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Revista Interamericana de Bibliotecología

versión impresa ISSN 0120-0976

Rev. Interam. Bibliot vol.40 no.1 Medellín ene./abr. 2017

https://doi.org/10.17533/udea.rib.v40n1a02 

Artículo original

La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca: ¿una acción afirmativa?1

Network of Rural Libraries of Cajamarca: An Affirmative Action?

Natalia Duque-Cardona1 

11 Doctoranda en Ciencias Humanas y Sociales, Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Magíster en Educación con énfasis en Estudios Interculturales, Universidad de Antioquia. Bibliotecóloga y docente. Investigadora de los Grupos de Investigación Información, Conocimiento y Sociedad de la Escuela Interamericana de Bibliotecología. Universidad de Antioquia, Medellín Colombia Diverser de la Universidad de Antioquia. natalia.duque@udea.edu.co. orcid.org/0000-0001-6416-2410


Resumen

El propósito del artículo es considerar la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca como acción afirmativa. Para tal fin, se realiza inicialmente una contextualización de la biblioteca y la cultura escrita como banderas del proyecto moderno/eurocentrado. Posterior a ello, se realiza el estudio de caso de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca como posible acción afirmativa. A modo de cierre, se presenta una propuesta bibliotecaria pensada desde y con epistemologías del sur, un proyecto bibliotecario intercultural; como propuesta a prácticas de decolonización del ser y el poder a través del saber. El enfoque teórico-metodológico es hermenéutico-crítico y parte de la indagación documental a la propuesta de la Red. El artículo es parte de la revisión de casos análogos realizada en el marco de la propuesta de investigación El lugar de la biblioteca en la reducción de las desigualdades sociales: una posibilidad para la conservación del patrimonio inmaterial, la recuperación de la memoria y la inclusión de la diversidad cultural. El caso del Sistema de Bibliotecas Públicas de la ciudad de Medellín a partir del Acuerdo 079 de 2010 enmarcada en el Doctorado en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia.

Palabras Clave: acción afirmativa; Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca; bibliotecas; interculturalidad; cultura escrita; cultura oral

Abstract

The purpose of this article is to consider the Cajamarca Rural Library Network (in Spanish, Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca) as an affirmative action. To do so, the first step is to contextualize the library and a culture written as the flag of the modern/euro centered project. After this, the case of the Cajamarca Rural Library Networks is studied as a possible affirmative action. Finally, a library proposal is submitted based on and with southern epistemology. An Intercultural library project also responds to the decolonization practices of a being and power via knowledge. Moreover, the theoretical methodological approach is hermeneutical- critical and part of a document review the network proposed. The article is part of a review of analog cases conducted in the framework of a research proposal on the incidence of the library in the reduction of social inequalities as the case of the public library system in the city of Medellin based on agreement 079 of 2010 framed in a doctoral program in human and social sciences at Universidad Nacional de Colombia university

Keywords: Affirmative action; Cajamarca Rural Library Networks (in Spanish; Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca); libraries; interculturality; written culture; oral culture.

1. A modo de Introducción

Las acciones afirmativas han sido conocidas a lo largo de la historia como diferenciación positiva, acciones positivas, discriminación inversa, discriminación positiva o medidas de igualación. En general, estas han estado ligadas con las iniciativas de los grupos poblacionales menos favorecidos, en favor de la reivindicación de sus derechos, y con el ánimo de disminuir una historia de desigualdades sociales de las que han sido víctimas. El concepto de acción afirmativa surge en 1935 en el marco de las leyes norteamericanas asociadas al derecho laboral, no obstante, se resignifica en el contexto de las protestas de población afroamericana en EE. UU. Retomando algunas ideas de Carvalho (2010), estas pueden entenderse como las acciones consecuencia de corregir una historia de desigualdades y desventajas sufridas por un grupo racial o étnico, en general, frente a un Estado Nacional que discrimina negativamente. Lo que motiva estas políticas es la conciencia de que estas desigualdades tienden a perpetuar el Estado, utilizando los mismos principios universalistas usados en la distribución de recursos y oportunidades para las personas que tienen una historia secular de discriminación.

Aun cuando la propuesta de Carvalho considere la categoría étnico-racial para pensar en acciones afirmativas, es relevante proponer que estas son una forma de concretar acciones y programas para grupos históricamente desatendidos, subalternizados, y que en el marco de la propuesta que se desarrollará, a continuación, la noción de acción afirmativa no se enmarca en un criterio racial, el cual, de hecho, es bastante problemático debido a su origen, a su uso recurrente y a la representación de raza que genera, hechos que promueven la discriminación. De acuerdo con Aníbal Quijano (2000):

(…) La idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista europea, y esta fue solo el embrión de las representaciones sociales eurocentradas que se instauraron en la sociedad a partir del devenir histórico, de las formas de organización social, Estados Naciones, y de los modos de organización económicos, capitalismo propuestas por la modernidad. La idea de raza estuvo presente en todo el desarrollo social que se gestó en el proyecto moderno ilustrado y se condensó aún más fuertemente en las esferas de lo educativo, cultural y económico. (p. 30)

Es así como las acciones afirmativas parten de la posibilidad de implementar alternativas “otras” en relación con el reconocimiento y la distribución, fundadas en un enfoque intercultural que no implique la segregación y, por supuesto, que provengan de los movimientos sociales, de las agremiaciones, de las comunidades. En cuanto a la interculturalidad como enfoque nos referimos al concepto que tiene sus raíces en las discusiones políticas puestas en escena por movimientos sociales, parte del problema estructuralcolonial-racial y se dirige hacia la transformación de las estructuras, instituciones y relaciones sociales.

La interculturalidad es una práctica política, un proyecto epistémico. Se entiende como un proceso, proyecto y estrategia que intenta construir relaciones radicalmente distintas. Un enfoque intercultural de las acciones afirmativas tiene como referentes a Enrique Dussel, Arturo Escobar, Boaventura de Sousa Santos, Claudia Briones, Rita Laura Segato, Agustín Lao Montes, Catherine Walsh, Aníbal Quijano, Jorge Viaña, Ramin Jahanbegloo, Ranajit Guha, entre otros. La interculturalidad se entiende entonces como una herramienta pedagógica que pone en cuestionamiento continuo la racialización, subalternización e inferiorización y sus patrones de poder, visibiliza maneras distintas de ser, vivir y saber. Es por esto que la interculturalidad es un lente para observar y cuestionar la institución y organización bibliotecaria, preguntándose si estas contribuyen a aumentar o disminuir la brecha social de las comunidades en los territorios.

