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Escritos

Print version ISSN 0120-1263

Escritos - Fac. Filos. Let. Univ. Pontif. Bolivar. vol.19 no.42 Bogotá Jan./July 2011

 

iEL ENTENADO Y LA REPRESENTACIÓN ESTÉTICA DEL SOLIPSISMO

EL ENTENADO AND THE AESTHETICS REPRESENTATION OF THE SOLIPSISM

Carlos Ramírez Vuelvas*

*Magister en Filosofía con énfasis en Ética de la Pontificia Universidad Bolivariana, filósofo y teólogo de la misma Universidad. Candidato a Doctor en Filosofía. Medellín, Colombia. Correo electrónico: vuelvas(5)hotmail.com

Artículo recibido el 6 de diciembre de 2010 y aprobado para su publicación el 21 de abril de 2011


RESUMEN

La novela El Entenado, de Juan José Saer, es una de sus propuestas metapoéticas más claras. Destaca la exploración de la dicotomía espacio y escritura, que deriva a la comprensión del tiempo como una anomalía respecto a la realidad. Dado que el propósito del autor es especular sobre las posibilidades antropológicas de la escritura, como medio para comprender la realidad, se plantea que la categoría de "alocronía", usual en estudios antropológicos y filosóficos, permite abrir caminos de comprensión de la obra saeriana. La alocronía es la descomposición del concepto tiempo, en virtud de la imposibilidad de transmitir sus parámetros de valor en procesos de comunicación. De ahí que la escritura, como tiempo pasado, sólo es comprensible a través de la memoria, y sus dificultades de exposición estriban en la imposibilidad de objetivarlo.

Palabras clave: El Entenado, Metaliteratura, Alocronía, Espacio narrativo, Tiempo narrativo.


ABSTRACT

Juan José Saer's novel El Entenado, is one of his clearest methapoetic proposes. Emphasizes on the exploration of the space and writing dichotomy that makes the understanding of time an anomaly about reality as the author's goal is the speculation between the anthropological posibilities of writing as a means of the reality understanding, he explains the category of "alocronía", usually use in anthropological and philosophical studies, as the one who allows to open ways for understand the saerian work. Alocronía is the separation of the time concept, because of its impossibility to transmit the value parameters in communication processes. That's why writing, as a past tense, is just understandable through the memory, and the difficulties in its exposition belong from the impossibility of making it objective.

Key words: Methaliterature, Alacronía, Narative, Space, Narrative time.


Querían que de su pasaje por ese espejismo material
quedase un testigo y un sobreviviente que fuese,
ante el mundo, su narrador.
Juan José Saer, El Entenado.

I. Pensamiento y paisaje

El núcleo narrativo de El Entenado (1982), de Juan José Saer, podría definirse como un intento por explicar la traslación del pensamiento a la realidad. El pensamiento, la imaginación activa, puebla a la realidad como una posibilidad de fundamentar lo real, sólo representable a través del lenguaje. La palabra alumbra al pensamiento, y al mismo tiempo que lo ilumina, lo objetiva. De ahí que las obsesiones narrativas de Saer, expresas en su poética, sean la relación entre pensamiento y paisaje: el pensamiento como un ente activo a punto de proyectarse en la inamovilidad del exterior. En todo el sentido de la palabra, los paisajes de Saer son vívidos: dotados de movimientos inesperados, parecen proyectar vida propia. En una de las escenas más emotivas de su novela El Entenado, en el momento trágico de la emboscada de indígenas sobre una tripulación de marineros, podría ser el paisaje, y no los humanos, quien ataca violentamente hasta aniquilar al oponente.

En este caso el paisaje también es una imagen del pensamiento ramificado. Sería extremo dilucidar que esa dirección no se desborda en el acto mismo de la escritura, pero tratándose de Saer es un extremo necesario. Su intención narrativa además de metaliteraria es hiperlingüística, siempre hay algo en los nombres de los personajes, dubitaciones del narrador para desarrollar su historia, intertextos a otras obras laberínticas, ficcionalización de sus propias ficciones, literaturización de la literatura… Una literatura que comparte su pulsación en la misma literatura.

