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Revista Interamericana de Bibliotecología

versión impresa ISSN 0120-0976versión On-line ISSN 2538-9866

Rev. Interam. Bibliot vol.46 no.2 Medellín mayo/ago. 2023  Epub 04-Sep-2023

https://doi.org/10.17533/udea.rib.v46n2e345544 

Investigaciones

La fotografía como memoria histórica y la importancia de su rescate*

Photography as a historical memory and the importances of its rescue

Merizanda M.C. Ramírez Aceves1 

Angélica Paulina Arreola Hernández2 

1Universidad Autónoma del Estado de México, México: http://orcid.org/0000-0001-5953-3539

2Universidad Autónoma del Estado de México, México: http://orcid.org/0000-0002-8543-9906


Resumen

En la actualidad, tomar fotografías se ha vuelto un proceso cotidiano facilitado por la popularización de la tecnología, en contraposición con lo ralentizado que era en el pasado. De cualquier manera, esta manifestación humana se posiciona como parte de la memoria histórica de una sociedad. Pero, ¿cómo se vinculan la fotografía y la memoria histórica para determinar su importancia y optar por su conservación? Este es justo el cuestionamiento al que se intentará dar respuesta en el análisis que se presenta a continuación. Se concluye que la fotografía juega un papel destacado como memoria histórica que incide en el imaginario colectivo y funge como evidencia visual que merece ser conservada en los archivos.

Palabras clave: fotografía; memoria histórica; imaginario colectivo; documento de archivo; conservación; archivos fotográficos

Abstract

Today, taking pictures has become a daily process facilitated by the popularization of technology, as opposed to how slow it was in the past. Either way, this human manifestation is positioned as part of the historical memory of a society. But, how are photography and historical memory linked to determine its importance and choose its conservation? This is precisely the question that will be tried to answer in the analysis that follows. It is concluded that photography plays a prominent role as a historical memory that affects the collective imagination and serves as visual evidence that deserves to be preserved in archives.

Key words: Photography; historical memory; collective imaginary; file document; conservation; photo archives

Introducción

El objetivo de este artículo es explicar el papel de las fotografías en la construcción de la historia de una sociedad, con el fin de resaltar la importancia de su preservación. Es un estudio de corte cualitativo que utiliza un método analítico basado en la investigación documental.

En él se realiza una revisión de la literatura que otorga fundamentos teóricos para establecer la importancia de la fotografía como elemento de la memoria histórica de la sociedad. A simple vista es fácil deducir que una fotografía tiene valores secundarios, de acuerdo con la archivística, ya que usualmente se usa para dar testimonio de un hecho o fenómeno particular, da información y testimonian un acto acaecido, por lo tanto, puede usarse para dar testimonio de un evento histórico. Pero poco se habla del sustento teórico que hace que se llegue a pensar en su importancia como fuente de investigación. Así, factores como la historia de este soporte documental, su vínculo con la construcción de la memoria y con el imaginario colectivo contribuyen a entender las razones por las que la fotografía debe preservarse como parte del patrimonio histórico-documental de una sociedad.

Métodos

Son muchos los textos que sobre la doctrina fotográfica se han escrito, casi en la misma proporción que los que hay sobre memoria histórica. Para este estudio destacan las ideas de Abbruzzese, Fraga, Frutos y Latorre para el primer campo cognitivo y de Ballesteros, Carretero, Ibarra y Pinilla para el segundo. Y a pesar de esta diversidad, pocos son aún los que reflexionan sobre la importancia de la fotografía como memoria histórica para su conservación en los archivos. Es así como se aporta, desde el terreno del análisis crítico, una visión más precisa sobre el impacto social de esta fuente de información en la configuración de la memoria histórica y por tanto, la importancia de su rescate. Esto a su vez, coadyuva a la descripción y, por tanto, diseño de instrumentos de recuperación informativa en el campo de la archivística.

Resultados

Orígenes de la fotografía

La humanidad se caracteriza por ser curiosa, todo a su alrededor le causa interés, es por ello que a lo largo de la historia han tenido cabida un sinfín de estudios que le han dado respuesta a sus inquietudes y han mejorado su vida. Una de esas interrogantes es sobre el efecto que ocurre cuando un espacio completamente oscuro recibe, a través de un pequeño orificio, un ente de luz que a su vez proyecta dentro de ese espacio una imagen invertida del exterior. Este fenómeno intrigó a los científicos, quienes fueron capaces de explicarlo y posteriormente usarlo para crear la fotografía, volviéndose por lo tanto el antecedente más remoto del mencionado invento. El estudio de este efecto no tuvo como propósito inicial capturar imágenes, al principio sólo se trataba de un evento que merecía ser explicado. Uno de los primeros en hablar de él fue Aristóteles (s. IV a. C.), quien se percató de esto cuando estaba estudiando un eclipse, observó que éste podía reflejarse en el suelo a través de los orificios que formaban las hojas de un árbol; con el paso del tiempo este fenómeno fue recreado dando origen a la cámara oscura, cuya invención se atribuye principalmente a Alhacén (965-1040 a.C., Arabia). (Fraga, 2016: 3)