De este modo, la interculturalidad se plantea desde el proyecto de modernidad/colonialidad en relación con la propuesta de la profesora Catherine Walsh (2009) en la cual se refiere a este como el contacto e intercambio que no deben ser pensados simplemente en términos étnicos sino a partir de la relación, comunicación y aprendizaje entre personas, grupos, conocimientos, valores, tradiciones, lógicas y racionalidades distintas; orientados a generar, construir y propiciar un respeto mutuo. En sí la interculturalidad intenta romper con la historia hegemónica de una cultura dominante. La interculturalidad debe ser pensada más como sustantivo y acción, como tarea de toda la sociedad y no solamente de sectores indígenas y afrodescendientes. Este hecho implica reconocer, entender y tomar como punto de partida, para pensar en propuestas interculturales, las representaciones sociales de cada comunidad, colectivo, pueblo. Es por ello que el caso que se expondrá parte del conocimiento de una propuesta comunitaria de una acción colectiva que se convierte en acción afirmativa con el pasar de los años.

Históricamente, las acciones afirmativas se han dado y gestado de arriba hacia abajo, sin embargo, no es el propósito de este artículo referirse a este tipo de casos, ya que es de mayor relevancia el pensar acciones afirmativas que parten, nacen y se desarrollan en y con las comunidades, pues las lógicas a las que responden están afincadas en los territorios y en la realidad, y no necesariamente con las líneas e intereses políticos de los poderes públicos.

Además, en este marco general, las acciones afirmativas son una posibilidad de reconocer que existen diversos lugares de enunciación y comprensión del mundo, diferentes a los hegemónicos. Así las cosas, el artículo pretende presentar cómo el modo de organización de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, en Perú, es un caso que puede ser considerado como acción afirmativa. Esto teniendo en cuenta que su propuesta proviene de las comunidades campesinas del territorio y tiene como propósito, además del reconocimiento de estas, la implementación de alternativas “otras” para relacionarse con elementos de una cultura hegemónica: la cultura letrada, la cultura ilustrada.

La propuesta de Bibliotecas Rurales puede considerarse una acción afirmativa, en cuanto las comunidades de las cuales proviene son un movimiento contracultural pensado para el rescate de lo propio, fuera de una cultura ilustrada; hecho que ha llevado a deconstruir el libro como objeto colonizador, o a incluir la cultura oral en la propuesta bibliotecaria, o concebir el bibliotecario como aquel que convoca y a la biblioteca como resguardo de la memoria, sin necesidad de una infraestructura.

Estas formas de organización plantean una discusión respecto al colonialismo, en particular en las bibliotecas, partiendo de la hipótesis de pensar que a través del saber (representado en una cultura letrada, en la cultura escrita) se ha dado la colonialidad del ser y el poder (Maldonado, 2003) en los lectores. Es decir que el acceso a la información hegemónica en espacios bibliotecarios ha producido en cierta medida la colonialidad del ser (Maldonado, 2003) y del poder (Quijano, 2000), puesto que la existencia de materiales provenientes del canon y de acciones y propuestas relacionadas con una cultura letrada es prioritaria. Sin embargo, en estos mismos espacios coexisten materiales disidentes, no obstante, son minoría.

De este modo, la biblioteca en su concepción moderna puede generar acciones coercitivas/de dominación o liberadoras/emancipadoras de acuerdo al lenguaje político de la lectura a la cual se adhiera (Álvarez, 2003), a la intención asignada en relación con los lectores, promoviendo ya sea la colonialidad del poder o los procesos de decolonialidad. Por ello, es imperante preguntarse en el contexto latinoamericano cómo reconstruir las propuestas eurocentradas de acuerdo a nuestro territorio, partiendo de las Epistemologías del Sur y siendo consecuentes con la necesidad vital de recuperar nuestros saberes ancestrales en diálogo con los coloniales, con aquellos que hoy habitan nuestras comunidades.

Para tal fin comenzaré por ubicar en contexto, brevemente, lo que ha sucedido en la historia con el acceso a la cultura escrita y las bibliotecas. Luego, exploraré la propuesta de la Red de Bibliotecas Rurales con el fin de comprender por qué este modo de organización puede ser considerado una acción afirmativa. Por último, tomaré como referente este caso para pensar y proponer cómo las bibliotecas pueden pensarse como espacios que generen en sus comunidades y en trabajo con ellas bibliotecas interculturales que posibiliten el reconocimiento y redistribución (Fraser & Honnet, 2006) de bienes intangibles tan valiosos como lo son la cultura escrita y oral, y que propendan por generar procesos de (de) colonización del ser a través del saber, y por tanto acciones colectivas que pueden concretarse en acciones afirmativas a través de la instauración de políticas públicas en relación con las bibliotecas, la lectura, la escritura y la oralidad.

2. La cultura escrita y las bibliotecas: un momento para contextualizarnos

Nosotros éramos antes de que ellos llegaran. Nosotros estábamos antes de que ellos siguieran viniendo. Pero nunca lo entendieron” (Mires, 2015, p. 24)

Según la interpretación tradicional, tan arraigada en el ámbito académico y en el imaginario colectivo, el ideario emancipatorio moderno nació en los siglos XVII y XVIII en el mundo noroccidental y luego se fue difundiendo globalmente gracias a la acción civilizadora de Europa (…) A pesar de su legitimidad académica, este relato puede ser definido como un discurso mítico y eurocéntrico, ya que ocluye dos cuestiones: por un lado, los estrechos límites de aquellos pensadores y de las revoluciones y, por el otro, la existencia de otros intelectuales y movimientos -no occidentales- que promovieron una concepción más radical y universal del ideario de igualdad y libertad. (Martínez, 2013, p. 101)

Así, a partir de una visión eurocéntrica, la modernidad más que una época es considerada un proyecto de carácter político, económico, cultural, social, científico, entre otros, asociado a una matriz colonial. Una configuración pensada para un hombre europeo, blanco, letrado, la modernidad desconoce a “otros” que no son validados por el proyecto: los subalternos, aquellos que no “clasifican” como blancos, que desconocen el código escrito o aun cuando lo conocen no hace parte significativa de su vida. Son estos por los que se pregunta el estudio de caso, aquellos que han propuesto modos, otros, de comprender, habitar y construir la sociedad, la biblioteca. Es necesario remontar la propuesta moderna a un momento temporal donde ciertos hechos históricos marcan el inicio de configuraciones sociales y dan cuenta de comportamientos asociados a la renovación de “viejos” paradigmas, que luego fueron heredados por América Latina y otras latitudes.

