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Revista Interamericana de Bibliotecología

versión impresa ISSN 0120-0976versión On-line ISSN 2538-9866

Rev. Interam. Bibliot v.34 n.1 Medellín ene./jun. 2011

 

INVESTIGACIONES

 

Papel del bibliotecario público en la tradición educativa y cultural de Medellín, 1870 - 1950*

 

Role of the public librarian in the educative and cultural tradition of Medellín, 1870 - 1950.

 

 

Mónica Montoya Ríos**; Marta Lucía Giraldo Lopera***; óscar Gallo Vélez****; José Daniel Moncada Patiño*****

** Bibliotecóloga y especialista en gerencia de servicios de información. Jefa del Centro de Investigaciones en Ciencia de la Información, Escuela Interamericana de Bibliotecología, Universidad de Antioquia,. Investigadora del Grupo de Investigación en Información, Conocimiento y Sociedad, y coinvestigadora del proyecto. monica@bibliotecologia.udea.edu.co

*** Historiadora y Magíster en literatura colombiana de la Universidad de Antioquia. Profesora de la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia. Investigadora del Grupo de Investigación en Información, Conocimiento y Sociedad, y coinvestigadora del proyecto. mgiraldo@bibliotecologia.udea.edu.co

**** Historiador y candidato a magíster en historia de Universidad Nacional de Colombia. Coinvestigador del proyecto. oscargallovelez@gmail.com

*****Bibliotecólogo y profesor de la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia. Coordinador del Grupo de Investigación en Información, Conocimiento y Sociedad e investigador principal del proyecto. daniel@bibliotecologia.udea.edu.co

 

Artículo recibido: 25 de enero de 2011 / Aprobación definitiva:28 de abril de 2011

 


Resumen

El artículo presenta los resultados de la investigación con el mismo nombre, cuyo objetivo fue identificar y determinar el papel de los bibliotecarios como protagonistas del desarrollo de la biblioteca pública en Medellín (Colombia), poniendo de relieve sus relaciones con la historia y la tradición educativa y cultural de la ciudad. A partir de un enfoque cualitativo y con el desarrollo de técnicas de investigación documental, se hace, en primer lugar, una contextualización histórica del oficio de bibliotecario en Colombia, atendiendo los proyectos políticos, sociales y culturales que se desarrollaron en el amplio marco temporal, para mirar la historia de los bibliotecarios en Medellín. En la segunda parte se traza la estrategia de propagación de la lectura ilustrada en la difusión de una lectura útil. Este modelo, predominante en el siglo XVIII europeo, encuentra en Colombia un interesante ejemplo con la profusión de revistas y diarios, bien de carácter religioso u orientados a la difusión de perspectivas morales determinadas y, por supuesto, en la creación de bibliotecas que configuran el papel de los bibliotecarios y sus relaciones con la tradición educativa y cultural de Medellín.

Palabras clave: biblioteca pública, historia de las bibliotecas, bibliotecario

Cómo citar este artículo: MONTOYA RÍOS, Mónica et al. Papel del bibliotecario público en la tradición educativa y cultural de Medellín, 1870 - 1950. Revista Interamericana de Bibliotecología. 2011, vol. 34, no. 1, p. 63-76.


Abstract

The article presents the results of the research with same name, whose objective was to identify and determine the role of librarians as characters of the development of public libraries in Medellín, showing their relations with the history and educative and cultural tradition of the city. Based on a qualitative focus and with the development of documental research techniques, the paper does, first, a historical contextualization of the librarian profession in Colombia, with reference to the political, social, and cultural projects that were developed in the broad temporary frame, to view the history of librarians in Medellín. The second part traces the propagation strategy for illustrated reading in the dissemination of useful reading. This model, predominant in the XVIII century in Europe, finds in Colombia an interesting example with the profusion of magazines and newspapers, of religious character or guided towards the dissemination of determined moral perspectives and, of course, the creation of libraries that configure the role of librarians and their relations with the educative and cultural tradition of Medellín.

Keywords: Public library; history of public libraries; librarians; Medellín; Colombia

How to cite this article: MONTOYA RÍOS, Mónica et al. Role of the public librarian in the educative and cultural tradition of Medellín, 1870 - 1950. Revista Interamericana de Bibliotecología. 2011, vol. 34, no. 1, p. 63-76.


 

 

1. Introducción

Desde 1870, fecha en la cual se crea la primera biblioteca pública en Medellín, la historia de la ciudad inició un nuevo capítulo de acciones: el que se refiere a las bibliotecas públicas como instituciones sociales con incidencia en el desarrollo educativo, cultural y político de la ciudad. Dichas acciones tuvieron articulación directa con las políticas estatales tendientes a transformar socialmente a los pobladores de la región y de la ciudad; entre ellas se destacan las relacionadas con la educación gratuita, la ampliación de la cobertura, la construcción de escuelas y la creación de las primeras bibliotecas, algunas adscritas a escuelas normales y otras de carácter público.

En este contexto aparecieron nuevas configuraciones y representaciones de los procesos educativos y culturales, que a lo largo de la historia de la biblioteca pública marcan transformaciones y cambios con su inscripción en diversos proyectos sociales y políticos. Estos cambios fueron la respuesta a las visiones e intereses de diversos actores sociales que incidieron de manera directa en el desarrollo institucional de las bibliotecas públicas y, por consiguiente, en el desarrollo educativo y cultural de la ciudad. Entre estos actores se encuentran los bibliotecarios, pues tanto desde su labor como desde la finalidad de la biblioteca pública se fue tejiendo un discurso sobre la educación y la cultura que, desde sus intenciones políticas y sociales, impactó en la formulación de las políticas educativas y de desarrollo social de la ciudad, como también en la configuración de una historia cultural local de impacto en la región. De igual manera, los discursos y prácticas educativas y culturales de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, tuvieron relación directa con el desarrollo de las bibliotecas y las actuaciones de los bibliotecarios en el ámbito local.

Para entender este contexto de desenvolvimiento de la biblioteca pública, la línea de Investigación en Biblioteca, Educación y Ciudadanía, de la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia, ha venido trabajando aspectos relacionados con el devenir de la biblioteca pública en el contexto local y regional, concretamente en las investigaciones: ''Historia y desarrollo de la biblioteca pública en Medellín durante el siglo XX (Jaramillo et al., 2004)'' e ''Historia y desarrollo de la biblioteca pública en Antioquia: 1870 - 2000'', (Montoya et al., 2008). La primera narra de forma sistemática el origen y la evolución de la biblioteca pública en Medellín, además de sus aportes a la ciudad, incluyendo los actores que participaron en su gestación y desarrollo; adicionalmente, como productos de esta investigación, se publicaron los trabajos: ''Presencia de las bibliotecas públicas en Medellín durante el siglo XX'' (Jaramillo et al., 2004) y ''La biblioteca pública: una mirada desde su génesis y desarrollo'' (Jaramillo et al., 2005). En contraste con el análisis local del primer estudio, el segundo aborda un contexto más amplio (el departamento de Antioquia), para lograr descifrar así las lógicas y senderos culturales y educativos por los que ha transitado la biblioteca pública en Colombia.