El invento fue utilizado por diversos personajes para distintos fines, Leonardo Da Vinci lo hizo para explicar el funcionamiento del ojo humano, mediante una comparación con el efecto de la cámara oscura. (Frutos Esteban, 2008: 1) Como puede verse, la creación de imágenes aun no tenía lugar, quizás su efecto continuaba causando asombro y por esa razón seguía siendo explicado, sin embargo, su utilidad fue descubierta por algunos artistas del Renacimiento que la usaban para realizar dibujos de gran escala. Este uso acercó aún más a los científicos a la fotografía, pues ahora ya se percibía la utilidad de la cámara oscura para crear imágenes. De allí que no sea extraño que con el correr de los años se le colocara un lente al artefacto que lo que ayudó a perfeccionar la imagen proyectada.

Del Renacimiento se da un salto hasta el siglo XVII, época en que tuvo lugar otro evento importante que acercó a la cámara oscura hacia la fotografía. Johann Zhan adaptó este artefacto reduciendo su tamaño al de una caja y colocándole un lente en el orificio (Hoppe Guiñez, Claro Eyzaguirre y Serey Weldt, 2015: 11). Podría decirse que la cámara oscura de Zhan es el antecedente de la cámara fotográfica, pues anteriormente el efecto que se ha explicado era recreado en una habitación.

El interés por fijar las imágenes proyectadas sobre un soporte fue el siguiente propósito perseguido por diversos científicos, es por ello que a lo largo de los años se presentaron un gran número de aportaciones, entre las que destacan estudios sobre la acción de la luz sobre las sales de plata de Carl Wilhelm Scheele; sobre la sensibilidad del nitrato de plata a la luz de J. H. Schulze y; las siluetas que logró reproducir con el nitrato de plata en 1802 Thomas Wedgwood, por mencionar solo algunos. Las investigaciones que surgieron durante los siglos XVII-XVIII fueron el sustento necesario para dar lugar al siguiente paso: lograr que las imágenes proyectadas en un soporte a través de la cámara oscura quedaran impregnadas de forma permanente en un soporte por medio de métodos químicos. Fue en el siglo XIX donde tuvo cabida la primera imagen obtenida a través de la cámara oscura, a cargo del científico Nicéphore Niépce, a partir de este evento la fotografía tuvo una larga trayectoria hacia su mejora continua. Destacan los trabajos de Louis Daguerre con el daguerrotipo en 1839; de William Henry Fox Talbot con el calotipo de 1835 a 1841; de Claude Feliz y Abel Niepce de Saint-Víctor con el calotipo a la albúmina en 1847; de Frederick Scott Archer con el colodión húmedo en 1851; de R.L Maddox con las placas secas en 1871; de Richard Kennett con la venta de placas listas para usarse en 1873; de Charles Bennett con el papel seco de bromuro en 1878; de George Eastman con el rollo flexible de 1884 a 1888; de Louis y Aguste Lumiére con el procedimiento tricromo en 1907; de la Compañía alemana Leitz con la primera cámara de precisión Leica en 1925; de la Casa Kodak con la primera película a color en 1937, la cámara fotográfica digital en 1975 y la Kodak DCS-100 con una resolución de 3 megapixeles en 1991; de Edwin Land con Polaroid en 1947; de Russell Kirsh con la imagen digital en 1957; de la NASA con las imágenes satelitales en 1960 y; de las Compañías Sony y Canon con las cámaras digitales Sony Mavica y Canon RC-701 respectivamente en 1980. De 2002 a la fecha las cámaras cuentan con sensores que superan los 6 megapixeles de resolución. A partir de entonces se han desarrollado cámaras con resoluciones cada vez más amplias y con sistemas mucho más compactos.

La historia de la fotografía es un largo camino hacia el mejoramiento permanente, ya que una vez que Niépce logró capturar la primera fotografía duradera, el siguiente paso era que esa imagen fuera más nítida, cosa que logró Daguerre. Con este gran avance los pintores comenzaron a sentirse intimidados, pues la fotografía, en comparación con la pintura, era la copia fiel de aquello que retrataba, así que las personas comenzaron a creer que los artistas desaparecerían, mientras que éstos argumentaban que la fotografía era el refugio de pintores sin talento. (Latorre, 2012: 24) Obviamente no fue el fin de la pintura, pero sí se vio desplazada por la fotografía, ya que ésta iba perfeccionándose paulatinamente.

De este rápido recorrido se puede establecer que desde sus inicios la fotografía fue un invento que revolucionó la forma de registrar las imágenes de la memoria humana, antes de su invención existían la pintura y el dibujo, y pese a haber pintores y artistas prodigiosos las personas, objetos y fenómenos, siempre podían quedar plasmados de forma subjetiva debido a las propias emociones y actitudes humanas de quien hacía las pinturas. Lo único cierto es que la fotografía fue un instrumento con más aplicaciones que las creativas o artísticas, su naturaleza provoca que sea usada por cualquier persona, desde el científico, el periodista, el diseñador, el criminólogo hasta un estudiante o ama de casa.