Los referentes culturales del proyecto moderno/ colonialidad pueden situarse en diversos frentes históricos, temporales, espaciales, entre otros. En este caso, serán observados y planteados a partir de la propuesta de educación que comenzó a implementarse en Europa (a través de bibliotecas y escuelas), pues fue este el medio que permitió, además de instaurar una propuesta ilustrada, generar acceso a la cultura escrita y por tanto la aparición de un lector moderno, que accediera a los recursos de los primeros embriones de biblioteca pública durante los siglos XVII y XVIII. Estos espacios bibliotecarios, al constituirse en un contexto moderno, están sujetos a un carácter colonial, donde se reconoce al hombre y a la biblioteca a partir de una visión eurocéntrica, no articulada a otras cosmogonías, a Epistemologías del Sur. De hecho, en países como Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, la cultura escrita representada en el libro fue uno de los elementos que representó el poder colonizador de los bárbaros de la conquista, pues fue este el objeto representante de la colonización, la evangelización, la aculturación.

El acceso a años de tradición escrita permitió la introducción del libro como objeto cultural y por tanto el intercambio de información y conocimiento que hasta hace poco solo había estado en manos de unos pocos (Iglesia). El libro, considerado como un elemento de apertura a la cultura escrita, marca una pauta importantísima para cambios de mentalidad en la sociedad y la posterior configuración social que propondría el proyecto moderno. Si el acceso a la tradición escrita hubiera seguido estando en manos de unos pocos, el proyecto moderno no hubiera sido posible.

Es entonces, a partir del acceso a la cultura escrita, que surge una nueva concepción de universo y hombre, incitando al sujeto a ser un individuo dotado de razón que le permita no solo ser objeto, sino sujeto en la configuración de la sociedad. El papel que juega la cultura escrita en la generación de un concepto de hombre que no existía hasta entonces es de vital importancia, pues se busca que este sea un sujeto dotado de herramientas, capacidades y competencias que no solo le permitan actuar como una máquina, sino ser parte integral del mundo. El medio que tradicionalmente ha tenido la educación para transmitir la cultura ha sido la palabra a través de sus diversas manifestaciones: oral, escrita y leída. Es aquí cuando aparece la cultura escrita como eje transversal del proyecto de modernidad, invisibilizando la cultura oral y con ello a diversas comunidades y pueblos originarios.

Siendo así, la educación se presentó como acción emancipadora que tenía sus ideales apuntando a la construcción de una nueva sociedad, una sociedad “ilustrada”. Para tal fin la educación debía considerar la implementación de estrategias que permitieran modificar los procesos de enseñanza a la vez que se pensara en la promoción de otras condiciones asociadas al hombre, como la lectura. Sin embargo, la lectura en este momento histórico era concebida desde un lenguaje funcional como elemento para ser parte del mundo social, de modo autómata y alienado. Aquí la lectura no está cargada de una connotación asociada con libertad de un lenguaje crítico emancipatorio (Álvarez, 2003).

Pensar en un lector histórico en un contexto moderno/ colonial que relata y da cuenta de su proceso de gestación y desarrollo a través del tiempo hasta instalarse en una configuración social como la actual, permite reflexionar acerca de los lectores y lectoras que hoy día recibe la biblioteca pública en Latinoamérica, puesto que todas las culturas y sociedades no se reducen a ser manifestaciones de un proyecto europeo, aunque así lo hemos trasladado. Además, que la reflexión respecto a este actor da nociones para repensar los modos de proceder de las bibliotecas hoy día, instauradas desde un proyecto moderno/colonial, pero parte de diversos espacios en el mundo.

Ese proyecto de modernidad/colonialidad está constituido de unos componentes básicos del entramado social dando paso a una propuesta que busca romper paradigmas y plantear otros nuevos. Por mucho tiempo hemos visto sin problema esta propuesta, pues la colonialidad no había sido considerada como parte constitutiva de este engranaje. Ahora bien, los elementos básicos que destaca el proyecto moderno/colonial están fundados en una colonialidad del saber, poder y ser.

La modernidad/colonialidad como proyecto ideológico es un momento clave para la gestación de conceptos provenientes de la cultura escrita como lo son el lector, la lectura, el comportamiento lector, entre otros. Ya que, con la nueva representación social del libro como objeto cultural, disponible para la población, se promueve el acceso a la tradición escrita, dejando de lado otros elementos del lenguaje como la tradición oral y otras formas de escritura distinta a la alfabética como la ilustrada, el tejido. Además, el libro como objeto cultural y colonizador adquiere mayor relevancia. Este ha sido el caso generalizado de América Latina, donde los colonizadores a través del lenguaje, particularmente la cultura escrita, han impuesto un modo de ver el mundo, dándole prelación a ciertos saberes y subalternizando cosmogonías originarias.

La lectura, concebida como un fenómeno de carácter social, cultural y político fue impactada, en el proyecto moderno, a través de instituciones tales como las universidades, colegios y bibliotecas. En las instituciones educativas se promovía un acceso a la palabra a través de sus diferentes manifestaciones (oral, escrita y leída) y la biblioteca comenzó a modificar sus modos de proceder.

La pregunta aquí es en ese proyecto modernidad/ colonialidad desarrollado en la ilustración, ¿quiénes accedían a estos espacios?, ¿cómo se configuraban?, ¿cuál era la oferta que había allí para la población? El surgimiento de la biblioteca pública es un asunto ligado a este proyecto, sin embargo, no ha sido reflexionado con cuidado para el contexto Latinoamericano, en el cual el libro, la biblioteca y la cultura escrita están fundadas en un paradigma hegemónico, eurocéntrico que desconoce la realidad de nuestros territorios.

Son entonces las bibliotecas en el proyecto moderno una institución social ligada inminentemente con el acceso a la cultura escrita que fue impactada por los cambios políticos, culturales y sociales. Modificaciones que promovieron en la institución los cimientos claves para pensar en la lectura como un derecho y en la condición lectora como una posibilidad del ser humano. Estos antecedentes me llevan a pensar que gran parte de los procederes, por no decir todos, llevados a cabo en las bibliotecas públicas asociados con la cultura escrita y sus estrategias de divulgación y acceso son consecuencia inmediata de un proyecto moderno/colonial, que obliga a preguntarnos ¿en realidad quiénes somos? ¿Qué implicaciones tiene ese proyecto modernidad/colonialidad en nuestro contexto bibliotecario latinoamericano? ¿Cómo resistimos a la colonialidad o qué alternativas planteamos a la modernidad?

