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Revista Interamericana de Bibliotecología

Print version ISSN 0120-0976On-line version ISSN 2538-9866

Rev. Interam. Bibliot vol.28 no.2 Medellín July/Dec. 2005

 

BIBLIOTECAS NACIONALES Y SOCIEDAD
DEL CONOCIMIENTO: PERSPECTIVAS DE FUTURO*

Juan José Fuentes Romero**

** Doctor en Filosofía y Letras. Universidad de Granada, España. Profesor titular en el Área de Biblioteconomía y Documentación de la Facultad de Humanidades, Universidad de A Coruña. España. xxf@cdf.udc.es

RESUMEN

Se parte de un breve análisis de la crisis que sufren las bibliotecas nacionales a mediados del pasado siglo XX. Se definen las principales características de la sociedad de la información y del conocimiento y se presentan las diversas actuaciones de este tipo de bibliotecas en este nuevo entorno.

PALABRAS CLAVE: Bibliotecas nacionales / Sociedad del conocimiento

FUENTES, Juan José. Bibliotecas nacionales y sociedad del conocimiento: perspectivas de futuro. En: Revista Interamericana de Bibliotecología. Vol. 28, No. 2(jul-dic.2005); p. 141-

ABSTRACT

Beginning with a brief analysis of the crisis affecting the national libraries during the middle of the twentieth century, this study identifies the main characteristics of the information and knowledge society and describes the actions taken by these libraries in the new environment.

KEY WORDS: National libraries / The knowledge society

FUENTES, Juan José. National Libraries and the Knowledge Society: Perspectives for the Future. In: Revista Interamericana de Bibliotecología. Vol. 28, No. 2(jul-dec.2005); p

INTRODUCCIÓN

Con la explosión de información, y de conocimientos, que se produce en todo el mundo occidental tras la II Guerra Mundial, las bibliotecas nacionales se ven sometidas a una enorme crisis que llega incluso a poner en tela de juicio su propia existencia.

Son bibliotecas, se dice, esencialmente humanistas y por tanto no preparadas para hacer frente a los nuevos desafíos de la ciencia y la técnica.

Esta situación comienza a cambiar tras el Congreso de Viena (1.958) en que se define un papel más abierto y participativo para estos centros.

La aparición de la sociedad del conocimiento supone un nuevo planteamiento para todas las bibliotecas y un desafío respecto al nuevo escenario que aparece.

Esta sociedad de la información y del conocimiento en la que ya estamos totalmente inmersos presenta unas características esenciales altamente propias, novedosas podríamos decir, de modo se ha venido a dar en un nuevo entorno en el que las instituciones documentarias, las bibliotecas nacionales entre ellas, no tienen más remedio que replantearse su esencia y su manera de existir, si es que quieren sobrevivir a tan profundas y determinantes transformaciones.

LA CRISIS DE MEDIADOS DEL SIGLO XX

Obligadas por la tradición las bibliotecas nacionales “tradicionales”, que surgen como grandes bibliotecas reales desde fines de la Edad Media, se van haciendo con colecciones de materiales cada vez mayores en las que predominan esencialmente los temas humanísticos, sociales y jurídicos.

No obstante, ya desde mediados del siglo XVII se inicia en toda Europa un avance en las publicaciones de carácter científico, avance que se acelera a partir de la Revolución Industrial de la segunda mitad de siglo XVIII para eclosionar totalmente y ya sin freno posible desde la segunda mitad del siglo XIX y aunque a estas alturas resulte reiterativo decirlo, es pertinente señalar una vez más la explosión de la información,principalmente desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y a mediados del siglo XX.

Es indudable que todas estas cuestiones van a actuar en contra de la biblioteca nacional “tradicional”, de modo que su carácter humanista le incapacita para ponerse al frente de los cambios que requieren los avances en las ciencias y tecnologías. Además, la gran explosión informativa, a la que acabamos de hacer referencia, hacía que las citadas bibliotecas nacionales no pudieran adaptarse a este nuevo escenario y a la velocidad de traslación del conocimiento y de la información que los nuevos tiempos han traído consigo.

Las bibliotecas nacionales, a partir de los postulados de Panizzi, director en la segunda mitad del siglo XIX de las colecciones de la biblioteca del British Museum (posteriormente British Library) pretendían que una biblioteca nacional debería almacenar todo lo publicado, de cualquier época, sobre cualquier tema y en cualquier lengua: “La mayor amplitud de obras impresas, en todas las ramas del conocimiento, de todas las naciones y en todas las lenguas”1

A lo dicho hay que añadir que estas enormes, inmensas podríamos decir, bibliotecas nacionales se fueron quedando al margen de las grandes revoluciones científicas que ocurrieron esencialmente durante la primera mitad del siglo XX, de modo que a mediados del pasado siglo dichos centros, las bibliotecas nacionales de los países occidentales (especialmente las europeas), se encontraron ante un auténtico callejón sin salida, un verdadero “cul de sac” al que inevitablemente tenían que llegar impelidas tanto por sus propias tradiciones, por la esencia de las colecciones y, en no menor medida, por la explosión de la información.

Siguiendo a la bibliotecaria rusa Natalia Tyulina señalamos las causas más evidentes del colapso que sufren las bibliotecas nacionales a mediados del siglo XX2.

Causas sociales:

Se produce un aumento cualitativo y cuantitativo de profesionales en el campo de las ciencias y la tecnología y, por tanto, una mayor necesidad de fuentes de información. La actividad de las bibliotecas nacionales, volcadas en la creación de las grandes colecciones humanistas y en su conservación, choca contra esa tendencia.

Causas de índole científica

Se produce un crecimiento exponencial del conocimiento científico, reflejado en el crecimiento de las publicaciones; esto dio como consecuencia que las adquisiciones, para estar al día, fuesen complicadas, tanto por la avalancha que la explosión de la información estaba ya creando en los centros de recolección del depósito legal – lo que afectó esencialmente a las nuevas necesidades de espacio que, consecuentemente, se producen - como por los problemas crecientes que presentaba una selección de la bibliografía extranjera.

