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Revista Interamericana de Bibliotecología

versión impresa ISSN 0120-0976

Rev. Interam. Bibliot vol.42 no.1 Medellín ene./abr. 2019

https://doi.org/10.17533/udea.rib.v42n1a10 

Reseña de libro

Barbier, Frédéric. 2015. Historia de las bibliotecas. De Alejandría a las bibliotecas virtuales. Buenos Aires: Ampersand, 462 pp. ISBN: 978-978-45098-4-0.

Matías Maggio-Ramírez1 

1Doctor en Ciencias Sociales de Buenos Aires. Magíster en Historia, Universidad de Nacional de San Martín. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Universidad de Buenos Aires. Profesor adjunto, Departamento de Arte y Cultura, Universidad Nacional de Tres de Febrero, Buenos Aires - Argentina. mmramirez@untref.edu.ar orcid.org/0000-0002-1106-1381

Barbier, Frédéric. ., 2015. ., Historia de las bibliotecas. De Alejandría a las bibliotecas virtuales. ., , Buenos Aires: :, Ampersand, , 462 pp., ISBN: ISBN: 978-978-45098-4-0. .


Reseña

El primer libro que se publicó en castellano de Frédéric Barbier, en colaboración con Catherine Bertho Lavenir, fue Historia de los medios. De Diderot a Internet. Ese marco temporal y tecnológico entre la cultura impresa -cifrado en la Enciclopedia de Diderot y d’ Alambert y en las tecnologías digitales- fue abordado con la misma densidad epistemológica de los distintos soportes de la información. Estos fueron puestos en relación con el entramado de tensiones sociales, culturales, políticas y económicas que permitieron su emergencia y desarrollo. Más allá de las rupturas y revoluciones, que anunciaban la muerte de distintos medios, el autor se centró en las continuidades que entre ellos se anudaron para narrar las formas de la vida pública desde la cultura impresa hasta la videopolítica.

En Historia de las bibliotecas, Barbier retomó las investigaciones que realizó sobre la historia del libro y los medios de comunicación para pensar la biblioteca en íntima relación con la materialidad del texto. Uno de los principales ejes del libro se centró en indagar la conformación de la biblioteca en la interrelación de los textos, los lectores y en cómo las formas en las que un texto se daba a leer prefiguraba la circulación y apropiación de la información. Para que el acceso fuera efectivo, se hizo necesario la elaboración de dispositivos de clasificación y ordenación de los libros, cuya historia también fue objeto de análisis. Las principales variables que se analizaron fueron los dispositivos de resguardo de la información, la institución bibliotecaria: su personal, su sistema de clasificación, catálogos y normativas; y cómo el público se acercó a ella en distintos períodos. La estrategia de rastrear estos ítems a partir de sus rupturas y continuidades a lo largo del tiempo fue una forma amena de narrar la historia.

La biblioteca fue definida como una institución de transferencia cultural, por lo que la historia se alejó de la descripción de los fondos documentales y bibliográficos emblemáticos. Ese enfoque fue la mirada clásica en la Historia de las bibliotecas de Hipólito Escolar o en la Introducción a la historia del libro y las bibliotecas de Agustín Millares Carlo. En cambio, se insertó la biblioteca dentro de un entramado político y sociocultural, aunque con algunas limitaciones. Una de ellas es que si bien se advierte que la intención es proponer una “Historia de las bibliotecas de Occidente”, el proyecto choca con la inexorable preeminencia de una mirada eurocéntrica con especial hincapié en las bibliotecas francesas e inglesas. Al enfrentar la síntesis de un proyecto tan difícil de abarcar, el autor aclaró que se evitó abordar la lectura femenina, aunque reconoció que es un “campo de estudio muy rico”. Por ende, dejó de lado el rol de la mujer en el fortalecimiento y fundación de bibliotecas populares desde principios del siglo XX. En ocasiones, la apuesta por lograr una narración amena que logre unir la historia de las bibliotecas con la de los soportes escriturarios se cayó en anacronismos. Por ejemplo, al hablar de metadatos en vez de descriptores en la antigüedad clásica o pensar la imprenta de Gutenberg como un medio de comunicación de masas.

Las tablillas de arcilla sumerias, los rollos de papiro egipcio, los dípticos encerados, los códices coptos y los medievales, fueron los soportes protagonistas de los primeros capítulos en la síntesis histórica. El paso de la oralidad a la escritura implicó el análisis de la necesidad de conservación del saber hasta llegar a la difusión del mismo. Las bibliotecas emergieron en civilizaciones en las que la difusión de la escritura permitió su utilización, aunque solo se tratara de una minoría la que tuviera acceso a los materiales resguardados y puestos a disposición. El autor reconstruyó no solo los sistemas de clasificación y la filología alejandrina, sino también la arquitectura y los mobiliarios adecuados para el trabajo con los volúmenes.

La sustitución del rollo de la antigüedad clásica por los códices de pergamino, soporte privilegiado desde el siglo IV, supuso un arduo trabajo de copia. Se consideró necesario resguardar aquellos textos que eran avalados por el canon literario cristiano, el mismo que expurgó aquellos textos que no le eran propios. En los primeros capítulos, quedó en evidencia la íntima relación que se estableció entre las bibliotecas, el formato del libro y las prácticas de lectura; así como el trabajo en la institución y las estrategias para su ordenación; por ejemplo, cuando el autor analizó los “códices bizantinos cuyo título ma nuscrito se encuentra en el corte frontal, lo que lleva a pensar que la práctica era la ordenación horizontal, con un eventual apilamiento de los volúmenes” (p. 104). La emergencia de la modernidad, que sitúa entre los años 968 y 1439, le permitió destacar en la huella de las obras de Henri-Jean Martin el renacimiento de la escritura. Esto implicó la multiplicación de pequeñas escuelas y la difusión del papel como un nuevo soporte mucho más económico que el pergamino. Durante el siglo XIV se comenzaron a constituir nuevas bibliotecas de referencias donde se privilegió el texto original sobre el comentado por los distintos intérpretes medievales.

