que la variable ira rasgo era la emoción que predecía la envidia tanto globalmente (Β= .22; t = 3.45, p = .001), como en las dos dimensiones que lo constituyen, Deseo por lo ajeno (Β= .26; t = 4.09, p=.0001) y Reacción envidiosa (Β= 0.17; t = 2.55, p = 0.012). Los porcentajes de varianza explicados por esta emoción fueron respectivamente del 5.2% (R²ajust.= .0052) para la envidia global, 6.5% (R²ajust.= .0065) para el deseo por lo ajeno, y 2.4% (R²ajust.= .0024) para la reacción envidiosa. El sexo y la edad contribuyeron a explicar las variables de envidia estudiadas; el primero en todas sus dimensiones, incrementando la varianza explicada, respectivamente para cada dimensión, en un 6.7% la Envidia global (ΔR²=.037; F=14.82; p=.0001), un 3.8% el Deseo por lo ajeno (ΔR²=.038; F=8.80; p=.003), y un 5.7% la Reacción envidiosa (ΔR²=.057; F=12.45; p=.001). Por otra parte, la edad incrementó el porcentaje de varianza explicada sólo en la dimensión deseo por lo ajeno en un 3.7% (ΔR²=.037; F=8.85; p=.003). Respecto al sexo y a la edad, fueron los varones y los sujetos de menor edad los que, junto con la variable ira rasgo, contribuían a aumentar la predicción de la envidia. Resumiendo, el conjunto de estas variables explicaron el 11.9 % de la Envidia global, el 14% del Deseo por lo ajeno y el 8.1% de la Reacción envidiosa.

Discusión

Relaciones de la envidia con las emociones restantes

La complejidad del constructo envidia puesta de manifiesto en la literatura (Schleifer, 2006) se ha constatado también en el presente trabajo. De acuerdo con los resultados hallados, el entramado de relaciones entre aquella y las emociones estudiadas mostró estar claramente condicionado por la edad y el sexo de los sujetos en los que acontece. La envidia mostró una relación moderada con la ira, especialmente con la tendencia a experimentarla (ira rasgo), siendo esta emoción la que, en mayor medida, predijo cada una de sus dimensiones, como se hipotetizó. De acuerdo con lo esperado, la envidia mostró relaciones con las restantes emociones, aunque dichas relaciones se dieron fundamentalmente entre los chicos. Entre las chicas estas relaciones no resultaron significativas, excepto la relación entre deseo por lo ajeno e ira, cuya magnitud fue pequeña. De esta manera, y como han señalado otros trabajos, el sexo y la edad de los sujetos (Habimana & Massé, 2000), así como la hostilidad hacia los que poseen aquellas ventajas que el envidioso anhela y no puede conseguir a pesar de considerar que los merece (Smith & Kim, 2007), fueron variables relevantes en el estudio de dichas relaciones. Cuando consideramos el sexo de los participantes, la estructura de relaciones entre la envidia y las restantes emociones es más diversa. En contra de posiciones de carácter más psicodinámico (Ellman, 2000), la envidia, principalmente en su dimensión deseo por lo ajeno, está presente y de forma más contundente en los chicos frente a las chicas, aunque el tamaño del efecto de estas diferencias es moderado. Posiblemente, la presencia entre los varones de mayores niveles de ira rasgo e ira exteriorizada (Del Barrio, Spielberger & Aluja, 2005) esté en la base de sus mayores experiencias de envidia, emociones cuyo denominador común parece ser la frustración de un deseo no logrado. No en vano, el deseo por lo ajeno, como dimensión de la envidia, resultó significativamente relacionada con la ira, especialmente en los varones. La mayor presencia de la envidia entre los varones es congruente con la asociación de esta emoción con un patrón más claramente exteriorizado que interiorizado, lo cual es más propio de los niños que de las niñas.

El patrón diferencial entre sexos aparecido en el presente trabajo no puede ser comparado con resultados previos, dados los escasos trabajos que han abordado el estudio de las relaciones de la envidia con otras emociones en función de la edad y el sexo separadamente. Es un dato novedoso que requeriría un mayor número de estudios con varias muestras antes de llegar a conclusiones definitivas.

Diferencias por edad y sexo en las puntuaciones de envidia

En cuanto a las diferencias por sexo en los niveles de envidia, la literatura ha mostrado datos controvertidos que apoyan tanto la presencia de diferencias (Navaro,2007) como la ausencia de las mismas (Carrasco et al., 2004; León & Martell,1994). Las diferencias de edad de los sujetos estudiados o las dimensiones de envidia analizadas en los trabajos citados, pueden estar en la base de estas discrepancias. De cualquier manera, los resultados hallados en este trabajo, se encuentran en sintonía con el primero de estos estudios; sin embargo, la escasez de datos, fundamentalmente en población infanto-juvenil, no permite ser concluyentes, lo que precisa un mayor número de estudios sobre este aspecto.

