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Revista Interamericana de Bibliotecología

Print version ISSN 0120-0976On-line version ISSN 2538-9866

Rev. Interam. Bibliot vol.42 no.3 Medellín Sep./Dec. 2019

https://doi.org/10.17533/udea.rib.v42n3a05 

Articulo de reflexion

Contexto de la edificación de un recinto para la memoria

Context of Building an Enclosure for Memory

María del Rosario Suaste-Lugo1 
http://orcid.org/orcid.org/0000-0001-9470-089X

1Doctora y magíster en Bibliotecología y Estudios de la Información por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). México. Técnica académica titular “C” de tiempo completo. Jefa del Departamento de Adquisiciones de la Hemeroteca Nacional de México. Adscripción: Subárea de Sistematización Hemerográfica y Servicios de Información rosariosl@unam.mx


Resumen

En enero de 1979, el entonces rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Guillermo Soberón, daba a conocer el programa de celebraciones en conmemoración del Cincuentenario de la Autonomía Universitaria. Cada mes del año tendría un evento de celebración, y culminaría en diciembre con la inauguración del edificio de la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales de México. El contexto en el que se dio tal evento permite observar cómo la influencia de los acontecimientos políticos y económicos y las redes de poder de los años setenta promovieron y orientaron una política de gasto social que favoreció la construcción de infraestructura educativa y cultural, lo que hizo posible, entre otras, la construcción del Centro Cultural Universitario. Dentro de tal proyecto se consideró la edificación de la Unidad Bibliográfica, con lo que se darían las condiciones para instalar a la Biblioteca y a la Hemeroteca nacionales de México en los umbrales de la modernidad bibliotecaria.

Por sí mismo, el evento inaugural fue un suceso significativo para la comunidad bibliotecaria de la época, pero abordar el contexto político permite hacer visible que la construcción de infraestructuras para la memoria histórica de la nación no responde exclusivamente a la necesidad de su conservación y divulgación, aunque en este caso, y a fin de cuentas, el mejoramiento de las condiciones para la preservación del acervo histórico más importante de México resultó favorecido. Esta contribución se perfila hacia una genealogía reflexiva sobre las instituciones bibliotecarias y apunta más allá de la percepción de estas como solemnes monumentos al conocimiento, descubriendo las condiciones a las que deben su existencia y que explican la razón de su presencia y permanencia a través del tiempo.

Palabras clave: Universidad Nacional Autónoma de México; Centro Cultural Universitario; Unidad Bibliográfica

Abstract

In January 1979, the then rector of the National Autonomous University of Mexico, Guillermo Soberón, announced the program of celebrations in commemoration of the fiftieth anniversary of the university autonomy. Each month of that year a celebration event took place, culminating in December with the inauguration of the Biblioteca Nacional and the Hemeroteca Nacional de México [National Library and the National Newspaper and Periodicals Library of Mexico] building. The context in which this happened will allow us to observe how the influence of political and economic events and the power networks of the 1970s promoted and guided a social spending policy that favored the construction of educational and cultural infrastructure, which made possible the construction of the University Cultural Center. Within this project, the building of the Bibliographic Unit was considered, which would provide the conditions to install the National Newspaper and Periodical Library and National Library of Mexico, on the threshold of the modern library.

By itself, the inauguration event was a significant event for the librarian community, but addressing the political context highlights the fact that building infrastructure to preserve historical memory does not respond exclusively to the need for its conservation and dissemination, although in this case and in the end, it resulted in the improvement of the preservation conditions for the most important historical bibliographic heritage of Mexico. This contribution aims toward a reflective genealogy about librarian institutions, far from being perceived like solemn monuments to knowledge, in order to discover the conditions that gave birth to these and explain the reason of their presence and permanence through time.

Keywords: National Autonomous University of Mexico; University Cultural Center; Bibliographic Unit

1. Introducción

El presente escrito no intenta ser una historia institucional de la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales a partir de su traslado del centro de la Ciudad de México a las instalaciones que ocupan actualmente en el sur de la capital mexicana. Nuestro interés se centra en el contexto en el que se edifica la Unidad Bibliográfica como parte del Centro Cultural Universitario y este, a su vez, como resultado de una política de aumento del gasto público en la década del setenta. No obstante, en el centro de nuestro interés está resaltar la importancia de la construcción de un recinto para albergar a la Biblioteca y Hemeroteca nacionales, cuya inauguración en el marco de las celebraciones por el cincuentenario de la autonomía imprimió en definitiva su condición azul y oro.

Al desembolso oficial de aquel entonces, aún sin ser suficiente y adecuado, se debe la creación de nuevas instituciones educativas que intentaron paliar la creciente demanda educativa, entre ellas están la Universidad Pedagógica Nacional, la Universidad Autónoma Metropolitana, el Colegio de Bachilleres, la creación de las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y, en un ámbito más amplio, se puede señalar el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Centro Cultural Universitario.