Historia y memoria

La historia y la memoria son dos conceptos vinculados por un elemento común: el pasado. Todos los acontecimientos que se desarrollaron tiempo atrás pueden ser recuperados gracias a la rememoración, o bien, a los resultados que un historiador obtiene tras una investigación, sin embargo, este vínculo no implica que sean lo mismo o que puedan entenderse como términos equivalentes. Existen claras diferencias entre historia y memoria, así como el lugar que cada una ocupa, pero ambas son construcciones de lo ocurrido. La memoria surgió como defensa contra la historia oficial que perseguía ciertos intereses políticos. Para Traverso este interés por la memoria se vería reflejado en los trabajos que surgieron en la década de los 60, cuyo contenido se basaba principalmente en testimonios de sectores subalternos que no eran los archivos oficiales. (Pinilla, 2013: 15)

Si la historia se construía a partir de los archivos oficiales del Estado era lógico que se dejaran fuera otras visiones que podían ser de interés para la sociedad, ya que enriquecen el panorama histórico, sobre todo cuando se vincula con las víctimas de alguna guerra o ataques de un gobierno opresor. Aquellos sectores subalternos, que debido a la construcción de la historia oficial se pierden, se olvidan, porque la historia es construida por los vencedores y tristemente, en más de una ocasión se vuelve un instrumento de las políticas gubernamentales para encubrir o borrar hechos.

Leonor Arfuch, José Camilo Becerra y Custodio Velasco ponen especial énfasis en el papel social que juega la memoria, ya que ésta se presenta como la respuesta de las víctimas o sobrevivientes de poderes hegemónicos que buscan borrar el pasado de éstos a través de una historia oficial, por lo tanto, la memoria es una vía para la justicia y la defensa de los derechos humanos. Mientras la historia puede responder a los propósitos de quienes ostentan el poder, la memoria es la mejor defensa de las víctimas, gracias a ella sus recuerdos prevalecen y, en el mejor de los casos, ayudan a castigar a los responsables de crímenes atroces.

Pero, así como la memoria tiene virtudes, también posee debilidades. Julio Aróstegui menciona que los testimonios pueden ser interpretados de muchas formas, y que por lo tanto no se puede confiar plenamente en ellos. (Becerra Mora, 2015: 59) Este argumento es razonable porque la memoria también es susceptible de ser manipulada, pues cada persona recuerda un acontecimiento de forma distinta. Además, de acuerdo con su percepción y experiencia ha de rescatar lo que a su consideración es más importante. Kuri Pineda también apoya esta postura destacando que la memoria se puede crear a partir de experiencias reales, pero a veces la imaginación, lo ficticio se integra en esos recuerdos, haciendo que la historia resulte ser más objetiva para la reconstrucción del pasado gracias a su método para estudiarlo.

Las principales diferencias entonces, se ubicarán en dos dimensiones, por un lado las fuentes y por otro el enfoque de estudio del pasado, mientras que la historia reside en los documentos, la memoria es un cuerpo vivo, porque emana de las personas, pero ya que la existencia de los seres humanos es efímera, es obvio que sus recuerdos desaparecerán el día que mueran, por lo tanto, la historia tiene una ventaja frente a la memoria, pues sus fuentes presentan una mayor permanencia en este mundo.

Por otro lado, el enfoque de estudio o la forma de tratar el pasado también plantea diferencias notables entre una y otra, de manera general la historia busca evidencias documentales, posteriormente las analiza (interroga, compara, deduce) para conocer su veracidad y finalmente genera un nuevo documento con los resultados de su estudio; por su parte, la memoria se compone de recuerdos, que se crean gracias a las experiencias que una persona tiene a lo largo de su vida y éstos solo surgen cuando la persona recibe algún estímulo externo, de este modo se puede decir que cada una tiene una función distinta: “…la memoria no compara sus caras para formar una imagen integral, no busca conocer, sino evocar”. (Pinilla, 2013: 131)

Existen dos tipos de memoria: la individual y la colectiva. La primera es la que permanece en la mente de cada individuo, mientras que la segunda se difunde y adopta por toda una sociedad y se deposita en los lugares de la memoria, término acuñado por Pierre Nora en el siglo XX que hace referencia a aquellos recintos en donde la memoria se conserva, puntos en donde la sociedad puede reencontrarse con su pasado. (Becerra Mora, 2015: 59) Un ejemplo de este tipo de lugares son los archivos históricos, la materia prima de la historia, así que es posible decir que la historia necesita de la memoria, pero ésta también necesita de la historia.