Como en otros de sus textos, en El Entenado las claves narrativas se encuentran en las descripciones, justo al desaparecer el tempo narrativo. Cuando el narrador reflexiona, describe sus pensamientos casi sin ensayar (en la acepción clásica del género del ensayo) una idea. Síntesis estética de la escritura, la descripción; que en prosa es lo más cercano a la poesía autorreflexiva. Si decimos que en Saer hay una constante indagación en la metaliteratura apenas lo situamos en su escenario, porque una poética autorreflexiva está destinada a un estado de crisis permanente. Inspirado en la duda metódica de René Descartes (en filosofía, el creador del pensamiento acerca del sujeto), Saer ubica su poética como una antropología especulativa.

    A causa de este aspecto principalísimo del relato ficticio, y a causa también de sus intenciones, de su resolución práctica, de la posición singular de su autor entre los imperativos de un saber objetivo y las turbulencias de la subjetividad, podemos definir de un modo global la ficción como una antropología especulativa. (Saer 1997 43).

Apenas el pensamiento se describe, lo asola la incertidumbre, pasaje crítico de la conciencia. De otro modo, la narrativa de Saer, en particular en El Entenado, es un juego de fundaciones del paisaje siempre desconocido, sólo comunicable en una descripción dubitativa a través de una palabra (una frase, una oración, un enunciado) que parece negarse:

    Teníamos la ilusión de ir fundando ese espacio desconocido a medida que íbamos descubriéndolo, como si antes no hubiese otra cosa que un vacío inminente que nuestra presencia poblaba con un paisaje corpóreo, pero cuando lo dejábamos atrás, en ese estado de somnolencia alucinada que nos daba la monotonía del viaje, comprobábamos que el espacio del que nos creíamos fundadores había estado siempre ahí. (Saer 1988 27).

Ese espacio desconocido es el paisaje que sólo existe en la medida de su representación al ser nombrado por el pensamiento, a través del acto del habla. Lo mismo sucede con la escritura, existe cuando el pensamiento traslada (pergeña) una idea sobre una página en blanco a través de las grafías. El paisaje más inhóspito es el bosque sin sombras que subyace en la blancura de una hoja. Sin embargo, esta fórmula va más allá: la memoria, fundamento de la identidad (para la antropología) y de la escritura (para la literatura), es verídica en la medida que puede también objetivarse, describirse, en recuerdos. El ensayo que funda es la escritura que describe, y la fundada es la escritura que recuerda. La primera comienza con el asombro del grumete por descubrir nuevos mundos, la segunda se apega a la ensoñación desesperada por recordar su pasado. El paradigma de Saer es situar contraposiciones entre pensamiento y realidad, o en otras palabras, memoria contra escritura.

En un momento de angustia reflexiva, el grumete, personaje principal de El Entenado, dice:

    El recuerdo de un hecho no es una prueba suficiente de su acaecer verdadero, del mismo modo que el recuerdo de un sueño que creemos haber tenido en el pasado, muchos años o meses antes el momento en que estamos recordándolo, no es prueba suficiente ni de que el sueño tuvo lugar en un pasado lejano y no la noche inmediatamente anterior al día que estamos recordándolo, ni de que pura y simplemente haya acaecido antes del instante preciso en que nos lo estamos representando como ya acaecido. (J. J Saer 39)

En esta novela, ¿cuál es el propósito de un proyecto narrativo tan complejo? La alocronía parece un concepto que nos dirige al mismo sentido tanto en la antropología como en la filosofía y, por derivación, en la escritura: la distinción del tiempo del otro a partir de la imposibilidad de conocer un tiempo ajeno al propio. Una alteridad temporal. Por ello, el tiempo del otro siempre será distinto al mío y la primera reacción antropológica es la del asombro; la reacción en pasado es la nostalgia.