También, como otra más de las consecuencias de la explosión de la información, se complicó la organización de las colecciones y el mantenimiento de los catálogos, así como la entrega de libros desde las estanterías a los lectores y el suministro a los usuarios de la información correspondiente a las aportaciones científicas y de todo tipo de conocimientos que continuamente estaban apareciendo.

Causas de índole bibliotecaria

Como consecuencia de la explosión de la información se produce un crecimiento continuo de las bibliotecas especializadas y de los centros de documentación, que atraen a los investigadores en ciencia, tecnologías y economía, áreas que tradicionalmente no habían sido ocupación de las bibliotecas nacionales, más volcadas – como ya hemos comentado - en temas de humanidades y ciencias sociales en general.

Al estar las bibliotecas especializadas y centros de documentación, por su propia razón de ser, absolutamente centradas en campos concretos del saber, resultaban más útiles para los científicos que las bibliotecas nacionales, de un obvio carácter general.

Resulta evidente que estas bibliotecas especializadas, y en no menor medida los centros de documentación, por contenido y tipo de fondos representaban ser más adecuados y útiles para estos usuarios.

Su especialización permitía a estos, por entonces, nuevos tipos de centros, ir formando en los temas de su competencia unas colecciones más completas y específicas que las de las bibliotecas nacionales, especialmente en cuanto a publicaciones periódicas; al mismo tiempo, la gestión de esa información, sobre todo en lo referente a los centros de documentación, era infinitamente más rápida.

Respecto a los usuarios, tanto las bibliotecas especializadas como los centros de documentación suponían una mayor rapidez en la entrega de los materiales así como un mayor detalle en el desarrollo de los servicios de información y referencia.

Causas debidas a la cooperación en la difusión de la información

No sólo se produjo un notable crecimiento del número de bibliotecas en todo el mundo, sino que éstas, además, tendían a cooperar y a crear complejos sistemas bibliotecarios.

Era necesaria una centralización y coordinación; esto, al menos en teoría, suponía una nota positiva para las bibliotecas nacionales, que indudablemente eran las principales bibliotecas de cada país y tenían en muchas ocasiones presupuestos adecuados y un personal altamente cualificado.

No obstante, la postura elitista de las bibliotecas nacionales en la escala de bibliotecas las llevaba a ser excluyentes respecto a otras bibliotecas de su propio país y esto jugaba en su contra.

En este contexto general que estamos describiendo, tanto por las dificultades señaladas como por el creciente éxito de las bibliotecas especializadas y de los centros de documentación, en los diversos países de Occidente comienzan a surgir voces señalando la incompatibilidad entre las nuevas exigencias que se planteaban a las bibliotecas nacionales y las funciones tradicionales que estas tenían encomendadas.

Se llega así a considerar que las bibliotecas nacionales se habían quedado estancadas, pertenecían al pasado y, en el mejor de los casos, no dejaban de ser más que “archivos de las publicaciones nacionales”, museos del libro, instituciones de otra época incapaces de reacionar y hacer frente a las nuevas necesidades que los avances de todo tipo en las diversas ramas del conocimiento estaban requiriendo.

A pesar de todo lo dicho, resultaba al mismo tiempo obvio que las bibliotecas nacionales representaban unas características específicas que, con independencia del avance de las bibliotecas especializadas y de los centros de documentación, justificaban su existencia.

Según Tyulina, entre estas notas positivas a favor de las bibliotecas nacionales se podrían citar las siguientes:

• Las funciones de una biblioteca nacional eran – y siguen siendo - las de adquisición, almacenamiento y organización para su uso de la más completa colección de impresos de cada país.

• Durante décadas, e incluso siglos, habían acumulado colecciones generales de literatura extranjera, superando en esto a cualquier otra biblioteca del país.

• Sus fondos se componen de obras que cubren esferas del conocimiento para las cuales no existen bibliotecas especializadas independientes.

• Poseen publicaciones en lenguas poco corrientes, que no pueden ser manejadas en otras bibliotecas debido a la falta de personal familiarizado con dichas lenguas.3

A partir de lo hasta aquí señalado, y situándonos a mediados del siglo XX, el desarrollo bibliotecario a todos los niveles necesitaba centralización, normalización y coordinación de la actividad bibliotecaria.

Para esa labor, ninguna biblioteca estaba mejor preparada que las bibliotecas nacionales, con sus ricas colecciones, sus grandes secciones de referencia, sus presupuestos superiores, pese a todo, a los de cualquier otra biblioteca del país, y, sobre todo, su personal altamente cualificado.

La inusual complejidad de las condiciones en que actuaba la biblioteca nacional y los diversos factores determinantes de su desarrollo hacían que, al mismo tiempo, se mantuviese que “la biblioteca nacional es una de las partes más importantes del sistema bibliotecario del país” y, simultáneamente y de manera pesimista, se dijese que “la biblioteca nacional es un fenómeno arcaico, ineficaz y moribundo”. Así mismo, se afirmaba que “el futuro de la biblioteca nacional es la especialización” y, de modo contrario, se llegaba a decir “la fortaleza de una biblioteca nacional está en la naturaleza general de sus fondos”

Resulta evidente y obvio reseñar que las discrepancias antes citadas venían dadas por la excepcional complejidad del entorno en que actúan las bibliotecas nacionales y por las variadas circunstancias que determinan su desarrollo.

Para Tyulina, entre estos factores - y de modo decisivo - está la naturaleza específica de la ciencia moderna, reflejado esto en los temas que aparecen publicados y en el contenido de las solicitudes de los lectores, lo que condiciona objetivamente las principales actuaciones del sistema bibliotecario, de modo que puede afirmarse que el desarrollo de la biblioteca nacional como forma de biblioteca de investigación está íntegramente conectado con el desarrollo de la ciencia y viceversa. Esta relación es cada vez más evidente con el paso del tiempo.4

Si partimos de que los conceptos de diferenciación e integración son características básicas de la ciencia moderna, concluiremos que esto tiene un efecto en la publicación de la producción científica y, consecuentemente, en el contenido de los fondos de las bibliotecas y en el tipo de intereses de los usuarios de literatura especializada.

