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Escritos

Print version ISSN 0120-1263

Escritos - Fac. Filos. Let. Univ. Pontif. Bolivar. vol.19 no.43 Bogotá July/Dec. 2011

 

EL HOMBRE ÉTICO EN SPINOZA

SPINOZA'S ETHICAL MAN

Luis Javier Agudelo Palacio*

*Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín-Colombia. Docente de la Facultad de Comunicación Social de la UPB. Docente del Colegio San José de las Vegas en las áreas de Filosofía y Ética. Candidato a la Maestría en Filosofía en la misma universidad.
Correo electrónico: ljagudelo01@gmail.com

Artículo recibido el 15 de junio de 2011 y aprobado para su publicación el 9 de agosto de 2011.


Resumen

La filosofía de Spinoza fue expuesta en su obra más representativa Ética: Demostrada según el orden geométrico, la cual fue publicada en 1677, el mismo año de su muerte. Esta no tiene otro objetivo que orientar al hombre de hoy en la comprensión de sí mismo a través de la comprensión de los afectos. Es por ello que esta reflexión se orienta a partir de lo que propone Spinoza: "No se trata de eliminar los afectos sino más bien de orientarlos por el buen camino". Este análisis se llevará a cabo en cuatro momentos: en primer lugar, la importancia de la ética en Spinoza; en segundo lugar, el papel de los afectos; en tercer lugar, la necesidad de llegar a una comprensión de los afectos; y por último, la libertad fundamentada en la ética, para terminar mostrando una posición que esquiva el determinismo.

Palabras clave: Afectos, Causa, Conatus, Libertad, Determinismo.


Abstract

Spinoza's philosophy was exposed in his most significant text Ethica Ordine Geometrico Demonstrata (The Ethics) published in 1677, the same year in which the author passed away. There is no other aim in this book than to guide the man of our days to the understanding of himself through the comprehension of the affections. That is the reason why the following reflection is directed by Spinoza's sentence: "It is not about eliminating the affections but to direct them to the right path". The analysis will be divided in four stages: firstly, the importance of the ethics in Spinoza's philosophy; secondly, the role of the affections; thirdly, the necessity of achieving an understanding of them; and finally, the freedom founded in the ethics. The paper concludes by presenting a position that avoids determinism.

Keywords: Affections, Cause, Conatus, Freedom, Determinism.


Nosotros podemos contener la potestad de querer
y de juzgar dentro de los límites del entendimiento.
Spinoza 1988 184.

Introducción

Para hablar del hombre ético en Spinoza es importante considerar de entrada que éste, por su condición ética, vive dentro de un proyecto orientado por la libertad, asunto en el que todos los seres humanos nos hemos involucrado por nuestra condición de seres activos. Esto en tanto que la ética es aquella que se ocupa no de la prescripción de normas o de aquello que debemos hacer, sino más bien de aquello que queremos hacer, es decir, la ética como aquella ciencia que se encarga de la toma de decisiones la cual hace posible la acción humana.

Ahora bien, todos los seres humanos nos vemos a diario en la tarea de tener que elegir. Si reflexionamos un poco sobre este asunto, notamos que la decisión como principio ético ejerce gran poder sobre nosotros por cuanto nos va definiendo, del mismo modo que se define una partida de ajedrez por sus movimientos: tomamos decisiones muy buenas o a veces decisiones no tan buenas, pero a fin de cuentas tenemos que decidir. Con base en esto podemos preguntarnos: ¿podrá el hombre liberarse alguna vez de este embrollo? Si respondemos que no, dicha respuesta no parece alentarnos mucho, puesto que la deliberación es una necesidad de todo ser humano dotado de razón. En su ensayo ¿Qué es la ilustración? Kant (2006) afirma que la causa de la minoría de edad no radica en una carencia del entendimiento, sino en una falta de decisión y arrojo para servirse del propio entendimiento sin la dirección del algún otro (25); esta era la condición que formulaba el filósofo de Königsberg para la realización de su proyecto de la ilustración. Con el asunto de la decisión se muestra el objetivo de la ética. Aunque Kant es un pensador posterior a Spinoza, tuvo como a priori la decisión al inclinarse a pensar en un proyecto del hombre libre.