II. Un hombre fragmentado

En la bibliografía de Juan José Saer, la novela El Entenado es considerada el inicio del punto climático de su narrativa. En apariencia es el relato de vida de un grumete anónimo, un huérfano español que decide embarcase en una expedición hacia América. La trama tiene su correlato verídico en la historia como una recreación de la primera expedición española en el Río de la Plata alrededor de 1515. Juan José Saer reveló que se trata del personaje histórico llamado Francisco del Puerto, grumete de la expedición dirigida por el capitán Juan Díaz de Solís1.

A lo largo de la narración se insistirá en la situación de orfandad del protagonista ("La orfandad me empujó a los puertos", dice al comenzar el segundo párrafo de la novela) que se encuentra en edad adolescente, y será el preámbulo de una fragmentación invariable. Luego de una extenuante travesía, al arribar a tierra firme la expedición es atacada por una serie de indios que también Saer identifica con la tribu de los colastinés que habitaron el río de La Plata antes del siglo XVI.

La tribu da muerte a toda la tripulación y practica actos de canibalismo con los cuerpos de los navegantes, pero mantiene vivo al grumete. Mucho tiempo después, cuando el mismo grumete ha perdido conciencia de su condición y de su pasado civil, es rescatado por una nueva empresa de viajeros; hecho que nuevamente se puede seguir a partir del paralelismo con la historia real del viaje que comandó el almirante Sebastián Gaboto.

De regreso a España, superada su infancia, el grumete se desempeña como lazarillo del padre Quesada, que le brinda protección y la posibilidad de recobrar su nombre y su historia. De esta manera comienza a evocar sus días con los colastinés, primero con el testimonio que le ofrece a Quesada, luego con la presentación teatral de su odisea y, finalmente, con la escritura de su autobiografía. A lo largo de estos trayectos discursivos son visibles las intenciones del escritor de utilizar distintos modelos narrativos de la tradición literaria, como el naturalismo, el costumbrismo, la crónica, las memorias y el ensayo.

De manera constante, Saer toma distancia del término novela histórica. En su entrevista al periódico El Clarín, por ejemplo, dice no sin falta de sarcasmo: "si bien El Entenado es tal vez de mis libros el que ha suscitado más traducciones, estudios y comentarios, muchas veces lo han exaltado por ser un relato lineal o, peor aún, una novela histórica, lo que confirma esa observación sagaz de Lacan, según la cual en el elogio ya viene inevitablemente incluida la injuria" (2000). Por su parte, Rita De Negris apunta el uso de otro documento histórico para la elaboración de la escena de la orgía de los indígenas en El Entenado. Se trata de Verdadera historia y descripción de un país de salvajes desnudos, feroces y caníbales, situado en el Nuevo Mundo, América, de Hans Staden, que narra el cautiverio de este marinero alemán, durante nueve meses, por una tribu antropofágica de Brasil, hasta su rescate por un navío francés.

Además, no hay duda de que muchas de las características que Seymor Menton expone sobre la nueva novela histórica aparecen en El Entenado, como "la distorsión consciente de la historia", plausible en el momento que el escritor aprueba que recurrió a un pasaje histórico como fundamento de su narración; "la ficcionalización de personajes históricos" que se obvia con la aparición de los colastinés (personaje colectivo) y Francisco del Puerto como protagonista de la narración; y "la metaficción" ya que constantemente el grumete comenta sobre la reelaboración de su relato que al fin deriva en una autobiografía. Si bien, tal vez el "uso de conceptos bajtinianos" sea el elemento ausente dentro de la narración de Saer, es claro que sí hay una carnavalización en la medida que los pasajes de la orgía y el canibalismo ocupan un sitio central de toda la narración; por lo demás, episodios carentes de humor y, por el contrario, descritos con un afán naturalista.