Estos trabajos constituyen el inicio de sistematizaciones y acercamientos más profundos a la historia de la biblioteca pública, que evidencian la existencia de significativas fuentes primarias (archivos públicos y privados, prensa, correspondencia, disposiciones legales en educación y cultura, entre otras), desde las cuales es posible reconstruir, de una forma descriptiva y analítica, los orígenes y el lugar de la biblioteca pública en la región, así como estudiar los sujetos involucrados en el desarrollo de esta institución y su relación con la historia educativa y cultural.

En América Latina, algunos trabajos sirven como referencia. En concreto, el estudio ''Bibliógrafos colombianos'' (Echeverri, 1999) llevó a cabo una evaluación de las obras de bibliografía hispanoamericanas y colombianas. Paralelamente, hace una historia de los bibliógrafos de origen ibérico y norteamericano, así como de los hispanoamericanos y colombianos. Este estudio contiene un recuento cronológico de los contextos en los que surgen los primeros bibliógrafos y utiliza una metodología biográfica para determinar su influencia en el contexto latinoamericano.

Otras investigaciones que pueden ser mencionadas son ''La biblioteca municipal del Perú: avances y perspectivas'' (Castro, 2002), en la que el autor sistematiza el desarrollo histórico de esta institución desde 1943 hasta 2000, dando relevancia a la evolución del concepto de biblioteca pública y al desarrollo de los servicios y las colecciones de esta institución..

En Argentina, la investigación ''Libros y bibliotecas: influencia de las bibliotecas en el proceso histórico argentino, bases para una organización bibliotecaria: generalidades, función social, el bibliotecario, la biblioteca como instrumento y expresión de cultura'' (Echagüe, 1939), muestra el desarrollo de las bibliotecas populares, que surgen en ese país desde finales del siglo XIX, y su rol en la sociedad argentina durante las primeras décadas del siglo XX. Este estudio ofrece también algunos acercamientos al rol del bibliotecario público en el desarrollo de dichas bibliotecas. En este mismo contexto se ubica el estudio: ''De la biblioteca particular a la biblioteca pública: libros, lectores y pensamiento bibliotecario en los orígenes la Biblioteca Pública de Buenos Aires 1779 - 1812'' (Parada, 2002). En un contexto más amplio están, por ejemplo, los estudios del historiador francés Roger Chartier (2000) sobre las mutaciones en la historia de la lectura y en las prácticas de los lectores (1994), en un largo período.

Finalmente, y en el contexto local, los problemas relacionados con la identificación y descripción de algunos actores sociales como intelectuales se analizan en la investigación ''Cultura intelectual de resistencia en Medellín en los años setenta'' (Gómez García, 2003), en la cual se presentan los problemas básicos referidos a la investigación social del intelectual y su relación con la política, además una revisión de la historia del libro de izquierdas en la ciudad en los años setentas. Este estudio es importante, metodológicamente, para la identificación, descripción y análisis de los contextos políticos y sus relaciones con actores vistos desde la perspectiva de intelectuales. También establece categorías básicas para estudiar a los intelectuales en contextos de masificación e industrialización urbana.

Ahora, si bien se han realizado investigaciones y estudios sobre el aporte de la biblioteca pública al desarrollo de la ciudad, el papel y la incidencia de los sujetos que intervinieron en él, en específico de los bibliotecarios; no ha sido objeto de la tradición discursiva y práctica de la comunidad bibliotecológica local y nacional. Es notoria la ausencia de un discurso histórico sobre la presencia social y cultural de las bibliotecas, y en especial de los bibliotecarios, como sujetos activos en su devenir institucional.

Es posible identificar claramente una serie de causas que impiden ver el papel que tiene en la historia de la cultura el capítulo sobre el desarrollo de las instituciones bibliotecarias y sus actores, así como la ausencia de discursos históricos que reflexionen acerca del lugar de estos individuos en la historia local. De un lado se encuentra una tradición bibliotecológica que poca importancia le concede a la historia como elemento fundamental y transversal en la aclaración de su práctica profesional; y de otro, una tradición social que no ha articulado el desarrollo de las bibliotecas y de sus actores con la historia educativa y cultural de la ciudad. Estas causas se ven reflejadas en prácticas de tipo disciplinar, específicamente en la poca comprensión de los procesos sociales desde la práctica bibliotecológica entendida como una disciplina social y de tipo institucional, y la consideración de las bibliotecas como instituciones sociales y culturales al margen de su papel y lugar histórico. Pero ésta es una discusión de mayor aliento.

Como aporte a este poco desarrollado campo historiográfico se planteó el proyecto ''El papel del bibliotecario público en la tradición educativa y cultural de Medellín: 1870 - 1950'', cuyo objetivo general fue ''identificar y determinar el papel de los bibliotecarios como protagonistas del desarrollo de la biblioteca pública en Medellín, poniendo de relieve las relaciones con la historia y la tradición educativa y cultural de la ciudad, concretamente en el periodo comprendido entre 1870 y 1950''.

En general se asume la idea de historia que plantea la historiadora española Carmen Iglesias (2002):

''(...) como relato razonado, como comprensión y explicación, se pregunta por lo que los hombres han hecho y por qué lo han hecho de una determinada manera y no de otra, es decir, en función de qué valores, de qué expectativas, de qué contexto histórico y social, de qué sistema de relaciones lingüísticas y semánticas han hecho comprensible y dotado de sentido a cada momento histórico estudiado''

En esta línea, la historia del bibliotecario que se expone aquí intenta contextualizar las acciones públicas e institucionales de los bibliotecarios con las relaciones entre la labor bibliotecaria y las complejas realidades que vivió el país, y concretamente la ciudad, durante ese período. Así entonces, el trabajo comienza esbozando el proyecto civilizatorio planteado por los radicales, su revés durante la Regeneración, la lenta constitución del sistema educativo durante las primeras décadas del siglo XX, el Proyecto de Cultura Aldeana y, finalmente, las restricciones a la cultura y a la educación en un ambiente caldeado por la violencia política. La segunda parte analiza específicamente las acciones de los bibliotecarios de Medellín entre diferentes fuentes, pero más que una descripción se buscó articular esas acciones en un marco amplio de interpretación de la historia de la lectura en occidente.