Pese a las diferencias que constantemente parecen colocar a ambos términos en un punto de superioridad respecto el uno del otro, persiste la idea de que ambas se necesitan, porque sin una no puede existir la otra, la historia necesita los testimonios de la memoria para poder crecer y ampliar la visión del pasado, incluso llegar a desmentir hechos falsos impuestos por la historia oficial, en pocas palabras “...brinda la posibilidad de resignificar el pasado”. (Martínez Quintero, 2013: 41) Pero sin la historia y sus métodos para analizar esos testimonios, la memoria no podría difundirse o aceptarse como válida, ambas contribuyen a acercarse a un panorama más objetivo del pasado, tal como lo explica Alfonso Pinilla: la comparación y comprensión de restos del pasado hace posible que no se caiga en dogmatismos o en relativismos.

Un concepto que unifica a ambos términos es el de memoria histórica, que para Julio Aróstegui será el equilibrio entre ambas, porque retoma esos testimonios olvidados, pero a su vez, los somete a los métodos de la historia, “La memoria histórica supone el esfuerzo de pasar de la memoria escrita por los vencedores, a la historia que articula la parte de los vencidos”. (Vélez, Sierra, Rodríguez y Becerra, 2016: 39) Es así como los recuerdos de distintas personas son unidos y organizados para formar un relato que sea coherente y que pase a formar parte de la historia.

Noberto Emmerich lo identifica como un recuerdo colectivo que busca preservar la identidad de una comunidad, pero, sobre todo, dotarlo de los significados correctos para que los errores pasados no se vuelvan a repetir, por lo tanto, su función es el rescate de la memoria social, la cual es importante para aquellos que han sufrido los estragos de una guerra y que buscan recuperar esa memoria que se ha perdido. De esta manera, la memoria histórica parece ser una forma de aprendizaje sobre el pasado para no volver a cometer los mismos errores, superarlos, que no es lo mismo que olvidarlos.

La memoria histórica ha de ser vital para que los miembros de una comunidad puedan reconocerse como seres temporales, herederos de una cultura, de una identidad. Y los lugares de la memoria serán vitales en estas construcciones históricas porque albergan bienes tangibles que han logrado sobrevivir al paso del tiempo, son sobrevivientes y patrimonio de un pueblo. Antequera Guzmán hace énfasis en la dotación de sentido que éstos pueden llegar a tener, es entonces que pueden llegar a ser símbolos que representen ciertos eventos pasados, siendo una forma de rememoración social, como un monumento. La idea de sentido es muy importante porque es gracias a él que los seres humanos pueden comprender y apropiarse ese pasado, dotándolo del valor suficiente para preservarlo y cuidarlo.

Es curioso observar cómo a pesar de que las personas no formaron parte de los acontecimientos del pasado, pueden llegar a percibirlo como suyo gracias a la memoria histórica, un ejemplo claro son las fotografías familiares, una persona pudo no haber estado presente cuando sus tíos y su padre jugaban en el parque, pero a través del relato de uno de ellos y de la imagen de ese momento va incorporando ese recuerdo ajeno a su memoria, aunque no se trate de una experiencia propia.

Lo más importante a destacar es que a pesar de sus diferencias, tanto la historia como la memoria, se complementan mutuamente, ya se vio que la memoria puede desmentir hechos impuestos por la historia oficial, contribuyendo así con la defensa de los derechos humanos, pero la historia le da un orden, gracias a los métodos de análisis, comparación y confrontación de evidencias. (Ibarra, 2007: 17) Así que una no es superior a la otra, ambas son importantes y la memoria histórica viene a resaltar ese hecho, busca rescatar del olvido los testimonios de las víctimas, es una forma de rendir respeto y mostrar empatía hacia ellos.

La construcción de la memoria

La memoria se manifiesta en la vida humana a través de los más diversos estímulos, como un aroma, un sonido o una imagen, un detonante que hace que las personas se remonten a un instante específico de su vida, haciendo que algo que parecía ausente vuelva a manifestarse en el presente. Este tipo de memoria se conoce como individual, aquella que se origina y permanece en la mente de cada sujeto, pero la memoria también puede adquirir un carácter colectivo. Veamos por qué…

La forma en cómo funciona la memoria humana es compleja, tanto que la psicología ha planteado que ésta se compone de varios niveles o estructuras mentales. El primero según Donald Broadbent es el registro sensorial, entendido como el espacio mental capaz de almacenar mucha información sensorial pero con una duración muy breve. (Ballesteros, 1999: 705) A este nivel de la memoria también se lo conoce como memoria sensorial, la cual recibe información a través de los sentidos, siendo los estímulos más sobresalientes los visuales y auditivos, aunque el resto también pueden impactar de forma permanente en la memoria humana. Sin embargo, las imágenes son las que más recuerdos pueden evocar, porque la mayor parte de la información que el ser humano recibe la percibe a través de la vista, si bien es cierto que el resto de los sentidos son importantes e indispensables para que las personas puedan interactuar con el mundo, es la capacidad sensorial de la visión la que permite reconocer fácilmente formas, colores, símbolos y signos.