Muchos interrogantes e hilos sueltos quedan aún en este tejido, es una tarea de construcción y deconstrucción permanente, el comprender por qué somos lo que somos y pensar cómo esto influye en lo que seremos. ¿Hasta qué punto entonces un proyecto ideológico como lo fue la modernidad deja huellas en nuestras actuales prácticas bibliotecarias? ¿Son nuestras dinámicas bibliotecarias la suma de un proyecto moderno/colonial? ¿Están entonces las prácticas bibliotecarias que realizamos a diario ligadas con un control de hombres y mujeres? ¿Poseemos aún desde la biblioteca el control subjetivo del ser humano donde el ideal es el hombre blanco, europeo y cristiano? ¿Dónde se ejerce un control de la autoridad, de la tierra y el trabajo, así como de las prácticas sociales de las que debemos hacer parte? ¿Es la proveniencia? ¿Son las categorías de raza, género, religión, ideología criterios fundamentales para pensar en lectores y no lectores? ¿Existen en las bibliotecas colecciones que representen a las diversas formas de producción del conocimiento que no sean blancas, europeas y científicas?

3. El caso de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca: ¿una acción afirmativa?2

Dada la idea convencional que se tiene de una biblioteca, es necesario ubicarse en el contexto en el cual se estudia el caso, Cajamarca-Perú, para ello lo expuesto a continuación corresponde a la información consignada en la publicación El libro como puente (2004), escrita por Alfredo Mires, donde describe este territorio, y a otras de los centenares que este ha publicado, como Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca: apuntes sobre el primer cuarto de siglo (1996), Yugos, campos y bibliotecas (2010), Esa luz de más adentro (2015).

(…) Cajamarca se halla en la sierra norte de Perú y es considerado uno de los lugares más abatidos del país. Allí se vive en condiciones de pobreza extrema. El contexto es rural, no hay alumbrado eléctrico, ni servicios de agua o desagüe. En muchos de los hogares las familias alcanzan a comer una vez al día lo poco que han producido. Aun cuando las estadísticas dan otra información, en muchos caseríos más de la mitad de la población no sabe leer ni escribir y, si alguna vez tuvo esta competencia, la olvidó debido a la falta de práctica, a la carencia de material bibliográfico y de espacios dónde cultivar la lectura. Los campesinos de Cajamarca sostienen con su trabajo las mesas de todo Perú, sin embargo, estos reciben precios absurdos por sus productos. Cajamarca es aún más pobre desde que se explotan impunemente en su territorio las minas de oro más ricas del continente. Sin embargo, de alguna manera, los vapuleados de la historia, los excluidos de la macroeconomía, los ignorados por la ciencia oficiosa se hacen presentes, no como objetos de estudio, sino como sujetos de su propio proceso y como protagonistas de un camino construido a punta de fuerza y alma, de resistencia y re-existencia. (Mires, 2008, s. p.)

Ahora bien, una vez conocemos el lugar donde se ubica el estudio de caso, y los actores que este involucra, los cuales han sido víctimas de desigualdades e inequidades sociales, no solo observadas en términos étnicos sino aquellas que han sido subalternizadas por diversos factores sociales, en relación con el acceso a la cultura, no solo escrita sino también oral, como el caso de las comunidades campesinas. Y cómo, en la sociedad se han instalado dispositivos, como la biblioteca, que buscan “disminuir” las mismas. Nos preguntamos cómo la biblioteca incide en la desigualdad social si continúa fundada en un discurso colonial y eurocéntrico.

Aun cuando varios casos podrían ser estudiados, no son de interés por una razón particular y es que parten de iniciativas estatales y pocas veces dialogan y se construyen con las comunidades. Sin embargo, en esa propuesta por reexistir y generar propuestas propias hay un caso bandera en el tema de bibliotecas, Cajamarca. Como lo plantea Alfredo Mires, al inicio del documental Notas para una película sobre la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, hay una idea inicial que justifica cómo esta propuesta surge desde la base con la intención de una acción afirmativa.

En la escuela nosotros crecemos aprendiendo que 177 valientes españoles conquistaron el imperio de los incas. Nos están diciendo que éramos una sarta de cobardes, nos están diciendo que venimos de un pueblo inepto, inútil, incapaz, nos están diciendo también que los mejores pueblos son aquellos que se desarrollan sobre la base de la guerra, que para poder ser poderoso hay que ser guerrero en el sentido de matar al otro, de aniquilar al otro; pero lo difícil es ser valiente tratando de hacer vivir al resto. (Mires, 2010, s. p.)

Y es así como la comunidad rural se ha dado a la tarea de reescribir su propia historia y fundar desde su visión lo que puede ser una biblioteca, lo que puede ser el encuentro con la palabra desde diversas formas.

A partir del año 1971 los campesinos del territorio en compañía de Juan Medcalf comenzaron a pensar una propuesta que se tejiera y afincara en el territorio, que diera respuesta a las expectativas propias de la población campesina. Una de las principales fortalezas de esta propuesta fue no comenzar con un modelo que se trasladara de un territorio a otro, el colectivo decidió comenzar a crear y construir su propuesta afincada en el territorio, e ir creciendo en la medida en que se identificaba con ella.

Las primeras acciones colectivas que realizó la comunidad estuvieron relacionadas con el canjeado de libros y la recolección de materiales para la conformación de las bibliotecas, lo cual constituyó las primeras semillas de esta chacra3 . Hoy día las acciones colectivas de la Red involucran a todos los actores de la comunidad y están en procura de la conservación y recuperación de su cultura, como es el caso de la Enciclopedia Campesina, la cual busca constituirse en un resguardo de las tradiciones orales de las comunidades, a partir del rescate de testimonios, cuentos, costumbres, o también de su Archivo de la tradición oral cajamarquina.

El movimiento de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca se halla concentrado en el campo. Tal como lo plantea el mismo colectivo, la forma de nombrarse como biblioteca es problemática pues no equivale al proceso y movilización social que ha dado origen a este entramado, a esta propuesta de relacionamiento con la cultura escrita, pues al contrario de su origen colonial, el de la biblioteca y el libro, La Red de Bibliotecas se deslinda de profesionales académicamente formados recurriendo a su propia comunidad. Los libros, en la Red, se conciben como herramientas, no como la razón de ser de las bibliotecas.

Existe entonces una oficina central en la que se lidera el proceso. Allí participan tres personas dedicadas a tareas administrativas y técnicas, de manera permanente. La forma de organización como movimiento social implica entonces dejar de lado la burocracia, cualquier tipo de centralismo en la toma de decisiones y en la elaboración de propuestas. De este modo la oficina se constituye como un cimiento para afianzar el trabajo en comunidad, la concertación es la tarea fundamental de la Red.

Es así como la forma de organización de la Red, partiendo de considerarse como movimiento social, está constituida por un conjunto de ComunidadesBibliotecas Rurales, las cuales se encuentran lideradas por un bibliotecario; un conjunto de sectores constituyen una zona, a cargo de un coordinador zonal, que a la vez tiene un sector y su biblioteca. El conjunto de coordinadores zonales constituye el Consejo Permanente de Coordinación. Este consejo elige un coordinador general, campesino4 como todos los coordinadores y bibliotecarios, el mismo que es ratificado en Asamblea General (la reunión de bibliotecarios rurales, la oficina central, los coordinadores sectoriales y zonales). Así mismo, los bibliotecarios y coordinadores veteranos del movimento constituyen el Consejo de los Mayores,5 entidad que dilucida y precisa los aspectos neurálgicos de la Red.