La metodología que se empleó para la investigación sirvió de derrotero para la elaboración del presente artículo y se puede resumir como lo enseña la tabla 1:

 

 

 

2. Contextualización histórica del oficio bibliotecario en Colombia

A continuación se hace una aproximación descriptiva a los proyectos políticos, sociales y culturales que tuvieron lugar en Colombia entre 1870 y 1950, con el fin de develar los contextos de las actuaciones de los bibliotecarios. En 1863 el Partido Liberal colombiano asumió el poder y se mantuvo en él durante casi veinte años. La expansión de la educación primaria fue una de las metas propuestas por los gobiernos liberales. A propósito dice Jaime Jaramillo Uribe (1984, p. 264):

''La fe en la educación como la vía más apropiada para conquistar la civilización que entonces se perseguía tan afanosamente, quizá no se tuvo nunca ni se ha vuelto a tener en la historia nacional como en aquel momento. El esfuerzo por crear un sistema de educación pública y por llevar la escuela de las primeras letras a todos los rincones de la República fue sin duda la mayor realización de los gobiernos de la era radical''.

En este sentido fue emitido el Decreto Orgánico del 1º de noviembre de 1870, a partir del cual se concibió un programa para implantar el sistema nacional de escuelas primarias y se creó la Dirección General de Instrucción Pública, con representación en cada uno de los estados federales. En el Decreto se contemplaba que se debían fomentar las bibliotecas públicas y que, además, éstas debían estar a cargo de la Nación. En consecuencia, del Decreto se creó la biblioteca del Estado Soberano de Antioquia con el fin de:

''(...) Que en nuestra patria se encuentre un lugar accesible a la juventud estudiosa todo lo que debe contribuir para la ilustración, y conocimientos en las ciencias y en las artes. No pasará mucho tiempo sin que el Estado cuente con el auxilio civilizador que le proporcionará la Biblioteca, que será el repertorio de todos los conocimientos útiles para la sociedad'' (Boletín oficial, 1870, p. 60).

Posteriormente, por iniciativa de Manuel Uribe ángel y Martín Gómez, con las colecciones y en el local de la Biblioteca del Estado Soberano de Antioquia, se creó el Museo y Biblioteca de Zea, por varios años la única biblioteca pública de la ciudad, que contó con un buen promedio de usuarios que podían acceder diariamente al servicio.

De otro lado, para garantizar el cumplimiento del Decreto de Instrucción Pública, el gobierno federalista contrató la asesoría de una misión pedagógica alemana que posibilitó el establecimiento de escuelas normales en cada una de las capitales de los estados. El Decreto fue parcialmente acatado, pues algunos estados de la Federación, cuyos gobiernos eran opositores a las políticas liberales, hicieron caso omiso de él. Así pues, la implementación de reformas causó descontento entre algunos sectores conservadores de la sociedad, desembocando en el conflicto conocido como Guerra de las escuelas, guerra civil que tuvo lugar en 1876. Después de este momento el impacto de las reformas educativas decreció, hasta tal punto que diez y seis años después no quedaba ni huella del programa diseñado para favorecer el desarrollo de la educación pública, laica y gratuita en el país.

Así, otro será el panorama para la educación en Colombia una vez que el proyecto regenerador entre en marcha. Dentro del período histórico conocido con el nombre de La Regeneración, que inicia en 1886 con Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro a la cabeza, la educación jugó un papel preponderante, pues se buscaba que la nación, conservadora y confesional, al mejor estilo de la madre patria, estuviera habitada por hombres de moral intachable. Para alcanzar este fin era preciso tener control sobre las prácticas pedagógicas y educativas. Dos instrumentos legales le dieron piso a las políticas conservadoras: la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887. En la primera se reconocía que:

''(...) la religión católica, apostólica y romana es la de la nación; los poderes públicos la protegerán y harán que sea respetada, como esencial elemento del orden social. Se entiende que la Iglesia Católica no es ni será oficial y será independiente [...] La educación pública será organizada y dirigida en concordancia con la Religión Católica'' (Uribe Vargas, 1977, p. 971).

Estas palabras reflejan la estrecha relación que establecía el gobierno entre religión y educación; un año después de firmada la Carta Constitucional, la política confesional se afirmaría con el establecimiento del Concordato. El documento, firmado durante el papado de León XIII (1878-1903), promovió la organización ideológica de la educación bajo el manto de la Iglesia Católica, favoreciendo la llegada al país de comunidades religiosas que fundaron colegios privados o fueron nombradas como administradoras de colegios públicos. Comunidades religiosas, condenadas al exilio por muchos países europeos que luchaban por la separación entre la Iglesia y el Estado, encontraron asiento en las neocolonias.

El control de la Iglesia Católica sobre la educación se reflejaba, por ejemplo, en su poder para elegir los textos que debían estudiarse en todos los niveles de enseñanza. Los religiosos podían denunciar ante las fuerzas del orden a todos aquellos maestros que atentaran contra la doctrina católica o que incluyeran en sus asignaturas temas en materia científica o literaria contrarios a ese credo.

La entrega de la educación a la iglesia implicó que el Estado abandonara los principios de gratuidad y obligatoriedad planteados por los radicales y, además, que se emprendieran acciones en contra de las ideas utilitaristas y positivistas fomentadas por el régimen radical. La Iglesia tuvo una firme presencia en estos procesos y tensiones, su incidencia fue desigual en distintas partes del territorio, pero fácil de percibir en una sociedad con fuertes raíces católicas y costumbres conservadoras, con excepciones en algunos estados

La educación fue concebida como instrumento fundamental para la neutralización de los brotes anárquicos o socialistas llegados desde Europa, que germinaban entre el artesanado y la incipiente clase obrera. La cuestión social, dentro del proyecto Regenerador, interesado en el establecimiento del orden y el control, exigía un delicado tratamiento. Se tomó la medida de crear los centros de beneficencia o acogida, entidades que brindaban amparo y educación a los pobres, según los principios y valores morales del catolicismo.

El nuevo siglo tiene para Colombia un panorama sombrío. Una larga y sangrienta guerra civil y la pérdida de Panamá marcarán el destino del país en los inicios del siglo. Para enfrentar la hecatombe el gobierno se vincula al proyecto de modernización emprendido en casi toda Hispanoamérica. En la educación es evidente este afán de transformación. Entre 1903 y 1904 una nueva legislación proclamó la nueva educación pública. A partir del Gobierno de Reyes, y de acuerdo con un proyecto de modernización del país, se comenzó a implementar el modelo pedagógico de origen europeo denominado ''Escuela Activa'' o ''Escuela Nueva''. Este modelo tuvo un carácter internacional y alcanzó diferentes grados de desarrollo según las características de cada país. Sus postulados se desarrollaron, inicialmente, acordes con los presupuestos positivistas. En sentido general, puede decirse que la corriente de ''Escuela Nueva'' estuvo caracterizada por la preponderancia de la psicología, la psicología experimental especialmente, así como de la biología y las teorías evolucionistas. Se hacía énfasis en la enseñanza práctica, en concordancia con el auge de las ciencias experimentales. Se pretendía la formación de un hombre productivo, aficionado al trabajo.