Del mismo modo, nos proponemos desarrollar a continuación una perspectiva del hombre ético en Spinoza, aquel hombre a quien desde su condición -digamos metafísica- no le es posible ser libre puesto que esta categoría pertenece sólo a Dios o la Naturaleza. Afirma el holandés: "Dios obra en virtud de las solas leyes de su naturaleza, y no forzado por nadie (...) Todas las cosas son en Dios; por lo cual, nada puede haber fuera de él que lo determine o fuerce a obrar" (Spinoza 2001 68). Y sin embargo, el hombre desde el juego de la ética, desde el ejercicio de la decisión, hace posible la libertad, esto teniendo en cuenta su conatus, su deseo o esfuerzo por perseverar en su ser y sus afectos. Por tanto, el fin primordial de la Ética será poner como objeto de estudio las pasiones humanas, como si se tratase de líneas, superficies y cuerpos en la geometría (Id. 8). De ahí la aplicación del método geométrico tal y como lo hizo el gran geómetra Euclides en sus Elementos.

En la Ética Spinoza pone, pues, de manifiesto como problema central la libertad humana, la cual -como lo demuestran sus tratados y numerosos estudios en torno a este problema- consiste en el gobierno de los afectos, tarea que, como evidenciaremos más adelante, sólo es posible desde el uso adecuado de la razón. La perspectiva que se pretende desarrollar aquí del hombre ético consta de cuatro momentos. El primero consiste en explicar la importancia de la ética en Spinoza como saber que reflexiona sobre nuestra existencia. El segundo tiene como pretensión mostrar el papel de los afectos en la ética de Spinoza. El tercero tratará sobre la necesidad de llegar a una comprensión de los afectos, y el último apartado, terminará hablando de la libertad fundamentada en la ética.

La importancia de la ética en Spinoza

Como lo ha dicho José Luis Aranguren (1990 2), la ética trata esencialmente de nosotros: la moral como una auto-narración e interpretación del texto vivo en que consistimos. Aclaramos aquí que Aranguren se vale del concepto de moral como si se tratara del concepto de ética. Ahora bien, con esto sustentamos la importancia de la ética, porque ésta como ciencia trata sobre lo más importante, nosotros mismos, los protagonistas de la acción, quienes consistimos, quienes la practicamos. Del mismo modo apuntamos hacia el concepto de ética que propone Wittgenstein (1995): "La ética es la investigación sobre lo valioso o lo que realmente importa (...) La ética es la investigación acerca del significado de la vida, o de aquello que hace que la vida merezca vivirse, o de la manera correcta de vivir" (34-35). Aquí la ética no sólo es importante porque trata del sujeto como tal y de sus decisiones, sino porque también es quien nos orienta a vivir rectamente, a vivir con sentido, con dignidad, a vivir libres y conscientes de lo que hacemos.

Spinoza comparte la misma preocupación cuando se pone a la tarea de escribir la Ética, la cual nace de la inspiración de pensar matemáticamente sobre eso de lo que indiscutiblemente estamos compuestos y que en nuestra actualidad tal vez repudiamos: los afectos. Ta l como se los expone en el Libro III de la Ética, los afectos hacen que pasemos de una menor a una mayor perfección y viceversa, y nacen de la interacción de tres afectos fundamentales: la alegría, la tristeza y el deseo. "De donde decimos que (...) el deseo de cada individuo difiere del deseo de otro cuanto difiere la naturaleza o esencia del uno de la esencia del otro. La alegría y la tristeza, por su parte son pasiones que aumentan o disminuyen, favorecen o reprimen la potencia de cada cual, o sea, el esfuerzo por perseverar en su ser" (Spinoza 2001 257). Estos hacen que experimentemos distintos movimientos del ánimo y de manera particular, ya que la alegría y la tristeza es el deseo mismo o el apetito en cuanto aumentado o disminuido, favorecido o reprimido por causas exteriores; es decir, es la naturaleza misma de cada uno (Id. 257-258). De ahí se explica que unas veces nos sintamos alegres o menos alegres (tristes), amando el mundo o disgustados con él. Pero esto lo dejaremos para más adelante cuando hagamos alusión al papel de los afectos. Lo que se pretende mostrar aquí es que la ética, y sobre todo en Spinoza, es un asunto de suma importancia, dado que es algo que sólo le compete al sujeto en cuanto que es un ser dotado de razón, que delibera sobre lo conveniente y no conveniente. Spinoza sigue siendo todavía un narrador de nuestro tiempo, ya que nos muestra puntos de vista que hacen posible la libertad, y ésta es la ética, ciencia que piensa sobre nuestros actos y hace que dotemos de sentido nuestra existencia.