Similarmente a como ocurrió con la variable sexo, se obtuvieron resultados parecidos al estudiar las relaciones de la envidia con la variable edad. Como hipotetizamos, se hallaron diferencias entre los grupos de edad, siendo los más pequeños los que mostraron mayores niveles de envidia, aunque sólo en una de sus dimensiones, Deseo por lo ajeno. En este caso, en los niños más pequeños la envidia se asociaba de forma más intensa y diversa con otras emociones, lo que cabría esperar dada la menor diferenciación emocional entre los más pequeños. Eran los sujetos pertenecientes a este grupo de edad entre quienes la dimensión "deseo por lo ajeno" se asociaba con disforia, ansiedad rasgo e ira. Es de nuevo el deseo por poseer lo que tienen los compañeros o conocidos más que un sentimiento de envidia generalizado, lo que suele asociarse con la presencia de otra sintomatología emocional añadida. Y es también esta dimensión la que resulta significativamente superior frente a los sujetos de más edad. Quizás los más pequeños tienen menor tolerancia a la frustración y peor manejo de los sentimientos de envidia, lo cual les lleva a experimentar un mayor desajuste emocional. Coherentemente con estos resultados, Shengold (1994) sostiene que la envidia empieza pronto en el desarrollo psicológico del ser humano y se caracteriza inicialmente por un odio destructivo. A medida que el niño madura, las reacciones de envidia se modificarían en intensidad, atenuándose su cualidad, evolucionando y transformándose, en parte, en sentimientos de celos. Para Berman (2007), la manifestación conductual de la envidia, además de estar sujeta a diferencias de personalidad, lo está también a procesos de "desarrollo" vinculados con la edad. Datos todos congruentes con los resultados de Sawada (2005), quien halla que los sentimientos de envidia entre adolescentes están en función de la edad. No obstante, las diferencias en los niveles de envidia según la edad no siempre han sido constatadas (Carrasco et al., 2004; León & Martell, 1994). Esto sugiere la necesidad de profundizar en el estudio de estas diferencias y analizar las discrepancias entre los diversos trabajos. En contra de lo hipotetizado, no se encontró interacción entre las variables de edad y sexo.

Dimensionalidad de las emociones

A pesar de las relaciones que la envidia sostiene con otras emociones de afecto negativo, ésta emerge como un constructo independiente, claramente diferenciado de las demás emociones estudiadas. Queda patente el espectro de emociones negativas presente en la pre-adolescencia e inicios de la adolescencia: por un lado, encontramos las emociones interiorizadas, agrupadas entre sí formando un único factor (depresión y tendencia a experimentar ansiedad); por otro lado, encontramos un segundo factor que agrupa tanto la experiencia como la expresión de la ira. Este segundo factor, aunque está relacionado con la envidia, como se ha mostrado en el estudio, es independiente de ésta; y por último, la envidia aparece como un factor diferenciado del resto de emociones estudiadas. El carácter independiente y diferenciado de la envidia, replicado en los diferentes grupos de edad y sexo, sugiere la importancia de estudiar esta emoción con entidad propia y rasgos distintivos frente a emociones como la ira, la depresión o la ansiedad.

Predicción de la envidia

Más allá de las diferencias por sexo y edad, en particular, fue evidente la conexión entre la envidia y la ira, especialmente en su vertiente rasgo, siendo esta emoción la que en mayor medida predijo cada una de sus dimensiones. Este resultado es consistente con lo apuntado por Guerrero y Andersen (1998), y por Leach (2008), los cuales encontraron que la envidia podía llevar a los individuos a experimentar estados de ira, entre otras emociones negativas, resultado de la percepción conjunta de injusticia, inferioridad y merecimiento de los logros obtenidos por los demás. También concuerda con los vínculos señalados por diversos autores entre la envidia y variables estrechamente relacionadas con la ira, como la agresividad (Habimana & Massé, 2000). Todo ello indica la asociación de la envidia más con las manifestaciones exteriorizadas que con las interiorizadas, como habíamos previsto.

La experiencia de la envidia, principalmente el Deseo por lo ajeno, ha mostrado ser un revulsivo que a modo de imán se conecta con otras emociones de claro afecto negativo; es decir, los niños que mostraban una elevada percepción de injusticia ante el logro de los demás, y que deseaban en mayor medida las pertenencias de los otros, eran quienes mostraban más baja autoestima, mayores niveles de disforia, tendencia a experimentar ansiedad e ira, así como a expresar esta última de manera exteriorizada.