Y, ahora bien, ¿cómo funciona la Red?

El miembro de la comunidad que será designado como bibliotecario rural es elegido en Asamblea Comunitaria. Es vital para esta decisión el aprecio y afecto demostrado por la comunidad, para esta decisión la idea de un sujeto letrado desaparece, puesto que la importancia radica en cómo ese bibliotecario logra convertirse en un eje de encuentro para la comunidad. Su casa se convierte en la biblioteca y su familia en los bibliotecarios. Las estanterías tradicionales están ausentes, no existe un salario. Los libros que se tienen se canjean luego de ser leídos con los de la biblioteca rural vecina, así los libros van y vienen, se convierten en movilizadores de sueños, deseos y precursores de caminos; “el libro, tan negado y ausente en el campo desde siglos, empezó a hacerse amigo” (Mires, 2015, p. 7).

Los objetivos de la Red están directamente relacionados con los propósitos de las acciones afirmativas, las cuales, en términos de Góngora (2014), son contribuir a la disminución de ciertas desigualdades sociales y, en este caso, al acceso a la cultura escrita y oral, el cual por la condición campesina puede verse negado, entorpecido o, peor aún, impuesto de acuerdo a los intereses de las élites promoviendo proyectos bibliotecarios que no estén en sintonía con el territorio y las comunidades, que no han sido pensados con ellos sino para ellos.

De este modo en las comunidades campesinas de Cajamarca, donde se gestó la Red, se lee. Esta Red perdura, una experiencia que desde 1971 trabaja con el libro como medio para fortalecer la capacidad de discernimiento, afirmar la cultura propia y consolidar la dignidad de los pueblos. ¿No es acaso este el propósito de acción afirmativa?

La Red está constituida como una asociación civil, sin fines de lucro y en algunos momentos de su existência ha llegado hasta setecientas comunidades, en diez de las trece provincias del departamento de Cajamarca, sin embargo, el número de personas no es una prioridad. En palabras de Mires (2004)

no ha sido fácil sobrevivir un poco más de tres décadas, como organización y como movimiento cultural (…) Aún hoy no faltan quienes se pregunten qué es eso de que los indios lean; que cuidado, leer es peligroso porque los campesinos aprenden y vuelven alzados. Mientras que los propulsores de la modernización y el progreso también opinan lo suyo, esto de las bibliotecas y el campo es un desperdicio por que las bibliotecas no se comen, pero comemos lo que aprendemos. Y sabiendo comprendemos la diferencia entre usar las palabras para excavar sepulturas o para abrir surcos. Que si lo que sabemos no sirve para ponerlo al servicio de la comunidad sólo servirá para aprovecharse de ella. Que nosotros no aprendemos para destruir la tierra, sino para seguir viviendo con ella. (p. 8)

De este modo, la Red es una posibilidad, no solo para una propuesta “otra” de biblioteca, para acceder a la cultura escrita. Es una acción afirmativa que permite a través de la biblioteca contribuir a la concienciación de las comunidades, a su conocimiento y permanencia, con su cultura. Al cuidado del territorio, a la conservación de lo propio, a la humanización y al encuentro consigo mismo. De aquí que, en la Red, ellos mismo narren haberse dado cuenta bastante tarde del modo brutal de cómo miente la historia, y cómo lo hacen los libros, por lo cual, dejándolos de lado, pero sin dejar de lado los conocimientos foráneos, la comunidad comenzó a hacer sus propios libros, rescatando cuentos y testimonios de los adultos de la comunidad, lo cual dio lugar al interior de la Red al proyecto Biblioteca Campesina de Cajamarca.

4. Una propuesta bibliotecaria desde Abya Yala6

Para nosotros está claro que la biblioteca no puede ser un agente colonizador y es demasiado el tiempo en el que la historia se ha escrito para anestesiar la osadía. (…) El tiempo no debe seguir pasando sin que escribamos nuestra propia historia, reivindicando la capacidad de sobrevivir de nuestros esenciales saberes. Lo contrario es seguir auto imponiéndonos el totalitarismo, cerrándole el paso a la obstinación de la memoria y a la insurgencia de lo genuino. Nosotros creemos que -por naturaleza- una biblioteca pública debería ser multicultural. Una biblioteca monocultural es intolerante, más aún en países como los nuestros, en los que anida una diversidad casi sin límites, tanto que puede resultar extraño hablar de “interculturalidad” en espacios pluriculturales, en los que la expresión de las diferencias se supone inherente a las prácticas sociales. (Mires, 2004, s. p.)

El caso propuesto como acción afirmativa, la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, lleva inevitablemente a reflexionar acerca del tipo de biblioteca que hoy concebimos, fundamos, vivimos y replicamos. Es por ello que pensar en qué pasa con las bibliotecas en Cajamarca es sinónimo de pensar un proyecto bibliotecario desde el sur, un proyecto bibliotecario desde Abya Yala. Una posibilidad para estas es considerarlas tomando como punto de partida la diversidad cultural, étnica, sexual, entre muchas otras. Las acciones afirmativas deben pensarse no solo en términos de reconocimiento, estas deben configurarse, además, en la distribución, evitando con ello funcionalizar el fin de las acciones afirmativas. De aquí que la Red de Bibliotecas Rurales pueda ser considerada como acción afirmativa, pues además de un reconocimiento, procura una distribución de un bien común a una comunidad.

Es así como en palabras de Boaventura de Sousa Santos (2009), la gran diversidad del mundo puede ser y debe ser activada, así como transformada teórica y prácticamente de muchas maneras plurales; no puede ser monopolizada por una teoría general. No existe una teoría general que pueda cubrir adecuadamente todas estas diversidades infinitas del mundo. Por eso hay que buscar formas plurales de conocimiento. Y así mismo, las acciones afirmativas no deberían ser trasladadas de una latitud a otra, estas no deben ser universalizadas e instaladas como verdad única, menos aún en un mundo plural donde la comprensión del mundo no es solo la occidental, así como la idea de biblioteca no es única, no es eurocentrada y valdría la pena que pensáramos la nuestra.

Para ello, recurrimos a la noción de interculturalidad como posibilidad de pensar las acciones afirmativas a través de un intercambio de saberes en condiciones, más que de igualdad, de equidad que permitan el intercambio de saberes y el rescate de las identidades y articulación casa adentro para poder ir casa afuera (García, 2010) y que tengan como fin la decolonialidad.