No es gratuito que ante el desconocimiento e incomprensión de nosotros mismos aparezca la ética como fenómeno de la reflexión, como terapia y como remedio para tratar la infelicidad, la angustia, la depresión, entre otros. Cuando aparece este tipo de síntomas comenzamos a darle importancia a la vida, comenzamos a practicar el bios ethikós, pensamos en lo que hemos de hacer y en lo que vamos haciendo de nuestra vida, comenzamos a pensar en nosotros como lo más valioso o lo más importante. Es ahí cuando empezamos a incluir la ética como algo significativo, como parte de nuestra vida, cuando nos damos a la reflexión. La ética de Spinoza puede considerase como el remedio para todo este tipo de dolencias, pues como dice Vidal Peña en su Introducción: "La Ética sería eminentemente terapéutica: una verdadera consolatio philosophiae. Quizá ésta haya sido la actitud más difundida a lo largo de los siglos hacia la obra, y el motivo principal de su éxito duradero; esa dureza de pensamiento sería auténtico consuelo filosófico" (Spinoza 2001 21-22).

Ante estos problemas analiza Spinoza "Los hombres ignoran las causas de sus apetitos (...) son conscientes de sus acciones y apetitos, pero inconscientes de las causas que los determinan a apetecer algo" (Spinoza 2001 285). Es de este modo como no podemos ser dueños de nuestras acciones, puesto que en la mayoría de los casos actuamos sin conocimiento de causa, es decir, no somos conscientes y en consecuencia padecemos: "Dado que hacemos muchas cosas de las que después nos arrepentimos (...) y que cuando hay en nosotros conflicto entre afectos contrarios, reconocemos lo que es mejor y hacemos lo que es peor" (Id. 199). Todo esto se ha presentado por nuestro deseo de ocuparnos de las cosas del mundo exterior y no de nosotros mismos. Actuamos sin consciencia de lo que hacemos; por eso "el niño cree que apetece libremente la leche, el muchacho irritado, que quiere libremente la venganza, y el tímido, la fuga. También el ebrio cree decir por libre decreto del alma lo que, ya sobrio, quisiera haber callado (Id. 199). Así mismo, por este mismo estilo actuamos y nos arrepentimos, creyéndonos libres de nuestras decisiones y apetitos. La respuesta a todo lo que hacemos son el mayor o el poco beneficio que sacamos de todo ello. Por eso Spinoza se interesa por la ética, con el fin de aumentar nuestra potencia de actuar, y así perfeccionar en cuanto nos sea posible nuestra naturaleza humana. Por tanto, es indispensable recordar que Spinoza concentra su ética del hombre libre en cinco partes: Parte I: De Dios, donde muestra que metafísicamente el hombre no es libre sino Dios, puesto que éste es causa libre, se concibe por sí y no es determinado por nadie a obrar, y que sólo actúa en virtud de su sola naturaleza; Parte II: De la naturaleza y origen del alma, donde se propone explicar sobre las cosas que han debido seguirse necesariamente de la esencia de Dios, del conocimiento del alma y de su suprema felicidad; Parte III: Del origen y naturaleza de los afectos, donde describe la naturaleza de los afectos y de qué manera determinan al hombre para la acción en tanto que es cuerpo afectante o en tanto que es cuerpo afectado; Parte IV: De la servidumbre humana o la fuerza de los afectos, donde muestra la impotencia del hombre para moderar y reprimir los afectos y la fuerza que estos tienen sobre nosotros en tanto que somos sujetos pasivos; y la Parte V: Del poder del entendimiento o de la libertad humana, la cual trata sobre la manera de alcanzar la libertad, es decir, del camino para llegar a ella, y sobre el poder de la razón, mostrando qué puede ella en contra de los afectos y qué es la felicidad.

El papel de los afectos

Es importante resaltar que la parte de la Ética que trata de los afectos (affectus) es tal vez el punto cumbre de la filosofía de Spinoza, dado que despliega su doctrina de los afectos en las partes tercera, cuarta y quinta de la Ética. Después de una exposición descriptiva de aquellos en la parte tercera, trata de los medios para ordenarlos en la parte cuarta y quinta. En la parte cuarta, como hicimos mención al final del primer momento, hace una presentación de los afectos considerados como fuente de esclavitud y del poder que estos tienen sobre nosotros; y por último, en la parte quinta, saca a relucir la potencia que tiene nuestro entendimiento, nuestra razón, mostrando qué puede contra los afectos y el modo como podemos hallar el estado del hombre libre, poniendo al servicio el uso adecuado de la razón.