En las primeras décadas del siglo XX, cuando el proceso modernizador inició su marcha en el país, las nacientes industrias captaron mano de obra barata, conformada fundamentalmente por mujeres y niños, obreros disponibles, prestos a trabajar por muy poco, que hacen parte de la nueva dinámica poblacional. Son personas del campo atraídas por la ciudad, la cual ven como la tierra de las oportunidades. Estas personas, según los líderes de la creciente burguesía industrial, necesitaban ser educadas con el objeto de favorecer sus aptitudes y destrezas, estrategia que finalmente redundaría en el aumento de la productividad. En el caso concreto de Antioquia, una de las regiones con avances en materia de industrialización, la burguesía, en la década de los años veinte mostraba cierto adelanto; su prestigio y éxito económico se debían, según David V. Dent (1986, p. 125), a:

''(...) La experiencia minera, a la asimilación gradual de importantes innovaciones tales como el uso de la energía hidroeléctrica, y a la creación de institutos tecnológicos, como la Escuela de Minas (se puede agregar la Escuela de Artes y Oficios); otros consideran que los antioqueños con su buena capacitación, además de su espíritu empresarial y su afán innovador, fueron los catalizadores del éxito económico''

La riqueza producto en su gran mayoría, de la extracción y el comercio del oro y otras actividades complementarias, había permitido el encumbramiento de un grupo social que tenía en Europa, especialmente en el Paris de la Belle époque, ''foco de civilización'', su más digno ejemplo de emulación. Los paseos, los bailes, los sportsmen, caracterizaban la insólita aventura que significaba el arribo de la modernidad. Lugares como el Teatro Bolívar, El Circo España y el Teatro Junín eran escenarios en donde la cream medellinense se pavoneaba.

A pesar de la influencia europea, la sociedad medellinense de las primeras décadas del siglo XX era conservadora y estática, con hondas divisiones entre la clase alta y la clase baja, mientras que una incipiente clase media comenzaba tímidamente a emerger; a propósito dice Constantine Alexandre Payne (1986, p. 152-153):

''Cada clase mantenía sus propias prácticas culturales y existía un gran abismo entre las dos, en parte por los mayores recursos de la clase alta, en parte por los valores ''montañeros'' de los campesinos venidos de los pueblos. La clase alta incluía a los industriales, comerciantes, banqueros, profesionales (médicos, abogados e ingenieros); muchos sacerdotes, algunos educadores y sus familias. En la mayoría de los casos eran blancos y provenían de las familias tradicionalmente acaudaladas de Medellín o del número creciente de nuevos ricos venidos de los pueblos a establecerse en el comercio y la industria de la ciudad''.

A pesar de las evidentes desigualdades, los embates de los nuevos tiempos poco a poco fueron modificando la tradicional dinámica social. El inusitado ánimo de progreso, ligado al desarrollo de la industria, fue una de las principales circunstancias que estimularon la concentración de una crecida y variopinta población, generó nuevas fuentes de trabajo y suscitó inéditas formas de vida. Así entonces, la ciudad comenzó a transformarse en un conglomerado heterogéneo y caótico, en el que se perdían poco a poco las posibilidades de control de la sociedad sobre cada uno de sus miembros, a medida que desaparecía la antigua relación directa de unos con otros. El general Rafael Uribe Uribe (1960, p. 19) hacía referencia a los males que aquejaban a la sociedad y a la solución que debía aplicarse para solucionarlos, en los siguientes términos:

''(...)combatir el alcoholismo por todos los medios preventivos y represivos posibles; aplicar en las escuelas primarias y secundarias el sistema froebeliano, o de aprendizaje profesional, como lo dijo el general Reyes en su discurso inaugural, para sustituir la enseñanza teórica y de sumerge intelectual, que deja a los alumnos desprovistos de conocimientos prácticos en la lucha por la vida, por el trabajo manual en la escuela, que inspira a las generaciones nuevas el amor a la industria, ennoblece las artes, educa el ojo y la mano y forma buenos obreros (...). Para alejar de la taberna a los obreros, el Estado debe procurarles distracciones encaminadas a la educación moral y estética, como teatros populares a bajo precio, museos, bibliotecas, escuelas dominicales y nocturnas, gimnasios públicos, retretas de las bandas oficiales y, sobre todo, cafés baratos donde a tiempo que se busquen mercados interiores para el consumo del grano, se tenga en mira producir la excitación de las facultades ideativas, propias del café, en vez de espolear los instintos innobles que el alcohol despierta o en lugar de permitir el embrutecimiento por la chicha''

Café en lugar de alcohol, bibliotecas y museos en vez de bares y cantinas, son alternativas nuevas, emanadas del proyecto de modernización. La implementación de estas políticas estaba estrechamente ligada con la voluntad de cambio social. Al vincular la educación con la práctica se buscaba la formación de un individuo útil a la sociedad. Por ello, los líderes de la sociedad buscaban ''(...) una reforma radical en la instrucción pública, para que sea más intensa, más extensa y más útil. Sólo esta educación podrá suministrar materiales para fundar la nueva Colombia que soñamos (...)'' (Restrepo, 1972, p. 325) Los maestros debían tener conocimientos en materia de psicología, higiene, fisiología, sociobiología, entre otros. Dentro del proyecto modernizador, las bibliotecas cumplieron un papel determinante, en tanto que centros que irradiaban el conocimiento que era preciso impartir.

Para el caso de Medellín, la fundación en 1921 de la Biblioteca Pública Municipal puede considerarse como la principal acción estatal relacionada con la intención de posicionar a las bibliotecas, en el marco de la oferta educativa en instituciones que promovieran las ideas de modernización. Su creación se fundamentó en los principios de libre acceso a la cultura y al conocimiento, con el objetivo de que la biblioteca estableciera, como parte de sus servicios ''(...) programas de conferencias públicas que facilitaran al proletariado enfrentarse con éxito a las lucha por el progreso. La biblioteca se concibió como un espacio para el estudio y la meditación, de lo que sus gestores llamaron ''los vastos problemas del saber humano'' (Medellín. Concejo Municipal, 1921, p. 122). Si bien la Biblioteca Pública Municipal era un proyecto social de orientación laica y democrática, cuyo interés era la socialización de los conocimientos universales, aún se ejercía cierta censura mediante el Código de Policía que en su artículo 231 estipulaba: ''Todo jefe de policía tiene derecho a visitar las librerías donde se expendan o circulen libros y hacer en ellas las averiguaciones o inspecciones que estime convenientes para proteger eficazmente la moralidad y buenas costumbres'' (Antioquia. Asamblea Departamental, 1915, p. 36). A pesar de lo establecido en este código, se concibió la biblioteca como un servicio público gratuito que ofreciera obras sobre las diferentes ramas del saber, por lo cual se comenzó a dar mayor amplitud a la escogencia de los libros, favoreciendo los que ofrecían instrucción en las luchas del trabajo y los asuntos económicos.