Como consecuencia de la diferenciación, señala Tyulina, se produce un crecimiento en el número de libros dedicados a campos del conocimiento muy especializados. Esto complica considerablemente el problema de la adquisición, por parte de la biblioteca nacional, de toda la literatura de procedencia extranjera. En la imparable avalancha de publicaciones especializadas cada vez es más difícil e importante seleccionar lo esencial, de donde resultan beneficiadas las bibliotecas especializadas y los centros de documentación, cuyos límites de trabajo más estrechos y concretos le permiten una mayor exhaustividad en sus colecciones.

Como efecto de la integración, sigue diciendo Tyulina, se produce un crecimiento en ciencias adyacentes y sintéticas, lo que acentúa la complejidad de la selección de materiales por parte de la biblioteca. La integración de disciplinas, por otra parte, dificulta el trabajo de las bibliotecas especializadas y centros de documentación y, como consecuencia, se convierten en centros con numerosas subsecciones (lo que, obviamente, afecta en mayor medida a las más grandes bibliotecas).

Esta integración de las ciencias también se refleja en el tipo de especialización de los modernos investigadores ya que, junto a una muy estrecha especialización, se les requiere cierto grado de erudición o, al menos, de orientación respecto a los fundamentos básicos de otras ciencias.

Todo esto hace que se venga produciendo un creciente interés sobre ramas asociadas (y, a primera vista, extremadamente remotas entre sí) del conocimiento.

Por lo hasta ahora comentado, y según manifiesta Tyulina, resulta evidente que mientras las demandas de literatura por ramas específicas del conocimiento pueden ser mejor atendidas por las bibliotecas especializadas y centros de documentación, en el caso de cuestiones relacionadas y de problemas de gran complejidad resulta mucho más adecuada la actuación de la biblioteca nacional.

De este modo, a la diferenciación e integración de las ciencias y a la especialización e hibridación del moderno trabajador de la investigación, corresponden, siempre según Tyulina, dos tipos básicos de bibliotecas de investigación: la especializada y la general.

La conclusión indispensable es la siguiente: La satisfacción de las demandas del usuario actual, tanto del investigador general como del especialista, es posible sólo como resultado de la mutuamente complementaria actividad de ambos tipos - general y especializada - de bibliotecas.

En otras palabras: es el desarrollo de la ciencia quien marca el establecimiento y directrices, en un sentido más general o especializado, de un sistema bibliotecario.

Para Natalia Tyulina la idea de un sistema común de bibliotecas surgió en la Unión Soviética y posteriormente en otros países socialistas, apoyada por amplias actuaciones de planificación bibliotecaria en los respectivos países.5

A partir de esta idea de planificación de sistemas bibliotecarios tanto la UNESCO como la FID, IFLA y el ICA actuaron en consecuencia buscando soluciones a escala internacional de modo que desde 1952, con el congreso de IFLA en Copenhague, y hasta bien entrados los años 70 se van a ir realizando diversos congresos mundiales en torno a estos temas.

Meridianamente claro resulta a la luz de lo que hasta aquí llevamos expuesto, y a modo de conclusión respecto a la evolución de las bibliotecas nacionales y de su concepto hasta mediados del pasado siglo XX, que los años cincuenta señalan un momento de inflexión, de crisis diríamos, ya que el modelo de bibliotecas nacionales que querían abarcarlo todo, que físicamente eran la muestra de la pujanza cultural de las grandes metrópolis y que, además, poseían inigualables colecciones de materiales únicos para uso de los privilegiados, para la erudición del mundo académico y universitario, no era, o lo era cada menos, viable.

LA CONFERENCIA DE VIENA. 1958

En esta situación de crisis general respecto al ser y al devenir de las bibliotecas nacionales la UNESCO convocó la Conferencia de Viena, en 1.958, que marcó un importante hito en la evolución de estos centros y en el planteamiento de lo que las nuevas circunstancias sociales estaban demandando.

Sin ningún tipo de exageración, puede afirmarse que hay un antes y un después a partir de dicha conferencia en lo que se refiere a la nueva visión y a las nuevas manera de entender lo que, en adelante, habría de ser una biblioteca nacional.

En su desarrollo, la conferencia de Viena se estructuró en tres grupos de trabajo, estando el primero dedicado a la “Organización de las bibliotecas nacionales y cuestiones generales”; el segundo grupo trató de las “Actividades bibliográficas de las bibliotecas nacionales”, mientras el tercero centró su atención en la cuestión de “Las bibliotecas nacionales y la colaboración entre bibliotecas”6

Como ya hemos dicho, el primer grupo de trabajo se ocupó de la organización de las bibliotecas nacionales y de las cuestiones generales; la ponencia central acerca del nuevo papel que tocaba jugar a las bibliotecas nacionales fue expuesta por F. C. Francis, director por entonces de la Biblioteca del Museo Británico (hoy British Library) con el título de “Organización de las bibliotecas nacionales”.7

Para Francis la concepción de los servicios que debía prestar una biblioteca nacional había cambiado notablemente después de la II Guerra Mundial. Partiendo de las ideas bibliotecarias de Panizzi, (“Todas las ramas del saber, en todas las lenguas y de todos los países, juiciosamente clasificadas, catalogadas de manera completa y detallada y mantenidas al día de manera que permita a los lectores seguir todos los progresos de los conocimientos humanos”), Francis afirma que “al aplicar una política basada en esos principios, una biblioteca nacional podía poner a disposición de la población y de los extranjeros toda la información esencial sobre todos los temas, así como los medios de efectuar investigaciones fundamentales sobre cualquier materia; (no obstante)... parece llegado el momento de preguntarse si esto sigue siendo válido y, lo que es más importante, si sigue siendo aplicable en nuestros días, habida cuenta del enorme crecimiento de la producción mundial de libros desde hace veinte o treinta años”8

A renglón seguido Francis se refiere al hecho evidente, y cada vez más extendido en el panorama bibliotecario de la época, de la progresiva implantación de bibliotecas especializadas, centros que, al tener unos usuarios a los que atender más reducidos en número y, en consecuencia, susceptibles de recibir un mejor servicio, así como unas materias más limitadas, en la década de los cincuenta y sesenta supusieron una fuerte competencia para las bibliotecas nacionales.

