EDITORIAL

Reflexión de un colega que vuelve a casa

Son pocas las oportunidades que da la vida para mirar la cotidianidad desde dos perspectivas culturales diferentes. Ver a Colombia desde adentro, luego desde afuera, y después volver para mirarla una vez más desde adentro, otorga una perspectiva privilegiada. Como este punto de vista es pasajero, antes de verme reabsorbido completamente por mi propia cultura, me atrevo a escribir estas líneas, que más allá de pretender cuestionar el presente incierto en el cual vivimos, plantean un plan de vuelo hacia el futuro, también incierto, pero siempre prolífico en novedades y generador por excelencia de promisorias expectativas.

Después de pasar una larga temporada fuera del país, observando el que-hacer científico en ciencias agrarias en una de las naciones con mayor éxito económico del mundo, es casi imposible evitar la generación de reflexiones y comparaciones entorno al por qué no tenemos estándares de vida ni siquiera comparables. No es necesario ahondar en que nuestra mentalidad latinoamericana todavía nos mantiene con un nivel inaceptable de idealización de las culturas foráneas, sobre todo de las culturas norteamericanas y europeas, lo que conlleva a pensar que todo lo hecho fuera del país, es mejor. Sin embargo, es claramente reconocible que en muchas de esas sociedades que tanto admiramos, se realizan cotidianamente cosas muchas veces despreciadas por nosotros: organización, autonomía, disciplina, sistematismo, planeación, respeto, ética, legalidad.

En el campo de la investigación y publicación biomédica y en ciencias de la vida, las cosas no son muy diferentes. Es por esto que necesitamos con urgencia elevar los requerimientos y estándares en la presentación, evaluación y publicación de nuestra propia información científica. No con el ánimo de imitar, de remedar, o de tan siquiera intentar simular lo que aquellos países idealizados realizan, sino de emprender de una vez por todas, la senda hacia nuestro propio desarrollo, tomando nuestros propios caminos, resolviendo nuestros propios problemas y persiguiendo nuestros propios ideales.

Necesitamos entonces procesos editoriales más autónomos, más transparentes, más libres, más independientes, más críticos, más responsables, más prudentes, más confidentes, menos condicionados, y con respeto absoluto por los autores y evaluadores. También necesitamos evaluadores más independientes, más críticos, más sinceros, más equilibrados, más directos, más claros, más responsables, más colaboradores en mejorar el reporte adecuado de resultados, menos sesgados, y sin ningún conflicto de interés. Finalmente, requerimos autores más responsables, más éticos, más autónomos, más independientes, más conscientes, más consecuentes, más respetuosos y más humildes, que sepan comprender el proceso de evaluación y selección de sus preciados manuscritos.

Sólo de esta manera, cuando cada quien asuma con altura el rol que le corresponde en el proceso, tendremos información confiable y útil para transformar nuestro entorno, nuestro sector agropecuario, nuestra sociedad, más allá del prestigio científico, de los puntos salariales, del factor de impacto, del cumplimiento de compromisos de investigación y tantos otros motivos de publicación. Es posible que al ejercer con responsabilidad y altos estándares nuestros roles de comunidad académica en el ámbito de la publicación científica, no alcancemos ni siquiera los más bajos estándares de desarrollo alcanzados por otros países, pero con toda seguridad habremos contribuido para que otros los alcancen, y podremos concluir como García Márquez, hace casi 10 años con ocasión de los 200 años de la Universidad de Antioquia: ''hacer de esta una ocasión propicia para empezar otra vez por el principio y amar como nunca el país que merecemos para que nos merezca.''

Jorge A Fernández Silva

Editor para Medicina Veterinaria