Mientras tanto, en 1926 el gobierno de Pedro Nel Ospina resolvió contratar una misión alemana1 para que efectuara varias reformas en el país, entre ellas la del sistema educativo. Esta segunda misión pedagógica alemana presentó ante el gobierno el proyecto de una Ley Orgánica de Instrucción Pública, que implicaba cambios al anterior sistema.El proyecto llegó hasta el Congreso de la República con el apoyo del presidente Ospina, pero después de varios debates se archivó.

En la década de los años treinta llega la República Liberal con un nuevo proyecto nacionalista que buscaba reorientar los destinos del país, sumido durante las últimas cuatro décadas en el dogmatismo conservador, que había hecho de la lengua, la raza y la religión los principales elementos de identidad nacional. El proyecto liberal por el contrario, tenía entre sus ideales fomentar el espíritu nacional mediante reconocimiento de la diversidad de las gentes, las costumbres y el territorio que constituían el país colombiano. Para alcanzar este fin, las orientaciones educativas propias del proyecto de la ''Escuela Activa'' se vieron modificadas sustancialmente, sobre todo por el artículo 14 de la Reforma Constitucional de 1936, en el que se autoriza al Estado para que:

''Respetando el concepto de libertad de enseñanza, el gobierno pudiera intervenir en la marcha de la educación pública y privada, a fin de garantizar los fines sociales de la cultura y la mejor preparación intelectual, moral y física de los educandos''. La educación estuvo orientada, principalmente, a dar respuesta a los problemas surgidos de la masificación y la industrialización. De esta manera se atendía de forma especial problemas como ''el calzado, la higiene básica, la relación con la técnica, el conocimiento de la escritura y la lectura o la asimilación de la idea de derechos y deberes'' (Silva, 2005, 56).

El desarrollo de campañas educativas como estrategia para transformar la situación precaria que vivía el país fue clave para el liberalismo. Fue así cómo, durante el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-1938) se inició una campaña de comisiones educativas con el objetivo de:

''Difundir aquellas nociones indispensables para que el individuo conozca sus propios derechos y obligaciones, arregle mejor su vida y utilice más eficazmente los elementos que la técnica moderna ofrece para facilitar e incrementar la producción'', [y ello por cuanto se reconocía la] ''desproporción entre las necesidades que presenta el desarrollo del país y el grado de cultura y preparación de las clases asalariadas'' (López de Mesa, 1935, p. 55).

De esta manera, los gobiernos liberales quisieron que la educación altamente confesional que había imperado durante el anterior período diera paso a una educación laica. En muchos casos, sólo fue una política que poco tuvo que ver con la práctica, sobre todo en un departamento como Antioquia, donde la educación confesional, en manos del catolicismo, siguió impartiéndose en los planteles educativos.

La sociedad ocupó un lugar central en el marco de las políticas nacionales. En los planes de estudio, la nación, su cultura, su historia, su geografía, fueron objeto de análisis. En ese sentido, el proyecto de ''Cultura Aldeana'', impulsado a partir de 1934 por el Ministro de Instrucción Pública, Luis López de Mesa, buscaba educar para mejorar las condiciones de vida, sobre todo en el campo, y respaldar el proyecto modernizador del presidente Alfonso López Pumarejo. El proyecto abogaba por la existencia de ''una biblioteca en cada aldea''. El Ministro López de Mesa definió como objetivo de la Biblioteca Aldeana:

''La creación de un modelo de biblioteca con unas cien obras célebres de la intelectualidad colombiana, con otras tantas de autores extranjeros, con cartillas de información técnica elemental y un buen diccionario enciclopédico; para lo cual hasta donde sea posible, aprovechará los servicios de la Biblioteca Nacional, mejor provista al efecto para estas funciones'' (López de Mesa, 1935, p. 62).

Como idea, el proyecto de la ''Biblioteca Aldeana'' se constituyó en un hito en el desarrollo de las acciones estatales relacionadas con el fomento de las bibliotecas, en especial en las zonas rurales, aunque en su ejecución la propuesta no consiguió los objetivos esperados debido a las difíciles condiciones de pobreza y analfabetismo que, infortunadamente, han caracterizado al campo colombiano.

Tras el primer período de la República Liberal, y con la puesta en marcha de algunas reformas al sistema educativo nacional, la polémica en torno al carácter que debía tener la educación se agudizó, más bien se politizó, dividiéndose las opiniones entre liberales y conservadores. La Iglesia Católica se sumó a la polémica, al defender como propio el proyecto educativo que había regentado durante mucho tiempo, y que había sido consagrado en la Constitución de 1886.

A partir de 1946, con el gobierno de Mariano Ospina, la dirigencia conservadora atacó con vehemencia el modelo pedagógico de sus antecesores y la enseñanza de carácter confesional volvió a ponerse a la orden del día. Muchos maestros de militancia liberal fueron retirados de sus puestos o víctimas de persecución política. La orientación educativa, por entonces, recogía algunas ideas fascistas imperantes en la España franquista.

 

3. El papel del bibliotecario público en la tradición educativa y cultural de Medellín

En las últimas tres décadas del siglo XIX y las tres primeras del XX, Medellín era una ciudad en crecimiento. Según los censos de 1883 y 1928, pasó de 37.237 habitantes (Colombia. Dirección General de Censos. 1883) a 120.044 (Colombia. Departamento de Contraloría, 1933). En ese lapso fue la ciudad con mayor crecimiento de Colombia, debido a su ''proceso de industrialización temprano y dinámico'' (Londoño Vega, 2004) como producto del cual recibía una gran oleada de migrantes pueblerinos de otras zonas de Antioquia y el país; y su diferenciación como una ciudad rica, en crecimiento y cosmopolita, se reflejaba en el consumo de sus habitantes de productos extranjeros y los viajes constantes de una amplia élite local a Europa y Estados Unidos.