Congruente con su concepción de la ficción literaria, Saer no se propuso construir una novela histórica en tanto un relato antropológico. Abunda el autor: "Lo que me incitó a escribir El Entenado fue el deseo de construir un relato cuyo protagonista fuese no un individuo, sino un personaje colectivo (2000). De hecho, en el proyecto original del libro, el argumento carecería de una narración lineal para mostrar la serie de conferencias que un especialista expondría sobre los colastinés, personaje colectivo que debía ser el verdadero protagonista de la novela y que sin embargo termina por ceder su sitio central al grumete. Así, El Entenado, como lo había ensayado en sus textos anteriores (pienso en particular en El limonero real (1974) y las narraciones de La Mayor (1976)) Saer quería practicar una narrativa donde el tiempo diegético se detuviese y generar sensaciones a partir de la inmovilidad temporal. De ahí que buena parte de la novela sea sumamente descriptiva, ahondando en los detalles del paisaje como lo he señalado en líneas anteriores.

Al respecto, el escritor Juan Villoro señala que la descripción del paisaje de Saer busca estimular a la conciencia.

    La «zona», como Saer llama a ese espacio, es una encrucijada donde lo natural inquieta la mente. La curiosidad que anima a sus personajes no es la del naturalista: no se someten al «impulso Humboldt» de clasificar lo inédito. Ya colonizada, esa tierra tiene otro modo de sorprender; provoca novedades en quienes ahí se adentran. Los personajes son redefinidos por la lejanía y por la frecuente tensión entre los conceptos de «límite» y «vastedad». Lo natural como problema, como desafío de introspección. La expresión «situarse en el mapa» adquiere peculiar fuerza en las novelas y los cuentos de Saer. El paisaje estimula la conciencia. (2008 189).

Visto así, El Entenado es una novela que recurre a un personaje histórico y a una elaboración formal que evita el desarrollo lineal de su historia (y si la que existe es la historia que cuenta el grumete, pero no la historia del gruemete) para profundizar en la compleja relación entre espacio, tiempo, personajes, situaciones y la exposición de la conciencia, con lo que intenta "congelar" el tempo narrativo. Que Saer diga que pretendió elaborar una serie de ponencias de un etnólogo no hace sino confirmar que su preocupación va en el sentido de vislumbrar el pensamiento, y el pensamiento carece de movimiento, se reproduce en sí mismo y tiende a ser descriptivo. Por eso se anulan las acciones, y hace más compleja la construcción del flujo de la narración.

Es precisamente esa reelaboración formal la que plantea que El Entenado se fundamente en una estética solipsista, lo que supondría que la realidad del grumete sólo puede ser comprendida a partir de su pensamiento. Todo su pasado y su situación presente no parecen una fantasía sino algo que sólo él sabe que es real. Al igual que la duda reflexiva, esto se revela cuando el protagonista se pregunta por qué es el único sobreviviente en el ataque colastiné, porque debía ser el narrador, duplicar la experiencia de los indios.

Leída de otra manera, la novela trata de responder a esa pregunta, y la respuesta es que le permitieron sobrevivir porque los colastinés querían ser representados por el pensamiento de un hombre distinto a ellos. "En este sentido, el proyecto de Saer en El Entenado [es] idear un personaje que abrazara su experiencia de sujeto dividido desde una óptica más cercana a la figura del tránsfuga, es decir, desde una óptica capaz de identificarse con el subalterno". (Gollnick 2003 116).

El solipsismo se presenta como una forma estética adecuada para desarrollar el corolario narrativo de Saer. El papel de pensamiento (que originalmente debió pertenecer a un etnólogo erudito) es cedido a un grumete, con lo que también cede a la intención emotiva de un personaje que narra su vida y no de quien da cuenta del resultado de sus investigaciones. De esa manera añade la conciencia del personaje, y no sólo la objetividad de un proyecto científico. Por otro lado también gana distancia frente a la épica histórica porque el solipsismo es lo que sólo conoce quien presenció los hechos. Pero su construcción conlleva el dolor de la duda de la realidad, porque en la medida que desarrolla nuevas formas narrativas de su misma historia, el grumete adquiere mayor conciencia de las distancias con el otro. Él es y no es, al mismo tiempo, un huérfano, un cautivo, un indio, un salvado, un lazarillo y un memorista. Pero sólo la suma de los recuerdos de todo eso es lo que le da fundamento y lo que lo distancia de lo que no es. Ese distanciamiento es su alocronía frente a los otros.