Ahora bien, para dar comienzo a esta reflexión sobre el papel de los afectos en la Ética, permítasenos sacar de primera mano la definición de afecto. Dice Spinoza (2001):

    Por afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o es perjudicada, la potencia de obrar de ese mismo cuerpo, y entiendo, al mismo tiempo, las ideas de esas afecciones (...) Así pues, si podemos ser causa adecuada de alguna de esas afecciones, entonces entiendo por "afecto" una acción; en los otros casos, una pasión (193).

Spinoza habla inicialmente en plural de afectos, para dar razón de ellos de dos modos: el primero como acción, causa adecuada, eficiente, en la cual nosotros actuamos, es decir, somos dueños de esa acción, y el otro, en el caso contrario cuando somos causa inadecuada, parcial, es decir, cuando somos accidente. Sustenta Spinoza:

    Digo que obramos, cuando ocurre algo, en nosotros o fuera de nosotros, de lo cual somos causa adecuada; es decir, cuando de nuestra naturaleza se sigue algo, en nosotros o fuera de nosotros, que puede entenderse clara y distintamente en virtud de ella sola. Y, por el contrario, digo que padecemos, cuando en nosotros ocurre algo, o de nuestra naturaleza se sigue algo, de lo que no somos sino causa parcial (Ibíd.).

Es así como interpretaremos el papel de los afectos en la Ética con relación al hombre y al problema de la libertad: el hombre como sujeto activo, que obra, que actúa, que interviene en los afectos, que es causa adecuada o eficiente, y que es consciente de sus voliciones; y el hombre como sujeto pasivo, que padece, que es sometido al imperio de los afectos, que es causa inadecuada o parcial y que no posee consciencia de sus apetitos.

Por consiguiente, en lo que respecta al campo de la ética, como individuos nos podemos definir de dos formas, al modo como nos define Spinoza: como causa adecuada, como sujeto que obra, o como usualmente nos definimos a nosotros mismos, como sujetos libres, que tomamos decisiones, que conocemos las razones de lo que hacemos y que por tanto nos esforzamos por aumentar nuestra potencia de actuar; y la otra forma sería como causa parcial, como sujeto que padece o sujeto expuesto a lo accidental y que decide poco sobre su vida, como dice Kant, porque le ha asignado esta tarea a otros.

Nuestro propósito con respecto al papel de los afectos es mostrar cómo se define o cómo se quiere definir el hombre desde los afectos, puesto que, como dijimos al principio, el hombre no es libre -puesto que sólo a Dios se le puede atribuir esta categoría-, pero se hace libre por medio del juego de la ética. Esto se puede sintetizar de esta manera: el hombre no nace libre, se hace libre.

Por tanto, podemos decir que esta libertad se da en el hombre mismo, se da en su conatus, definido como "aquello en que cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser" (Spinoza 2001 203). Esta ley es la que hace que nos encontremos en aumento o disminución de nuestra potencia de actuar, de ser libres. Nótese además que es por este mismo principio que nos definimos en tanto que es nuestra esencia, nuestra naturaleza que se expresa en lo que estamos siendo. Entiéndase por conatus también tendencia, la cual permite formar nuestros afectos; de ahí que unos tiendan a aprobar algo como bueno y otros como malo. Esto se da por el esfuerzo mismo o tendencia, es decir, por el modo como el alma se esfuerza en ser afectado, lo cual se deriva de las ideas claras y distintas o de ideas confusas. Dice Spinoza:

    El alma, ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo mismo (...) La esencia del alma está constituida por ideas adecuadas e inadecuadas (como lo explica la proposición III: las acciones del alma brotan sólo de las ideas adecuadas; las pasiones dependen sólo de las inadecuadas) (...) Este esfuerzo cuando se refiere al alma sola, se llama voluntad, pero cuando se refiere a la vez al alma y al cuerpo, se llama apetito, por ende, éste no es otra cosa que la esencia misma del hombre, de cuya naturaleza se siguen necesariamente aquellas cosas que sirven para su conservación, cosas que, por tanto, el hombre está determinado a realizar (Id. 205).

Aclara nuestro autor que no hay diferencia entre apetito y deseo, dado que éste se refiere generalmente a los hombres en cuanto que son conscientes de su apetito; por eso define: "el deseo es el apetito acompañado de la consciencia de sí mismo. Así pues, queda claro en virtud de todo esto que nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos apetecemos y deseamos" (Id. 206). Por consiguiente, podemos decir que nuestro conatus se porta de manera tautológica, ya que obramos o padecemos de acuerdo a como somos afectados, y estas afecciones sólo se dan de agentes externos, llamados también cuerpos afectantes, y son sólo éstos los que posibilitan los movimientos del ánimo, nuestros afectos, los cuales expresan nuestro conatus, expresan cómo vivimos, cómo actuamos, cómo pensamos.