Las bibliotecas funcionan como centros de aprendizaje, culturales y de información. Al tratar la diversidad cultural y lingüística, los servicios bibliotecarios se rigen por su compromiso con los principios de las libertades fundamentales y la igualdad en el acceso a la información y al conocimiento para todos, en el respeto de la identidad y los valores culturales. (IFLA, 2006, p. 1)

En los últimos años hemos reflexionado constantemente acerca de las bibliotecas, su labor social, su contribución a una sociedad más equitativa y crítica y, sobre todo, lo hemos pensado en términos de las prácticas de lectura y escritura, de las actividades de formación de lectores y escritores que a diario se gestan y se viven en nuestras bibliotecas.

La propuesta de estas páginas es observar la biblioteca en clave de quienes la habitan y de aquellos/as que aún no llegan a ella, de sus lectores y lectoras, y de modo particular de la diversidad cultural que en la biblioteca pueda existir, de los territorios. Este texto es una puerta abierta a ver la biblioteca como un dispositivo cultural, donde se tejen discursos, tecnologías de poder y técnicas de dominación/emancipación, que de ser observado y escuchado con atención puede generar significativos impactos sociales, para esos sueños que nos incitan a seguir caminando y hacer de la palabra en el entramado social una experiencia para el diálogo y construir en colectivo.

Las ideas que se desarrollan a continuación tienen como lugar de nacimiento la publicación Entramado de voces: tejiendo bibliotecas interculturales (Duque, 2014) donde se plantea la relación entre bibliotecas y diversidad y se proponen apuntes para pensar una propuesta bibliotecaria desde Abya Yala.

5. La diversidad en las bibliotecas

La multiculturalidad no se constituye como una yuxtaposición de las culturas, mucho menos en el poder exacerbado de una sobre las otras, sino en la libertad conquistada, en el derecho asegurado a moverse, cada cultura respecto a la otra, corriendo libremente el riesgo de ser diferente, sin miedo de ser diferente, de ser cada una “para sí”, único modo como se hace posible que crezcan juntas, y no en la experiencia de la tensión permanente provocada por el todopoderosísimo de una sobre las demás, privadas de ser. (Freire, 2005, p. 188)

Para hablar de lenguaje se ha recurrido a diversas metá- foras, pues este es tan potente que puede asemejársele con el alma del hombre. Más aún al recordar que la palabra en todas sus manifestaciones nos acompaña, está siempre cerca de cada quien. Es el lenguaje eso que nos permite ser parte de una sociedad, que posibilita nuestra participación, pero además aquello que transforma el mundo en el que vivimos. El lenguaje del que hablamos es completamente cercano al mundo social y se vive a diario en la calle, el barrio, la escuela, la biblioteca.

No obstante, aun cuando parece que el lenguaje es algo tan habitual, sería importante preguntarnos si en algún momento hemos pensado cuántas lenguas existen, en este preciso momento, cuántas personas estarán contando la misma historia en idiomas diferentes, cuántas lenguas domino. Además de inglés, francés, alemán, portugués y mandarín, ¿conozco el hiragana7 o los símbolos nsibidi?8 El mundo es un enorme universo por descubrir, aunque en ocasiones nos centramos solo en la palma de nuestra mano.

No obstante, existe la posibilidad de conocer un poco más este mundo, haciendo de las prácticas de lectura y escritura un espacio ritual para los saberes milenarios y culturales ancestrales. Esto implica entender estas prácticas como procesos culturales, políticos y de construcción permanente, comprenderlas como posibilidades para transmitir además de la cultura escrita, la voz de los abuelos, las ñañas, los sabios; dando lugar a cantos, ritmos, señas, danzas.

En Colombia, por ejemplo, el patrimonio cultural inmaterial es exorbitante y desconocido. Es tan amplio que lo desconocemos y con tan poco reconocimiento que muchas veces lo olvidamos. No obstante, encontraremos tantos textos como ávidos estén nuestros sentidos por descubrir, ¿qué tal escuchar a las cantaoras con sus alabao?9, o reconocer los tejidos de las comunidades Kogui10, o quizá cómo la comunidad Waunana11 representa el mundo gráficamente y entender cómo aplaude la comunidad sorda.

Leer y escribir son prácticas universales que varían dependiendo del contexto, el lector y el texto. Son tan potentes que nos permiten conocer qué información posee un trenzado en el cabello o simplemente decodificar el código alfabético para conocer a Dante. La lectura y la escritura son prácticas que no responden solo a una cultura dominante, aun cuando estas hayan sido impuestas en épocas de colonización. Hoy día, la gran riqueza y diversidad cultural de los territorios nos plantea grandes retos para las concepciones clásicas que tenemos sobre leer y escribir, y nos ponen frente a la pregunta ¿qué tipo de espacios requieren los territorios para dinamizar el lenguaje?

La biblioteca tradicional requiere entonces concebirse como un resguardo de la memoria, donde tiene cabida no solo la cultura escrita, sino también todos aquellos textos que hasta hace poco tiempo no imaginábamos podían hacer parte de la biblioteca, esos que no hacen parte de las páginas de una novela.

Estos materiales representan la diversidad cultural y lingüística de la humanidad y deben ser conservados y mantenidos para el beneficio de todos y todas. Son una fuente de intercambio, innovación, creatividad y coexistencia pacífica entre los pueblos, un modo de reconocernos, de conocernos, de comprender quiénes somos y de dónde venimos:

El respeto de la diversidad de las culturas, la tolerancia, el diálogo y la cooperación, en un clima de confianza y de entendimiento mutuos, están entre los mejores garantes de la paz y la seguridad internacionales. Por tanto, todos los tipos de bibliotecas deben reflejar, apoyar y promover la diversidad cultural y lingüística en los ámbitos locales, nacionales e internacionales, y de esta manera trabajar por el diálogo intercultural y una ciudadanía activa. (IFLA, 2006, p. 1)

La formación de lectura en la biblioteca se ha realizado habitualmente con la cultura escrita, no obstante, hace aproximadamente un lustro los mediadores de lectura y escritura han comenzado a indagar por diversos tipos de textos que cuentan historias ausentes en los libros, con lo cual este tipo de actividad ha comenzado a enriquecerse con el saber popular, con el conocimiento ancestral, con la información cotidiana procurando un reconocimiento de la diversidad de sujetos que hacen parte de los territorios.