En términos educativos, Medellín también ocupaba uno de los primeros lugares del país; desde 1851 funcionaba la Escuela Normal de Varones y, durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, se abrieron otras tres escuelas normales (Jiménez, 1996): la Escuela Normal del Estado (1873), la Escuela Normal de Institutoras (1875) y la Normal Antioqueña de Señoritas (1936). Este esfuerzo por la ampliación de la cobertura se dio especialmente después de que se promulgó el Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria, en 1870, y en otros intentos por organizar la educación en Antioquia durante el gobierno de Pedro Justo Berrío, que contemplaba, entre otras cosas, ''enviar por lo menos a un hijo a la escuela'' (Villegas Botero, 1891).

Ese crecimiento y desarrollo de Medellín en términos poblacionales y educativos imprimió un gran impulso a otros procesos culturales como las bibliotecas, y la publicación y consumo de lecturas. En 1870, producto del citado Decreto de Instrucción Pública, se creó la primera biblioteca pública en la ciudad (Antioquia, 1870), que en 1881 se convirtió en el Museo y Biblioteca de Zea. En 1886 se creó la Biblioteca de la Sociedad de San Vicente de Paúl, la primera de carácter particular que abrió sus puertas a los lectores de la ciudad. Finalmente, en 1921, el Concejo Municipal creó la Biblioteca Pública Municipal, además de las bibliotecas de los establecimientos educativos, entre ellas las de la Universidad de Antioquia, el Colegio de San José, el Colegio San Ignacio de Loyola y las bibliotecas de las normales.

La segunda mitad del siglo XIX y las tres primeras décadas del XX son especialmente ricas en la circulación de periódicos y revistas culturales, de literatura y artes. Entre 1850 y 1930 en Medellín se publican 69 periódicos y 51 revistas literarias y culturales, además de 57 en otros municipios de Antioquia, para un total de 185 publicaciones con este carácter en el departamento (Londoño Vega, 2004).

También en esta transición entre siglos se da un gran auge de bibliotecas o colecciones particulares, como las de Manuel Uribe ángel, Juan José y Carlos A. Molina, y de las bibliotecas de alquiler, como la que funcionaba en el café El Globo, que alquilaba las obras por un centavo diario (Posada de Greiff, 1989). Y se comienzan a componer otras colecciones importantes como la Biblioteca de la Academia Antioqueña de Historia.

Mariano Ospina Rodríguez decía a sus hijos Pedro Nel y Tulio Ospina:

''Hay ciencias muy atractivas pero poco provechosas, como la botánica, la zoología, la astronomía, que deben dejarse a los ricos, y en el mismo terreno se halla la literatura. Religión y moral cuanto más quepa en el alma y el cuerpo, ciencia aplicable y aplicada muchísima, idiomas vivos bastantes, ciencia puramente especulativa, literatura e idiomas muertos, algo; novelas y versos nada'' (Citado por James Parsons en: Mayor Mora, 1997, p. 11)

Aunque lejanas en apariencias, las recomendaciones del ex presidente Ospina Rodríguez a sus hijos retratan claramente el ideal educativo que circulaba en las últimas décadas del siglo XIX y que sobrevivió durante una parte de la primera mitad siglo XX. Priorizar la educación para el trabajo y lo práctico, escapar al ocio de las novelas y sus peligrosas voluptuosidades, orientar la instrucción pública en función del progreso del país, dado que no sólo de ornato se construye el desarrollo de la ciudad (Medellín. Concejo Municipal, 1916). Ya a finales del siglo XIX, Manuel Uribe ángel, que había viajado por Estados Unidos y Europa, hacía referencia a la relación entre educación, trabajo y prosperidad en su discurso de inauguración del Museo y la Biblioteca de Zea.

''El trabajo es Ley de Dios confirmada por las enseñanzas de la historia. Por un ejercicio constante han llegado muchas naciones a la altura de prosperidad en que hoy las contemplamos y llegarán más tarde al pináculo de la perfección posible sobre la tierra'' (Uribe ángel, 1891, folio 3 vuelto).

El hombre que se pretendía formar debía ser enérgico, saludable, semejante al prototipo de hombre anglosajón. En el caso nuestro se buscaba corregir los supuestos defectos ''propios'' de la raza latina, esto es, la pereza y el relajamiento de las costumbres, que según este pensamiento impedían el desarrollo material y espiritual del país, manteniéndolo en un estado contrario al progreso y al margen del mercado mundial.

En 1892 se fundó la Sociedad San Vicente de Paúl. Entre sus obras de caridad incluyó la biblioteca, ''con el propósito de facilitar buenos libros a los que quieren leer''; así describen su misión en la primera reseña histórica:

''El periódico, el folleto y el libro, sobre todo si, como las novelas, se dirigen principalmente a la imaginación, son medios eficacísimos de dañar cuando no los inspira una sana moral. Como ya entre nosotros se va despertando con ardor el entusiasmo por la lectura, la Sociedad fundó una biblioteca de obras irreprochables en el fondo y de corrección en la forma, libros amenos e instructivos que van á deleitar y a enseñar así en todos los hogares como en los talleres de obreros'' (Sociedad de San Vicente de Paúl, 1892, p. 4-5).

De este modo, la Biblioteca de la Sociedad de San Vicente de Paúl, biblioteca de alquiler2, fue un proyecto social orientado básicamente a fomentar los valores religiosos cristianos para que los obreros y sus familias conservaran la moral y las buenas costumbres, que reforzaban con visitas domiciliarias, que incluían un momento en el que el visitante de la Sociedad Vicentina leía para la familia, por supuesto, obras religiosas.

En este sentido, al bibliotecario se le pedía que fuera anticuario (antigüedades, trofeos y medallas hacían parte de las bibliotecas), teólogo, lingüista, historiador y, en general, humanista. Estas especificaciones determinaron en muchos casos el acervo intelectual de los bibliotecarios quienes estaban vinculados con la enseñanza. Lo que enseñaban no eran técnicas documentales, clasificación o análisis documental, sino conocimientos que hacían parte de la cultura general. Así pues, las bibliotecas eran concebidas como ''casas de educación popular'', herramientas al servicio del proceso civilizatorio (Uribe ángel, 1891, folio 1).

Los esfuerzos estaban destinados a fomentar el ahorro, evitar la dilapidación de fuerzas, aumentar la disciplina de trabajo, adquirir prácticas cotidianas saludables, alcanzar autonomía económica. Aunque muy alejado de la realidad social del país, las palabras de Lyons (1996, p. 501) cuando analiza el caso de Europa parecen tener eco en la realidad descrita para el caso nacional; según él,aunque las bibliotecas de préstamo perseguían fines filantrópicos, su carácter político implicaba la inserción de la clase obrera en el sistema de valores de la clase dirigente.