Por eso postulamos desde el inicio que los afectos son la parte medular de la filosofía de Spinoza y también de nuestra vida, puesto que éstos registran cómo vivimos y qué vamos haciendo de nuestra vida tal y como funciona un termómetro: los afectos miden la temperatura del esfuerzo, de las ganas de vivir, de nuestra tendencia a estar bien, a actuar en virtud y en consciencia de sí mismos como hombres libres.

La necesidad de llegar a una comprensión de los afectos

La mayor parte de los que han escrito acerca de los afectos y la
conducta humana, parecen tratar no de cosas naturales que siguen
las leyes ordinarias de la naturaleza, sino de cosas que están fuera
de ésta. Más aún: parece que conciben al hombre, dentro de la
naturaleza, como un imperio dentro de otro imperio. Pues creen que
el hombre perturba, más bien que sigue el orden de la naturaleza,
que tiene una absoluta potencia sobre sus acciones y que sólo es
determinado por sí mismo.

Spinoza 2001 191.

Con base en lo que nos relata este fragmento del prefacio a la parte tercera de la Ética, damos comienzo a nuestra reflexión, la cual trata sobre la necesidad de llegar a una comprensión de los afectos. Ésta no tratará sobre un análisis meticuloso de cada afecto expuesto en la obra de nuestro autor, sino más bien de acatar la recomendación que él mismo nos hace según la cual "los afectos es mejor ordenarlos o guiarlos por buen camino que reprimirlos" (Hubbeling 1981 82), lo cual nos remite a pensar en una analítica de las pasiones, ejercicio que pone al hombre en disposición de comprenderse a sí mismo como sujeto libre o esclavo de todo aquello que le afecta.

Situándonos en lo que enuncia el mentado prefacio acerca de que se ha concebido al hombre como alguien que tiene una absoluta potencia sobre sus acciones y que es determinado por sí mismo, Spinoza considera esto como un absurdo en tanto que, si esto fuera posible, no habría necesidad de pensar en un proyecto fundamentado en la libertad. No obstante, como hemos dicho, pretendemos abordar esta reflexión como una analítica de las pasiones, la cual es la parte más relevante de la Ética, entendida ésta como una obra in-moral: no una teoría de los deberes, sino más bien una teoría de las acciones y pasiones alegres, las cuales aumentan nuestra potencia de actuar, yendo en detrimento de las tristezas que destruyen nuestra potencia, mutilan e impiden que seamos protagonistas de nuestras acciones.

Dice Kaminsky (1998): "La ética de Spinoza es una analítica de las pasiones intensas y sus derivados (...) Esta analítica es la deducción necesaria de su filosofía pura y condición de posibilidad de su filosofía práctica (26). Como hemos dicho ya, la libertad es un asunto de Dios, puesto que éste es considerado como potencia infinita, que obra en virtud de sí mismo y que no es determinado por nadie a actuar, que no toma decisiones, que no elige, sino que todo cuanto existe y sucede pertenece a su sola naturaleza, que no obra con ningún fin, entre otras propiedades que se le atribuyen a la substancia, de las cuales ya hemos hecho mención. Con esto comprendemos en qué consiste la filosofía pura de Spinoza o metafísica ontológica. Cuando hablamos de la analítica de las pasiones o sobre la necesidad de comprender los afectos, apuntamos en cambio al proyecto de filosofía práctica spinoziana, a su ética, proyecto donde se propone, como dice Deleuze (2001), hacer una desvalorización de todas las pasiones tristes en beneficio de la alegría.