Respecto a las causas por las que se había llegado a esta situación, Francis cita en primer lugar el hecho de que en las disciplinas científicas y técnicas el progreso había sido espectacular.

En este nuevo entorno que iba surgiendo las bibliotecas nacionales no se estaban poniendo al día ante estos poderosos cambios y continuaban principalmente interesadas en las humanidades.

Se añadía a esto el hecho de que las nuevas aportaciones se producían fundamentalmente mediante las publicaciones periódicas (que, de hecho, no eran el fuerte de las adquisiciones de las bibliotecas nacionales, en las que el soporte fundamental seguía siendo el libro); por otra parte, añádase a lo dicho que las bibliotecas nacionales carecían del personal especializado adecuado para tratar los temas científicos y técnicos.

La cuestión resultaba agravada porque estos problemas no sólo aparecían en los campos de la ciencia y la tecnología, sino incluso en las ciencias humanas, debido a la fragmentación de los conocimientos, a la impresionante producción de impresos y a la imposibilidad real de continuar constituyendo colecciones completas incluso en campos del saber que tradicionalmente habían sido parcelas específicas de las bibliotecas nacionales.

Aún partiendo, afirmaba Francis, de que “las bibliotecas nacionales no son todas semejantes y no todas intentan constituir colecciones completas sobre todos los temas y en todas las lenguas...estos problemas se presentan, con mayor o menor agudeza, en todas las bibliotecas generales y aún no se ha aportado solución alguna”.9

La conclusión, según esto, caía por su propio peso, de modo que “ la biblioteca general no habría llegado a ser sino un depósito o una suerte de museo reservado a los libros y a las publicaciones periódicas, por lo que las responsabilidades principales en materia de bibliografía y de documentación deberían ser confiadas a pequeñas bibliotecas altamente especializadas”10

En contra de estas ideas, señala Francis, está el hecho evidente de que, frente a la inmensidad de recursos de una biblioteca nacional, los servicios que proporcionan las bibliotecas especializadas son limitados, aún contando con una eficaz cooperación con centros similares.

Como segunda causa de los grandes y graves problemas que en esos momentos debían enfrentar las bibliotecas nacionales Francis señalaba “el crecimiento de los conocimientos y la proliferación de las publicaciones (notablemente de las publicaciones periódicas)”, de modo que “uno de los principales aspectos de la misión de las bibliotecas nacionales consiste en completar las colecciones de libros y de publicaciones periódicas, poniéndolas a disposición de los lectores de obras “marginales” y de importancia secundaria”11

Francis advierte sobre los peligros de un crecimiento excesivo de la colección, que llegaría a hacerla inoperante y de muy difícil manejo, al tiempo que propone la más amplia creación de secciones especiales, incluso dentro del fondo general; aconseja así mismo, como otra de las iniciativas importantes, que las bibliotecas nacionales deberían llevar a cabo, “la instauración deliberada de un sistema de cooperación nacional”, de modo que en países muy ricos, como los Estados Unidos, “esta cooperación ha llevado a la creación de bibliotecas nacionales de agricultura y de medicina”, mientras que los países menos ricos deberían “recurrir a los recursos de todas las bibliotecas”.12

Acababa Francis su ponencia señalando cuáles habrían de ser los cambios a los que habrían de hacer frente las bibliotecas nacionales:

“Las dos grandes transformaciones aquí preconizadas entrañarán una cantidad de modificaciones complementarias que deben ser estudiadas con cuidado...:

• Reafectación y perfeccionamiento del personal existente.
• Reclutamiento de nuevo personal.
• Redistribución de locales (principalmente en lo que se refiere a la coordinación entre las diferentes secciones especializadas y entre las salas y los fondos generales).
• Aumento del presupuesto.
• Establecimiento simultáneo de un catálogo general y de diferentes catálogos especiales.
• Organización de un sistema de consulta y cooperación entre las principales bibliotecas.”13

Como hemos señalado anteriormente, a partir de la Conferencia de Viena de 1958 las bibliotecas nacionales comenzaron a cambiar su enfoque respecto a la cantidad y calidad de sus colecciones y al tipo de servicios que deberían proporcionar a sus usuarios.

A partir de los años sesenta se va entrando progresivamente en unas sociedades en que la información y el conocimiento comenzaban a ser considerados ejes fundamentales para el desarrollo; simultáneamente se va extendiendo a todos los niveles un sentido más democrático de la cultura y de la difusión de la información y, por ende, del conocimiento.

Es evidente que las bibliotecas nacionales, consideradas en cierto sentido como “buques insignias” para la recogida, organización, difusión y conservación de la cultura documentaria de un país, no podían mantenerse al margen de esta corriente general de pensamiento, y de actuación, según la cual de ninguna manera eran ya viables los tiempos en que los poderes públicos podían sufragar unos macrocentros capaces de engullir pantagruélicamente cualquier presupuesto que se les destinase por grande que éste fuese... y ello sólo para beneficio de una exclusiva y exigente minoría de eruditos privilegiados.

El cambio, por tanto, venía obligado no sólo por unos condicionantes científicos, o por una mayor difusión de la información, o por la idea de que la democracia debía (con las excepciones propias al caso) poner al servicio de la inmensa mayoría de los ciudadanos todas las instituciones públicas.

El cambio de perspectiva en la esencia y en las actuaciones de las bibliotecas nacionales venía además radicalmente exigido, como vemos, por un mero espíritu de supervivencia. Adaptarse o perecer.

Desde este nuevo enfoque, las bibliotecas nacionales aparecen como unas de las instituciones más preparadas para ser útiles a todos los ciudadanos en la sociedad de la información y del conocimiento.

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Y DE LA INFORMACIÓN. SU INFLUENCIA SOBRE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES

Desde que en la segunda mitad del siglo XVIII comienza la Revolución Industrial, con el paso desde una sociedad rural a otra, la sociedad industrializada, en la que el referente del poder va a ser cada vez más la máquina y menos la posesión de la tierra, se va ir produciendo en paralelo un auténtico y real aumento de la información de la que se dispone y, en consecuencia, un aumento creciente e imparable del conocimiento.