El siguiente nivel es la memoria de trabajo, propuesto por Baddeley y Hitch en 1974, aunque anterior a esta propuesta, el segundo nivel era la memoria a corto plazo, que se identifica como el contenedor en donde la información sensorial no solo se almacena, sino que se organiza. (Alonso García, 2012: 200) Ahora bien, la memoria de trabajo se presenta como un modelo más completo respecto a su predecesor ya que plantea elementos que demuestran que esta segunda estructura es más que un almacén de información, en especial porque como menciona Vásquez Echeverría en ella se manipula información en periodos muy breves de tiempo, además está en constante intercambio de información con el siguiente nivel de la memoria. (Vásquez Echeverría & Martín, 2015: 118)

El último nivel es la memoria a largo plazo, en donde se conserva información de forma permanente. Se integra de cocimientos sobre el entorno, la sociedad y la cultura, recuerdos personales, lenguaje y significados. A partir de ella el ser humano puede recuperar conocimientos o experiencias de los cuales se puede valer para sobrevivir o adaptarse, de esta manera la memoria se vuelve indispensable para que un individuo tenga una guía, algo que le indique, a través del recuerdo, cuales son las consecuencias o beneficios de determinadas acciones. Su importancia es proporcional a su compleja composición, pues está dividida en dos grandes secciones: explícita, compuesta por la memoria semántica y la episódica, en conjunto ayudan a recuperar de forma consciente significados, conceptos y experiencias e implícita, que se integra por la memoria procedimental, habituación y sensibilización y aprendizaje asociativo por condicionamiento. Todas estas secciones recuperan la información cuando se ejecuta una acción. Esta es la forma más simple de comprender la memoria a largo plazo, pero lo importante es la forma en cómo recupera la información.

Pero además de estas tres estructuras, en la memoria tienen cabida tres procesos: La codificación, se refiere al proceso de transformación de los estímulos en representaciones neuronales, que pueden ser breves o permanentes. El almacenamiento, que sirve para resguardar la información. Alonso García añade que esta se encuentra organizada mediante categorías y relaciones, lo cual es importante porque el cerebro humano como cualquier sistema de información, necesita estar organizado, pues de lo contrario la localización y la recuperación de la información se dificultaría o imposibilitaría. Este último proceso se puede realizar de forma voluntaria o involuntaria.

Por otro lado, la memoria no sólo se conforma de recuerdos, sino también de olvido que determina qué formará parte de ésta y qué no lo hará. Este proceso es natural ya que el ser humano es incapaz de guardar en su mente todas las cosas que vive, de allí que la memoria sea selectiva, (Pinilla, 2013: 131) pues guarda aquellos elementos que son más significativos para un individuo por el impacto que tuvieron en su vida. Para Yosef Hayi Yerushalmi, el sistema de valores inculcado en un sujeto tiene gran influencia en aquello que se conserva en la memoria o bien se olvida. Esto es importante si se piensa que un individuo nace y crece en una comunidad específica, la cual posee una serie de manifestaciones materiales, espirituales, intelectuales y culturales que este individuo debe aprender para ser aceptado y tener un sentido de pertenencia, lo que vuelve a la memoria un elemento trascendental para poder conformar la identidad de una persona. Este último punto se relaciona con la memoria colectiva porque involucra marcos sociales que son, según Halbwachs “…el espacio, el tiempo y lenguaje, todos ellos construcciones que no son estáticas ni rígidas y que al modificarse inciden en la propia dinámica memorística, de forma tal que ésta puede desaparecer o mutar…”. (Kuri Pineda, 2017: 12) El tiempo, como ya se había mencionado, es esencial para la rememoración, ya que la memoria se constituye de hechos pasados; el espacio se vincula porque en él se encuentran todos los elementos estimulantes o detonantes del recuerdo y; el lenguaje es esencial para la transmisión de ideas, orales o escritas, expresadas a través de signos lingüísticos, los cuales conforman representaciones mentales, necesarias para recordar.

A partir de esos nexos comunes un conjunto de individuos puede generar una memoria colectiva que se compone de recuerdos históricos, aquellos que se obtienen de libros de historia y documentos de archivo, que se hacen presentes a través de festividades y conmemoraciones. (Muller y Bermejo, 2013: 249) Esos hechos históricos son transmitidos y aprendidos por los miembros de una sociedad que, a pesar de no haber presenciado esos eventos los pueden incorporar a su memoria, porque desde que son niños les cuentan la historia de su entorno y los hacen partícipes de las conmemoraciones históricas como los días festivos o los monumentos a los cuales se les rinde homenaje cada determinado tiempo. De este modo, el espacio (los lugares de la memoria) y el tiempo (fechas), se vuelven elementos esenciales no solo para la preservación de la memoria colectiva, sino también para su transmisión y evocación. Rememorar requiere un estímulo, un elemento externo que posibilite traer un evento del pasado al presente, incluso cuando éste no se haya construido desde la experiencia directa de las personas. La memoria colectiva puede ser considerada como ese punto de cohesión entre los miembros de una comunidad y su importancia radica en cómo la van haciendo suya, porque es posible que muchas personas no estén de acuerdo con esos recuerdos históricos y, al contrario, tengan su propio recuerdo de aquel evento, ya sea porque lo vivieron o bien porque sus antepasados les hablaron de él desde su propia experiencia.