Pero no solamente se considera que el aumento del gasto del Gobierno Federal es un argumento explicativo para contextualizar la construcción de obra pública, pues, en el caso de la Universidad, también es posible observar que el acercamiento de la burocracia universitaria con el grupo de poder en turno, aunado a una política de “apertura” del Estado mexicano, abrió una estrategia para que este, al intentar congraciarse con la Universidad, pretendiera restañar las heridas infligidas a la sociedad por los aún frescos acontecimientos de 1968 en Tlatelolco y el llamado “Halconazo” de 1971.

La ceremonia de inauguración de la Unidad Bibliográfica se verificó con gran solemnidad, con la presencia del jefe del Estado mexicano y como acto culminante de los festejos por el cincuenta aniversario de la autono- mía universitaria. Se consiera que el acto protocolario, punto final de los festejos, fue el reconocimiento al estatus de la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales como instituciones legítimamente universitarias, como ya se mencionó. Pero no solo se declaró aquí su reconocimiento como universitarias, sino que también, como lo anticipó la directora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas en 1979, María del Carmen Ruíz Castañeda, con la apertura de la Unidad Bibliográfica se inauguraba una nueva era en los procesos bibliotecarios y de servicio a los lectores.

2. La política de gasto público. por qué se hizo obra pública

Para entender los acontecimientos más significativos del México de los años setenta, es necesario tamizarlos por las políticas de gobierno de los presidentes Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982), sexenios que, está por demás decirlo, acabaron con serias crisis en México. No obstante, sería el lapso de entre crisis en la que se construyó el Centro Cultural Universitario lo que nos da la pauta para reconocer en esos periodos presidenciales el contexto de su creación.

2.1. Luis Echeverría: arriba y adelante

En los primeros años de la administración del presidente Echeverría, el país enfrentó una disminución del crecimiento económico, consecuencia, entre otras, de la baja del precio del petróleo en 1973. La respuesta a tal situación fue aumentar el gasto público en aspectos de salud, educación y vivienda entre otros rubros sociales, así como la implementación de un mayor intervencionismo estatal en la economía.

Ejemplo de lo anterior es la expansión y extensión de los servicios de seguridad social que incluyó a nuevos sectores sociales, por lo que el número de beneficiarios se incrementó de 12,2 millones de personas, en 1970, a 22,2 millones, en 1976, es decir, el porcentaje de cobertura de seguridad social a la población pasó del 24 al 36 % del total (Tello, 2015, p. 186). En el mismo orden de ideas, se fundó el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (1972) y el Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores (1974), con el fin de promover el mercado de vivienda social e incrementar el poder de consumo de la clase obrera.

En cuanto al tema del intervencionismo estatal en la economía, se implementó lo llamado economía mixta, con la cual, de 1970 a 1979, el Gobierno pasó a ser el mayor propietario de entidades productivas. Este hecho provocaría un distanciamiento entre los empresarios y la administración del presidente Echeverría, a grado tal, que el sector productivo fundó el Consejo Coordinador Empresarial (CCE, 1976), como respuesta “a la creciente intervención del gobierno en la economía y la aplicación de medidas claramente populistas” (CCE, 2018, s. p.).

En opinión de Carlos Tello, la intervención del Estado en el sector productivo no representó un problema real para la economía, pues, por el contrario, se incrementó el empleo, como se observa en el creciente número de empleados en el sector público y paraestatal, que pasó de 826 000 en 1970 a 1 315 000 en 1976. El aumento de personal, continúa Tello, se consideró necesario para impulsar servicios con lustros de rezago como los educativos y los de salud; particularmente en los años mencionados, el personal relacionado con la educación aumentó de 265 000 a 514 500 individuos, es decir, los empleados se duplicaron (Tello, 2015, pp. 188-189).

Otro indicador que apoya la opinión del citado economista es que el número de alumnos de enseñanza elemental, media y superior se desplazó de 9 998 000 en 1970 a 14 953 000 en 1976, lo que da cierta lógica al aumento de personal en educación. En cuanto a la población en edad de estudiar (6 a 24 años), se considera que en el mismo periodo la cantidad transitó de aproximadamente 23 900 000 personas (casi el 50 % del total de la población consignada en el censo de 1970) (INEGI, 2018) a 29 600 000 sujetos.

Los últimos datos numéricos nos ponen ya en posición de proponer que la progresiva cantidad de mexicanos en edad de formación escolar, a los que era necesario otorgarles un lugar en las aulas, aunado a la política de gasto del presidente Echeverría fueron dos de las condiciones que promovieron la construcción de infraestructura educativa en el México de la primera mitad de los años setenta.

Sumado a lo anterior, también era necesaria la reconstrucción de la imagen del Estado después de los hechos de Tlatelolco, siendo el impulso a la educación el medio del que se valdría el régimen para rescatar su legitimidad. Así, es posible observar que en la educación superior de 1970 a 1976 la matrícula se duplicó, ya que pasó de 271 000 a 543 000 alumnos. En cuanto al subsidio en las universidades, este creció sustancialmente, aunque el monto dependía de la capacidad de negociación de cada institución (Noriega, 1985, p. 65).