Spinoza denuncia sin cansancio en toda su obra tres figuras ejemplares distintas: el hombre de pasiones tristes, el que se sirve de estas pasiones tristes, que las necesita para asentar su poder, y el hombre a quien entristece la condición humana, las pasiones del hombre en general. Estas figuras son el esclavo, el tirano y el sacerdote (Deleuze 36). Aquí tomamos como punto cardinal la tristeza como concepto antagónico de la alegría, evidenciando que a partir de ésta se desencadenan todas nuestras pasiones tristes, las cuales impiden que hagamos una práctica libre de la acción. Spinoza nos muestra que la naturaleza de la tristeza se constituye por ser un estado de confusión del ánimo, es decir, una idea inadecuada o mutilada, carente de verdad, la cual hace despertar en nosotros el miedo, la superstición. De ésta es que se sirve el sacerdote: "El gran secreto del régimen monárquico, su interés profundo, consiste en engañar a los hombres disfrazando con el nombre de religión el temor con el que se les quiere meter en cintura, de modo que luchen por su servidumbre como si se tratase de su salvación (Spinoza 1994 64). Continuando con nuestra analítica de las pasiones, el tirano necesita para triunfar la tristeza del espíritu, de igual modo que los ánimos tristes necesitan a un tirano para propagarse y satisfacerse: "(...) lo que los une de cualquier forma es el odio a la vida, el resentimiento contra la vida. La Ética dibuja el retrato del hombre del resentimiento, para quien toda felicidad es una ofensa y que hace de la miseria o la impotencia su única pasión" (Deleuze 36). Esto se hace presente en nuestra cultura y tal vez en grandes cantidades; por ejemplo, en la música (sin pretender generalizar) se canta a la tristeza, al desamor, a la envidia, a la tragedia, a la soledad, la cual se complementa con quien la escucha; del mismo modo este efecto se da también en el cine, en la literatura, en la convivencia con nuestra familia, con nuestros compañeros del diario vivir y a veces con nuestros amigos. La pasión triste habita en nosotros como una sombra. Donde vayamos siempre nos encontramos con ella. La pregunta fundamental a este análisis sería: ¿cómo podemos servirnos de las pasiones tristes en pro de nuestra alegría y así respirar el aire de la libertad?

La respuesta a este interrogante implica preguntarnos cómo formar ideas adecuadas, ya que, como hemos dicho anteriormente, la tristeza está constituida por ideas inadecuadas que confunden nuestro estado de ánimo, lo cual hace que experimentemos el temor, la superstición, entre otras. Ahora bien, servirnos de las pasiones tristes no basta, se necesita transformarlas en ideas adecuadas para evitar que, como en el caso de la tristeza, sigan confundiendo nuestro estado de ánimo. Por eso decimos que:

    (...) la idea adecuada se explica por nuestra potencia de comprensión, no tenemos una idea adecuada sin que nosotros mismos seamos la causa adecuada de los sentimientos que se desprenden de ella, que, desde ese momento, son activos. Por el contrario, mientras tenemos ideas inadecuadas, somos causa inadecuada de nuestros sentimientos, que entonces son pasiones (Deleuze 98).

Como lo expresa el texto anterior, en nosotros está el ser activos o pasivos, el ser causa adecuada o inadecuada, es decir, que todo esto se da gracias a nuestro poder comprensivo, a nuestra potencia de entender todo aquello que nos sucede, ya que es por nuestro poder de afección que definimos las cosas como buenas o malas. Para complementar esta idea nos valemos de un pasaje de la Correspondencia de Spinoza (1988) que recoge las cartas a sus amigos y opositores:

    (...) supone, en primera instancia, que una piedra recibe un impulso por una causa externa debido a la cual se mueve y luego concibe que, mientras la piedra se encuentre en movimiento, piensa y cree que tal movimiento es causado por sí misma y que es ella la que se esfuerza por realizar dicha acción, lo cual ocurre en virtud a que la piedra no es consciente de la causa externa que la determinó a moverse (337).

Esto nos muestra que nuestros juicios sobre las cosas son de acuerdo al modo como hemos sido afectados por ellas, llámense cuerpos exteriores, los cuales nos determinan a obrar de cierta y determinada manera. Por lo general, nos esforzamos en encontrar culpables de todo lo que nos pasa, desconociendo que todo lo que nos sucede se da en virtud de la misma naturaleza que se desenvuelve de manera necesaria e inmanente. Somos muy dados a tomar las cosas de manera personal. Si nos cae una piedra encima, buscamos al responsable como causa eficiente de este acto; caso distinto, por ejemplo, si alguien nos insulta: lo culpamos de esa situación, sin reflexionar que nosotros somos los causantes de nuestras acciones y que el otro lo que hace es reaccionar ante los hechos. En cuanto al asunto de la piedra, se lo dejamos a la necesidad, ya que es la naturaleza misma quien ha determinado su caída. Hay cosas que no podemos explicar sólo por nuestra intuición, sino que necesitamos de la razón o de la investigación para encontrar su sentido.

Del mismo modo pasa cuando estamos tristes y alguien se vale de nuestra tristeza para oprimirnos o para que nos dejemos oprimir. Frente a la pregunta: ¿cómo podemos servirnos de las pasiones tristes en beneficio de nuestra alegría y así encaminarnos a un proyecto del hombre libre?, somos nosotros quienes tenemos el poder de comprender y de cambiar el concepto que tenemos de las cosas. De acuerdo a nuestro esfuerzo por comprender es que hacemos posible que este concepto que nos forjamos de las cosas sea positivo o menos positivo sobre nosotros.