Esta situación comienza a llegar a su culmen después de la II Guerra Mundial, sobre todo con la aparición del ordenador. Las profecías-deseos de Vanever Bush (“As we may think”) comienzan a cumplirse y la información, y su control, comienzan a ser uno de los indicativos de los nuevos tiempos.14

Es durante la década de los años 60 – 70 cuando diversos teóricos inician los estudios de las bases sobre las que, según ellos, se asienta la nueva sociedad. Comienza ya entonces a hablarse de la “sociedad de la información” e incluso de la “informatización de la sociedad”. Frente a este concepto de sociedad de la información aparecen otros más o menos relacionados tales como sociedad del conocimiento, cibersociedad, sociedad en red, etc.

Podemos definir a la sociedad de la Información como la “fase del desarrollo social en la que una gran cantidad de información, que no deja de crecer, es accesible desde cualquier lugar; información que, en muchos casos, está actualizada de forma permanente, e incluso puede ofrecerse elaborada, para facilitar su utilización por quienes acceden a ella. De este modo, una gran parte de la información deja de ser una ventaja competitiva al ser de acceso público. Únicamente aquella que tiene un carácter reservado puede dar lugar a ventajas diferenciales”15

A su vez, podemos definir la sociedad del conocimiento como “Aquel estadio de desarrollo en el que la sociedad detecta el valor estratégico del conocimiento, utiliza este como sustento de su competitividad y de su bienestar y, consecuentemente, dedica un esfuerzo significativo a la creación de nuevos conocimientos y a buscar las vías de utilizarlo de la forma más eficaz, para su provecho: es una sociedad que aprecia el conocimiento y lo trata como uno de sus activos más importantes”.16

Para el citado Rivero Rodrigo la “sociedad de la información y del conocimiento...aunque son cosas distintas, están estrechamente relacionadas. Uno de los vínculos lo establece el hecho de que no se pueden utilizar de forma separada...: la información solamente es útil en la medida en que es procesada por el conocimiento y éste solamente puede actuar cuando dispone de la información requerida. La otra relación la establecen las TIC por el impacto que tienen tanto en la información como en el conocimiento”17

Habremos de reconocer, no obstante, que si bien autores como Rivero Rodrigo hacen una más que clara división conceptual entre sociedad de la información y sociedad del conocimiento, para una mayoría no existe diferencia en el uso de una u otra denominación, de modo que al usar una o la otra, entre ambas se puede presuponer que se están refiriendo conjuntamente a las dos.

La sociedad de la información y del conocimiento aparece entonces como una de las manifestaciones principales y más importantes de lo que se ha dado en llamar “sociedad postindustrial”, en la que la posesión del conocimiento y de la información, y de las herramientas que posibilitan su generación, difusión, uso y almacenamiento son las señas de identidad de la nueva situación.

No es ya la tierra, como en la plutocracia preindustrial, ni las máquinas, como en la revolución industrial, lo que supone poder real y efectivo. Es la información y el conocimiento lo que realmente significan poder.

En la sociedad de la información y del conocimiento estas son las herramientas básicas y esenciales a partir de las cuales se van a producir las mejoras y se va poder atender a las necesidades de desarrollo.

El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación es, sin lugar a dudas, lo que ha posibilitado la irrupción de este nuevo modelo social al que nos estamos refiriendo. Internet aparece como uno de los cauces principales, aunque no el único, ciertamente, para la difusión del conocimiento y de la información.

En el nuevo paradigma social que se impone, Castells cita tres grandes procesos históricos interrelacionados: la revolución tecnológica, la economía global y la economía informacional. Estos tres elementos aparecen como absolutamente imbricados, dependientes cada uno de los demás, causa y efecto al mismo tiempo.18

La revolución tecnológica viene dada por las nuevas tecnologías de la información, que posibilitan una economía global en la que desaparecen las fronteras comerciales y las empresas se “deslocalizan”.

La ubicación real del tejido productor aparece condicionada solamente por las mejores posibilidades de tal o cuál país; las empresas dejan de ser nacionales o multinacionales, son meramente elementos que van a aprovechar las mejores situaciones económicas sea cuál sea el país dónde éstas se presenten.

En la economía informacional la productividad y la competitividad se establecen a partir de la generación de nuevos conocimientos y del acceso al procesamiento de la información adecuada, junto con la aparición de nuevas formas organizativas.

Es evidente que en la sociedad de la información y del conocimiento las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) actúan como factor posibilitador del cambio, “pero serán las estructuras socieconómicas, culturales y políticas las que conformarán el concepto de sociedad de la información”19

La Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (Ginebra, 2003 – Túnez, 2005) representa la decantación y plasmación pública de los diversos aspectos que, a nivel internacional, se refieren a la Sociedad de la Información.

En la Declaración de Principios establece, como primer artículo y punto de partida : “Declaramos nuestro deseo y compromiso comunes de construir una Sociedad de la Información centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo, en que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento, para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo sostenible y en la mejora de su calidad de vida, sobre la base de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y respetando plenamente y defendiendo la Declaración Universal de Derechos Humanos”.20

Resulta patente que esta Cumbre no pretende sino humanizar la globalización, conseguir que la sociedad de la información sea un motor de desarrollo para todos los pueblos del mundo.

A los efectos de nuestros intereses como estudiosos de las cuestiones que se refieren al mundo de la difusión del conocimiento y de la información, la Cumbre también implica una decisiva y contundente llamada de atención y un decidido replanteamiento acerca de la posición y de las actuaciones que competen a las bibliotecas en este nuevo escenario que presenta esta nueva sociedad en la que, a todos los efectos, nos hallamos absolutamente inmersos.

Desde este enfoque de humanizar la globalización conviene no olvidar lo que se ha dado en llamar el “digital divide”, la brecha digital, posiblemente una de las consecuencias no deseadas de la globalización y probablemente una de las pruebas de que hablar de “sociedad de la información” no implica necesariamente un mayor y mejor acceso de todos los seres humanos a los beneficios de la información, del conocimiento, de la cultura, de mejores condiciones de vida.

PLANTEAMIENTOS DE IFLA Y DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES ANTE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Y DE LA INFORMACIÓN

La ruptura de la antes citada “brecha digital” supone como objetivo principal el libre acceso de los individuos a la información y la participación en la sociedad del conocimiento y de la información.