Ante la pregunta:¿Cuál es el ideal de biblioteca que circula en Medellín entre 1870 y 1950? las fuentes documentales analizadas apuntan a la siguiente respuesta: secundar los ideales circulantes y las exigencias de progreso material o adaptar y limitar los lectores en torno de un objetivo político y una finalidad moral.

Desde luego, faltan investigaciones en Colombia que hagan visible la homogeneidad de esos procesos, o que den cuenta de las formas particulares de apropiación de la lectura y las modalidadesde resistencia a través de una lectura no mediada por las instituciones públicas3. Pero las fuentes analizadas nos permiten afirmar que dentro de una institución con los objetivos descritos, la principal labor del bibliotecario estaba en censurar, clasificar de positivo o negativo aquello que aparecía como sospechoso, restringir y decidir lo que es bueno y malo para los diferentes sectores de la población:

''El señor Crepúsculo Rojas informó que el libro ''Amar después de la muerte'' no debe ser leído por niños y señoritas. ''El señor Díaz L. hizo la siguiente proposición (...) No se deben comprar todas las obras que aparecen en las listas que pasa el señor bibliotecario, sino únicamente las que puedan ser examinadas o que alguno de los miembros de la sección conozca y responda de la moralidad de ellas, de tal manera que puedan ponerse en manos de la juventud'' (Sociedad de San Vicente de Paúl, 1892).

En efecto, los bibliotecarios apuestan por la censura y por un itinerario que proteja ''las tiernas plantas infantiles'' y a la sociedad en general. El 25 de agosto de 1892 las directivas de la Sociedad San Vicente de Paul solicitaron la donación de libros para la biblioteca de la cárcel. Una premisa para aceptar las donaciones era que se tratara de lecturas amenas y sencillas, pero por encima de todo, morales y religiosas (Sociedad de San Vicente de Paúl, 1892b). Un año después se aprueba la compra de libros por valor de $46.50, todos de carácter religioso (Sociedad de San Vicente de Paúl, 1893), y finalmente, el 21 de julio, se nombra una comisión encargada de velar la presencia de libros sospechosos.

Tal parece que el destino de las bibliotecas públicas no se transformó ostensiblemente en las primeras décadas del siglo XX, al igual que la función del bibliotecario no tomó un camino muy diferente. En 1921, Miguel Villa, bibliotecario encargado de la Biblioteca Municipal, planteaba la importancia de ofrecer lecturas útiles en temas como comercio, agricultura, ganadería, arboricultura, apicultura, avicultura, viticultura, lecturas, que según Villa, a la postre ''(...) entrañen una preparación verdadera para las luchas del trabajo, el conocimiento de nuestros problemas económicos y, en general, las que nos abran las puertas del hermoso provenir a que tenemos derecho'' (Concejo Municipal de Medellín, 1921). Esta fuente también registra que el mismo año, de nuevo Villa, propuso que la lectura y los libros adquiridos fueran propicios para el progreso evitando obras pornográficas o blasfemas, disponiendo la mayor parte de las ramas del saber humano para el ennoblecimiento de las clases sociales por el estudio.

En la década de 1930, la intensidad de ese discurso que aboga por una lectura de orden práctico cede terreno y al tono moralizante se agrega el valor del confort. De esta manera, y muy probablemente en sintonía con la reducción de las horas de trabajo, se introdujo en el horizonte de las ciudades el valor de la diversión y el entretenimiento como renglón esencial dentro de las dinámicas de producción capitalista. Al respecto, la Feria del Libro y del Mueble señalaba, en 1936, como sus objetivos ''(...) Llevar un relativo confort a la casa del obrero; hacer de ella un centro de atracción con la provisión de periódicos, libros y revistas; hacerle más completo su descanso corporal, tras su labor diaria'' (Echeverri Duque, 1936-1940).

Así mismo, de las funciones moralizantes y de censura, el bibliotecario se pasa a las actividades de promoción y divulgación. Dicho de otro modo, si a comienzos del siglo determina qué se lee, al finalizar la primera mitad del siglo XX su función se desplaza de la coerción al estímulo de la lectura: ''Es agradable y consolador ver penetrar al salón de lectura a un descamisado con todos los signos exteriores de la más absoluta ignorancia, y observar cómo toma un libro y se dedica, por largas horas, a una lectura que muchas veces es edificante y educadora'' (AHM, Jaramillo, 1947, folios 302-304). Por lo demás, parece que la función edificante de la lectura deviene eventualidad y no esencia. También se premia la asiduidad del obrero y los lectores con rifas de libros (Biblioteca Pública Municipal, 1934).

El tiempo de ocio, que se consolida en contraposición al de trabajo, dio cabida a otras formas de lectura y, por ende, a estrategias de difusión, entre las que se cuenta el aumento de los horarios de servicio. Como recuerda Antonio García Valencia, bibliotecario municipal en 1934: ''En vista de que la Biblioteca del Departamento es cerrada desde la seis p.m. yo resolví desde hace ya algunos meses, aumentar en una hora mis servicios como bibliotecario y abrir la Biblioteca del Municipio desde la hora en que cierran la del Departamento'' (AHM, Biblioteca Pública Municipal, 1934, folios 302-304).

Frente al estricto ideal de ocio decimonónico donde los patronos trataban de capturar el interés de las clases desposeídas, o llevar al obrero desde el entretenimiento al material de estudio, se pasa a un entretenimiento que, aunque mediatizado e igualmente capturado, reconoce en el horizonte la lectura no exclusivamente funcional.

Se pueden concebir, entonces, dos premisas: Primera '' (...) el libro apunta siempre a instaurar un orden, sea el de su desciframiento, en el cual debe ser comprendido, sea el orden deseado por la autoridad que lo ha mandado ejecutar o que lo ha permitido'' (Chartier, 1994, p. 20). Segunda, los discursos '' (...) no existen sino a partir del momento que se transforman en realidades materiales'', y adicionalmente, dicha materialidad sólo se hace efectiva en tanto encuentra un receptor. Chartier (1994, p. 21) ha señalado con acierto que las obras -aun y sobre todo las más grandes- no tienen sentido estable, fijo o universal''. Desde ahí es pertinente preguntarse qué ponen a disposición del público los bibliotecarios, pero adicionalmente qué acciones concretas ejecutan para capturar el sentido, para contrarrestar una recepción que siempre inventa, desplaza, distorsiona'' (Chartier, 1994, p. 21).

Para autores como Wittmann, el papel moralizante de la lectura en los escenarios institucionales (bibliotecas universitarias, bibliotecas públicas, municipales, etc.) fue nulo en la difusión de la lectura y en el cumplimiento de los deseos del naciente lector, pues dice: ''(...) Quien quiera ver más de cerca un libro deberá solicitarlo al bibliotecario, que se lo mostrará y, llegado el caso, le permitirá leerlo'' (Wittmann, 1996, p. 466). Es de anotar que ante el afán moralizante y edificante de las bibliotecas los nacientes lectores oponían notable resistencia, como resalta el mismo autor recordando a Dickens (Lyons, 1996, p. 501).