En este punto, lo relevante es que, en los años setenta, el apoyo del Gobierno Federal a las universidades modificó la relación de ingresos en estas instituciones, por lo que este nivel educativo se federalizó en su financiamiento, pues el porcentaje de apoyo del Gobierno central paso en 1969 de ser el 27,9 % del total hasta llegar a ser 52,5 % en 1976 (Noriega, 1985, p. 66).

2.1.1. El espejo universitario

Acorde con el crecimiento demográfico, la UNAM tuvo que enfrentar el problema de su masificación, ante ello, el rector Ignacio Chávez (1961-1966) quiso implementar un mecanismo selectivo para evitar el crecimiento de la matrícula; en contraste, el rector Javier Barros Sierra (1966-1970) implementó el pase automático, y el rector Pablo González Casanova (1970-1972) creó un nuevo sistema de bachillerato: el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH). A este último se debe también el compromiso de creación de cinco nuevos campus en la periferia de la Ciudad de México.

La renuncia de González Casanova dio paso al rectorado de Guillermo Soberón (1973-1981), que inició como sería toda su administración, inmerso en la polémica. Su protesta como jefe nato de la Universidad fue el 8 de enero de 1973 en el estacionamiento de la Facultad de Medicina, debido a que el auditorio de dicha escuela se encontraba ocupado por los trabajadores en huelga, quienes junto con estudiantes repudiaron su presencia y le arrojaron algunos proyectiles (Ordorika, 2006, p. 216).

No obstante, las versiones periodísticas de la época contrastan, pues El Heraldo de México narró que llegó acompañado de más de cinco mil alumnos que lo apoyaban (Vizcaino, 1973, p. 1A, 16A). Minutos después de recibir la venera rectoral, en conferencia de prensa externó los puntos sustantivos de su mandato: reestructura administrativa, descentralización e impulso a la investigación. En medio del enredo que fue su toma de protesta, Soberón se dio tiempo para comentar que el jefe del Ejecutivo le había hecho llegar sus felicitaciones por el compromiso que iniciaba (Avilés, 1973, pp. 1-10).

Se debe entender que la descentralización a que había hecho alusión el doctor Soberón tenía que ver con la construcción de las nuevas instalaciones universitarias a que se comprometió González Casanova. En este punto, la polémica está también presente, pues Imanol Ordorika señala que la posición del nuevo rector era de franca restricción a la matrícula y que, en el caso de los CCH, Soberón los concebía fuera de la UNAM (Ordorika, 2006, p. 323).

Bien se dijo que la controversia siempre estará vigente en la vida de la Universidad, pero lo que en este momento nos atañe tiene que ver con la oleada constructiva en la Máxima Casa de Estudios. Tanto al exterior como al interior de la UNAM, a mediados de la década del setenta, se observó una amplia labor para aumentar la infraestructura educativa; así se ve nacer el Colegio de Bachilleres (1973) y la Universidad Autónoma Metropolitana (1974), en tanto, la Universidad inauguró las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (ENEP) Cuautiltlán (1974), Acatlán (1975) e Iztacala (1975) (UNAM, 1976, p. 27) y aunque hubo más labor constructiva, las mencionadas son las de mayor envergadura.

La cercanía entre la burocracia universitaria y el presidente Echeverría era evidente, como se observa en el informe del rector de 1975, en él se comunica sobre el encuentro verificado el día 5 de marzo, en el que se trataron asuntos como el de la descentralización, entre otros (UNAM, 1976, p. 17).

Si como se intuye, la visita y los temas redituaron en apoyo económico ya no solamente para la construcción de más planteles, sino para apoyar la edificación de espacios dedicados a la cultura, es factible conjeturar por qué se invita al presidente para que inaugure el inicio de cursos solo nueve días después de la visita universitaria al Palacio Nacional. Si bien el ingreso presidencial es “consensuado” entre directores y miembros de la comunidad, con la intención de recobrar la tradición de apertura de cursos presidida por el Ejecutivo y perdida desde 1967, la realidad fue que hubo un rechazo a la visita del mandatario, lo que no significó que se obstaculizara la transferencia de recursos extraordinarios a la Universidad.

2.1.2. Un concierto contra la crisis

Diciembre de 1976 marcó el final de un sexenio que dejó como herencia un período de crisis política y económica, de esta última da cuenta la devaluación del peso, cuya paridad con el dólar llego a ser hasta de 27,97 pesos por unidad monetaria americana; recordemos que para inicios del sexenio era de 12,50 por dólar. En tanto, el nivel de inflación promedio entre 1971 y 1976 se estimó en 14,13 %; el déficit del Gobierno fue del 8 % del PIB, es decir, alcanzó los 99 000 millones de pesos solamente para 1976, lo que se acompañó de un gran aumento de la deuda pública externa que se amplió de 4,545 millones de dólares en 1971 a 19,600 al finalizar la administración de Echeverría (Mirón & Peréz, 1988, p. 7).