Por lo tanto, la memoria individual y la colectiva coexisten en el mundo del ser humano, una se forma a partir de sus propias percepciones, la otra es aprendida y tal parece que es fruto de un acuerdo común, ambas pueden contraponerse, si el sujeto vivió y experimentó los momentos históricos de forma diferente a como lo dicta la memoria colectiva, pero lo cierto es que ambas son necesarias para conformar la identidad del ser humano porque son las huellas de un pasado al cual un individuo recurre constantemente, a veces de forma inconsciente, para saber cómo actuar. Su experiencia previa le permite interactuar con su entorno, adaptarse a él y desarrollar una personalidad propia. Por otro lado, los recuerdos históricos (memoria colectiva), le permiten conocer sus orígenes como miembro de una comunidad, desarrollar un sentido de pertenencia hacia su cultura, porque si alguien llega a ser lo que es, se debe a su pasado, pero sobre todo a su capacidad de acceder a él a través de la memoria.

La fotografía y el imaginario colectivo

El ser humano tiene la necesidad de buscar respuestas que expliquen de forma certera todos los fenómenos que se presentan a su alrededor, por lo tanto, es la curiosidad la que motiva al hombre a crear métodos que le otorguen los conocimientos necesarios para interactuar con su entorno con la seguridad de que lo entiende. Desde esta perspectiva, puede suponerse que es la ciencia la que dota de sentido a la realidad, sin embargo, el ser humano solo llega a conocer un fragmento de ella, ya que se inserta en un espacio y tiempo determinado, lo que hace que sea difícil establecer un conocimiento que tienda a ser verdadero en todo momento y esto se ve reflejado en el rompimiento de los paradigmas científicos a lo largo del devenir histórico de la ciencia. Por lo tanto, el imaginario se presenta como ese espacio intangible en el que tienen cabida todas las ideas e imágenes mentales que el ser humano crea cuando la ciencia es incapaz de darle explicaciones concretas. Es un complemento del hombre, que llena los espacios que éste no puede llegar a conocer, de este modo su capacidad creativa contribuye a dotar de sentido su existencia. La imaginación es una herramienta que la naturaleza le ha otorgado al hombre para sobrevivir en un mundo que se le presenta de forma brusca, es un medio para defenderse.

Ahora bien, las configuraciones de su realidad están soportadas en representaciones simbólicas, cuyo significado es elemental para entender su entorno, pero también a sí mismo, ya que el ser humano al pertenecer a una sociedad en particular necesariamente tendrá de forma intrínseca ideas, valores y prácticas propias de la comunidad a la que pertenece.

Así que, a pesar de que los imaginarios parten de un proceso individual, éste se ve influenciado por los conceptos aceptados colectivamente, es entonces que se habla de un imaginario colectivo, entendido como aquel conglomerado de “…figuras interpretativas de nuestro entorno que le otorgan plausibilidad a una determinada interpretación de la realidad social, en la medida que dicha interpretación -en sus grandes rasgos- es socialmente compartida”. (Benedicto, 2015: 83) Pero para que una idea sea socialmente compartida es necesario que sea transmitida, la comunicación oral o escrita es lo que ha permitido que los seres humanos puedan exteriorizar sus dudas, pensamientos, emociones, sentimientos y en general cualquier idea. Esa transmisión de mensajes puede generarse cuando un individuo interactua con otros seres humanos, o bien, cuando se expone a la información que los medios de comunicación difunden, que se constituyen como una fuente de gran impacto en la formación y expansión de ideas sobre algún evento social o una figura pública. Un ejemplo muy común son las campañas políticas que hacen uso de esos medios. Villa Guzmán explica que éstas pueden buscar la empatía del público o bien su rechazo (cuando se trata de los contrincantes), en ambos casos se contrata la ayuda de diseñadores de imagen. Pero esta información sólo es aceptada cuando logra empatar o conectar con el propio imaginario de las personas que reciben el mensaje de los medios de comunicación, porque un individuo ya posee una base ideológica, producto del contexto social en el que se ha desarrollado.

Ahora bien, la cultura configura al imaginario colectivo y éste, a su vez, es una manifestación de la primera, que se ve reflejada en los significados, valores, creencias, formas de pensar y actuar de los individuos que conforman una sociedad. Es por ello que los imaginarios adquieren un papel importante en la formación de la identidad de un individuo, pues las ideas y significados que se plantean buscan definir al mundo y a quienes lo conforman. Esas explicaciones pueden ser mitológicas, pero ayudan al hombre a hacer frente a un mundo lleno de incertidumbre y duda, y a su vez, posibilitan la particularidad de cada grupo social diferenciándolo de otro. Por lo tanto, no puede hablarse de un imaginario colectivo único o universal porque, aunque lo que está alrededor de los individuos puede ser lo mismo, la interpretación que cada grupo humano le otorga a los elementos y acontecimientos que lo rodean son diferentes, porque todos perciben los estímulos externos de forma distinta.