La libertad fundamentada en la ética

Como bien sabemos, la libertad se ha entendido en su sentido más coloquial como una condición o facultad de los individuos de actuar como quieran (cf. RAE 2007 423). Al plantearnos la pregunta por la libertad como eje central de esta reflexión sería válido enfocarla en dos sentidos. El primero: ¿por qué se habla de una libertad fundamentada en la ética? Este enfoque tiene como pretensión mostrar el oficio de la ética en el plano reflexivo de la libertad. El segundo: ¿es posible hablar de una ética en Spinoza cuando hay de por medio un determinismo? El objetivo principal de este enfoque es resaltar la posibilidad de una ética en nuestro autor en medio del determinismo.

Antes de dar respuesta a estas preguntas es importante considerar que la Ética de Spinoza es ante todo la descripción del ethos propio del hombre, es decir, del modo como éste se comporta y como se va apropiando de su vida. Es por ello que damos comienzo a esta reflexión con la pregunta: ¿por qué se habla de una libertad fundamentada en la ética? Para ello tomamos la definición con la que Savater da a conocer qué debe entenderse por ética: "Llamo ética a la convicción revolucionaria y a la vez tradicionalmente humana de que no todo vale por igual, de que hay razones para preferir un tipo de actuación a otros" (Savater 1995 10). Dicho concepto converge al concepto coloquial de libertad, sobre todo cuando se hace referencia a la facultad que tienen los individuos de actuar como quieran, y a lo que debe entenderse por ética cuando nos dicen de unas razones que hay que tener para preferir un tipo de actuación a otros, lo cual muestra que estos dos conceptos se encuentran de alguna manera emparentados en tanto que ambos hacen referencia a un querer ser.

No obstante, es permitido afirmar que no es posible hablar de una libertad si no se habla a la vez de un fundamento ético. Esto en tanto que la pregunta central de la ética no es "qué debo hacer", ni tampoco "qué puedo hacer", sino "¿qué quiero hacer?". Ésta es su preocupación, pues es aquí donde se hace presente el ethos, la forma como adquirimos un carácter, el modo como van encaminadas nuestras decisiones que, como ya se ha dicho, son quienes van definiendo nuestro estilo de vida.

Ahora bien, para hablar sobre una libertad fundamentada en la ética desde la perspectiva de Spinoza, es necesario que nos refiramos a ella como un propósito, ya que la libertad es el esfuerzo mismo del hombre por afirmar su existencia, es decir, el esfuerzo del hombre por perseverar en su ser. ¿Por qué hablamos de la libertad como un propósito? Los primeros indicios para responder a esta pregunta los suministra Spinoza en el "Prefacio" al Libro V de la Ética cuando afirma: "Paso por fin a esta última parte de la ética, que trata de la manera de alcanzar la libertad, es decir, del camino para llegar a ella" (383). Con base en esto es válido afirmar que la Ética de Spinoza es un intento por comprender, por racionalizar el destino moral (la realidad) del hombre, pero sobre todo un esfuerzo por penetrar en la condición humana mostrando la forma como el hombre se puede comprender a sí mismo. Es por eso que la Ética no nos habla de una libertad en sí, sino de un camino para llegar a ella, porque precisamente de eso trata la ética: no solamente de lo importante, de lo valioso para nosotros, sino de reflexionar la acción humana erigiendo como tarea fundamental un grado de conciencia para hacernos hombres libres. De ahí la importancia de hablar de la ética como un fundamento de la libertad, pues es ésta quien nos adjudica el compromiso de alcanzar dicho propósito.

La Ética de Spinoza ha sido señalada en muchas ocasiones como una ética determinista, en tanto que describe al hombre como alguien que es determinado a obrar de cierta manera en virtud de unas causas, a obrar de acuerdo a unos principios que rigen su naturaleza, es decir, un hombre que actúa en razón de Dios o de su misma necesidad. ¿Es posible hablar de una ética cuando hay de por medio un determinismo? ¿No es contradictorio al mismo tiempo hablar de una ética si a la vez es determinista? ¿No se hablaría más bien de moral, puesto que es a ésta que le corresponde imponer, prescribir normas, decretar qué se debe o qué se puede hacer, o en otras palabras, determinar el comportamiento mismo?