La invención de los tipos móviles de Gutenberg permitió en un principio reproducir en mayor cantidad y en menor costo los manuscritos existentes. La fundición de tipos móviles por Francesco Griffo en el taller de Aldo Manucio logró expandir las potencialidades de la imprenta. Las bibliotecas se institucionalizaron, se implementaron reglamentos y se especializó el mobiliario para grandes cantidades de libros y nuevas prácticas de trabajo. El impreso, recién en el siglo XVI, se impuso al manuscrito en las colecciones de las principales bibliotecas europeas, aunque su estatus solía depender de la rareza del fondo de manuscritos. En Francia, el renacimiento no solo implicó un proceso de secularización del saber, sino también uno en el que se impusiera el depósito legal para enriquecer la biblioteca real.

La reforma luterana implicó una íntima relación con la cultura impresa. La salvación se encontraba ligada a la lectura de la Biblia sin mediación sacerdotal, lo que implicó el auge de nuevas escuelas equipadas con bibliotecas. La aceptación del libro impreso llevó adelante su comercio. Fue necesario desarrollar “una lógica de elaboración creciente de metadatos alrededor de los textos, libros y colecciones de libros” por lo que las bibliotecas se convirtieron en el “corpus de los corpus” (p. 211).

El siglo XVII, Barroco, le permitió rastrear la transferencia del saber bibliotecario a partir de la obra fundadora del campo disciplinar: Advis pour dresser une bibliothèque de Gabriel Naudé. En ella se sostuvo, con una mirada platónica, que la “primacía debía dársela al texto, y no a la mayor o menor rareza de la edición ni al carácter más o menos precioso del ejemplar” (p. 264). También sostuvo la necesidad de dejar en la biblioteca los pupitres de lado para ampliar el espacio a las estanterías. Las salas tomaron la forma de museo o gabinete que sumaba manuscritos, monedas y medallas entre otras rarezas tomadas como botines de guerra.

En el siglo XVIII, los eruditos necesitaron contar con el acceso a las colecciones, por lo que fue necesario la realización y publicación de catálogos. El viaje literario del grand tour implicaba también el conocimiento de bibliotecas gracias a que se sabía de antemano qué se podía encontrar en ellas. Las bibliotecas fueron tomadas por el poder público o sus representantes, para favorecer el acceso a la cultura impresa a aquellos que ingresaban al mundo de la alfabetización. La construcción de las identidades nacionales, de tinte romántico “con base a las categorías lingüísticas y culturales compartidas y a una historia en común” (p. 376) fue el telón de fondo para el surgimiento de las bibliotecas nacionales que se difundió por Europa y luego en Estados Unidos, con la creación de la Biblioteca del Congreso en 1802. Este movimiento implicó el reconocimiento de la especificidad de las bibliotecas, por lo que se construyeron edificios autónomos para abandonar sus antiguos destinos.

La ampliación horaria en la atención a los lectores, al brindar el servicio vespertino, fue una apuesta por los lectores y estudiantes. Las nuevas tecnologías de impresión del texto y la imagen en el siglo XIX acrecentaron los tiempos de impresión, ya que se utilizaban con mínimas variantes los mismos mecanismos que Gutenberg a mediados del siglo XV. Los gabinetes de lectura de pago proliferaron durante el siglo XIX, pero la baja de los precios de los libros facilitó que quienes antes suscribían un abono crearan sus propias bibliotecas.

Barbier, al igual que Escolar Sobrino, remarcó que en Francia la biblioteca era fomentada desde el espacio público, mientras que en el ámbito anglosajón lo era desde iniciativas privadas. Las desventuras bibliotecarias de Melvil Dewey en Estados Unidos y de Antonio Panizzi en Gran Bretaña como reformadores de la tradición bibliotecológica son tratadas de manera sintética.

El siglo XX estuvo marcado por la destrucción de bibliotecas europeas en distintos enfrentamientos bélicos. También fue donde el auge de la cultura impresa declinó en favor de nuevos soportes que buscaron su lugar en la biblioteca. Esta institución corrió su eje de la conservación y difusión para oficiar como centro de aprendizaje y encuentro para la construcción del conocimiento.

La historia de las bibliotecas logró responder cómo los distintos soportes de la información se encontraron con los usuarios. Esa coincidencia estuvo marcada por la interrelación entre el texto, su materialidad y las distintas estrategias para su resguardo, catalogación y difusión. Los lectores, a diferencia de las historias de las bibliotecas anteriores, fueron centrales para contar el pasado de la institución en relación con sus usuarios. En sintonía con su Historia de los medios, Barbier propuso que “desde una perspectiva más amplia, la biblioteca debe tornar inteligible la articulación entre el presente y el pasado de los medios de comunicación” (p. 453), para así fortalecer su tradición.

REFERENCIAS

Barbier, Frédéric. 2015. Historia de las bibliotecas. De Alejandría a las bibliotecas virtuales. Buenos Aires: Ampersand, 462 pp. ISBN: 978-978-45098-4-0. [ Links ]

Recibido: 27 de Julio de 2017; Aprobado: 09 de Octubre de 2018

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