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Revista Interamericana de Bibliotecología

Print version ISSN 0120-0976

Rev. Interam. Bibliot vol.38 no.2 Medellín May./Aug. 2015

https://doi.org/10.17533/udea.rib.v38n2a02 

EDITORIAL

DOI 10.17533/udea.rib.v38n2a02

Luis Carlos Toro Tamayo*

* Director/Editor Medellín, abril de 2015

Cuando iniciamos un proceso de escritura lo hacemos de manera desordenada. Basta con hablar con alguien que esté pensando en realizar un proyecto de investigación, un texto narrativo, una carta, entre otros, para advertir la cantidad de ideas que pueden confluir en un mismo enunciado. Para Daniel Cassany (1996), en su artículo ''La cultura de la escritura: planteamientos didácticos''.

El torrente de ideas brota de forma natural de la mente, sin el orden y la lógica que requieren la comunicación escrita. Tanto la lista como la prosa automática, los primeros borradores o las notas suelen ser anárquicos, desorganizados, sucios de fondo y forma. Hay repeticiones, mezclas, ideas inacabadas, palabras sueltas, lagunas, etc. (p. 71)1

Dicho sistema de representaciones, que la mayoría de las veces proviene del conocimiento de mundo que el autor posee, es capitalizado como herramienta de trabajo en la universidad para hacer que los jóvenes logren crear textos académicos con el rigor que la ciencia exige. La forma en la que sean organizados estos conceptos dependerá del grado de cohesión y coherencia que tengan los estudiantes y del adiestramiento en el uso de técnicas lingüísticas de escritura.

Pero supongamos que dados los conocimientos previos, y aplicados los procedimientos lingüísticos correctos, el resultado no fuera satisfactorio. Esto presume una serie de factores externos que afectan el modo en el que se desarrolla el proceso creativo, el cual tiene que ver con las condiciones socioculturales o motivacionales que enfrentan nuestros estudiantes.

Para Rubén Darío ya era claro que los niveles de especialidad y un proceso de modernización económica y social acelerado estaban comenzando a definir los destinos de nuestra América Latina. Ante este panorama, los jóvenes de hoy deberán vislumbrar los cambios que se presentan, a la vez que reflexionen sobre su papel como actores sociales. Esto no es tan claro cuando nuestra sociedad se ve enfrenada a una realidad en la que las condiciones laborales son precarias para la mayoría, donde el acceso a la información y a la educación dependen de las posibilidades económicas y tecnológicas, y donde los recursos estatales están limitados a ciertas áreas del conocimiento. Cabe reflexionar y abrir el debate en torno al tipo de formación que recibimos o debemos propender, y la forma en la que está siendo asimilada en tiempos de emergencia. Somos conscientes del tipo de formación que se les está proporcionando a los estudiantes universitarios, pero ¿los estamos preparando para tener una postura crítica frente al cambio?


Notas

1 Cassanny, D. (1996). La cultura de la escritura: planteamientos didácticos. En D. Cassany, E. Martos, E. Sánchez, T. Colomer, A. Cros, & M. Vilà, M. Aspectos didácticos de Lengua y Literatura. 8. Zaragoza: Universidad de Zaragoza.