También fue el mes en el que se inauguró la Sala de Conciertos Nezahualcoyotl, eje de lo que sería, tiempo después, el Centro Cultural Universitario. En el mismo año se inauguran numerosas obras en la Universidad: instalaciones del Instituto de Geología, en donde el doctor Soberón no dejo pasar la oportunidad para agradecer el apoyo del Gobierno de la República.

El mencionado año fue notable por las ceremonias inaugurales: en enero de 1976 se dio la apertura de las ENEP Aragón y Zaragoza y la inauguración de los nuevos laboratorios de Ciencias Químicas; en abril se informó la construcción de seis invernaderos experimentales, y el 26 de agosto de 1976 se hizo entrega del recién restaurado Palacio de Minería. Aunado al trabajo constructivo realizado, se daban a conocer otras iniciativas como el anuncio de la

gran difusión de la cultura que se realizaría en el Centro Cultural de la Ciudad Universitaria, en donde se construiría la unidad Bibliográfica [...] para albergar la Biblioteca y Hemeroteca Nacional y el Centro de Estudios Históricos Sobre la Universidad. (García, 1979, p. 91)

En octubre fue el turno para la apertura de las instalaciones del Instituto de Investigaciones Antropológicas, asimismo, Radio Universidad fue trasladada a la calle de Adolfo Prieto, en donde estrenó un flamante equipo, cuyo valor fue de tres millones de pesos. El Instituto de Física fue reubicado en la zona de la investigación científica; por su parte, el Departamento de Ciencias Atmosféricas fue dotado del instrumental necesario para convertirlo en una estación meteorológica completa.

El penúltimo mes de 1976, y debido a que desde 1967 la Unión de Universidades de América Latina había elegido a México como su sede, el rector hizo entrega del edificio que albergaría la Secretaría General de dicho organismo. La ocasión permitió nuevamente advertir los apoyos económicos del Gobierno hacia la Universidad, en las palabras de Guillermo Soberón: “fue posible construir [la sede] merced al apoyo directo del señor presidente del la República” (García, 1979, p. 94).

2.1.3. Sala Nezahualcóyotl

“La UNAM tiene desde el jueves pasado la primera sala de conciertos de Iberoamérica”, anunció en su portada la Gaceta de la UNAM del 3 de enero de 1977. Inaugurada el 30 de diciembre del año 1976, tuvo como telón de fondo el relevo presidencial en cuyo entorno se vivía una severa crisis económica y política. Sin embargo, en la Universidad se inauguraba la sala de conciertos Nezahualcóyotl, como primera etapa de una obra de mayor envergadura: el Centro Cultural Universitario, que, dicho sea de paso, se gestó durante una época de gran desasosiego para la sociedad mexicana.

En contraste con la realidad del país, la obra con la que inició el primer concierto de la “Sala”, como lo conocemos cariñosamente los universitarios, se tituló Fiestas, y en el acto solemne fue posible volver a reunir parte de la élite del poder de la época: Porfirio Muñoz Ledo, Carlos Hank González, Pedro Ramírez Vázquez, Guillermo Soberón, Javier Jimenez Espriú, entre otros. El presidente López Portillo esperaría un poco más para arribar a territorio universitario, pues aún estaba a flor de piel el recibimiento a Luis Echeverría un año antes.

2.2. José López Portillo: la solución somos todos

Al finalizar el año 1976, dio inicio el sexenio de José López Portillo. El presidente electo, al intentar deslindarse de su antecesor, puso como objetivos de la nueva política económica la autosuficiencia alimentaria y la producción de energéticos, a estas prioridades se anexarían, tiempo después, las de empleo, educación, producción de básicos, entre otras más.

Asimismo, López Portillo vio la necesidad de recuperar la credibilidad política perdida al finalizar la administración que le antecedió. De esta manera, la estrategia económica y la credibilidad política serían instrumentos esenciales, camino hacia el equilibrio social al que se llegaría fundamentalmente generando excedentes, es decir, se planteaba una estrategia matizada y los mismos objetivos, crecer para distribuir (Mirón & Peréz, 1988, p. 19).

Como eje del discurso del primer mandatario, estaba la idea de que “la solución somos todos”, así que el instrumento que cohesionó y materializó tal discurso fue la Alianza para la Producción, por la cual, los sectores sociales se pondrían de acuerdo para salir de la crisis y para organizarse con el fin de producir, distribuir y consumir de acuerdo con las necesidades del país (Mirón & Pérez, 1988, p. 26).

Con todo, los primeros tres años del sexenio fueron de recuperación económica y política y con buenos augurios, motivados por el descubrimiento de ricos yacimientos petroleros que ubicaron a México como el cuarto productor del hidrocarburo, lo que posibilitó el adelanto de pagos de la deuda con el exterior. El descubrimiento del recurso natural funcionó también como aval para la contratación de nuevos empréstitos, con lo que, en 1979, el país fue el primer receptor de crédito internacional, el cual se utilizó para apoyar la industria petrolera y hacerla el eje del crecimiento nacional.