Aunque lo anterior puede ser un ejemplo muy simple, la idea sustantiva es que la variedad de interpretaciones y percepciones trae consigo cosmovisiones distintas, lo cual explica la existencia de diversas culturas. Los imaginarios son los que logran que una sociedad sea particular, en pocas palabras, es el conjunto de significados y símbolos propios de un conjunto de individuos que los distingue de otros. Lo anterior puede dar origen a los estereotipos, la creación de imágenes mentales sobre características físicas o conductuales de otros individuos ajenos a la cultura propia, esas percepciones se basan en las ideas que reciben del mundo exterior, por lo tanto, pueden ser equivocadas o estar fragmentadas, sin embargo, también forman parte del imaginario social, así que no solo se trata de la visión de sí mismo sino del otro.

El imaginario también sirve para justificar el comportamiento de las personas, así que es una herramienta para explicar (e incluso disculpar) ciertas conductas que pueden ser vistas de forma negativa por los individuos ajenos a una sociedad específica, pero que deben ser respetados porque tienen un fundamento cultural. Podría decirse que el imaginario colectivo es una especie de código que permite decodificar esos signficados y sin él, la incomprensión tendría lugar, así como las críticas y el rechazo. Francesco Randazzo dice que esto es perceptible cuando se viaja a un país extranjero, los individuos se sienten fuera de lugar porque su imaginario (cosmovisión del mundo) no empata con su realidad.

Esas características específicas que separan a una cultura de otra son las mismas que vinculan a unos seres humanos con otros, tal como lo menciona Durkheim: el imaginario es un centro simbólico que dota a las sociedades de una cohesión interna. (Carretero Pasin, 2011: 99) Los imaginarios colectivos unen a las personas, se trata de un vínculo intangible que se manifiesta de forma intrínseca en el comportamiento de los seres humanos. Estos imaginarios pueden estar presentes de forma inconsciente o consciente, sin embago, esto no significa que un individuo exprese con menor o mayor fuerza su imaginario social, es algo que se hace de forma automática, por ejemplo el usar un lenguaje específico con un adulto, anciano o figura de autoridad.

Aquellos centros simbólicos de los que habla Durkheim son los que reunen los significados que comprenden el sentido del mundo y de los propios sujetos que lo crean, además, le otorgan un orden a la sociedad, ya que las personas que la integran conocen las reglas y códigos socialmente aceptados que le permiten convivir con sus pares. Y es que el imaginario, al ser producto de la sociedad, se va transformando junto con ella, sigue su ritmo, deja ideas atrás o incorpora nuevas; pero no es un cambio brusco que venga a implantar de forma tajante una nueva idea o que sustituya a otra, se trata de un proceso paulatino; es una dinámica en la que las nuevas generaciones van interactuando y que, por medio de explicaciones preestablecidas, logran entender su realidad. Pero a su vez, está abierto a las contribuciones que los individuos pueden hacer. Ambas dinámicas -conocer e integrar ideas- permiten adquirir un sentido de pertenencia.

Ahora bien, ¿cómo es que la fotografía puede incidir en ese imaginario colectivo? una de las formas en que se concreta el imaginario es a través de íconos, que son representaciones visuales de un objeto. (Hoppe Guiñez, Claro Eyzaguirre, & Serey Weldt, 2015: 15) Las construcciones visuales están en todas partes, el ser humano siempre ha recurrido a ellas para representar ideas, emociones, hechos, sueños, entre otros, desde la prehistoria con las pinturas rupestres hasta la actualidad con anuncios, ilustraciones y diseños en diversos productos, porque la imagen tiene un impacto fuerte en la percepción del ser humano tanto que, la memoria recurre a ella para el proceso de codificación, almacenamiento y recuperación de la información (memoria icónica).

Así que, si el imaginario colectivo se integra también por íconos o imágenes, es lógico que las fotografías formen parte de él, en especial porque son el testimonio visual-material de un evento, su función es capturar y preservar un suceso determinado que es importante para la persona o personas que lo fotografían, esa intención es lo que la dota de significación, la cual se puede fortalecer cuando esta imagen contribuye al proceso de rememoración y, por lo tanto, se une a la memoria visual. Y aunque el imaginario se manifiesta de forma intangible, (ideas, significados), puede llegar a materializarse, por ejemplo, a través de las fotografías que son capaces de retratar alguna manifestación cultural: una costumbre, tradición o aspecto de la vida cotidiana.