Como puede evidenciarse al abordar la Ética de Spinoza, ésta muestra las propiedades de natura naturans (naturaleza naturante o creadora) y natura naturata (naturaleza naturada o creada), donde la primera corresponde a Dios o a la Substancia y la segunda a los modos en que la primera se expresa. A este concepto de naturaleza pertenece en particular el hombre. Spinoza nos muestra el lugar que le corresponde ocupar al hombre dentro de la naturaleza. En síntesis, el ser humano es uno con la naturaleza desde el momento en que se reconoce en ella. Por tanto, para sustentar esta idea del determinismo en la Ética de Spinoza es claro que, a partir de esta concepción, no tenemos un libre albedrío ni somos causa de nuestras propias acciones, ya que somos determinados a comportarnos de acuerdo a las solas leyes de la naturaleza.

Pero volviendo a la pregunta: ¿es posible hablar de una ética en Spinoza cuándo hay de por medio un determinismo?, insistiendo en esta cuestión dice Juliana González (2007): "El hecho mismo de que haya diferencia o contraste entre buenas y malas pasiones (alegría-tristeza) es testimonio evidente de la condición ética del hombre" (105). Otras evidencias como el simple hecho de que en la Ética de Spinoza se encuentren nociones como las de afecto, pasiones, acciones, contingencia, esfuerzo (conatus), dominio de los afectos, entre otras, ya nos dan luces de un determinismo que no es absoluto, y por lo tanto, se empieza a ocultar la visión del mundo desde la necesidad como lo expone el orden geométrico de la obra.

Se piensa que Spinoza de alguna manera interviene en el proceso de racionalizar la acción humana desde la geometría para mostrar en su obra la perfección y la necesidad con que Dios existe en nosotros, y que de esa misma forma plantea conceptos como el de contingencia para dar a entender con ello que no todo se mueve desde la necesidad, sino para orientar la posibilidad de la ética y de la libertad. Como es claro, Spinoza sigue mostrando elementos que hacen posible percibir este determinismo, no sólo cuando dice que mostrará la potencia del alma, es decir, de la razón, enseñándonos cuánto imperio tiene sobre los afectos, sino también advirtiendo que este imperio no es absoluto, pues aquí nos muestra la doble vía que se da entre el gobierno que tienen los afectos sobre nosotros y la forma como nosotros podemos gobernarlos, poniendo como antesala el ejercicio de la razón, porque la razón es quien puede darnos el poder de ser libres, pues es ella la que nos hace consciente de nuestros afectos:

    A todas las acciones a que somos determinados por un afecto que es una pasión, podemos ser determinados, sin él, por razón. Demostración: Obrar según la razón no es otra cosa que hacer aquellas cosas que se siguen de la necesidad de nuestra naturaleza, considerada en sí sola. Ahora bien, la tristeza es mala en la medida en que disminuye o reprime esa potencia de obrar; no podemos, por consiguiente, ser determinados por este afecto a acción alguna que no pudiéramos realizar si la razón nos guiase (Spinoza 2001 351).

Como vemos aquí, en medio del determinismo dado por afectos llamados pasiones, podemos ser gobernados. Pero cuando en éste hay intervención de la razón, inmediatamente desaparece en él la noción de pasión y, por tanto, ya no nos determina, ya no nos hace padecer, sino que actuamos de manera libre guiados por la razón. Como ya se dijo, un afecto-pasión es una idea inadecuada que no aporta ningún conocimiento verdadero e impide que obremos libremente. Para hacer más claro esto, Spinoza muestra que pasamos de un determinismo a un plano del hombre libre: "Un afecto que es una pasión deja de ser pasión tan pronto como nos formamos de él una idea clara y distinta" (Id. 389). El contenido de esta proposición es la base de la salvación humana de toda servidumbre, pues muestra la posibilidad de una ética en medio del determinismo, resaltando además que poseer ese conocimiento, formarnos una idea clara y distinta de ese afecto-pasión, no implica un exterminio de los afectos, sino la utilización racional de los mismos, ya que se trata de que el afecto mismo impulse una conducta racional.

Es de este modo como queda resuelto el problema de cómo hacer posible una libertad fundamentada en la ética y cómo se nos posibilita además hablar de una ética en medio del determinismo. Concluyamos con una parte del escolio a la proposición I V, del Libro V de la Ética:

    Cada cual tiene el poder -si no absoluto, al menos parcial- de conocerse a sí mismo y conocer sus afectos clara y distintamente, y, por consiguiente, de conseguir padecer menos por causa de ellos (...) No hay un remedio para los afectos, dependiente de nuestro poder, mejor que éste, a saber: el que consiste en el verdadero conocimiento de ellos, supuesto que el alma no tiene otra potencia que la de pensar y formar ideas adecuadas (390-391).

Bibliografía

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