En la consecución de este objetivo IFLA mantiene que es esencial el desarrollo y mantenimiento de la alfabetización informacional a lo largo de toda la vida, acogiendo en esta idea de alfabetización no sólo a los usuarios de la información sino también a los bibliotecarios y demás trabajadores de la información. Tan importante como la brecha digital es sin lugar a dudas la brecha de la alfabetización informacional.

Según lo que venimos diciendo, IFLA mantiene que una prioridad de la profesión bibliotecaria debe ser “el suministro de un acceso sin restricciones a la información, como objetivo para segurar que todas las personas a lo largo del mundo tienen la misma oportunidad para participar en la sociedad de la información con independencia de barreras físicas, regionales, sociales o culturales”.

Para IFLA esta prioridad profesional implica:

• Alfabetización básica: La habilidad para usar, comprender y aplicar información impresa, escrita, hablada y visual con la finalidad de comunicar e interactuar eficazmente.

•   Lectura: Habilidad para descifrar impresos y otras formas de notación, para comprender el lenguaje escrito y su construcción y para entender el significado de la palabra escrita

• Alfabetización informacional: Habilidad para formular y analizar la información que se necesita; para identificar y valorar las fuentes de información; para localizar, recuperar, organizar y almacenar información; para interpretar, analizar, sintetizar y valorar esa información de manera crítica y para evaluar si la necesidad de información ha sido satisfecha.

• Enseñanza continua: Atención a las necesidades de los que aprenden, de modo formal o informal, ayuda a las aspiraciones y objetivos de individuos de cualquier edad y capacitación.21

Es cierto que se puede afirmar de inmediato y sin ningún tipo de reparos que cuestiones tales como la alfabetización, la lectura, la alfabetización informacional y la enseñanza continua no figuran en modo alguno entre las posibles y deseables prioridades de una biblioteca nacional.

Estamos totalmente de acuerdo con esto, siempre que restrinjamos el concepto tradicional de biblioteca nacional a las de los países más avanzados, porque sucede que en los países menos desarrollados, o al menos en muchos de ellos, las bibliotecas nacionales, ante las duras condiciones de carencias de todo tipo a que tienen que hacer frente, no tienen más remedio que asumir una serie de compromisos y obligaciones que en modo alguno veríamos como propias de estos centros al menos, como ya decimos, en los países más avanzados.

Podría ser, y en modo alguno nos salimos de la cuestión de las bibliotecas nacionales en la sociedad de la información, que tendamos a olvidar que las circunstancias son las que crean los entornos, condiciones y carácterísticas de trabajo de las bibliotecas, y no al contrario.

“Los bibliotecarios y profesionales de la información necesitan desarrollar actuaciones estratégicas creativas para hacer frente a los desafíos que surgen en particular para las diversas comunidades en vías de desarrollo del mundo y para la gente pobre y aislada de cualquier ciudad.

La aplicación de este planteamiento a nuestro propio desarrollo profesional continuo mejorará nuestro conocimiento y nuestra confianza en la construcción de las diferentes visiones del mundo y de las diferentes alfabetizaciones necesarias tanto para comprender los diversos sistemas indígenas de conocimiento como sus correspondientes regímenes de propiedad intelectual.

También nos va a ayudar en el desarrollo de una experiencia profesional continua para la puesta en marcha de las TIC como herramientas para el suministro de contenidos locales y la creación de enlaces globales”

Siguiendo las directrices que marca IFLA respecto al comportamiento de las bibliotecas en la sociedad de la información y del conocimiento, son las bibliotecas nacionales, por su evolución, por sus colecciones, por sus procesos de trabajo, por su personal e instalaciones y, en no menor medida por sus servicios, las que de manera más decidida pueden y deben jugar un papel predominante en las actuaciones hacia una sociedad de la información y del conocimiento según las directrices de las cumbres de Ginebra-Túnez.

Evidentemente ello requiere que estos macrocentros estén adaptados a las nuevas circunstancias que plantea la sociedad de la información y del conocimiento. Podría parecer que las especiales características de las bibliotecas nacionales conllevan el que, por su tradición netamente conservacionista y sus servicios (que en principio podrían presentarse como minoritarios y dedicados sólo a un grupo muy especial de usuarios: investigadores, universitarios, eruditos, etc.) no están preparadas para los nuevos retos de la sociedad de la información, pero un breve análisis de las actuaciones más importantes de estos centros en la actualidad nos puede servir para comprender que, muy al contrario, este tipo de bibliotecas está especialmente bien situado para aprovechar las indudables oportunidades que plantea esta Sociedad del Conocimiento y de la Información.

Si recordamos lo que al inicio de este trabajo afirmábamos respecto a la crisis de las bibliotecas nacionales a mediados del pasado siglo XX, veremos que se encontraron ante una situación de “o cambia o desaparece”. La superación de esa crisis, entrados ya los años 70, viene a coincidir, no lo olvidemos, con los inicios de la sociedad de la información: comienzan a usarse los ordenadores, aparece el uso creciente de las bases de datos, la información (y el conocimiento) van alcanzando progresivamente el valor de mercancía...

Desde muy pronto estas bibliotecas nacionales, al menos en los países más avanzados, van a ir planteándose estrategias que les permitan conseguir una posición competitiva respecto a los nuevos condicionantes del mercado del uso y transferencia de la información. Entre estas estrategias podríamos señalar:

a) Creación de bases de datos:

En ellas se aprovecha la inmensa cantidad de materiales de referencia que almacenan sus colecciones. Como ejemplo paradigmático de lo que son y suponen estas bases de datos citaríamos en una primera fase la publicación en cd-rom de las bibliografías nacionales, que progresivamente van abandonando el formato papel.

La etapa siguiente a ésta de la publicación de las bibliografías nacionales mediante cd-rom va a ser (o está siendo ya), indudablemente, la aparición de estas bibliografías en la red, en Internet, de modo que, ya sea previo pago o sin coste alguno, la accesibilidad para cualquier usuario sea total.

b) Catálogos en la red:

La primera fase de cualquier investigación que se vaya a hacer con los materiales de una biblioteca consiste, obviamente, en saber si existen en las colecciones de ese centro los materiales que necesitamos o, más generalmente, en saber cuáles son los materiales que poseen dichas colecciones.