6. Interculturalidad en las bibliotecas

La biblioteca históricamente se ha construido para los sujetos, hoy en día se discute la posibilidad que estos espacios se edifiquen con ellos, con el ánimo de que estos las habiten voluntariamente, de tener colecciones que respondan a los territorios y comunidades, de no universalizar un modelo de biblioteca. Y para ello, las categorías de diversidad cultural y lingüística son fundamentales en todos los elementos que componen la institución bibliotecaria, y especialmente en las prácticas de lectura y escritura que se desarrollan. Concebir un proyecto bibliotecario desde estas categorías es una oportunidad para que las bibliotecas se conviertan en organismos vivos, sean verdaderas bibliotecas humanas, en las cuales se sueña, disiente y construye el contexto.

Una opción para abordar desde la biblioteca el tema de la diversidad podría ser que destinemos recursos para conservar expresiones y patrimonio, sin convertirlas en cultura escrita, prestando especial atención al patrimonio cultural intangible, no solo el ancestral, también aquel que está en los primeros habitantes del territorio, en los mayores, en los fundadores. Esta puede convertirse en una alternativa para que la biblioteca comience un proceso de trabajo con las poblaciones que históricamente ha desatendido, propiciando espacios diferentes a los tradicionales, como lo son el del día de la diversidad cultural (21 de mayo), esta propuesta va en la vía de transformar las prácticas bibliotecarias.

En las colecciones, por ejemplo, es interesante indagar ¿cómo están conformadas? ¿Responden a las comunidades que hacen parte de la biblioteca? ¿Se sienten los sujetos identificados con los materiales y servicios que la institución ofrece? Un punto de partida para el trabajo bibliotecario con la interculturalidad es el trabajo con las comunidades y no para ellas, es así como generaremos conocimiento situado y bibliotecas contextualizadas con el territorio.

Diversas disciplinas diferentes a la bibliotecología y la pedagogía hemos venido preguntándonos cómo construir y desarrollar propuestas con un enfoque diverso. De igual modo las organizaciones culturales cuyo objeto social es la promoción de la lectura y la escritura también lo hacemos, así como los colectivos que exploran el tema de los lectores y su formación. Como consecuencia de estas indagaciones han surgido estrategias de ciudad, como es el caso de Medellín - Colombia, que cada vez toman mayor fuerza. Es el caso del “Programa de Educación Lectora Intercultural” (PELI), “Leer en seña”, y “Teatro en la oscuridad”. Proyectos que tienen algo en común, y es la pregunta por el otro, por cómo llegar a comunidades que históricamente no han estado presentes en la biblioteca, pues el que no hayan estado no es sinónimo de que no puedan o no quieran hacerlo.

¿Alguna vez hemos preguntado a quienes no visitan la biblioteca por qué no lo hacen? En el afán por formar lectores y escritores hay un detalle que hemos olvidado, y es el trabajar con el otro y no para el otro. Es decir, las propuestas y programas de lectura y escritura no solo deben surgir de quienes se encuentran cualificados para ello, sino también de los deseos, las necesidades y las pulsiones de las comunidades, siendo reconocidas con la misma validez que las formuladas por el profesional de la biblioteca. Por eso, al momento de pensar y diseñar propuestas podríamos preguntarnos si lo hacemos teniendo en cuenta solamente nuestra visión e intereses, o también dando lugar a los lectores.

Pensar en prácticas diversas en la biblioteca es sinónimo de una polifonía de voces, donde están presentes y latentes las comunidades, sus ritos y rituales. Es hacer de la biblioteca un dispositivo cultural que trasgrede el orden determinado y apuesta a diversas formas de pensar, creer, imaginar y concebir el mundo; donde la cultura escrita, como cultura hegemónica existe, pero donde también habitan las señas, el braille, los cantos, los mitos y la oralidad. En una sola expresión: la palabra en todas sus posibles manifestaciones.

7. Inclusión en las bibliotecas

Para abordar propuestas de lectura y escritura para las bibliotecas públicas con un enfoque intercultural que reconozca la diversidad cultural, es importante pensar en el concepto de inclusión, el cual va más allá de considerar que los programas y servicios son para todos y todas. Es necesario pensar en propuestas contextualizadas con las cosmovisiones y filosofías de las comunidades, con el objetivo de generar experiencias más significativas que permitan tejer diálogos interculturales.

Un enfoque intercultural que reconozca la diversidad, en la formación de lectores y escritores, posibilita:

  • Congregar sujetos y comunidades de diversos orí- genes, dando lugar a una riqueza cultural incalculable.

  • Comprender que la lectura y la escritura no están ligadas exclusivamente con la apropiación del código alfabético y su decodificación, posibilita comprenderlas como procesos que permiten otros modos de leer en diversos textos, diferentes al formato de libro clásico.

  • Resignificar la oralidad como correlato de la lectura y la escritura y plantar para este trío una relación horizontal e ineludible es fundamental puesto que no se fragmenta el lenguaje, se le da una comprensión holística.

  • Propiciar espacios para que las comunidades que son parte vital de la biblioteca sean sus principales precursores, fundadores y lleven la batuta en sintonía con la dinámica social y el territorio es fundamental para la permanencia de las bibliotecas en los territorios

Entonces ¿cómo promover un diálogo intercultural?, ¿cómo pueden las bibliotecas desarrollar programas de formación de lectores y escritores situados en el contexto con un enfoque territorial?

Aunque parezca que la interculturalidad no ha sido tomada en cuenta para la construcción de la biblioteca en Latinoamérica, lo que sucede es que el tipo de interculturalidad que hemos tenido se ha ligado solo a un asunto relacional más cercano a la diversidad cultural “la que hace referencia de forma más básica y general al contacto e intercambio entre culturas distintas, que podrían darse en condiciones de desigualdad” (Walsh, 2010, p. 24). Así, la biblioteca al ser pensada como un espacio abierto a las comunidades ha sido un lugar físico donde diversidad de actores han confluido, lo cual no implica que exista un reconocimiento del “otro”, una comprensión y resignificación de lo que se es, una reexistencia del “otro” y de sí mismo; hecho que se evidencia cuando en actividades propuestas por la biblioteca se piensa para la comunidad y no con la comunidad, lo que ocasiona la ausencia de hombres y mujeres de algunas comunidades en el espacio bibliotecario.

8. Las bibliotecas interculturales

Aun cuando el concepto de interculturalidad se asemeja, todavía, a una moda en relación con las culturas, es vital en el campo de las bibliotecas para desarrollar un proyecto bibliotecario desde Abya Yala. Un proyecto donde se resignifique lo propio y se dé lugar a lo otro. Pensar en acciones afirmativas desde la biblioteca con un enfoque que parte de la interculturalidad puede contribuir a:

  • El desarrollo de una conciencia ética y política respecto al modo en que establecemos relaciones y diálogo con diversos actores sociales.

  • Hacer de la biblioteca un resguardo de la palabra hablada, de la voz viva, del patrimonio cultural intangible. De este modo, la cultura oral y escrita realmente podrán relacionarse como correlatos.