Si es verdad, como dicen algunos, que siempre queremos repetir nuestras experiencias primeras y que, de algún modo, siempre las repetimos, la ansiedad de los indios debía venirles de ese regusto arcaico que tenía, a pesar de haber cambiado su objeto, su deseo. (Saer 1988 168).

III. Alocronía y solipsismo

En El Entenado la alocronía es un recurso estético a través del cual el narrador se presenta frente al lector como si nunca lograra ubicarse en su propio tiempo. El protagonista nunca está completamente definido por su tiempo, y eso provoca en el lector la ambigüedad de leer que cada momento que enfrenta el narrador es un momento de tiempo anómalo.

Cuando el protagonista es raptado por la tribu de indígenas no duda en pensar que ellos viven en un tiempo ajeno al suyo; pero la misma extrañeza experimenta al conocer a Quesada, quien debía ser alguien de su misma realidad. Sin embargo, en ambos casos, sólo parecían (parecer, el verbo medular del lenguaje de los indios) ser de su misma realidad ya que el grumete reconoce que tampoco pertenece al mundo de Quesada. Es casi al final de la novela que el grumete descubre que la realidad son sólo apariencias derivadas del lenguaje.

A pesar de todas sus tribulaciones, las preocupaciones del grumete narrador son evitar que se pierdan sus recuerdos, y con ello hacer real su pasado. O hacer real su momento presente. En otra de sus reflexiones sobre los temas del pasado, la memoria y los sueños, el grumete apunta:

    No bien el sueño ha pasado, por vívido que haya sido y por claro que siga siendo en la memoria se vuelve, para el soñador, indemostrable y remoto. Si lo cuenta, el que lo escucha creerá en vano reconocer los detalles y el sentido. Si una tarde, por ejemplo, lo vuelve signo de la vigilia que se lo recuerda, un sueño olvidado, no habrá, para el soñador, modo alguno de verificar el momento exacto en que tuvo ese sueño y no podrá determinar si lo soñó la última noche, o un mes antes, o muchos años antes. (Ibídem 157).

Pareciera que sólo recurriendo a la representación de su pasado es capaz de vencer su orfandad, al lograr asirse a su memoria. Su memoria es su manera de adquirir una identidad, de ocupar un sitio en el mundo. De ahí que podamos señalar que el sistema de reflexión del grumete narrador es solipsista, en los términos expuestos por Wittgenstein:

    En rigor, lo que el solipsismo entiende es plenamente correcto, sólo que eso no se puede decir, sino que se muestra. Que el mundo es mi mundo se muestra en que los límites del lenguaje (del lenguaje que sólo yo entiendo) significan los límites de mi mundo. (Wittgenstein 2009 84).

De hecho, las reflexiones de Wittgenstein sobre la negatividad del lenguaje (su imposibilidad de ser la esencia de la realidad) podría desarrollarse en uno de los episodios de la novela, cuando el grumete señala cómo en verdad el lenguaje de la tribu es una representación real de los objetos, una representación engañosa que niega el verbo ser o estar, y que por tanto deja a la realidad en un estado ambiguo. Si el lenguaje es ambiguo, la realidad también y por tanto el lenguaje es igual a la realidad.