El auge petrolero de esos años fue fundamental para el crecimiento económico, lo que se reflejó en un aumento en el gasto público, que pasó de 672,785 millones de pesos en 1977 a 2 761 126 millones de pesos en 1981 (Mirón & Pérez, 1988, p. 32). Como se puede observar, convertir al petróleo en el impulsor del crecimiento y garante del financiamiento externo fue una apuesta temeraria que, con la baja de los precios de los hidrocarburos y el aumento de las tasas de interés, produjo otra crisis de fin de sexenio.

2.2.1. Continúa la creación de infraestructura escolar

Las propuestas educativas de la administración lopezportillista están plasmadas en el Plan Nacional de Educación de 1977, en el que se impulsaron el programa Primara para Todos los Niños, la educación terminal, la planeación de la educación superior y la creación de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). La UPN se creó en 1978, sin embargo, no se tuvo claro los objetivos, pues se decía que se establecería en lugar de las normales o tendría el papel que ejercía la Normal Superior, en todo caso, lo más revelador fue su presupuesto inicial de 116,8 millones de pesos, pasando a 1068,7 millones en 1982, es decir, en cinco años su presupuesto creció nueve veces, con lo que no se está en desacuerdo, pero sí llama la atención que en época de crisis el gasto del Gobierno en el ámbito escolar fuera de esos niveles, aun tomando en cuenta la depreciación del peso y la inflación. Esto último nos lleva a preguntarnos por qué el presupuesto del ramo educativo no estaba necesariamente en proporción directa con la capacidad económica del Gobierno. La respuesta tentativa podría ser absolutamente política y no necesariamente económica, en la que la demanda social por educación haya ejercido tal presión, que endeudarse fue más redituable.

2.2.2. La universidad de todos los mexicanos (García, 1976) 1

De un total de 5834 millones de pesos asignados a la UNAM en 1977, Javier Jiménez Espriú anunció en el Excelsior del 7 de enero que 340 millones de pesos se utilizarían para nuevas construcciones. En cuanto al Centro Cultural Universitario, comentó que se terminaría por etapas, la última en 1980, y el costo sería de 150 millones de pesos.

Durante todo ese año, la Gaceta UNAM daría testimonio de la obra constructiva en nuestra Máxima Casa de Estudios; cabe destacar que casi en todas las ceremonias se contó con la presencia del rector Guillermo Soberón. En enero de ese mismo año se inauguró un laboratorio de idioma francés con la presencia del Consejero Cultural de Francia y en el Palacio de Minería se abrió una librería. Brigido Navarrete, director de Servicios Auxiliares, anunció los estudios tendientes a minimizar los costos administrativos y anunció también que un nuevo conmutador resolvería los problemas de comunicación en las distintas instalaciones recientemente construidas.

A fines del mes de enero se informó la apertura de cursos de licenciatura a través del Sistema de Universidad Abierta, asimismo se resaltan los trabajos de restauración de los murales de la Torre de Rectoría y la puesta en marcha del Centro de Actualización Permanente de la Facultad de Contaduría y Administración. Ya para marzo, el órgano informativo universitario señaló la construcción de las nuevas instalaciones de la Facultad de Ciencias.

En agosto comenzaron los trabajos para la edificación de tres comedores universitarios. Además, un año después de la apertura de la sala Nezahualcóyotl, seguían dándose gran cantidad de elogios al inmueble en cuan- to a su acústica y arquitectura, por lo que llegó a ser comparada por Lorin Maazel, director de la orquesta de Cleveland, con el Carnegie Hall. El 6 de diciembre en la columna “Universitarias” del periódico El Nacional, se mencionó la ampliación del Centro Cultural Universitario, señalando que la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales quedarían integradas al conjunto.

El siguiente año, 1978, no sería menos pródigo en actividad. A lo largo de este se aprecia la apertura de una nueva clínica periférica de odontología en la zona de Padierna, así como la inauguración de una tienda de autoservicio para los trabajadores. Se inaugura también el moderno domicilio de la Dirección General de Intercambio Académico. Como constancia de la dinámica constructiva en la Universidad, resultan reveladores los comentarios del doctor Soberón, sobre todo en cuanto a los recursos que no se detuvieron en esta época: “De acuerdo con las necesidades de una población creciente y heterogénea, la UNAM ha descentralizado sus instalaciones y ha multiplicado y perfeccionado sus tareas. Usando racionalmente el presupuesto -siempre creciente- que le otorga el Gobierno Federal [...]” (García, 1979, p. 118).

La inercia constructiva no se detenía, como se ve en la entrega de las instalaciones de la ENEP Iztacala, entre ellas una clínica odontológica y una universitaria de la salud junto a tres nuevos laboratorios, o en el flamante edificio en el que inicia el ciclo escolar, la Preparatoria 2 Erasmo Castellanos, cuya nueva dirección es la avenida Churubusco en la Ciudad de México. En mayo se inician los trabajos para la construcción del anexo de la Facultad de Medicina y la remodelación del Palacio de la Inquisición, de igual modo comenzaron las actividades de la mejorada Casa del Lago en el Bosque de Chapultepec. Por su parte, la Unidad de Diseño Industrial estrenó nueva ubicación en el lugar que había ocupado la Facultad de Ciencias, reacondicionando el inmueble a los nuevos requerimientos.