De las dimensiones de la envidia estudiadas, el Deseo por lo ajeno fue la que más se vinculó a las restantes emociones negativas. En cambio, la Reacción envidiosa, entendida como los sentimientos negativos, la degradación de la posición social o la percepción de injusticia ante alguien a quien se elogia, tan solo mostró relaciones con la ira. Estos resultados están en sintonía con aquellas teorías que distinguen diferentes tipos de envidia, como la distinción formulada por Berke (1987) entre tensión envidiosa "agresiva" o destructiva, descrita como estado mental nocivo que sólo puede resolverse mediante una acción destructiva, frente a la envidia "normal" o "sana" (Groom, 1991), aquella de la que el sujeto es consciente, maneja constructivamente y le permite tomar conciencia de sus deseos no logrados. En nuestros resultados, el deseo por lo ajeno fue la dimensión de la envidia más próxima a la envidia destructiva y al desajuste emocional, especialmente entre los niños varones y de menor edad. Es la incapacidad de poseer cualidades o posesiones que una persona "cercana" al sujeto tiene, lo que parece relacionarse fundamentalmente con la ira y la tristeza (disforia) más que con el sentimiento global o genérico de envidia.

La conexión de la envidia con otras emociones de carácter negativo, especialmente la ira rasgo, contribuye a entender mejor la naturaleza de esta emoción y la aproximación a su red nomológica, caracterizada por frustración, rabia, hostilidad, etc. Este dato sugiere que el manejo de la envidia pueda contribuir a la disminución de los sentimientos de ira y al control de las posibles consecuencias adversas a las que la ésta puede conducir.

En definitiva, la envidia está asociada a experiencias emocionales negativas próximas a la ira, aunque también puede manifestarse con ansiedad, disforia o baja autoestima. Particularmente, el Deseo por lo ajeno, como manifestación de la envidia, se relacionó con bajos niveles de autoestima, resultado congruente con el señalado por Smith et al.(1999), así como altos niveles de disforia, ansiedad e ira.

Dados los escasos trabajos sobre envidia realizados en población adolescente española, el presente estudio aporta datos novedosos y poco explorados. A pesar de la necesidad de realizar estudios que profundicen en el análisis de la red nomológica de la envidia y su análisis, los presentes datos parecen indicar que, por una parte, según el sexo y la edad de los sujetos, la envidia puede manifestarse de forma más o menos intensa o más o menos diversa; por otra, que la envidia es una emoción diferenciada e independiente a otras muchas emociones, pero interconectada, principalmente a la ira; finalmente, el Deseo por lo ajeno es la dimensión de la envidia que se asocia con un mayor desajuste emocional entre los niños y adolescentes, y de manera más contundente si éstos son varones y de menor edad. La importancia de explorar esta emoción entre los jóvenes, e identificar a los sujetos con elevados niveles de envidia, es una forma de prevenir posibles alteraciones emocionales futuras con mayores consecuencias. Altos niveles de envidia nos podrían servir como indicador indirecto que oriente a un examen más exhaustivo de la sintomatología asociada, fundamentalmente la ira, que podrá evitar, en última instancia, la emisión de conductas agresivas, comportamientos que pudieran hacerse crónicos de no detectarse a tiempo. Así mismo, un mayor conocimiento de esta emoción en términos generales, podría permitir a los profesionales establecer programas que ayuden a los más jóvenes a manejar esta emoción, de consecuencias normalmente desadaptativas, especialmente en contextos escolares y dentro del ámbito familiar.

Limitaciones del estudio y líneas futuras de investigación

Por último, se señalan algunas limitaciones de este trabajo. En primer lugar, los datos obtenidos están referidos a una muestra específica de la Comunidad de Madrid, lo que limita la generalización de los resultados. Cabría suponer, dado el carácter sociomoral de esta emoción, diferencias culturales en la experiencia y expresión de la envidia, así como en su aceptación, lo que sugiere comparaciones interculturales con muestras más diversas. En segundo lugar, y derivado de estas connotaciones culturales y morales, hubiera sido importante haber considerado la deseabilidad social de los participantes. No obstante, los cuestionarios fueron anónimos y se advirtió de que no había respuestas "correctas" ni "incorrectas". La magnitud baja y moderada de las correlaciones obtenidas, así como el pequeño y moderado tamaño del efecto de las diferencias estudiadas entre chicos y chicas, muestran más una tendencia de estas relaciones que una clara asociación de las mismas. Análisis confirmatorios que exploren estas relaciones en muestras diferentes, son necesarios para concluir sobre la magnitud de estas relaciones. El análisis de la invarianza en la estructura dimensional del constructo envidia como requisito previo, al estudio de las diferencias por sexo y edad, hubiera permitido una exploración más precisa de estas diferencias. Futuros trabajos sobre el estudio de la envidia tratarán de paliar estas deficiencias. De hecho, entre nuestros próximos objetivos, se encuentran el estudio de diferencias interculturales, la obtención de resultados en varias muestras y la consideración de variables como la deseabilidad social.


1La envidia surge cuando una persona desea y a su vez carece de lo que otra tiene, mientras los celos hacen referencia al temor a perder lo que uno ya posee (East y Watts, 1999). Volver


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