La accesibilidad mediante la red a los catálogos de las bibliotecas nacionales, con sus inmensas colecciones de todo tipo de items, ha supuesto ciertamente toda una revolución para quienes van a utilizar esos materiales.

Es evidente que el catálogo no proporciona más que metadata, información secundaria como vía de acceso a la información primaria de la obra en sí, pero no es menos cierto que la posibilidad de disponer de ese catálogo en línea supone todo un ahorro de tiempo, de economía al fin y al cabo.

Esta interesante perspectiva de las bibliotecas nacionales proporcionando acceso a distancia a sus catálogos, vía Internet, se quedaría en poco si se olvidara que la “sociedad en red” implica una continua y constante interconexión y colaboración entre las diversas bibliotecas de todo tipo y, más específicamente, entre las bibliotecas nacionales.

Por citar uno entre los muchos proyectos destacables en este sentido, se puede afirmar que ya se ha conseguido lo que hace muy pocos años aparecía como una utopía: el desarrollo de una “Biblioteca Virtual Europea” no sólo con la finalidad de compartir catálogos, sino para la consecución de una red que permita un trabajo sistemático y una posibilidad real de acceder a las fuentes de investigación para los científicos europeos.

“GABRIEL”, puesto en marcha por la CENL (Conferencia de Bibliotecas Nacionales Europeas) permite a las bibliotecas nacionales del viejo continente poner en común todo un amplio servicio de información al tiempo que suministra acceso a los servicios en línea de todos los componentes del “pool”.

GABRIEL comenzó sus operaciones en Internet el 30 de Septiembre de 1996, ofertando los servicios de 38 bibliotecas nacionales bajo una sola dirección Internet; el ordenador de la Biblioteca Real de la Haya funciona como servidor principal, ayudado por otros tres servidores en Londres, Helsinki y Frankfurt am Main.22

c) Internet como acceso general :

Si las nuevas tecnologías permiten el acceso a las bases de datos y a los catálogos de las bibliotecas, esencialmente mediante el uso de Internet, ahora vamos a referirnos a los servicios generales que a través de la red están prestando las bibliotecas nacionales.

Señalaremos como primer punto de esta cuestión algo más que evidente: Internet ha permitido a las bibliotecas nacionales llegar a una inmensa cantidad de nuevos usuarios que probablemente antes de la aparición de la red ni siquiera se hubieran planteado el tener ningún tipo de contacto con estos centros.

Es decir, Internet ha posibilitado a las bibliotecas nacionales dejar de ser aquellos centros para investigadores y eruditos que estaban, a mediados del siglo XX, a punto de pasar a ser poco más que testimoniales.

Es la red la que hace posible que cualquier ciudadano, de cualquier país, acceda a muchos de los servicios (obviamente virtuales en el caso de usuarios no presenciales) que ofrecen las bibliotecas nacionales.

Para las bibliotecas nacionales esta accesibilidad desde la red ha supuesto bastante más que el aumento, exponencial cierto es, de usuarios; representa que, via Internet, las bibliotecas nacionales se convierten en buques insignias de la cultura documentaria de cada país: la red transforma a cada biblioteca nacional en el escaparate mundial y universal de lo que cada país ha creado en el mundo del libro, de los materiales impresos.

Los más hermosos, valiosos y únicos manuscritos, los incunables, los mapas antiguos, dejan de estar en las cajas fuertes de cada centro; a través de las bibliotecas nacionales, aunque sea virtualmente, sirven para proclamar a los cuatro vientos la importancia y excelencia cultural de cada país en cuestión. Andando los siglos, aquellas bibliotecas reales que comenzaron a existir y adquirir carta de naturaleza como símbolo del esplendor de las monarquías vuelven a aquel simbolismo, sólo que ahora pregonan no la magnificencia de un monarca, sino el poderío de cada nación.

Significa este hecho que la biblioteca nacional aparece, pura y simplemente, como seña de identidad cultural de un país. Es un gran centro para la investigación, cierto es, pero en no menor medida es el escaparate de las glorias culturales, sea cuál sea el soporte, que a lo largo de los siglos ha sido capaz de crear cada nación.

Internet como herramienta, sine qua non, de la sociedad de la información; Internet como vehículo básico de la macluhaniana aldea global; pero, en no menor medida, Internet como cauce para mostrar al mundo las peculiaridades y magnificencias de cada país.

Sociedad del conocimiento y de la información, sociedad globalizada, sociedad en red. Si desde esta perspectiva general descendiéramos a los detalles concretos, a las particularidades más dignas de ser comentadas respecto a las más importantes bibliotecas nacionales, veríamos cómo Internet no sólo sirve para proveer un acceso en línea a los catálogos y bases de datos bibliográficas; progresivamente y de manera creciente la red está permitiendo a las bibliotecas nacionales el suministro de nuevos servicios. La consulta a los sitios web de las bibliotecas nacionales de España, a la British Library, a la Bibliothèque nationales de Francia, etc. podría servirnos para visualizar de la manera más clara y práctica posible hasta qué punto es plena y total la inserción de las bibliotecas nacionales en la sociedad del conocimiento y de la información.

CONCLUSIONES

Las bibliotecas nacionales “tradicionales”, las de los países más avanzados, han debido hacer un esfuerzo enorme para salir del auténtico marasmo en que se encontraban a mediados del pasado siglo XX. Sus colecciones de carácter esencialmente humanista las colocaban en un punto de difícil mantenimiento respecto a la imparable avalancha de la información, y del conocimiento, que surgen sobre todo a partir de la Segunda Guerra mundial.

No obstante, a partir del Congreso de Viena (1.958) estas bibliotecas nacionales han ido evolucionando hacia una mayor apertura respecto a la tipología de sus usuarios; de modo que la biblioteca nacional para cuatro eruditos y para no muchos más académicos y especialistas en tal o cual tema (por muy prestigiosos que pudiesen ser los especialistas y los temas que tratan) está prácticamente en vías de extinción.