3. El Cincuentenario de la Autonomía Universitaria

Por celebrarse el Cincuentenario de la Autonomía Universitaria, 1979 fue significativo para la comunidad universitaria. El rector Soberón expresó, con motivo de la presentación del programa de festejos, que con la autonomía la Universidad había logrado su independencia del Gobierno y que, en apego a su Ley Orgánica, pudo establecer sus propios planes y programas de estudio y de investigación, garantizando la libertad de cátedra e investigación. Conquistó, de igual modo, el derecho de organizarse internamente y elegir a sus autoridades y funcionarios.

En lo que respecta al tema financiero, la autonomía permitió que la Universidad pudiera administrar su presupuesto en concordancia con sus prioridades, obli- gándose el Estado a contribuir con el subsidio anual que le corresponde (Villanueva, 1979, p. 3). Con tales expresiones, Guillermo Soberón no podía ser más claro sobre los apoyos recibidos por el gobierno del presidente López Portillo, de ello da cuenta el presupuesto para 1979, aprobado por el Consejo Universitario en su sesión del 9 de enero del año mencionado.

Del texto de presentación del presupuesto, se desprende que el subsidio gubernamental había sido 22 % mayor al de 1978, es decir, se otorgó la cantidad de 9 458 844 millones de pesos, 1700 millones más que el ejercicio anterior (Villanueva, 1979, p. 5). Tal como se había mencionado, se tenía la libertad de administrar los recursos, por lo que, para multiplicar y diversificar la extensión universitaria, se asignaron 822 millones de pesos,43% más que un año antes y casi un10% del total de los recursos para 1979.

Tal suma se destinaría a la construcción de la segunda etapa del Centro Cultural Universitario, la conclusión del teatro Juan Ruíz de Alarcón, el Foro Sor Juana Inés de la Cruz y la edificación de la Unidad Bibliográfica, entre otras obras del citado centro. Cabe resaltar que dentro del programa de Celebración del Cincuentenario de la Autonomía Universitaria, el punto de culminación sería la Inauguración del edificio de la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales, como se verá más adelante.

El programa general de celebraciones abarcó todo el año 79 e incluyó una exposición sobre la Universidad, mesas redondas sobre temática de legislación universitaria, autonomía y sobre la relación de la UNAM y los problemas nacionales, simposios científicos, apertura de diversas instalaciones como el teatro Juan Ruíz de Alarcón y el Foro Sor Juana (Soberón-Acevedo, 1979, p. 2).

En abril se inauguró el Centro del Espacio Escultórico y en septiembre abrió sus puertas el Observatorio Nacional de San Pedro Mártir. Es este año un amplio catálogo de corte de listón en distintos escenarios en los que se daría cita la clase política universitaria y, en algunos casos, parte de la oficial, lo que evidencia la cercanía entre ambos grupos. En otras ocasiones también estaría representada la comunidad artística, como en ocasión de la inauguración del Espacio Escultórico.

4. Inauguración de la Unidad Bibliográfica

El día 3 de diciembre de 1979 se dieron por concluidos los festejos del Cincuentenario de la Autonomía de la Universidad con la ceremonia inaugural del edificio que albergaría a la Biblioteca y Hemeroteca nacionales junto con el Centro de Estudios sobre la Universidad (el actual Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación).

La Gaceta UNAM de ese día anunció en su primera página tal ceremonia, en cuyo programa participaba la intervención del secretario de las comisiones orga- nizadoras de los festejos, doctor Jorge Carpizo; de la maestra María del Carmen Ruíz Castañeda, directora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas; del doc- tor Guillermo Soberón y de la licenciada Elena Jeanneti, directora del Centro de Estudios sobre la Universidad. Nada se mencionó sobre la participación de José López Portillo, un presidente en el campus universitario desde la accidentada salida de Luis Echeverría en 1975.

4.1. Prefacio de la inauguración

Como ya se había anotado al principio de este escrito, el rectorado de Guillermo Soberón estuvo inmerso en una polémica continua y este acto fue nuevamente causa de ella. Se dijo, también, que la política de apertura y gasto público que se decantó sobre la educación superior y en particular sobre la UNAM se podía considerar como una política del Estado para recuperar la legitimidad y hacer cicatrizar el autoritarismo empleado con los estudiantes en 1968 y 1971 y con otros movimientos sociales anteriores.