El grumete es el límite de sus mundos sólo representables por el lenguaje. En su función de narrador, esos mundos sólo pueden ser descritos, de ahí que dedique largos párrafos a los paisajes, el objeto más describible y, por metáfora, más cercano al pensamiento mismo. La angustia del narrador es la angustia del filósofo escéptico que sabe que el mundo no existe hasta que la mente lo conoce, por lo que trata de ordenar sus palabras como escribe en otras líneas: "Lo desconocido es una abstracción; lo conocido, un desierto; pero lo conocido a medias, lo vislumbrado, es el lugar perfecto para hacer ondular deseo y alucinación". (Saer 1988 88).

La experiencia con los indios, finalmente, es la trama central de la historia. Clímax de la fragmentación del protagonista, también es el motivo de las memorias del grumete. Será el pasaje principal de su vida, y la aventura de narrar los hechos una experiencia que terminará por definirlo como persona. Es en la elaboración de su narración donde parece dar fin a su sentimiento de orfandad. Imponerse la necesidad de narrar esos hechos se convierte en el principal sentido de su vida. Pero hay algo más, le permite reflexionar que sólo las palabras son capaces de ordenar la realidad. Por ello, la base de sus memorias es una reflexión sobre el acto narrativo, ya que la memoria, al ser expresada por el lenguaje, implica una narración que difícilmente podría traer de nuevo la realidad pero es la única verdad que poseemos.

    De mí esperaban [los indios] que duplicara, como el agua, la imagen que daban de sí mismos, que repitiera sus gestos y palabras, que los representara en su ausencia y que fuese capaz, cuando me devolvieran a mis semejantes, de hacer como el espía o el adelantado que, por haber sido testigo de algo que el resto de la tribu todavía no había visto, pudiese volver sobre sus pasos para contárselo en detalle a todos. Amenazados por todo eso que nos rige desde lo oscuro, manteniéndonos en el aire abierto hasta que un buen día, con un gesto súbito y caprichoso, nos devuelve a lo indistinto, querían que de su pasaje por ese espejismo material quedase un testigo y un sobreviviente que fuese, ante el mundo, su narrador (Ibídem 134).

Casi al comenzar la novela, el protagonista reflexiona: "La infancia atribuye a su propia ignorancia y torpeza la incomodidad del mundo; le parece que lejos, en la orilla opuesta del océano y de la experiencia, la fruta es más sabrosa y más real, el sol más amarillo y benévolo, las palabras y los actos de los hombres más inteligibles, justos y definidos" (Ibídem, 12). Si el adagio clásico dice que infancia es destino, en El Entenado, la orfandad del grumete tiene como destino su obsesión de la infancia, el paisaje. Y en el caso de su exploración solipsista, ese paisaje corresponde al pensamiento. El destino del grumete es volverse el pensamiento de la tribu de indígenas que conoció. A ese pensamiento él pertenece, por eso su temor a perderlo. Pero hay una última imagen que va más allá, el paisaje celeste. Destino final, el cielo, nunca podría ser comparado con el firmamento que conoció con la tribu, aterrada por un eclipse. Sólo entonces el grumete quedó de frente a las estrellas.


Pie de página

1Con motivo de la reedición que Seix Barral realizó de El Entenado, en el año 2000, Juan José Saer escribió para el diario argentino El Clarín: "un día, leyendo la Historia argentina de Busaniche, me topé con las catorce líneas que le dedicaba a Francisco del Puerto, el grumete de la expedición de Solís que los indios retuvieron durante diez años y liberaron cuando una nueva expedición llegó a la región".


Bibliografía

De Negris, Rita. "The First Colonial Encounter in El Entenado by Juan José Saer: paratextuality and history in postmodern fiction". Latin American Literary Review, 21, 41 (1993): 30-38.         [ Links ]

Gollnick. Brian. "El color justo de la patria": agencias discursivas". En: El entenado de Saer, Juan José. Revista de Crítica Literaria. Año XXIX, 57 (2003): 107-124.         [ Links ]

Menton, Seymour. La nueva novela histórica en la América Latina. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.         [ Links ]

Saer, Juan José. "El Entenado según Juan José Saer. Memoria del río". El Clarín, 27 de febrero de 2000.         [ Links ]

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