La llegada de la sociedad del conocimiento y de la información supone, indiscutiblemente, un nuevo planteamiento para las bibliotecas en general y, posiblemente, para las bibliotecas nacionales en particular, de modo que el nuevo paradigma de la sociedad de la información requiere de unos centros que estén abiertos, al menos de manera virtual, a todo el que necesite y desee usar los servicios. En este contexto, la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios e Instituciones, IFLA, ha establecido muy claramente la necesidad, acuciante diríamos, de que las bibliotecas luchen contra la brecha digital y a favor de la alfabetización informacional y la extensión de programas de lectura contra el analfabetismo.

La biblioteca nacional de la sociedad del conocimiento y de la información no se situa al margen de estas líneas de actuación que plantea IFLA. Dado que almacena inmensas cantidades de documentos sobre cualquier tema es el campo de trabajo idóneo para los especialistas y para la más alta investigación, pero en modo alguno eso supone que no pueda hacer uso de ella cualquier ciudadano, desde cualquier lugar del mundo, que quiera acceder a sus materiales.

Las bibliotecas nacionales van adaptándose, velis nolis, a la nueva situación que presenta la sociedad de la información. Sus materiales están, cada vez más, al alcance de mayor número de personas.

Conocimiento organizado; información asequible para todo el que la desea y necesita. Eso, y no otra cosa, es esencialmente la sociedad del conocimiento y de la información y de ella, con pleno derecho y sin ningún tipo de dudas, forman parte las bibliotecas nacionales.

Pie de paginas

* Articulo derivado de la investigación Bibliotecas Nacionales financiada por la Universidad de A Coruña. España; investigación iniciada en 1998 y finalizada en 2004. Artículo recibido el 16 de marzo evaluado el 10 de octubre y aceptado con las modificaciones sugeridas el 31 de octubre de 2005.

1. Miller, E. J. Prince of librarians: The life and times of Antonio Panizzi of the British Museum. – Londres: Dutsch, 1967.

2. Tyulina, Natalia (1976) National libraries. – En: Encyclopedoa of Library and Information Science. – New York: Marcel Dekker Vol. 19, 1976; p. 94-113

3. Tyulina, Natalia (1976). Op. cit.

4. Tyulina, Natalia (1976). Op. cit.

5. Aunque esta afirmación de Tyulina, un tanto cargada de ideas propagandísticas respecto a las bondades del sistema bibliotecario de los países socialistas fuera, en el momento en que ella la expone, totalmente cierta, conviene no olvidar que, tal vez, una de las primeras menciones de lo que es un sistema bibliotecario aparece en Maria Moliner, en su “Plan General de Bibliotecas”, del año 1937 que, como bien sabemos, desgraciadamente no pasó de la teoría, ya que la victoria de las tropas del general Franco y el consiguiente hundimiento de la II República española, con la depuración - María Moliner incluida - de la intelligentsia española hizo que todo lo pergeñado por esta insigne y ejemplar bibliotecaria, y por tantos otros en otros tantos campos del conocimiento, fuese totalmente suprimido en defensa de un pretendido saber “nacional católico” que ha supuesto, sin lugar a dudas, una de las más negras y ominosas etapas de la ciencia y la cultura española.

6. UNESCO (1958) Tâches et problémes des bibliothéques nationales. Colloque des bibliothéques nationales d´Europe. Vienne, 8-27 Septembre, 1958. - Paris: UNESCO

7. Francis, F. C. (1.958) Organisation des bibliothéques nationales. – En: Tâches et problémes des bibliothéques nationales. Colloque des bibliothéques nationales d´Europe. Vienne, 8-27 Septembre, 1958. - Paris: UNESCO

8. Francis, F. C. (1.958). Op. cit. p. 22

9. Francis, F. C. (1.958). Op. cit. p. 23

10. Francis, F. C. (1.958). Op. cit. p. 23

11. Francis, F. C. (1.958). Op. cit. p. 25

12. Francis, F. C. (1.958). Op. cit. p. 26

13. Francis, F. C. (1.958). Op. cit. p. 27

14. Bush, Vannevar. As we may think. – En: COUGHLIN, Caroline M. (ed.) Recurring library issues. A reader. – Metuchen (N.J.) & London: The Scarecrow Press, 1979. p. 480-499

15. Rivero Rodrigo, Santiago (2002) Claves y pautas para implantar la gestión del conocimiento: Un modelo de referencia. – Las Arenas (Vizcaya): SOCINTEC, 2002. p.23

16. Rivero Rodrigo, Santiago (2002). Op cit. p. 31

17. Rivero Rodrigo, Santiago (2002). Op cit. p. 38

18. Castells, Manuel La era de la información : Economía, sociedad y cultura. Madrid: Alianza, 1996 - 1997

19. Saorín Pérez, Tomás Modelo conceptual para la automatización de bibliotecas en el contexto digital . – Tesis : Universidad de Murcia, 2002 p. 8

20. Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (Ginebra, 2003 – Túnez, 2005) . Declaración de principios. Construir la sociedad de la información : Un desafío global para el nuevo milenio. http://www.itu.int/wsis/docs/geneva/official/dop-es.html (Consultaddo en 10/02/2005)

21. Han sido varios los pronunciamientos de IFLA respecto a la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información. Señalamos los más importantes y recientes:
• IFLA´s three pillars and WSIS. En: http://www.ifla.org/III/ThreePillars-full.pdf
• Promoting the global information commons: A statement by IFLA to WSIS Tunis PrepCom2. – En: http://www.ifla.org/III/wsis/wsis-24Feb05.html
• Promoting the global information commons: A commentary on the library and information implications of the WSIS Declaration of Principles - (June 2004). En: http://www.ifla.org/III/wsis070604.html
• Libraries @ the heart of the Information Society Proceedings of the IFLA Pre-World Summit Conference.(Geneva 3-4 November 2003)En: http://www.ifla.org/III/wsis/proceedings2003.pdf (Consultadas el 30 de Agosto de 2005)

22. Smethurst, Michael. European National Libraries: a review of the year´s activities. En: The LIBER Quarterly, 1997; p. 7, 303-350

BIBLIOGRAFÍA

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