  • Propiciar la biblioteca como un dispositivo cultural que subvierte los cánones y da lugar a un territorio para el encuentro, la disertación, la confluencia de culturas y comunidades.

  • Recuperación y difusión de la memoria, una vez la polifonía de voces la construye, la alimenta, la enriquece.

Los servicios bibliotecarios y de información en un contexto de diversidad cultural y lingüística incluyen tanto la oferta de servicios a todo tipo de usuarios de la biblioteca, como la oferta de servicios bibliotecarios dirigidos especialmente a grupos culturales y lingüísticos tradicionalmente más desatendidos. Se debería prestar especial atención a grupos que a menudo sufren marginación en las sociedades con diversidad cultural, como minorías, refugiados y solicitantes de asilo, personas con permisos de residencia temporales, trabajadores inmigrantes y comunidades indígenas. (IFLA, 2006, p. 2)

El reto es relevante, pues implica creer que la biblioteca puede ser de otros modos, no obstante, se proponen algunos elementos que permiten discutir, pensar y proponer la biblioteca como un espacio intercultural.

1. Creación de redes de trabajo interbibliotecario. De este modo, quien llegue podrá comenzar a ser parte de un espacio y participará activamente de él. Un paso importante puede ser lograr que las colecciones alberguen materiales diversos, tanto en formatos como en soportes, lenguas e incluso la tradición oral.

2. Propiciar espacios que involucren a diversas comunidades con las prácticas bibliotecarias. Al igual que se ha venido realizando un trabajo fuerte con la comunidad sorda y hemos aprendido un poco sobre su lengua, también podríamos aprender un poco más sobre otras lenguas y alfabetos cercanos a nuestra herencia histórica. Más que una clase magistral, se trata de posibilitar espacios que propicien y promuevan la conservación de la memoria a partir de las prácticas de formación de lectores y escritores en la biblioteca. Podríamos, por ejemplo, invitar a un grupo de cantaoras para que hagan de la literatura una voz viva; o aprender un poco más sobre lenguas nativas, las historias que en estas se narran y los secretos que esconden. Articular las expresiones locales y regionales a la biblioteca, así como propiciar las prácticas culturales en este espacio, hace de la biblioteca un resguardo para la memoria

3. Hacer uso de la interculturalidad como lente para el desarrollo de las prácticas bibliotecarias. Pensar en la biblioteca como un lugar para el diálogo y la construcción de un tejido colectivo que represente y visibilice a las comunidades, donde las diversas formas de pensar, ser y hacer no solo habiten, sino que conversen, se reconozcan y propicien espacios para la vida y la resignificación del otro. Así, los programas no solo se piensan para comunidades particulares, sino que se proyectan para todos y todas, con la posibilidad de hacer de la diferencia un punto de aprendizaje y encuentro.

4. Reconocer los tesoros humanos vivos. Generar posibilidades de articular a la biblioteca los libros deambulantes que habitan nuestras comunidades y territorios es fundamental para reconocer que en cada hombre o mujer hay infinitas narraciones por contar. Así es posible dar lugar a las bibliotecas humanas y deconstruir la idea de un espacio físico donde solo habitan materiales impresos. Además en este hecho la lectura, la escritura y la oralidad actúan como correlatos.

9. Conclusión

A modo de cierre, quisiera plantear que la posibilidad de detenerse a analizar y comprender las formas de organización bibliotecaria con un sentido social claramente determinado es un camino directo a entenderlas como acciones afirmativas que contribuyan al desarrollo y por supuesto a la disminución de las brechas sociales. Y en ese orden de ideas entenderlas como posibilidades para que sus acciones se concreten o materialicen en políticas públicas. En el caso de las bibliotecas, las cuales poseen funciones sociales que pueden contribuir a disminuir la desigualdad e inequidad social, es relevante explorar cómo dialogan las acciones afirmativas con las comunidades y las propuestas bibliotecarias, pues en esa medida se concretan y adquieren la finura de la acción política. Una coherente y consonante con el contexto latino-americano

10. Referencias

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1Artículo resultado del curso electivo “De las acciones colectivas a las acciones afirmativas” cursado en la Universidad Nacional de Colombia, semestre 2015-2.

2Para proponer el caso de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca se recurrió a la documentación que esta ha producido y particularmente a los textos escritos por Alfredo Mires, por lo cual una parte importante de este apartado corresponde a las publicaciones de la misma, las cuales pueden encontrarse en: http:// bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com.co/2008/05/la-red.html

3Chacra es llamado en Cajamarca al espacio de tierra donde los campesinos realizan sus cultivos

4Esta es una de las características más relevantes al identificar la Red de Bibliotecas Rurales como acciones afirmativas, y es la vinculación de la base a esta, aun cuando se consolida como una propuesta “institucionalizada” en forma de Red, sus coordinadores, líderes y actores son parte fundamental del territorio, de la población campesina. Hecho que permite reconocer saberes propios, conocimientos que no pasan por la academia y, sin embargo, que están en contexto con el territorio y sus comunidades. Esto posibilita la idea de pensar en cómo generar un diálogo, apropiación y reconocimiento de bibliotecarios, aun cuando estos no han pasado por las Universidades o Facultades de Bibliotecología.

5Una seña notoria en la Red es también cómo esta recurre a ideas de pueblos originarios para conservar esta idea de acción colectiva, de escucha a los mayores, de congregar la voz de los adultos para dilucidar y tratar temas neurálgicos para la Red, para ello no se recurre a expertos internacionales, para ello se recurre a la comunidad, a sus sabios, a sus sabedores. Generando el punto de partida y llegada como su propia comunidad.

6Abya Yala, es el nombre dado por la comunidad Tuna de Colombia y Panamá a Latinoamérica antes de la invasión.

7El hiragana es uno de los dos silabarios empleados en la escritura japonesa.

8Los símbolos nsibidi son un sistema ideograma de África. El nombre nsibidi hace alusión a una teórica sociedad secreta religiosa creadora del sistema de escritura

9En esencia es un canto coral de alabanza o exaltación religiosa ofrendado a los santos. Con el transcurrir del tiempo su uso se hizo extensivo al contexto fúnebre, convirtiéndolo, además, en un canto de velorio para adultos.

10También conocidos como Kággaba, los Kogui son un pueblo amerindio que vive en la vertiente norte de la Sierra Nevada de Santa Marta.

11Pueblo indígena que habita en la cuenca del bajo San Juan, municipios de Istmina y Pizarro; el río Curiche, municipio de Juradó, en Colombia, y en la Comarca Emberá-Wounaan, en Panamá.

Recibido: 12 de Julio de 2016; Aprobado: 12 de Septiembre de 2016

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