Certificar si las acciones del Gobierno habían dado resultado se pondría a prueba en este día. La apuesta de aceptación de un mandatario en el territorio de una parte de la sociedad ampliamente lastimada requería de la cercanía entre el poder público y la aristocracia universitaria y, como elemento legitimador, del decreto que elevó a rango constitucional la autonomía universi- taria que José López Portillo había promulgado el 10 de octubre de 1979; a los actores sociales de la discrepancia pasada y presente se les intentó unir simbólicamente en este acto. La inauguración de la Unidad Bibliográfica sería testigo presencial y hoy, a través de sus acervos, testimonio vivo de aquellos días.

En términos políticos, la estrategia de los dos sexenios aquí mencionados no tuvo el resultado esperado. Joel Ortega, secretario general del Comité Seccional del Partido Comunista en la UNAM, firmó un desplegado oponiéndose a la posible presencia del primer mandatario en la Universidad; visita en la que no se había pedido la opinión de la comunidad, práctica que caracterizaba a la burocracia encabezada por Guillermo Soberón, opinaba el activista.2

La década del setenta dejaba tras de sí la derrota del Estado por restituir un tejido social muy vulnerado, pero sería el telón de fondo en el que llegaría a hospedarse en el campus universitario la memoria histórica de México, la cual tomaría para sí, de manera formal, los colores azul y oro que distinguen a nuestra Máxima Casa de Estudios.

4.2. Unas horas antes

El día lunes 3 de diciembre de 1979, algunos periódicos capitalinos anunciaban la apertura del edificio de la Unidad Bibliográfica, que albergaría a la Biblioteca y Hemeroteca nacionales, así como al Centro de Estudios sobre la Universidad. El evento era de particular relevancia, pues se le había escogido como punto culminante de los festejos de los cincuenta años de autonomía universitaria, elevada a rango constitucional por decreto del principal invitado al acontecimiento.

Un día antes, se menciona, había gran cantidad de trabajadores dando los últimos detalles al recinto, entre todo el personal destacaba un personaje que iba y venía de un lugar a otro supervisando hasta el último pormenor, el rector Guillermo Soberón. Desde las nueve treinta, el rector, seguido por una nube de ingenieros, arquitectos y colaboradores, se enteraba de los atrasos surgidos y hacía sugerencias para que todo luciera de la mejor manera a los ojos del presidente. Como es costumbre en nuestro país, las cosas se inauguran sin terminar, y esta no era la excepción:

los elevadores aún no se instalaban, los volúmenes de libros y periódicos no se acomodaban todavía, las alfombras estaban sobrepuestas... Algunos sillones apenas se fabricaban ahí, sobre la marcha; una es- cultura de Manuel Hersua se colocaba rápidamente y, en el exterior, a los postes también les tocaba su “mano de gato” y en los espacios libres se sembraban palmeritas y matas de flores. (Novedades, 1979)3

Soberón, valga decirlo, ponía a punto el edificio para recibir a la Biblioteca Nacional con sus 1 750 000 volúmenes que residieron por ciento doce años en el extemplo de San Agustín y a la Hemeroteca Nacional que desde 1944 se ubicó en el extemplo de San Pedro y San Pablo, la cual llegaba a su nueva ubicación con un bagaje de 110 000 tomos de publicaciones nacionales y extranjeras (Aguilar, 1979, p. 14).

4.3. La inauguración

En punto de las diez de la mañana del 3 de diciembre de 1979 arribó al Centro Cultural Universitario el autobús José María Morelos en el que viajaba José López Portillo, acompañado, entre otros, por el doctor Guillermo Soberón, quien habría hecho antesala en la residencia oficial de Los Pinos en espera del mandatario quien inauguraría el edificio de la Biblioteca Nacional y daría por concluidos los festejos del cincuentenario de la autonomía. En el lugar, se encontraban reunidos los representantes de los poderes Legislativo y Judicial, miembros del gabinete, funcionarios y catedráticos universitarios, todos ellos sentados en una treintena de hileras de sillas alrededor del presídium ubicado en lo alto de la escalinata de acceso al recinto.

El acto universitario fue de tal importancia para la Universidad que, como en otros actos solemnes, el rector lució la venera que lo identifica como el jefe nato de nuestra institución. No obstante, también tendría tintes oficialistas con la presencia del primer mandatario, por lo que debía llegar a como diera lugar: “Joaquín Gamboa Pascoe, el líder del Senado, entró como tromba al grito de ‘ábranse’. El legislador venía sumamente retrasado y desesperadamente trataba de llegar hasta el presidente...” (Luna, 1979, p. 29).

El programa se inició con el ceremonial a la investidura presidencial y, enseguida, Jorge Carpizo hizo un resumen de las actividades en torno a la celebración. La maestra María del Carmen Ruíz, en su turno, hizo una alocución histórica de la institución, después, participaron los coros de la Universidad, el de la Academia de la Universidad y el de la Escuela Nacional de Música, con la pieza “Mira: viene el héroe conquistador del Judas” de Hendel.