 

4. Conclusiones

En un contexto de transición para Medellín, durante su proceso de industrialización y crecimiento urbano, entre los siglos XIX y XX, se puede apreciar una relación con asuntos culturales como las bibliotecas y actores como los bibliotecarios. Esta relación se evidencia en las pretensiones y prácticas de una élite local que, además de participar en asuntos políticos y de estar relacionada con la educación y el fomento de la cultura, es activa en la fundación y fomento de bibliotecas y practica el oficio de bibliotecario. De esta manera, el perfil bibliotecario en este momento y, antes de la profesionalización y el inicio de la disciplina en el país y la ciudad, se relaciona con funciones de anticuario, teólogo, lingüista, historiador y, en general, humanista, con un acervo intelectual vinculado a la enseñanza, de acuerdo con la idea de la biblioteca como ''casa de educación popular''.

Así, los bibliotecarios públicos hicieron parte de un proyecto de educación y cultura relacionado con asuntos como: el acceso y promoción de una educación pública laica y gratuita, dirigida a la educación práctica, utilitarista y positivista, en el contexto del radicalismo (1863 - 1886); el fomento de una conciencia moral recta y ordenada, que controlara los brotes anárquicos o socialistas, en el contexto de la transición entre siglos, desde la Regeneración (1886) y durante los gobiernos conservadores de las dos primeras décadas del siglo XX; y hacia la creación de una cultura nacionalista durante la República liberal, en sus gobiernos de la década de 1930, con fuerte arraigo en el fomento de un espíritu nacional mediante el reconocimiento de la diversidad de las gentes, las costumbres y el territorio del país.

 

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Archivos

ACADEMIA ANTIOQUEÑA DE HISTORIA. ARCHIVO. Se consultó la documentación relacionada con intelectuales y bibliotecarios que como Manuel Uribe ángel, Estanislao Zuleta, Alejandro Botero Uribe, Estanislao Gómez Barrientos, Gabriel Arango mejía, fueron miembros de la Academia y jugaron un importante papel en el desarrollo bibliotecario de la ciudad.

FUNDACIÓN BIBLIOTECA DE ITAGÜÍ DIEGO ECHAVARRÍA MISAS. Fue consultado el archivo que contenía plegables, folletos, prensa, correspondencia e iconografía de la familia Echavarría Misas, incluyendo sus proyectos bibliotecarios en Itagüí y Barbosa.

ARCHIVO HISTÓRICO DE ANTIOQUIA Fondo Manuel Uribe ángel: Se revisó todo el archivo personal de Manuel Uribe ángel.Entre los manuscritos que conforman el acervo se encuentran cartas, informes, discursos, ensayos, disertaciones, fruto de la intensa actividad que desarrolló. Fondo Gobernador: 1936-1940, Mensaje de J. Echeverri Duque a la Asamblea. Otros: Asamblea Departamental de Antioquia. 1915. Código de policía. Medellín: Imprenta Departamental. Estado Soberano De Antioquia. 1870. ''Decreto del 1 de noviembre de 1870 sobre instrucción pública''. Boletín Oficial, Nº 336.

ARCHIVO HISTÓRICO DE MEDELLÍN Fondo Concejo Municipal: 1947. ''Informe del Bibliotecario de la Biblioteca Pública Municipal, al Concejo de Medellín. 10 de enero de 1934''. En: Serie Informes, tomo 778, Hernando Jaramillo. 1934. Serie Informes, tomo 597, folios 302-304. 1921. ''Acuerdo Sobre el establecimiento de una biblioteca pública''. Crónica Municipal, 30 de octubre de 1921; 1916. Crónica Municipal.

JARAMILLO, H. 1947. Archivo Histórico de Medellín, Fondo Concejo Municipal, Informes, Tomo 778, folios 302-304

SOCIEDAD DE MEJORAS PÚBLICAS DE MEDELLÍN. ARCHIVO. Se hizo revisión de la documentación perteneciente a la familia Lalinde, una de las fundadoras de la Sociedad de Mejoras Públicas, especialmente la relacionada con el bibliófilo Manuel Lalinde.

SOCIEDAD DE SAN VICENTE DE PAÚL DE MEDELLÍN. ARCHIVO. (1888 - 1900) Se consultó la documentación relacionada con los programas educativos de la Sociedad de San Vicente de Paúl, particularmente de la ''Biblioteca de Alquiler''.

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. COLECCIÓN PATRIMONIO DOCUMENTAL. ARCHIVO PERSONAL DE CARLOS E. RESTREPO. (1875-1937) Fueron consultados los siguientes documentos: corres-pondencia enviada (personal, familiar, gubernamental y epistolar), telegramas, cables, libros de cuentas de gastos y representación de la Presidencia, libros de recibos de juzgados, inventario de su legado, fotografías, libros, anuarios, listas y otros documentos pertenecientes al ''Casino Literario''.

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. COLECCIÓN PATRIMONIO DOCUMENTAL. ARCHIVO PERSONAL DE LUIS LÓPEZ DE MESA. (1916-1925) Se consultaron escritos personales, artículos, borradores y notas de estudio, correspondencia (personal y política), biografías, crónicas de viajes, fotografías, recortes de prensa, discursos y conferencias.

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. COLECCIÓN PATRIMONIO DOCUMENTAL. DOCUMENTACIÓN MUSEO Y BIBLIOTECA DE ZEA, 1893. Fundamentalmente fueron consultados los reglamentos y catálogos.

 

NOTAS

*Artículo con resultados finales, derivados del proyecto de investigación Papel del bibliotecario público en la tradición educativa y cultural de Medellín de 1870 a 1950, financiado por el Comité para el Desarrollo de la Investigación- CODI y la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia.

1 La Kemmerer fue una misión alemana que visitó Ecuador, Filipinas, México, Guatemala, Colombia, Sudáfrica, Chile, Bolivia y China, entre 1923 y 1926, con el fin de asesorar y proponer diferentes reformas.

2 En Medellín hubo varias bibliotecas donde alquilaban libros a cambio de una pequeña retribución, obras de recreo (literarias y las menos costosas), religiosas y científicas, seleccionadas con gran celo moral, fueron puestas a disposición del creciente público lector.

3 En la historiografía es posible encontrar varios ejemplos de esos debates en torno a las formas de apropiación de la lectura. Al respecto se pueden consultar, por ejemplo: Londoño Vega, Patricia (2004); Silva, Renán (2005); y Silva, Renán (2002)

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