Por otro lado, hay que tomar en cuenta que las imágenes son elementos que ayudan a ilustrar ideas y explicaciones, ¿acaso no se vuelve más clara una explicación cuando hay una imagen que la represente?, los seres humanos recurren a las imágenes porque ejemplifican un evento, es más fácil que una idea se guarde en la memoria cuando existe una imagen con la cual se vincule, incluso cuando se lee una novela, un cuento o una obra de teatro, las personas crean imágenes mentales que les ayudan a representar las historias en su mente, e incluso los propios escritores establecen descripciones sobre los rasgos físicos de los personajes, el espacio y el ambiente en donde se desarrollan las acciones para que los lectores se adentren en el mundo que el escritor ha creado porque saben que es a través de las imágenes mentales que una historia puede tener mayor impacto en quien la lee.

Además, la fotografía también puede ser usada para estudiar el imaginario social. García Canclini realizó una investigación en 1995 sobre imaginarios urbanos, la investigación tenía como propósito estudiar las percepciones que los habitantes de la ciudad de México tenían sobre los recorridos y trayectorias de esta ciudad. Para ello recurrieron a dos instrumentos fundamentales: fotografías y películas con imágenes de mediados del siglo XX hasta 1995, que mostraban viajes por la ciudad, individuos y medios de transporte. Los sujetos de estudio abarcaron repartidores, madres, policías de tránsito y estudiantes. Las pruebas consistían en mostrar 50 fotografías a los grupos de estudio y se les pedía que escogieran las 10 fotografías más representativas acerca de la forma de viajar en la ciudad de México y en cuanto a las películas sólo se les mostraban 20 minutos de escenas. Una vez que ambas pruebas fueron aplicadas, García Canclini pudo notar que las fotografías desencadenaban respuestas abundantes y diversas en todos los grupos, así que llegó a la conclusión de que “…la fotografía da una sola imagen que puede ser interpretada de muchas maneras. El relato cinematográfico da muchas imágenes, pero encadenadas por una narración que establece un sentido bastante preciso de los hechos. Por lo tanto, el relato cinematográfico permitiría imaginar menos sobre aquello que vemos”. (García Canclini, 2007; 19) Es así como a pesar de su falta de lenguaje escrito, la fotografía es capaz de estimular la mente para construir significados, y sobre todo, transmitirlos.

La fotografía, por tanto, se presenta como un instrumento capaz de capturar aquello que un individuo encuentra representativo, porque encaja con las creencias, valores, símbolos y significados que están presentes en su imaginario. Al capturar esos instantes, la fotografía adopta la función de documentar las ideas, de ser un referente al cual una comunidad entera puede recurrir para construir, estimular y conservar ese imaginario colectivo y de este modo la imagen se introduce y asienta en las mentes de cada miembro de una comunidad, que al reconocer y aprender el significado de esas imágenes puede valorarlo y transmitirlo a las generaciones futuras.

Discusión y conclusiones

Después de este recorrido sobre la importancia de la fotografía como memoria histórica y las razones que justifican su rescate, es posible concluir lo siguiente:

La fotografía surge debido a la necesidad del hombre de capturar todo lo que le rodea, este proceso vino a facilitar la obtención de imágenes de forma más fidedigna en comparación con la pintura y el grabado.

La memoria tiene un “soporte vivo” (seres humanos) y un soporte material, debido a la naturaleza efímera del primero es que surge el segundo, es en estas manifestaciones tangibles donde se inserta la fotografía, pues forma parte de las evidencias visuales que, a su vez, ayudan a reconstruir el pasado (memoria histórica).

La memoria se construye a partir de estímulos externos, el sujeto recibe los estímulos a través de sus sentidos, siendo la visión uno de los principales perceptores de información. Por lo tanto, las imágenes se constituyen como un elemento formador de la memoria y, a su vez, como detonante del proceso de rememoración.

El imaginario colectivo se configura gracias a las explicaciones que un grupo de personas comparten de la realidad y, dado que es un proceso creativo que busca dar respuestas, su construcción involucra íconos, símbolos y signos que contribuyen a esclarecer el mundo. Por lo tanto, son las imágenes lo que hace que las fotografías se inserten como constructoras del imaginario colectivo, pero también como un producto de él, ya que, si bien se desarrolla en la mente, ese tiende a proyectarse por medio de toda manifestación intangible (ideas y valores) y tangible (monumentos, pinturas, esculturas, libros, fotografías, etc.).

Por tanto, las fotografías merecen ser conservadas porque ofrecen al hombre la posibilidad de capturar momentos específicos de un tiempo y lugar determinado, haciendo posible el encuentro con el pasado de una forma visual, estimulando la memoria del individuo que observa la imagen, el cual además de las palabras que le relatan un acontecimiento pasado, tiene elementos visuales que lo ilustran, lo cual puede arraigar aún más un recuerdo.

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*Cómo citar este artículo: Ramírez, Merizanda; Arreola, Angélica (2023). La fotografía como memoria histórica y la importancia de su rescate. Revista Interamericana de Bibliotecología, 46(2), e345544. https://doi.org/10.17533/udea.rib.v46n2e345544

Recibido: 05 de Marzo de 2021; Aprobado: 16 de Abril de 2023

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