Seguidamente, el rector entregó a Juan Francisco Molinar Horcasitas el premio a la mejor tesis sobre la autonomía; momentos después, la licenciada Jannetti habló sobre la importancia del Centro de Estudios sobre la Universidad y sus archivos, y luego dio paso a la participación de Guillermo Soberón. El acto fina- lizaría con la intervención del presidente, quien al ir terminando su discurso expresó: “declaro clausurados hoy... y en ese momento se escuchó el Aleluya, interpretada por el coro de la UNAM” (Aguilar, 1979, p. 11).

A los discursos siguió la visita al edificio, en donde, desde el balcón del cuarto piso de la Biblioteca Nacional, José López Portillo admiraría con atención el lugar sobre el que algún día los interesados en los episodios acontecidos durante su administración indagarían los acontecimientos que son materia prima para la reconstrucción del pasado.

Terminada la ceremonia, a las once treinta, el mandatario abordó nuevamente el autobús José María Morelos para retirarse del campus. El operativo de seguridad, compuesto por vigilantes de la UNAM, policía preventiva y agentes vestidos de civil, concluyó su encargo. No obstante, el punto final lo dieron un grupo de jóvenes que llegaron en marcha por la avenida Insurgentes y quienes no estaban de acuerdo con la presencia del presidente en suelo universitario. Finalmente, “el Presidente había regresado a su Universidad, todo se desarrolló en perfecto orden y el rector Soberón y sus colaboradores, que en un principio se notaban bastante nerviosos, festejaban su éxito” (Luna, 1979, p. 29).

La transitoria victoria que se expresaba en la prensa de ese día fue solo la narración de un acto que pretendió señalar el punto de encuentro entre la Universidad y el Estado mexicano; de cualquier manera, el lector queda en libertad de dar la mejor interpretación a este episodio, en todo caso lo que nos trajo hasta aquí es rememorar la edificación de un hogar para una muy importante parte de la memoria histórica de México, lo que dio sentido a las palabras de la directora de la Biblioteca Nacional.

5. La Unidad Bibliográfica: memoria y modernidad

En su discurso, María del Carmen Ruíz Castañeda señaló a la Biblioteca Nacional como consecuencia de la necesidad educativa del liberalismo, por ello su objetivo primigenio fue el de difundir el conocimiento entre los mexicanos menos afortunados, para así asegurar la libertad y el orden público. Con tal propósito la institución ocupó instalaciones de gran belleza arquitectónica, pero no aptas para la realización de las actividades de una biblioteca moderna.

Es en tal sentido y entusiasmada por el nuevo domicilio institucional que menciona: “las antiguas instalaciones se habían convertido en un impedimento para el paso de una etapa tradicional de los servicios a otra moderna y operante [...]” (Ruiz-Castañeda, 1979, pp. 2-3). Es aquí, después del camino recorrido en este escrito, en donde se puede encontrar la trascendencia, el verdadero valor del edificio de la Biblioteca y Hemeroteca nacionales, pues es solamente aquí en donde a lo largo de los últimos años se ha transcurrido de un imperio de tarjetas catalográficas a un espacio más democrático de acceso a las publicaciones, a través de modernos catálogos en línea.

El compromiso que avizoró la entonces directora se ha ido materializando a lo largo de los cuarenta años que en 2019 cumple nuestro edificio, cuatro décadas en las que, infatigablemente, innumerable cantidad de personas han contribuido a que el acervo se difunda y conserve, y que contribuya así a la reconstrucción del pasado mexicano.

6 Referencias

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Aguilar, G. (4 de diciembre de 1979). Es vulnerable la autonomía, acusa Soberón. Novedades , pp. 1-12. [ Links ]

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1Para ampliar la información sobre los acontecimientos verificados en el arco temporal de este trabajo, se puede consultar la citada obra de Elisa García Barragán.

2La prensa de la época mencionó la inauguración del nuevo edificio de la Biblioteca y Hemeroteca nacionales, pero guardó silencio sobre la asistencia de José López Portillo.

3Es el único periódico que de manera indirecta da a entender que el presidente estaría presente en la ceremonia inaugural.

4Fotos tomadas de http://www.ahunam.unam.mx

Anexos. Fotos de la ceremonia de inauguración de la Unidad Bibliográfica.4

Fuente: Archivo Histórico de la UNAM.

Foto 1 Panorámica del edificio de la Unidad Bibliográfica. 

Fuente: Archivo Histórico de la UNAM.

Foto 2 El presidente, José López Portillo, y el rector de la UNAM, Guillermo Soberón, en la ceremonia de inauguración 

Fuente: Archivo Histórico de la UNAM.

Foto 3 Discurso del presidente, José López Portillo, en la ceremonia de inauguración. 

Fuente: Archivo Histórico de la UNAM.

Foto 4 Explicación de la maqueta arquitectónica de la Unidad Bibliográfica. 

Fuente: Archivo Histórico de la UNAM.

Foto 5 Recorrido por las instalaciones de la Unidad Bibliográfica. 

Archivo Histórico de la UNAM.

Foto 6 Vista panorámica desde la Unidad Bibliográfica. 

Recibido: 15 de Enero de 2019; Aprobado: 22 de Abril de 2019

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